Atlas
Nowhere | Fénix
16-11-2024, 02:36 PM
A veces, cuando veía cómo el sargento se metía en el papel hasta fundirse completamente con él, me preguntaba si realmente llevaba a cabo aquel cometido por verdadero compromiso o porque le gustaba hacer el gamberro hasta el extremo sin consecuencias. Quizás hubiese un poco de las dos, pero algo me hacía sospechar que nunca lo admitiría. Colgado de la cadena del techo, dio el pistoletazo de salida y el Torneo del Calabozo vio comenzar su final en aquella edición.
La mole de pura fuerza que era Tobías lanzó un soberano golpe a distancia que Camille interceptó como pudo. La madera apartada por Garnett se estremeció y crujió como consecuencia de la agitación del aire que nos rodeaba. Los reclutas más inexpertos, los menos avezados en el combate y quienes aún no habían hecho ninguna misión mínimamente seria, retrocedieron por puro instinto al ver que allí sucedía algo que escapaba a sus capacidades.
No fue mi caso, por supuesto. Yo mantuve fija la vista en Tobías y en Frida, nuestros oponentes. El grandullón lucía una sonrisa de satisfacción en el rostro, sabiendo que, a pesar de haber sido repelido, su golpe había supuesto un auténtico desafío para la oni. Frida, por su parte, no se había quedado quieta. En una maniobra conjunta que con toda seguridad habrían puesto en práctica con anterioridad, la mujer dio un potente salto y cargó la pierna para intentar golpear a mi compañera.
Pero ése no sería el día en que no cubriese las espaldas de los míos.
Enarbolé mi intento de naginata y, al igual que habíamos hecho durante el entrenamiento hacía unas horas, rompí a correr hacia Camille. Cuando apenas quedaban un par de metros para alcanzar su posición y Frida ya iniciaba el descenso, me impulsé, apoyé un pie sobre su hombro y salté en dirección a nuestra oponente. Mi arma colisionó con el talón de su pie. La potencia que me llevaba hacia arriba se equiparó con la gravedad y la fuerza de la mujer, manteniéndonos a ambos en el aire durante unos breves segundos que a mis ojos se hicieron eternos. En ellos tuvo lugar un intenso cruce de miradas, una contraposición de objetivos, ambiciones y decisiones que dejó bien claro, por si ya no lo estaba, que Frida sólo se detendría si la obligábamos nosotros.
Finalmente comenzamos el descenso. El contacto entre mi arma y su pie desapareció y ambos aterrizamos casi al unísono. La mujer me lanzó una patada giratoria a una velocidad alarmante con la que pretendía golpearme en el lateral izquierdo de la cabeza. Era tremendamente rápida. Su pie dejaba un molesto zumbido tras de sí debido a la velocidad con la que era capaz de moverlo, pero en nosotros había dado con la horma de su zapato. Dejando caer el peso sobre mi rodilla izquierda para que no me pudiera desplazar, hice girar mi naginata improvisada para posicionarla en vertical en medio de la trayectoria de su ofensiva. Mi brazo al completo vibró, pero fui capaz de repeler el ataque. Cuando fui a contratacar realizando un tajo oblicuo, la mujer se alejó con suma agilidad y escapó de mi radio de acción.
En cualquier caso, no eran uno, sino dos. Acertar a Tobías debía ser mucho más fácil, así que aproveché que para Frida sería más difícil cubrirle ahora que se había apartado de mí y tomé la iniciativa. Propulsándome hacia delante, intenté propinarle algo similar a lo que sería una estocada en el abdomen, que fue seguida por un tajo horizontal a la altura del cuello. Sin embargo, a pesar de ser evidentemente lento en los desplazamientos, Tobías era cualquier cosa menos torpe. Interpuso su brazo derecho en el recorrido de mi primera ofensiva y se agachó para esquivar la segunda, obligándome a recular cuando lanzó un violento puñetazo hacia delante.
—Creo que esto no va a ser para nada sencillo —le dije a Camille tras posicionarme a su lado—. Saben lo que se hacen y se compenetran muy bien.
La mole de pura fuerza que era Tobías lanzó un soberano golpe a distancia que Camille interceptó como pudo. La madera apartada por Garnett se estremeció y crujió como consecuencia de la agitación del aire que nos rodeaba. Los reclutas más inexpertos, los menos avezados en el combate y quienes aún no habían hecho ninguna misión mínimamente seria, retrocedieron por puro instinto al ver que allí sucedía algo que escapaba a sus capacidades.
No fue mi caso, por supuesto. Yo mantuve fija la vista en Tobías y en Frida, nuestros oponentes. El grandullón lucía una sonrisa de satisfacción en el rostro, sabiendo que, a pesar de haber sido repelido, su golpe había supuesto un auténtico desafío para la oni. Frida, por su parte, no se había quedado quieta. En una maniobra conjunta que con toda seguridad habrían puesto en práctica con anterioridad, la mujer dio un potente salto y cargó la pierna para intentar golpear a mi compañera.
Pero ése no sería el día en que no cubriese las espaldas de los míos.
Enarbolé mi intento de naginata y, al igual que habíamos hecho durante el entrenamiento hacía unas horas, rompí a correr hacia Camille. Cuando apenas quedaban un par de metros para alcanzar su posición y Frida ya iniciaba el descenso, me impulsé, apoyé un pie sobre su hombro y salté en dirección a nuestra oponente. Mi arma colisionó con el talón de su pie. La potencia que me llevaba hacia arriba se equiparó con la gravedad y la fuerza de la mujer, manteniéndonos a ambos en el aire durante unos breves segundos que a mis ojos se hicieron eternos. En ellos tuvo lugar un intenso cruce de miradas, una contraposición de objetivos, ambiciones y decisiones que dejó bien claro, por si ya no lo estaba, que Frida sólo se detendría si la obligábamos nosotros.
Finalmente comenzamos el descenso. El contacto entre mi arma y su pie desapareció y ambos aterrizamos casi al unísono. La mujer me lanzó una patada giratoria a una velocidad alarmante con la que pretendía golpearme en el lateral izquierdo de la cabeza. Era tremendamente rápida. Su pie dejaba un molesto zumbido tras de sí debido a la velocidad con la que era capaz de moverlo, pero en nosotros había dado con la horma de su zapato. Dejando caer el peso sobre mi rodilla izquierda para que no me pudiera desplazar, hice girar mi naginata improvisada para posicionarla en vertical en medio de la trayectoria de su ofensiva. Mi brazo al completo vibró, pero fui capaz de repeler el ataque. Cuando fui a contratacar realizando un tajo oblicuo, la mujer se alejó con suma agilidad y escapó de mi radio de acción.
En cualquier caso, no eran uno, sino dos. Acertar a Tobías debía ser mucho más fácil, así que aproveché que para Frida sería más difícil cubrirle ahora que se había apartado de mí y tomé la iniciativa. Propulsándome hacia delante, intenté propinarle algo similar a lo que sería una estocada en el abdomen, que fue seguida por un tajo horizontal a la altura del cuello. Sin embargo, a pesar de ser evidentemente lento en los desplazamientos, Tobías era cualquier cosa menos torpe. Interpuso su brazo derecho en el recorrido de mi primera ofensiva y se agachó para esquivar la segunda, obligándome a recular cuando lanzó un violento puñetazo hacia delante.
—Creo que esto no va a ser para nada sencillo —le dije a Camille tras posicionarme a su lado—. Saben lo que se hacen y se compenetran muy bien.