Ares Brotoloigos
—
16-11-2024, 06:59 PM
Ares descartó enseguida el seguir preguntando por Angelo. Básicamente porque no le importaba en lo más mínimo. Y si era verdad lo que decía Iris... Bueno, pobre de la chiquilla en concreto. Pero tampoco se iba a meter en eso. Cada uno debía de ser consciente de lo que hacía. Además, el mestizo de oni tenía ahora una situación mucho más interesante delante de sus propias narices. Y la chica era atractiva, ¿para qué negarlo? Podía ser un bruto a veces, pero no era idiota. Y tenía ojos en la cara.
Y el hecho de que Iris cambiase, de repente, su expresión, hizo que la de Ares también mutase a una de mayor interés. De hecho, se le dibujó una media sonrisa mucho más interesada. Sí, los bajos fondos. No era el mejor lugar de Loguetown para pasearse tranquilamente o para tener una cita. Pero sí para recabar información y divertirse con unas cuantas peleas si era necesario. Ahora bien, estaba bastante intrigado por los negocios de Iris. Era bastante visible que no era una chica al uso.
No era una damisela en apuros. Y eso le gustaba.
— Supongo que no debería dejar a una mujer sola por ese lugar. — Era su forma de aceptar la propuesta.
El diablos de escamas pálidas ladeó ligeramente la cabeza, como si estuviese sopesando alguna cosa interesante. O algo turbio dentro de aquella mente que se debatía, generalmente, entre la luz y la oscuridad. Finalmente, asintió. Y miró hacia sus ropas, enarcando una de las protuberancias óseas sobre sus ojos y donde descansaban un par de piercings en forma de aro cuando sintió la mirada de Iris sobre él. ¿Qué? ¿Tenía algo raro en la cara o qué?
Se atusó un poco el atuendo oscuro, que resaltaba todavía más sus escamas blancas y meneó levemente la cola repitiliana.
— Te sigo. Y, a todo esto... — Aún a pesar de tales palabras, fue él quien abrió la caminata en dirección a la ruta concreta. — ¿Qué clase de estudio andas haciendo?
La miró de reojo, con un ligero brillo intrigado en sus orbes carmesíes.
— Lo pregunto para saber a qué atenerme. No vaya a ser que te tenga que detener a ti también. — Era muy capaz si la chica hacía algo indebido.
Era verdad que, probablemente, él no era un marine al uso. Y que a veces podía ser hasta cruel. Pero su brújula moral, quizás bastante extraña en ocasiones, le impedía ponerle la mano encima a cualquier inocente.
Y el hecho de que Iris cambiase, de repente, su expresión, hizo que la de Ares también mutase a una de mayor interés. De hecho, se le dibujó una media sonrisa mucho más interesada. Sí, los bajos fondos. No era el mejor lugar de Loguetown para pasearse tranquilamente o para tener una cita. Pero sí para recabar información y divertirse con unas cuantas peleas si era necesario. Ahora bien, estaba bastante intrigado por los negocios de Iris. Era bastante visible que no era una chica al uso.
No era una damisela en apuros. Y eso le gustaba.
— Supongo que no debería dejar a una mujer sola por ese lugar. — Era su forma de aceptar la propuesta.
El diablos de escamas pálidas ladeó ligeramente la cabeza, como si estuviese sopesando alguna cosa interesante. O algo turbio dentro de aquella mente que se debatía, generalmente, entre la luz y la oscuridad. Finalmente, asintió. Y miró hacia sus ropas, enarcando una de las protuberancias óseas sobre sus ojos y donde descansaban un par de piercings en forma de aro cuando sintió la mirada de Iris sobre él. ¿Qué? ¿Tenía algo raro en la cara o qué?
Se atusó un poco el atuendo oscuro, que resaltaba todavía más sus escamas blancas y meneó levemente la cola repitiliana.
— Te sigo. Y, a todo esto... — Aún a pesar de tales palabras, fue él quien abrió la caminata en dirección a la ruta concreta. — ¿Qué clase de estudio andas haciendo?
La miró de reojo, con un ligero brillo intrigado en sus orbes carmesíes.
— Lo pregunto para saber a qué atenerme. No vaya a ser que te tenga que detener a ti también. — Era muy capaz si la chica hacía algo indebido.
Era verdad que, probablemente, él no era un marine al uso. Y que a veces podía ser hasta cruel. Pero su brújula moral, quizás bastante extraña en ocasiones, le impedía ponerle la mano encima a cualquier inocente.