Ragnheidr Grosdttir
Stormbreaker
16-11-2024, 08:43 PM
Día 17 Verano del año 724
El Día de Sumpa en el centro de Kilombo se presenta como una explosión vibrante de colores, sonidos y texturas que convierten las calles en un espectáculo para los sentidos. Banderines multicolores atraviesan las calles de un lado a otro, ondeando suavemente al ritmo del viento. Cada banderín lleva símbolos pintados a mano. Murales efímeros adornan las paredes, realizados por artistas locales. Muestran escenas de una figura heroica que es representado con un rostro sereno y ojos que parecen estar mirando hacia el horizonte. Los tonos predominantes son el dorado, el azul celeste y el terracota. En el centro de Kilombo, el aire parece vibrar con una energía diferente. Es el Día de Sumpa, y las calles han dejado atrás su habitual rutina para transformarse en un escenario de celebración y reverencia. El sol, que cuelga alto en el cielo, ilumina cada rincón con una calidez especial, haciendo que los colores que decoran la ciudad brillen aún más intensamente.
Por encima de las calles, banderines multicolores se balancean suavemente con la brisa, llevando inscripciones y símbolos que, para un observador como Asradi, podrían ser fragmentos de una historia o algún tipo de lenguaje secreto. Los muros están cubiertos de murales recién pintados, donde la figura de Sumpa, con una expresión serena y casi divina, aparece rodeada de motivos que evocan la naturaleza, el cielo y lo eterno. La multitud se desplaza por las calles, vestida con trajes que parecen guardar significados ocultos en sus patrones y colores. Algunos llevan máscaras, talladas y decoradas con plumas, metales y piedras brillantes que reflejan la luz. Las máscaras representan bestias míticas y espíritus protectores, añadiendo un aire místico a los movimientos de los bailarines que las portan. Las danzas son fluidas, casi hipnóticas, mientras los tambores marcan un ritmo que resuena en el pecho de quien lo escucha.
El aroma de la comida flota entre los presentes. Desde los puestos que bordean las calles, el olor a especias, panes recién horneados y carnes asadas crea un rastro irresistible. Los vendedores ofrecen un pan dulce en espiral, un emblema del día, que aseguran está bendecido en nombre de Sumpa. Los mercados rebosan de frutas exóticas y bebidas de colores vibrantes, como si incluso la comida se sumara al espectáculo visual. En el centro de la celebración, una procesión avanza con solemnidad. La figura de Sumpa, tallada en un material que brilla como si tuviera su propia luz, es transportada sobre un carro decorado con flores y cintas doradas. La multitud sigue la marcha en silencio reverente, algunos portando velas encendidas, otros murmurando oraciones o deseos. El ambiente se llena de una sensación profunda, como si cada paso de la procesión estuviera cargado de significado.
Mientras el día avanza, el espíritu de la festividad se intensifica, una mezcla de júbilo, admiración y algo que Asradi no puede identificar del todo. Kilombo late al ritmo de su propia celebración, y en ese pulso, Sumpa parece ser más que una figura; es un símbolo, una conexión con algo que trasciende el tiempo y el espacio. Puedes ver al pasear por ahí, que el nombre de "Sumpa" está literalmente por todas partes. Notas como algo tira de tu ropa. Cuando mires, contemplarás unos ojos abrirse como pequeños soles. Es una niña de no más de seis años.
— Señora, ¿dónde está mi mamá? — Te pregunta al borde del llanto. El agarre pasa a tu mano. Notas como la calle está tan abarrotada que incluso alguno te golpea y lo mismo le pasa a la niña.