Rocket Raccoon
Rocket
17-11-2024, 03:52 AM
En el corazón de la bulliciosa Loguetown, una pequeña glotona recorría las coloridas calles del festival. Los aromas tentadores de carnes asadas, dulces caramelizados y panes recién horneados parecían haber hipnotizado a la joven marine. Kiwi, con su apetito voraz y una curiosidad desbordante, iba de puesto en puesto, dejando tras de sí a una serie de vendedores encantados con su entusiasmo y sus generosas compras. Para ellos, aquella joven era como un regalo del cielo: una cliente sin reparos en gastar sus monedas, gracias a su cómoda posición familiar.
Sin embargo, todo buen relato tiene su giro, ese momento en el que la balanza comienza a inclinarse hacia el lado más oscuro de la trama. Y esta vez, el destino había decidido que la joven marine fuera quien afrontara el desafío. En medio del jolgorio y las risas, un grito desgarrador rompió la armonía del festival. Una mujer, con el rostro lleno de angustia, corría de un lado a otro, llamando desesperada por un pequeño que había desaparecido entre la multitud. Kiwi, quien parecía ser la única representante de la autoridad presente en el área, se detuvo en seco. Su sonrisa traviesa desapareció mientras aún se le veía masticando alguna de sus galletas, reemplazada por una expresión de preocupación. Mientras aún sostenía una galletita media comer y se acomodaba su estoque, su mente comenzó a trabajar a toda velocidad.
Cuando una situación se desborda y el control parece un lujo inalcanzable, lo natural es buscar una figura de autoridad que inspire seguridad. Una persona imponente, fuerte, de carácter firme, capaz de traer calma al caos. Y eso era exactamente lo que la desesperada madre esperaba encontrar mientras buscaba a su hijo desaparecido entre el bullicio del festival. Sin embargo, lo que captó su atención fue todo lo contrario: una figura diminuta, que agitaba las manos para llamar su atención. Kiwi, con migajas de comida adornando su uniforme y una galleta a medio comer en la mano, no era, precisamente, la imagen típica de un salvador. La mujer, apenas reparando en su atuendo, la descartó inicialmente como una simple niña del festival, pensando que no tenía tiempo para distracciones. Pero Kiwi no se rindió. Después de varios intentos, logró que la madre detuviera su frenético ir y venir y finalmente centrara su mirada en ella.
-¡Ah, ahhh! ¿Mi pequeño? ¿Sabes dónde está, pequeña niña? ¿Conoces a Lewit?- Preguntó apresuradamente, sin darse cuenta de que estaba hablando con una marine. Sus ojos rebosaban ansiedad mientras continuaba tratando a Kiwi como a cualquier otra niña del lugar.
La mujer la observó detenidamente, de arriba abajo, como si estuviera evaluando si aquello. Entonces, algo pareció hacer clic en su mente. Con un gesto impulsivo, tomó a Kiwi de los brazos y la sacudió ligeramente. La fuerza de su agarre era considerable, y su voz se quebró entre la desesperación y la urgencia. -En la carpa, ¡ahí!-dijo, señalando hacia su izquierda. -Fuimos allí, estaban hablando de tesoros, mapas y esas cosas. Era un show, parecían piratas.-
Su dedo cambió de dirección, apuntando ahora hacia un puesto de salchichas que Kiwi había visitado no mucho antes. ¿Te quedan de esas salchichas?
-Bueno, luego fuimos allí, me distraje un momento, y lo perdí.- Soltó, claramente reprochándose a sí misma. -Hace unos minutos estaba con un amiguito. Decían que iban a jugar a los piratas… Ahhh, estos muchachitos…- murmuró, llevándose una mano a la frente con frustración. La señora de ya cierta edad parecía entrar en calma luego de tu petición, y buscaba una silla donde sentarse y tomar aire.
Sin embargo, todo buen relato tiene su giro, ese momento en el que la balanza comienza a inclinarse hacia el lado más oscuro de la trama. Y esta vez, el destino había decidido que la joven marine fuera quien afrontara el desafío. En medio del jolgorio y las risas, un grito desgarrador rompió la armonía del festival. Una mujer, con el rostro lleno de angustia, corría de un lado a otro, llamando desesperada por un pequeño que había desaparecido entre la multitud. Kiwi, quien parecía ser la única representante de la autoridad presente en el área, se detuvo en seco. Su sonrisa traviesa desapareció mientras aún se le veía masticando alguna de sus galletas, reemplazada por una expresión de preocupación. Mientras aún sostenía una galletita media comer y se acomodaba su estoque, su mente comenzó a trabajar a toda velocidad.
Cuando una situación se desborda y el control parece un lujo inalcanzable, lo natural es buscar una figura de autoridad que inspire seguridad. Una persona imponente, fuerte, de carácter firme, capaz de traer calma al caos. Y eso era exactamente lo que la desesperada madre esperaba encontrar mientras buscaba a su hijo desaparecido entre el bullicio del festival. Sin embargo, lo que captó su atención fue todo lo contrario: una figura diminuta, que agitaba las manos para llamar su atención. Kiwi, con migajas de comida adornando su uniforme y una galleta a medio comer en la mano, no era, precisamente, la imagen típica de un salvador. La mujer, apenas reparando en su atuendo, la descartó inicialmente como una simple niña del festival, pensando que no tenía tiempo para distracciones. Pero Kiwi no se rindió. Después de varios intentos, logró que la madre detuviera su frenético ir y venir y finalmente centrara su mirada en ella.
-¡Ah, ahhh! ¿Mi pequeño? ¿Sabes dónde está, pequeña niña? ¿Conoces a Lewit?- Preguntó apresuradamente, sin darse cuenta de que estaba hablando con una marine. Sus ojos rebosaban ansiedad mientras continuaba tratando a Kiwi como a cualquier otra niña del lugar.
La mujer la observó detenidamente, de arriba abajo, como si estuviera evaluando si aquello. Entonces, algo pareció hacer clic en su mente. Con un gesto impulsivo, tomó a Kiwi de los brazos y la sacudió ligeramente. La fuerza de su agarre era considerable, y su voz se quebró entre la desesperación y la urgencia. -En la carpa, ¡ahí!-dijo, señalando hacia su izquierda. -Fuimos allí, estaban hablando de tesoros, mapas y esas cosas. Era un show, parecían piratas.-
Su dedo cambió de dirección, apuntando ahora hacia un puesto de salchichas que Kiwi había visitado no mucho antes. ¿Te quedan de esas salchichas?
-Bueno, luego fuimos allí, me distraje un momento, y lo perdí.- Soltó, claramente reprochándose a sí misma. -Hace unos minutos estaba con un amiguito. Decían que iban a jugar a los piratas… Ahhh, estos muchachitos…- murmuró, llevándose una mano a la frente con frustración. La señora de ya cierta edad parecía entrar en calma luego de tu petición, y buscaba una silla donde sentarse y tomar aire.