- ¡No! Hasta ayer no sabía que había nada mas que esta isla. - Contesté a las declaraciones de mi nuevo mejor amigo. - ¿Edad? Hm... Tendré unos 15 veranos. ¿Y tu? - El viaje continuó y disfrute como ningún otro ser de las aventuras e historias que el pez me contaba. Cuando llegamos al lugar deseado el pequeño Misty localizó su objetivo, la barcaza que yo había comentado estaba a una distancia atacable. El pez me dejó con la palabra en la boca, cuando me quise dar cuenta se zambulló e iba manos a la obra, nadaba como una flecha, llegó junto a la barcaza, la desato y volvió en un periquete. - E... A... - Estaba con la boca abierta, no sabía si debía piropearlo por su velocidad nado, agité la cabeza con fuerza produciendo un extraño ruido con la boca. - Si, no soy tan buen nadador como tu pero puedo hacer algo. Déjame crear una distracción y saltamos. - Me subí a un árbol cercano y comencé a escanear la zona en busca de algún objeto, guardia o idea que se me viniese a la mente con el objetivo de distraer, con una orientación opuesta a la barcaza, a los vigías.
Mientras lo hacia una extraña sensación comenzó a invadir mi cuerpo. Si continuaba con aquello abandonaría la isla, era una realidad, ya no estaba imaginando. ¿Y si cogía aquella barcaza? ¿A dónde iria? ¿Llegaría a otra isla? ¿Volvería a ver a mi familia? ¿Al resto de animales con los que jugaba desde pequeño? ¿Me fiaba de Misty? Bueno si, me fiaba de Misty, eso era un hecho, lo conocía desde hace minutos como no me iba a fiar. Y entonces como si interrumpiese mis pensamientos dándome una respuesta, lo encontré, junto a la entrada de el puesto de vigías, un nido de abejas en una de las ramas de los árboles cercanos. Le indiqué a Misty que tuviese un poco de paciencia y me acerque entre los arbustos hasta llegar a una distancia aproximada de 20 metros. Me chupé un dedo, lo alcé con timidez y pude ver como soplaba un viento de sur, algo que confirmaba también algunas de las telas que tenían colgadas en el campamento los Wandara. Saqué una flecha, la tensé y apunté con paciencia, cerré los ojos recordando a mi familia, a mi madre, a mis hermanos y en general, diciendo a dios a mi hogar.
Solté la flecha y corrí, corrí sin mirar atrás, pensando que si lo hacia no soportaría marcharme dejando atrás todo aquello. Tampoco necesitaba girarme para confirmar el impacto, tenía esa ligera intuición que se tiene algunas veces cuando lanzas un objeto y estas seguro de que va a dar en el blanco. Instantes después la flecha se clavó en el nido de abejas y este se desplomó sobre el suelo partiéndose en mil añicos. Los ruidos de los guardias y el barullo confirmaron mi diana, le hice una señal a Misty con la mano de avanzar mientras me escabullía hacia el mar sin ser visto. Salté hacia el gran azul con lágrimas en los ojos, lágrimas que pronto se mezclarían con el conservando así el gran recuerdo de Isla Rudra.
Nade todo lo rápido que pude hasta subirme a la barcaza, Misty podría percibirme triste, echaría la vista atrás a mi antiguo hogar pero obedecería en todo lo que el pez me ordenase, el era el que sabía manejarse en alta mar. Debíamos de ser rápidos, era mejor que los Wandara no tuviesen idea alguna de quien les había robado su barco, creo que era la primera vez que les robaba algo y no me lanzaban piedras o flechas.
Mientras lo hacia una extraña sensación comenzó a invadir mi cuerpo. Si continuaba con aquello abandonaría la isla, era una realidad, ya no estaba imaginando. ¿Y si cogía aquella barcaza? ¿A dónde iria? ¿Llegaría a otra isla? ¿Volvería a ver a mi familia? ¿Al resto de animales con los que jugaba desde pequeño? ¿Me fiaba de Misty? Bueno si, me fiaba de Misty, eso era un hecho, lo conocía desde hace minutos como no me iba a fiar. Y entonces como si interrumpiese mis pensamientos dándome una respuesta, lo encontré, junto a la entrada de el puesto de vigías, un nido de abejas en una de las ramas de los árboles cercanos. Le indiqué a Misty que tuviese un poco de paciencia y me acerque entre los arbustos hasta llegar a una distancia aproximada de 20 metros. Me chupé un dedo, lo alcé con timidez y pude ver como soplaba un viento de sur, algo que confirmaba también algunas de las telas que tenían colgadas en el campamento los Wandara. Saqué una flecha, la tensé y apunté con paciencia, cerré los ojos recordando a mi familia, a mi madre, a mis hermanos y en general, diciendo a dios a mi hogar.
Solté la flecha y corrí, corrí sin mirar atrás, pensando que si lo hacia no soportaría marcharme dejando atrás todo aquello. Tampoco necesitaba girarme para confirmar el impacto, tenía esa ligera intuición que se tiene algunas veces cuando lanzas un objeto y estas seguro de que va a dar en el blanco. Instantes después la flecha se clavó en el nido de abejas y este se desplomó sobre el suelo partiéndose en mil añicos. Los ruidos de los guardias y el barullo confirmaron mi diana, le hice una señal a Misty con la mano de avanzar mientras me escabullía hacia el mar sin ser visto. Salté hacia el gran azul con lágrimas en los ojos, lágrimas que pronto se mezclarían con el conservando así el gran recuerdo de Isla Rudra.
Nade todo lo rápido que pude hasta subirme a la barcaza, Misty podría percibirme triste, echaría la vista atrás a mi antiguo hogar pero obedecería en todo lo que el pez me ordenase, el era el que sabía manejarse en alta mar. Debíamos de ser rápidos, era mejor que los Wandara no tuviesen idea alguna de quien les había robado su barco, creo que era la primera vez que les robaba algo y no me lanzaban piedras o flechas.