¿Sabías que…?
... Si haces click 321 veces en la siguiente palabra: Mandarina. ¿Ganarás 500 berries? No nos hacemos responsables de quien lo intente.
[Común] ¡Bienvenida a... la brigada de los bichos raros!
Camille Montpellier
El Bastión de Rostock
Camille se puso algo nerviosa cuando la hafugyo le preguntó al respecto del sobrenombre. Lo cierto era que no le había dado tiempo a acostumbrarse a que les llamasen así, del mismo modo que tampoco terminaba de aclimatarse a los cambios de su nuevo rango. A fin de cuentas, ambas cosas estaban entrelazadas y habían sucedido prácticamente a la vez.

Se quedó pensativa durante unos pocos segundos, en silencio, buscando una forma acertada de resumir lo ocurrido.

—La L-42 intervino en un pueblo de Isla Kilombo hace tres días. Rostock, se llama. Es donde tienen ubicado el faro —empezó a explicar, escuchando cómo Franz movía cajas y rebuscaba en el almacén—. Teníamos que trasladar al farero, una simple misión de escolta. El problema surgió cuando una banda pirata asaltó nuestra posición. Los Piratas Veganos, tal vez hayas escuchado el nombre. Son...  eran —se corrigió— bastante famosos en el East Blue. Su capitán cayó en combate y se capturó a cerca de la mitad de su tripulación. Digamos que desde eso nos tienen en mejor estima.

Al terminar la explicación se encogió de hombros. Para ella, todo lo sucedido en Kilombo no era ninguna clase de actuación extraordinaria. Sentía que cuanto había sucedido allí era el resultado del ejercicio de su deber como marines; proteger a los débiles, salvar a los inocentes y preservar el orden. Aun así, no podía negar que una pequeña parte de ella sentía cierto orgullo cada vez que les felicitaban por la hazaña. En cierto modo, era como una confirmación de que estaban haciendo las cosas bien, lo que esperaba que compensase errores pasados y sirviera para que Beatrice pudiera estar orgullosa de ella.

Un par de minutos después, Franz apareció frente a ellas con todo lo necesario y pudieron encaminarse de vuelta hacia los barracones para que Alexandra estrenase su nuevo equipamiento. Por el camino, la pequeña recluta aprovechó para lanzarle algunas preguntas más. Se le notaba que estaba mucho menos nerviosa.

—En lo que a mí respecta, llevo en la Marina desde los seis años —le dijo, riéndose un poco—. Pero, oficialmente, solo desde el otoño pasado, así que no llega a ser ni un año. Lo otro lo decía porque me crie en este cuartel —explicó, perdiéndose un poco en la nostalgia. Recordaba haber recorrido aquellos pasillos cientos e incluso miles de veces cuando era más pequeña. Ahora los veía de una forma muy diferente. La pregunta sobre la comida fue lo que le trajo de vuelta a la conversación—. ¿Comida favorita? —No se esperaba eso, la verdad—. Pues... no sé si tengo alguna en particular. Casi siempre como aquí y el menú... No es lo mejor que ofrece el G-31, digámoslo así. —Se rascó la mejilla con el índice, intentando buscar una respuesta más satisfactoria que darle—. Diría que el plato que más me gusta es el de canelones.

En fechas y ocasiones especiales, la cafetería de la base hacía una preparación extraordinaria con un gran surtido de comidas que probar. Era, posiblemente, el único momento en el que se servía algo rico en ese sitio. Un día probó los canelones y desde entonces siempre que puede repite la experiencia.

Se toparon con las puertas de los vestuarios justo cuando terminó de explicarle aquello y, antes siquiera de que Camille pudiera decirle nada, la recluta se adelantó para cambiarse lo antes posible. Eso sí, no sin antes volver a asomarse por la puerta para sonreírle. Su expresión fue una muestra de pureza e inocencia en su máxima extensión. Algo por dentro de la oni se removió, cargándola de una ternura que no había sentido jamás, menos aún por alguien a quien acababa de conocer. Si algo le ocurría a esa chiquilla, haría el mundo arder por ello.

Tal fue su ensimismamiento que ignoró muchos factores. El primero de ellos, que Alexandra había vuelto a meterse en el vestuario. El segundo, que el vestuario al que había accedido no era el de mujeres. Para cuando Camille se dio cuenta, ya era demasiado tarde. Un agudo chillido surgió del interior, apareciendo la hafugyo instantes después por la puerta con la cara más roja que un hierro candente.

—Creo... que te has equivocado de vestuario —le dijo, sonriendo con una mezcla de disculpa y diversión. No podía negar que había sido demasiado cómico—. Los vestuarios femeninos son esos —Añadió, señalándolos.

Se escuchó algo de ajetreo durante unos segundos en el interior del masculino, tras los cuales apareció Roran con el pelo aún húmedo y el uniforme puesto a las prisas. El chico parecía estar completamente abochornado, aunque lo primero que hizo fue cerciorarse de que se había metido en el vestuario correcto, clavando la mirada en el símbolo de la puerta y suspirando con alivio después.

—V...Vaya susto me has metido, Alexandra —le dijo, riéndose también con nerviosismo—. Perdona, no había escuchado a nadie entrar y... Y desde luego que no esperaba toparme con mujeres ahí dentro. —Miró a Camille y se cuadró—. Suboficial Montpellier.

Negó con la cabeza y se cruzó de brazos.

—Confusiones del primer día, no ha sido nada dramático. Alex, deberías pasar a recoger tus cosas antes de que entre más gente. ¿Hay alguien más ahí dentro, Roran?

—No, nadie más.
#11
Alexandra
Alex
Alexandra se apresuró a volver a entrar al vestuario y aún con los nervios a flor de piel recogió todas sus cosas que habían quedado desparramadas por el banquillo de este. Notaba como el corazón le iba a mil puesto que nunca había visto a nadie en esa... condición y no pensaba que fuera a pasar el primer día de entrar a la Marina. Suspiró mientras salía al pasillo donde Roran y Camille se encontraban, probablemente en silencio o manteniendo alguna que otra conversación. 

— Y-ya puedes pasar, Roran... 

Alexandra lo dijo con hilillo de voz, intentando mirar a cualquier lugar menos donde estuviera el Marine. No sabía muy bien como reaccionar y lo único que quería era que ese momento se acabara cuanto antes.

—Claro, nos vemos luego— contestó Roran mientras entraba de nuevo. 

En cuanto el chico desapareció notó como la tensión sobre sus hombros desaparecía pudiendo respirar un poco mejor. 

—¿Y ahora que...? 

Le preguntó a Camille, la cual tenía un atisbo de sonrisa en su cara. Llevaba con esa expresión desde que había salido del vestuario, y la verdad es que tenía que admitir que desde fuera era una situación bastante cómica, lo que provocó que una risilla se escapara de la garganta de Alexandra y que acabara convirtiéndose en una gran carcajada. Era dulce y melódica, algo que contrastaba drásticamente con la apariencia de la chica que a unas primeras para las personas que no estuvieran acostumbradas podía parecer incluso intimidante. 

En cuanto acabó se secó una lagrimilla del lagrimal, notándose mucho más relajada. Siguió a la Oni por los pasillos de la Marina pensando que iba a tener que pedir ayuda más adelante para poder guiarse por allí ya que le parecían todos iguales. al cabo de un rato llegaron a unas dependencias, un pequeño cuartito que no tenía nada de especial, salvo una cama, una mesita y una silla. La cabeza de la chica no paraba de dar vueltas pensando en como podría decorarla para que se pareciera un poco más a un hogar ya que estaría allí durante mucho tiempo. De momento se adelanto, sentándose en el colchón para comprobar su comodidad; menos mal que no era de muelles. Luego empezó a sacar sus pertenencias de la mochila no se había llevado gran cosa: un peluche de una orca que le había regalado su abuelo, un marco con una foto de ellos dos en el cual este tenía cogida a una pequeña Alexandra en brazos y los dos miraban sonrientes a la cámara mientras se daban un abrazo. Y lo más importante de todo: su cámara de fotos, era pequeñita pero esperaba poder retratar grandes cosas con ellas. 

—Oye, Cami, ¿podrías acompañarme cuando acabe tu turno a Logue? Me gustaría conocer un poco la ciudad...
#12
Camille Montpellier
El Bastión de Rostock
De alguna forma, aunque posiblemente hubiera sido bochornosa para la recluta, aquella situación se había terminado resolviendo cómicamente. Se quedó mirando a la hafugyo mientras Roran volvía al vestuario y, al final, cuando la vio y escuchó reírse a pleno pulmón, su risa se le contagió. Tal vez no estuviera siendo el primer día idea para una marine novata, pero desde luego que no podía considerarse que estuviera yendo mal. Al menos, eso es lo que esperaba Camille que sintiera su nueva compañera —porque referirse a ella como subordinada resultaba inconcebible en la mente de la oni—. 

Cuando terminaron de reírse, la morena se encogió de hombros despreocupadamente.

—Supongo que podríamos seguir por enseñarte tu cuarto. Normalmente los reclutas y soldados comparten catre en los barracones, pero al pasar a formar parte de la L-42 también te corresponde un cuarto privado. Tómatelo como un pequeño privilegio —le explicó antes de hacer un gesto con la mano para que le siguiera, echándose hacia un lado.

Después de todo, tendría que enseñarle dónde podía dejar sus cosas antes de seguir con el tour. Aquello le traía recuerdos de la vez que le hizo de guía a Ray, Atlas, Masao y Taka. Aunque aquel paseo fue mucho más movido que el que estaban teniendo las dos marines, de una forma no muy positiva. Aún recordaba el incidente del mercado con amargura, aunque por suerte todo salió bien.

Algo abstraída de la realidad, tardó un poco en caer en la cuenta de que Alexandra ya llevaba puesto su uniforme de recluta. Como imaginaba, a Franz le había bastado con un pequeño vistazo para intuir la talla de la nueva. Le había dado un tamaño de uniforme que se ajustaba perfectamente a su menudo tamaño, lo cual hacía que Camille se preguntase cuántos tipos de uniforme se almacenaban en el arsenal. Recordaba que a Octo habían tenido que prepararle uno a medida, dados sus más de cuatro metros de altura, y que Ares contaba con uno de tonalidades oscuras en lugar de los colores claros. Salvo pequeñas excepciones, parecía que por lo demás el G-31 contaba con recursos para suplir las necesidades individuales de cualquier nuevo cadete.

—Te sienta bien el uniforme —le dijo entonces de la nada, sonriendo con amabilidad—. Espero que te sea cómodo, a veces es un poco raro habituarse a otro tipo de indumentaria, pero te aseguro que es práctico como nada que te hayas probado jamás.

Finalmente, los pasos de ambas les llevaron hasta los cuartos de la L-42. Allí se encontraban, además de las correspondientes habitaciones individuales, una sala común y algunas dependencias habituales. Aquí y allá había algún que otro soldado asignado a la brigada, formando el grueso de sus filas con infantería de línea. Después de todo, una brigada no podía estar formada únicamente por oficiales, aunque ninguno de los presentes había recibido una invitación parecida a la de Alexandra. Su caso era tan especial como ella, o eso había deducido Camille.

Se plantó frente a la puerta de una de las habitaciones que sabía que estaban vacías y se hizo a un lado para que la hafugyo fuera la primera en entrar. Ella se quedaría en la entrada mientras dejaba que se instalase.

—Toda tuya. Pediremos que añadan una pequeña placa con tu nombre y graduación estos días, pero por ahora tendrás que acordarte de cuál de todas es. Te dejo un rato para que te instales y cotillees. No hay mucho, pero puedes acomodarla a tu gusto.

La oni se apoyó en la pared junto a la puerta, observando la zona común en silencio mientras esperaba por Alex. Tan solo se asomó una vez escuchó a la hafugyo hablar en el interior, inclinándose para asomar la cabeza y los cuernos por debajo del marco de la puerta. La pregunta le pilló con la guardia baja, desarmándola. ¿Le había llamado «Cami»? Sintió que se ablandaba de formas que no le correspondían a un oficial, lo que le hizo tardar unos segundos en responder su pregunta.

—Claro que sí —igual había respondido con una voz demasiado suave, o tal vez había sido su imaginación. Fuera como fuese, asintió después—. Era algo que tenía pensado de todos modos, si no era hoy habría sido mañana. Si te ves con ánimos y energías tras el viaje, podemos dar un paseo por la ciudad cuando finalicen nuestros turnos —le ofreció, terminando de entrar en la habitación. Era algo más pequeña que la suya y mucho más baja que la de Octo, a quien tuvieron que reformarle una por completo para que pudiera entrar—. Así te puedo enseñar las zonas de Loguetown más relevantes para nosotros... y donde más jaleos suele haber.

Sus ojos se quedaron prendados entonces del peluche de orca, pasando rápidamente a la foto después. Supuso que ese debía ser su abuelo, del que le había estado contando historias en su trayecto a la armería.

—Haremos que esté orgullos, ¿eh? —dijo, guiñándole un ojo a la recluta—. Te espero fuera. Cuando termines de instalarte terminaré de enseñarte el resto de salas comunes y el patio de armas. Por lo demás, ya tendrás tiempo de conocerlo todo. No hace falta que te sature el primer día.

Y, de nuevo fuera, esperaría a que Alexandra terminase antes de hacerle una visita rápida por el resto de zonas: la armería ya la conocía, así que se la saltó para pasar a los barracones y el comedor principal de la base, donde casi siempre había otros marines. El patio de armas —o campo de entrenamiento, según quisieran llamarlo— fue el siguiente destino. Después subirían hacia los muros, desde donde le iría señalando las torres de vigía, los puestos de cañones y otros puntos importantes de la fortificación que era el G-31.
#13


Salto de foro:


Usuarios navegando en este tema: 2 invitado(s)