Ragnheidr Grosdttir
Stormbreaker
28-10-2024, 08:19 AM
Ragnheidr, al escuchar la sinceridad en la voz de Airgid, sintió una mezcla de emociones que no había anticipado. Su confesión, tan honesta y sin reservas, le abría la puerta a una nueva visión de lo que era posible para él y le mostraba lo natural que resultaba confiar en alguien que no solo comprendía su situación, sino que compartía una pasión similar por lo que hacía y por lo que significaba vivir intensamente. De hecho ... Demasiado intenso se podría decir. Airgid hablaba de planes desmoronados, de fuerzas desconocidas que habían irrumpido en su vida y transformado su rumbo, de un poder reciente y desconocido que ahora cargaba consigo, y que ella, lejos de temer, había comenzado a aceptar y a moldear. En ese instante, al borde del acantilado, con el viento de la mañana despejando la niebla de la noche, Ragn comprendió que debía darle una respuesta honesta. No era un hombre acostumbrado a abrir su corazón, pero ese día lo ameritaba. — Yo ... Bueno. No serrr fássil prrregunta. — Sonrió, desganado. No le gustaba responder a medias, le encantaría contarle cosas, como por ejemplo el conflicto familiar que vivía o qué pasiones buscaba, pero su falta de fluidez al hablar lo complicaba todo. Apenas unos días antes, no se habría imaginado en esta situación. Como buccaneer, Ragn siempre había pensado que el único modo de forjar su destino era navegando sin una meta clara, sino guiado por el viento y por Nosha. El concepto de tener un propósito fijo, un objetivo más allá de la próxima expedición o la búsqueda de encuentros, le había resultado ajeno durante años. La vida en el océano le había enseñado a ser pragmático, a no atarse a planes largos ni a expectativas que el destino pudiera truncar en un instante. Para él, el presente era un campo de batalla, y el pasado, una sombra que pesaba sobre su espalda.
Sin embargo, ahora, esa visión empezaba a tornarse insuficiente. Airgid le había confrontado con sus propios deseos y le había revelado algo de sí mismo que llevaba tanto tiempo enterrado bajo capas de cicatrices y desconfianza. Su destino, su búsqueda, algo que él mismo no había sabido cómo definir, se extendía más allá del simple deseo de conquistar o derrotar. Ella le había enseñado que podía desear algo más profundo y que, en realidad, ya lo hacía. Tomó un suspiro profundo, sintiendo el olor a sal del mar y el roce del viento que comenzaba a tornarse más cálido con la salida del sol. Recordó su infancia, los primeros años en la aldea, cuando los juegos y las risas con su hermano Torrenirrh eran todo lo que le importaba. La imagen de ese niño pequeño, ingenuo y sin heridas visibles en su espíritu, se le apareció con claridad, y junto a ella, el reflejo de quien él era ahora, uno de tantos demonios que escondía el inmenso mar, la soledad y la lucha constante. Pero Ragn sabía que para liberar por completo a su espíritu y permitirse construir un futuro, debía enfrentar esa sombra del pasado que aún se cernía sobre él como una tormenta a punto de estallar. Su hermano, Torrenirrh, no era solo un enemigo ni una amenaza cualquiera, era un reflejo oscuro y distorsionado de todo aquello que él mismo podría haber sido, de todo lo que él temía convertirse. La traición de su hermano, su odio, su hambre de venganza, eran un recordatorio constante de que la sangre que compartían podía ser tanto una bendición como una maldición. Enfrentarlo significaba enfrentarse a una parte de sí mismo que había tratado de ocultar, una que había optado por rechazar todo aquello en lo que él creía. — Yo buscarrr ... —
Comenzó a decir para sí mismo, mientras volvía a mirar a Airgid, sintiendo cómo la suavidad de su caricia en el brazo le daba una fuerza renovada. — Poderrr desirrr que Nosha marrrca camino, perrro serrría lo fássil. Lo ssierrrto es que hassse mucho que no tenerrr camino. — Aquel simple pensamiento le resonó en el pecho con la fuerza de una ola golpeando el casco de un barco en plena tormenta. Por años, había tratado de justificar sus actos, de hacer su vida algo digno a pesar de las sombras que llevaba consigo, pero nunca se había permitido pensar en términos de redención. Ni si quiera hoy. Su vida había sido una búsqueda constante de fortaleza, de independencia y de conquista (No literal), pero ahora comprendía que aquello que realmente deseaba era liberarse de esa oscuridad que había cargado como un estigma, como una marca ineludible de su destino. ¿Qué era un hombre sin objetivos? ¿tenía alguno realmente que no fuera vivir al día?
Airgid, sin darse cuenta, le había mostrado que existía otro camino, uno en el que podía forjar un futuro sin necesidad de renunciar a su pasado, pero en el que tampoco tenía que estar eternamente atado a él. Su compañera, con su alegría contagiosa y su entusiasmo casi desafiante, le había enseñado a permitirse la posibilidad de creer en algo más allá de las heridas de la traición y de los fantasmas del pasado. Sin dejar de contemplarla, Ragn sintió que debía explicarle todo esto. Ella merecía saber por qué llevaba consigo esa dualidad de luz y sombra, y por qué, aunque a veces se mostraba protector y cálido, en otras ocasiones se convertía en un hombre hosco y distante. Necesitaba que ella entendiera que su dureza era una máscara, una defensa contra el dolor de los recuerdos y contra la posibilidad de volver a ser traicionado por aquellos en quienes confiaba. Porque, en el fondo, Ragn sabía que amar a alguien y abrirse de esa manera era también un riesgo que, hasta conocerla a ella, no se había permitido asumir. La historia de su familia era una herida abierta que nunca había logrado cerrar. La historia de su familia era una herida abierta que nunca había logrado cerrar, y ese peso lo había convertido en el hombre reservado y taciturno que era hoy. Había pocas personas que conocieran los detalles de su pasado, y en su mayoría, las palabras que recordaban la traición de su hermano se habían diluido en sus pensamientos, convertidas en un murmullo distante bajo el rugido constante del océano. Y aun así, frente a Airgid, esas palabras comenzaban a tomar forma, como si ella fuera una figura que podía tocar las heridas sin hacerle daño, con una comprensión genuina, y sobre todo, sin juicio.
— Torrenirrh. — Murmuró, en un tono bajo y cargado de una mezcla de amargura y algo cercano a la tristeza. Sus ojos reflejaban una lucha interna, un choque entre el resentimiento hacia quien había sido su único amigo y el hermano que había perdido. No podía contarle todo lo que quería, pero si escupiir lo que tenía en ese momento en la cabeza. — Torrrenirrh no serrr un enemigo más. — Dijo, con un susurro más audible, mientras la brisa levantaba mechones de su cabello. — Serrr una sombrra de todo lo que no querrerrr serrr, una demostrrrassión constante de lo que podrrrría convertirrme si no mantenerrr el rrumbo. Hassse años que no permitirrrr, y él es como el espirrritú de mi propia falla.— Alcanzó a decir, abrazandose al cuerpo de la rubia con su diestra- Iban descendiendo, llegando a un saliente algo lejano del castillo desde donde venían. La traición de su hermano había marcado profundamente a Ragn. Recordaba que, de niños, ambos soñaban con grandes hazañas y glorias que algún día compartirían como un equipo, con una lealtad tan férrea como la del hierro. Esa unidad había sido su refugio tras la desaparición de su madre y la tiranía de su padre, juntos, crearon un vínculo que para Ragn fue sagrado. Sin embargo, la sed de poder de Torrenirrh, su ambición oscura que solo crecía con cada año, los había separado como una grieta insalvable, convirtiéndolos en rivales. Cada encuentro con Torrenirrh, cada mirada cruzada en combate, le recordaba la tragedia de esa relación rota. Su hermano había llegado a representar todo lo que despreciaba, y más aún, el miedo profundo de volverse como él. Porque Ragn sabía que en su interior también había oscuridad, y que sus decisiones al margen de la ley, sus actos impulsados por la ira y el deseo de libertad absoluta, podían conducirlo por un sendero tan frío y desolador como el de su hermano. La traición de Torrenirrh no era solo una herida abierta en su historia, sino un espejo que le devolvía una imagen que no podía aceptar.
Sintió la mano de Airgid aferrarse a la suya, suave pero firme, como un ancla que lo devolvía al presente. — Sin camino. — Escuchó en su propia mente. Era Nosha. — No tener un camino fijo no significa que no podamos crear uno, Ragnheidr.— Esa voz resonaba en su mente, tocando algo más profundo que las palabras. Era como si sus propias inseguridades y dudas se volvieran menos pesadas ante la posibilidad de construir un destino que se extendiera más allá de sus heridas y de los fantasmas de su familia. Nosha siempre le terminaba abriendo un camino seguro. Ragn respiró hondo y se tomó un momento para observar el horizonte. Finalmente, se sintió capaz de compartir su anhelo de redención. Con esta confesión, Ragn entendió que, aunque su camino siempre lo había llevado a correr solo, podía, con ella, permitirse cambiar. Podía permitirse construir algo que no dependiera de un conflicto o de una huida constante. La redención y la paz no significaban olvidar el pasado, sino enfrentarlo de una vez por todas, y hacerlo junto a alguien en quien confiara de verdad, alguien que comprendía la oscuridad sin temerla, y que había elegido, sin reservas, quedarse a su lado. Ambos permanecieron en silencio unos momentos, dejando que las palabras calaran en lo profundo de sus pensamientos. Con la primera luz del alba iluminando el horizonte, Ragn comprendió que, aunque no era sencillo dejar atrás el pasado, tenía en su vida una razón poderosa para seguir adelante. Airgid era un recordatorio de que había cosas en la vida que merecían ser defendidas con la misma pasión con la que había librado sus batallas. En ese amanecer, la promesa de un nuevo rumbo se elevaba frente a ellos, y por primera vez en mucho tiempo, Ragn se sintió capaz de abrazarlo.
Sin embargo, ahora, esa visión empezaba a tornarse insuficiente. Airgid le había confrontado con sus propios deseos y le había revelado algo de sí mismo que llevaba tanto tiempo enterrado bajo capas de cicatrices y desconfianza. Su destino, su búsqueda, algo que él mismo no había sabido cómo definir, se extendía más allá del simple deseo de conquistar o derrotar. Ella le había enseñado que podía desear algo más profundo y que, en realidad, ya lo hacía. Tomó un suspiro profundo, sintiendo el olor a sal del mar y el roce del viento que comenzaba a tornarse más cálido con la salida del sol. Recordó su infancia, los primeros años en la aldea, cuando los juegos y las risas con su hermano Torrenirrh eran todo lo que le importaba. La imagen de ese niño pequeño, ingenuo y sin heridas visibles en su espíritu, se le apareció con claridad, y junto a ella, el reflejo de quien él era ahora, uno de tantos demonios que escondía el inmenso mar, la soledad y la lucha constante. Pero Ragn sabía que para liberar por completo a su espíritu y permitirse construir un futuro, debía enfrentar esa sombra del pasado que aún se cernía sobre él como una tormenta a punto de estallar. Su hermano, Torrenirrh, no era solo un enemigo ni una amenaza cualquiera, era un reflejo oscuro y distorsionado de todo aquello que él mismo podría haber sido, de todo lo que él temía convertirse. La traición de su hermano, su odio, su hambre de venganza, eran un recordatorio constante de que la sangre que compartían podía ser tanto una bendición como una maldición. Enfrentarlo significaba enfrentarse a una parte de sí mismo que había tratado de ocultar, una que había optado por rechazar todo aquello en lo que él creía. — Yo buscarrr ... —
Comenzó a decir para sí mismo, mientras volvía a mirar a Airgid, sintiendo cómo la suavidad de su caricia en el brazo le daba una fuerza renovada. — Poderrr desirrr que Nosha marrrca camino, perrro serrría lo fássil. Lo ssierrrto es que hassse mucho que no tenerrr camino. — Aquel simple pensamiento le resonó en el pecho con la fuerza de una ola golpeando el casco de un barco en plena tormenta. Por años, había tratado de justificar sus actos, de hacer su vida algo digno a pesar de las sombras que llevaba consigo, pero nunca se había permitido pensar en términos de redención. Ni si quiera hoy. Su vida había sido una búsqueda constante de fortaleza, de independencia y de conquista (No literal), pero ahora comprendía que aquello que realmente deseaba era liberarse de esa oscuridad que había cargado como un estigma, como una marca ineludible de su destino. ¿Qué era un hombre sin objetivos? ¿tenía alguno realmente que no fuera vivir al día?
Airgid, sin darse cuenta, le había mostrado que existía otro camino, uno en el que podía forjar un futuro sin necesidad de renunciar a su pasado, pero en el que tampoco tenía que estar eternamente atado a él. Su compañera, con su alegría contagiosa y su entusiasmo casi desafiante, le había enseñado a permitirse la posibilidad de creer en algo más allá de las heridas de la traición y de los fantasmas del pasado. Sin dejar de contemplarla, Ragn sintió que debía explicarle todo esto. Ella merecía saber por qué llevaba consigo esa dualidad de luz y sombra, y por qué, aunque a veces se mostraba protector y cálido, en otras ocasiones se convertía en un hombre hosco y distante. Necesitaba que ella entendiera que su dureza era una máscara, una defensa contra el dolor de los recuerdos y contra la posibilidad de volver a ser traicionado por aquellos en quienes confiaba. Porque, en el fondo, Ragn sabía que amar a alguien y abrirse de esa manera era también un riesgo que, hasta conocerla a ella, no se había permitido asumir. La historia de su familia era una herida abierta que nunca había logrado cerrar. La historia de su familia era una herida abierta que nunca había logrado cerrar, y ese peso lo había convertido en el hombre reservado y taciturno que era hoy. Había pocas personas que conocieran los detalles de su pasado, y en su mayoría, las palabras que recordaban la traición de su hermano se habían diluido en sus pensamientos, convertidas en un murmullo distante bajo el rugido constante del océano. Y aun así, frente a Airgid, esas palabras comenzaban a tomar forma, como si ella fuera una figura que podía tocar las heridas sin hacerle daño, con una comprensión genuina, y sobre todo, sin juicio.
— Torrenirrh. — Murmuró, en un tono bajo y cargado de una mezcla de amargura y algo cercano a la tristeza. Sus ojos reflejaban una lucha interna, un choque entre el resentimiento hacia quien había sido su único amigo y el hermano que había perdido. No podía contarle todo lo que quería, pero si escupiir lo que tenía en ese momento en la cabeza. — Torrrenirrh no serrr un enemigo más. — Dijo, con un susurro más audible, mientras la brisa levantaba mechones de su cabello. — Serrr una sombrra de todo lo que no querrerrr serrr, una demostrrrassión constante de lo que podrrrría convertirrme si no mantenerrr el rrumbo. Hassse años que no permitirrrr, y él es como el espirrritú de mi propia falla.— Alcanzó a decir, abrazandose al cuerpo de la rubia con su diestra- Iban descendiendo, llegando a un saliente algo lejano del castillo desde donde venían. La traición de su hermano había marcado profundamente a Ragn. Recordaba que, de niños, ambos soñaban con grandes hazañas y glorias que algún día compartirían como un equipo, con una lealtad tan férrea como la del hierro. Esa unidad había sido su refugio tras la desaparición de su madre y la tiranía de su padre, juntos, crearon un vínculo que para Ragn fue sagrado. Sin embargo, la sed de poder de Torrenirrh, su ambición oscura que solo crecía con cada año, los había separado como una grieta insalvable, convirtiéndolos en rivales. Cada encuentro con Torrenirrh, cada mirada cruzada en combate, le recordaba la tragedia de esa relación rota. Su hermano había llegado a representar todo lo que despreciaba, y más aún, el miedo profundo de volverse como él. Porque Ragn sabía que en su interior también había oscuridad, y que sus decisiones al margen de la ley, sus actos impulsados por la ira y el deseo de libertad absoluta, podían conducirlo por un sendero tan frío y desolador como el de su hermano. La traición de Torrenirrh no era solo una herida abierta en su historia, sino un espejo que le devolvía una imagen que no podía aceptar.
Sintió la mano de Airgid aferrarse a la suya, suave pero firme, como un ancla que lo devolvía al presente. — Sin camino. — Escuchó en su propia mente. Era Nosha. — No tener un camino fijo no significa que no podamos crear uno, Ragnheidr.— Esa voz resonaba en su mente, tocando algo más profundo que las palabras. Era como si sus propias inseguridades y dudas se volvieran menos pesadas ante la posibilidad de construir un destino que se extendiera más allá de sus heridas y de los fantasmas de su familia. Nosha siempre le terminaba abriendo un camino seguro. Ragn respiró hondo y se tomó un momento para observar el horizonte. Finalmente, se sintió capaz de compartir su anhelo de redención. Con esta confesión, Ragn entendió que, aunque su camino siempre lo había llevado a correr solo, podía, con ella, permitirse cambiar. Podía permitirse construir algo que no dependiera de un conflicto o de una huida constante. La redención y la paz no significaban olvidar el pasado, sino enfrentarlo de una vez por todas, y hacerlo junto a alguien en quien confiara de verdad, alguien que comprendía la oscuridad sin temerla, y que había elegido, sin reservas, quedarse a su lado. Ambos permanecieron en silencio unos momentos, dejando que las palabras calaran en lo profundo de sus pensamientos. Con la primera luz del alba iluminando el horizonte, Ragn comprendió que, aunque no era sencillo dejar atrás el pasado, tenía en su vida una razón poderosa para seguir adelante. Airgid era un recordatorio de que había cosas en la vida que merecían ser defendidas con la misma pasión con la que había librado sus batallas. En ese amanecer, la promesa de un nuevo rumbo se elevaba frente a ellos, y por primera vez en mucho tiempo, Ragn se sintió capaz de abrazarlo.