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Arthur Soriz
Gramps
04-02-2025, 06:54 AM
Eos más que nada fue la que simplemente aclaró un poco la garganta y se encogió de hombros cuando vio lo molesto que te habías puesto al momento de que se rieron de tu analfabetismo. No es que lo estuvieran haciendo de mala gana, de hecho hasta lo veían... ¿tierno? Pero claro, tampoco es que al menos ella te quisiera ver enfadado. Harpócrates por otro lado ya era otro tema, simplemente hizo un ademán con una mano como para que le restaras importancia al asunto, además de que hizo unas señas veloces que su hermana tradujo de inmediato.
— "Si quisiera burlarme de ti con mala intención, no te habría aceptado como lider de esta familia" —empezó diciendo Eos con su voz calmada, mirando ocasionalmente de reojo a su hermano y luego volviendo su mirar a tus ojos—". Todos hemos aprendido a vivir a nuestra manera, lo poco que nos enseñó Heracles fue a escribir y leer, para que pudiéramos mantener sus enseñanzas y leyéramos sus cartas cuando las enviaba."
Ese comentario parecía dejar a Heracles en la luz de alguien al que le importaba que sus "enseñanzas" persistieran a través de los años, incluso cuando él ya no estuviera. ¿Con qué propósito? Eso ya se sabría, tal vez, más adelante. Escuchaban atentamente tus palabras, tus explicaciones, y aunque Eos veía que lo aceptaba aunque tuviera que hacerlo a regañadientes, Harpócrates lo meditaba un poco más, como si quisiera de cierto modo cerciorarse de que estuvieras hablando con la verdad. Lo menos que quería es que otro manipulador estuviera al mando. O si los manipulabas, que no fuera con el mismo fin que su padre... creerse más que los demás y directamente abandonarlos cuando dejasen de cumplir con su cometido o, quizás, con sus planes cambiados de repente.
— ¿Podemos por lo menos saber qué es lo que les dirás a la Marina? Porque quizás podemos ayudarte antes de que te vayas, dudo mucho que les haga muy en gracia que uno de sus Marines haya desaparecido toda la madrugada y hasta ahora no haya vuelto... tarde o temprano tendrás que hablarles sobre nosotros, lo que hicimos ... o dejamos de hacer.
No es que sintieran culpa de haber consumido personas, a fin de cuentas se llevaban a aquellos que no le importaría a nadie su ausencia. Gente como pordioseros, borrachos que sin pena ni gloria habrían muerto igual de cirrosis, ese tipo de gentuza que terminarían tarde o temprano pudriéndose en un callejón. ¿Era correcto arrebatarle la vida a alguien que podría ser inocente? No, tampoco conocieran el concepto de remordimiento como tal, no al menos cuando eran asuntos de supervivencia. Estaba en su especie el consumir carne cruda para saciar ese deseo ferviente que los consume como una llamarada en el fondo de sus pechos, tú lo sabías bien.
Harpócrates hizo unas señas veloces y Eos volvió a traducir mientras su hermano 'hablaba'.
— "Te dejaremos el asunto de la Marina a ti, porque como hemos confiado que seas nuestro líder, confiaremos en que no nos traicionarás. Si necesitas un consejo al respecto... por favor, háblanos... Porque nosotros también estamos pendientes de lo que tú decidas hacer, nuestro futuro queda en tus manos, Ares." —esas palabras e incluso la mirada que te dedicó él eran de genuina preocupación. No porque desconfiaran de que fueses capaz de hacer bien las cosas o de que los guiarías por buen camino... pero esperaban que entendieras también que el miedo era un sentimiento que era de esperarse. Las cosas habían cambiado tan de golpe que no estaban seguros cómo se lo tomarían el resto, eran tiempos de cambio... de adaptarse, necesitaban a ese líder que les dejara en claro qué pasaría de ahora en adelante, y no llevarlos más a las sombras de la incertidumbre.
Cuando preguntaste acerca de Heracles, Harpócrates se sentó de una forma un poco más cómoda... comunicándote de manera velada que esto tomaría tiempo. Estiró un poco los brazos como para asegurarse de que los músculos no se le acalambraran y miró de reojo a su hermana esperando que diera el "Ok" para así comenzar los dos casi. Él a 'hablar' y ella a traducírtelo sin esfuerzo alguno.
— "Heracles está convencido que el fin del mundo está cerca, que la señal de que esto pasará son las mariposas doradas que no solamente lo siguen a él sino a todos los de esta familia... Es el símbolo de los Hijos de Heracles. Dichas mariposas son un presagio de cambios, de un cataclismo que llevará al mundo a la ruina... y de entre esas ruinas surgiremos nosotros, sus hijos, para tomar lo que es nuestro y asentarnos en el lugar que por derecho nos pertenece."
Todo esto parecía casi que ensayado por la forma en la que Eos lo comunicaba y Harpócrates hacía sus señas, pero se notaba la confianza que se tenían, y el cuánto se conocían el uno al otro de años conviviendo. Por lo que podías escuchar en un comienzo, Heracles era un visionario, alguien que creía con todo su ser el hecho de que el planeta cambiaría pronto y que todos ustedes tomarían su merecido lugar en el nuevo mundo. ¿Cómo planeaba hacer esto?
— "No solamente fuimos sus ojos y su voz, también fuimos jueces, jurado y verdugos de su voluntad, Ares. Somos... no, fuimos su ejército soñado." —explicaban con fervor. No porque siguieran creyendo en esto, pero si habías preguntado todo acerca de él entonces te lo explicarían con lujos y detalles o al menos la mayor cantidad sin volverse redundante o monótono. — "No puedes preguntarnos sobre sus miedos cuando nunca nos dijo ninguno... si existe uno, probablemente seas tú."
Fue lo último que soltó Harpócrates, mostrando una sonrisa de dientes filosos. Eos rió, y si fuera capaz de encenderse un rubor en sus mejillas eso es justamente lo que habría pasado. Te dedicaba una mirada furtiva, mientras continuaba interpretando las señas que su hermano hacía.
— "Lo más probable es que ahora mismo... esté formando otro ejército más en otra isla, es lo único que me queda pensar, porque siquiera Adonis sabe dónde se ha metido Heracles. Pero pierde cuidado que se desvivirá por encontrarlo."
Pasaron las siguientes dos horas explicándote todo lo más importante de tu padre. Las preguntas que tuvieras serían contestadas aunque a veces parecía como si supieran casi lo mismo que tú, que veneraron por años a una figura que les había explicado poco y nada acerca del mundo y que cuando su interés en estos se terminó o creía que no eran tan útiles como pensaba en un principio los abandonó, como te abandonó a tu madre y a ti apenas nacer... como si hubieras sido un proyecto fallido, un experimento que no llegaría a nada. Y mírate ahora.
— Nuestro padre también se dedicó a recordarnos que, los que no teníamos permiso de salir a la superficie... moriríamos si no lo hacíamos, pero yo no creo en esos cuentos —dijo Eos, apretando un poco la mandíbula haciendo que sus dientes rechinaran ligeramente—. Fuimos tan tontos por creer en ese ... bastardo...
Se notaba visiblemente enojada, Harpócrates acarició su espalda y volvió a hacer unas señas veloces tras intentar calmarla.
— "Creo que va siendo hora de que vayas a informar de que sigues vivo a los Marines, Ares... mientras tanto nosotros mantendremos las cosas bajo control en tu ausencia. Confía en nosotros como nosotros lo hacemos en ti... Y antes de irte, llévate esto contigo."
De entre sus ropajes oscuros, Harpócrates sacó lo que parecía ser un diario viejo, polvoriento pero totalmente usado a juzgar por la apariencia de sus hojas. Te lo entregó sin tapujos, incluso cuando Eos se mostraba un poco reacia a ello. — "Es el diario de Heracles, léelo cuando estés a solas... no se lo entregues a la Marina o será nuestra sentencia... pero allí hallarás todas las respuestas que quieres sobre nuestro 'querido' padre..."
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Ares Brotoloigos
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05-02-2025, 12:04 PM
Ante la “disculpa” de Harpócrates, Ares bufó ligeramente. No estaba enfadado u ofendido como tal. En realidad eso le daba un poco igual, aunque sí tenía que reconocer que en ocasiones era bastante incómodo tener que depender de otros para trámites y cualquier cosa que llevase papeleo. Se lo pensaría en un futuro. Ahora había otras cosas más importantes de las que preocuparse. Cuando el momento “gracioso” de aquel par fue dejado a un lado, Ares les miró críticamente a uno y a otro. No con severidad marcada, pero sí con interés cuando el diablos varón comenzó a hablar a su modo y, por ende, Eos a traducir.
— Es decir, que os enseñó por puro interés suyo. Y luego os dejó aquí tirados. — Mencionó con naturalidad, como quien solo comenta el estado de la meteorología. Eso también le daba una idea del tipo de persona que era Heracles.
Y si sus hijos tenían ese concepto de él, tanto como para permitir que un forastero, por así decirlo, tomase el lugar del propio líder del culto, no lo ponía en muy buena posición. Y eso es lo que Ares pretendía aprovechar a partir de ahora. De momento, tenía a dos figuras influyentes de la secta (Eos y Harpócrates) de su lado. Por algo se empezaba.
Tamborileó un par de veces, con los dedos, en el apoyabrazos del asiento en el que se encontraba todavía acomodado, mientras escuchaba lo que ese par le estaba contando. Eran muchas cosas a tener en cuenta, y había poco tiempo, relativamente. También entendía la reticencia y el cuidado que sus consanguíneos estaban poniendo, y expresando, con respecto a la Marina. Ares asintió lentamente.
— Lo sé, soy consciente de que algo tendrán que decir en cuanto regrese a la base. — Seguramente le echarían un sermón de tres pares de narices, pero no le importaba mucho teniendo en cuenta lo que les iba a llevar. — No os venderé como tal a la Marina, si ese es el miedo que tenéis. Pero trataré de convencerlos de que les conviene más estar a buenas con vosotros y “utilizaros”... — Hizo énfasis en esa palabra, usando un par de dedos de sus manos para puntualizar de que no sería tan así. — Antes que teneros en contra. Por supuesto, me encargaré de ser yo quien os guíe. No ellos.
Eso lo tenía clarísimo.
— Se mostrarán reticentes, seguramente alguno se niegue. Pero no podrán obviar la verdad de los hechos.
El tener a un grupo experto y formado de espionaje en el corazón de Loguetown siempre era una ventaja, mientras no se les fuese de las manos. Seguramente quisiesen ponerle una correa y un collar al respecto. Dejaría que se lo creyesen. Solo para que aquel plan saliese adelante.
— Pero tenéis razón en una cosa: debo volver. Cuanto más tarde, más sospecharán y más complicado será este asunto. — Según iba diciendo tales palabras, se puso en pie, mientras también seguía escuchando a Eos y como despotricaba, a su manera, sobre Heracles. — En cuanto a nuestro querido padre... Sí, es posible que, visto lo visto aquí, esté juntando a más de los nuestros. Pero si tenemos a la Marina de nuestro lado, eso no nos pillará desprevenidos.
Les advertiría también de eso en la base. Cuando Eos le entregó el diario, Ares lo miró con una mezcla de incertidumbre y el ceño fruncido. Antes de regresárselo a la hembra.
— Entonces guárdalo a buen recaudo. Me lo leerás en cuanto regrese aquí ocasionalmente. — Él no podía leerlo, al fin y al cabo. Pero confiaba en que Eos se lo traduciría fielmente en cuanto volviesen a estar a solas.
Era una promesa silenciosa de que regresaría a ese lugar. Una vez acomodó sus ropas, dispuesto para irse, y todavía con toda la información que ese par le había dado, incluído el tema del fin del mundo y de las mariposas doradas que también investigaría, Ares les miró primero a uno y a otro, asintiendo.
— Sois los encargados de mantener el orden en este lugar hasta mi regreso. Confío en vosotros. — Mencionó, antes de aproximarse a ellos. — En cuanto a Adonis, sospecho que tarde o temprano aparecerá.
Para bien o para mal.
Luego de echarle una leve mirada, aunque significativa, a Eos, señal de que le acompañase hasta la salida, Ares se echó andar rumbo a dicho lugar.
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Arthur Soriz
Gramps
06-02-2025, 12:10 AM
Eos rechistó al momento que le entregaste el diario de Heracles. No porque le molestara tenerlo en su posesión, sino más bien por la broma pesada que Harpócrates había hecho a costilla tuya. Pero así era él cuando le agradaba alguien y se notaba que se sentía cómodo contigo a diferencia de lo que habría sucedido si Hefestos era quien terminaba tomando el liderazgo.
— Eso haré, Ares... cuando vuelvas lo leeremos a fondo, que yo... nunca lo leí tampoco.
Tras esto, todos de pie y Harpócrates se acercó a un lado tuyo, dándote unas suaves palmadas confianzudas en la espalda asintiendo ligeramente con la cabeza como una demostración de confianza hacia ti, estando convencido de que todo saldría bien; y si no, pues ya estaban entregados a fin de cuentas. Eos por su lado simplemente se paró del otro lado tuyo esperando que estuvieras preparado y comenzó a acompañarte por el mismo sendero por el cual tú llegaste hasta este lugar.
El largo pasillo iluminado por antorchas, y por último las escaleras. Desde adentro señaló uno de los ladrillos, Eos mostrándote cuál era en específico para que si volvías, al menos fueras capaz de salir por tu cuenta. Antes de que te fueras definitivamente, porque tampoco quería estar ahí cuando te fueras o abrieras el pasadizo que daba al exterior, te detuvo al agarrarte de una mano y te volteó. Puso luego ambas manos en tus hombros y apegó su morro al tuyo, casi que frente con frente en un gesto cariñoso para luego susurrar contra tus labios a la vez que cerraba sus ojos.
— Cuídate, por favor...
Tras decir esas tres palabras, te dio una corta lamida con la punta de su lengua y soltó tu cuerpo, comenzando a bajar las escaleras velozmente, perdiéndose entre las penumbras del túnel sin siquiera mirar atrás una última vez. Sabía que si lo haría no te querría dejar ir o incluso peor, querría ir contigo. Estabas solo de nuevo, solo contra el mundo, con tu mente trabajando a mil por hora buscando las palabras adecuadas para decirle a la marina. ¿Qué mierda les dirías? Porque a fin de cuentas tu misión había sido desde un principio averiguar qué era lo que estaba causando las desapariciones... Decirles que eran ellos los responsables cerraría toda línea de diálogo futuro que pudieras tener, y de hecho hasta te pondría en peligro de ser citado en la corte marcial por obvias razones.
Las primeras gaviotas comenzaban a graznar a lo lejos, el sol un poco molesto cuando se movieron aquellos ladrillos. Afortunadamente no había nadie allí que pudiera verte en el callejón. Esa entrada había sido elegida estratégicamente por Heracles para pasar desapercibidos en Loguetown, al menos sus vítores se merecía por más que fuera una lacra de ser.
Tenías Loguetown ante ti, completamente abierta como un libro... aunque este sabías leerlo. Lo tenías prácticamente memorizado como la palma de tu mano. Sabías cómo guiarte, cómo llegar hasta tu destino sin levantar sospechas ni ser seguido. Lo que restaba ahora... era decidir qué hacer, y más importante aún... cómo hacerlo.
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Ares Brotoloigos
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06-02-2025, 07:32 PM
El trayecto hacia la salida fue relativamente silencioso. Ares solo contestaba escuetamente alguna que otra pregunta que Eos pudiese haber hecho, pero poco más. Se le notaba que estaba sumido en sus propios pensamientos, en todo lo que había descubierto y la importancia que tendría de cara a futuro. No solo había reclamado a parte de la familia, de los Hijos de Heracles. Sino que ahora tendría que responsabilizarse de ellos. No era como tener una mascota o un cachorrito, ni mucho menos. Eran peligrosos y Ares lo sabía. Algo de lo que podía sacar provecho pero también se le podía volver en contra si no jugaba bien sus cartas. A medida que avanzaban, el diablos iba también memorizando los pasillos y la ruta que habian estado siguiendo hasta ahora. Y ya estaba para proceder a salir cuando Eos le detuvo. El más alto frunció ligeramente el ceño, un gesto que se suavizó apenas cuando el morro de la hembra buscó esa atención sobre él. Algo que Ares le correspondió, acariciando sutilmente el cuello contrario con sus garras, arañando apenas, pero no horadando la carne. Solo dejando el breve arañazo entre las escamas de Eos.
— Lo haré. Recuerda lo que os he dicho. — Todo lo que a Eos le había confiado y las indicaciones que también le había dado a ella y a Harpócrates. — Sabréis pronto de mi.
Fue lo último que le dijo antes de salir a la superficie por ese mismo callejón olvidado de la mano de los dioses. Ares no miró atrás, sino que continuó caminando como si allí no hubiese nada, con tranquilidad hasta que su imponente efigie emergiese hacia la luz de la plaza de Loguetown. El diablos callejeó por las zonas que conocía como la palma de su mano, evitando las aglomeraciones o cualquier patrulla que pudiesen interrogarle o, simplemente, retrasarle. Ya había amanecido y, seguramente, ya se esperaba un buen interrogatorio al respecto en cuanto llegase a la base.
Ya estaba habituado, pero había una causa de fuerza mayor ahora mismo. Solo esperaba que no fuesen demasiado cerrados de mente.
Mientras acortaba distancias para con el cuartel, Ares ya iba paladeando, pensando las palabras a utilizar. Tenía que tener cierto tacto, algo de lo que adolecía en ocasiones, pero que esta vez era necesario. Saludó con un formal y sutil cabeceo a algunos compañeros con los que se cruzó en cuanto atravesó el patio de entrenamiento. Y, de ahí, se dirigió al interior del edificio. Iría directamente con su superior directo. Con el que le había encargado, inicialmente, aquella tarea.
Una vez llegó ante la puerta, a sabiendas de que le preguntaría donde podría haberse metido durante todas esas horas, Ares petó un par de veces antes de adentrarse, en cuanto recibió el consabido permiso.
— Señor. — Saludó, con un gesto formal y cuadrándose unos momentos, antes de cerrar la puerta tras de sí. — Tenemos que hablar sobre la misión encomendada.
Fue directo y sin tapujos. Era verdad: tenían que hablar.
Los ojos rojizos del diablos se posaron sobre los del otro hombre, con una seguridad aplastante. La de alguien que sabe exactamente lo que tiene que decir.
— Y entiendo que mi ausencia durante la madrugada haya podido suscitar sospechas, pero tengo unos motivos férreos para no haber regresado al cuartel durante esas horas. — Entornó los ojos, a la espera de recibir algún tipo de respuesta del contrario.
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Arthur Soriz
Gramps
06-02-2025, 08:33 PM
Tu entrada a la base pasó sin penas ni glorias. Algunos soldados te miraban con una expresión que mezclaba orgullo y sorpresa. ¿Por qué mierda te miraban así? Era como si estuvieran viendo a un héroe caminando el cual pensaban que había muerto en combate por un bien mayor; el máximo sacrificio. Pero estabas demasiado concentrado, mascullando posibles palabras y excusas para decirle a tu superior. Cuando entraste a la oficina, te dejó sentar, escuchando tus palabras iniciales. Sin embargo, aquel hombre tenía la misma mirada que los demás soldados te dedicaron cuando llegaste a la base. ¿Qué demonios estaba pasando aquí?
— Suboficial Brotoloigos... —comenzó— De no ser por que estás parado frente a mi diría que estoy viendo a un fantasma. —agregó, añadiendo a la confusión que ya podrías haber tenido en un principio. — Sabemos de tus motivos, soldado... los sabemos muy bien.
Eso le helaría la sangre a cualquiera, en especial el hecho de que supieran las razones de tu ausencia... o al menos parecía que fuera así. Tu superior se sentó erguido en su asiento, apoyando los brazos sobre el escritorio y agarrándose las manos en una postura que demostraba cierta seriedad sobre lo que estaban a punto de hablar.
— Lo importante, primero que nada... es que está bien —hizo una pausa, mirando hacia un lado algo meditativo antes de continuar hablándote, mirando tus ojos carmesí—. Nos había llegado la noticia de que te habías metido en problemas... en las alcantarillas de la ciudad.
De nuevo, esas palabras solamente te daban mala espina. Si tuvieras poros que pudieran crisparse ya tendrías la piel de gallina a estas alturas. Era como si estuvieran a punto de decirte que te enviaban a corte marcial, pero el tono de voz con el que te hablaba tu superior no inquiría que fuese hostil ni mucho menos desconfiado. Es más, sonaba hasta preocupado... por ti. Era una mirada serena, a sabiendas de que un soldado suyo había vuelto con vida, de algo que obviamente le habían contado no era lo mismo que tú viviste, o eso creías en cierto punto. No te daba chance de explicarte, parecía ser que estaba muy convencido de que lo que le habían dicho era cierto.
— No sabíamos... que había más como tú —esas palabras fueron sentencia, sabían lo que había pasado, ¿pero cómo, quién les había contado? Mil preguntas sin respuesta ahora podrían estar viajando por tu cabeza rebotando en tu cráneo pero no había explicación lógica que pudiera responder ni una sola de esas incógnitas—. Un Diablos joven vino al cuartel, viéndose agitado, llorando que necesitabas ayuda y toda su familia también...
Esa descripción... no, no podía ser él.
— Suboficial Brotoloigos, si nos hubieras dicho que tu familia estaba secuestrada bajo el terror de un lider de culto, toda la Marina te habría ayudado... no solamente por interés propio, pero por el bien de todo Loguetown —eso... no sonaba como lo que tú habías vivido realmente—. De haberlo sabido habríamos enviado refuerzos.
Cuanto más hablaba tu superior, más confundido te encontrabas. ¿Familia secuestrada, obligados por un líder de culto? Eso sonaba similar a los Hijos de Heracles, pero no del todo. Sí que eran parte de tu familia, compartían todos un lazo sanguíneo que era el mismísimo Heracles, pero de ahí a haber sido secuestrados... sonaba como una mentira piadosa. Como si un ángel guardián hubiera hecho tu trabajo.
— No... no nos dijo en dónde estaban, dijo que él pudo escapar por los pelos y que necesitaban ayuda, que era de vida o muerte... que te habías sacrificado para matar al líder con tal de liberar a tus hermanos, ¿qué mierda pasó allí abajo, Ares? —tu superior por fin desde que comenzó la conversación te llamaba por tu nombre, de una forma más informal. Sea lo que sea que le hayan dicho, se lo habían pintado como si tú fueras un héroe, un salvador de tu gente más que un asesino a sangre fría que había tomado el lugar del culto para si mismo y así poder usarlo a su favor.
— Estábamos a punto de enviar patrullas para intentar entrar en las alcantarillas y buscarlos —confesó, deberían haberlo hecho antes o eso creía él—. ¿Dónde está... tu familia? ¿Y el niño, volvió con ustedes? Su nombre... no lo recuerdo, lo atendieron abajo pero cuando quisimos averiguar más ya se había ido... dame un momento —hizo una pausa, pegando un grito para que algún soldado viniera a la oficina—. ¿Cómo dijo que se llamaba el Diablos pequeño que vino horas atrás?
El soldado que llegó primero se cuadró, para luego responder de manera rauda y correcta. — ¡Señor, su nombre era Adonis, señor!
— Eso... Adonis, ¿dónde está ese muchacho? —te preguntó, ese nombre sin lugar a dudas lo conocías demasiado bien.
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Ares Brotoloigos
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08-02-2025, 07:50 PM
Al principio no se había percatado o, simplemente, no le había tomado mayor importancia. Pero a medida que avanzaba por los pasillos de aquel cuartel general, aquellas miradas y gestos ya iban escamándole poco a poco. ¿Por qué le miraban como si estuviesen viendo un fantasma o algo similar? Vale que, generalmente, acaparaba alguna que otra mirada, sobre todo por su aspecto. Pero los de la base ya deberían estar habituados a verle después del tiempo que llevaba destinado en Loguetown. Pero después de entrar al despacho de su superior y ver que también le dirigía una mirada similar, Ares terminó por enarcar una de sus cejas escamadas.
— ¿Perdón? — Fue lo primero que acertó a decir, notándose claramente la confusión en la mirada que le echaba al otro hombre. Sobre todo cuando dijo que sabía de sus motivos. ¿De qué motivos estaba hablando? ¿Acaso...?
Todo su ser se puso, de repente, en guardia. Ares tensó lentamente la mandíbula mientras entornaba los ojos rojizos hacia el otro varón, a medida que éste iba hablando y hablando. Pero había cosas que todavía no entendía.
— Es verdad que estuve investigando las alcantarillas de la ciudad, ¿pero cómo sabe...? — Su frase fue inicialmente interrumpida por la mirada que su superior le dedicó. No era un reproche, no era nada de eso. Era genuina preocupación, interés y confusión al mismo tiempo. Era como si alguien les hubiese dicho a donde se dirigía y el peligro que suponía.
Las escamas de Ares se erizaron de manera sutil, las de su nuca, y un siseo involuntario salió de entre sus labios cuando el hombre mencionó a su familia. El hecho de que estaban secuestrados por una secta, bajo un líder de culto. Efectivamente, todo aquello era verdad, pero de manera parcial. No era ese hecho filtrado lo que más le preocupaba, que también, sino la descripción posterior del chivato.
Un diablos joven, pequeño, de apariencia aniñada quizás... A medida que la descripción del mencionado iba teniendo lugar, la mirada rojiza de Ares se iba entornando.
¡ESA PEQUEÑA ALIMAÑA!
Lo peor de todo es que les había dado una ventaja al respecto, pero precisamente Ares no confiaba tampoco al respecto en Adonis. Estaba seguro que aquello era una especie de regalo envenenado por parte de aquel retorcido renacuajo. Lo peor de todo, es que no sabían donde se encontraría ahora. Y, al parecer, según mencionaban ahora, había desaparecido también de la base.
Ares carraspeó finalmente, tras unos segundos en los que su cabeza era un hervidero de pensamientos y emociones. Se contuvo el gruñido gutural que quiso salir desde el fondo de su garganta y las ganas de salir de aquel lugar para buscar a Adonis y arrancarle la lengua de la misma manera que Hefesto lo había hecho con Harpócrates en su día. Pero se contuvo.
— Es complicado de explicar, señor. — La voz de Ares salió gruesa y claramente conteniendo las ganas de maldecir, pero buscó centrarse y aprovechar aquella situación de alguna manera. — Pero sí es verdad que se encontraban coaccionados por el líder en cuestión.
Eso lo confirmó de alguna manera.
— El niño... — Claro... Niño. Ya vería ese “mocoso” en cuanto le pillase. — No sé donde está, no ha vuelto con nosotros. — Confirmó. — Pero estará bien, es espabilado. — Esa pequeña sabandija. — En cuanto a los demás, continúan en las alcantarillas. Bajo mi cuidado y mi responsabilidad.
Cuando Ares dijo eso, dirigió una mirada intensa hacia su superior.
— Han estado años ahí abajo, solo saliendo para alimentarse. Las desapariciones de borrachos y otra gente deleznable es cosa de ellos. Nuestra raza se alimenta, mayoritariamente, de carne fresca. — Fuese humana o animal, les daba reverendamente igual. — No será sencillo, pues necesitarán un proceso de adaptación y aprendizaje del cual yo me ocuparé y responsabilizaré en su gran medida.
Mientras hablaba, denotaba seguridad. Al menos podía aprovechar lo sucedido para, efectivamente, sacar provecho de aquello. Ares se cuadró entonces, entrelazando sus manos tras la espalda, en una postura totalmente marcial y desplegando seguridad.
— Por lo que solicito permiso para encargarme del entrenamiento y adaptación de mi gente. Podrán, a futuro, servir a la Marina. Con el entrenamiento y la guía adecuada, servirán como un escuadrón en las sombras que mantendrá la ciudad limpia de piratas y malhechores. — Promulgó, esperando la aceptación del mismo.
Si eso salía bien, luego tendría que hablar con Eos y Harpócrates a la mayor brevedad posible.
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08-02-2025, 11:03 PM
Todo estaba en relativa calma, incluso se había prestado a escuchar lo que tenías para contarle... pero, hubo algo que obviamente no pudo dejar pasar. Desapercibido habría quedado si no se lo hubieras dicho con tanto descaro, pero admitir abiertamente que las desapariciones recientes habían sido a causa de justamente tu gente hizo que tu superior, ese teniente que ahora te miraba con los ojos abiertos como dos platos casi que se atorara con su saliva. Tosió de hecho, incrédulo de lo que acababas de admitir tan abiertamente. Es más, casi que se abalanza sobre ti de inmediato creyendo que estabas completamente loco.
Pero tuvo que mantener la compostura o sería un caos total en medio de la base Marine.
— Soldado... ¿me puede repetir lo que has dicho recién? —hizo una pausa, esperando que hablaras de nuevo. Cerciorándose de no haber escuchado mal. — Aquellas desapariciones que te enviamos a investigar desde el Verano pasado... aquellas que quedaron en la nada... ¿fue tu gente? —tensó el cuerpo, mirándote ahora con una palpable desconfianza. En pocas palabras, le habías confesado que las muertes de gente que ellos consideraban inocentes eran culpa de aquellos a los que ahora habías 'liberado'. — ¿Tienes aunque sea una mínima idea de la gravedad de lo que me estás diciendo, Ares? —te preguntó, queriendo creer en un principio que todo aquello era una broma pesada, algo que solamente llevaría un tirón de orejas y nada más. Pero a juzgar por tu expresión seria a la hora de decirlo, obviamente estaba frente a alguien que no veía lo malo de lo que hicieron.
— No solo aceptas abiertamente el hecho de que la gente a la que estábamos buscando es esta, pero también pretendes que hagamos la vista gorda a las desapariciones de esta gente... ¡y además de que se los comieron! —exclamó hasta el punto en que la gente fuera de la oficina llegaba a escuchar el estruendoso vozarrón del teniente. Golpeó con ambas manos a puño cerrado el escritorio, teniendo que levantarse de su silla. — ¡Esto es un crimen grave, soldado! —agregó a sus palabras anteriores. Ya los murmullos se escuchaban desde el exterior de la oficina. Obviamente los más jóvenes marines se aproximaban para chismosear, porque les encantan los rumores. Pero en verdad es que esto incluso se le escapaba de las manos.
Se volvió a sentar luego de mirarte como si estuviera lanzándote dagas por los ojos.
Frunció el ceño, apoyando ambos codos sobre el escritorio, con su mano diestra frotándose el entrecejo pensando alguna manera de solucionar esto pero es que verdaderamente no le encontraba salida. — Ares... han matado gente inocente, fueran borrachos o indigentes... estamos hablando de vidas que no cometieron ningún crimen más allá del de ser sanguijuelas en la sociedad, ¡y aún así no los matamos! —exclamó. Estaba a punto de sentirse superado. Ya era incapaz de susurrar siquiera.
— Además el niño me dijo que estaban sobreviviendo de comer animales callejeros, sobras y basura... ¡¿qué mierda es esto de comer carne fresca humana...?! —casi que hablaba consigo mismo, intentando comprender lo que ahora le estabas diciendo. Ya se le había cerrado la cabeza a la posibilidad de que siquiera fueran parte de la marina.
¡Eran criminales!
Suspiró profundamente, mirándote a los ojos y cruzando los brazos. Intentó recuperar la calma, pero era algo que notabas le estaba siendo sumamente difícil... por no decir imposible a estas alturas. — Espero que entiendas en la posición que me pones, pero te voy a pedir encarecidamente que se entreguen... de forma pacífica y ya veremos qué sentencia se les da... de protegerlos y no decirnos su ubicación, tendremos que considerarte también un criminal.
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Ares Brotoloigos
—
10-02-2025, 01:42 PM
Él y su grandiosa bocaza.
Si es que tenía que haber pensado antes de hablar. El ceño y el morro de Ares se fue frunciendo a medida que, poco a poco, el Teniente iba dándose cuenta de lo que había dicho. Aunque el diablos lo había mencionado sin mala intención, sino como un hecho verídico, el hombre se había alarmado. Y no era para menos, al fin y al cabo. Los humanos, u otras criaturas similares, no estaban habituados a que se alimentasen de ellos. Simplemente porque, por norma general, se creían la especie superior. Eran la más numerosa, sí, pero no superior a otras. Y carne era carne. De la misma manera que ellos mataban a una vaca o a una gallina para alimentarse. Ares chasqueó la lengua con un gesto incómodo. En ese despacho, ahora mismo, solo estaban ellos dos.
Y claro, Adonis no había ayudado. O qiuzás sí, a su manera, y Ares no quería admitirlo. O, simplemente, no confiaba del todo en aquel renacuajo.
— Sí soy consciente de la gravedad del asunto, Teniente. — Admitió el de escamas blancas mientras miraba, fijamente, al susodicho hombre. En ningún momento, el ser reptiliano le había apartado la mirada, ni tampoco parecía mostrarse arrepentido.
En silencio, esperó y aguantó toda la perorata que el otro tuviese que soltar. Era normal, era demasiada información de repente, y no toda agradable, todo fuese dicho. Ares simplemente esperó a que el otro se calmase y, por supuesto, le pidiese explicaciones tras poner sobre la mesa la gravedad del asunto. Fue entonces cuando el diablos de la Marina rompió su postura formal y se acercó a la mesa. Una de sus garras, de repente, golpeó con la palma dicho mueble, haciendo un sonido seco y de llamada de atención.
— Lo está viendo por el lado alarmista, Teniente. Escúcheme. — Quizás no fuese el más sutil de la base, quizás sus métodos fuesen cuestionables. Pero todo lo hacía por el bienestar civil y de la misma Marina. Siempre y cuando no se encontrase con algún aprovechado, por supuesto. — Es verdad que han cometido eses crímenes, si le quiere llamar así. ¿Pero se les puede culpar realmente?
Ares tuvo que inclinarse ligeramente, hacia delante, tras aquel golpe sobre la mesa y también debido a la diferencia de altura que existía entre uno y otro.
— Fueron criados en las sombras, en unas alcantarillas y desde que tienen uso de razón, ese líder les enseñó de la misma manera. Un niño que se cría en la calle, o que es malcriado en la superficie puede realmente hacer lo mismo. — Comenzó a explicar, a intentar dar su punto de vista para que el Teniente comenzase a sopesar las cosas.
Un gruñido gutural, bajo, brotó desde el fondo de su garganta.
— Se han alimentado de lo que ese tipo les ha enseñado. — Bueno, no iba a decir que él a veces se dedicaba a comerse las manos de aquellos que robaban o que cometían crímenes similares. O de, incluso, arrancar algún trozo de músculo en alguna pelea, aunque todos sabían lo brutal que era en las mismas.
Era parte de su naturaleza.
— En cuanto a las desapariciones que han ocurrido durante el verano... — Le miró directamente una vez más, ahora enderezándose de nuevo. — Las he estado investigando. Y nadie ha reclamado, realmente, a esa gente. Sí, eran sanguijuelas de la sociedad. — Lo dijo con la total crudeza que le caracterizaba. — Y es de ese tipo de gente de la que tenemos que librarnos en Loguetown. ¿Ladrones, borrachos, violadores? No son mejores que piratas que alteran el buen orden y la paz del resto de civiles que solo quieren ganarse la vida dignamente.
Ares tomó aire por unos instantes, sus narinas expandiéndose apenas en ese acto, antes de continuar.
— Piénselo. A estas criaturas se les puede redimir. Pueden “pagar” lo que hicieron, si así lo quiere ver, trabajando para la Marina, ayudando a recomponer el buen nombre y la buena estabilidad de Loguetown. — No parecía estar dando su brazo a torcer fácilmente. — En ese lugar también hay niños que no tienen culpa alguna. Muchos son adultos y no conocen las normas o las reglas de la superficie precisamente porque su líder no se las ha enseñado. — Añadió. — Si les encaminamos, no solo podrán pagar eses crímenes, sino también colaborar con la ciudad. Ahora que quien controlaba la secta ya no está, puedo encargarme de ello personalmente.
Se lo dejó caer así, sin ningún tipo de tapujo.
— Ya les he prohibido, de hecho, alimentarse de gente inocente o civiles hasta nueva orden. Y sé que la cumplirán. — Parecía extremadamente seguro de todo aquello.
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Arthur Soriz
Gramps
10-02-2025, 09:52 PM
Apretó la mandíbula, dándote la chance de explicarte. A pesar de haber dicho una barbaridad de esa escala como admitir que esta gente se comía humanos comunes y corrientes... la verdad es que le costaba aceptarlo tan como si nada. Además de que los consideraba inocentes... ¿menos que escoria? Bueno, quizás, pero es que tampoco tenían derecho a decidir sobre los demás qué se debía hacer con esa gente... ¡Y comérselos no era una opción! Cada palabra que salía de tu boca tensaba un poco más el cuerpo del teniente. No porque estuviese a punto de estallar y meterte preso a ti también, sino más bien porque exponías buenos puntos... en especial porque habían inocentes según tú.
Adonis para él, era uno de ellos.
— Entiendo lo que me planteas, Ares... lo entiendo muy bien. Tu gente no conoció otra cosa y fueron prácticamente obligados por su líder a hacer lo que él dijera —se repetía o mejor dicho reformulaba tus palabras aunque con ciertos eufemismos—. Pero me estás pidiendo que haga la vista gorda a lo que hicieron hasta ahora, y la verdad es que no quiero hacer eso...
Se levantó de su silla, caminando de un lado para el otro en la oficina, dedicándote ocasionalmente alguna que otra mirada de reojo. Estaba meditando, mascullando palabras inaudibles entre sus dientes como hablando consigo mismo. Se veía que estaba concentrado por el hecho de que te ignoró por completo o al menos ignoraba lo que le fueras a decir en ese momento. De hecho, se tomó lo que se sintió como una hora o dos deliberando, pensándolo. Momentos en los que solamente te respondía si era de vital importancia. Le daba lo mismo si estabas poniéndote impaciente, era algo que de verdad necesitaba pensarlo y mucho así que sin tapujos te dijo.
— Si lo que tienes es apuro, espera afuera. —soltó porque era más que obvio no podía estar teniendo a alguien con la boca floja comiéndole oreja intentando convencerlo más de algo que ya se había decidido... eran culpables, pero... ahora quedaba pensar su sentencia.
Pero al final, esa encrucijada mental terminó. Se sentó frente a ti nuevamente, y te miró a los ojos con una expresión severa pero no por ello cruel. Sabías que la Marina tenía que actuar de este modo, e incluso en tu justicia absoluta sabías que esta era la verdad. Lo estabas poniendo en una posición peligrosamente incómoda, y no permitiría que su trabajo ni su vida corriera peligro con tal de salvarte el pellejo a ti. Pero, para tu sorpresa... justamente eso es lo que haría.
— Reconozco que tu gente vivió en la miseria a saber cuánto tiempo, Ares... pero eso no justifica sus acciones y lo sabes mejor que nadie —hizo una pausa, apoyando ambos brazos sobre el escritorio—. Si quieres que tu gente de verdad se integre a la sociedad tal y como tú lo hiciste... deberá ser bajo nuestros términos, no los tuyos. Los que muestren remordimiento serán reubicados y reeducados en una colonia de trabajo bajo constante vigilancia. Los más violentos o peligrosos serán juzgados y decidiremos si encarcelarlos o ejecutarlos. Y tú serás asignado a dicho campamento no solamente como vigilancia pero también como prueba... de haber sido otro sabes que te habrían arrestado bajo las acusaciones de encubrimiento y posible complicidad...
Se llevó una mano a la frente, frotándose el entrecejo porque la verdad es que ya le dolía la cabeza toda esta puta situación. De no haber abierto la boca seguramente ese 'regalo' de Adonis habría sido la salvación para todos, y ahora si bien saldrían a la superficie caerían de nuevo en otra 'esclavitud', solamente que viéndote la cara a ti también. Pero era mejor esto, a la primera opción que era juzgarlos a todos por igual y ver si los encarcelaban o mataban sin más miramientos.
A pesar de haber dicho que no quería hacer la vista gorda, sin decirte nada en realidad estaba poniendo las manos al fuego por ti.
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Ares Brotoloigos
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11-02-2025, 07:39 PM
La cola reptiliana de Ares se movía sutilmente de un lado a otro, como la de un gato al acecho, en espera, paciente y listo para saltar en cualquier momento. Era muy consciente de que su presencia podía intimidar a unos cuantos. Y de eso se aprovechaba también cuando la situación lo requería. Dejó que el Teniente pensase la situación, mientras él se maldecía internamente por unos momentos. Adonis había pintado la situación demasiado bien y no confiaba en ese pequeño renacuajo de buenas a primeras. No cuando se había escabullido de aquellas maneras. Los ojos rojizos del diablos seguían cada movimiento de su superior, mientras éste daba vueltas y vueltas en el interior de aquel despacho. Casi diese la sensación de que le fuese a saltar encima en cualquier momento, pero eso nunca sucedió.
— No le estoy pidiendo que haga la vista gorda. Le estoy diciendo que sea consecuente. — Era consciente de que no todos los diablos de ahí abajo eran inocentes con lo que habían hecho. Pero sí sabía que el consumo de carne cruda estaba en su naturaleza. Él mejor que nadie lo sabía.
¿Cuál era el problema? Que la sociedad humana se veía a sí misma como algo superior cuando no eran más que otros trozos de carne a mayores. No sabían lo que era sobrevivir como tal. Pero eso se lo guardó en sus pensamiento soslo para no empeorar todavía más la situación de por sí.
— No tengo prisa. — Fue lo único que le dijo cuando el hombre sentenció aquello.
Era verdad que podía seguir comiéndole la oreja pero, ¿para qué? En realidad no había nada más que decir. Ares había puesto las cartas sobre la mesa, las cartas que había. Y con esa mano era con la que había que jugar, realmente.
Tras unos momentos en los que la tensión pareciese cortarse con un cuchillo, al final el teniente pareció dictar su sentencia al respecto.
El diablos permaneció atento y a la escucha y, aunque, inicialmente, la idea pareció disgustarle, a juzgar por cómo se le escapó un breve gruñido gutural que su superior podría escuchar perfectamente, no se opuso de manera abierta. Incluso pareció sopesar la idea durante unos momentos.
— No las justifica, efectivamente. Pero es demasiado extremista cortar cabezas por eso. — Y lo decía alguien que veía la justicia de un modo totalmente absolutista. O parcialmente, al menos. Cuando el teniente dió el veredicto, al final el diablos asintió de manera breve. — Me parece una medida justa. — Al fin y al cabo, él no podría controlarlos de buenas a primeras. Si estaban, de momento, en una colonia de trabajo, podrían moldear su carácter. Él podría hacerlo si, como el Teniente decía, era enviado ahí también.
Ares se relamió ligeramente las fauces, pensativo.
— Soltarlos a la sociedad, sin más, es un peligro. Y aunque yo me ocupe de ellos, no tengo ojos suficientes para todos, al menos en primera instancia. Solo le pediré una cosa, Teniente. — Esta vez fue el diablos quien se aproximó un par de pasos hacia el susodicho. Su sombra cubriendo parcialmente al otro hombre, debido a la diferencia de estaturas y complexiones. — Que se me permita castigarles personalmente si hacen algo indebido. No dejaré que otros les pongan la mano encima. — Eso incluía el buen trato al respecto hacia ellos. Si nos ganamos su confianza, si los reeducamos bajo esas premisas, tendrá unos buenos efectivos en el cuartel a futuro. Los que quieran quedarse, claro.
Porque si alguno quería ir a hacer su vida por ahí, no podían tampoco impedírselo.
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