Hay rumores sobre…
... que en una isla del East Blue, hay un prometedor bardo tratando de forjarse una reputación. ¿Hasta dónde llegará?
Tema cerrado 
[Pasado] Quiero ese filo, estoy dispuesto a pagar.
Byron
Que me lo otorguen
Aquella mujer le dejó tomar a él la decisión, era dura de seducir, a tal punto de sacarle de sus casillas, se había topado con la única mujer que parecía no caer ante los atributos del joven Solarian, complicado sacarle partido a aquella virtud teniéndola a ella como rival, más su plan había cambiado los últimos minutos, ya no deseaba su cuerpo, solo verla caer. Sonriendo de forma satisfactoria, aprovechó la oportunidad, de haber sido ella la que tomase la decisión, al menos sería responsable de su castigo, de esta forma, el joven de cabello violeta se aseguraría de entrar en el local más caro del lugar, de forma totalmente perversa, haría que las ganancias de aquella venta cayeran al suelo en picado.

- Entonces... ¿Qué te parece aquel lugar?- Dijo señalando un restaurante del cual se podía oler el dinero que costaban sus platos al salir sus aromas por sus lujosas ventanas. - Tiene pinta de haber buena carne.- Dijo señalando a uno de los comensales que se llevaba a la boca un buen pedazo de un jugoso entrecot.

Ante su afirmación, ambos caminaron de forma calmada hacia el pulcro establecimiento, decorado con un limpio blanco en las maderas pulidas que formaban su entrada, y grandes ventanales desde los cuales se veía a los clientes disfrutar de una delicada cena a la luz de las tímidas velas que presidían la mesa.

Un metre en la entrada, los recibió con elegancia y soltura, haciendo una leve reverencia antes de indicarle el camino a una mesa libre. Byron midió sus palabras en todo momento con los trabajadores del lugar, pareciendo más recatado y refinado de lo que realmente podría decirse que era, pero esta vez, actuaba como si estuviese acostumbrado a un código de comportamiento que siendo honestos le resultaba totalmente desconocido, más sabía solventarlo con su buen hablar y carisma innatos.

Una vez sentados sobre una de las mesas, bastante alejada de la entrada pareciendo la más intima de la sala, Byron ojeó la carta de vinos escrita con una elegante tipografía que resultaba más presuntuosa que funcional, solo por ese pequeño detalle ya sabía que aquel licor costaría un riñón. Sonrió levemente al encontrar en primer lugar el recomendado por los anfitriones, sobre todo al darse cuenta de que se trataba del más caro, 1 millón de berries para ser exactos.

- Un día es un día...- Murmuró para sí, pero con la intención de que tanto Asradi como el camarero le escuchasen.- La recomendación de la casa un Terence Bond del 53 (XD).- Le dijo posando la carta en sus manos y haciendo un gesto para que ser marchase.- Estás más hermosa todavía a la luz de las velas...- Le dijo en cuanto abandonó la escena.

Así, no tardó el camarero en volver con la botella, sumergida en un cubo de plata que albergaba en su interior agua y hielo. Les mostró la botella, y Byron, cómo si de un experto se tratase asintió. La botella fue descorchada, y les sirvieron a ambos una copa de aquel vino, lo cató e hizo un gesto al metre para hacerle saber que todo estaba perfecto. Una vez volvió a abandonar la mesa, Byron se acabó la copa servida, e inmediatamente se sirvió otra, e hizo un gesto para rellenar también la copa de su acompañante.

- Si me disculpas, my lady, tengo que abandonarte un momento para ir al baño.- Y así se levantó, preguntando en el camino a un miembro del personal para que le indicase el lugar.

Una vez en el baño, hizo sus necesidades, se limpió la cara, y observó la ventana que se encontraba en este, la abrió, y con un poderoso salto salió por esta, abandonando el restaurante de forma rápida, y dejando a la doncella que se encontraba esperándole, con el trabajo de pagar la cuenta. En aquel momento, cualquiera que hubiese visto al joven espadachín correr, pensarían que se trataba de la persona más rápida del planeta.
#11
Asradi
Völva
Caminaron un rato más hasta que Byron la llevó a un lugar que parecía bastante bueno, al menos a juzgar por las pintas pulcras que tenía el establecimiento. Ya le había sisado varios millones a ese tipo, ¿qué más daba unos cuantos berries más? Fueron recibidos elegantemente y conducidos a una mesa, donde parecía primar la intimidad. Tenía que reconocer que el chico se había lucido, el lugar era bueno. Una vez se acomodaron, Asradi miró a su alrededor, y luego coquetamente a Byron.

Parecía que ya lo tenía en el bote, y Byron se estaba comportando con extrema finura, casi como pez en el agua en aquel lugar mientras charlaba con los camareros. La sirena miraba de reojo de vez en cuando, antes de que les fuesen entregadas las cartas. Primero ojearon la de vinos, pero ella no era demasiado adepta a ese tipo de bebidas. En realidad era un poco más sencilla. Prefería siempre una buena cerveza. A ver, no es que le hiciese ascos a un buen vino, pero también dependía de la ocasión o del humor en el que estuviese. La pelinegra miró a Byron y le dedicó una media sonrisa ligera.

Tienes razón. Un día es un día, aunque tampoco es necesario tanto. — En ese aspecto, estaba siendo sincera. Sí que era verdad que había pretendido aprovecharse un poco del tipo, porque le había parecido algo presuntuoso el querer ligar con ella de aquella manera.

Aunque la sirena no se había quedado atrás, aprovechándose un tanto de la situación.

Cuando les trajeron la botella de vino, Asradi dió un comedido sorbo, deleitándose con al aroma y sabor afrutado de aquella cepa. Asintió apenas cuando Byron anunció que iba un momento al baño, después de haberse servido ya un par de copas para cada uno. La chica no sospechó nada, al menos al principio. Pero cuando el tiempo fue pasando, y pasando, y pasando. Y Byron no volvía.

Asradi preguntó un par de veces, pero nadie le supo constestar. Al menos hasta un buen rato después.

Ese malnacido... —Siseó para sí misma.

No le quedó más remedio, pagó la botella. Al menos aquel cuervo desplumado le había pagado la espada, pero ahora tenía una pérdida de un millón de berries. Y eso no se lo perdonaba. Ni a él ni a nadie. En silencio, y antes de abandonar el lugar, sacó una libretita de su espalda. Era donde anotaba los medicamentos y las plantas medicinales. Pero le dió la vuelta, y abrió las hojas por la parte de atrás.

Lista de Morosos.

Eso era lo que rezaba, subrayado, con letras grandes, a modo de título.

Ahí añadió el nombre de Byron. Junto con el de Drake Longspan.

En cuanto encontrase a eses dos, se iban a cagar. Porque no tendrían piernas suficientes para correr en cuanto fuese a por sus deudas.

Malditos hombres.

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#12
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