Alguien dijo una vez...
Iro
Luego os escribo que ahora no os puedo escribir.
Tema cerrado 
[Pasado] Un encuentro poco común [privado Galhard/Asradi]
Galhard
Gal
Galhard observó a Asradi con una sonrisa suave mientras ella exploraba la bolsa que había dejado en la arena. Ver su expresión de alegría al encontrar el vestido y cómo se lo probaba le hizo sentir una cálida satisfacción en el pecho. A pesar de todas las diferencias entre sus mundos, momentos como este le recordaban por qué había decidido seguir un camino de empatía y justicia en lugar de la fría burocracia que a menudo envolvía a la Marina.

Cuando Asradi expresó su preocupación por los riesgos que podría correr si los descubrían juntos, Galhard negó suavemente con la cabeza. Había tomado muchas decisiones arriesgadas en su vida, y ayudar a alguien como ella, alguien que simplemente quería vivir en paz y explorar el mundo, no era una de las que lamentaría.

—No te preocupes por eso, Asradi. He enfrentado situaciones mucho más peligrosas en mi vida, y esta no es una de ellas. Si alguien llega a sospechar, simplemente seré otro marine escoltando a una dama por la ciudad. Nadie tiene por qué saber más de lo necesario. — Galhard respondió con calma y determinación, sus palabras reflejaban la convicción que lo guiaba en su camino de proteger a los demás, sin importar las consecuencias.

La preocupación en los ojos de Asradi no pasó desapercibida para él, pero también notó el brillo de agradecimiento y confianza que comenzaba a formarse entre ellos. Cuando ella le sonrió y le lanzó un guiño coqueto, Galhard no pudo evitar reírse suavemente, un sonido que mezclaba alivio y humor.
—Un experto, ¿eh? — Respondió Galhard, alzando una ceja con un toque de picardía en su tono. — Bueno, no diré que no a esa descripción.— Comentó para luego reír bajito. —Pero si soy sincero, la compañía es algo que yo también aprecio. Además, creo que será interesante ver cómo el día se desarrolla. ¿Quién sabe? Quizás hasta encontremos algo más allá de víveres y plantas medicinales.—

Galhard se enderezó y ofreció su brazo a Asradi con una elegancia natural, como si fuera un caballero escoltando a una dama a través de un salón de baile, en lugar de un marine guiando a una sirena a través de un pueblo costero.

—Vamos, el día apenas comienza, y te prometo que estaré a tu lado en lo que necesites. — Dijo con una sonrisa confiada, dispuesto a enfrentarse a cualquier desafío que pudiera surgir. Para él, el valor residía en tomar decisiones difíciles y en hacer lo correcto, incluso cuando el mundo parecía estar en contra.

Mientras comenzaban a caminar juntos, Galhard se mantuvo atento al entorno, siempre consciente de cualquier posible peligro, pero también disfrutando de la inusual y agradable compañía. La misión de proteger a alguien que, como Asradi, había sido marginado por el simple hecho de ser diferente, le recordaba lo mucho que quedaba por hacer en su lucha por un mundo más justo.

El sonido de las olas rompía suavemente en la distancia mientras avanzaban, y el sol ya alto en el cielo, iluminaba su camino hacia el pueblo. Para Galhard, esta era solo una pequeña parte de su lucha, pero una que valía cada riesgo.
#21
Asradi
Völva
Caminar en tierra siempre era algo complicado para ella. Tenia que tener cuidado para que la cola no se viese debajo de la larga falda y, además, de no tropezarse. Porque esa era otra, el avanzar de manera segura. Y que no sospechasen, claro. Ese era otro tema, y el más dificultoso. Porque Asradi no caminaba como tal. Su cola se lo impedía, así que iba dando como saltitos breves para avanzar. Por eso no solía aventurarse demasiado en tierra.

Porque eso siempre llamaba la atención.

No te voy a negar que tengo curiosidad, Galhard, por ver cómo es el pueblo y sus gentes. — Era una mezcla de, lo dicho, curiosidad y algo de cautela al mismo tiempo. Generalmente, no lo haría de estar sola. O, en todo caso, a no ser que estuviese muy necesitada de algo.

Aceptó el brazo que el marine le ofrecía, apoyando delicadamente la mano sobre dicha zona de su extremidad. Eso también le ayudaba a avanzar cuando iniciaron el camino hacia el pueblo. De momento, el trayecto parecía estar siendo tranquilo, y Asradi lo estaba disfrutando plenamente. Escuchando algunas historias de Galhard y ella también contándole alguna cosilla. Compartiendo un momento de entendimiento entre dos razas diferentes. Entre dos especies que llevaban años y años enfrentadas.

¿Llevas mucho tiempo siendo marine? — Se interesó por ello. No era buena echando la edad de la gente, pero le daba la sensación de que era joven. O quizás un poco más mayor que ella, pero no mucho.

Siempre le gustaba escuchar historias del mundo de la superficie, de sus costumbres. Era curiosa por naturaleza, aunque a veces pecase de cautelosa. Una cosa no estaba reñida con la otra, a su parecer. También había escuchado que, en la superficie, había gran variedad de plantas y demás con las que aprender. Diferentes tallos tanto medicinales como hongos ponzoñosos. Quería descubrir todo eso. Empaparse de ello.

He subido pocas veces a la superficie. Ya te imaginas los motivos. — Las sirenas eran una mercancía muy valiosa entre algunos círculos. Y no para bien. Eran tratadas como objetos o como simples esclavas decorativas. O peor aún. No quería ni pensarlo. — Pero estoy segura de que esta vez lo disfrutaré. ¿De verdad no necesitas nada? Puedo invitarte a comer. Creo... — Se silenció un par de segundos, pensativa. — Creo que tengo unas cuantas monedas.

¿Se usaba la misma divisa de cambio en la superficie? No estaba segura.

Por haberme invitado a la cena esta noche. — Le miró, un poco más segura. Le había rechazado el ungüento. Era verdad que no se lo había tomado a mal, pero le pesaba un poco no poder corresponderle con un gesto de gratitud.
#22
Galhard
Gal
Galhard caminaba con paso firme pero suave, adaptándose al ritmo de Asradi mientras se dirigían hacia el pueblo de Rostock. Aunque había luchado muchas veces, esa situación era diferente: ahora estaba ayudando a alguien que, en otras circunstancias, podría haber sido vista como una enemiga. Sin embargo, para él, Asradi no era más que otra alma en busca de paz y comprensión en un mundo lleno de prejuicios y conflictos. Por eso, cuando la sirena aceptó su brazo, una sensación de responsabilidad y camaradería lo invadió.

Mientras avanzaban, las palabras de Asradi lo hicieron reflexionar sobre su propio camino en la vida. A los 25 años, Galhard ya había visto y hecho más de lo que muchos podrían imaginar. Desde que se unió a la Marina a los 18, había luchado no solo contra piratas y bandidos, sino también contra las injusticias del propio sistema al que servía.

— Llevo siete años en la Marina —respondió Galhard con una sonrisa tranquila mientras miraba hacia el horizonte, donde el sol comenzaba a iluminar el pueblo—. Me uní a los 18 años, dejando atrás una vida que no sentía como propia. Mi familia es de North Blue, como ya te dije, una familia noble, pero nunca me sentí cómodo con ese estilo de vida. Quería hacer algo más, algo que tuviera un impacto real en las vidas de las personas. Aunque la Marina no es perfecta, creo que puedo cambiarla desde dentro. O al menos quiero intentarlo.— Finalizó con decisión.

El marine giró la cabeza para observar a Asradi, notando cómo se esforzaba por caminar de forma discreta. Admiraba su determinación y valentía, sabiendo que para ella, cada paso en tierra firme era un riesgo. Sin embargo, su curiosidad y deseo de ver el mundo exterior superaban esos temores, y eso le inspiraba.

— Las gentes de Rostock son amables y alegres. El puerto siempre está lleno de vida, con pescadores, comerciantes y viajeros que comparten historias de todos los rincones del mundo. Estoy seguro de que encontrarás cosas interesantes por aquí. — Galhard sonrió, buscando darle más tranquilidad. Sabía que el mundo podía ser cruel, pero también creía firmemente en la bondad que podía encontrarse en él.

Cuando Asradi mencionó la cena, Galhard no pudo evitar sonreír de nuevo, esta vez con un toque de diversión en su mirada. Aceptó la invitación con una ligera inclinación de cabeza.
— Me encantaría aceptar tu invitación. Será un buen momento para compartir más historias, y además, después de todo lo que has pasado, creo que mereces disfrutar de un buen rato en compañía. — Dijo esto con un tono amable y guiñando su ojo izquierdo, en sus palabras había una sinceridad que demostraba que valoraba realmente el tiempo que estaban compartiendo.

Mientras caminaban hacia el corazón del pueblo, Galhard se sentía extrañamente en paz. La compañía de Asradi era refrescante, y aunque sabía que el camino para ambos no sería fácil, estaba decidido a aprovechar este momento de tranquilidad. Al fin y al cabo, a veces eran esos pequeños momentos los que daban sentido a todo lo demás.

Los primeros sonidos del pueblo comenzaron a llegar a sus oídos, y Galhard supo que estaban cerca. Miró a Asradi una vez más y, con una sonrisa, la guió hacia el bullicio de la vida cotidiana en Rostock, donde las oportunidades de nuevas experiencias los esperaban a ambos.
#23
Asradi
Völva
Siete años en la Marina. ¿Eso era mucho o poco? Asradi se quedó pensando un poco en ello mientras le escuchaba mientras le acompañaba. Galhard tenía una voz agradable y, no solo eso, sino que su forma de ser y su carácter afable hacían de él una excelente compañía. Definitivamente, había tenido mucha suerte de haberse topado con alguien así. No le importaba de qué especie fuese, o a qué facción perteneciese. Ese hombre tenía unos valores similares a los suyos. Y eso era agradable y esperanzador al mismo tiempo.

Por inercia acarició un poco el antebrazo del cual se apoyaba, en lo que iban avanzando poco a poco, pero en un ambiente agradable. Iban dejando la playa atrás a medida que el camino hacia el pueblo se abría ante ellos.

Nada ni nadie es perfecto. Pero mientras haya gente que quiera mejorar y ayudar a los demás, entonces siempre vale la pena luchar por lo que uno quiere. — Sonrió de manera suave, mirándole en consecuencia. — Yo dejé isla Gyojin por ideales con los que no estaba de acuerdo. Por imposiciones que yo no había aceptado. — Le explicó tranquilamente.

Aunque su expresión, al hacer esto, había variado de manera sutil. Era una mezcla de seriedad y melancolía al mismo tiempo. No se arrepentía de lo que había hecho, pero no podía evitar echar de menos aquel lugar.

Considero que cada uno debe de ser libre de hacer lo que quiera con su vida, sin interferir en la de los demás. No a malas, por supuesto. — Dijo aquella reflexión en voz alta, pero con mucha seguridad en su tono.

El sol que, ahora, incidía sobre ellos, arrancaba algún destello a su cabellera todavía húmeda, pero que se iba secando con el calor agradable del astro rey. Luego, Galhard comenzó a describirle un poco Rostock. El lugar del faro y la playa eran un lugar idóneo para ella. El pueblo, por otro lado, ya le causaba un poco más de respeto. No era una persona que se amedrentase fácilmente, pero sería estúpida no tomar dichas precauciones.

Por fortuna, ahora no iba sola, así que eso la tranquilizaba también. Y le permitía disfrutar de manera más abierta.

Todo se disfruta mejor con una buena comida y una buena bebida. — Y, ahora mismo, una cerveza bien fresquita le caería de maravilla. Tras el largo viaje y todo lo sucedido, le vendría bien relajarse un poco.

Estaba un poco cohibida porque no sabía la cantidad de gente que habría, pero gracias a Galhard parte de ese “miedo” se había ido disipando poco a poco.

Su compañía era agradable. Era casi como toparse con un viejo amigo que no habías visto en bastante tiempo. Si había más personas buenas como él, todo merecía la pena.

No sé si nos volveremos a ver alguna vez. Aunque soy de la opinión que el océano siempre une los destinos de la gente.

El pueblo ya se vislumbraba a lo lejos y, con ello, los sonidos propios de un lugar habitado. Alguna gente ya estaba trabajando en su ajetreo diario. Los pescadores en el muelle, arreglando las redes para salir a faenar un día más. Los puestos y el mercado comenzando a ser visitados por el resto de vecinos.

Todo un emocionante hormiguero de vida y bullicio.
#24
Galhard
Gal
Mientras caminaban hacia el pueblo, Galhard escuchaba atentamente las palabras de Asradi, notando cómo sus reflexiones resonaban con las suyas propias. Aunque sus caminos habían sido diferentes, ambos compartían una convicción profunda: la libertad de decidir sobre la propia vida y la importancia de luchar por un mundo más justo.

Asradi, con su suave voz y su mirada reflexiva, le había revelado más de su pasado y de las razones que la habían llevado a abandonar su hogar. Galhard sentía una mezcla de admiración y empatía por la sirena. Sabía bien lo que era enfrentarse a un sistema y a unas expectativas que no se ajustaban a lo que uno creía. Después de todo, él mismo había dejado atrás una vida de lujos y privilegios por convicciones similares.

El suave toque de la mano de Asradi en su antebrazo le hizo sonreír. Aquella conexión, por más breve que fuera, era un recordatorio de que, en medio de un mundo lleno de conflictos y desafíos, todavía había momentos de tranquilidad y comprensión mutua. Mientras caminaban, Galhard se permitió disfrutar de ese momento de paz, sabiendo que pronto llegarían al bullicio del pueblo.

Al escuchar las palabras de Asradi sobre la comida y la bebida, Galhard rió suavemente. Tienes razón, nada como una buena comida para hacer que todo parezca un poco mejor, comentó, mientras imaginaba cómo sería compartir una comida en el pueblo con la sirena. Aunque sabía que atraerían algunas miradas curiosas, no le preocupaba demasiado. Rostock era un lugar donde la diversidad de gente y culturas se mezclaba de manera natural, y confiaba en que Asradi se sentiría a gusto.

Cuando Asradi mencionó la posibilidad de que no se volvieran a ver, Galhard la miró de reojo, con una expresión pensativa. Es cierto, el océano une y separa destinos de formas inesperadas respondió, sintiendo una ligera punzada de melancolía al pensar en la posibilidad de que sus caminos se separaran después de ese día.

Mientras se acercaban al pueblo, los sonidos del muelle y del mercado empezaban a llenar el aire. El bullicio de los pescadores, el murmullo de las conversaciones en los puestos, y el aroma a mar y a comida fresca les daban la bienvenida. Galhard sintió un pequeño nudo de anticipación en el estómago. Sabía que esa visita al pueblo sería un desafío para Asradi, pero también confiaba en que, con su apoyo, todo saldría bien.

Vamos a disfrutar de este día, Asradi dijo con determinación, volviendo a mirarla con una sonrisa cálida. Y si el destino quiere que volvamos a encontrarnos, estoy seguro de que lo hará en el momento adecuado.

Juntos, avanzaron hacia el pueblo, preparados para enfrentar cualquier desafío que se presentara. Aunque Galhard sabía que el día podría tener sus complicaciones, también sentía que era una oportunidad para demostrar que, incluso en un mundo lleno de prejuicios y conflictos, aún había espacio para la comprensión y la camaradería.
#25
Asradi
Völva
Era una posibilidad, al fin y al cabo. El océano unía y separaba personas. A veces de manera inesperada. Pero también proveía. Era como una simbiosis. Se daba y se recibía. A veces se ganaba, y otras se perdía. Pero la vida era así. Una vez comenzaron a adentrarse en el pueblo, entre la algarabía de la gente, la sirena se tensó un poco cuando recibió alguna que otra mirada. Por su naturaleza era algo normal, a lo que estaba habituada cuando no se trataba de gyojin u otras sirenas, donde era más normalizado. Pero eso no quería decir que le agradase. Volvió la vista al frente, un tanto incómoda, tanto por eso como por la situación, pero no dijo nada al respecto.

Tienes razón, es mejor disfrutar de este día. — Lo mejor era no pensar en todo aquello y, efectivamente, dejarse llevar.

Por fortuna la mayoría de miradas terminaron por desentenderse de ella al ir acompañada de Galhard., así que pudo relajarse al respecto. Una sonrisa volvió a asomar en sus labios mientras contemplaba el ir y venir de la gente. Su día a día. Un grupo de niños pasaron corriendo por delante de ellos y la sirena se rió ligeramente.

Tú conoces el lugar, dejaré que recomiendes un buen sitio para comer. — Ella ya había prometido invitar, de hecho. Solía ser cuidadosa con el dinero, a veces un poco avariciosa, todo sea dicho.

Pero por una vez, no le importaba. No todos los días se conocía a alguien como Galhard. O, más bien, que compartiese los mismos ideales. Además, el clima agradable ayudaba a que también estuviese de mejor humor. Con suerte no pasaría nada grave.

¿Tienes ya un rumbo pensado? ¿O te quedarás más tiempo por la zona? — Preguntó, con ligero interés.

En cuanto a ella, todavía no estaba segura de qué es lo que haría después de eso. Iba a depender, mucho, de lo que necesitase o de qué tantas ganas tuviese de explorar.
#26
Galhard
Gal
Galhard, aún con la vista fija en el bullicio del puerto, esbozó una ligera sonrisa mientras sus pensamientos giraban en torno a la conversación que mantenía con Asradi. Conocía un pequeño puesto de takoyaki cerca del puerto, un lugar donde las mesas de madera y los bancos ofrecían una vista directa al mar. No solo servían takoyaki, sino también una variedad de comidas locales, perfectas para una tarde tranquila en Rostock. Señalando en la dirección del puerto, comentó:
— Conozco un lugar cerca del puerto donde sirven takoyaki, pero también ofrecen otros platos. Es un sitio modesto, pero la comida es deliciosa, y las vistas al mar son inigualables. Además, es un lugar donde podemos estar tranquilos y disfrutar del día sin llamar demasiado la atención.—

Mientras caminaban en esa dirección, Galhard meditó sobre la pregunta de Asradi sobre su rumbo. Había encontrado en Rostock un lugar donde fortalecerse, no solo en términos de habilidad, sino también en sus relaciones con otros marines. Sentía que, antes de lanzarse a la Grand Line o a otros destinos más peligrosos, debía estar preparado, no solo físicamente, sino también mentalmente. La isla le ofrecía un respiro, un lugar donde reflexionar sobre su misión y los ideales que lo habían llevado a unirse a la Marina en primer lugar.

— En cuanto a mi rumbo, por ahora, no tengo prisa por marcharme. Esta isla tiene mucho que ofrecer, y siento que aún puedo aprender mucho aquí. Además, quiero profundizar mis lazos con mis compañeros marines antes de enfrentarme a desafíos mayores. Sé que la Grand Line y otros destinos esperan, pero cada cosa a su tiempo. Por ahora, estoy a gusto aquí.— Expresó con sinceridad, permitiendo que el viento marino le acariciara el rostro mientras caminaban.

Sin embargo, su interés también se dirigía hacia Asradi y su propio viaje. Sabía que su camino no era fácil, especialmente siendo una sirena en un mundo donde la desconfianza y los prejuicios hacia su especie eran una constante amenaza. No obstante, Galhard también comprendía que no todos los lugares eran igualmente peligrosos.

— Entiendo que tu viaje puede estar lleno de riesgos, Asradi. Buscar personas que necesiten de tus artes curativas es una noble misión, pero también comprendo que exponerse puede ser peligroso. Afortunadamente, en este mar, salvo en lugares como el Reino de Goa, la mayoría de la gente no sabe el valor que algunos podrían ver en una sirena. Aquí, en el East Blue, los esclavistas no son tan comunes como en otros lugares más oscuros. — Hizo una pausa, permitiendo que sus palabras resonaran en el aire antes de continuar. —Si piensas establecerte en algún lugar, ¿Qué más necesitarías? ¿Hay algo que pueda hacer para ayudarte a que encuentres un sitio seguro donde puedas ejercer tu labor sin preocupaciones?—

Galhard sabía que, en su corazón, deseaba ayudar a Asradi más allá de lo que ya había hecho. Compartían ideales similares, y ver a alguien tan comprometido con la ayuda a los demás le inspiraba profundamente. Por eso, mientras caminaban hacia el puesto de takoyaki, su mente seguía buscando formas de asegurar que Asradi tuviera un lugar en este mundo donde pudiera sentirse segura y libre para vivir su vida como deseaba.
#27
Asradi
Völva
El hablar de los esclavistas hizo que una ligera mueca incómoda surcase el rostro de la sirena. No era una conversación que le agradase. Y, lo peor de todo, es que era una oscura realidad que existía y que cada vez ganaba más fama.

Por desgracia, tarde o temprano, se extenderá también hacia los Blues. No solo en el Grand Line hay racismo. — La sirena terminó por suspirar ligeramente, caminando al ritmo que Galhard imponía. El cual, para su comodidad, no era demasiado rápido. Era un paseo agradable en ese sentido. — No solo entre los humanos existen eses prejuicios.

Entre los de su propia especie también lo había. Por eso llevaban siglos de disputas con los humanos. Era como la pescadilla que se muerde la cola, el cuento de nunca acabar. Ojalá hubiese algo, o alguien, que lograse romper esa rueda que giraba sin parar. De todas maneras, la amabilidad de Galhard era como un soplo de aire fresco, y le sonrió de manera suave cuando él se mostró tan solícito con ayudarle a buscarle un lugar donde establecerse.

No te preocupes, sé cuidarme. — No estaba menospreciando su ayuda, aún así. — Es solo que no sé cuanto tiempo estaré por el lugar. Puedo regresar al mar para descansar, así que no es necesario. Es probable que siga viajando un poco más.

Una vez recuperase fuerzas. O, quizás, pasase algo que la hiciese quedarse en isla Kilombo un poco más. Nunca se sabía, al fin y al cabo.

Además, tampoco quiero retrasarte en tus tareas. — Porque, imaginaba, que como marine tendría obligaciones. Según había entendido, ese era su día libre, o algo así.

Le dió un toquecito con la mano en el brazo del cual se apoyaba. Un gesto para animarle y que se centrasen en otras cosas más llevaderas, más alegres.

Pero no pensemos en las partidas. Primero vayamos a por eses takoyakis, ¿habías dicho? — Se le iluminaron los ojos ante la mención. — ¡Me encantan los takoyakis! — Se le escapó una risa melodiosa, que hizo que algunos se fijasen, mientras ella continuaba al lado de Galhard.

Y estaba hambrienta, todo sea dicho. Necesitaba reponer todas esas proteínas perdidas durante el viaje.

Continuaron el camino marcado por él hasta que llegaron, efectivamente, hacia la zona del puerto donde se encontraba el establecimiento. A esas horas estaba un tanto concurrido, algunos pescadores también disfrutando de la bebida y de alguna charla trivial. El aroma a comida no tardaría en llegar a ellos.
#28
Galhard
Gal
Galhard escuchó las palabras de Asradi con atención, notando la incomodidad en su tono cuando mencionó a los esclavistas y el racismo que aún persistía en el mundo. Asintió con una expresión seria, compartiendo su frustración y comprendiendo lo difícil que debía ser para ella tratar un tema tan doloroso.

Sin embargo, cuando la conversación cambió de rumbo hacia algo más alegre, una ligera sonrisa volvió a asomar en el rostro de Galhard. Al escuchar el entusiasmo en la voz de Asradi cuando mencionó los takoyakis, no pudo evitar sentir una sensación de alivio. Después de todo, las comidas compartidas tenían un poder especial para unir a las personas, para hacer que las diferencias se difuminaran, aunque solo fuera por un momento.

—Takoyakis serán entonces!— exclamó Galhard con un tono jovial, siguiendo el entusiasmo de Asradi. — Este puesto en particular, como dije, tiene los mejores takoyakis del puerto. Lo regenta una familia que lleva aquí generaciones, y cada uno de sus platos son una delicia!— Añadió Galhard con los ojos brillantes recordando las veces que habia disfrutado de los platillos

A medida que avanzaban por las bulliciosas calles hacia la zona del puerto, Galhard se aseguró de mantener un ritmo cómodo para Asradi. Notó cómo los ojos de la gente se posaban en ellos de vez en cuando, atraídos por la risa melodiosa de la sirena, pero no hizo ningún comentario al respecto, al contrario, incluso se sentia agradable. Debido a ello se concentró en mantener la conversación fluida y agradable.

Finalmente, llegaron al puesto de takoyakis, donde el aroma tentador de la comida recién hecha los envolvió de inmediato. El lugar estaba animado, con pescadores y lugareños disfrutando de la comida y la bebida, creando una atmósfera cálida y acogedora. Galhard se acercó al mostrador y saludó al dueño con una sonrisa amistosa.

— Dos raciones de tus mejores takoyakis, por favor~ — pidió Galhard, dejando que su tono reflejara la familiaridad que sentía con el lugar.

Mientras esperaban a que les sirvieran, Galhard se volvió hacia Asradi, notando la emoción en su rostro. A pesar de todo lo que había pasado, parecía que la simple expectativa de una buena comida había logrado levantarle el ánimo, y eso lo alegraba.

—¿Sabes?— comentó Galhard mientras observaba a los cocineros trabajar con destreza. — A veces, cuando las cosas parecen complicadas o abrumadoras, un buen plato de comida puede hacer que todo se vea un poco más claro. Es una especie de bálsamo para el alma, aunque después del plato de la noche anterior seguro que se sintió así–Añadió alegre mientras esperaba que les sirvieran la comida

Finalmente, las raciones de takoyakis llegaron, perfectamente doradas y humeantes, con ese aroma inconfundible que hacía agua la boca. Galhard tomó una de las bandejas y la extendió hacia Asradi, sonriendo con complicidad.

— Aquí tienes. Espero que estén tan buenos como los recuerdas.–

Con eso, ambos se dispusieron a disfrutar de la comida, un pequeño respiro en medio de un mundo complicado, donde por un momento, la compañía y el sabor de un buen plato eran todo lo que importaba.
#29
Asradi
Völva
Finalmente lograron llegar al puesto. El delicioso aroma hacía que casi se le hiciese la boca agua. El lugar estaba parcialmente concurrido. No era un ambiente agobiante, sino más bien distendido, alegre. Con gente que, simplemente, disfrutaba de su día a día, de su jornada laboral o festiva. Eso provocó que la expresión de Asradi se relajase un poco, en una pequeña sonrisa de la misma índole mientras disfrutaba de ello.

Si llevan aquí todo ese tiempo, entonces es por algo. — La antigüedad, por así decirlo, siempre era un buen aliciente en ese tipo de casos. Y, la verdad, es que sí olía de maravilla.

Estuvo parcialmente atenta a un par de conversaciones aledañas. Nada importante, solo un pa de hombres charlando sobre las capturas del día, antes de regresar su atención a Galhard, acomodándose ante el mostrador. Había algunos taburetes libres, aunque Asradi no se sentó. Temía que, de hacerlo, pudiese sobresalir su cola a través de la falda, aunque fuese parcialmente. Dejó que Galhard saludase el dueño, y ella hizo lo propio de manera silenciosa, con una sonrisa suave y amable.

¡Y algo para beber, por favor! — Añadió, viéndose más animada quizás que antes. La comida siempre le alegraba. — Yo quiero una jarra grande de cerveza bien fría. Y para él lo que quiera.

Por supuesto, no iba a decidir en ese aspecto por él. Aparte de que no sabía si el marine tomaba alcohol o no. Pero a ella sí que le apetecía. Estuvo un ratito contemplando como los cocineros se afanaban no solo en sus pedidos, sino también en los de otros clientes aledaños. Al menos hasta que la voz del pelicastaño llamó de nuevo su atención. Asradi le sonrió de manera suave.

Estoy de acuerdo. Una buena comida siempre hace feliz a la gente. Al menos, es lo que he visto en general. — A ella le encantaba comer, disfrutaba en sobremanera. Y tenía un apetito considerable teniendo en cuenta lo menuda que era, físicamente hablando.

Apetito de tiburón, que se le decía.

Echó un vistazo distraído por los alrededores. Los muelles estaban relativamente cerca, por lo que se podía escuchar el arrullo del mar a lo lejos. Así como la brisa que todavía llevaba ese sutil aroma marino y luego volvió a sonreír al marine. Se la veía mucho más relajada.

El arroz con marisco de anoche estaba delicioso. — No era un simple halago, que también. Era verdad. Le había sabido a gloria después de tan larga travesía solo cazando peces y cangrejos. En ese momento les sirvieron la bebida, y los ojos azules de Asradi se abrieron de par en par. La condensación hacía que las gotas frescas bajasen por el cristal. Y eso era de agradecer, con el calor que hacía. Aunque era llevadero.

Dió un trago generoso a la cerveza. Por fortuna tenía buena resistencia al alcohol, generalmente.

¡Menuda pinta tienen! Gracias. — Estaba de buen ánimo, se le notaba. Mucho más confiada a medida que, poco a poco, también parecía ir confiando un poco más en Galhard. Le había demostrado que, al menos, era un buen tipo. Y tenían pensamiento similares en cuanto a ciertas injusticias en el mundo.

La visión de los takoyaki recién hechos eran un motivo más para querer descubrir más cosas de la superficie. De sus costumbres y sus gentes.

Tomó un palillo y pinchó una de las bolitas, soplando un poquito para enfriarlo, antes de llevarse el bocado a los labios. Masticó con gusto, y con una expresión de puro deleite.

Están tremendos. — Halagó, animada.
#30
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