¿Sabías que…?
...oficialmente el aniversario del manga One Piece es el 22 de Julio, dado que ese día en el año 1997 fue cuando se publico el primer capitulo.
Tema cerrado 
[Pasado] Un encuentro poco común [privado Galhard/Asradi]
Galhard
Gal
Galhard no pudo evitar sonreír al ver la alegría de Asradi mientras disfrutaba del ambiente animado del puesto de takoyaki. Era agradable verla tan relajada, y su entusiasmo por la comida era contagioso. Sin embargo, cuando Asradi pidió una jarra de cerveza bien fría para ambos, él se inclinó hacia ella con una sonrisa traviesa y una ligera inclinación de cabeza.

— Me temo que tendré que pasar del alcohol esta vez— dijo con un tono que mezclaba seriedad y humor. — Aunque el aroma es tentador, estoy trabajando ahora mismo. No todos los días uno tiene la oportunidad de ser el escolta de una chica tan bonita—
Dejó que la broma flotara en el aire por un momento, disfrutando de la ligera diversión en los ojos de Asradi antes de continuar

— Además, alguien tiene que mantenerse alerta, ¿no? Nunca se sabe cuándo podría surgir un imprevisto, y prefiero estar en plena forma para asegurarme de que disfrutes de tu tiempo aquí sin preocupaciones.—
Pidió una limonada bien fría para acompañar su comida. Aunque el refrescante sabor no tuviera el mismo efecto relajante que la cerveza, aún proporcionaba una sensación de frescura que le vendría bien en ese caluroso día. Mientras esperaba que le sirvieran la bebida, observó cómo Asradi disfrutaba del takoyaki con un apetito que reflejaba su naturaleza marinera. Verla tan animada y despreocupada era una recompensa en sí misma.

— Me alegra que estés disfrutando— comentó mientras levantaba su vaso de limonada en un brindis simbólico. — Aunque no pueda compartir una cerveza contigo, sí puedo levantar mi vaso por una compañía tan agradable y una comida tan deliciosa.—

Galhard tomó un sorbo de su limonada, dejando que el sabor ácido y dulce se mezclara en su boca, antes de sonreír nuevamente hacia Asradi.

—Y sobre lo que mencionaste antes, acerca de no querer retrasarme en mis tareas… No te preocupes por eso. Ahora mismo, mi tarea más importante es asegurarme de que te sientas a gusto aquí. Así que si eso significa disfrutar de unos takoyaki y una buena conversación, entonces estoy cumpliendo con mi deber a la perfección.—
Finalizó riendo mientras pinchaba uno de los takoyakis y lo abría para que saliese el calor del mismo.

Galhard mantuvo su sonrisa mientras Asradi disfrutaba de los takoyaki. El ambiente relajado del puerto, combinado con la compañía de la sirena, hacía que el día se sintiera casi como unas vacaciones, a pesar de las circunstancias inusuales que los habían llevado hasta allí. Mientras tomaba un sorbo de su limonada, decidió continuar la conversación, queriendo conocer más sobre ella y también compartir algo más de sí mismo.

—¿Sabes?— comenzó, mirando hacia el horizonte donde el mar se encontraba con el cielo. — Siempre me ha fascinado cómo, a pesar de todas las diferencias entre las personas, el mar parece ser un punto en común para todos. Es un lugar de encuentro, de aventuras y también de despedidas. — Sus ojos se volvieron hacia ella, curiosos. —¿Qué es lo que más te gusta del mar? ¿Qué es lo que te impulsa a seguir explorando, a pesar de todos los peligros que implica?—

Él mismo había dejado atrás una vida cómoda y llena de privilegios para embarcarse en su propio viaje, en busca de una justicia más auténtica. Pero sabía que cada persona tenía sus propias razones, sus propias historias que los llevaban a tomar caminos tan impredecibles como el mar mismo.

Asradi, con su expresión más animada después de la comida y la bebida, parecía dispuesta a compartir más de su mundo, y eso lo intrigaba. Mientras ella pensaba en su respuesta, Galhard se permitió disfrutar de otro bocado de takoyaki, notando lo bien que combinaba el sabor salado del marisco con la frescura de su bebida. Los sabores le recordaban que, aunque las diferencias culturales y físicas entre los seres de la superficie y los del mar fueran marcadas, todos compartían algo tan simple como el amor por una buena comida.

— Y dime — añadió, entre bocados— ¿tienes algún lugar al que siempre has querido ir? Un destino que siempre has soñado visitar, pero que aún no has tenido la oportunidad de alcanzar. Como marines, a veces tenemos la ventaja de viajar a lugares lejanos, pero siempre hay un sitio especial que todavía no hemos visto—
Quería saber más sobre sus sueños y aspiraciones, algo que él mismo había reflexionado muchas veces durante sus viajes. Tal vez, en ese intercambio, podrían descubrir que compartían más que solo una amistad naciente y una buena comida.
#31
Asradi
Völva
Decir que no lo estaba disfrutando sería mentir. Se le podía notar, claramente, en la expresión de su rostro que le gustaba aquella comida y que, efectivamente, también estaba mucho más relajada que cuando habían llegado al pueblo. Si alguno la estaba mirando, simplemente ignoró tal hecho. El estar, por igual, acompañada de un marine, aunque ahora fuese de paisano y no con el uniforme habitual, también ayudaba.

Sonrió con cierta picardía cuando Galhard pidió la limonada, rechazando la cerveza. Bueno, no pasaba nada. Podía entenderlo. Quizás no le gustaba, o simplemente era como él había dicho. Que prefería no beber en horas de trabajo. Asradi se rió ligeramente ante tal ocurrencia. Era verdad que le estaba sirviendo de escolta. Pero ella prefería verlo más como una agradable compañía.

Tú te lo pierdes, con lo buena y fresquita que está. — Le picó en consecuencia, con una sonrisa, antes de llevarse otra bolita de pulpo a la boca. Ya no estaban tan calientes, por lo que podía disfrutarlas mucho mejor. — De todas maneras, el lugar parece tranquilo, no creo que pase nada.

Eso era lo que, al menos, ella esperaba. Sí, había ruido, había gente yendo y viniendo, pero nada más. Como un día cualquiera en aquel puerto.

Yo también me alegro de haberte conocido. — Hizo el brindis en consecuencia. — Tengo que reconocer que no todos sois tan malos. — Esto último lo dijo casi en un susurro, solo para el de cabellera castaña.

Eso no quería decir que fuese a confiar en todo el mundo de buenas a primeras, pero con Galhard podía hacerse una excepción. Y, quizás, hubiese más personas como él en la superficie. Era esperanzador y tranquilizador al mismo tiempo. Sobre todo por el hecho de no tener que estar con la guardia alta todo el rato. No lo parecía, pero eso era agotador la mayoría de las veces.

De unos cuantos tragos se bajó su jarra de cerveza. Tenía buen fondo, porque no tardó en pedir otra para sí misma. La comida también acompañaba a ello. Mientras, ese mismo ambiente festivo y relajado dió pie a que se reiniciase la conversación que habían comenzado antes.

Bueno, aparte de que provengo de ahí, lo que me gusta del mar es lo amplio y desconocido que es. — Comentó, girándose ligeramente para poder entablar esa charla con él, de manera más cómoda. — No importa cuánto hayas navegado. Siempre hay zonas profundas que nunca han sido exploradas, ni tan siquiera por nosotros. — La raza de los gyojin y las sirenas. — Supongo que en tierra será un poco de lo mismo también.

Por eso tenía tanta curiosidad por la superficie, por la forma de vida de las gentes que moraban en tierra y por descubrir cosas que en el mar no había. Imaginaba que, con respecto a los humanos, sería también al revés con el océano.

Me gusta el conocimiento. Estoy segura de que el mundo, sea tierra o mar, no se limita solo a las zonas de confort que conocemos. — Era un hecho, al fin y al cabo. — Quiero ver mundo más allá de las corrientes marinas de las que provengo. — Mientras hablaba con Galhard mantenía un tono de voz suave, discreto. Que solo fuese escuchado por él.

Ante la mención de ir a algún lugar en concreto, Asradi negó suavemente con la cabeza.

La verdad es que no, solo quiero explorar, tomármelo con calma. Y disfrutar de cada lugar que visite como si ese fuese el lugar soñado. — Sonrió ligeramente. — ¿Suena muy raro, quizás? — Le miró, ahora demostrando más interés en él. — ¿Y qué hay de ti? ¿Tienes a alguien esperándote en algún lugar? ¿O quizás hay algún sitio que sí tengas ganas de visitar?

Esta vez fue ella quien formuló la pregunta.
#32
Galhard
Gal
Galhard dejó que las palabras de Asradi se asentaran en su mente mientras observaba el entorno que los rodeaba. El bullicio del puerto, el aroma a sal marina mezclado con el de la comida, y el sonido distante de las olas rompiendo contra el muelle creaban una atmósfera que parecía hecha a medida para una conversación como aquella. La brisa fresca movía suavemente los mechones de su cabello castaño, y la luz del sol hacía que sus ojos reflejaran un matiz dorado.

Mientras Asradi hablaba de la vastedad del mar y de su deseo de explorar lo desconocido, Galhard sintió una conexión profunda con esas palabras. Él también compartía esa ansia de descubrir, aunque su búsqueda estaba marcada por su deseo de hacer del mundo un lugar más justo. Le fascinaba la pasión con la que ella hablaba del mar, de su curiosidad insaciable y de su deseo de ver más allá de lo conocido. Era una conversación que, en ese momento, parecía tan infinita como el propio océano.

— Tienes toda la razón— respondió Galhard con una sonrisa tranquila, dejando que sus palabras fluyeran con la misma calma que sentía en ese instante—El mundo, tanto en la tierra como en el mar, está lleno de misterios que esperan ser descubiertos. Y creo que parte de nuestra misión, ya sea como exploradores o como protectores, es no dejar nunca de buscar, de aprender, de descubrir—

Levantó su copa de limonada y tomó un sorbo, disfrutando de la frescura de la bebida en contraste con el cálido ambiente a su alrededor. Observó a Asradi mientras ella continuaba compartiendo sus pensamientos, y no pudo evitar sentir admiración por su espíritu libre, por esa necesidad de explorar y conocer más allá de lo que la vida le había enseñado hasta ese momento.

— No suena raro en absoluto, Asradi— respondió Galhard con suavidad, inclinándose ligeramente hacia ella para que sus palabras fueran solo para sus oídos—De hecho, creo que es una forma admirable de vivir. Tomarse el tiempo para apreciar cada lugar, cada momento, es algo que muchos olvidan hacer. A veces, en la carrera por cumplir nuestras metas, nos perdemos de lo que realmente importa—

Cuando Asradi le preguntó si había algún lugar especial que quisiera visitar o si alguien lo esperaba en algún sitio, Galhard se tomó un momento para reflexionar. No era una pregunta fácil de responder, no porque no tuviera metas o personas importantes en su vida, sino porque su misión en la Marina había consumido gran parte de su tiempo y energía.

— No tengo un lugar específico al que quiera ir en este momento aunque siempre la Grand Line ha despertado mi interés—admitió, su voz cargada de sinceridad—Mi vida ha estado dedicada a la Marina y a intentar hacer del mundo un lugar mejor. He viajado mucho, siempre con un propósito en mente, pero también me doy cuenta de que necesito aprender a disfrutar del camino, no solo del destino.—Hizo una pausa, permitiendo que sus palabras resonaran en el aire antes de continuar.

—Pero hay lugares donde siento que mi presencia podría marcar una diferencia, lugares donde la injusticia se ha arraigado profundamente. Sin embargo, también estoy aprendiendo a apreciar momentos como este, donde puedo simplemente disfrutar de la compañía y del entorno sin estar siempre pensando en lo que viene después.—

Galhard dejó que esas palabras fluyeran, observando a Asradi mientras hablaba, notando cómo la luz del sol jugaba con los reflejos de su cabello y cómo sus ojos brillaban con una mezcla de curiosidad y serenidad.
— Así que, por ahora, no tengo prisa por irme a ningún lado. Estoy aquí, disfrutando de este día, de esta comida y de esta conversación. Y eso es algo que realmente aprecio— Respondió alegre, dando después un gran sorbo de la limonada.
#33
Asradi
Völva
La joven sirena se chupó, encantadoramente, el dedo índice y el pulgar para rebañar la salsita que se le había quedado de las últimas bolitas de pulpo que había catado. Estaban deliciosas. Se apuntaría ese lugar para regresar si tenía la oportunidad en el futuro. No sabía si volvería a ver a Galhard después de ese día, pero esperaba que sus caminos volviesen a cruzarse. Quizás, la siguiente vez, tuviese más cosas que contar y que enseñarle. Después de limpiarse los dedos, se acomodó ante la barra donde estaban comiendo para seguir escuchando y disfrutando de la voz del marine. ¿Serían todos así? O quizás no, por lo que había entendido al pelicastaño. Por fortuna siempre había excepciones. Eso era lo que le continuaba a seguir explorando. A querer confiar en que, en algún momento, habría un sincero entendimiento entre gyojin y humanos.

Fue ahora su turno de escuchar a Galhard. Lo hizo con atención y también con cuidado. Ya había terminado de comer, sintiéndose satisfecha, así que solo dió un trago a su jarra de cerveza mientras se deleitaba con el sabor de la misma.

En realidad, es durante el camino donde se realiza el verdadero aprendizaje. No importa el destino... — Comentó en lo que, lentamente, se le iba dibujando una pequeña sonrisa. Se le notaba mucho más a gusto y relajada ahora que cuando llegó la noche anterior. Al menos con él. — … Lo importante es lo que va sucediendo en el camino, aprendiendo de los demás en el proceso y conociéndose a uno mismo.

Ella todavía estaba recorriendo ese mismo sendero, aprendiendo y conociendo, queriendo experimentar todo cuanto la vida le ofrecía.

Entiendo que tu trabajo es duro. El ver cosas que no se le desearían a nadie. — No solo en cuanto a maleantes, sino también a pobreza y discriminación sin control. Eso era una tristeza y nadie inocente debería sufrir tales destinos. — Pero dejemos eses temas tristes, aunque por desgracia sí sean una realidad.

Había visto discriminación en su pueblo y entre su pueblo también. Era como la pescadilla que se muerde la cola, el cuento de nunca acabar.

Ya con el estómago satisfecho, entornó la mirada hacia los alrededores, con curiosidad. Aunque se notaba que estaba más cómoda cerca del puerto, no podía evitar sentir ciertas ganas de explorarlo todo. Era arriesgado y era consciente de ello. Además que no sabía de cuanto tiempo disponía Galhard para acompañarla.

¿Qué opinas de la piratería? ¿Crees que todos son maleantes? — Preguntó esta vez, volviendo a mirarle con interés.
#34
Galhard
Gal
Galhard escuchó las palabras de Asradi con atención, mientras ella limpiaba los últimos rastros de salsa de sus dedos con una gracia natural. Era un gesto encantador, y en ese momento, sintió una conexión más profunda con la sirena, como si compartieran algo más allá de las palabras. Él sabía que este tipo de encuentros eran raros y preciosos, momentos en los que, a pesar de las diferencias entre sus mundos, podían encontrar un terreno común.

La respuesta de Asradi sobre el camino resonó en él. Era cierto, el viaje en sí mismo, más que el destino, era lo que definía a una persona. Las experiencias, las pruebas, las alegrías y las penas... todo contribuía a forjar el carácter. Y Galhard, aunque aún joven, había visto y experimentado lo suficiente como para entender esa verdad. Le devolvió la sonrisa, un gesto sincero que reflejaba su aprecio por la sabiduría de la sirena.

— Tienes razón, Asradi — dijo mientras dejaba su vaso de limonada en la barra, con una expresión pensativa. — A veces, nos enfocamos tanto en el destino que olvidamos lo que aprendemos durante el camino. Y es en ese trayecto donde realmente encontramos quiénes somos—
Cuando ella mencionó el lado duro de su trabajo, Galhard asintió, pero decidió no ahondar en ese tema, respetando el deseo de Asradi de no sumergirse en pensamientos tristes. En su lugar, cuando ella cambió la conversación hacia la piratería, notó el interés genuino en sus ojos y supo que esta era una pregunta importante para ella.

Galhard se tomó un momento para considerar su respuesta. La piratería era un tema complejo. Para muchos en la Marina, era una cuestión de blanco o negro, pero él había aprendido que la vida rara vez era tan sencilla.

— La piratería... — comenzó, con un tono meditado. — Es cierto que muchos piratas se dedican a actividades criminales: saqueos, esclavitud, y actos de crueldad que no puedo justificar. Pero no creo que todos los piratas sean iguales. He conocido a algunos que se ven obligados a esa vida por las circunstancias. Algunos buscan libertad, otros huyen de la tiranía... y, en ocasiones, los mismos que los llaman criminales son peores que ellos.—Se detuvo un momento, su mirada fija en el horizonte, donde el puerto se encontraba con el mar. Parecía que sus pensamientos estaban lejos, en algún lugar más allá de las olas.

— No creo que se pueda juzgar a alguien solo por el título que lleva. Al final, son sus acciones las que hablan por ellos. Hay piratas que luchan por la libertad y por proteger a los suyos, al igual que hay marines que abusan de su poder. El mundo no es tan simple... ¡Incluso hay piratas que son la perfecta representación romántica de una persona que lucha y vive por cumplir sus sueños!— Volvió su mirada hacia Asradi y sonrió con suavidad. — Así que no, no creo que todos los piratas sean maleantes. Pero también sé que debemos ser cautelosos, porque en cualquier parte, en cualquier facción, hay quienes harán daño a otros sin dudar.—
Galhard notó el interés en los ojos de Asradi y se inclinó ligeramente hacia ella, como si quisiera reforzar la confianza que estaban construyendo.

— ¿Y tú qué piensas? — preguntó, genuinamente interesado. — Has visto el mundo desde una perspectiva diferente a la mía. ¿Cómo ves a los piratas y a la Marina desde el océano?—Quería conocer más sobre su punto de vista, entender mejor el mundo a través de los ojos de Asradi, y aprender de su sabiduría y experiencia. Sabía que este encuentro, aunque breve, estaba dejando una marca en él, y no quería dejar pasar la oportunidad de profundizar más en esa conexión.
#35
Asradi
Völva
Después de limpiarse las manos y los dedos con una servilleta, Asradi procedió a mantenerse atenta a Galhard. Era inevitable no fijarse, físicamente, en él. O, más bien, en la calma que transmitía. Ese era lo que más parecía tranquilizar a la sirena. El saber que estaba en buena compañía y que pensaban de manera muy similar con respecto al mundo.

Asintió a sus palabras.

Es verdad, creo también que no todos los piratas son malvados. Hay gente de a pie que, en ocasiones, son peor. — No le había tocado vivirlo por propia experiencia, por ahora y por suerte, pero sí había escuchado las vivencias de otros.

Lo que se rumoreaba, lo que se hablaba. Lo que decían las noticias y los periódicos. No hacía falta ser pirata para ser mala persona. Ese tipo de gente lo había en todos lados, incluso seguramente entre la marina o donde se creía que había más justicia.

No estaba pretendiendo juzgar, o señalar con el dedo, ni mucho menos. Pero nadie estaba exento de pecado.

Pero escuchar que Galhard pensaba también así, y que incluso ensalzaba la idea de la piratería de las leyendas, del cuento romántico de aquellos que luchan por sus sueños y su libertad... Pensar en eso le hizo sonreír, devolverle ese mismo gesto al pelicastaño con un deje de dulzura, de comprensión.

Se quedó un tanto pensativa con sus palabras, antes de asentir. Tenía razón. En cualquier lugar, en cualquier facción, podía esconderse esa mala gente que, al menos, ella intentaba evitar. Le daba repelús pensar en que hubiese criaturas capaz.

Es complicado. Muchos invaden los mares y creen que les pertenecen solo por eso. Sean piratas o marines. — Se creían con la potestad de que todo era suyo. Pero también había gente que respetaba el océano. — No te sabría decir. Pocas veces me he aventurado a la superficie. Y, cuando lo he hecho, no fue sola.

Al menos en tiempos pasados, cuando todavía tenía una familia, un clan al que pertenecer. Pensar en ese hecho le arrancó una ligera mueca de dolorosa melancolía. Les echaba de menos. ¿Estarían bien? Añoraba los bosques marinos de los mares del norte.

Pero creo que no es justo señalar a unos y a otros no. Como bien dices, no todos los piratas son malvados. Y no todos los marines son adalides de la justicia. — Se apartó un mechón oscuro que se le había escapado, y lo llevó detrás de una oreja, con un gesto delicado. — Pero todos tenemos un punto en común: el mar.

Los gyojin y sirenas vivían ahí, nacían en ese lugar. Y los humanos y seres de la superficie se proveían de lo que el océano les daba, como medicamentos en forma de plantas marinas, o alimento. Incluso joyería si se encontraban buenas conchas o se buceaba a por ostras para tomar sus preciadas perlas.

Quizás todos deberíamos partir en base a ese pensamiento. Priorizar lo que compartimos, no lo que nos diferencia. — Añadió.
#36
Galhard
Gal
Galhard escuchó atentamente las palabras de Asradi, sintiendo una conexión profunda con sus pensamientos. La sirena había tocado un punto sensible, uno que resonaba con la propia visión que él tenía del mundo. Esa idea de que el mar, vasto y misterioso, era el vínculo que todos compartían, sin importar su origen, especie o creencias. Era un pensamiento poderoso, uno que lo hacía reflexionar sobre el papel que jugaba en el mundo como marine.

Tomando un sorbo de su limonada, Galhard dejó que el silencio se asentara por un momento, permitiendo que ambos disfrutaran de esa paz momentánea en medio de sus reflexiones. Las palabras de Asradi, aunque dichas con suavidad, tenían un peso que él valoraba. No era fácil encontrar a alguien que compartiera esa visión tan equilibrada y justa del mundo.

Finalmente, el marine rompió el silencio, su voz calmada pero llena de convicción.
— Tienes razón, Asradi. Es fácil caer en la trampa de las etiquetas, de dividir el mundo en buenos y malos, marines y piratas, humanos y gyojin. Pero al final del día, todos compartimos el mismo océano. Y ese océano no discrimina, no elige a quién dar o quitar. Nos alimenta, nos desafía, nos conecta y a veces nos arrebata lo que tenemos... Creo que ahí está la verdadera esencia de lo que deberíamos ser como personas.—

Galhard se permitió una sonrisa ligera, pero cargada de significado.
— Quizás, si más gente pensara como tú, el mundo sería un lugar más pacífico. Pero sé que es una tarea difícil. A veces, parece que el odio y la desconfianza son más fuertes que la comprensión. Y sin embargo, aquí estamos, dos personas de mundos tan diferentes, compartiendo una comida y una conversación sobre lo que nos une en lugar de lo que nos separa.—Galhard hizo una pausa, mirando a Asradi a los ojos, viendo en ellos la profundidad de un ser que había sufrido y aprendido, pero que no había perdido la esperanza. Era una cualidad que él admiraba profundamente.

— Me gustaría pensar que, si cada uno de nosotros puede llevar esa mentalidad a donde vaya, quizás podamos hacer una pequeña diferencia. Tal vez no podamos cambiar el mundo entero, pero podemos cambiar el mundo de las personas que nos rodean. Y, al final, eso es lo que realmente importa.—
Dejó que esas palabras flotaran en el aire, sintiendo que había dicho lo que realmente pensaba. Miró de nuevo a su alrededor, el bullicio del puerto, el sonido del mar de fondo, y sintió una paz interior que rara vez experimentaba. Asradi había logrado que bajara la guardia, que hablara de sus verdaderos pensamientos, y eso era algo que apreciaba enormemente.

—Aunque... Creo que no me equivoco en decir que, aunque tengamos objetivos parecido y compartamos la forma de pensar, los dos vamos a terminar eligiendo caminos opuestos, si mantienes el calor de tu corazón estoy seguro que encontrarás compañeros de viaje en quienes confiar plenamente, espero que si a alguno de los dos nos sale mal nuestra apuesta podamos echarnos una mano cuando el momento lo necesite— Dijo con una leve risa mientras se acomodaba el cabello.

Y finalmente, volvió a mirar a la sirena, su voz adoptando un tono más alegre y despreocupado, como si de un niño se tratase.
— Bueno, hemos hablado de temas profundos... ¿Qué te parece si ahora disfrutamos un poco más de este día? Hay un puesto de dulces cerca de aquí que tiene una fama increíble. Podríamos tomar algo para endulzar el final de esta comida.—
La invitación fue acompañada de una sonrisa sincera, un pequeño gesto para aligerar el ambiente y seguir disfrutando del tiempo compartido en ese rincón tranquilo del mundo.
#37
Asradi
Völva
Galhard tenía toda la razón. Sus caminos seguramente fuesen diferentes, en cuanto a trayectoria, aunque compartiesen pensamientos y opiniones similares. Y eso no era malo tampoco. El que cada uno tuviese una forma diferente de hacer las cosas, aunque se separasen. Les serviría para continuar aprendiendo y creciendo a modo personal. Por lo que Asradi le dedicó una sonrisa en agradecimiento y, también, en consonancia con sus palabras.

Te lo agradezco. Me alegra haber “naufragado” en este lugar anoche. — Dijo con algo gracia. Pero la verdad era esa, que si no hubiese sucedido, no habría conocido a ese hombre. Al final, siempre era el océano el que juntaba o separaba destinos y gente.

La conversación continuó siendo amena por un buen rato más hasta que Galhard comentó lo de ir a tomar unos dulces. Asradi se lo pensó un par de segundos, pues no era muy asidua a los postres. Aún así, también tenía curiosidad por ver cómo eran los de la superficie. Y no solo eso, sino que podría acompañar al marine durante un rato más.

Así que todo era un aliciente.

Claro, vamos. — Se terminó de un trago lo que le quedaba de la cerveza, que ya no era mucho, y procedió a hacer el pago correspondiente por la comida y bebida de los dos. Por fortuna, tenía suficiente, así que no hubo problema con ello.

Una vez a unos metros de aquel puesto donde habían comido, Asradi se desperezó ligeramente y con total satisfacción, decidió seguir los pasos de Galhard hasta el puesto de dulces que había mencionado.

El paseo le sentaría bien después de comer tanto y, de paso, podía contemplar un poco más aquel pueblo que rezumaba vida.

Esta vez dejaré que tú me recomiendes el dulce. — No era una experta en eso, y parecía que Galhard ya había ido más de una vez. Así que confiaba y se dejaría guiar por el marine en esa cuestión.

El sol incidía suavemente en su cabello oscuro a medida que avanzaban. La gente continuaba con sus quehaceres diarios, también había algo de jolgorio en las tabernas por las que pasaban por delante. En resumen, era un lugar hermoso y bastante animado.

Cuéntame de ti. ¿Qué te gusta hacer cuando no estás de servicio? ¿Tienes algún hobby que te guste mucho? — Preguntó, queriendo saber.
#38
Galhard
Gal
Galhard observó cómo el pueblo seguía cobrando vida a medida que avanzaban. Los sonidos del puerto, el constante ir y venir de los habitantes, y la mezcla de aromas de comida y mar eran un recordatorio de la simplicidad y la belleza de la vida cotidiana. Con cada paso, sentía que este pequeño rincón del mundo tenía algo especial, una calma que contrastaba con las agitadas aguas de su vida como marine.

Al llegar al puesto de dulces, notó cómo los colores vibrantes de las frutas frescas y los dulces cuidadosamente dispuestos en bandejas captaban la atención de los transeúntes. Las pequeñas tartas de manzana que había recomendado a Asradi parecían ser una opción popular, y el suave aroma a canela y manzana horneada flotaba en el aire, haciéndole sentir que había elegido bien.

— Espero que te gusten — le dijo a Asradi mientras le entregaba una de las tartas. — Hay algo en la combinación de la dulzura de la manzana y el sabor de la canela que siempre me hace sentir un poco más en casa, sin importar dónde esté.—

A medida que disfruta de la tarta que él había pedido, Galhard se dio cuenta de lo mucho que estaba disfrutando de la compañía de Asradi. Era raro para él relajarse de esta manera, y aunque su vida en la Marina le había enseñado a estar siempre alerta, en ese momento se permitió bajar un poco la guardia. Había algo en la sirena que le inspiraba confianza, una conexión que iba más allá de las palabras.

Cuando Asradi le preguntó sobre sus hobbies, Galhard se tomó un momento para reflexionar. Su vida había estado tan centrada en su deber que a veces se olvidaba de las pequeñas cosas que solían darle placer. La navegación en solitario, por ejemplo, le ofrecía una especie de libertad que no encontraba en ningún otro lugar. Le permitía desconectar del mundo y, al mismo tiempo, sentirse parte de algo más grande.

— Bueno, cuando no estoy de servicio, me gusta navegar por mi cuenta. No siempre es fácil encontrar tiempo, pero cuando lo hago, me gusta estar solo en el mar, dejar que las olas me lleven y disfrutar de la tranquilidad. También me gusta la lectura, especialmente historias de aventuras y viajes. Me permiten desconectar un poco del trabajo y soñar con otros lugares. — Respondió con una sonrisa, disfrutando del recuerdo de esos momentos.

— También me gusta dibujar mapas — añadió después de una pausa, recordando otro de sus pasatiempos. — No lo hago tanto como antes, pero siempre he disfrutado de trazar rutas y dibujar los lugares que he visitado. Es una forma de capturar un momento en el tiempo, de dejar un pequeño rastro de dónde he estado.— 
Galhard se rió suavemente al recordar cuántos mapas inacabados tenía guardados en su camarote, esperando el día en que pudiera completarlos.

Mientras seguían caminando, Galhard escuchó atentamente la respuesta de Asradi a su pregunta. Era evidente que, aunque sus vidas habían sido diferentes en muchos aspectos, compartían un deseo común de explorar el mundo y comprenderlo mejor.

— Es interesante cómo el mar parece ser tanto una casa como un misterio para ti — comentó, observando su expresión mientras hablaba de sus pasiones. — Supongo que, de alguna manera, ambos buscamos lo mismo: un lugar al que pertenecer, pero también la libertad de descubrir qué más hay allá afuera.—

El sol comenzaba a bajar lentamente en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos anaranjados y rosados. Era un momento perfecto, uno que Galhard sabía que recordaría durante mucho tiempo. Al mirar a Asradi, no pudo evitar sentir que este encuentro había sido más que una coincidencia, sino una especie de destino, una unión de caminos que, aunque momentánea, dejaría una marca en ambos.

— No sé cuánto tiempo más tendremos antes de que nuestras rutas se separen, pero me alegra haber compartido este día contigo. — Dijo finalmente, con una sonrisa tranquila, mientras seguían disfrutando de la paz y la compañía mutua.
#39
Asradi
Völva
Le supo mal cuando Galhard le entregó la tartaleta de manzana. Y aunque la canela no era algo que le volviese loca, Asradi no era fan de las frutas. Era una criatura totalmente carnívora y que solo tomaba algún vegetal cuando era estrictamente necesario. Pero sus preferencias eran notoriamente carnívoras. La pelinegra sonrió de manera suave, aunque a modo de disculpa.

Tienen buena pinta, no te voy a mentir. — Eso era verdad, pero no se le antojaban para nada. — Me sabe un poco mal, pero no como fruta. — Literalmente. Y la piña, concretamente, le daba reacción alérgica a saber por qué motivo. — Pero quizás haya algún dulce que no tenga.

Le hizo entrega, al marine, de la tartaleta de manzana, para que él la disfrutase, al menos. Y, por su parte, se fijó si tenían más variedad. Por fortuna sí tenían, así que la sirena se decantó por una con crema pastelera y trocitos de galleta que sí le supo a gloria.

¡Esta sí está buena! — No pudo evitar mencionar con gusto, y con una expresión de la misma índole y que sí reflejaba lo mucho que le agradaba ese tipo de pastelitos.

Lo tomó en unos pocos bocados, pues no era demasiado grande, y se chupó un par de dedos con verdadera delicia. No tardó en pedir un par más del mismo tipo, mientras escuchaba plácidamente al pelicastaño. Esperaba que no se hubiese molestado mucho por no haber aceptado la de manzana, pero no le tenía ningún aprecio a las frutas.

A Asradi le agradó saber que Galhard disfrutaba con el mar, con distracciones tan sencillas como leer o salir a navegar.

En mi caso suelo distraerme estudiando medicina de la superficie. O, más bien, libros sobre plantas y demás. — Incluso de animales de donde se podían extraer toxinas para luego usarlas como antídotos o como venenos.

Le fascinaba la de oportunidades, médicas, que podía encontrar y descubrir en la superficie. Y, no solo eso, sino aprender. Retomaron el camino por el pueblo cuando abandonaron, finalmente, el puesto de dulces. Para ese entonces, el sol ya comenzaba a descender, llenando el cielo con tonos anaranjados que darían pie a un hermoso atardecer.

El día iba finiquitando y, con ello, el tiempo que les quedaba compartiendo ese lugar.

Es algo inherente a todas las criaturas inteligentes, ¿no? Sin distinción de raza. El querer averiguar de donde venimos. Pero también el querer traspasar fronteras, ver qué hay más allá de nuestra zona de confort.

La sonrisa que Asradi le dedicó fue bastante más comedida, pero también estando de acuerdo con Galhard. Los ojos azules de la sirena se posaron unos momentos en el horizonte.

A mi también me alegra haberte conocido. Al final, la tormenta trajo también buenas cosas. — Bromeó de forma suave, pero mirándole con un aire dulce.
#40
Tema cerrado 


Salto de foro:


Usuarios navegando en este tema: 1 invitado(s)