Alguien dijo una vez...
Monkey D. Luffy
Digamos que hay un pedazo de carne. Los piratas tendrían un banquete y se lo comerían, pero los héroes lo compartirían con otras personas. ¡Yo quiero toda la carne!
[Autonarrada] [Auto T2] Mi primerito día
Odinson D. Shizu
Asesina de Espadas
La ciudad de Loguetown era un ajetreo constante, un nexo de marineros, comerciantes, turistas y curiosos que caminaban por las calles angostas y ruidosas. Era un lugar lleno de vida y caos, con una gran variedad de edificios que se entrelazaban en una maraña de callejones y plazas abiertas. Sin embargo, para Shizu, una gigante de casi 40 metros de altura, Loguetown no era un lugar fácil de navegar, es más era un infierno.

La joven oficial de la Marina caminaba con paso firme pero incómodo por las estrechas aceras. Su enorme cuerpo, cubierto con un uniforme que se ajustaba lo mejor posible a su talla, llamaba la atención. La gente se apartaba rápidamente a su paso, algunos incluso mirando con asombro y otros con un tanto de temor. Shizu no podía evitar sentirse un poco desconectada de todo. En un lugar donde las casas no llegaban ni a la altura de su rodilla, y donde las puertas eran apenas lo suficientemente grandes como para que pasara una de sus piernas, sus interacciones con los civiles eran siempre complicadas.

A veces sentía que ser tan grande le quitaba la libertad que los demás disfrutaban. No podía entrar a una taberna sin causar un alboroto, ni siquiera pasear sin que los niños la señalasen. Además, su tamaño imponía una carga extra sobre sus compañeros de la Marina. Si bien tenía el corazón lleno de ideales de justicia, Shizu a menudo se sentía más como una monstruosidad que como una heroína. Comparado esto con sus idílicos bosques de Demon Tooth donde vivió casi toda su vida y no tenia que preocuparse tanto por donde pisaba.

Hoy, sin embargo, era su turno de patrullar la ciudad, y no podía permitirse vacilar. Como alférez de la Marina, debía hacer valer su puesto, aunque eso significara arrastrarse entre las estrechas calles con una incomodidad palpable - ¡Cuidado, gigante al frente! - Gritó un niño desde una esquina, señalándola con entusiasmo. Shizu sonrió tímidamente, agachando un poco la cabeza para evitar que su enorme figura opacara el paisaje urbano. Intentaba ignorar los murmullos y miradas curiosas, manteniendo su atención en el deber que tenía entre manos, vigilar la ciudad en busca de piratas o cualquier otro indicio de actividades ilegales.

De repente, los tranquilos ruidos de la ciudad fueron interrumpidos por unos gritos de alarma - ¡Auxilio! ¡Piratas! ¡Están saqueando el almacén de ron! - Gritó un hombre desde una esquina, señalando frenéticamente hacia el puerto. El rostro de Shizu se endureció. No era la primera vez que se encontraba con piratas, pero siempre que ocurría, sentía que el deber le pesaba más que nunca. Los piratas no solo representaban una amenaza directa a la seguridad, sino que su presencia siempre sembraba el caos en los alrededores. Sabía que no podía perder tiempo, pero también era consciente de que su tamaño haría más difícil cualquier intento de persecución.

- ¡¿Piratas?! ¡¿Dónde?! ¡Voy tras ellos! - Gritó Shizu mientras comenzaba a avanzar rápidamente. A pesar de la urgencia de la situación, Shizu no quería causar más daño del necesario. Su tamaño descomunal podía arrasar con la ciudad si no era cuidadosa. Caminó con paso firme, intentando no derribar las fachadas de las casas ni aplastar los vehículos que se encontraban en el camino. Sus enormes pies hacían que el suelo temblara con cada paso, y las casas parecían encogerse aún más a su alrededor.

Los gritos de pánico se intensificaban mientras los piratas corrían por las calles del puerto con varios barriles de ron robados, apurados por escapar. Shizu frunció el ceño. Debía apresurarlos, pero ¿cómo sin destruir más de la ciudad en el proceso? - ¡Deténganse, piratas! ¡No les voy a hacer daño, pero tendrán que rendirse! - Gritó, tratando de imitar la voz autoritaria que sus superiores usaban en situaciones similares.

Afortunadamente, los piratas parecían más interesados en escapar rápidamente que en pelear, y Shizu aprovechó su velocidad para ponerse en su camino. A medida que avanzaba, observaba cómo la multitud huía a un lado y otro, tratando de no quedar atrapados por su imponente figura. Los piratas corrían torpemente con los barriles en sus espaldas, sin darse cuenta de que la gigante los estaba rodeando.

Shizu se adelantó con destreza, evitando a duras penas colapsar algunos edificios y estructuras cercanas con un golpe de cadera. No podía correr como un humano común, pero sus largas zancadas le permitían acortar distancias con facilidad. Sin embargo, sus dimensiones seguían siendo un obstáculo.

Finalmente, logró acercarse lo suficiente para tenerlos atrapados en una de las principales plazas del puerto. Sin pensarlo dos veces, extendió un brazo hacia adelante, rodeando a los piratas con la palma gigante de su mano - ¡Alto, ahí! ¡Están acabados Desu! - Exclamó con firmeza, viendo cómo los piratas se detuvieron, aterrados por la inmensa mano que los bloqueaba.

Los piratas se quedaron paralizados, sabiendo que escapar ahora sería imposible. Pero justo cuando pensaba que todo había terminado, un pequeño pero crucial error ocurrió: Shizu, confiada en su victoria, comenzó a bajar su mano para sujetar con más firmeza los barriles. Luego al retroceder, su pie tropezó con un carro abandonado en la plaza, causando que perdiera el equilibrio. Con un rugido de sorpresa, la gigante cayó de culo con un estruendoso impacto.

El suelo tembló bajo ella, y las casas cercanas crujieron bajo la presión. Varias fachadas se desplomaron, y un par de tejados se hicieron pedazos bajo el peso de la caída. Los piratas, aterrados, vieron cómo Shizu quedó sentada en medio de una nube de polvo y escombros, con un aspecto casi cómico, pero muy destructivo.

Shizu se quedó unos segundos allí, avergonzada por el desastre que había causado. Con un suspiro, se levantó lentamente, mirando las casas dañadas - ¡Oh, no! ¿Qué he hecho...? - Murmuró, mientras se levantaba con torpeza. Los piratas, al ver que la gigante ya no los estaba sujetando con la mano, intentaron huir, pero Shizu rápidamente se repuso y los atrapó de nuevo, esta vez con un toque más firme y seguro - No quiero hacerles daño... pero no dejaré que se escapen. ¡Están arrestados! - Dijo, esta vez con un tono serio.

A pesar del caos que había provocado con su caída, la joven oficial de la Marina había logrado cumplir con su misión. Sin embargo, no podía evitar sentirse culpable por los daños colaterales. Al final, su corazón seguía siendo puro, y aunque su tamaño a veces jugaba en su contra, su determinación por hacer justicia era más grande que cualquier error que pudiera cometer. Pero ese error le acabaría costando una inminente reasignación de base a Kilombo, una isla menos concurrida y edificada, con muchas zonas abiertas de campo y bosque donde seria más fácil que la gigante se moviera.
#1


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