¿Sabías que…?
... Garp declaró que se había comido 842 donas sin dormir ni descansar porque estaba tratando de batir un récord mundial. ¿Podrás superarlo?
[Aventura] [T4] Enseña las zarpas, Teruyoshi
Octojin
El terror blanco
La taberna bulle de vida. Un par de mesas se vacían a tu alrededor mientras el tabernero va repartiendo platos cargados de carne y humeantes sopas. Te has ganado el derecho a estar aquí, a relajarte y recibir miradas de asombro y respeto. Más de uno te observa con disimulo, curioso por esa fama que has acumulado recientemente. Pero, claro, no te conformas con algo tan insulso como una mirada de reojo. Tú quieres más. No solo una cena, sino también algo de aventura, algo que desafíe tu instinto y, por qué no, algo de gloria. La vida es eso, ¿no?

Mientras te relajas y das un mordisco a un jugoso trozo de carne al que te han invitado, tus oídos captan una conversación de dos tipos en la barra. Uno de ellos, un hombre corpulento con el brazo vendado, sorbe una cerveza espumosa mientras el otro, de aspecto más enjuto y con una cicatriz en el pómulo, se inclina hacia él y le murmura con un aire conspirativo.

—Dicen que en el Diente Oeste buscan rivales —murmura el de la cicatriz—. Kenji está desesperado porque su alumno, Ryu, necesita entrenar antes de la gran competición. Parece que quiere medirse con alguien de nivel. Al final ningún alumno es rival para él, y buscan cómo hacer que siga creciendo.

El tipo corpulento asiente, chasqueando la lengua.

—Ese chaval es un animal, pero se le nota la falta de experiencia. Creo que ahora estaban trabajando la estrategia, dicen que es su punto débil. Un combate con alguien bueno podría hacerle bien... pero me temo que nadie de por aquí tiene agallas para enfrentarse a él.

Las palabras rebotan en tu mente, y un sentimiento familiar se apodera de ti: la curiosidad y la emoción de un buen combate. Seguro que lo has oído en algún momento. El dojo en el Diente Oeste, se dedica al Taekwondo, así que quizá pudiera ser una buena opción. ¿Te imaginas la velocidad de sus patadas? ¿La fuerza en esos golpes certeros? Sin duda sería algo interesante, ¿no?

Sin embargo, mientras te lo piensas, algo más capta tu atención. En el tablón de anuncios de la taberna, entre carteles de recompensas y avisos de eventos, hay una cantidad inusual de letreros de "Fuera Piratas". En algunos de esos carteles puedes leer sobre rumores de un asentamiento pirata al norte de la isla, en el que, por lo visto, hay una buena cantidad de tipos excéntricos y, en su mayoría, gente poco fiable.

¿Fuera piratas? No parece ser una frase genérica, puesto que has visto gente con pintas de pirata en la propia taberna. Parece ser algo más concentrado en un área de la isla. La presencia de los piratas parece ser una preocupación para los habitantes, aunque la relación entre el asentamiento y la villa parece complicada. ¿Serán realmente peligrosos o solo otra panda de idiotas buscando un rincón de descanso?

Dos opciones empiezan a formarse en tu cabeza. Podrías dirigirte al Diente Oeste, presentar tus credenciales y retar a Ryu Hughes, el prodigio del Taekwondo, ganándote respeto y, quién sabe, quizás algo más si el maestro del dojo se fija en ti. O bien podrías dirigirte al norte y desentrañar lo que pasa con esos piratas que parece que son odiados por allí.

Sin duda, te esperan dos caminos, y ambos parecen más interesantes que cualquier plato en esta taberna. ¿Qué me dices?

Holaaa
#1
Teruyoshi
Teru
El mink paseaba su mirada rasgada de un lado a otro de la taberna, disfrutando de la buena acogida que tenía por parte de los comensales mientras se deleitaba con los últimos bocados de un buen trozo de carne que le habían invitado. Estaba sentado a solas en una de las mesas de la sala,  donde todavía reposaban platos y vasos vacíos como testigos del buen atracón que se había dado. Gracias a su victoria sobre las bestias salvajes que amenazaban la mercancía de los lugareños, había conseguido que los habitantes de la villa ya no lo vieran como un simple extranjero más. Ahora incluso lo miraban con interés y curiosidad. Cómo debía ser.

Las orejas puntiagudas del mink se alzaron de inmediato tras captar algo, girándose hacia la conversación que parecía más interesante de forma automática. Estaban adiestradas, tras años de práctica, para estar siempre atentas a los chismes más jugosos. Si había algo que le gustara más al mink que una buena comida o una buena pelea… era un buen salseo, por lo que en cuanto sus oídos felinos detectaron una conversación que combinaba las dos cosas, no dudó un segundo y se puso en movimiento.

Teruyoshi se levantó de su mesa con su peculiar gracia felina, como si todo cuanto pisara fuera suyo. Dejó el hueso en uno de los platos vacíos, impoluto tras el exhaustivo repaso que le había dado, y avanzó entre el gentío directo a la salida mientras las palabras de aquellos tipos aún resonaban en su cabeza. Teruyoshi ya tenía ganas de encontrarse con el tal Kenji y Ryu. Hasta ahora, no se había topado con nadie en esta villa que mereciera la pena y ya era hora que eso cambiase… sino iba a terminar sintiéndose muy decepcionado con la fama del lugar.

Lo más imponente que había encontrado hasta ahora era el anciano Kato, del que no había vuelto a saber nada tras cumplir la tarea que le encomendó, y con la madre del pequeño Sunōfurēku… de la que sabía aún menos. Ese pequeño tigre siempre tendría un hueco en su corazón felino, pero rápidamente desechó aquellos pensamientos. No era momento de sentimentalismos, sino de acción.

Por el camino, Teruyoshi dedicó saludos con su habitual confianza a aquellos que se paraban a mirarlo. Incluso dio un par de palmaditas en la espalda a uno a modo de saludo… aunque fue solo una excusa para limpiarse la zarpa de forma disimulada en la chaqueta del tipo. Parecía ensimismado leyendo uno de los muchos carteles que había colgado por todo el local, a los cuales el mink gato no les prestó un mínimo de atención, ya que Teruyoshi no entendía ni papa de lo que ponía ahí. Teruyoshi nunca había aprendido a leer y no iba a molestarse en preguntarlo.

Normalmente, recurría a alguna de sus habituales triquiñuelas para averiguar qué ponía en esas cosas, pero en este momento su atención estaba centrada en algo mucho más interesante que unos sucios papelajos lleno de garabatos. Al fin tenía una oportunidad para codearse con los luchadores de la isla, por lo que no tenía tiempo que perder en aquellas minucias.

- Veamos… y ahora a porrr el colmillo - dijo en un murmullo, clavando la mirada en la imponente montaña que se alzaba en la lejanía, mientras se pasaba una zarpa por la oreja de forma inconsciente tras darle un pequeño lametón.

Teruyoshi estaba emocionado ante la perspectiva de un buen combate y su cuerpo así lo manifestaba. Pequeños síntomas o delataban, como sus pupilas, normalmente rasgadas, estaban ahora dilatadas de pura emoción, al igual que podía observarse como su cola se movía dando tumbos de un lado a otro de forma brusca. Si alguien se hubiese detenido a observarlo, incluso habría notado cómo una fina capa de relámpagos cruzaban su pelaje azabache, formando a la vista una especie de mini tormenta que acompañaba cada uno de sus movimientos, ya que se puso a realizar unos cuantos estiramientos a modo calentamiento antes de empezar su camino.

- Seguro que esta vez merece la pena - pensó mientras comenzaba a trotar por las calles, emocionado por la sensación de una nueva aventura, en dirección a su nuevo objetivo.

Cosas varias
#2
Octojin
El terror blanco
Parece que has tomado una decisión. Aunque a decir verdad, tras oír la primera opción, todos sabíamos que ibas a ir en ese camino. El camino de la gloria, lo podríamos llamar, aunque claro, luego tiene que hacer justicia al nombre, pero de eso ya te encargas tú.

Abandonas la taberna con la confianza que solo un mink de tu calibre puede exudar. El aire fresco de la noche te golpea el rostro mientras te alejas del bullicio y las luces cálidas del interior. El camino hacia el Diente Oeste se abre frente a ti, un largo sendero que se extiende bajo un cielo salpicado de estrellas. A tu alrededor, todo parece tranquilo, casi demasiado.

No sé yo si es la mejor idea ir de noche. Pero qué sabré yo, solo soy un humilde narrador. Las farolas alumbran las zonas cercanas a la taberna, como si hiciesen de flechas que apuntan a ella, llamando la atención de cualquiera que pase por allí. Sin embargo, por el resto de la zona, la luz es algo más pobre.

A medida que avanzas, el sonido de tus pasos sobre el suelo de tierra se mezcla con el canto distante de grillos y el murmullo suave del río que bordea parte de la ruta en la lejanía. Hay una tenue luz, insuficiente para ver con claridad, pero suficiente para que no te tropieces con las piedras del camino, que por otro lado, son varias. La calma resulta extraña, pero no del todo incómoda. Lo único bueno es que te permite concentrarte en lo que realmente importa: llegar al dojo y demostrar tu valía. Seguramente tengas tiempo de pensar qué dirás y cómo. Aunque claro, quizá estamos dando por hecho que vamos a llegar.

No tardas mucho en notar que el trayecto será más complicado de lo que imaginabas. Aunque el sendero está despejado y la vegetación se retira hacia los bordes, el camino es largo. A cada paso, las montañas parecen alzarse más altas y distantes, casi burlándose de ti. El Diente Oeste está mucho más lejos de lo que habías calculado, y el esfuerzo que requerirá alcanzarlo comienza a hacerse evidente. 

Sigues el camino, pero pronto tus sentidos felinos te ponen en alerta. El aire parece cargado de algo que no puedes identificar al principio. Tus orejas se mueven con un ligero temblor, buscando captar sonidos fuera de lugar, y tu nariz detecta un olor peculiar: almizcle, tierra húmeda y algo más… una presencia. 

Miras a tu alrededor, ralentizando el paso. En la penumbra, más allá de los árboles que flanquean el sendero, puedes distinguir formas moviéndose entre los arbustos. Ojos que reflejan la luz de la luna te observan desde la distancia. Una manada de bestias se encuentra cerca, aunque por ahora no muestran intención de acercarse. Alguna que otra criatura asoma un hocico curioso, pero mantienen la distancia. 

Qué tensión, de repente. Las criaturas son grandes, de aspecto robusto y musculoso, probablemente depredadores. Aunque no parecen interesadas en ti por el momento, sabes que podrían cambiar de opinión en cualquier momento. Esto te lleva a detenerte en una bifurcación del camino. 

A tu derecha, el sendero bordea el río. Es más largo y serpenteante, pero parece relativamente seguro. El agua actúa como un límite natural que las bestias probablemente evitarán. A tu izquierda, el camino directo te lleva hacia las montañas, pero pasa peligrosamente cerca de la zona donde los animales parecen haberse reunido. No hay duda de que será más rápido, pero también más arriesgado. 

Tus ojos felinos brillan en la oscuridad. Me imagino que podrás tomarte unos segundos para tomar una decisión. Una que marcará el resto de tu travesía. ¿Bordearás el río y te tomarás el camino largo pero seguro, o te aventurarás por el sendero directo, arriesgándote a llamar la atención de las bestias? Es tu instinto quien tendrá la última palabra.
#3


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