Alguien dijo una vez...
Monkey D. Luffy
Digamos que hay un pedazo de carne. Los piratas tendrían un banquete y se lo comerían, pero los héroes lo compartirían con otras personas. ¡Yo quiero toda la carne!
[Común] [C-Pasado] Quilombos en Kilombo
Manon S. Du Soleil
Mao/Drine
Día 20 de Verano, año 724.

Estaba al tanto del motivo por el cual estaba visitando Isla Kilombo, la actividad de la isla había aumentado repentinamente y la marina había notado esto, por algún motivo los actos criminales en la isla iban en aumento, así como los problemas y las desgracias ¿Era posible pensar que la isla estaba maldita? Porque no veía ningún motivo de peso para que las personas se interesen en este lugar, bueno, si, había motivos de peso para que los criminales y los piratas se interesen en esta isla que solo contenía una cifra reducida de habitantes, una base de la marina y un faro habitado solo por una persona, o eso me habían dicho los lugareños cuando intenté sacarles información en medio de una charla amena y me arrojaron miradas desconfiadas. Está bien, la gente de esta isla se encontraba particularmente traumatizada por lo que estaba sucediendo ¿Qué estaban haciendo mis compañeros marines?

Me quedé pensando que atraía a tantos criminales aquí, supuse que lo que había deducido antes, la cantidad de habitantes en la isla y la inacción de la marina eran buenos para cualquiera que quisiera pasar desapercibido, además de que, al parecer, los controles que se hacían de las embarcaciones que tocaban puerto eran… Bueno… Me daba la sensación que no muchos. Si. Sabía que había muchos buenos marines, conocía a algunos, pero también era muy consciente de que otros estaban en sus puestos solo por el sueldo y no tenía la intención de poner como prioridad la seguridad de las personas. Fruncí el ceño mientras apuñalaba con el tenedor una frutilla que se encontraba al costado de mi porción de torta de mousse de chocolate; el tenedor resbaló un poco, haciendo que el metal chirríe ligeramente contra la cerámica del plato; comí la fruta con violencia mientras pensaba.

Ah, cierto ¿Dónde estaba? La mayoría de la población prefería un buen bar donde tomar cerveza o cualquier otro tipo de alcohol, como si fuese el líquido vital que alimentaba al mundo; seguro que alimentaba las penas de muchos, lo había visto; en mi caso, prefería tomar un chocolate batido con crema en la parte superior, y comer una torta de mousse del mismo sabor, en un bonito café con mesas al aire libre, suficiente para mantenerme atenta a las cosas que sucedían allí y, siendo sincera, me encanta ver cómo las personas prosperan: Los niños jugando, las parejas paseando, los anciano dándole de comer a las aves, los criminales ocultándose en los callejones donde, al parecer, les convenía mantenerse. Los soles en mis ojos brillaron con anhelo al ver a las familias con niños pequeños, era una vida que me había planteado, pero prefería mi trabajo en este momento, tenía mucho que hacer, mucho que inventar.

Y sinceramente no había nadie que me siga el ritmo hasta ahora.

Recogí los hombros, sorbiendo de mi chocolate batido con una bombilla, encantada con el ambiente agradable que se gestaba allí, me hacía recordar a los días en que jugaba con mis amigos y mi hermano. De pronto sentí un golpe en la cabeza, más exactamente en mis cuernos y, luego, un silbido le siguió al impacto, por suerte estaba lo suficientemente lejos del tenedor, pero casi me ahogaba con la bombilla, levanté la mano para tantear uno de mis cuernos y quitar la cosa gomosa de este: Una pelota. Giré mi cabeza, siguiendo la aparente trayectoria del objeto agresor hasta un grupo de pequeños que me miraban con expresiones aterrorizadas, pálidos como el papel. Debía ser no solo porque acababan de darme un pelotazo, sino porque, inclusive si estaba, en este momento, fuera de mi uniforme de la marina, aún tenía un tamaño lo suficientemente llamativo como para intimidar, al menos a la mayoría de los seres pequeños.

Y los niños tienden a ser especialmente pequeños. Es por eso que cuando me levanté con una sonrisa de oreja a oreja, acercándome a los niños, estos salieron corriendo con un varios gritos espantados, escondiéndose en los alrededores. Excepto una niña pequeña que se quedó mirándome con fascinación, parecía ser la más pequeña del grupo, me señaló con un dedo y luego a la pelota.

. – Rompió nuestra pelota.

Parpadeé, cambiando a una expresión desconcertada y luego me reí abiertamente, poniéndome de cuclillas frente a ella, no podía estar a su altura, pero al menos hacerme más pequeña.

. – No creo que eso funcione así, pequeña, la pelota que me arrojaron chocó contra mis cuernos, es algo injusto que me llames la atención cuando yo solo estaba allí. –Dejé caer la pelota pinchada a un lado– ¿Qué tal si te hago una más bonita? Soy una artesana muy hábil, pero con una condición.

Los ojos de la niña de cabello negro en dos trenzas y tez oscura centellearon intensamente.

. – ¡Si! Dígame señora de los cuernitos.

. – ¿Qué tal si me dices quien pateó la pelota y por qué?

Esta vez la niña se mostró más escéptica, llevándose un dedo a los labios para pensar.

. – Es que los demás creyeron que sus cuernitos no eran reales… –Replicó, balbuceando, un poco más tímida– Así que Allison quiso demostrarlo y pateó la pelota ¡Yo dije que no sería bueno! Pero no me hacen caso… –Bajó la mirada y luego la subió hacia mis cuernos negros– Yo creo que tiene cuernitos bonitos…

. – ¿A sí? ¿Quieres tocarlos? –No solía dejar que nadie, NADIE, toque mis cuernos, sin embargo, algunos niños eran encantadores, como esta pequeña.
#1
Sowon
Luna Sangrienta
La mañana comenzaba temprano en la granja, había mucho que hacer y Sowon se había dedicado a ayudar siempre que pudiese para ganarse unos berries extras. Su vida era dedicada al trabajo, ya fuesen simples o aburridos, todo lo que pudiese garantizarle dinero o comida era bien recibido por la enorme Oni. Aquel día había arado varias parcelas y también clavado varias cercas, se acercaba su horario de salir y los impresionados dueños del lugar le habían preparado un surtido de carnes ideales para recuperar su energía.

— Esto es muy bueno, deberían venderlo... —

Comentó la Oni arrasando con la mesa frente a ella como un torbellino embravecido, lo que no sabía era que de hecho los dueños vendían los mejores cortes y aquello era lo que sobraba pero lo cocinaban de tal manera que era una jugosa recompensa para la enorme rubia. Suspiró al saber que tras terminar el almuerzo debería buscar algo que hacer, observó de reojo buscando una excusa para quedarse pero no tuvo ninguna en mente. Tocaba regresar a la ciudad y a lo mejor dedicarse a rescatar gatos de los árboles o pasear perros, por lo que fuera eran trabajos que se le daban bien y los habitantes pagaban bastante por darles un buen paseo a sus cachorros.

— Pero antes un postre, sí olvidé pedir ese flan casero que hacen los viejitos... recuerdo un lugar que vendía postres. —

Se frotó la cabeza, rozando sus enormes cuernos negros mientras caminaba por las calles del pueblo. Era un pueblo que tras tantos días conocía como la palma de su mano, pese a que algunos lugares se le hacían todavía borrosos al no quedarse mucho tiempo en los lugares aburridos según sus pensamientos. Ese café estaba, justamente, en un lugar donde nunca pasaba nada y rodeado de niños que no era precisamente algo que le agradase. Los crios solían ponerle de mal humor, cuando ella tenía su edad estaba cazando sus primeros botines o luchando para romper las cadenas de su esclavitud. Las crias de las hormigas eran groseras, presumidas y no habían tomado una pala en su vida. Pero tocaba respirar profundo, exhalar y concentrarse en el enorme flan cremoso que le esperaba al llegar al café.

Al doblar la esquina, sus ojos esmeralda capturaron una escena de lo más peculiar, observó su kimono rojo mientras se sacudía algo de polvo y acomodó su enorme espadón en la espalda mientras se aseguraba de tener una postura erguida y oler lo mejor posible. Por suerte se había dado un pequeño refrescón antes de salir, aunque su cabello húmedo era complicado y más cuando tenía tan poco tiempo para arreglarse. Se ocultó en un callejón, mirando de reojo a la mesa y analizando a esa mujer, no todos los días se encontraba a alguien de su misma estirpe. Sangre de su sangre, se ajustó el escote mientras se aclaraba la garganta, pudo presenciar como los niños le arrojaban una pelota y como esta se levantaba. Sowon aceleró el paso, nadie molestaba a una hermana, si necesitaba defender su honor tenía un acero listo para impartir el respeto.

— Oniki... ¿Te están molestando? No me gusta cuando otros molestan a una hermana oni solo por verse diferente... —

Su figura era alta, cuatro metros de pura fuerza Oni que opacaban incluso a la otra mujer, su sombra se proyectaba dado la posición del sol y sus ojos esmeralda eran lo único que iluminaba una tenebrosa figura que había posado la diestra en la empuñadura de su arma. Sus ojos se cruzaron con los de la niña, dos almas que se conocían pero de la cual Sowon podía percibir cierto miedo pero más allá de eso una fascinación genuina que le hizo soltar la empuñadura. No parecía tener interés en molestar, si fuese así el miedo sería lo más fuerte pero en cambió la hormiga humana saltaba con una sonrisa extendiendo sus manos hacia el cielo en dirección a la pirata.

— Tch... ¿Qué sucede? ¿Por qué me miras así hormiga? No doy paseos gratis, son cien berries por cabeza ¡Y no lo hago los jueves! —

Se cruzó de brazos y desvió la mirada, era brusca, terca y algo grosera al poner apodos tan ofensivos para otros pero la niña no pareció tomarlo a mal. Pese a todo el dramatismo, la chiquilla no dejaba de dar vueltas a su alrededor, pensar que la rubia solo quería hablar con la mujer Oni y ahora tendría que soportar a esa niña quien sabe por cuanto tiempo. Si tuviera un berrie por cada mocoso que le admiraba tendría tres, lo cual no era mucho, pero ayudaría a pagar el café.
#2


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