¿Sabías que…?
... existe una tribu Lunarian en una isla del East Blue.
[Autonarrada] [T2] Impreso 31/9b... o el que sea. El caso es molestar
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Nowhere | Fénix
Impreso 31/9b... o el que sea. El caso es molestar

Día 33 de Verano del 724

Siempre había algo que hacer. Tan triste como cierto y, por desgracia, inevitable. No hacía ni dos días que habíamos regresado de Isla Kilombo, pero en cuanto habíamos puesto un pie de vuelta en Loguetown la sombra del pasado nos había golpeado de lleno. Al menos a mí. Ya desde la distancia, al bajar del barco, había podido percibir la sombra de la arrasada ala este de la base del G-31. Los andamios se comenzaban a perfilar a lo lejos, golpeados por la luz de la mañana en el momento de nuestra llegada gracias a la cortesía —y el dinero pagado, claro— del señor Stanman, que nos había llevado desde nada más y nada menos que Tequila Wolf. En la ambiente flotaba ese polvillo anaranjado típico de las obras y, aún en el puerto, si uno quería podía agudizar el oído para escuchar el sonido de metal siendo golpeado y madera siendo cortada. No habíamos llegado al cuartel siquiera y ya tenía claro que me esperaba mucho más trabajo.

Recorrimos las calles de Loguetown desde el puerto hasta la base de la Marina. A nuestro alrededor todo transcurría como si nada, aunque algunos lugareños con periódicos en sus manos leían, cuchicheaban y nos señalaban. No habíamos tardado demasiado tiempo en regresar desde la captura de Meethook, pero en un mundo como el que nos había tocado vivir las noticias volaban. Aun así, mis compañeros y yo avanzábamos intentando que los gestos a nuestro alrededor no calasen en nosotros.

Sí, la ciudad bullía de actividad. Los negocios que se sucedían a nuestro paso no dejaban de ver cómo los clientes entraban y salían. Todo hacía ver que nos hallábamos en una ciudad próspera y segura, que los puntos en los que el Gobierno Mundial decidía asentar sus bases tenían más facilidades para desarrollarse. ¿Sería aquello algo que se tendría en cuenta a la hora de decidir dónde establecer posiciones de seguridad? Desde luego, Loguetown era un punto clave al ser la última isla del East Blue antes de llegar a la Red Line: el punto por el que inevitablemente debía pasar el comercio y la casi obligatoria última parada de los piratas antes de llegar al Paraíso.

Era impresionante cuánto se habían ampliado mis horizontes desde que me alistase. Hasta hacía no demasiado tiempo todas mis nociones en lo referente a lo que había más allá de mi aldea se limitaban a lo básico. Sabía que los piratas existían, sí, y que había un Gobierno Mundial que intentaba mantener el orden. Conocía la existencia de la Marina como cuerpo militar dicho ente y que había una serie de personas que se autoproclamaban libertadores y se enfrentaban a los primeros. A mi aldea llegaban los periódicos, sí, pero en ellos no se transmitía la profundidad y la complejidad del mundo. Solo mostraban minúsculas fotografías de un gran tapiz, imposible de ser abarcado por completo por el objetivo de una única cámara.

En cuanto pusimos un pie en la base del G-31 nos confirmaron que en los siguientes días tendría lugar una reunión extraordinaria para decidir nuestro destino. Por una vez no estaba en juego la posibilidad de que me expedientasen, sino todo lo contrario. No terminaba de tener claro si aquello era algo bueno o malo, dado que mi aspiración en todo momento había sido destacar lo mínimo para mantener un sueldo y un puesto en el que trabajase lo mínimo posible. Un posible ascenso implicaba más responsabilidades, aunque, por otro lado, había reparado en que nuestros superiores por norma general doblaban el lomo menos que nosotros. Todo era cuestión de probar.

En cualquier caso, las en teoría buenas noticias no tardaron en ser empañadas por otras más desagradables. Una mujer de uniforme pulcro y perfectamente planchado, de ésas que no abandonaban la base para ninguna operación y se dedicaban únicamente a trámites administrativos, me interceptó en cuando me separé de mis compañeros. Me dirigía a darme una buena ducha y tumbarme a descansar un rato, pero, como si me estuviese esperando, la susodicha apreció después de torcer una de las esquinas de los pasillos que conducían a los barracones.

—Buenos días, suboficial Monogusa —dijo en tono pausado y despreocupado, colocando frente  a sus ojos una tablilla con varios documentos apilados encima y fijados con una suerte de pinza. Transmitía un aura a "cita previa" que hedía a burocracia. No la conocía y ya me caía mal—. Le buscaba para hacerle llegar una información referente a uno de sus últimos informes. Más concretamente, el elaborado en relación a la neutralización de... —Hizo una pausa para revisar sus documentos— el capitán pirata Broco Lee. Desde la sección de archivos le queremos comunicar que dicho documento es insuficiente dada la magnitud de la misión y los sucesos acontecidos en la misma. En consecuencia, se requiere que elabore usted un informe más extenso y detallado sobre lo sucedido a la mayor brevedad posible.

Atónito, me quedé mirando a la mujer sin saber demasiado bien qué decir. Veníamos de jugarnos la vida para detener a uno de los piratas más peligrosos de todo el East Blue. No sólo eso, sino que habíamos capturado a buena parte de su tripulación, desenmascarado sus secretos y obligado a lo poco que quedaba de los Piratas Veganos a huir con el rabo entre las piernas. Después de todo eso, aquella imbécil no tenía nada más que decir que "ha escrito usted demasiado poco". Pues claro que había escrito poco: después de semejante esfuerzo lo último que quería era redactar y explayarme en detalles innecesarios.

Pese a todo, lo último que me apetecía era iniciar una discusión con una mujer descansada y lúcida. Además, seguramente estaría acostumbrada a mantener disputas con quienes, con razón, se quejaban de la ineficiencia de la administración y de las trabas que ésta acostumbraba a poner para casi cualquier proceso. Tenía todas las de perder. En consecuencia, asentí, extendí la mano para que me diera el requerimiento y confirmé que les haría llegar el informe cuando estuviera listo. Cuándo iba a llegar ese momento era un asunto muy diferente, claro, pero eso era algo que nunca le diría. Por el momento, debía ingeniármelas para que alguien lo escribiese por mí. Después del último había acabado con dolor en el dedo que me servía de apoyo para la pluma a la hora de escribir. Que me sucediese lo mismo para completar un trabajo innecesario y redundante estaba fuera de lugar por completo.
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