Alguien dijo una vez...
Rizzo, el Bardo
No es que cante mal, es que no saben escuchar.
[Común] [C-Pasado] Un plumaje familiar [Priv. Donatella]
Sowon
Luna Sangrienta
Verano Día 24

La taberna ofrecía un mundo de posibilidades para la Oni y sus ambiciones. No tenía nada que perder y mucho que ganar tras haber superado grandes desafíos gracias a su espada, se relajaba sentada a un costado para analizar con su ojo clínico a las personas que ingresaban sin levantar sospechas. Los comunes y hormigas se habían acostumbrado a verle reposar mientras que otros se negaban a iniciar conflictos con ella. La rubia podía idenficarlos con cada movimiento, aquellos que simolemente estaban de paso, los que buscaban pelea y esos que marcaban a las personas como una presa fácil. En tierra de animales carroñeros solo se mantenían los depredadores y los astutos, la gigantesca Oni era del primer grupo. Una mujer que se valía de la fuerza y no temía en luchar con fiereza para defender lo suyo. 

Suspiró tras dejar la jarra de agua vacía sobre la mesa, el verano podía resultar agobiante en pleno mediodía y más cuando no había ventilación. Algunas gotas de sudor se acumulaban en su frente, similar a una lata de refresco que sufre la condena de un cambio de ambiente. Se frotó con el antebrazo, había entrado para refugiarse del sol, pero su cuerpo ya se inquietaba y su espadón que reposaba a su lado le tentaba a salir en busca de alguna emoción.

Nada le retenía, solo la sensación de aquella luz insensible que le pperseguiría durante todo el camino al bosque. Mordió el pescado y mojó el arroz en sus jugos para continuar comiendo, la delicia se convertía en un tortuoso bucle, al tragar volvía a necesitar agua pero esta vez siguió hasta dejar el plato vacío y consumir lo último que le quedaba de agua.

— ¿Quienes son estos idiotas? —

Preguntó al tabernero señalando una colección de carteles en la pared, todos rostros famosos y algunos poco agraciados, con una recompensa adorsada a su imágen y las palabras que determinaban la manera de entregarlos. "Vivos o Muertos" o la unilateralidad del destino, el tabernero explicaba que todos eran criminales. Algunos bandidos, otros focos revolucionarios y algunos domadores de los mares que se dedicaban al pillaje. No todos eran originarios o pasaban por aquella isla, incluso dudaba de si alguno de los más famosos tuvieran interés en una isla tan mundana como lo era aquella.

— Una lástima, por algunos pagan muy bien, pero por otros solo una miseria... estos dicen que son locales. —

Se inclinó sobre la lista de carteles más pequeños, al menos para su inmenso tamaño resultaban casi pañuelos. Una colección de lo más variopinta entre soldados renegados, bandidos calvos y algunos crios pandilleros con recompensas muy bajas. Podría hacerse una vida cazando a algunos, a lo mejor si era como acompañante o cruzando caminos con otros interesados. Le llamaban una pirata, pero ella era una guerrera y ¿Acaso los piratas no cazaban a otros para alzarse con un trono? Ella podía ser la pirata que se alimentase de otros y los usara para fabricar su propio trono. Los ojos le brillaron al verse sentada, sobre los cuerpos de varios sacrificios, podía ser el destino pero ahora le apetecía encontrar a alguno. 

Arrancó un par de recompensas, colocando todas en la mesa y analizando con sus brazos cruzados su mejor opción. Algunos a juzgar por los paisajes no parecían haber sido fotografiados lejos del pueblo, incluso reconocía haber pasado por alguna estructura similar o una calle particular al divisar los carteles más llamativos.

— Parece que estamos en una encrucijada, puede que sean locales pero pocos podrían frecuentar la misma zona... aunque... un momento. —

Murmuró mientras juntaba tres fotos, las tres parecían tomadas en un mismo lugar, un callejón de Rostock pero en diferentes momentos, lo notaba gracias a la pintura de un graffity plasmado en una de las paredes que se iba diluyendo al pasar los rostros. ¿Una base? ¿Un punto del bajo fondo? Lo que escondiese ese lugar podía ser su próxima mina de oro...
#1
Donatella Pavone
La Garra de Pavone
El calor del verano envolvía las calles de Rostock, el sol implacable parecía no tener intención de ceder. Donatella ajustó la capa ligera que llevaba, una prenda simple pero práctica que le ayudaba a pasar desapercibida. A pesar de su porte noble y su presencia magnética, había aprendido a camuflarse entre los plebeyos, una lección obligada desde que su mundo se había reducido a sobrevivir. Ya habían pasado algunos días desde su último encuentro con el anciano mercante que la había ayudado a sobrevivir en el naufragio, una parada más en su largo y tortuoso viaje. Con recursos limitados y sin ninguna noticia de sus aliados o del hermano que buscaba para cazar, no había tenido más opción que adaptarse rápidamente a su nuevo entorno.
 
Tras varias conversaciones con personas locales, pudo descubrir que si eres fuerte la mejor manera de ganar algo de dinero en Rostock era la misma que en cualquier lugar donde la ley apenas alcanzaba; cazando bandidos. Con su experiencia en combate cuerpo a cuerpo y su determinación, Donatella había demostrado ser una cazadora eficiente, aunque siempre con un objetivo mucho más grande en mente. Los días que llevaba en el pueblo le habían servido para observar y entender su dinámica; el lugar era un hervidero de oportunistas y depredadores, donde sobrevivían los astutos y los fuertes. Aunque sus motivos eran muy diferentes, Donatella encajaba perfectamente en ese cuadro.
 
El sonido dentro de la taberna le llegó antes de que la puerta de madera crujiera al abrirla. El lugar era un refugio para los locales y los forasteros que buscaban escapar del sol abrasador y, con frecuencia, de sus propios problemas. Donatella entró con paso firme pero cauteloso, sus ojos escaneando el ambiente con la precisión de alguien que había aprendido a desconfiar de todo. Fue allí como no pudo evitar que su mirada se detuviera en una figura que destacaba incluso en un lugar tan vulgar para ella. La figura parecía ser una mujer oni, no había duda debido a su imponente tamaño, cuernos y porte de guerrero, una criatura que parecía concentrada en una pila de carteles de recompensas esparcidos sobre su mesa.
 
La gigantesca figura contrastaba con los demás presentes. Su aura era inconfundible, era imposible que alguien experimentado en combate no reconociera esa mezcla de de fuerza bruta y determinación de inmediato. Había algo en ella que despertaba su interés; quizás fuera la manera en que estudiaba los carteles, como si cada rostro y cifra representaran una posibilidad de algo. Donatella sabía que ese tipo de concentración no era común, al menos no en personas que solo buscaban sobrevivir con el mínimo de las recompensas. Por ende, decidió acercarse a la mesa con pasos calculados, siempre manteniendo su compostura tranquila pero alerta pues no deseaba parecer una amenaza, pero tampoco iba a mostrarse con debilidad.
 
Donatella observó con cuidado los carteles, solo por un instante antes de hablar. — Disculpa la interrupción, pero… ¿encontraste algo interesante?  — comentó con su tono firme y cortes, dejando que sus palabras rompieran el silencio sin exponerse lo suficiente. Por supuesto, estando tan cerca decidió analizar con cuidado cada gesto y expresión de la oni, sus ojos ámbar brillaron con curiosidad mientras recorrían toda la escena que había iniciado en aquella mesa. — Tal vez pueda ayudarte. Llevo un tiempo cazando por aquí, y podría reconocer algunos rostros. — Se cruzó de brazos sin siquiera parpadear, manteniendo una distancia respetuosa, no había peligro ni malas intenciones en su propuesta, pero también quería transmitir que no era alguien que se asustara con facilidad, eso buscaría transmitir con su postura relajada pero firme.
 
Difícilmente me equivoco, pero parece que ambas estamos en busca de oportunidades. — continuó Donatella, inclinándose ligeramente hacia la mesa para examinar los carteles. Uno en particular llamó su atención, un rostro que le resultaba vagamente familiar con una foto en un característico callejón de grafiti, más esperaría a la reacción de la oni para saber que tanto acercase pues sus movimientos a pesar de que no traían malas intenciones podrían ser tomados de una forma u otra dependiendo de la persona. No obstante, la garra de Pavone, siempre estaba lista para reaccionar ante amenazas y peligros.
   
Durante su pausa, mediría las palabras que vendrían después por su posible interlocutora. Sabía que para avanzar en su misión necesitaría aliados, al menos temporales, y esta mujer parecía ser alguien que entendía el valor de la fuerza y la estrategia. Tal vez esta era su oportunidad para ganar algo más que dinero en Rostock. Donatella mantuvo su mirada fija en la oni, esperando su respuesta. En el fondo, sabía que estaba jugando una carta arriesgada. Pero en un lugar como Rostock, donde el destino podía cambiar con cada decisión, a veces el riesgo era la única opción.
#2
Sowon
Luna Sangrienta
La tranquilidad de la soledad se rompió con una voz que interrumpió sus pensamientos, bajó la mirada hasta ver a una figura, al parecer una chica que estaba por el lugar pero que ofrecía algo que no todos los individuos ofrecían gratis. Ayuda, asistencia, su actitud se mostraba demasiado cuidadosa, por lo que Sowon podía deducir que le veía como alguien a lo mejor peligrosa, no esperaba que alguien pudiese poner sus emociones tan al descubierto en un lugar como aquel. Pero la Oni siguió escuchando, sin interrumpir, tal como dictaban sus enseñanzas primero debía escuchar todo para sacar alguna conclusión posible, las palabras eran un arma filosa que podrían cortar más que cualquier espada. Cazando, esa palabra hizo que Sowon levantase una ceja por mera curiosidad, esa mujer había declarado que se dedicaba a cazar y los cazadores muchas veces buscaban piratas. No sabía si era una amenaza, si podría conducirle a una trampa, pero tampoco pareció brindar aquel dato por error, estando más interesada en los carteles que en la inmensa mujer que se encontraba a su alcance. Suspiró, sin mucho más que analizar, esperando algún golpe o truco que nunca llegó.

― La verdad no conozco a estos tipos, pero si ves las fotos fueron tomadas cerca del mismo lugar, un callejón a unas cuantas calles que parece abandonado a los ojos de los habitantes pero no creo en las casualidades. Son tres personas, criminales con precio sobre su cabeza que frecuentan una misma zona. Me interesa saber que hay en ese lugar, si encontramos a esos tipos puedes quedarte con la recompensa, buscamos una oportunidad pero lo que yo busco es la cabeza de algo más grande... ―

Comentó con toda su sinceridad, una enorme muestra de humildad y sin ocultar ningún tipo de información, no veía la necesidad de hacerlo ya que los cazadores simplemente buscaban presas, en su mente no era más que darle una pista obvia que ahorraría gastos en investigación o en sobornar a los testigos. Levantó la enorme espada, aquella que enfundada parecía una columna más, como si no pesara ni la quinta parte de lo que aparentaba, levantando su cuerpo para estirar sus brazos una vez colocada en su espalda. Su mirada descendió nuevamente a la mujer, no le molestaba su presencia y le había tratado con el suficiente respeto para que le viese de manera diferente a otras hormigas, no había detectado una mala intención de su parte ahora pocos podían engañarle desde que su cuerpo advertía los cambios en ciertas emociones.

― Toma los carteles, iremos de paseo, mi nombre es Sowon Shinozaki y aceptaré tu compañía. No debemos hacer esperar a esos tontos, no queremos que otro pose sus ojos sobre nuestro plato de comida. ¿Cuál es tu nombre? No quisiera tener que llamarte por un apodo cuando todas las hormigas lucen tan parecidas... ―

Bromeó mientras comenzaba a avanzar hacia la salida, dejando el pago por su comida sobre la mesa, demostrando que era tan honesta y noble como un niño sin dejar nada a medias. Suspiró al colocar su brazo sobre la frente, bloqueando el sol nuevamente, iba a ser una caminata pesada sin la compañía correcta y como no le gustaba quedarse callada, tomó las riendas de la conversación.

― ¿Oportunidades? Puede que busquemos algo similar, lo que busco es un objetivo, lo que ustedes llaman un sueño algo por lo cual estaría orgullosa de dar la vida. Pero de momento no hubo suerte, sigo sola y las compañías no parecen estables en estos tiempos, no es que me moleste pero todos dicen que necesitaré un grupo de personas poderosas para cumplir mis ambiciones y más si resultan ser tan grandes como mi cuerpo. ¿Qué te trae a este lugar? Es un pueblo tranquilo para vivir, pero no sé si haya muchas emociones para una cazadora experimentada con la presencia de la marina pierden terreno... ―


Explicó con una sonrisa, pareciendo olvidar el agobiante calor a la par que sus palabras fluían como el soplo de aire fresco necesario para soportar ese martirio. Tomó la senda con sombra, mientras observaba las esquinas de reojo, intentando ubicar algo fuera de lo normal mientras se acercaban al dichoso callejón. Identificó el aroma a pintura fresca, los grafitis se extendían en los edificios alrededor de esa zona, pero ahí estaba más desgastado que en las fotos pero indudablemente el rostro de un hombre sacando la lengua y varias palabras sueltas y borrosas a su alrededor era el sitio de las fotos y de momento parecía extrañamente desolado.
#3
Donatella Pavone
La Garra de Pavone
La reacción de la oni era simplemente fascinante e inesperada, desde el momento en que Donatella habló, había estado estudiando cada movimiento de aquella imponente mujer, no solo por cautela, sino también por pura curiosidad pues su raza solía tener cierta fama en los mares más peligrosos. Sowon Shinozaki, como había revelado llamarse, no solo aceptaba su compañía, sino que también parecía valorar su presencia como algo más que una simple distracción. Eso, para la Garra, era un cambio refrescante en comparación con la condescendencia con la que muchos solían tratarla desde que había llegado a Rostock con puros trapos de bailarina de segunda y una capa vagamente limpia. No obstante, también pudo sentir una advertencia; Sowon era más de lo que parecía a simple vista.
 
Donatella Pavone. Aunque me temo que ese nombre no tiene el peso que solía tener. —respondió con un tono tranquilo pero firme, dejando escapar una leve sonrisa ante la mención de las “hormigas”. — Es un placer, Sowon Shinozaki. Y tienes razón, no deberíamos dejar que otros se adelanten a nuestro plato. — continuó reflejando un poco más de entusiasmo, era agradable tener compañía para una misión después de tantos días alejada de su guardia real tras el naufragio.
 
Tomó los carteles que la oni le ofrecía, dándoles un vistazo rápido mientras caminaban hacia la salida de la taberna. Las imágenes eran borrosas y algo desgastadas, pero el patrón que Sowon había señalado era claro. Tres rostros distintos, un mismo lugar; un callejón que, al parecer, había servido de escenario para más de un crimen. Mientras caminaban, Donatella ajustó su capa ligera y dejó que su mirada se moviera constantemente, escaneando las calles como había aprendido a hacer desde que se había convertido en cazadora. Sin duda había aprendido que, en Rostock, las calles tranquilas siempre escondían algo más bajo la superficie.
 
La voz de Sowon interrumpió sus pensamientos, retomando la conversación mientras el calor del día parecía menos sofocante bajo la sombra que ambas compartían. La oni hablaba con una sinceridad y claridad que Donatella encontraba sorprendente. Había algo admirable en la manera en que expresaba sus ambiciones, su voluntad de encontrar un propósito más grande que ella misma. En muchos sentidos, Sowon parecía ser una persona que sabía exactamente quién era y lo que quería.
 
Un sueño, ¿eh? —Donatella dejó escapar un leve suspiro, sin desviar la mirada del camino mientras consideraba la pregunta de Sowon, que por un instante le hizo pensar en su prófugo hermano.  — No estoy segura de tener uno en este momento. Mi vida es más… pragmática. Hay algo que debo hacer, una responsabilidad que no puedo ignorar. ¿Un sueño? Eso vendría después, si es que llego a permitírmelo. —  Las palabras salieron más honestas de lo que esperaba, deseando que con suerte su enorme acompañante apreciaría la franqueza.
 
A su alrededor, el pueblo comenzaba a cambiar, las calles se volvían más estrechas y las marcas del paso del tiempo eran más evidentes en las paredes y edificios. Los grafitis que Sowon había mencionado eran inconfundibles ahora, como un rastro que guiaba hacia el callejón en cuestión. — ¿Qué me trae aquí? — Continuó, manteniendo la conversación mientras sus ojos recorrían los alrededores, buscando cualquier signo de actividad sospechosa. — Circunstancias. Rostock es un paso, no un destino. Cazar aquí me ayuda a reunir los recursos que necesito para seguir mi camino, pero no planeo quedarme mucho tiempo. — Sus palabras cargadas de convicción dejaban más que claro que para ella Rostock no tenia nada interesante, tan solo era una parada indeseable que se vio forzada a realizar.
 
A medida que seguían adentrándose en su rumbo, el aroma a pintura desgastada se intensificó. Allí estaba el grafiti que había visto en los carteles, un rostro pintado con descaro y las palabras borrosas que lo rodeaban, casi irreconocibles por el tiempo y la intemperie. Sin embargo, la escena que debería haber estado llena de actividad estaba desolada, de hecho, demasiado tranquila para un lugar que servía como base para tres criminales con precio sobre sus cabezas. — Demasiado tranquilo. — murmuró Donatella, más para sí misma que para su acompañante. Sus ojos ámbar se estrecharon mientras recorrían la zona con la mirada, buscando cualquier señal de movimiento o algo que no encajara pues la ausencia de actividad era, en sí misma, un signo de advertencia.
 
No me gusta esto. — dijo en voz baja, con un tono más serio. — Si estos tres operan aquí, entonces saben cómo esconderse o… deben saber que veníamos. — Concluyó tras dejar caer los carteles al suelo con un movimiento despreocupado, como si los rostros de los criminales ya no fueran importantes. Todo lo que importaba ahora era lo que sucedería a continuación. Sowon había mencionado querer algo más grande, y Donatella podía sentir que estaban a punto de encontrarse con algo que quizás cumpliera esa descripción. A modo de precaución tronó sus dedos para luego relajar sus manos que se encontraban cubiertas por sus guantes de combate, aunque manteniendo cada músculo de su cuerpo listo para moverse en un instante. La Garra de Pavone nunca subestimaba a sus oponentes, y no tenía intención de comenzar ahora.
#4
Sowon
Luna Sangrienta
Había algo que le llamaba la atención de aquel nombre, algo que le llamaba particularmente la atención, se sumió en sus pensamientos mientras caminaba con el apellido en la punta de la lengua. Pavone... Pavone, lo saboreaba, había comido un pavo hace cuatro días pero no era eso, Pavone, Pavone... lo pensaba, lo mascullaba y buscaba entre los rostros que venían a su mente en aquel momento. Pavone, algo tenía ese apellido ¿Pero que era? Lo había escuchado o lo había leído, volvió a cerrar los ojos y entonces reconoció una voz que lo había mencionado tenía una voz pero no sabía si era una masculina o femenina. Se sentía fatal por estar ignorando lo que podía ser la mejor conversación de su vida, al menos las respuestas llegaba a captar un poco de información pero desde que salieron de ese lugar el apellido se había vuelto una luz imposible de apartar. Como si su cuerpo le estuviera diciendo que había algo importante allí, algo de lo cual extrañamente le resultaba muy reciente, los rostros comenzaban a desaparecer en su mente. No había escuchado el nombre en algún antro, tampoco había sido en la granja, suspiró pero entonces bajó la mirada a esa calle y una bombilla pareció encenderse en su cabeza.

— Plumitas... era eso, el muy idiota se olvidó de esperar al postre que pedí para ambos y me dejó comiendo sola. Espero que esos modales no sean de familia, porque si logramos sacar un puñado de Berries espero que me acompañes hasta el helado. No sabía que tuviese a alguien como tú y no me haya hablado ni una vez de semejante belleza. —

Masculló mientras recordaba el nombre "Mas Lluvia Pavone" o algo así, era plumitas para ella y el tonto que se había ido antes de probar el mejor helado de la Isla. Desde entonces no lo había vuelto a ver, parecía que evitaba a toda costa ser encontrado por ella y al tercer día debió comerse el helado que le había guardado ya que no podía seguir rompiendo la cadena de frío. Había sido doloroso, lo comió llorando con lágrimas casi tan saladas como la hamburguesa más popular del lugar. Pero incluso mientras había gritado que se comería su helado, Plumitas parecía haberse esfumado de la faz de la tierra y a lo mejor algún bandido lo había matado por esas muestras de piedad que solía tener. Sowon comenzó a reír, a lo mejor había reencarnado como una mujer y lo cierto era que Plumitas desde siempre le había parecido una persona extraña.

— ¿Pragmática? Eres la primer humana que pone los hechos por delante de algo imaginario, me agrada que así sea y estoy consciente de que esta isla es más como una cuna de oportunidades. Viajeros, criminales, todos vienen aquí a probarse o a buscar gente fuerte que puedan reclutar viendo este lugar como una simple piedra en su zapato. No es mala isla, pero empieza a quedarse corta cuando lo único que puedes hacer es irte a por animales salvajes... —


Respondió a medias, el pensamiento de Mayura y el apellido le había impedido oír demasiado de las palabras pero supuso por su tono de voz que no había dicho nada diferente a otros que ya conocía. Rostock nunca era un lugar clave, una Isla perdida en un mar apartado del mundo y que apenas estaba saliendo de un bloqueo en cuanto a su progreso. La presencia de la Marina hacía que aquel lugar fuese más un paraje muy efímero para quienes se dedicaban a vivir de los crímenes y por tanto que un cazador estuviera durante mucho tiempo explorando era un escenario inclusive más improbable.

— Si saben que veníamos... No me importa, pueden venir con refuerzos que los haremos pedazos, no me preocupaba en lo absoluto que pudieran vernos o no. Lo importante es que no pueden dejar este lugar sin protección... ¿Deberíamos tocar? —

Sonrió de manera salvaje mientras desenvainaba su enorme espadón, en un simple movimiento la enorme espada había destrozado la barricada de madera que se encontraba delante de una casa supuestamente abandonada. Temblando, aplastado por la propia madera se encontraba un hombre que apuntaba un arma al aire, jalando el gatillo pero esta se había atascado. La rubia simplemente le ignoró, descendiendo su filo sobre este hasta que la punta del arma se encontraba a escasos segundos de atravesar su cráneo. El revolver cayó al suelo, mientras que la imponente Oni le indicaba con una mano a su compañera que vigilase.

— ¿Dónde está? Sabemos que aquí guardan algo, algo seguramente valioso... No intentes nada, simplemente dime donde se esconden esos tres y que se cuece... —

Preguntó con seriedad, no estaba ahí para jugar a las escondidas y tampoco tenía paciencia para los criminales, pero sentía que eliminar a ese hombre sería un desperdicio para su espada. Su acero no le había tocado, simplemente la puerta había caído encima y mancillar su honor con una presa tan pobre era un acto mundano, los Onis siempre buscaban que su arma tomase la fuerza de todo lo que cortaba y ciertamente esa alma no le garantizaba fuerza o miedo a su arma. El mediodía parecía haber traído a la muerte, la Luna Sangrienta, que buscaba saciar la voluntad de su arma con las almas adecuadas.
#5
Donatella Pavone
La Garra de Pavone
Donatella observó en silencio mientras Sowon procesaba algo en su mente, sus ojos reflejaban un torbellino de pensamientos. Parecía que algo había despertado una chispa en la memoria de la oni, pero no estaba segura de qué se trataba. La mención de “Plumitas” hizo que un músculo en el rostro de Donatella se tensara ligeramente. Era difícil no imaginar de quién hablaba Sowon, pero optó por no revelar nada aún de su búsqueda y quedarse con la intriga de sobre quien se refería. Espera que, a su debido tiempo, tal vez, esas piezas encajarían con la búsqueda que La Garra Pavone tenía.
 
No me culpes por los modales de los extraños. No soy de las que olvidan las formalidades. — Respondió con un tono seco, pero dejó escapar una leve sonrisa, como si intentara suavizar su comentario. A pesar de su postura tranquila, cada palabra de Sowon acerca de "Plumitas" la hacía más consciente de que su hermano podía haber dejado huellas en más lugares de los que había imaginado. ¿Acaso era posible que Mayura hubiera cruzado caminos con esta mujer?
 
Siguió escuchando mientras Sowon hablaba de Rostock, la isla y sus limitaciones. La oni era directa y salvajemente honesta, algo que Donatella encontraba refrescante. Aunque Rostock era un lugar limitado, ella había aprendido a adaptarse y a aprovechar las oportunidades que le ofrecía. Su pragmatismo era lo que la mantenía enfocada, y aunque Sowon parecía más despreocupada, había algo en su espíritu combativo que inspiraba cierta confianza.
 
Cuando llegaron al callejón y Sowon hizo su comentario sobre tocar, Donatella apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de que la oni desenvainara su enorme espada y destruyera la barricada con un solo golpe. La madera voló en todas direcciones, y la explosión de fuerza fue suficiente para que Donatella retrocediera un paso instintivamente. Sus ojos ámbar se fijaron en la escena, un hombre atrapado bajo los escombros, su arma inútil cayendo al suelo. Donatella avanzó un par de pasos, su mirada seria mientras Sowon interrogaba al hombre.
 
La escena era increíble, una mezcla de brutalidad y dominio absoluto de la situación. Pero Donatella sabía que, aunque Sowon podía manejarse sola, siempre había margen para lo inesperado. Se posicionó a un lado, vigilando los alrededores como la oni le había indicado. — Habla rápido, porque te aseguro que mi compañera no tiene mucha paciencia. — Dijo con frialdad, sus ojos recorriendo el rostro del hombre atrapado. Había aprendido a leer el miedo en los rostros de los demás, y este hombre estaba al borde del pánico. Era cuestión de tiempo antes de que soltara la información que buscaban.
 
El silencio del callejón se rompió por el sonido de algo moviéndose en el interior del edificio. Donatella giró la cabeza hacia el ruido, sus sentidos alerta. Había algo o alguien dentro, y la energía del lugar había cambiado. — Tenemos compañía. — Murmuró, sus palabras dirigidas a Sowon pero sin apartar la vista de la entrada. Sus manos, aún cubiertas por los guantes de combate, se prepararon para lo que viniera. No era su primera vez en una situación como esta, y sabía que la ventaja de la sorpresa ya no estaba de su lado.

El hombre atrapado balbuceó algo, pero su voz era apenas un susurro entrecortado por el miedo y la adrenalina. Donatella no estaba segura de sí era información útil o simplemente un intento desesperado de salvar su vida. Miró a Sowon, esperando su decisión. La oni había demostrado ser impulsiva, pero no sin un propósito claro. Era cuestión de ver qué camino elegiría, el enfoque de Donatella estaba completamente en el presente, en el peligro que sabían que se avecinaba, dejando a un lado por completo su misión principal en la vida.
#6


Salto de foro:


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