Hay rumores sobre…
... una isla que aparece y desaparece en el horizonte, muchos la han intentado buscar atraídos por rumores y mitos sobre riquezas ocultas en ella, pero nunca nadie ha estado en ella, o ha vuelto para contarlo...
[Aventura] ¡Hoy es el día de Sumpa! [Aventura T2]
Ragnheidr Grosdttir
Stormbreaker
Día 17 Verano del año 724


El Día de Sumpa en el centro de Kilombo se presenta como una explosión vibrante de colores, sonidos y texturas que convierten las calles en un espectáculo para los sentidos. Banderines multicolores atraviesan las calles de un lado a otro, ondeando suavemente al ritmo del viento. Cada banderín lleva símbolos pintados a mano. Murales efímeros adornan las paredes, realizados por artistas locales. Muestran escenas de una figura heroica que es representado con un rostro sereno y ojos que parecen estar mirando hacia el horizonte. Los tonos predominantes son el dorado, el azul celeste y el terracota. En el centro de Kilombo, el aire parece vibrar con una energía diferente. Es el Día de Sumpa, y las calles han dejado atrás su habitual rutina para transformarse en un escenario de celebración y reverencia. El sol, que cuelga alto en el cielo, ilumina cada rincón con una calidez especial, haciendo que los colores que decoran la ciudad brillen aún más intensamente.

Por encima de las calles, banderines multicolores se balancean suavemente con la brisa, llevando inscripciones y símbolos que, para un observador como Asradi, podrían ser fragmentos de una historia o algún tipo de lenguaje secreto. Los muros están cubiertos de murales recién pintados, donde la figura de Sumpa, con una expresión serena y casi divina, aparece rodeada de motivos que evocan la naturaleza, el cielo y lo eterno. La multitud se desplaza por las calles, vestida con trajes que parecen guardar significados ocultos en sus patrones y colores. Algunos llevan máscaras, talladas y decoradas con plumas, metales y piedras brillantes que reflejan la luz. Las máscaras representan bestias míticas y espíritus protectores, añadiendo un aire místico a los movimientos de los bailarines que las portan. Las danzas son fluidas, casi hipnóticas, mientras los tambores marcan un ritmo que resuena en el pecho de quien lo escucha.

El aroma de la comida flota entre los presentes. Desde los puestos que bordean las calles, el olor a especias, panes recién horneados y carnes asadas crea un rastro irresistible. Los vendedores ofrecen un pan dulce en espiral, un emblema del día, que aseguran está bendecido en nombre de Sumpa. Los mercados rebosan de frutas exóticas y bebidas de colores vibrantes, como si incluso la comida se sumara al espectáculo visual. En el centro de la celebración, una procesión avanza con solemnidad. La figura de Sumpa, tallada en un material que brilla como si tuviera su propia luz, es transportada sobre un carro decorado con flores y cintas doradas. La multitud sigue la marcha en silencio reverente, algunos portando velas encendidas, otros murmurando oraciones o deseos. El ambiente se llena de una sensación profunda, como si cada paso de la procesión estuviera cargado de significado.

Mientras el día avanza, el espíritu de la festividad se intensifica, una mezcla de júbilo, admiración y algo que Asradi no puede identificar del todo. Kilombo late al ritmo de su propia celebración, y en ese pulso, Sumpa parece ser más que una figura; es un símbolo, una conexión con algo que trasciende el tiempo y el espacio. Puedes ver al pasear por ahí, que el nombre de "Sumpa" está literalmente por todas partes. Notas como algo tira de tu ropa. Cuando mires, contemplarás unos ojos abrirse como pequeños soles. Es una niña de no más de seis años.

Señora, ¿dónde está mi mamá? — Te pregunta al borde del llanto. El agarre pasa a tu mano. Notas como la calle está tan abarrotada que incluso alguno te golpea y lo mismo le pasa a la niña.

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#1
Asradi
Völva
Personaje

Virtudes y Defectos

Inventario


Según tenía entendido, zarparían al día siguiente. Dejarían atrás Kilombo y se embarcaría junto con Airgid y los chicos en una nueva ruta. O a una boda, eso tenía entendido. Tenía curiosidad, todo sea dicho. Y, parecía, que ahora Kilombo les iba a despedir de una manera bastante llamativa. A ver, no a ellos específicamente, pero había comenzado una especie de colorido y vibrante festival que le había llamado la atención. ¿Por qué no disfrutar de él en las últimas horas que le quedaban en esa isla? Y vaya que no se había arrepentido, ahora que se paseaba por las calles llenas de vida y color. El ambiente era cálido, festivo. La gente disfrutaba de la música y llevando banderines de colores con alguna especie de efigie de algún dios local, quizás, impreso en dichas telas.

Al ir atravesando las calles principales, también pudo observar a dicha efigie pintada en los muros, con una expresión serena y pacífica. Como una especie de cuidador o protector de aquella isla, donde los lugareños también le rendían culto con bailes quizás ceremoniales bajo aquellas ropas y máscaras tan características. Asradi sonrió de manera suave, cómoda. Nadie se estaba fijando en ella sobre todo por su peculiar forma de caminar. El mercado también estaba abarrotado, con los mercaderes ofreciendo sus jugosas frutas, de varios colores. En definitiva, el lugar exudaba alegría, y ella estaba bastante fascinada con todo eso. Se detuvo en uno de los puestos, comprando algo de comida callejera local. Unos aperitivos, mientras continuaba inmersa en esa vorágine festiva. Lo único que era algo incómodo, era la cantidad de gente por la calle, con la que, definitivamente, rozaba o la golpeaban ligeramente en alguna ocasión, aunque tampoco le molestaba tanto.

Pronto comenzó una especie de procesión, donde llevaban la efigie tallada de Sumpa, por lo que Asradi se colocó con el resto de la gente, o con parte de ella, en el lateral de la calle principal por donde estaba pasando aquel colorido espectáculo. El silencio había copado la escena en cuanto la procesión había comenzado, y ella se dedicó a contemplar con una mezcla de respeto y admiración todo el proceso. El día avanza y las festividades continúan. Hay algo en el aire extraño, pero no desagradable. Como si fuese algo más solemne, algo que no fuese capaz de explicar. Estaba contemplando tranquilamente la procesión, cuando sintió un tironcito, casi tímido, en su ropa. Eso le hizo volverse, y el corazón de Asradi se encogió y fascinó al mismo tiempo cuando sus ojos azules se toparon con ese par de soles preciosos en un rostro tímido y compungido.

Una simple niña pequeña que, ahora, la miraba como si fuese una especie de salvavidas.

¿Tu mamá? ¿Te has perdido? — Y como para no perderse, con toda la gente que había por la calle.

No tardó en sentir que el agarre de la niña cambiaba de objetivo y ahora era su mano lo que estrechaba. Un gesto que la sirena le regresó con delicadeza. Y, con la otra mano, acarició la mejilla suave de la pequeña.

Vamos a hacer una cosa... — Porque ahora ya la gente se comenzaba a amontonar y a medio empujar a la niña. Asradi la apartó del gentío todo lo que pudo, acercándola protectoramente contra su cuerpo. — Vamos a buscar a tu mamá, pero tienes que decirme como es. — O, al menos, que le diese los pocos detalles que la niña supiese.
#2
Ragnheidr Grosdttir
Stormbreaker
Asradi sostuvo la mano de la niña con cuidado, notando lo pequeña y frágil que era en comparación con la multitud que continuaba moviéndose a su alrededor como un río imparable. La niña, con esos ojos que parecían dos soles, te miró con un atisbo de confianza renovada, aunque sus mejillas seguían húmedas de lágrimas recientes. —Mi mamá tiene un vestido azul, como el cielo y ... —La voz de la niña temblaba, pero seguía hablando, mientras señalaba con un pequeño dedo hacia una dirección difusa— Y tiene el pelo largo, así... así... —Hizo un gesto con su mano para describir ondas sueltas. Es imposible no sentir ternura con esa niña. Cada vez que se mueve, se le tambalea el casquito de plástico que tiene. Mientras avanzas hacia el área menos abarrotada, la niña parecía aferrarse más fuerte a tu mano, como si temiera que ella también pudiera desaparecer en aquella marea de gente. A cada paso sentirías cómo la pequeña se relajaba un poco, a pesar de las circunstancias. La conexión entre ambas se volvía casi tangible, como si algo profundo e inexplicable las hubiera vinculado. —Por aquí.—Dijo la niña de pronto, tirando suavemente de tu mano hacia un callejón que se abría entre dos edificios decorados con murales. Las paredes estaban cubiertas de colores vibrantes, pero el callejón en sí parecía más sombrío, como si la luz y la festividad se detuvieran al borde de su entrada. Un grupo de tres hombres se encontraba en el fondo del callejón. Sus ropas estaban desaliñadas, y sus gestos eran agresivos. Uno de ellos, un tipo corpulento con cicatrices visibles en la cara, sujetaba con fuerza a una mujer que luchaba por liberarse. Su vestido azul, ahora arrugado y sucio, dejaba claro quién era, la madre de la niña. Los otros dos hombres reían entre dientes mientras observaban, bloqueando cualquier posibilidad de salida.

¡Mamá! —Exclamó la niña con una mezcla de miedo y alivio, soltando la mano de Asradi y corriendo hacia la mujer. El sonido de su voz atrajo la atención de los tres hombres. El que sujetaba a la mujer soltó una carcajada seca, mientras uno de los otros daba un paso hacia adelante, evaluando a la recién llegada con una mirada desagradable. Uno de ellos parecía un mink ... Bueno, más bien, iba con tun traje de la mafia mink. Otra vez la mafia de los mink ... Kilombo necesitaba una limpieza pronto. —Vaya, vaya... parece que la fiesta nos trajo un espectáculo extra. —Comentó el hombre más delgado, con una sonrisa torcida y ojos llenos de malicia. Los hombres intercambiaron miradas, pero ninguno retrocedió. El grupo de tres hombres en el fondo del callejón tenía un aire amenazante que era imposible ignorar. Cada uno de ellos parecía una encarnación del peligro que podía surgir en las sombras de una festividad abarrotada. El líder, el corpulento, era un hombre de hombros anchos y estatura imponente. Su rostro estaba cruzado por varias cicatrices, incluido un tajo irregular que le atravesaba la ceja derecha hasta la mejilla. Vestía una chaqueta de cuero desgastada y pantalones manchados de barro, como si estuviera acostumbrado a moverse en lugares tan oscuros como su intención. Sujetaba a la mujer con una mano firme alrededor del brazo, torciéndolo hacia arriba de manera cruel mientras la empujaba contra la pared. El dolor evidente en el rostro de la mujer se veía amplificado por el esfuerzo que hacía para no gritar demasiado fuerte, como si temiera atraer más atención.

El segundo hombre, más delgado y nervioso, tenía un rostro huesudo y ojos pequeños que brillaban con un descarado placer mientras observaba la escena. Llevaba un chaleco sucio y una camisa arremangada que dejaba ver tatuajes rústicos en sus brazos, los cuales parecían haber sido hechos con herramientas improvisadas. Con un cuchillo de hoja corta y mellada, amenazaba a la mujer al nivel de la cintura, moviéndolo de manera que el metal atrapaba la escasa luz.

Deja de moverte, preciosa, o esto se pone feo de verdad —Se burló, su voz tan afilada como la hoja que sostenía. El tercero era más joven, con un semblante inquieto que intentaba ocultar bajo una máscara de confianza forzada. A pesar de su fachada, sus manos temblaban ligeramente mientras ayudaba a inmovilizar a la mujer, sujetando sus muñecas con fuerza mientras el corpulento la presionaba contra la pared. Tenía un aspecto menos intimidante, pero su nerviosismo era peligroso, el tipo de volatilidad que podía explotar en violencia imprudente. La mujer, a pesar de sus intentos por mantenerse firme, mostraba signos evidentes de agotamiento. Su vestido azul estaba desgarrado en un costado, y había hematomas visibles en sus brazos donde la habían sujetado con fuerza. Sus largos cabellos oscuros, desordenados por la lucha, enmarcaban un rostro pálido pero decidido mientras intentaba desesperadamente zafarse. Este ultimo es quién se adelanta y toma a la niña en brazos. No resulta ser un problema muy evidente, ya que es demasiado pequeña.

Tú, niña. — Te dice a ti. — Vamos, ven. No grites. No te vayas corriendo. No luches. — Te ordena. — Si haces algo de eso, las mataremos. — Pasó el cuchillo por el cuello de la madre de la niña.
#3
Asradi
Völva
Personaje


Bueno, era una descripción un tanto escasa. Pero era una niña pequeña y eso era lo más que iba a sacar de un infante. Y, de todas maneras, la pequeña tenía la edad suficiente como para, esperaba, reconocer a su madre si lograban encontrarla o que estuviese en las cercanías. Solo tenían que tener paciencia y buscar y, probablemente, preguntar a algunas personas, a ver si se prestaban a ayudar. De todas maneras, Asradi permanecía sujetando la mano de la niña en todo momento y notando también como ella se aferraba a dicha extremidad. Casi como si temiese perderla al igual que había sucedido con su madre. Por otro lado, a la sirena se le dibujó una suave sonrisa al verla tan animada ahora a pesar de todo. Como si aquella simple ayuda que le ofreciese, hubiese sido un pequeño barquito de esperanza para ella.

Ten cuidado y no te separes, ¿vale? — Le advirtió. Había demasiada gente y un tirón, o algún empujón mal dado de alguna persona, podría hacer que la cría se perdiese de nuevo si se separaban.

Mientras se aproximaban hacia los murales, donde los callejones nacían y no había tanta gente, Asradi podía sentir la calidez de esa manita. Y no solo eso, sino como eses ojillos que, ahora, emanaban esperanza por encontrar a su madre, le calentaban el pecho y le hacían sonreír de manera suave. Nunca había sido buena con los niños, en cuanto a socializar con ellos, pero no le disgustaban. Simplemente, no había tenido la oportunidad y su vida había estado demasiado centrada en protegerse a sí misma.

Fuese como fuese, todo a su alrededor era vibrante y colorido, el festival continuaba, pero ahora ambas estaban en otro tipo de búsqueda.

¿Estás segura? No creo que este lugar... — Asradi cambió totalmente su expresión cuando la niña comenzó a tironear de ella hacia uno de los sucios y lúgubres callejones. Pero no tardó en escuchar voces. Y el tono empleado no le gustaba para nada. Solo cuando se adentraron un poco más, con una sirena bastante reacia y protectora, fue que la expresión de la pelinegra se agrió de inmediato.

¿Esa era la madre de la niña? Y, aunque no lo fuese, ¿qué creían que estaban haciendo eses idiotas? Se distrajo solo un par de segundos en tales pensamientos cuando la cría se le soltó de la mano, corriendo directamente hacia, efectivamente, su madre.

¡No, espera! — Pero no le dió tiempo a volver a agarrarla, se le había escurrido como agua entre los dedos.

Solo para contemplar con horror aquella escena. Aquel trío de desgraciados tenían apresada a la mujer. La pobre mostraba signos evidentes de lucha y forcejeo. Y, peor aún, del mal trato que había recibido al respecto. Los labios de Asradi se apretaron y fulminaron al trío con la mirada, pero no hizo ningún movimiento brusco. Mucho menos cuando contempló, con horror, como la niña era capturada con insultante facilidad. El corazón le dió un vuelco. ¿Sería capaz de convencerlos de alguna manera? Si se ponía violenta, quienes pagarían el pato serían la madre y su hija. Y ella era incapaz de ver o tolerar este tipo de cosas. Le indignaban de una manera que su sangre hervía. Pero ahora tenía que aguantarse y pensar fríamente.

Fue una mirada fría e indignada la que le dirigió al hombre que, ahora, se dirigía con esas formas hacia ella.

¿Tú la has visto? Ni curvas tiene. — Señaló casi con un gesto despectivo a la mujer, aunque no fuese así. — No vais a sacar mucho provecho de ella. Y la niña, ¿en serio? ¿Qué beneficios vais a sacar de esas dos aparte de buscaros un lío con la Marina si os encuentran? O si alguien más acude a este callejón.

Asradi enarcó una ceja, mirándoles a todos y cada uno, metida en su papel. Si podía hacer que se olvidasen de ellas, entonces se daba por satisfecha.

Yo soy más interesante que esa flacucha. — Y esbozó una sonrisa, al tiempo que movía ligeramente la falda y solo dejó entrever, apenas pero de manera suficiente, el inicio de aquella cola de sirena. Aquella cola de tiburón. — Y valgo mucho más.

Se estaba arriesgando. Y mucho. Pero es que no podía con ese tipo de gente. Odiaba, con todas sus fuerzas, el cómo se aprovechaban de gente más débil o indefensa.

Dejadlas ir, sin más. Y yo me voy con vosotros. — Eran tres, no sabía qué tan fuertes eran, pero al menos daría una buena pelea de ser el caso.

Virtudes y Defectos

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#4
Ragnheidr Grosdttir
Stormbreaker
El joven del grupo, el de semblante más inexperto y nervioso, sostuvo a la niña con un agarre torpe pero firme. Sus ojos se desviaron hacia el líder, una mezcla de confusión y desconcierto ensombreciendo su rostro. Era evidente que, aunque estaba metido en aquella situación, no tenía la misma seguridad que los otros dos. Parecía dudar, como si su conciencia le susurrara algo que no quería escuchar. — Oye, jefe... —Comenzó, tragando saliva mientras miraba a la mujer acorralada y luego a la niña que se removía en sus brazos.—Esto... esto está mal. Es solo una cría, ¿sabes? Y... la otra... —Señaló con un gesto vago hacia la madre.— No parece que vayamos a conseguir nada bueno con esto.— El corpulento, que seguía inmovilizando a la madre contra la pared, apenas le lanzó una mirada de advertencia por encima del hombro. Su rostro se torció en una mueca de desprecio, como si las palabras del joven le resultaran más que irritantes.

¿Qué pasa, Talo? ¿Te vas a poner blando ahora? —Gruñó, apretando aún más el brazo de la mujer, provocándole un gemido de dolor. Su tono estaba cargado de sarcasmo, mezclado con una amenaza subyacente.— Esto no es un maldito orfanato. ¿O acaso quieres que nos larguemos con las manos vacías porque a ti te dio por hacer de niñera?— El del cuchillo, Rigo, se rió entre dientes, su voz cargada de malicia. — Si no puedes manejar a la mocosa, dámela a mí. Seguro que sé cómo mantenerla calladita. — Las palabras de Rigo hicieron que el joven, Talo, apretara la mandíbula y desviara la mirada, claramente incómodo con la situación. Aun así, no soltó a la niña, aferrándose a ella como si su moral tambaleante encontrara algo de firmeza en protegerla de los demás. — Solo digo que... no necesitamos hacer esto. —Insistió, aunque su voz sonó más débil esta vez, como si ya anticipara la respuesta de su jefe. El corpulento bufó, cansado de la resistencia del más joven, y giró ligeramente la cabeza hacia él, sin soltar a la mujer. — Mira, Talo. Si tienes miedo, si no puedes aguantar la presión, te largas. Pero no vengas aquí a darme lecciones. ¿Entendido? — Talo pareció encogerse ante el comentario, pero no respondió de inmediato. La tensión en el aire era casi palpable, y aunque el corpulento había dejado clara su postura, había una grieta visible en la dinámica del grupo.

El líder, volviendo su atención a Asradi, esbozó una sonrisa burlona. — ¿Y tú? ¿De verdad crees que vales más que esto? —Dijo, señalando a la madre con un gesto desdeñoso antes de fijar la mirada en la sirena.— No somos idiotas, chica. Los cuentos de mujeres que se sacrifican por otros no nos impresionan. — Rigo dio un paso adelante, su cuchillo todavía brillando tenuemente bajo la escasa luz del callejón. — A menos que estés ofreciendo algo más interesante... —Añadió con un tono cargado de insinuación. El corpulento levantó una mano para silenciarlo, estudiando a Asradi con ojos que evaluaban tanto la amenaza como la posible ventaja de aceptar su propuesta. — Hablas mucho, pero yo quiero ver si tienes lo que dices valer. Así que, ¿qué es lo que realmente traes para negociar, chica? —Comentó, entrecerrando los ojos.

Mientras tanto, Talo apartaba la mirada, sus brazos todavía rodeando a la niña como si no supiera qué hacer a continuación.

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#5
Asradi
Völva
Personaje


Asradi no les quitaba la vista de encima, totalmente atenta a cualquier movimiento en falso que pudiesen hacer. Sobre todo hacia la niña. Se había fijado que uno de ellos, precisamente el que tenía sujeta a la infante, comenzaba a dudar. Asradi le dedicó una mirada tranquilizadora a la pequeña para que no forcejease. Así podría evitar algún tipo de daño, o eso esperaba. Y, además, era más peligroso si alguno de ellos estaba nervioso. Luego sopesó la situación en silencio. Si podía negociar sin pelear, sería un beneficio para todos. O, más bien, para ellas tres.

Te llamas Talo, ¿no es así? — Se dirigió expresamente a él. Era el que tenía la niña. Si podía hacer que la soltase, entonces ya sería una pequeña ventaja. — ¿En serio vas a hacerle daño a una niña pequeña? No vas a ganar nada con ello. Y si se entera la Marina, va a ser mucho peor para ti. — No era una amenaza como tal, pero estaba intentando negociar al respecto al notar las dudas del mencionado.

Aún a pesar del rapapolvo inmoral que le estaba dando el que ahora le increpaba sobre sus dudas, precisamente.

Escúchame, ganarás más dejando a esta gente, y encontrando un trabajo decente. ¿Quién te asegura que, cuando te gires, estes no te van a dar la puñalada por la espalda? Tú eres mejor que todo esto. — Le dijo, con un tono más suave, más comprensivo incluso.

Luego, su atención se dirigió a los otros. Esperaba que sus palabras calasen un poco en el inseguro Talo. Sentía que no era mala gente, sino que se había visto arrastrado irremediablemente por el otro par. Esperaba no equivocarse y que la niña estuviese realmente a salvo.

El mentón de Asradi se elevó con un clarísimo orgullo cuando dudaron o insinuaron si ella valía lo suficiente. En su cabeza su pensamiento era, más bien, que no. Nunca iba a valer más que una madre y su hija. Sobre todo con una pequeña. Los niños eran el futuro y jugar con ellos de esa manera, ponerlos en peligro, le revolvía el estómago.

Por supuesto que valgo, ¿acaso lo dudabas? — Sin mediar palabra, se arrancó la prenda de ropa que cubría su cola, y la mostró en su totalidad. Aquel apéndice precioso de escamas plateadas que refulgían suavemente con algunos rayos de sol que se iban colando en el callejón, junto con la aleta caudal de su subespecie de tiburón azul.

Una sirena. Joven. Todo el que tuviese un poco de conocimiento en los precios del mercado negro, o similares, sabría las cantidades desorbitadas que se pagaba por una como esa. Una cantidad con la que te podrías jubilar tranquilamente o vivir sin pegar palo al agua durante bastantes años.

Ahora bien, eso no quería decir que se fuese a dejar atrapar fácilmente.

Y más que ella. Así que es vuestra decisión. Además, está toda flacucha, no os aguantaría ni tan siquiera una sola ronda. — Lo decía con seguridad, aunque en su fuero interno se estuviese asqueando. Pero tenía que mentir, por mucho que a ella misma no le gustase. Esa niña y esa mujer no tenían culpa alguna. Y ella era incapaz de dejar pasar una situación como esa.

¿No tenéis curiosidad por saber como os lo puede hacer una habitante del mar? — Susurró en un tono coqueto, con una suave sonrisa de la misma índole. Los ojos azules, preciosos y hechizantes, puestos sobre los dos hombres que quedabna.

Ahora mismo, su prioridad era que la niña y su madre pudiesen salir ilesas de ahí. Luego ya vería como se zafaba ella.

Virtudes y Defectos

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#6
Ragnheidr Grosdttir
Stormbreaker
El corpulento líder y Rigo quedaron momentáneamente absortos al ver la cola de Asradi brillar. Se les puso la S del dolar en los ojos. El peso de lo que estaban viendo parecía detenerlos. Una sirena. Una criatura tan rara como valiosa. La avaricia chispeó en sus ojos, y por un momento, olvidaron por completo a la mujer y a la niña. — Maldita sea... —Murmuró Rigo, pasándose la lengua por los labios y apretando el cuchillo en su mano. Sus ojos recorrían la figura de Asradi como un depredador que acaba de encontrar un botín inesperado. — ¿Tú sabes lo que vales en el mercado negro? Con esto... —Soltó una risa breve, casi incrédula— Jefe, estamos hechos.— Estaban celebrando la piel del oso antes de cazarlo, la mítica vaya. El corpulento, que aún sujetaba a la mujer contra la pared, finalmente la soltó de mala gana. La madre cayó de rodillas al suelo, jadeando y sujetándose un brazo con signos evidentes de dolor. Sin embargo, su mirada se dirigió inmediatamente hacia su hija, quien todavía estaba atrapada en los brazos de Talo. — Cállate, Rigo. —Dijo el líder, aunque no podía ocultar la codicia en su mirada al observar a Asradi.— Esto cambia las cosas. Talo, suelta a la mocosa. Ya no nos sirve.


Talo, que aún sostenía a la niña, vaciló. La pequeña estaba llorando en silencio, y su rostro mojado de lágrimas lo miraba con una mezcla de miedo y súplica. El joven, con el peso de todas las miradas sobre él, apretó los labios antes de agacharse lentamente y colocar a la niña en el suelo. — Ve con tu madre. —Le dijo, casi en un susurro. La niña no lo dudó ni un segundo y corrió hacia la mujer, quien la envolvió en un abrazo desesperado. Las lágrimas fluyeron libremente mientras ambas se aferraban la una a la otra, besándose y murmurándose palabras que Asradi no alcanzó a escuchar, pero que claramente estaban llenas de alivio y amor. El corpulento se apartó un poco, cruzándose de brazos mientras sus ojos permanecían fijos en la sirena. — Muy bien, bonita. Parece que quieres un trato. Tú vienes con nosotros y dejamos que esas dos se larguen sin más. ¿Te parece justo?

Rigo se volvió loco. Su cuchillo se posó en el cuello de Talo, su filo reflejando la tenue luz que lograba colarse en el callejón. Talo tragó saliva, su manzana de Adán subiendo y bajando mientras sus ojos evitaban la mirada de Rigo. Las palabras del joven salieron con dificultad, pero en su tono había más determinación de la que esperaba el agresor. — No... No puedo seguir con esto —Murmuró Talo, levantando una mano para empujar con cuidado el cuchillo hacia un lado, aunque Rigo no parecía dispuesto a ceder. — ¿Qué dijiste? —Espetó Rigo, presionando aún más el filo contra la piel del joven, hasta que un leve hilo de sangre comenzó a deslizarse por su cuello. Talo cerró los ojos por un segundo, respirando profundamente. Entonces, con un movimiento inesperado, dio un paso atrás y lanzó un codazo que golpeó a Rigo en el estómago, haciéndolo retroceder lo justo para que el joven aprovechara la distracción y saliera corriendo.

¡Cobarde! —Gritó Rigo, llevándose una mano al vientre y recuperándose rápidamente, aunque la mirada asesina que le dirigió al joven que huía fue suficiente para helar la sangre de cualquiera. El corpulento líder apenas movió un músculo, aunque su mandíbula se tensó al observar cómo Talo desaparecía entre las sombras del callejón. — Deja de perder el tiempo con él, Rigo. —Murmuró, su tono frío como el acero. — Ya tenemos algo mucho mejor.— Los dos hombres volvieron su atención hacia Asradi, ahora de pie frente a ellos, su majestuosa cola reflejando la luz con un brillo casi hipnótico. El líder sonrió de manera desagradable mientras se cruzaba de brazos, ignorando por completo a la madre y la niña, que permanecían abrazadas al fondo del callejón. — Entonces, sirenita, parece que ahora somos solo nosotros tres. ¿Vas a hacerlo fácil? —Preguntó, su tono lleno de una confianza que rozaba la arrogancia. Rigo, aún recuperándose del golpe, dejó escapar una risa entre dientes mientras movía el cuchillo de un lado a otro, su mirada cargada de odio e interés enfermizo.

Espero que no. Me gusta cuando las cosas se complican.

La tensión en el aire era palpable, pero Asradi podía sentir algo más: un cambio en la dinámica. Con Talo fuera de escena, la balanza de poder había cambiado, y aunque aún enfrentaba a dos hombres peligrosos, la situación era menos desesperada de lo que había sido momentos antes.
#7
Asradi
Völva
Personaje


Tuvo que contener la mueca de asco y disgusto que quería plasmarse en sus bonitas facciones. Sí, era muy consciente de cuánto valía una sirena joven en el mercado, por desgracia. Durante su cautiverio había visto a otros esclavos, a otros de su raza. Era algo penoso y muy doloroso de presenciar. Todavía sentía esa espina clavándose en su corazón. Y era consciente de que, todavía, ella misma era perseguida tanto por su raza como por aquel del que se había escapado. Pero habían soltado a la niña. Había calado su intención en Talo, y ahora quedándose ella con los otros dos. La madre y la hija continuaban al fondo del callejón, abrazadas la una contra la otra. De momento a salvo. De momento, puesto que no podía fiarse de que los otros dos no se revolviesen de nuevo contra ellas. La mirada de Asradi cambió de objetivos, entonces. Pasó de mirar suavemente a las féminas para posarla con dureza sobre el otro par de hombres.

Cuando le preguntaron si iba a hacer las cosas fáciles... Asradi sonrió. Y, ahora la mueca era terriblemente despectiva, pudiendo atisbarse los dientes afilados, de tiburón, que había dejado mostrar. Ya no se iba a ocultar ante eses tipos, ella misma se había mostrado. De todas maneras, corría el riesgo de ser vista por alguien más. Aunque se encontraban en un callejón mugriento y que apestaba a... Mejor no saber a qué olía, la verdad. El caso es que alguien más podría aparecerse por ahí y ser un aliado o una dificultad más. Lo mejor era terminar rápidamente con todo aquello.

Si me dejase tan fácilmente sería muy aburrido, ¿no? — Mencionó en un tono un tanto sarcástico y despectivo. Las pupilas se le afilaron en medio de aquel par de iris que se habían tornado de un azul grisáceo, más propio de una tormenta marina.

Y las tormentas marinas, de donde ella provenía, solían ser mortales. El que sufriese un naufragio en lo más recóndito y remoto del North Blue, se arriesgaba siempre a una muerte por congelación debido a las bajas temperaturas del agua. Como cuchillas. Aunque Talo se había desligado, no podía fiarse del todo. Esperaba que el hombre reconduciese no solo sus ideas, sino también su forma de vida al respecto y fuese por un camino más digno y más noble. Pero no era tiempo, ahora, de pensar en eso. No solía meterse en peleas, no era algo que le agradase y, cuando lo hacía, era únicamente para defenderse. O para defender a otros, como era este el caso.

No sabía que tan hábiles o fuertes serían, así que lo primero que haría sería tantear el terreno para tener un mapa mental de cómo actuar a posteriori. La sonrisa de la sirena se borró de inmediato, y entró en modo depredador, por así decirlo. Se alejó un par de saltitos, solo para tener una buena distancia y una buena visión de la situación, aunque lo tenía todo bastante claro. Sin miramientos, hizo su primer movimiento, no podía dejar que ellos tomasen la ventaja. Y un cuchillo en la mano, si sabían usarlo, era peligroso. No solo para ella, sino para las mujeres que se encontraban detrás, al fondo del callejón. No podía arriesgarse a que la volviesen a tomar contra ellas.

Aprovechando el momento, Asradi reunió una buena cantidad de saliva en su boca, la cual no tardó demasiado en escupir. El escupitajo de un usuario de Jujutsu Gyojin era peligroso, como quien llevaba una pistola cargada y lista para disparar.

Supurasshu
JGY301
GYOJIN JUJUTSU
Ofensiva Activa
Tier 3
3/9/2024
40
Costo de Energía
2
Enfriamiento
Para esta técnica el usuario reunió agua que haya almacenado en su boca o su propia saliva con el fin de escupir un proyectil de agua a gran velocidad hasta una distancia de 15 metros adicionales. Tratandose de un proyectil todo lo fino y punzante posible con el fin de causar una [Hemorragia leve] en quien lo reciba.
Golpe Básico + [FUEx2,6] de [Daño Perforante]


El primer balazo acuático, y perforante, fue dirigido expresamente hacia Rigo, que era el que todavía tenía el cuchillo. De momento se encargaría del que, inicialmente, parecía más peligroso por tener un arma blanca.

Matemáticas


Virtudes y Defectos

Inventario
#8
Ragnheidr Grosdttir
Stormbreaker
El impacto del ataque de Asradi fue inmediato y brutal. El balazo de agua, disparado con la precisión de un proyectil, cruzó el callejón como un relámpago antes de alcanzar su objetivo, el brazo de Rigo. La fuerza del ataque hizo que el cuchillo cayera al suelo con un clang metálico, mientras el hombre dejaba escapar un grito desgarrador. La mano que momentos antes sostenía la hoja con arrogancia ahora colgaba inútil, un agujero limpio atravesando el tejido y los huesos. La sangre comenzó a gotear al suelo, mezclándose con la suciedad del callejón. Rigo retrocedió tambaleándose, su rostro torciéndose en una mueca de puro dolor y desconcierto. — ¡¿Qué demonios es esto?! —Soltó, apretando el brazo herido contra su cuerpo mientras su mirada oscilaba entre el horror y la incredulidad hacia Asradi.El otro tipo en discordia por su parte, se quedó congelado por un momento. Sus ojos, que antes brillaban con avaricia, ahora mostraban miedo, aunque intentó ocultarlo tras un ceño fruncido. — Maldita sea, nos está dando más pelea de la que esperaba... ¡Es una puta sirena, no un maldito demonio! —Vociferó, aunque la duda en su voz era evidente.

Ambos hombres, acostumbrados a tratar a las mujeres como simples objetos, habían subestimado a Asradi desde el principio. Sus miradas lascivas y comentarios cargados de desprecio no eran más que el reflejo de una mentalidad podrida, una que ahora se enfrentaba a las consecuencias de su arrogancia. Para ellos, las mujeres, especialmente una como Asradi, eran "mercancías". Pero aquella sirena les estaba mostrando lo equivocados que estaban. Al fondo del callejón, la madre y la niña se abrazaban con fuerza, buscando consuelo mutuo en medio del caos. La mujer murmuraba palabras tranquilizadoras, aunque las lágrimas que rodaban por sus mejillas traicionaban su miedo.El único hombre que quedaba sin heridas decidido a no ceder terreno, vio su oportunidad cuando el cuchillo de Rigo cayó al suelo. Se agachó rápidamente y lo recogió, dirigiendo una mirada asesina hacia Asradi.

¿Crees que puedes ganarnos con trucos baratos, sirenita? Ahora veremos qué tan peligrosa eres sin tus juguetitos de agua... —Espetó, avanzando con pasos pesados, cuchillo en mano. Fue en ese instante cuando la niña, impulsada por el miedo de que algo le pasara a Asradi, salió corriendo hacia ella. — ¡No, espera! —Gritó la madre, extendiendo una mano para detenerla, pero era demasiado tarde. El enemigo reaccionó al instante, moviéndose con la rapidez de un depredador. En un abrir y cerrar de ojos, había atrapado a la niña, colocándole el cuchillo contra el cuello. La pequeña se quedó completamente inmóvil, sus ojos abiertos de par en par mientras las lágrimas volvían a correr por sus mejillas. — Ni un solo movimiento más, sirenita, o la niña paga el precio. Las manos a la espalda y tírate al suelo. —La voz del hombre era un gruñido, lleno de rabia y desesperación. Era evidente que estaba perdiendo el control, pero aún intentaba mantener una apariencia de dominio. Asradi tenía ahora frente a ella una nueva amenaza. Aunque había ganado terreno con su ataque inicial, la situación había dado un giro peligroso, y la vida de la niña pendía de un hilo. La tensión en el callejón era sofocante, mientras cada segundo parecía durar una eternidad.

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