Shy
"Shy"
08-11-2024, 07:48 PM
Los puentes de Tequila Wolf. Bien podría ser el nombre de una mala obra de teatro romántica, pero no lo era. No. Los puentes de Tequila Wolf eran conocidos por su enorme tamaño. Condenados puentes. Al bueno de Illyasbabel parecía habérsele ocurrido que no había mejor momento para dar un paseo a pie que aquel. Shy, que nunca había estado en Tequila Wolf, asumió que sabía lo que hacía, y, como de costumbre, aquella actitud pasiva iba a resultarle en una monstruosa decepción, tanto para él como para sus rodillas, que aún estaban tensas tras el último trabajo que había llevado a cabo para los Blackmore.
El trío se colocó a un lado del puente y empezó a andar, azuzados por el talante de senderista que Illyasbabel enarbolaba cual marcial estandarte. Yoshiro parecía circunspecto, pues había mantenido la boca cerrada durante más de un minuto. Shy no expresó ningún tipo de preocupación ni quiso preguntar por qué estaba en ese estado. En primer lugar, porque siempre le había molestado profundamente aquel género de personas que no podía -biológicamente- dejar de preguntar "¿Por qué estás tan callado?". Joder, tenían que asumir que sencillamente no le apetecía o no le gustaba hablar, y conformarse con eso. ¡No le debía palabras ni silencios a nadie en su vida! Y en segundo lugar, Shy celebraba la quietud de Yoshiro porque finalmente tendría unos minutos de silencio, ajenos a cualquier tipo de parloteo incesante como del que disfrutaban sus dos compañeros. Bendito silencio.
El silencio de Yoshi, no obstante, no duró minutos. Duró más de una hora. Las hora que tardaron en cruzar aquel largo puente. Claro, por eso no hay nadie cruzándolo a pie y todo lo que se ve son carretas. Genial, Illyasbabel, ¿seguro que conocías este sitio? Shy bufó un par de veces por el camino. Nunca había sido una persona sedentaria o a la que le pesasen los millas de caminata, pero verse rodeado de carromatos siendo los únicos gilipollas que sufrían el camino a pie le hacían pensar en lo bien que estaría sentado en cualquier parte.
Y, finalmente, Vodka Shore. Antes de que pudiera dar un jadeo, una joven con festivos atavíos chocó contra él. Gotas de alcohol rociaron su mejilla opuesta, producto de la apertura del corcho de una botella de licor. La música empezó a volverse ensordecedora. Otro joven se chocó con él, persiguiendo a la chica que le había embestido en primer lugar. Algo de confeti bailó delante de sus ojos, reflejando de forma penetrante la luz del sol y cegándole durante unos instantes. Se rozó con un bailarín y comprobó con horror como de sus atavíos se desprendía una costra de brillante y pegajosa purpurina, de la que intentó zafarse palmeando nerviosamente su manga, solo para comprobar con horror como la sustancia se adhería a sus dedos, y cualquier intento de deshacerse de esta se volvía fútil pues la sustancia se trasladaba a la superficie de su cuerpo o su ropa con la que intentaba quitársela, por lo que acabó con las manos pringosas. Un vejestorio salió de una tasca de aspecto insalubre y vomitó en su esquina, siendo a continuación golpeado por un comensal al que había salpicado. Más alcohol en su cara y su pelo. Más gente gritándole al oído e impactándole. Más purpurina y confeti y guirnaldas. Más caos.
Sin poder hacer nada para evitarlo, Shy empezó a respirar cada vez más deprisa, con los ojos muy abiertos y las piernas flojeándole, siendo apenas capaz de seguir a un Illyasbabel que parecía ajeno a todo aquello. Empezó a clavarse las uñas en las palmas de las manos, a morderse la lengua, a intentar recobrar el sentido de la forma que fuera. No parecía posible. Agachó la cabeza y empezó a recitar todas las tonalidades del color rojo que conocía, y cuando acabó, empezó por las del azul, así hasta pasar por todo el espectro cromático y repetir la operación treinta y siete veces. Solo se orientaba por las características botas de Illyasbabel.
Había quedado tan alterado por la situación que casi había ignorado el fanfarrón y nada sensato gesto de su compañero de ir arrojando por ahí bolsas de oro, de lo que se percató únicamente porque fue un ruido más que contribuyó al sentimiento asfixiante que le rodeaba. Siguió hiperventilando, esperando a que a aquellos guardias Illyasbabel les pareciera un mequetrefe simpático y dejasen paso al trío. Dioses, realmente había días en los que era mejor no despertarse. Ansiaba una hoguera, un sillón, y un ovillo de lana que tejer.
Y, finalmente, Vodka Shore. Antes de que pudiera dar un jadeo, una joven con festivos atavíos chocó contra él. Gotas de alcohol rociaron su mejilla opuesta, producto de la apertura del corcho de una botella de licor. La música empezó a volverse ensordecedora. Otro joven se chocó con él, persiguiendo a la chica que le había embestido en primer lugar. Algo de confeti bailó delante de sus ojos, reflejando de forma penetrante la luz del sol y cegándole durante unos instantes. Se rozó con un bailarín y comprobó con horror como de sus atavíos se desprendía una costra de brillante y pegajosa purpurina, de la que intentó zafarse palmeando nerviosamente su manga, solo para comprobar con horror como la sustancia se adhería a sus dedos, y cualquier intento de deshacerse de esta se volvía fútil pues la sustancia se trasladaba a la superficie de su cuerpo o su ropa con la que intentaba quitársela, por lo que acabó con las manos pringosas. Un vejestorio salió de una tasca de aspecto insalubre y vomitó en su esquina, siendo a continuación golpeado por un comensal al que había salpicado. Más alcohol en su cara y su pelo. Más gente gritándole al oído e impactándole. Más purpurina y confeti y guirnaldas. Más caos.
Sin poder hacer nada para evitarlo, Shy empezó a respirar cada vez más deprisa, con los ojos muy abiertos y las piernas flojeándole, siendo apenas capaz de seguir a un Illyasbabel que parecía ajeno a todo aquello. Empezó a clavarse las uñas en las palmas de las manos, a morderse la lengua, a intentar recobrar el sentido de la forma que fuera. No parecía posible. Agachó la cabeza y empezó a recitar todas las tonalidades del color rojo que conocía, y cuando acabó, empezó por las del azul, así hasta pasar por todo el espectro cromático y repetir la operación treinta y siete veces. Solo se orientaba por las características botas de Illyasbabel.
Había quedado tan alterado por la situación que casi había ignorado el fanfarrón y nada sensato gesto de su compañero de ir arrojando por ahí bolsas de oro, de lo que se percató únicamente porque fue un ruido más que contribuyó al sentimiento asfixiante que le rodeaba. Siguió hiperventilando, esperando a que a aquellos guardias Illyasbabel les pareciera un mequetrefe simpático y dejasen paso al trío. Dioses, realmente había días en los que era mejor no despertarse. Ansiaba una hoguera, un sillón, y un ovillo de lana que tejer.