Alguien dijo una vez...
Donquixote Doflamingo
¿Los piratas son malos? ¿Los marines son los buenos? ¡Estos términos han cambiado siempre a lo largo de la historia! ¡Los niños que nunca han visto la paz y los niños que nunca han visto la guerra tienen valores diferentes! ¡Los que están en la cima determinan lo que está bien y lo que está mal! ¡Este lugar es un terreno neutral! ¿Dicen que la Justicia prevalecerá? ¡Por supuesto que lo hará! ¡Gane quién gane esta guerra se convertirá en la Justicia!
[Aventura] [T5] La nueva generación
Raiga Gin Ebra
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Día 37 de Verano del año 724


El sol, implacable, lanza sus rayos ardientes sobre Oykot. Qué calor, joder. Si miráis a lo lejos da la sensación de que los edificios se derriten. ¿Acaso es una ola de calor?

Vosotros, como parte de ese cuadro vivo, avanzáis por calles que parecen derretirse bajo el calor. El río que divide la isla en dos partes opuestas no alivia el sofocante ambiente, aunque quizá os apetezca refrescaros un poco. Su superficie brilla reflejando la luz, pero el murmullo del agua no aporta frescura, solo sirve como un recordatorio cruel de cómo el Reino se fractura, no solo en términos geográficos, sino también sociales. Aunque bueno, qué os voy a contar a vosotros de fracturas. ¿Sabéis a qué me refiero, no? En fin, la hipotenusa.

Los habitantes se mueven con lentitud, sus rostros perlados por el sudor, miradas entrecerradas bajo sombreros improvisados o pañuelos desgastados. Aunque es un día normal a primera vista, hay un aire inusual en la atmósfera. La gente cuchichea a vuestro paso, conversaciones que se detienen abruptamente o cambian de tema cuando os acercáis. Ojalá pudierais escuchar lo que dicen, pero no. Parecen expertos en el arte del cotilleo. Susurros lo suficientemente altos como para que os deis cuenta de que hablan de algo, pero lo suficientemente bajos para que no sepáis exactamente de qué. Ojos curiosos, unos desconfiados, otros directamente acusadores, se posan en vosotros. Vaya, parece que estáis siendo juzgados por la cara. Esta gente... La tensión flota, palpable, como si algo hubiese ocurrido hace poco o estuviese a punto de pasar. Aunque... Siempre hay algo que está a punto de pasar, ¿no?

Desde el centro de Oykot de abajo, podéis observar la opulencia de la parte alta. En lo más alto de la colina, el palacio resplandece con esa arrogancia de quien mira por encima del hombro. Las cúpulas doradas y los muros impecables se burlan silenciosamente de las fachadas desgastadas del puerto. Aquí, en los dominios de los balleneros, el ambiente es  muy distinto. Más terrenal, más vivo. Más vuestro, podríamos decir. Todo huele a sal, aceite de ballena y a esfuerzo humano. Hombres y mujeres robustos cargan barriles, arreglan redes o descansan bajo la sombra de los muelles, que ayuda ligeramente a llevar la difícil tarea que están haciendo. Algunos se detienen y os observan de reojo, con ceños fruncidos y miradas que parecen evaluar si representáis una amenaza, una solución o solo otro problema más.

En una pared veis unos carteles que parecen recién pegados a juzgar por la cola que cae sobre el suelo. Parece que hay una actuación esta noche en "El Largo". ¿Desde cuando hay actuaciones ahí? Joder, sí que hay visión de negocio en esta isla. En fin, que os voy a contar yo a vosotros de fiestas. Si la información es cierta, parece que hoy habrá algo especial, y si no lo es, pues os podéis montar otra fiesta más, ¿no? A ver si invitáis a este humilde narrador a alguna, que no compartís.

En fin. No sé si notáis un poco raro el ambiente... Las calles deberían estar más animadas, los trabajadores hablando con más efusividad o bebiendo para combatir el calor. En cambio, todo parece contenido, como si hubiese algo bajo la superficie esperando por explotar.

Si avanzáis hacia la taberna, os sorprenderéis de lo vacía que está. Las mesas, hechas de madera gruesa y rayada, están en su mayoría desocupadas, a excepción de un par de señores solitarios que beben en silencio. El suelo, cubierto de serrín para absorber los inevitables derrames, cruje bajo vuestros pies. El lugar está fresco gracias a la sombra, pero también inusualmente tranquilo para una jornada en la que se rumorea habrá entretenimiento. Aunque aún quedan unas horas. Yo creo que deberíais coger sitio, en cualquier caso.

El Largo no es un lugar elegante ni pretende serlo. La tenue luz dentro le da cierto encanto. En una esquina, un tablero de anuncios improvisado contiene notas y panfletos, muchos ya amarillentos y doblados en los bordes. En otra, el escenario de madera, que luce cutre e improvisado, parece haber sido puesto ahí a la fuerza. Es elevado y pequeño, y se encuentra esperando esperando a la estrella de esta tarde/noche. Pero, de momento, está vacío. Ni rastro de músicos afinando instrumentos ni de la charla animada que suele preceder a un evento. Solo el eco del silencio y el murmullo ocasional de los dos clientes, cuyas miradas furtivas se clavan en vosotros cuando creen que no les observáis. Igual quien toca es un experto y no le hace falta probar el sonido antes, ¿no? O puede que... No haya actuación. Pero no os quiero joder el día, de verdad. Id cogiendo una cervecita y que pase lo que tenga que pasar. Hemos venido a jugar. ¿Verdad?


¡Bieeenvenidos!
#1
Ragnheidr Grosdttir
Stormbreaker
Personaje


Los días anteriores habían sido una locura. Prueba de ello era la de magulladuras que aún recorrían el cuerpo gigantesco del vikingo. Nuestro rubio preferido estaba rodeado de balleneros de la zona. Se encontraba tirando una cuerda a un compañero al otro lado del muelle. — ¡Tomarr con fuerrsa! — Le contestaron varios afirmativamente. Otro pasaba por detrás de este, chocando casi su trasero (por la diferencia de altura). — Te agradecemos la ayuda, no tienes por qué. Después de lo de estos días ... — Ragn gruñó, casi quejándose. Tomó de nuevo la cuerda con red y trazó un nudo marinero perfecto. Aquella gente era su gente, no solo servía combatir, necesitaban más. Y él daría más. — No serrr nada. Nessessitaba más ejerssisio de fuerssa.— Siguió ayudando a los muchachos con insistencia, hasta que al fin terminó. Aquel curro, unido al trabajo de su entrenamiento mañanero ... Le tenían cansado, agotado, pero muy activo. El Buccaneer iba sin camisa, con un pantalón corto y sus particulares botas negras. El cabello al aire, para sentir la fría mar y su casco colgando de una cuerda apostado en el cuello. Mientras comienza a caminar para buscar a su particular grupo, acaricia un pequeño peluche que tiene dentro de su bolsillo. Es un muñeco de él mismo que la noche anterior Patrick, uno de los niños que tuvieron el valor para ir a protestar ante el castillo, había fabricado en tiempo récord. Nunca sabría que realmente era el niño el artífice de tal creación, pero juguetitos de los "liberadores de Oykot" como habían sido apodados, eran vistos por varios lugares.

De camino a la taberna que tenía el apodo de Tofun, Ragn se topó con un viejo amigo. —¡Pepe!— Se agachó a lo que el perro saltó a sus brazos. Le lamió el rostro. — ¿Añorrrar? — El perro, que era un desgraciao, iba con el pelo a modo de champiñón. Como el que tendría una señora de los años cincuenta, de las que no salían de la cocina, pero que siempre iban de lujo estéticamente, lista para u bombardeo. El perro ladró, como contestando y Ragn sonrió. La duda de si estaba aprendiendo a peinarse solo cada vez cobraba más matices, más miga. Se lo subió al hombro derecho para continuar su caminata. Iba topándose con civiles que le saludaban, otros a los que se les caía el desprecio. No pasaba nada, Ragn estaba más que acostumbrado a esas miradas. Medía cinco metros, no vestía especialmente discreto y siempre que podía iba con el culo al aire. Las miradas indiscretas formaban parte de su día a día entre los humanos. — Señor. — Dijo un educado niño. El cuerpo del vikingo se contorsionó para poder ver al moco de ... Qué ¿diez centímetros? era imposible que midiese tan poco, pero es que era un tapón. — ¿Hmm?— Se agachó tanto que llegó a chocar su cabeza con la del polluelo. Asustado, el muchacho daría un paso hacia atrás. Pero Pepe abrió la boca y se metió media cabeza entre los dientes, sin apretar. — Hablarrr o perrro trravessti poderr arrancar cabessa. — Aquella forma de vida minúscula comenzó a dar saltitos. — ¡Ay, ay, ay! — Sí. Estaba llorando. A lo que Pepe dejó de morder, liberando la cómica escena. — Yo ... Yo solo quería conocerlo.Y ... Darle las gracias ... Yo ... — Ragn esbozó nuevamente otra sonrisa. Sus dientes blancos como la virginidad de una santa mujer, dibujaban satisfacción. — Toma, pequeño hombrrre. — Le entregó su propio muñeco.

Claro, para el niño sería un premiazo de la leche. Entre gracias y sollozos marchó corriendo. — Esto sentarrr bien. — Seguía sonriendo. Pepe ladró, nuevamente contestando como si el perro mierda supiera que había dicho Ragn. — ¿No? — Pellizcó el morro del animal. — Tofun tenerrr más rassón, de la que poderrr admitir. — Se le veía mucho más fluida el habla de vez en cuando, y sí, eso también le subía la moral. Ragn se quedó fuera del establecimiento, esperando a ver si aparecía algún conocido.

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#2
Asradi
Völva
Personaje

Virtudes y Defectos

Inventario


¿Por qué tenía que hacer tanto calor? Asradi lo estaba sufriendo de mala manera desde que habían regresado a Oykot. El sol golpeaba implacable desde que habían atracado en el puerto. Algunos les reconocieron, sobre todo los balleneros y los pescadores. La gente de a pie, sobre todo. Tras refrescarse un poco, la sirena acompañó al resto hacia el pueblo en sí, aunque al final terminó separándose un poco, al igual que los demás. Lo primero que hizo fue visitar el mercado. Allí encontró a un viejito que había conocido la otra vez y que vendía ungüentos típicos de la zona y que le habían sido legados de generación en generación. La sirena emprendió una conversación animada con él, intercambiando opiniones, impresiones. Cosas que habían hecho durante tiempo. Asradi le entregó unas plantas que había conseguido en Momobami, explicándole un poco las características de las mismas. Y luego, la conversación continuó de manera más fluida hacia temas más banales. A su alrededor, la gente del puerto continuaba trabajando. Había visto a Ragn durante unos momentos ayudar a los balleneros también, con las cuerdas y otras tareas que requiriesen la enorme fuerza del vikingo. Ella también estaba echando una mano, sobre todo en temas más médicos. O, incluso, atrayendo algunos bancos de peces con su voz, facilitándoles un poco la vida a esa gente que se ganaba el pan de manera tan dura día tras día.

Había notado, por otro lado, algunas miradas desconfiadas hacia ella. Pero aunque eso le hizo envarar la espalda, decidió continuar hacia delante. Tras hacer un par de comprar sencillas, Asradi fue avanzando a través de las calles, todavía con esa sensación en la nuca. Había carteles por la zona, y los ojos de la sirena se posaron con cierta curiosidad.

¿Una actuación? — Y, precisamente, en la taberna que, ahora, rendía culto a Tofun con el apodo que el tontatta llevaba.

Pensar en el susodicho le traía una sensación agridulce. Todavía tenía esa espina clavada de no haber podido ayudarle como era debido. De no haber podido salvarle. Tomó aire un momento, antes de suspirar y se dirigió, con su peculiar caminar, hacia el lugar en cuestión. A medida que avanzaba, cada vez era más consciente de los susurros y de las miradas. Asradi también le devolvió dichos gestos o, al menos, alguna mirada de reojo, pero no iba a entrar en ese juego.

¡Ragn! — Llamó en cuanto vió al grandullón justo en la entrada de la taberna, esperando en el exterior. — ¿Y los demás? — Preguntó, mirando un poco a su alrededor. Esperaba, en realidad, ver a Airgid con el grandullón, al menos.

Resumen
#3
Airgid Vanaidiam
Metalhead
Personaje


¿Vendéis... ya sabes...? — Airgid se aclaró la voz, extrañamente tímida, una actitud que no era demasiado común en la rubia. Bajó el tono antes de continuar hablando, tratando de explicarse a una mujer que no la entendía del todo. — Un... ¿test de esos? — No lo dijo claramente, pero con el gesto que hizo en la cara se podía dar a entender bastante bien a lo que se estaba refiriendo. La mujer dio una palmadita sobre el mostrador. — ¿Para saber si estás embarazada, cariño? Sí, claro que tenemos. ¿De qué tipo lo quieres? — La señora hablaba más alto de lo que Airgid habría preferido, la verdad. Todos los demás civiles que se encontraban en la tiendecilla se enteraron de lo que ella había intentado mantener como un secreto. Pero tenía un aire de señora maja y mayor, que le resultaba tan enternecedor, que Airgid era incapaz de enfadarse por algo así. — ¡El que sea! — Soltó la revolucionaria, un poco nerviosa. Era la primera vez que compraba una cosa así, nunca antes había tenido esa duda... de manera tan reiterante. Llevaba unos días sufriendo náuseas, además de perder el apetito por ciertos tipos de comida, y lo más esclarecedor de todo, es que aún no le había venido la amiguita roja. Y tooodo eso se juntaba con que llevaba días haciendo de todo con Ragnheidr. Pues la fórmula era sencilla, pero aún así, no se quedaría tranquila hasta comprobarlo. La mujer le cobró el susodicho test. — Tienes un baño ahí, cielo. — Parecía que la señora había pensado en todo, incorporando hasta un servicio en la tienda. — ¡Gracias! — Airgid tomó su test y salió pitando para meterse en el interior del cuarto de baño, aliviada ante un poco de intimidad. Tras su marcha, los clientes que lo habían escuchado todo, cuchichearon entre ellos lo que ahora sería la nueva comidilla. Y es que una de las Libertadoras de Oykot parecía estar embarazada.

Total, que con el corazón en un puño, Airgid procedió a hacerse el test. — Espere entre uno y cinco minutos... si ve dos líneas, significa que está embarazada. Madre mía. — Leyó de la cajita de las instrucciones mientras esperaba el tiempo que le había indicado. La espera más larga de su vida, quizás. Mientras esperaba, le resultaba imposible no pensar en lo que podría pasar en caso de que saliera positivo. Ella siempre había querido formar una familia, aunque temía que quizás fuera demasiado pronto. Y estaba segura de que Ragnheidr se trataba del hombre con quién quería tener hijos, ¿pero y él? ¿Cómo se lo tomaría? Se mordía la lengua con nerviosismo, más ansiosa que nunca, pero cuando vio el resultado del test, le dio tan fuerte que incluso se hizo sangre por primera vez. Efectivamente, estaba embarazada.

Se tomó unos minutos para echarse un poco de agua en la cara, limpiarse la sangre, tranquilizarse. Y es que por un lado se sentía... joder, contenta, increíblemente feliz. Pero por el otro, tremendamente inquieta. La sorpresa fue enorme cuando abrió la puerta del baño para salir y se encontró justo enfrente a la señora de la tienda y a los balleneros que se enteraron de la movida, con unas caras de emoción, con unas sonrisas gigantescas, blancas y brillantes como el sol. — ¿¡Y bien!? — Preguntaron, sin vergüenza alguna, ni siquiera tratando de disimular. Airgid quería que la tierra la tragase, pero a la vez se sentía... extrañamente halagada por que unos aparentes desconocidos se preocupasen por ella. Lo cierto es que en Oykot ya habían dejado de ser desconocidos hace un tiempo. Algunos los apreciaban más, otros menos, pero no pasaban desapercibidos desde luego. — Sí, o sea... lo estoy, estoy preñada. — Decirlo en voz alta sonaba completamente irreal, pero no pudo evitar sonreír ella también, sobre todo cuando entre varios la abrazaron. — ¡La Libertadora de Oykot va a tener un bebé! Ay, hija, no sabes cuánto me alegro, lo bonito que es traer una vida al mundo. — Casi se emocionó y todo la señora, empezando a lagrimear. Todos comenzaron a darle la enhorabuena, con una calidez que la aturdía ligeramente. — ¡Por favor que no salga de aquí aún! — Pidió Airgid, recomponiéndose un poco y librándose de los abrazos, había quedado con sus compañeros en la taberna de El Largo, y ya llegaba tarde. — Primero tengo que ver cómo se lo cuento a Ragn... — Ni siquiera estaba segura de que aquella ocasión fuese la ideal. — ¡Ánimo! ¡Suerte! ¡Le va a encantar, cariño! — Recibió los gritos de apoyo de sus nuevos super amigos, se despidió de ellos y salió pitando hacia la taberna, sintiéndose completamente como una mujer nueva, diferente.

El calor era insoportable en la calle, así que Airgid vestía con equipada con su mochila, una camiseta de tirantas blanca, shorts vaqueros, y un par de botas negras. Sí, un par de botas. Y es que aunque no fuera un implante del todo funcional, se había colocado una pata de metal rudimentaria. Era tosca, como caminar con un palo o una muleta, pero a la vez también era bonita y joder, así no tenía que ir dando saltitos. Además, le había tallado un bonito corazón metálico en donde estaría la rodilla, así que... qué más podía pedir. Finalmente pudo ver a Asradi en la puerta de la taberna junto a Ragnheidr. Les saludó con la mano mientras terminaba de llegar a ellos, preguntándose qué tipo de actuación sería la que estaban preparando en aquel lugar que había adoptado el mote de su fallecido amigo y compañero. Era curioso, una vida se iba, pero otra llegaba a ellos... quizás era el destino.

¡Perdón, llego un poco tarde! — Se disculpó al llegar junto a ellos. Se abalanzó sobre la sirena, dándole un enorme y poderoso abrazo. La verdad es que tras la noticia que le acababa de llegar, sentía un irrefrenable deseo por estrujarla. Pepe le ladró, juguetón como siempre, antes de darle un bocado a su pata de metal. Y por último saludó a Ragn, poniéndole la mano sobre el muslo. Quizás, si iban a tener una fiesta, no era tan mala la ocasión como para contárselo. En el fondo se moría de ganas por hacerlo ya, pero sintió que era mejor esperar a tener algo de intimidad, quizás. — Aunque aún faltan Umi y Ubben, y yo pensando que era la última. — Mencionó, mirando a su alrededor. Quizás les veía llegar por algún lado.



Resumen

Inventario

VYD

Stats actualizados
#4
Umibozu
El Naufragio
Todo resultaba tan familiar y a la vez tan diferente… A la llegada a la isla en lugar de ir a tierra firme como mis compañeros me separé durante un rato para volver a hacer el mismo recorrido que hice aquel día. Sumergido completamente regresé a la gruta por la que había conseguido alcanzar la presa. Quería ver como había cambiado el lugar. Desde que entrase en aquel momento, no había vuelto al lugar. Tras destrozar los barrotes y embestir la presa para su destrucción, ese camino había quedado descartado al ser el camino de llegada de las fuerzas especiales de Oykot. Quería comprobar en qué estado estaba todo; si habían reconstruido los barrotes o continuaba el agujero en la pared de la montaña. Ver en qué estado estaba la presa desde el interior. Esto se debía a la nostalgia del momento, pero también para mantener actualizado el mapa de la isla y alrededores. Estaba seguro que aquella gruta no aparecería en la mayoría de mapas, por lo que tenerla en el mío lo haría especial.

Unas horas más tarde, inspeccionados ya los alrededores de la isla acudiría al puerto. Allí debían estar la mayoría de los balleneros. Y del puerto al pueblo. La destrucción causada por la destrucción de la presa era evidente. No podía evitar sentirme responsable de aquello. Ver el estado en el que estaba la isla era la evidencia de que toda realidad tenía dos caras. Todavía resonaban en mi cabeza los cánticos de victoria de aquellos días. Sintiéndome responsable de la alegría y miseria actual de la isla, me ofrecí a ayudar. No era el ser más fuerte del blue, pero podía compensar actuando como animal de tiro. Mi gran envergadura me permitiría mover enormes cantidades de escombro y/o material que de otra forma costaría mucho tiempo y esfuerzo. Para mí sería sencillo. También me ofrecí a simplemente ofrecer una sombra bajo la que cobijarse para un más que merecido descanso. Exploración y trabajo serviría como el ejercicio del día. Tras ello, podía relajarme.

Podía sentir el ambiente contenido. Tenso. A la llegada a la isla creía que todavía continuaría el jolgorio y los ecos de la victoria resonarían en calles y tabernas. Que la ilusión prendería la llama de la euforia, sin embargo la realidad distaba bastante de aquello. No podía decir tampoco que la situación fuera de hostil, pero… casi. Las membranas del cuello se expandían y contraría con vida propia. A cada sacudida emitían el mismo sonido que las velas de La Alborada al soltarlas en mitad de una tormenta, inundado así el ambiente con algún sonido. ¿Por qué las calles estaban tan silenciosas? Avancé a cuatro patas. De esa manera la cabeza me quedaba más cerca del suelo y podía ver con más claridad a los humanos de la isla. No quería pisar a nadie por accidente. Mi tamaño me permitiría esquivar grandes montones de escombros sin problema. No tardé en llegar. Llegué pocos minutos después a la taberna de El Largo. La taberna había adquirido el nombre en honor a Tofun. Recordar al tontatta lanzó una afilada e intensa aguja directa al pecho. Sentí el pinchazo emocional como si de verdad me hubieran hundido un filo en las escamas. Al llegar vi al resto del escuadrón. La chica chatarra llevaba una prótesis de lo más rudimentaria en dónde antes tan solo había aire. Intuía que no era lo mismo que una prótesis funcional, pero al menos podía liberar las manos de las muletas y no tener que desplazarse como un delfín torpe en tierra firme. Las membranas del cuello comenzaron a expandirse y contraerse de nuevo - ¿Ya estamos todos-lurk? – dije sentándome cerca del grupo. Naturalmente no podía entrar en la taberna, pero sí estar fuera y pedir que me sacaran bebida. De un vistazo rápido vi que Ubben todavía no estaba presente. Me saqué la pipa de hueso de ave, un poco de hierba seca de alga parda y comencé a fumar, lanzando el humo al aire intentando hacer formas. Guardé silencio a la espera de que alguno de mis compañeros dijeran algo de la calma tensa que había en el ambiente. Ignoraba si era el único que la percibía o si todo no eran imaginaciones mías o si provocadas por unas expectativas incumplidas.
Resumen

Aclaraciones

Personaje

VyD

Técnicas

Stats Actualizados

Inventario

#5
Ubben Sangrenegra
Loki
Personaje


Los caminos de la vida resultaron dificiles de andar, de caminarlos y no encontraba la salida... con elogios, sonrisas y agradecimientos que, lejos de reconfortarlo, le erizaban la piel como si se tratase de un gato asustado. Ubben no estaba hecho para este tipo de atención, no después de años perfeccionando el arte de ser un fantasma entre las sombras y tratar de llamar la atención lo menos posible. Caminaba por las calles iluminadas de Okyot, con el rostro descubierto y su blanca cabellera reflejando los rayos del sol, pero no se sentía él mismo. Las risas y saludos de los aldeanos, aunque bien intencionados, lo hacían sentir como un lobo disfrazado de cordero, fuera de su elemento.

Mientras continuaba, su mandíbula bruxando y su mirada dorada fija al frente intentaban disuadir a los más entusiastas, aunque sin mucho éxito. Por cada tres pasos, alguien más se le acercaba para agradecerle o simplemente estrechar su mano. —Rubio de mierda... y la maldita madre que te re mil parió... "Ubben, el héroe"... Pelotudo cabeza de músculos… si no cocinases tan bien ya te habría…— murmuraba entre dientes, a un ritmo de sus palabras tan rápido como el de su irritación. Finalmente, soltó un suspiro frustrado y alzó la vista, observando la felicidad en los rostros de las personas que le saludaban. —A quién engaño... no se siente tan mal poder caminar sin esconderse— admitió con un deje de nostalgia en su tono, en un susurro para sí mismo.

No podía evitar reconocer que había algo liberador en no tener que preocuparse constantemente de que lo reconocieran. Era extraño caminar con el rostro al descubierto, sus cabellos blancos ondeando al viento, y no sentir ese cuchicheo a sus espaldas o la mirada de sospecha de algún pueblerino, o peor aún, que la marina le reconociese y la cacería comience otra vez. La victoria sobre la monarquía de la isla había cambiado su percepción pública, y Rag se había encargado de propagar la imagen de "Ubben, el héroe", algo que todavía le costaba asimilar.

Sin embargo, aunque el panorama había cambiado, su naturaleza seguía siendo la misma. Las miradas constantes, los gritos, los chiflidos, y especialmente los niños revoloteando a su alrededor, terminaron por hacer mella en sus nervios. Su mente le gritaba a pleno pulmón ¡ESCAPA!, mientras su instinto lo empujaba a quedarse. Era un conflicto interno que pocas veces experimentaba, una lucha entre el hombre que había aprendido a sobrevivir entre las sombras y aquel que, por un breve momento, había saboreado la luz. Finalmente, la presión fue demasiada. Ubben giró bruscamente hacia un callejón y se internó en él, dejando atrás la algarabía. Apoyó la espalda contra la pared, cerró los ojos y tomó una profunda bocanada de aire. El silencio momentáneo era una paz indescriptible para él. —No puedo seguir así...— murmuró para sí mismo. Siempre que tenía que estar al ojo publico, se preparaba mentalmente antes, y la fachada que mostraba le servía como muralla ante el la exposición con la gente, sin embargo en éste caso no tuvo tiempo, ni vió venir el cálido recibimiento que le dieron.

Entonces, un recuerdo fugaz cruzó su mente: la noche en la que había escalado al techo de la taberna para disfrutar del cielo estrellado en compañía del Solarian rubio. Ese pensamiento le arrancó una sonrisa ladina y, con ella, llegó la solución a su problema. —Por los tejados... Claro, es obvio. ¿Por qué no lo pensé antes?— Pensó, mientras alzaba la mirada buscando los tejados. Sin más preámbulos, Ubben ajustó su cinturón y, tras calcular la altura de los muros que lo rodeaban y tomó impulso. Sus movimientos, como si de un un gato acostumbrado a este tipo de maniobras, en un par de ágiles saltos impulsandose de pared en pared, le llevaron a alcanzar el tejado, que no estaba a más de siete u ocho metros de altura. Desde allí, el mundo adquirió una perspectiva diferente. La brisa fresca acariciaba su rostro, y la libertad que sentía le devolvió el control que tanto anhelaba.

Sonriendo para sí mismo, comenzó a correr por los tejados, disfrutando del ritmo de sus pasos y la sensación de volar por encima de la ciudad. Algunas personas desde la calle lo señalaban, pero él apenas les prestaba atención. En esos momentos, lo único que importaba era el placer de moverse con libertad, de sentir el aire llenando sus pulmones y de saberse fuera del alcance de las multitudes. A lo lejos, divisó a Umi, el enorme pescado en esteroides que destacaba como un faro entre la multitud. Ubben aceleró el paso, sintiendo la adrenalina correr por sus venas. Decidido a hacer una entrada dramática y sin carcular demasiado su salto, se impulsó desde el último tejado a unos 12 metros de altura, con la intención de aterrizar sobre el hombro de su compañero.

¡No, no, no, no!— gritó mientras todo salía terriblemente mal. Justo en el momento de su salto, Umi comenzó a sentarse, dejando a Ubben sin un punto de aterrizaje claro. El bribón de ojos dorados pasó de largo, su grito resonando en el aire, y terminó estrellándose contra el suelo con un sonido que, para su ego, fue más doloroso que el impacto en sí. Cayó como un saco de papas, rodando un par de veces antes de quedar tendido de espaldas, mirando el cielo. —Llegué...— Fueron las únicas palabras que salieron de su boca, mientras luchaba por mantenerse digno... sin lograrlo.



Resumen
Relevantes
#6
Raiga Gin Ebra
-
Joder Ragn, que buena gente eres coño. Ese peluche ha hecho muy feliz a un niño. Que mira, hablando de niños… No, no, espera, que eso no lo tengo que decir yo, perdona. Pero joder, que ilusión, grandullón.

Airgid, espero que me invites al bautizo. Bueno espera, que eres Revo, no creo que haya bautizo. Yo es que si se pierden las tradiciones... En fin, es un honor ser el narrador de la aventura en la cual el mundo se entera de que traerás a un revo más al mundo. Lo que nos faltaba, otro multiplicador más.

Umi, lo único que llegas a ver en la gruta es un montón de vallas y una lona que han puesto para que no se vea el agujero. No te queda muy claro si está o no completamente reparada, pero está claro que han empezado con las obras. Qué eficiencia.



Ragn, con tu característico andar imponente y despreocupado, has sido el primero en llegar, llevando a Pepe, el perro más peculiar del lugar, sobre tu hombro. Flow over 9000, di que sí. Asradi, hola. Tú te mueves con elegancia, qué te voy a decir. Aunque el calor te está dejando incómoda y visiblemente cansada. Por ahora lo puedes soportar, pero ojo como siga este calor... Airgid, tía, vaya movida llevas encima. Llegas unos minutos más tarde, pero me imagino que has estado muy ocupada fabricando cositas en tu interior, así que yo lo considero una excusa válida. Esa sonrisa nerviosa que intentas ocultar no se yo hasta qué punto va a aguantar sin que te pillen. Por tu parte, Umibozu, has llegado con movimientos pesados y calculados y explorando la zona. Esa sombra colosal que proyectas sobre tu alrededor, y tu presencia en general, es imposible de ignorar. Muchos se te han quedado mirando, pero bueno es algo normal para ti, me imagino. Y Ubben… bueno, Ubben hace su aparición desde los tejados, con un aterrizaje menos heroico de lo que probablemente planeó. Pero así me gusta, sin miedo al éxito.

Un hombre con pinta de haber disfrutado ya varias rondas de más sale de la taberna y os intercepta justo cuando Ubben sigue en el suelo. Su entusiasmo es palpable, aunque el aliento cargado a alcohol y la efusividad con la que os abraza —o al menos lo intenta— os hace dudar de sus verdaderas intenciones.

—¡Libertadores de Oykot! —exclama, rodeando a cada uno de vosotros con una familiaridad que resulta un poco incómoda.  —¡Hoy os invito yo! ¡Ronda para todos, que no se diga que esta isla no sabe agradecer!

Aunque sus intenciones no están del todo claras, sus palabras arrastran una energía contagiosa. Entráis en El Largo casi por imposición suya, agradeciendo por un momento el alivio que ofrece la sombra fresca del interior. Allí la temperatura es bastante más soportable. La taberna está inusualmente vacía, más de lo que recordáis. Solo un par de tipos beben en silencio, con los rostros hundidos en las jarras de madera, como si el ambiente no les invitara a otra cosa. La verdad es que es un poco lúgubre. Yo creo que en peores plazas habréis toreado vosotros, pero bueno, tampoco os voy a juzgar mucho. Bueno sí, pero ahora da igual.

Las mesas, de madera gruesa y marcadas por años de golpes y derrames, están desocupadas. El crujido del serrín bajo vuestros pies se mezcla con el murmullo lejano del exterior. La barra, atendida por un tabernero que no necesita preguntas para serviros una ronda, tiene un aire más solemne de lo habitual. Los vasos golpean la madera cuando son colocados frente a vosotros, y el camarero os dedica una mirada que parece decir que aprovechéis la tranquilidad mientras podáis.

Airgid, tía, llévate a Ragn a una mesa a parte o algo y le dices lo que tú y yo sabemos. O no, se libre, pero no sé... Me tienes como en una telenovela, te lo juro ¿Cómo se lo vas a decir? Si quieres os bloqueo la puerta para que Ragn no se vaya a por tabaco. Aunque... Ragn no se iría a por tabaco nunca, ¿no?

En una esquina, un tablón de anuncios viejo y desgastado recoge papeles amarillentos que os resultan familiares: algunos panfletos un tanto raros, un par de notas de recompensas y un anuncio casi irreconocible sobre una actuación. Y algunos papeles más por debajo que no alcanzáis a ver. El escenario, pequeño y elevado, luce improvisado, con una mancha oscura que destaca en el centro de las tablas. Parece marrón o negra, depende de la luz que le de. Quizá sea una marca de humedad, quizá no. Pero quitando todo eso, parece que no hay mucho más que hacer, a parte de lo obvio, claro.

La pregunta sobre si realmente hay un concierto o no, seguro que queda flotando en el aire mientras os acomodáis en la mesa que más os guste. Fuera, el bullicio del puerto sigue siendo solo un eco lejano. Tenéis unos minutos para relajaros, compartir impresiones y disfrutar de la bebida antes de que algo interrumpa esta extraña calma.

Y lo hace. Serán unos quince minutos desde que os sirven la bebida cuando el ruido empieza a sonar cerca.

Primero, los ecos de voces más animadas comienzan a filtrarse desde fuera. Después, un grupo de jóvenes entra en la taberna, vistiendo chaquetas de cuero, camisetas negras y adornos metálicos. Metal, mucho metal. La mayoría lleva cabelleras largas o peinados excéntricos, y algunos cargan con instrumentos musicales.

—¡Vamos, que hoy toca 'Hijos del Leviatán'! —exclama uno de ellos, un tipo espigado con gafas de sol y una chaqueta que parece haber pasado por más peleas que la mayoría de vosotros. Y ya es decir.

El ambiente cambia rápidamente. Las mesas se empiezan a llenar, los murmullos se transforman en risas y conversaciones animadas. De pronto, la taberna parece un lugar completamente diferente, lleno de vida. Los nuevos ocupantes os echan vistazos curiosos, reconociéndoos algunos de ellos. Uno incluso se acerca a Ragn con una sonrisa amplia:

— Coño, ¿tú eres el grandullón que ayudó con las cuerdas en el puerto? Mi viejo no para de hablar de ti. Te debo una cerveza, colega.

Asradi, observas que quizá hay más miradas puestas en ti que en el resto. Quizá no todos en la isla han superado sus prejuicios. Umi, no sé si querrás entrar. Si no, te sacarán una silla fuera con una bebida. Aerolíneas Ubben, vaya pintas me llevas. Creo que en tu espectacular aterrizaje te has rasgado el pantalón. Aunque bueno, viendo que la mitad de los presentes los llevan así, no desentonas mucho.

El camarero, ahora mucho más ocupado, os lanza una mirada de advertencia desde detrás de la barra.

— ¡Oye! Si venís por el espectáculo, coged sitio ya. Esto se va a llenar rápido. —Su tono es seco, pero no hostil. Parece más un consejo que una orden.

Y entonces, llegan los músicos. Un par de guitarristas, un tipo al bajo, otro a la batería y el cantante. Suben al escenario entre vítores y empiezan a probar los instrumentos, comprobando que el sonido está bien y todo tiene buena pinta.

Pues parece que esto está a punto de empezar.

#7
Ragnheidr Grosdttir
Stormbreaker
Personaje

Ragn se golpeó el rostro. Pepe saltó, asustado y empezó a ladrar. Por un momento había sentido un picor extraño, como si alguien estuviera hablando de él. Qué rallada. — Pepe. — Le mencionó, acompañado de un movimiento con la mano y el perro volvió a saltar, trepando astutamente hasta el hombro derecho del vikingo (con la ayuda de este). Más pronto que tarde apareció Asradi, junto a ella uno de los balleneros con los que había estado metiéndole mano a un par de reparaciones. El agradable tipo dejó la mochila de Ragn a sus pies y se marchó. No pudo ni agradecérselo, tan solo levantó la mano en señal de un sobrio "gracias" y Pepe volvió a ladrar, seguramente dándolas también. Abriría la mochila para colocarse su ropa habitual, cambiándose ahí, delante de Asradi y de cualquiera que pudiera verlo. No le importaba, la verdad. — No sé. Siemprre llegarrr tarrrde. Estarr acostumbrrado. — Del grupo que se había formado, probablemente los más "formales" con los horarios eran Asradi y el propio Ragn, lo que solía jugarles en contra en quedadas de este tipo.

Después apareció la rubia de las manos bonitas. Además, iba con un nuevo equipo en su pierna. Saludó efusivamente a la sirena y a Ragn le colocó una mano en su muslo. El vikingo le respondió mostrándole una amplia sonrisa. Pepe también la saludó. El perro de mierda estaba superintegrado, fuera coñas. Volvió a rebuscar en su mochila, entre varios objetos y comida precintada que no dudó en guardar en su bolsillo (lo hacía mucho) encontró una pequeña petaca metálica en la que estaba escrito "Nosha" con letras amarillas. Era la bebida que Tofun le había creado en honor a él y a sus creencias. Y claro, a su amistad. Tuvo un par de segundos donde el sonido no se filtraba en sus oídos, todo se quedó paralizado ... Pepe le sacó de aquella burbuja, ladrando, como si supiera que hacía falta para solucionar ese instante. Cuando Umi se sentó, levantó una pequeña zona de polvo. — Solo faltarrr ... — Susurró. Algo cayó del cielo, impactando contra tierra firme estrepitosamente. — ... El hérrroe ... — Se contestó a sí mismo, arrancándose una sonrisa por la casualidad. La mochila de Ragn volvió a ser colgada de su hombro, sus pasos le llevaron a estar frente a todos sus compañeros. Lo poco que le quedaba de Tofun estaba en su mano y el legado que dejaba, justo detrás de el, en aquella taberna que llevaba su apodo, ya para siempre. Era el momento de decir algo, las palabras adecuadas para recordar a su compañero, al hombre por el que la mayoría allí presentes eran hoy revolucionarios. Tofun era el líder moral del grupo, algo asumido generalmente, incluso por Ragnheidr. Aunque más que un líder, era un amigo fiel.

¡¡¡¡POR TOOOFUUUUN!!!!

Elevó la voz, solemne. Muchos no tenían bebida en mano, daba igual. Varios civiles que se encontraban cerca alzaron su brazo, en un afán por agrandar el momento. Ragn se metió el chupito de golpe. Entró como el fuego que era, cayendo una última vez aquel alcohol tan particular, dentro de su cuerpo.

Un efusivo "¡Libertadores de Oykot!" Le haría darse la vuelta. El tipo dice invitar a beber, en aquella isla todo eran invitaciones, como para no fiarse. El primero en hacer su entrada es el Buccaneer, que acompañado por Pepe, contempla alucinando la taberna. Era muchísimo más grande por dentro que por fuera o al menos era esa la impresión. Algo apagada, pero con ese ambiente de lugar sucio donde sirven los mejores licores. Muy Tofun todo. De todos modos el ambiente cambia al comenzar a entrar el personal. Uno de los que entran agradece a Ragn su curro, casualmente, es el hijo de uno de los ballereros. Justo ocurre cuando la primera jarra cae en sus poderosas manos. — ¡A tu salud! — Grita, alzando la copa. Sacó uno de los trozos de comida que tenía guardado, que resultó ser un pollo marinado de la noche anterior, envuelto en papel y claro, comenzó a comer. El cuerpo le pedía proteína constantemente.

Guiado por alguna de las mujeres, el vikingo se sentaría, expectante por lo que podría pasar a continuación.

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#8
Asradi
Völva
Personaje

Virtudes y Defectos

Inventario


No podía con ese calor. Era algo superior a ella. Asradi estaba habituada a las frías temperaturas del North Blue. Y aunque soportaba bien las más cálidas del East Blue, lo de ese día no era ni medio normal para ella. Ojalá poder pegarse un chapuzón y bucear hasta lo más profundo, allí donde los rayos del sol no lograban traspasar toda la mas de agua que era el océano. Pero no, ahí estaba, mirando la enorme taberna que habían bautizado en honor a Tofun. Pepe había llegado también, con su peculiar y gracioso peinadito y ya estaba revoloteando, como quien decía, alrededor de Ragnheidr que, como no, comenzaba a cambiarse de ropa ahí mismo. Delante de ella y sin ningún tipo de impunidad.

Yo todavía no me acostumbro a esto... — Murmuró con un enorme suspiro, desviando la mirada hacia otro lado que no fuese la anatomía desnuda de su compañero. Ya no era la primera vez que lo hacía, y no parecía tener vergüenza alguna. Aunque... ¿Le había visto alguna vez avergonzado desde que le conocía? Porque no tenía recuerdos de ello, la verdad.

Por fortuna, ese momento duró relativamente poco. Y justo fue sorprendida por un estrujón desde su espalda. Asradi abrió un poco más los ojos por la sorpresa.

¿Airgid? — El nombre de la susodicha fue pronunciado, inicialmente, con una mezcla de duda y estupefacción. No es que la rubia no fuese cariñosa o cercana con ella, solo que le había sorprendido. De todas maneras, la expresión de las sirena varió a una sonrisa dulce y le devolvió el abrazo a medias, acariciando los brazos fuertes de Airgid y casi acurrucándose ese ratito contra ella. Le encantaba la calidez que emanaba.

Aunque en los últimos días, la pelinegra estaba algo preocupada por ella. La notaba rara, pero con una mirada más radiante. Ya le preguntaría después, cuando tuviesen un momento a solas. Si lo tenían, claro. Umi no tardó en llegar, tan grande como era. ¡Y como para no verlo! Le saludó con una mano y una sonrisa suave. Y entonces Ubben hizo acto de presencia. Muy a su manera. La mirada de Asradi siguió toda la elíptica del salto del bribón de ojos dorados, hasta que...

Y se mató... — Musitó, parpadeando de manera graciosa. De un par de saltitos, la sirena se acercó al susodicho, y se acuclilló con su cola para estar un poquito a su altura.

Le dió un par de palmaditas suaves en la frente. Una mezcla de regaño y preocupación al mismo tiempo.

¿Estás bien? Más te vale que no te hayas roto nada por hacer el idiota. — Le picó un poco, revolviéndole las albas hebras del flequillo, antes de dejarle en paz. — Venga, vamos, seguro dentro se está mucho más fresquito.

Y, con ese pensamiento en mente, Asradi se adentró al establecimiento en sí. De inmediato el dueño del lugar ya les estaba invitando a rondas. A ver, a decir verdad, no le sorprendía mucho después de haber ayudado a liberar Oykot de la tiranía en la que habían estado sumidos hasta el día de hoy. Por fortuna, el interior estaba más fresquito, aunque le dió un poco de curiosidad, y mala espina, ver el local tan vacío. Tan desangelado. La mención de Tofun, de todas maneras, tuvo un sentimiento agridulce para la sirena. La presencia y los recuerdos del tontatta todavía estaban muy presentes. Tofun había sido un soplo de aire fresco y un buen compañero. Y ella todavía se culpaba, en parte, de no haber podido hacer más para salvarle la vida. No había sido suficiente. Todavía se le podía notar en la mirada esa tristeza que, de vez en cuando, la asolaba. No era nada fácil el que una vida se te fuese de las manos. Sobre todo la de alguien cercano.

Le dió una palmada a Ragn en la espalda cuando éste comenzó a animarse y, al menos por ella misma, fue a buscar un lugar donde acomodarse.

Yo me conformo con una cerveza fría o algo así. — No pedía mucho, en realidad.

Y, de paso, buscaba también apartarse un poco de las miradas de la gente, puesto que había notado varias sobre sí misma. Le ponían nerviosa, le costaba demasiado mostrar lo que era, por muy orgullosa que estuviese, precisamente por las miradas y todos los prejuicios que había alrededor de los habitantes del mar. Así que fue a acomodarse en una mesa, intentando pasar un poco desapercibida.

Justo a tiempo, pues parecía que los músicos iban llegando.

Resumen
#9
Airgid Vanaidiam
Metalhead
El abrazo de la rubia pilló a Asradi por sorpresa, rodeándola con sus brazos por la espalda y acurrucándose unos segundos en su hombro, ya que era algo más alta que la sirena. Lo cierto es que era normal que se sorprendiese, Airgid era cercana, sí, pero se limitaba más a gestos pequeños, como ponerte una mano en el hombro o darte una palmadita en la espalda, más que directamente algo tan invasivo como un abrazo. Aún a pesar de la sorpresa, agradeció que Asradi la correspondiera en ese momento, acurrucándose con ella. Rápidamente soltó una risilla antes de separarse y acercarse a Ragnheidr, con quién, curiosamente, sí se mostró más como solía ser de normal. Tal vez si estuvieran solos, se habría lanzado a por él como una bala, pero le costaba un poco tener esas actitudes... románticas, en público. Aún así, la cercanía era suficientemente cálida como para sacarle una sonrisa.

Al poco rato apareció Umibozu, tan colosal como siempre, aunque curiosamente cuidadoso, a pesar de su tamaño. Airgid supuso que se había tenido que acostumbrar por las malas a siempre ver bien dónde ponía las zarpas si no quería ir cargándoselo todo a su paso. La rubia le saludó con la mano y con una gran sonrisa mientras le veía sentarse cómodamente para quedar un poco más a la altura de todos los demás. Fue Ragn el que respondió que solo quedaba por llegar... el héroe estrellado, literalmente, cayendo desde el cielo ante sus narices. La mujer fue incapaz de contenerse la risa ante tal espectáculo, y es que a pesar de todas las dudas que la asolaban en ese momento, de la incertidumbre acerca de su estado, y sobre todo del recibimiento y la acogida que podría tener una noticia así, se encontraba de un humor estupendo. — Joder, Ubben, hasta yo siendo coja me caigo menos que tú. — Comentó sin poder parar de reír, viendo cómo Asradi se había adelantado para ayudarle a ponerse en pie y recuperar un poco de su dignidad. El peliblanco aprovechaba cualquier ocasión para meterse con su falta de pierna, así que, era un buen momento para devolvérsela.

Parecía que todos estaban preparados para entrar al local, cuando Ragnheidr sacó de su mochila una bebida que la rubia reconoció al instante. Era un chupito de "Nosha", ese alcohol que Tofun destiló y mezcló especialmente para Ragn, en honor a una de sus diosas más importantes. Aquel gesto barrió su corazón de nostalgia, dejando de reír de repente, aunque con la sonrisa aún en su rostro, pero más solemne. Recordó cuando el pequeño tontatta también le dedicó su propio chupito, "El Polvazo", se llamaba. Ahora no podría beberlo, por culpa de su estado, pero le habría encantado conservar aunque fuera un poco, en su honor. Seguro que Tofun se habría alegrado muchísimo por ella si supiera que estaba embarazada, además de Ragn, con quién guardaba una amistad especial. El corazón de Airgid era a estas alturas de la vida, casi de metal, frío endurecido por todo el camino recorrido, pero pensar en eso la emocionó, sacándole una pequeña lagrimilla que recorrió su mejilla rápidamente. No tenía bebida con la que brindar en ese momento, pero no hacía falta. — ¡POR TOFUUUN! — Gritó ella también, todo lo alto que pudo, apoyándose en Ragnheidr. No era normal en ella llorar, ni aunque fuera un poco. Puede que fuera cosa de las hormonas, quién sabe.

Un grito proclamando aquel apodo que el pueblo les había dado les hizo girarse a ambos. Era un hombre que estaba en la taberna antes de que ellos llegasen, y había dicho de invitarles a todos a una ronda. Maldito día para enterarse una de que estaba embarazada, ¿verdad? Siguiendo al grupo, se adentró en la taberna, que se encontraba aún bastante vacía. Había un pequeño escenario improvisado, aunque la iluminación era escasa y la madera tan desgastada que parecía todo un poco más lúgubre de lo que se esperaría por parte de una taberna con el apodo de su compañero. Lo curioso es que era bastante alta, algo que sí que se esperaría de un lugar llamado El Largo, eso le sacó una sonrisa. — Yo... solo un refresco. — Sí, no era sorpresa para nadie que a Airgid le encantaban las bebidas gaseosas, pero quizás, a alguno podría llamarle la atención el hecho de que rechazara así, de primeras, cerveza gratis. Incluso a ella le dolió un poco. No obstante, notar ese burbujeo del refresco en su garganta le hizo olvidar la envidia que le daban los demás.

Entonces, de repente, comenzaron a llegar grupos y grupos de chavales, llenando rápidamente el hueco vacío de la taberna. Todos vestían bastante punk, con sus mierdas de metal por todos lados, los pelos rapados y teñidos, piercings, chaquetas de cuero negras a pesar de que hacía una calor de la hostia... es que llevaban tanto metal encima, que Airgid podría montarse un fuerte con ello si le daba por hacer uso de su fruta en algún momento. Les observó con curiosidad, ¿es que el grupo que actuaba era de rock o algo así? Muchos le devolvieron la mirada, reconociéndola, incluso una chavala con media cabeza rapada y la otra llena de trenzas se acercó a ella al ver su improvisado implante de metal, halagándolo, diciéndole que estaba guapo de cojones. Lo cierto es que a pesar de ser poco más que una rígida pata de metal que ofrecía el mismo movimiento que una tubería atada a su muslo, Airgid se había currado la estética, añadiéndole relieve, detalles puntiagudos, y el precioso corazón de la rodilla.

Parecía que quedaba poco para que comenzase el espectáculo, Ragnheidr ya estaba sentado, zampando algo de pollo y bebiendo, un poco a su bola. Airgid le observó por detrás, preguntándose sí era aquel día un buen momento para contárselo. Tomó aire... y se acercó. Aprovechando que estaba sentado y más a su altura, le rodeó el cuello con los brazos, apoyándose en él, aproximando sus labios hacia su oreja. — Hola, guapo. — Susurró con dulzura. — A ver si nos quedamos un poco a solas, ¿no? Hay algo que te quiero decir. — Sonrió antes de dejarle un beso en la nuca. Estaba que se le salía el corazón del pecho, pero quería preparar algo más especial para contárselo. Y el concierto estaba por empezar.



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