Hay rumores sobre…
... una plaga de ratas infectadas por un extraño virus en el Refugio de Goat.
[Autonarrada] [A - T2] ¡Suboficial en Llamas!
Henry
Akaitora (Tigre Rojo)
Base Marine G-23
Días posteriores al incidente de Rostock
 
Mi reputación en la base había cambiado radicalmente, algunos pensaban como yo y me agradecían por mi servicio mientras que muchos otros pensaban qué me había pasado unos cuantos pueblos en mi última misión. Fuese como fuese me había ganado el respeto de algunos y el miedo de varios, cosas que vendrían a la par cuando se necesita eliminar a los criminales de este mundo.
 
La base parecía estar algo más agitada de lo normal y no lo decía por tener a una gigante limpiando el patio de vez en cuando, si no que tenía toda la pinta de que habría una ceremonia de ascenso. Mi hipótesis parecía volverse realidad al preguntarle a un soldado encargado de llevar y traes piezas de lo que parecía ser un podium de metal, típico de una ceremonia de ascenso algo más extravagante. — Soldado, que está pasando, a quién ascendieron? — Mi pregunta parecía extrañar al marine, el cual empieza a sudar como si estuviese usando mis poderes.
 
 — Ehhhmmm... y-yo... Discúlpeme!!! — Empezó a correr con dirección al patio, pues parecía tener órdenes de no decir a nadie sobre quién sería ascendido. Ya le preste yo atención o no a lo que estaba pasando no importaba realmente, sentía que tenía mucha carga en los hombros y debía de solucionarlo de alguna forma. Luego de meditarlo mientras caminaba por los pasillos de la base decidí ir al campo de entrenamiento y tomar prestado a un soldado.
 
Si algo de bueno tenía el ser sargento de la marina era la responsabilidad sobre el entrenamiento de los soldados. Sabiendo aquello de manual tomé a uno de los mejores soldados presente en aquél campo y le ordené que luche conmigo. Este, aunque dudó unos segundos, se lanzó a por mi cabeza, lanzando poderosos y rápidos golpes. A decir verdad me preocupaba la diferencia entre nuestras capacidades, pues realmente a penas había diferencia alguna.
 
Con cada golpe que aquél soldado me lanzaba más me daba cuenta de que mis reflejos necesitaban ser pulidos. Lo mismo pasaba con mi marcialidad en el combate como con mi fuerza bruta, esta última era la que más me preocupaba ya que el soldado mostraba ser obviamente más fuerte que yo. Estaba claro que haber estado enfocado únicamente en mis poderes me ha afectado en otros aspectos como combatiente.
 
A pesar de todo ello no me dejaría ganar fácilmente, pues yo era el sargento y tenía más experiencia en combate qué cualquier soldado en la base. — ¡Ataca con lo mejor que tengas, si no lo haces mejor despídete de servir como marine! — Notaba como mi órden hacía que aquél soldado pase por varios pensamientos al mismo tiempo, pero en pocos segundos retomó su misión con seguridad y preparó una poderoso puñetazo. 
 
Aquello era lo que estaba buscando, un intercambio de poderosos puñetazos. Yo también cargué el mío, aunque se trataba de una técnica que usaría la gran complexión de mi cuerpo como base de un poderoso golpe. Ambos cargamos contra el otro al mismo tiempo lanzando nuestros puños confiados de que ganaríamos. A este punto ya habíamos atraído a toda una docena de marines observando nuestro entrenamiento, los cuales hacían un círculo a nuestro alrededor.
 
Ambos puñetazos impactaron en la mejilla del otro aunque ninguno tuve el mismo resultado. El puñetazo del soldado solo logró mover mi rostro unos cuantos grados a la derecha, logrando sacarme una gota de sangre de la nariz. Por mi parte, mi puñetazo mandó al soldado a volar metros en el aire, volando por encima del grupo de marines qué nos observaba. — Ser fuerte no lo es todo, la experiencia en combate y las técnicas son hasta más importantes que la fuerza bruta. —
 
Daba mi lección como sargento y encargado de instruir a los futuros soldados de la justicia en el G-23. De la nada un soldado viene a mi con unas órdenes, dejándome saber que se me requería en el centro del campo de entrenamiento. Al salir de aquél circulo de marines pude ver que el evento de ascenso ya estaba listo, docenas de soldados formaban mirando al podium, donde se encontraba lo que parecía ser... un oficial?!
 
Se trataba de un oficial de la marien ya que su capa, con la palabra 'Justicia'  en la espalda le hacía resaltar muy por encima del soldado común. Este parecía tener a otros dos soldado a sus costados con lo que parecía ser cajas de medallas. El que parecía ser el organizador me llamóa atención, diciéndome que forme una fila por delante de los soldados que formaban. Ya empezaba a entender el porqué del nerviosismo de aquél soldado, pues yo sería parte de la ceremonia de ascenso junto a otros compañeros.
 
Se aprovechó aquella ceremonia para ascender a varios reclutas por su servicio en la base hasta el momento, nombrandolos soldados rasos de la marina. Por otro lado solo quedaban otros dos soldados, los cuales habían recibido el cargo de sargentos de la marina, portando aquella pañoleta color turquesa. — Sargento Henry, suba al podium — Obedecí su órden, parándome delante del oficial para recibir su conmemoración.
 
 — Gracias a sus servicios manteniendo a cierta banda criminal en Rostock bajo control yo le entrego hoy el título y rango de Suboficial de la Marina. — No podía explicar la repentina emoción que estaba sintiendo, pues mi sueño de convertirme en un respetado marine se estaba volviendo realidad, ahora como suboficial de la marina. También se me entregó mi nuevo uniforme, el cual era como cualquier camisa de soldado marine, pero con aquellos parches dorados en los hombros.
 
Había sido un gran día y me lo quería tomar para mi mismo. Pese a empezar una celebración con el resto de compañeros en la base, me largué al rato de esta empezar. Caminé hasta fuera de la base, respirando profundamente el aire fresco de Kilombo. No había ni un sola presencia en el lugar, o eso pensé yo. Pese a no tener tiempo de girar mi cuerpo, al escuchar rápidos pasos detrás mía activé mis poderes, evitando ser apuñalado por una daga.
 
Se trataba de un tipo en capucha, con una daga en una mano y un sable en la otra. — ¡Estás con los tipos de silo! — no parecía querer responder mi pregunta, pero de poco o nada importaba ya. El combate no duró mucho antes de que pudiera agarrarlo por la cabeza y quemar la misma con mi brazo de magma. Sus gritos de dolor se ahogaban en la misma lava sin efecto alguno. Aquél había sido un día con muchos eventos y ya estaba cansado, por lo que dejé aquél cuerpo ser cocinado por mi lava en aquél lugar y decidí volver a disfrutar de la fiesta.
 
#1
Moderadora Lola
La Despechada
Recompensas entregadas
#2


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