Alguien dijo una vez...
Monkey D. Luffy
Digamos que hay un pedazo de carne. Los piratas tendrían un banquete y se lo comerían, pero los héroes lo compartirían con otras personas. ¡Yo quiero toda la carne!
[Aventura] [T1] Port Blitz
Mayura Pavone
El Pavo Real del Oceano
Pueblo de Rostock, Isla Kilombo, Día 7 de Verano del  Año 724



Era una tarde fresca y bastante movida en la zona portuaria del pueblo de Rostock, el sol ya empezaba a ponerse y el viento agitaba con la fuerza suficiente para acarrear las partículas de agua que se esparcían con el choque de las olas constantes contra los diferentes puertos de embarque. Allí estabas tú, nuestro imponente e inquebrantable protagonista, quien a pesar de su larga edad no era más que un simple recluta con actividades básicas como las que te habían tocado hoy junto a un grupo de cuatro reclutas adicionales; el mantenimiento preventivo del muelle. Pero claro, todo marine que compartiera tu visión sabía que, aun siendo una simple tarea, era igual de importante que cualquier otra, pues el mantenimiento era vital para evitar accidentes y desastres.

Lamentablemente, tus compañeros no compartían esa visión. Los dos compañeros más jóvenes, de apenas unos dieciocho años, holgazaneaban y echaban piropos a las mujeres que pasaban, su apoyo hasta el momento había sido nulo. El tercero, un recluta ya acostumbrado al mantenimiento de este muelle en específico, podía cargar con todo el trabajo como si fuera un simple juego por lo que era completamente ajeno a las acciones que ustedes hicieran. El cuarto, un novato que apenas era su primera vez trabajando en el mantenimiento de un muelle, entorpeciendo el proceso en lugar de ayudar, aunque claro, no de manera intencional. ¿Pero que habías hecho tu hasta este momento? Así es, tú nuestro gran protagonista, acostumbrado a un trabajo de carpintería y mantenimiento que probablemente había brindado mantenimiento a los muelles del puerto desde que gateabas.

Por otro lado, se podían escuchar a los niños corretear de un lado a otro, jugando un sinfín de juegos, a veces incluso chocaban con los holgazanes que solo querían ver chicas. Pero en particular, si prestabas atención, lo que había empezado como un juego entre un grupo de cuatro chicos podía no parecer tan amistoso, pues aun a tu larga edad y estando a una cantidad de metros relativamente considerable, podrías distinguir a uno de los niños tirado al suelo llorando, con tres dándote la espalda parados frente a frente a este chico.

Si continúas disfrutando del panorama en lugar de seguir trabajando, encontraras más cosas que podrían llamarte la atención. Por ejemplo, a los mercantes ya recogiendo sus estantes del mercado local, preparándose para irse a su casa pues ya era momento de cerrar. Claro, todos menos uno, una señora que vendía frutas, esta se veía un poco nerviosa y parecía estar atendiendo a dos sujetos, también de espaldas a ti, que parecían estar hablando con ella.

¿Qué hará nuestro noble e imponente protagonista? ¿Se habrá cansado de los holgazanes? ¿Ayudaría al novato? ¿Trataría de ir a la par con el recluta experimentado? ¿O decidirá dejar a un lado su trabajo y entrometerse en los asuntos ajenos? Estoy más que ansioso por ver como nos sorprendes con tus decisiones querido devoto de la marina.


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#1
Arthur Soriz
Gramps
[Imagen: iVCgliW.png]
[ · · · ]
día 7 de verano
año 724

Mi ver se encontraba divisando de a momentos a los reclutas que, tal vez para bien o para mal eran bastante diferentes entre ellos. Aquel que mostraba ímpetu y práctica con las tareas del puerto era al que menos tendría que llamarle la atención afortunadamente, con los otros tres... bueno, eso ya era otro asunto. Si quería que las cosas funcionaran como una máquina bien aceitada cuyos engranajes se mueven entre si a la perfección tendría que tomar cartas en el asunto y empezar a dar órdenes... incluso cuando lo más probable es que fuéramos todos del mismo rango.

Al primero que me acerqué fue al que no sabía muy bien cómo hacer las cosas, poniendo gentilmente una mano en su hombro y mostrando una afable sonrisa de medio labio.

Oye, chico ... ¿me puedes hacer un favor? Se nota que eres alguien muy gentil, ¿ves a esos niños de por allí? Ayuda al que está tirado en el suelo sollozando, tengo el pequeño temor de que se están metiendo con él más de lo necesario, espero que solo sea un malentendido. — no es que quisiera quitármelo de encima, pero sentía que de verdad podía hacer mucho bien ayudando a aquellos que más lo necesitaban, y no podía dividirme en varias personas por más que quisiera.

Tras dar esa indicación al recluta más novato, me dirigí a los otros dos holgazanes que lo único que parecían querer hacer era seducir mujeres o babear con el paso de estas. Cruzado de brazos, interrumpí su sesión de babeo emitiendo un potente resoplido haciendo que mis fosas nasales se ampliaran en demasía, antes de hablar en un tono de voz más tajante más no por ello hostil. Tan solo severo.

[Imagen: ef34wGq.gif]

Ustedes dos, comprendo la juventud pero no aceptaré holgazanes en mi vista así que acompáñenme... tenemos algo por hacer.
Tras dar esa orden, no esperé siquiera a que me contestaran, poniéndome entre los dos mirando al frente y puse mis manos cada una en la espalda de los dos Marines, empujándolos para que, así, comenzaran a caminar a mi ritmo. Los llevé hasta donde se encontraba aquella señora que, a mi vista, creía necesitaba un poco de ayuda a juzgar por su expresión nerviosa.

Haciendo sombra detrás de ese par de sujetos, cruzado de brazos hablé.

Buenas tardes, señora... ¿algo en lo que podamos ayudar, está todo bien por aquí?

Mi pregunta fue directa, sin titubeos y con un tono de voz que sonaría incluso un poco amenazante si aquellos dos hombres tenían malas intenciones. Quería creer que era nada más mi parecer, pero en el fondo de mi pecho... una corazonada me decía que la señora estaba siendo extorsionada... Esperaba que no fuera así.

Personaje

virtudes y defectos

Inventario

Resumen
#2
Mayura Pavone
El Pavo Real del Oceano
Quizás sea la experiencia lo que te impulsa a tomar las riendas en situaciones que otros evitarían. Continuamos con tu aventura, que se ha vuelto más interesante de lo esperado, pues posees ese don característico y reputación en tu isla natal que te permitían siempre tomar el liderazgo de las situaciones. Ya sea por respeto hacia tu edad, por tu “elocuencia” o simplemente por miedo, lograbas que esos jóvenes marines te siguieran sin oposición.
 
El novato, muy temeroso y tembloroso, deja caer sus herramientas cuando te acercas y traga en seco cuando inicias a hablar. ¿Qué puedo decir? Solo tiene dos días en la marina y parece que ya ha escuchado de tus conexiones dentro de ella. — ¡Sí… señor! — Contesta con un tono lleno de nervios mientras trata de pararse erguido, aunque parece más un vibrador humano. Sin mucho tiempo que perder y tras un largo suspiro, el recluta novato se acerca hacia los niños, y podrías ver a lo lejos cómo empieza a entablar una conversación con ellos, mostrando el mismo carácter débil y tímido con el que te había respondido. Ya podrás decidir preguntarle cuando regrese o, si en algún punto decides acercarte, ver por ti mismo lo que ocurrió. Solo duró unos minutos antes de volver a su posición y continuar con su inútil trabajo de principiante.
 
Por otro lado, están los holgazanes, quienes te siguen a regañadientes, expresando su desagrado con susurros y miradas de reojo hacia los lados mientras los empujabas; nada que dos jóvenes no hicieran. Justo cuando se armaron de valor suficiente para soltarse de tu empujón, lograron comprender lo que hacías, por lo que se pararon a tu lado serios y erguidos al momento de interrumpir la conversación de la señora y sus clientes. Sí que sabes sacarle provecho a ese gran físico y a esos tres metros de altura que posees, no pareces tener problemas en imponerte ante los jóvenes holgazanes de apenas veinte años y un metro con setenta de altura.
 
Ya estando con los sujetos que estaban hablando con la señora, estos se giran al escuchar la pregunta tu pregunta. Uno de ellos, con una cicatriz en el ojo derecho, sonríe ampliamente, pero su sonrisa es algo falsa y llena de sarcasmo. El otro, de complexión similar a la de una pelota gracias al sobrepeso, muestra una expresión más seria y comenta que no es nada importante y que solo están haciendo negocios. Sin embargo, la mirada nerviosa de la señora y sus manos temblorosas sugieren otra historia. — Todo está bien, caballeros. — Responde la señora, tratando de mantener una sonrisa. Sin embargo, su voz se quiebra y su cuerpo empieza a temblar más fuerte. Con cada segundo que pasaba, el sudor frío recorría la frente de la anciana mientras sus ojos saltaban de un bandido al otro, como si buscara una salida que no lograba encontrar. En tanto, los transeúntes retrocedían en un mar de susurros y miradas alarmadas. La tensión en el aire era casi palpable, como si todos sintieran que algo estaba a punto de suceder.
 
El problema había empezado, tus compañeros no se quedarían de brazos cruzados; ya sabes cómo son de imponentes y presuntuosos aquellos jóvenes cuando sienten que tienen la mínima pizca de autoridad. — ¿Con qué negocios de “frutas” a estas horas? — Dice tu compañero rubio a tu izquierda, con una seriedad que no habías contemplado en todo el día, mientras trata de girar al de la cicatriz sosteniéndole uno de los brazos. Pero el destello de la daga del sujeto cortó el aire en un movimiento rápido, aunque torpe, mientras el marine apenas retrocedía lo suficiente para evitar el filo. Antes de que nadie pudiera reaccionar, el sujeto más corpulento se movió con una agilidad sorprendente, envolviendo a la anciana en un fuerte abrazo y alzándola sobre sus hombros como si fuera un simple costal de las frutas que vendía. — ¡A ver, marines! Esto no es de su incumbencia. ¿No deberían estar haciendo su trabajo en el muelle? Tenemos negocios pendientes con esta señora. — Reclamaba el sujeto gordo, que ahora también empezaba a ponerse nervioso.
 
Ahora tienes a los dos sujetos frente a ti, uno al lado del otro, con una señora de rehén. ¿Qué harás? ¿Sentirán el peso de la justicia? ¿Intervenir de inmediato arriesgaría la vida de la señora? ¿O actuar con demasiada cautela les daría a los bandidos tiempo para escapar? Algo que, si estaba más que claro, eran los ojos se la señora, llenos de temor, como si suplicaran en silencio que alguien la rescatara.
#3
Arthur Soriz
Gramps
Al ver cómo se desarrollaban las cosas, Arthur soltó un profundo suspiro. Aún cruzado de brazos, renegó suavemente con la cabeza y chasqueó la lengua un par de veces mostrando su decepción ante las actitudes de aquel par de hombres. Decepción más que nada porque quiso estar seguro de que no fuera nada más que una falsa corazonada; lamentablemente sí estaban tramando algo.

La mirada aterrorizada de aquella mujer jaló de los hilos del corazón del anciano, el cual tensó ligeramente el cuerpo en especial cuando divisó el brillo metálico de una daga haciendo acto de presencia. Mucho menos podría quedarse sin hacer nada cuando el gordo levantó a la mujer contra uno de sus brazos cual saco de patatas. Ahora la situación era otra, y la postura que antes ya imponente de Arthur se volvió una que parecía sacada de una película de terror.

Sus puños apretaban tan fuerte que los nudillos crujían y los callos en las palmas de las manos casi que estaban a punto de abrirse al medio producto de la presión que ejercía en estos.

Podríamos haber hecho esto a las buenas, caballeros... nuestro trabajo como Marines es sobre todas las cosas mantener el orden, ¿y saben lo que están haciendo ahora mismo, no? — preguntó, más no esperó respuesta; no les daría la chance de hablar. Bastante lo habían hecho ya y miren cómo terminaron — Miren a su alrededor... la gente reculando, mirándolos y susurrando entre ellos, si querían hacer esto de forma disimulada pues esa oportunidad ya se ha ido a la mismísima mierda, ahora bien...

Hizo una pausa en su hablar, llevándose una mano al mentón y mostrando una sonrisa que si bien podría ser considerada feliz, en realidad parecía casi que macabra... más no para los inocentes, sino para aquellos de corazón oscuro y sucio como ellos dos. Era la sonrisa de alguien que estaba a punto de tirarles el peso de la justicia sobre sus cabezas en cualquier momento si hacían tan solo un movimiento en falso.

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Podría decirse que ahora mismo Arthur era una pistola con el gatillo muy fácil.

Les di la chance de ser honestos... ¡HYIAAA!

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Al exclamar de ese modo, a pesar de su avanzada edad aún mantenía práctica de sus años mozos combatiendo como guardia del puerto. Una patada ascendente, potente y veloz, dirigida no hacia el arma pero hacia la muñeca de la mano que sostenía esa arma blanca lo suficientemente potente como para que la tirara al suelo sin chance de siquiera rechistar debido a la cercanía de sus cuerpos, para acto seguido agarrarle de la cabeza y estamparlo con fuerza sobre el suelo de madera haciendo que esta crujiera un poco.

Aprovechando la distracción miró de reojo al par de jóvenes Marines a su lado asintiendo con la cabeza como diciendo "Ustedes se encargan de este", y corriendo de forma pesada arremetió por encima del puesto de la mujer, lanzando una patada al pecho del obeso al mismo tiempo que agarraba de las manos a la pobre víctima de estos malditos extorsionistas.

[Imagen: 73oquQa.png]

¿Su intención? Hacer que el gordo saliera volando dándole lo mismo si caía en el agua junto al puerto, su prioridad ahora mismo era la seguridad de aquella mujer por sobre todas las cosas al haberle agarrado las manos para que solo el obeso recibiera la potencia de su ataque... confiaba que los jóvenes podían encargarse dos versus uno contra alguien desarmado y probablemente un tanto atolondrado; o eso quisiera creer.

Resumen
#4
Mayura Pavone
El Pavo Real del Oceano
Tu grito y movimientos decididos no pasaron desapercibidos. El impacto de la patada resonó en el muelle, y la daga cayó al suelo con un tintineo metálico, extremadamente lejos del alcance del hombre de la cicatriz, cuya muñeca probablemente quedaría inútil por unos días. El crujido de la madera debajo de ti resonaba como un eco de la justicia aplicada con firmeza y sin dudas. El bandido soltó un gemido ahogado mientras abandonaba a su compañero a la suerte y salía corriendo a la fuga. Era incapaz de resistirse a escapar tras verse ante tu fuerza. Incluso algunas frutas que se interpusieron en tu camino se vieron víctimas del roce con la patada.
 
Por su parte, los jóvenes marines vacilaron al principio, quedando impresionados por tus habilidades de desarme, pero tu señal les devolvió el sentido de la urgencia. Ambos corrieron tras el hombre de la cicatriz, intentando seguirle el paso por las calles empedradas hasta perderse de tu rango de visión entre los callejones. ¿Cómo acabará esa travesía? Ya lo averiguarás, pero por ahora tienes otro problema en frente.
 
Era obvio, no todo saldría como lo habías planeado. El sujeto corpulento demostró que su peso no era impedimento para reaccionar rápidamente. Apenas sintió la presión de la patada en su pecho, echó su cuerpo hacia atrás, soltando a la mujer para recuperar el equilibrio y evitar caer al suelo. La señora, aterrorizada pero ilesa, dejó escapar un jadeo ahogado mientras se daba cuenta que la habías sostenido de las manos y que no cayó al suelo en seco. Aunque probablemente su espalda y muñecas le pasarían factura al otro día, pero felicidades pues había escapado de ese golpe contundente contra el suelo gracias a tus reflejos.
 
¡Ni un paso más, viejo! — Rugió el corpulento, ahora sosteniendo temblorosamente una pistola en su mano. — ¿Crees que no estoy preparado para lidiar con tipos como tú? — Culminó con un quiebre en sus palabras, apuntando con pésima puntería hacia ti o la señora; sus habilidades eran tan malas que era imposible saber cuál era su blanco.
 
El silencio que siguió fue opresivo. Los murmullos de los transeúntes se apagaron. Solo el sonido de las olas rompiendo contra el puerto y el fuerte viento que aún seguía soplando acompañaban la tensión de la escena. La pistola temblaba en su mano, y el sonido del gatillo ajustándose parecía resonar más fuerte que las mismas olas.
 
La justicia sería tu guía, y no había tiempo para perder en el accionar, pues ese hombre no esperaría mucho para disparar. ¿Negociarías condiciones? ¿Priorizarías a la señora y su estante que yacía justo a tus espaldas? ¿Atacarías sin importar la reacción que este bandido podría tener? Estoy ansioso por saber qué harás, veterano y devoto marine.
#5
Arthur Soriz
Gramps
Saber que la mujer estaba fuera de peligro por más que tuviera algún que otro moretón por ese revoloteo en el aire que tuvo antes de 'aterrizar' en suelo firme dejaba mucho más tranquilo a Arthur, el cual se puso frente a ella para protegerla de cualquier eventualidad. Y eventualidad habría, sí ... lamentablemente aquel sujeto, cual animal arrinconado sacó los dientes aterrorizado; el filo de estos era inexistente, pero sí tenía potencial de matar a alguien si disparaba al azar como parecía haría. Podría haber gritado "¡Todos al suelo!" o algo por el estilo más no lo hizo, eso solamente generaría una gran conmoción y podría ser el detonante que llevara al gordo a disparar.

Puso sus brazos a los lados para crear más superficie corporal y así usarla de protección con la pobre mujer que no había hecho nada en su vida más que trabajar para llevar el día a día. Con una expresión decidida y seria, comencé a hablar nuevamente... debía encontrar una forma de convencerlo de que su decisión solamente traería más problemas que soluciones.

Piensa bien lo que estás haciendo, muchacho ... ¿piensas sacrificar tu vida entera nada más por unos míseros Berries que para peor le tendrás que dar gran parte de estos a tu 'jefe'? ... Tsk tsk~ — hizo una pausa en su hablar, chasqueando la lengua un par de veces y negando con la cabeza mostrando decepción total. — Que desperdicio de juventud, además... tu 'colega' se echó a correr a la primera chance que tuvo... ¿por qué no bajas el arma y solucionamos esto como verdaderos hombres? Mano a mano, sin meter a nadie más de por medio.

La propuesta no era que se entregara porque dudaba que lo hiciera sin más, era que si iba a caer que al menos lo hiciera con honor... no como un maldito cobarde que utiliza tácticas de miedo con tal de sacarle un poco de provecho a una mísera cantidad de dinero que probablemente conseguiría en creces si se esforzara un poco y llevara una vida noble, pulcra... ¿pero no, verdad? Todo lo quieren fácil y ya. Arthur mostraba convicción, ni un ápice de miedo ante la adversidad, incluso cuando su vida podría llegar a correr grave peligro... con tal de que los demás estuvieran a salvo.

¿¡Eres un hombre o un cobarde!? ¡habla, maldición! ¡vergüenza debería darte de extorsionar a una bella señora inocente y trabajadora que todos los días se levanta de madrugada para armar su puesto y vender lo que puede! ¡todos aquí hacen lo mismo día a día!

Su voz retumbaba como el tronar de mil tambores de guerra, casi haciendo eco incluso estando en el puerto junto a la costa. Infló sus pulmones notándose cómo su pecho se hinchaba casi al doble de su tamaño.

¿¡QUIÉN TE DIO DERECHO DE CREER QUE SU DINERO LES PERTENECE!?

Vociferó a todo pulmón, mirando detrás de aquel sujeto a ver... si de milagro, el Marine novato al que le había pedido que se encargara de los niños había vuelto... no es que fuese su única salvación, pero podría tener su acto heroico si actuaba de forma adecuada y silenciosa por detrás de él. De lo contrario, Arthur tendría que encargarse de este por su cuenta... lo quisiera o no.

Resumen
#6
Mayura Pavone
El Pavo Real del Oceano
El corpulento seguía apuntando con la pistola, aunque su pulso tembloroso dejaba claro que no era un experto manejando armas. Tú, con tu voz resonante, habías logrado captar la atención de todos los presentes. La señora, todavía escondida detrás de ti, miraba con mezcla de esperanza y terror, mientras tus palabras cortaban el aire como un látigo y azotaban al bandido. Sin embargo, algo parecía estar ocurriendo con el armado bandido de cuello imperceptible. Su expresión de miedo se tornó un poco extraña; sus ojos se entrecerraron, su nariz se movía inquieta, y su respiración comenzó a hacerse más pesada. Fue entonces cuando sucedió a raíz de los vientos que llevaban rato soplando partículas de agua, polvo y lo que el viento pudiera llevar consigo.
 
¿Te preguntas que sucedió? Un estornudo, y no uno de esos comunes, sino uno de esos que sacuden todo el cuerpo y que nadie puede contener, acompañado por una explosión de partículas mucosas en el aire. El corpulento trató de cubrirse la nariz con la mano que sostenía la pistola, y, en su torpeza, apretó accidentalmente el gatillo.
 
¡BANG!
 
El disparo resonó por todo el puerto. Una bala salió disparada hacia el mar, rozando el lóbulo de su oreja antes de perderse en las aguas. El bandido soltó un grito agudo y, acto seguido, dejó caer el arma al suelo mientras se tambaleaba, llevándose ambas manos a la cabeza. — ¡Ahhhh! ¡Mi oreja! ¡Este viejo me dejó sordo! — Gritó, dando pequeños saltos torpes mientras intentaba recuperar el equilibrio. El disparo, además, lo dejó un poco aturdido, pues el ruido resonó justo al lado de su oído.
 
No necesitabas más invitación. Si querías intervenir, dejar inconsciente o apresar al sujeto, este era tu momento, estaba completamente desarmado frente a ti. ¿Le harías sentir el peso de la justicia a tu manera o ya considerabas que había sufrido lo suficiente para aprender la lección?
 
En cualquier caso, justo después de hacer lo que decidieras, los dos jóvenes marines regresarían corriendo, jadeando por el esfuerzo y con evidentes gestos de frustración. — ¡El otro tipo se nos escapó! ¿Qué hacemos con este? — Dijo, claramente avergonzado.  Antes de que Arthur pudiera responder, el novato también llegó corriendo, alertado por el disparo. Estaba despeinado, con las manos en las rodillas mientras intentaba recuperar el aliento. — ¡Señor! ¡Los niños no estaban peleando! Solo... uno de ellos explotó su pelota, y eso es todo... pero escuché el disparo y vine corriendo para ayudar. — Dijo con su usual tono nervioso, haciendo un saludo torpe.  
 
Tienes unos minutos o segundos, como consideres, antes de que el marine experimentado que había estado haciendo todo el trabajo del muelle por su cuenta se acercara con expresión cansada, limpiándose el sudor de la frente. — El mantenimiento está listo, como siempre. — dijo con una mezcla de sarcasmo y exasperación. — Supongo que ustedes estaban ocupados salvando el mundo. O al menos eso espero. — Sin esperar respuesta, les lanzó una mirada cargada de reproche antes de girar sobre sus talones y marcharse.
 
El puerto ya se encontraría calmado para este momento. — ¡Por favor, acepten estas frutas! — dijo la señora, con lágrimas en los ojos mientras tomaba las mejores piezas de su estante. — ¡No sé qué habría hecho sin ustedes, valientes marines! — Concluyó con una sonrisa tan sincera y nostálgica que podría servir como recompensa mejor que cualquier saco de berries.
 
Ahora eras libre de elegir como cerrar el telón de tu primera aventura. ¿Irías tras el que escapó? ¿Apresarían al gordo o lo dejarían ir? ¿Tenías otras opciones no mencionadas? Estoy ansioso por ver como protagonizas el final de lo que puede ser solo el comienzo.
#7
Arthur Soriz
Gramps
Al momento que el disparo hizo eco por todo el puerto y se perdió en lontananza infinita del horizonte, Arthur aprovechó la conmoción y el aturdimiento que sufría el obeso para hacerle una llave y lanzarlo al suelo boca abajo, poniéndose sobre este arrebatándole de la pistola que ya descargada de su munición era peso muerto para él. Le puso los brazos detrás y lo esposó, mientras que llegaban los otros tres a informar lo sucedido. Desafortunadamente uno de ellos se escapó, cosa que no les echaría la culpa en absoluto a pesar de haberles dejado la responsabilidad.

"¡El otro tipo se nos escapó! ¿Qué hacemos con este?"
Está bien, hicieron lo que pudieron, ya nos encargaremos de él más adelante. Llevaremos a este a la base.

Acto seguido, viró su mirada hacia el más novato que informaba la situación con los niños, sacándole una amplia sonrisa mucho más relajado la verdad al saber que solamente había sido un malentendido y no una situación desagradable de abuso con el chico. Mientras sostenía las pesadas esposas que le puso al malhechor, levantó el brazo libre y le levantó un dedo pulgar al Marine que había hecho las cosas tal y como se lo pidió Arthur. Una amplia sonrisa acompañó este gesto de aprobación.

"¡Señor! ¡Los niños no estaban peleando! Solo... uno de ellos explotó su pelota, y eso es todo... pero escuché el disparo y vine corriendo para ayudar."
¡Bien hecho, como todo un auténtico Marine!

Por último, miró al experimentado, levantándose junto con el obeso a cuestas teniéndolo amarrado con las manos por detrás. Con un saludo Marine fugaz de respeto, Arthur habló por más que el 'veterano' ya se estuviera alejando.
"El mantenimiento está listo, como siempre. Supongo que ustedes estaban ocupados salvando el mundo. O al menos eso espero."
¡Señor, sí señor! Lamento haberle dejado con todo el trabajo del puerto, señor. ¡Se lo agradezco mucho!

No lo estaba diciendo con sarcasmo en absoluto, las palabras de Arthur salían con total sinceridad de su corazón... agradecido con ese Marine. Mientras que el resto se encargó de solucionar estos problemas, él se mantuvo al margen y siguió trabajando para que la tarea original no cayera en abandono... como todo buen engranaje siguió funcionando la máquina; un buen soldado.

Al ver que la mujer les ofrecía aquellos frutos, a sabiendas de los precios que manejaba con no mucho disimulo Arthur coló en uno de los bolsillos de la mujer suficientes berries para pagar el producto, esperando que lo encontrara más tarde y no tuviera chance así de devolverlo.

Tras todo esto, volteó comenzando a caminar empujando de mala gana al obeso.
Llevemos a este bueno para nada a la base, que le venden la oreja y después déjenlo en el calabozo... estoy seguro que no tardará mucho en cantar dónde está el resto de sus compañeros y jefe.

Dijo sonando como una orden al par de holgazanes que lo habían acompañado todo este rato. Tras dejar al gordo en la base, al menos Arthur volvió al puerto a seguir ayudando todo el rato que fuera necesario, tal vez sintiéndose un poco culpable de haber dejado al Marine solo con todo ese trabajo, haciendo doble turno si era necesario para aminorar la carga.

Pero el día había llegado a su fin, y con ello seguramente... los eventos por hoy. Con su corazón tranquilo de que no había dejado a nadie que necesitaba ayuda abandonado, Arthur podría dormir tranquilo esa noche.
#8
Moderadora Lola
La Despechada
Recompensas entregadas
#9


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