¿Sabías que…?
... el autor de One Piece, Eichiro Oda, hay semanas en las que apenas duerme 3 horas al día para poder alcanzar la entrega del capitulo a tiempo.
[Aventura] [A - Presente] Ansiada Libertaz
Jack D. Agnis
Golden Eyes
3 de Verano del 724

El astro diurno comenzaba lentamente a asomarse por el filo del horizonte, haciendo que sus dedos largos y cálidos, aumentaran la temperatura de aquellas tibias noches en la sabana de Cozia.
Los animales que rondaban por la noche, poco a poco fueron desapareciendo entre los pastizales secos y susurrantes, mientras que los animales diurnos comenzaron a reinar por aquellas planicies castigadas por el sol y las pocas lloviznas.

Aquella mañana una ligera brisa surcaba por los aires, haciendo que los pastizales danzaran en un movimiento hipnótico y los mismos susurraran en un idioma que nadie en este mundo podía entender.
Fue aquella brisa, cálida y seca, la que hacia que el pelaje de Zath se moviera en un ritmo sin un patrón en particular, generándole ciertas cosquillas en las partes donde su cuerpo estaba descubierto. Pero si eso no era suficiente para despertarlo, el sonido de otros animales, como el de cebras, quienes no parecían exhaustas de correr por todos lados o de algunos depredadores a punto de de atrapar su presa, comenzaron a invadir todo el ambiente de aquel lugar, generando un ruido imposible de ignorar.

Al despertarte, en tu guardia de pasto seco y cómodo, ves que nada a cambiado de la noche a la mañana y algo en tu pecho te genera preocupación. No es hasta que sientes la boca seca y algo pastosa, que te das cuenta que las nubes que habías visto ayer por la noche, no hicieron mas que pasar e ignorar la enorme sequía que azotaba aquella isla, y dándote una clara señal de que la necesidad de encontrar agua a partir de ahora era primordial para tu supervivencia.

Saludo


Informacion
#1
Zath Elion Vhal
Zev el Fiero
Zev parpadeó lentamente al abrir los ojos, el calor del sol ya comenzaba a calentar su piel bajo el espeso pelaje. El amanecer en la sabana de Cozia traía consigo una sinfonía de sonidos que Zev conocía bien, pero que nunca dejaban de alertar sus instintos. El susurro de los pastizales, el trote de las cebras, y el lejano rugido de algún depredador en busca de alimento llenaban el aire con una energía vibrante y peligrosa.

Mientras se incorporaba, notó la sequedad en su boca, un recordatorio urgente de la implacable sequía que asolaba la isla. Las nubes que había visto la noche anterior prometían alivio, pero se habían desvanecido en la oscuridad, dejándolo con la necesidad acuciante de encontrar agua.

La preocupación pesaba en su pecho como una piedra. La supervivencia en este entorno dependía de más que solo fuerza y voluntad; requería ingenio y una aguda percepción del mundo que lo rodeaba. Zev sabía que la desconfianza podía ser una virtud aquí, donde la traición no siempre venía de un enemigo humano, sino del mismo entorno. No podía permitirse bajar la guardia.

Determinado a sobrevivir, Zev se levantó de su improvisado lecho de hierba seca, sacudiéndose el polvo del pelaje. Sus orejas se movían, captando cualquier sonido fuera de lugar, mientras sus ojos recorrían el horizonte en busca de algún indicio de agua. Necesitaba un plan, y rápido. Recordó los mapas que había memorizado, las rutas de migración de los animales, las pocas zonas de vegetación densa que podrían indicar la presencia de un arroyo subterráneo.

Con la decisión firme, Zev se dispuso a explorar los alrededores. La búsqueda de agua sería su prioridad. Sin recuerdos claros de su origen, cada día era una oportunidad para descubrir más sobre sí mismo y el mundo que le rodeaba.

Mientras avanzaba con paso decidido, su mente estaba alerta, consciente de cada sombra y cada movimiento. A pesar de su desconfianza, Zev era consciente de que podría encontrar aliados en el lugar más inesperado. Su instinto le decía que no estaba solo en esta lucha, y aunque le costaba abrirse a los demás, la idea de encontrar a alguien con quien compartir esta carga le daba
fuerzas.

La sabana de Cozia era tanto un campo de batalla como un hogar temporal, y Zev  estaba preparado para enfrentar cualquier desafío que viniera, determinado a proteger lo que le importaba y a encontrar su verdadero propósito en este vasto mundo.
#2
Jack D. Agnis
Golden Eyes
Tras limpiar el polvo de tu pelaje y mirar al horizonte, notas como el sol abrasador no ha perdonado en estos días en lo que has intentado sobrevivir y por mas que buscas con tus ojos algún síntoma de agua o de humedad, no la puedes encontrar. Apenas logras ver, que donde antes se encontraba una arrojo con agua, ahora hay animales ya avejentados y solos que lamen la tierra con deseo de calmar su sed.
Es un panorama triste de ver, pero sabes que eso es totalmente natural y que las condiciones que la naturaleza te pone siempre son agresivas, aunque a veces perdona.

Gracias a tus memorias, sabes que a un día de larga caminata se encuentra un oasis donde el agua nunca se acaba, por mas que la sequía se extendiera por años y es allí donde podrías calmar tu sed, pero eso te llevará un buen tiempo en hacerlo. No obstante nada es imposible, pero tu cuerpo será capaz de aguantar la larga caminata?

Al salir de tu refugio y explorar los alrededores te percatas que el oasis se encuentra al suroeste de tu posición, por lo que decides caminar en aquella dirección con todos tus sentidos en alerta, los cuales por ahora solo te indican que la sabana apenas está despertando, al igual que tu hambre.
Sabes que si comienzas a caminar hacia el oasis en ese preciso momentos, antes de que caiga la noche estarás en el oasis y podrás alejarte un poco de los peligros que rondan por las noches.

Mientras caminas con la boca seca y el estomago rugiendo, notas no muy lejos de ti hay un cervatillo que parece estar perdido. A su alrededor no hay nadie, pero no se sabe por cuanto tiempo eso podrá ser así, ya que el mismo está tratando de llamar a su madre y es muy probable que no solo su madre esté yendo a su posición.

Información
#3
Zath Elion Vhal
Zev el Fiero
Zev se puso en marcha hacia el suroeste, su mente fija en el oasis que prometía alivio a su sed. Sin embargo, el calor abrasador de la sabana y la escasez de agua habían hecho mella en su resistencia. A cada paso que daba, su boca se sentía más seca y su estómago rugía, exigiendo alimento. Necesitaba recuperar fuerzas antes de emprender el largo camino.

Mientras caminaba, algo captó su atención: un cervatillo solitario, perdido y vulnerable. Su pequeño cuerpo temblaba mientras llamaba a su madre con suaves balidos que resonaban en el aire. Zev sabía que la oportunidad era rara y que el tiempo era esencial. La naturaleza podía ser cruel, y él debía aprovechar cualquier ventaja que pudiera encontrar.

Con la mirada fija en el cervatillo, Zev se agachó ligeramente, evaluando la situación. Sus instintos de caza afloraron, y su corazón comenzó a latir con un ritmo acelerado. Era una caza que no solo le proporcionaría alimento, sino también la fuerza necesaria para sobrevivir al arduo viaje que le esperaba.

Zev sabía que tenía que acercarse lo suficiente antes de que el viento cambiara y su olor alertara al cervatillo. La brisa suave era su aliada y su enemiga; un movimiento en falso y la criatura se esfumaría, dejándolo con menos energía de la que ya tenía.

Con pasos cuidadosos, Zev avanzó hacia su presa, sus músculos tensos y listos para el salto. El cervatillo seguía ajeno al peligro inminente, todavía intentando llamar a su madre en un mundo que a menudo ignoraba las súplicas de los débiles.

Zev calculó la distancia y, en un instante, se lanzó hacia adelante. Sus patas traseras impulsaron su cuerpo hacia el cervatillo con una precisión letal. El momento de la caza era siempre un recordatorio para Zev de la lucha por la supervivencia. Con respeto y determinación, los dientes apretados y su aliento contenido pretendía una muerte rápida en indolora para su presa. Sabía que en este acto no solo estaba satisfaciendo su necesidad inmediata de alimento, sino también honrando el ciclo de vida que gobernaba la sabana.

- "¡Vamos! Solo un poco más" - pensó instantes antes de averiguar el desenlace
#4
Jack D. Agnis
Golden Eyes
El llamado del pequeño cervatillo se hacían cada vez mas fuertes y molestos a medida que te acercas sigilosamente a tu victima, quien no sabe en el peligro en el que se encuentra.
La brisa te ayuda a tapar tu olor y el sonido de la hierba seca susurrando entre si, tapa los paso que das a medida que te acercas lentamente a tu futuro desayuno.

Tus ojos pueden ver como aquel animalito se mueve con cierto nerviosismos mientras hace aquel característico sonido de un niño llorando por su madre, pero por mas que se mueve, este no sale del lugar donde se encuentra, lo cual te permite acercarte lo mas que puedas y tras tensar los músculos de tu cuerpo, saltas hacia tu presa, pero en ese momento los ojos de aquella criatura se juntan con los tuyos y esta intenta huir de tus garras. Para tu suerte esta no fue tan rápida como tu, por lo que logras tomarla en tus brazos.

Aun así y siguiendo sus instintos de superveniencia aquel animal hace mas ruido y se sacude frenéticamente para libertarse de sus garras, lo cual está logrando y ella sabe que puede lograrlo, por lo que se sacude con mayor ferocidad.
Sientes como la criatura intenta dar patadas, mientras mueve su cabeza, sin cornamenta aun, con intenciones de pegarte. En uno de esos movimiento, te logra conectar un golpe en tu rostro, lo cual reduce un poco tu vida, pero no es nada que no hayas podido resistir antes.


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#5
Zath Elion Vhal
Zev el Fiero
Personaje


Durante un breve instante, las miradas de cazador y presa se cruzaron, y Zev vio el miedo reflejado en los ojos de la indefensa criatura. El cervatillo intentó huir, impulsado por un instinto desesperado, pero Zev fue más rápido.

Agarró al animal con firmeza, sintiendo su cuerpo tembloroso entre sus brazos. Sin embargo, el cervatillo no se rindió fácilmente. Moviéndose frenéticamente, el pequeño luchaba por liberarse, pataleando con todas sus fuerzas y dejando escapar gritos agudos en un último intento de supervivencia.

Sin saber de dónde provenía; el Coyote sintió un golpe en su rostro, un golpe menor que solo sirvió para aumentar el caos del forcejeo. Sabía que debía acabar rápidamente con la lucha para evitar atraer a otros depredadores. Con un movimiento preciso, Zev intentó morder el cuello del cervatillo para asegurar su presa, buscando terminar el combate de manera limpia y rápida.

Pero en ese instante, el cervatillo logró un último esfuerzo desesperado. Se retorció violentamente, y justo cuando Zev cerraba sus mandíbulas, la criatura se deslizó entre sus garras. La mordida no fue superficial; pero tampoco tan profunda como para matarlo en el acto. Ahora el cervatillo huía malherido, sangrando y desorientado.

Zev se quedó allí un momento, sintiendo la adrenalina correr por su cuerpo mientras observaba cómo el cervatillo se alejaba tambaleándose. El aroma metálico de la sangre llenaba el aire, y sus instintos se agudizaban. No iba a dejar que su comida se escapara tan fácilmente. Su corazón palpitaba acelerado y su mente estaba ligeramente obcecada con aquel inusual alimento.

Sin perder más tiempo, Zev se lanzó en persecución, con su agudo sentido del olfato siguiendo el rastro de sangre que el cervatillo dejaba tras de sí. El juego había cambiado; ahora era una caza de rastreo. Sabía que el cervatillo estaba herido y que su oportunidad de capturarlo no había pasado aún. Con su determinación renovada, Zev se movía rápidamente entre la hierba, impulsado por la necesidad de sobrevivir en esta tierra implacable.

En su mente, Zev repasaba sus opciones, analizando cada movimiento del cervatillo y ajustando su propia estrategia. Sabía que el éxito dependía de su habilidad para rastrear y capturar a su presa antes de que el agotamiento o la llegada de otros cazadores complicaran aún más su tarea.
Mientras avanzaba, Zev recordaba la importancia de esta caza. No solo era un medio para saciar su hambre y sed, sino un recordatorio de la lucha constante que era su vida. El Fiero estaba decidido a salir victorioso, su voluntad era tan fuerte como la misma sabana que intentaba desafiar.
#6
Jack D. Agnis
Golden Eyes
Tras abrir tus fauces y clavar tu dientes en el cuello de aquella criautra, pudiste sentir en toda tu boca como la sangre fluyó hacia tu lengua y luego hacia tu garganta, haciendo que aquel sabor metálico característico de la sangre inundara tu boca, y generando un despertar de tu animal carnívoro interior que tanto estuvo sometido debido a tu esclavista.
Por unos segundos te sentiste libre y poderoso, pero con la huida del cervatillo te hizo dar cuenta que esto aun no había terminado y que debías canalizar aquella adrenalina que estabas sintiendo en lograr llegar a tu presa y así poder hincar tus dientes en algo de alimento.

El olor a hierro inundaba el ambiente y era llevado por la brisa. Aun así, no tenias necesidad de olfatear el aire para encontrar a tu presa, ya que al haberla herido, esta iba dejando un rastro de sangre por todo el suelo o lugar por el que pasaba.
Sin dudarlo te lanzas nuevamente a la caza siguiendo el rastro de sangre y el olor metálico que se incrementaba a medida que te ibas acercando a lo que se supone seria tu presa.

Gracias a tu vista pudiste ver, no muy lejos de ti, como el cervatillo aun seguía en movimiento, pero la perdida de sangre hacía que este disminuya su velocidad, pero aun así, este seguía corriendo desesperado por huir de ti.
Afortunadamente, no muy lejos, lograste ver como este cayó al suelo, al parecer rendido por la perdida de sangre debido a tu mordida.

Mientras te acerca notas algunos raros movimientos en los pastizales cerca de tu futuro desayuno, por lo que por miedo de perder tu presa te apuras en llegar, pero al llegar notas como una hiena está rodeando a la pequeña criatura y esta a punto de devorarla.
Analizas la situación y si bien tienes una gran cantidad de adrenalina recorriendo tu cuerpo, te das cuenta que si existe una hiena allí, quiere decir que hay otras en la cercanía. Aun así, sabes que las hienas de por si son cobardes cuando se las enfrenta, pero que pueden ser agresivas en manada.

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#7
Zath Elion Vhal
Zev el Fiero
El sabor metálico de la sangre del cervatillo aún persistía en la boca de Zev, un recuerdo tangible de la caza y un recordatorio de su propia fuerza. Por un instante, sintió el poder y la libertad de su instinto carnívoro, un eco de su naturaleza indomable que había sido reprimida durante demasiado tiempo bajo el yugo de su antiguo amo. Era una sensación embriagadora, una promesa de lo que podía lograr cuando estaba en sintonía con su verdadero ser.

Sin embargo, la adrenalina de la caza no podía ser ignorada, y la visión del cervatillo escapando hizo que la determinación de Zev se fortaleciera. Sabía que debía seguir adelante, canalizar esa energía en algo tangible, y asegurarse de que esta caza terminara en su favor.

Con el olor a hierro inundando el aire, Zev siguió el rastro de sangre con precisión. El rastro se extendía como un hilo escarlata sobre la tierra reseca, una guía inquebrantable hacia su presa. Sus patas se movían con rapidez y destreza, sus sentidos aguzados por la necesidad y la promesa de alimento.

A lo lejos, Zev vio al cervatillo tambalearse, su velocidad disminuida por la pérdida de sangre. La criatura intentaba desesperadamente escapar, pero sus fuerzas flaqueaban. Zev sabía que era solo cuestión de tiempo antes de que el animal cayera, y apretó el paso, determinado a terminar lo que había comenzado.

Finalmente, sus ojos captaron el momento en que el cervatillo se desplomó sobre la tierra polvorienta, vencido por el agotamiento y la herida. Zev sintió una oleada de satisfacción al ver a su presa al alcance, pero su celebración fue breve.

Un movimiento en los pastizales cercanos llamó su atención, y su mirada se aguzó para discernir la amenaza que acechaba. Una hiena se había acercado, atraída por el olor de la sangre y la oportunidad de un botín fácil. La criatura de pelaje moteado rodeaba al cervatillo, sus ojos astutos y hambrientos evaluando la situación.

Zev se detuvo por un momento, evaluando su propia posición. Sabía que donde había una hiena, otras podían estar cerca. Las hienas eran oportunistas, cobardes cuando se enfrentaban a solas, pero valientes y agresivas en grupo. Sin embargo, su hambre y la adrenalina que recorría su cuerpo no le dejaban dudar por mucho tiempo.

Con un rugido potente, Zev se lanzó al ataque. Sus músculos se tensaron y sus garras se extendieron, su figura imponente moviéndose rápidamente hacia la hiena. Quería intimidarla, asustarla lo suficiente para que abandonara la presa y retrocediera. Sus ojos ardían con una mezcla de desafío y necesidad, y su rugido resonó en el aire, proyectando su poder y su voluntad de luchar por lo que era suyo.
#8
Jack D. Agnis
Golden Eyes
La hiena intentó darle un mordisco al cadáver del cervatillo, pero tu aullido llamó su atención, lo que hizo que alzara su cabeza para mirarte, al mismo tiempo en que te mostraba los dientes para parecer amenazante. La hiena sabia que su cuerpo era grande y robusto, y que podía enfrentarte sin problemas, por lo que este se colocó frente a su presa y continuo gruñendo con la intención de que te alejaras. Al parecer la hiena no iba a dejar que te llevaras su presa tan fácilmente.

Tras lanzarte la hiena intentó esquivarte, pero tus garras lograron penetrar un poco su piel y hacerla sangrar, pero esto fue muy leve, ya que el fuerte de los cánidos son sus dientes. Pero para tu fortuna, y gracias al aullido que volviste a lanzar, la hiena se amedrentó debido a tu enorme presencia intimidante, lo cual hizo que la misma agachara un poco en modo de sumisión, antes de salir corriendo de allí, dejándote victorioso de este encuentro.

Ahora puedes disfrutar tu desayuno tranquilo. Tomas al cervatillo e intentas darle un mordisco, pero te das cuenta que aquel instinto salvaje que tienes no es tan fuerte como para poder devorar un animal sin cocinar, sino que al tener cierto raciocinio dudas si comértelo crudo. Eso es solo tu decisión.

Mientras decides que hacer con la carne de aquel animas te das cuenta que aquello te llevó mas tiempo del que querías, por lo que te encuentras con un gran retraso. Si decides cocinarlo, no solo atraerás a mas depredadores mas fuerte que la hiena, sino que también perderás mucho tiempo y la ida hacia el oasis se retrasará mas de lo hubieras querido, por otro lado, si te sientas a comer, podrás recuperar fuerzas para avanzar mucho mas rápido, lo cual te permitirá recorrer la misma distancia en menor tiempo.

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#9
Zath Elion Vhal
Zev el Fiero
El aire estaba cargado de tensión cuando Zev se enfrentó a la hiena, con sus ojos fijos en el competidor por su presa. A pesar de su desafío inicial, Zev sabía que debía mantenerse firme para no mostrar debilidad. Un aullido poderoso salió de su garganta, resonando en la sabana como una declaración de su dominio y voluntad de luchar.

La hiena, a pesar de su tamaño y confianza, titubeó al escuchar el rugido de Zev. El gruñido amenazante del animal se volvió más débil mientras retrocedía ligeramente, todavía mostrando los dientes en un intento de parecer intimidante. Zev reconoció ese comportamiento; sabía que debía aprovechar su momento de ventaja.

Cuando Zev se lanzó hacia adelante, sus garras rasparon la piel de la hiena, dejando una marca roja visible. Aunque el daño fue superficial, el impacto psicológico fue mucho mayor. La hiena, sorprendida por la intensidad del ataque de Zev, vaciló en su postura. Zev rugió una vez más, con su imponente presencia llenando el espacio entre ellos.

La hiena, ahora insegura y amedrentada por el aura intimidante de Zev, finalmente cedió. Con un gruñido bajo, se agachó momentáneamente en señal de sumisión antes de dar media vuelta y huir, dejando el cuerpo del cervatillo para que Zev lo reclamara.

La victoria llenó a Zev con una satisfacción renovada, pero sabía que aún tenía que actuar con prudencia. Se acercó al cadáver del cervatillo, consciente de que debía tomar decisiones rápidas sobre cómo manejar su comida y su viaje en busca de agua.

Al inclinarse sobre el cervatillo, Zev sintió una pugna interna entre su instinto animal y su raciocinio. Podía sentir el hambre urgirle a devorar la carne cruda inmediatamente, pero la parte de él que había aprendido a ser paciente y estratégico le advirtió que esa no era la mejor opción.

Zev decidió que lo más sensato era llevar solo las partes más nutritivas y fáciles de transportar. Si consumía todo el animal crudo, podría ganar tiempo y energía inmediata, pero también corría el riesgo de atraer a otros depredadores mientras lo comía. Además, llevar el cadáver entero lo ralentizaría demasiado y retrasaría su llegada al oasis.

Determinó que el mejor curso de acción era arrancar los dos muslos traseros del cervatillo, las partes más carnosas. Con movimientos rápidos y precisos, usó sus colmillos y garras para separar los muslos del cuerpo, asegurándose de que cada pieza fuera lo suficientemente ligera para cargar sin ralentizarlo.

Con los muslos asegurados, Zev se preparó para reanudar su camino hacia el oasis. Dejó el resto del cuerpo del cervatillo atrás, consciente de que serviría como distracción para otros depredadores y carroñeros que podrían estar al acecho. La carne sobrante podría mantenerlos ocupados mientras él se movía hacia su objetivo.

Ya en marcha su mente se había centrado en el oasis. El agua sería su próximo objetivo, y una vez que llegara allí, podría cocinar los muslos para satisfacer su hambre de manera segura. Sabía que el oasis no solo significaba hidratación, sino también un breve respiro de las presiones de la sabana.

A medida que avanzaba, Zev se mantuvo alerta, sus sentidos afinados para detectar cualquier signo de peligro. Aunque el camino hacia el oasis era largo y lleno de desafíos, su determinación era más fuerte que nunca. La caza le había recordado la importancia de su instinto y su raciocinio, y estaba decidido a utilizar ambos para sobrevivir en este mundo implacable.

Con cada paso, Zev se acercaba más a su destino, consciente de que cada decisión que tomaba lo acercaba un poco más a la libertad y el descubrimiento de su verdadero propósito en este vasto y desafiante mundo.
#10


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