Alguien dijo una vez...
Bon Clay
Incluso en las profundidades del infierno.. la semilla de la amistad florece.. dejando volar pétalos sobre las olas del mar como si fueran recuerdos.. Y algún día volverá a florecer.. ¡Okama Way!
[Común] [Comercio] Donde nacen las oportunidades
Octojin
El terror blanco
La grúa chirrió al activarse, el sonido reverberando por los astilleros mientras el sol del mediodía bañaba el imponente Indiaman que comenzaba su lento descenso hacia el muelle. Octojin, de pie junto a un grupo de trabajadores del astillero, observaba atentamente cada movimiento de la maquinaria. Sus ojos, afilados como el filo de un arpón, recorrían la estructura del barco con precisión milimétrica, buscando cualquier posible imperfección para subsanarla antes de entregarlo.

El casco del Indiaman, pulido y barnizado, reflejaba la luz con un brillo que hablaba de horas de trabajo dedicado. Los mástiles, aún desnudos de velas, apuntaban al cielo como lanzas listas para la batalla. Los refuerzos metálicos en las juntas brillaban impecables, y los detalles de los acabados demostraban la experiencia de los carpinteros que habían trabajado en el proyecto.

—Perfecto. Nada de chapuzas hoy —murmuró Octojin para sí mismo, mientras cruzaba los brazos y se aseguraba de que cada cadena estuviera bien ajustada, cada nudo en su sitio.

La grúa avanzaba lentamente, asegurándose de que el barco no sufriera daño alguno durante el proceso. Los trabajadores se comunicaban con gestos y gritos, dirigiendo el mecanismo mientras Octojin supervisaba cada detalle. A medida que el Indiaman descendía hacia el agua, el tiburón no podía evitar sentir una mezcla de orgullo y responsabilidad. Este no era un barco cualquiera, era una de las piezas encargadas por su viejo amigo Silver. Y el escualo se aseguraría de que fuera perfecto para él.

Cuando el barco tocó el agua, un leve chapoteo confirmó que todo iba según lo planeado. El Indiaman se meció suavemente, quedándose a flote con una elegancia imponente. Octojin subió a bordo con un salto ágil, mientras las cadenas de la grúa aún se mantenían sujetas al casco.

—¡Despejen los mecanismos y preparen la grúa para regresar a posición! —gritó a los trabajadores, mientras se agachaba para soltar los pesados ganchos de las cadenas.

Cada eslabón metálico resonó al liberarse. Con manos firmes, Octojin aseguró que las cadenas estuvieran correctamente enrolladas antes de dar la señal a uno de los operadores de la grúa. Este, con un gesto de asentimiento, accionó los controles para retirar la maquinaria. La grúa comenzó a retroceder, dejando al barco completamente libre en el agua.

Antes de bajar, Octojin inspeccionó la cubierta, pisando cada tabla con cuidado, probando la resistencia del suelo. En el centro del barco se encontraba un cofre bien asegurado, que había cargado personalmente antes de la entrega. Contenía una selección de armas: dos a distancia, tres nudilleras y un escudo. Habían sido parte de su arsenal durante los entrenamientos en la marina, pero ahora merecían un nuevo propósito.

Al tomar el cofre, sintió un leve dejo de nostalgia. Especialmente por unas nudilleras en particular, que habían sido sus aliadas en incontables combates. Aunque estaban algo desgastadas, cada marca y pequeña mancha de sangre contaban una historia, una que Octojin esperaba que alguien más pudiera continuar.

Bajó del barco con el cofre en brazos, marcando bien sus firmes pasos que resonaban contra el muelle. Allí estaba Silver, esperándole. Octojin esbozó una amplia sonrisa al verlo, mostrando sus dientes afilados.

—Aquí tienes, Silver. Otro Indiaman más para tu colección. Seguro que este te hará volar sobre el mar —dijo, con tono orgulloso, mientras dejaba el cofre a un lado para señalar el barco—. Mira esta joya. No hay lugar al que no puedas llegar con esto. Estoy seguro de que cada tabla y cada clavo están listos para enfrentarse a lo que sea.

Agachándose, abrió el cofre con cuidado y mostró su contenido.

—Y esto... Esto es un extra —añadió, mientras señalaba las armas con su enorme mano—. Algunas son piezas que ya no uso, pero pensé que podrían ser útiles. Especialmente las nudilleras más desgastadas —dijo, levantándolas para mostrarlas más de cerca—. Han estado conmigo en combates contra piratas, en escaramuzas contra revolucionarios e incluso en entrenamientos con otros marines. Puede que tengan alguna mancha de sangre, pero quizá eso les dé más valor. Son historia pura.

Tomó el escudo con ambas manos y lo levantó, girándolo para mostrar las marcas de impacto y raspones.

—Este escudo también ha visto mejor días, pero sigue siendo sólido. Aguantó golpes que habrían tumbado a más de uno. Estoy seguro de que alguien podrá darle un buen uso.

Dejó las armas en su lugar y cerró el cofre con suavidad.

—No tienes que pagármelas ni nada. Considera esto una forma de devolverle algo a la vida. Si alguien en tu tripulación puede usarlas, genial. Si no, pues que las recicle algún herrero. Prefiero eso a que terminen acumulando polvo en algún almacén.

Octojin se irguió, cruzando los brazos mientras miraba nuevamente el barco. Había algo profundamente satisfactorio en ver una obra terminada, especialmente cuando sabía que era más que un simple encargo. Este barco era una herramienta para la aventura, para la libertad. Y aunque Silver no hubiera compartido con él todos sus planes, Octojin confiaba en que lo usaría bien.

—Bueno, Silver, aquí está la nave, lista para zarpar cuando lo desees. Espero que tengas buenos vientos y mejores mares. ¿Quién sabe? Quizá en algún momento me invites a subir a bordo y me muestres de qué es capaz esta belleza.

Con una sonrisa final, el tiburón dio un paso atrás, dejando que su viejo amigo admirara el barco y el cofre a su ritmo. Para Octojin, había sido un día productivo. Había cumplido con su parte, y ahora el Indiaman estaba en manos de alguien que sabría aprovecharlo al máximo.
#11
William Hardgore
Agente Hardgore/El Sabueso
Otro día en las hermosas calles de la ciudad de Loguetown. William se paseaba por aquella movidas calles sin prisa alguna, lo que se dejaba ver por el suave movimiento de su capa negra con bordes blancos. Si algo tenía aquella ciudad era un flujo constante de gentebde todas partes del Blue, e incluso de fuera de este. 
 
El comercio era otra cosa que no parecía tener un fin en los ocupados días y noches de Loguetown y sería en lo que el agente William estuviera interesado aquél día. Este tenía guardado un objeto un tanto peculiar que se había encontrado en una de sus misiones hace un tiempo atrás, se trataba de un dial. Este artefacto tenía una potencia que lo hacía una poderosa arma, así como un objeto de gran utilidad al igual que de gran interés oara coleccionistas.
 
La idea estaba más o menos hecha ya, hacer algo de dinero vendiendo aquél artefacto y mejorar el equipamiento del momento, facil verdad? Pues no tanto en realidad, dado a que la mayoría de mercaderes y comerciantes tenían poca a nada de idea de lo que era aquella cosa, dándome un precio muyyy pero que muuuyyyy por los suelos.
 
Afortunadamente para William este mismo se consideraba un comerciante y tipo de negocios, siempre buscando las mejores ofertas. En su búsqueda por un lugar donde pudieran apreciar la autenticidad y utilidad de aquél artefacto William se encontró con un lugar en particular.
 
Se trataba de una tienda humilde pero interesante, a simple vista cualquiera pasaría por alto lo que había en venta en aquella tienda, pero no William. El joven agente miraba con interés todo lo que había en los estantes de la tienda, cuestionándose si había venido a vender algo el mismo o a comprar de aquella tienda. Entonces William saca su Dial de viento, un caracol blanco con forma y marcas raras, el cual tenía varios tipos de valores entre la gente. 
 
 — !Hola! Llevo buscando una tienda en la que se sepa valorar las cosas y creo haberla encontrado jaja. — William empezaba su actuación de siempre, pues era su forma de interactuar con los demás individuos, por lo menos con aquellos que no sabían mucho de él. — Me gustaría hacerle una buena oferta por este artículo, estoy seguro que usted sabe de que se trata y del valor que este tiene.
#12
Dan Kinro
[...]
El bullicio en el puerto de Loguetown nunca se detenía, y la actividad en el puesto de la tripulación del Hope no era diferente. Dan Kinro se encontraba en el centro de todo, su mirada fija en las espadas y demás armas que se exhibían con tanto esmero. No podía evitar admirar cada filo y cada empuñadura, la sensación de ver esas piezas tan pulidas y perfectamente diseñadas le causaba una emoción que casi podía tocarse. Sin embargo, algo en su mano la hacía regresar al presente, el papel arrugado que había traído consigo desde su llegada.

¡Aye! ¡Este papel! —exclamó de repente, saltando en el lugar al darse cuenta de que se había olvidado por completo de su misión inicial—. ¡Este papel podría ser justo lo que necesitas!

Dan comenzó a agitar el trozo de papel frente a Silver, el capitán del Hope, con un brillo de emoción en los ojos. El trozo de papel era extraño, por decir lo menos. Las indicaciones escritas en él no eran del todo claras, pero algo dentro de ella le decía que podría ser valioso. La marine se acercó más a él, tratando de hacerle ver lo importante que podía ser para alguien en ese lugar.

¡Mira esto! — insistió, sosteniendo el papel con más firmeza — ¡Sé que parece extraño, pero este papel tiene algo especial! ¡Mira esas indicaciones! Nae sé qué significan, pero podrían ser algo increíble, como una pista para encontrar algo raro o incluso una misión secreta... ¡Y tú sabes cómo va eso con los aventureros, siempre están buscando cosas como estas!

Su voz sonaba animada y convincente, como si estuviera segura de que estaba ofreciendo algo muy valioso. Mientras hablaba, no pudo evitar volver a mirar las espadas, las cuchillas, los hachones... ¡Era un sueño hecho realidad ver tantas armas juntas! Sin embargo, su sentido comercial comenzó a ganar terreno.

¡Pero en fin! — dijo mientras se agachaba y comenzaba a girar el papel entre sus manos, como si estuviera tomando una decisión seria — Si alguna vez tienes curiosidad, podrías intentar descifrarlo... ¡Quizás nae seas tú, pero algún aventurero podría encontrarle el valor! 

Luego, Dan tomó una postura más relajada, como si estuviera ofreciendo algo simple pero fundamental.

Escucha, solo imagina por un segundo, ¡alguien lo compra y encuentra algo increíble ¡Aye mercader! ¡Una antigua reliquia, o tal vez un secreto olvidado! Y tú... ¡tú serías el que se lo vendió! ¿Cómo no querrías eso? Es algo único, raro, ¡y está justo aquí en tus manos! No muchos pueden decir que tuvieron algo tan especial, ¿aye?

Su tono era enérgico, casi como si estuviera hablando con pasión por un sueño, pero no solo por la idea de descubrir un tesoro. Lo decía con la certeza de que ese papel, por más extraño que fuera, podría ser el impulso que necesitaba para que alguien se embarcara en una gran aventura.

Y no sólo eso... — dijo, mirando a su alrededor mientras su tono se hacía aún más intrigante — En Loguetown, siempre hay alguien buscando algo fuera de lo común. Este papel podría ser lo que atraiga a un cliente realmente interesante. Imagina el tipo de persona que podría pagar por esto. ¡Alguien que tiene el ojo entrenado para ver valor donde los demás no lo ven!

Sin pensarlo, se acercó un poco más a las armas, pero sin dejar de mantener el papel en la mano, como si no pudiera separarse de su potencial. Observó los distintos cuchillos, las espadas y las hachas, admirando el acero de cada una, y luego regresó a Silver, sin poder ocultar su entusiasmo.

—  ¡Guid! ¡Esto es lo que me encanta! ¡Las armas, el filo, la destreza! — exclamó con admiración. Luego, como si recordara que aún estaba ofreciendo algo, volvió a concentrarse en el papel — ¡Pero este papel es diferente! ¡Podría tener valor para alguien! Solo tienes que esperar y ver. Si nadie lo quiere... Bueno... Lo conservaré.

Con un gesto de determinación, Dan levantó el papel una vez más, mirando a Silver a los ojos con una sonrisa juguetona, casi desafiante, como si dijera “¿por qué no intentarlo?”. La joven marine sabía que la clave no solo era vender el papel, sino vender la posibilidad de lo que podría ser. La emoción de descubrir lo que aún era un misterio la mantenía al borde de su asiento, como si ese trozo de papel pudiera ser el inicio de una nueva aventura para cualquiera.

¡Vamos! ¿Por qué no intentarlo? ¡Un poco de suerte nunca viene mal! ¡Nae!

Finalmente, sin poder evitarlo, volvió a sus pensamientos sobre las espadas y otras armas del puesto. ¡Era tan difícil concentrarse cuando todo lo que quería hacer era sostener una espada de verdad, una que se sintiera como una extensión de sí misma! Pero, mientras se tomaba un momento para admirar nuevamente la colección, sus ojos brillaron con la idea de que el papel seguía en su mano, esperándola para seguir su misión.

¡Lo que te estoy diciendo! ¡Este papel es un tesoro! ¡Deberías tomarlo!

Y con una última mirada al puesto y su carga, Dan se quedó allí, con el papel y las armas, preparada para vender lo que sabía que podría cambiar el rumbo de alguien, si tan solo le dieran la oportunidad.

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#13


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