Hay rumores sobre…
... que una banda pirata vegana, y otra de maestros pizzeros están enfrentados en el East Blue.
Tema cerrado 
[Aventura] [ T2 ] Remnants
Mayura Pavone
El Pavo Real del Oceano
13 de Verano, 6:30 Am, Cuartel de la Isla Kilombo, Año 724


 
La sala de interrogatorios se había quedado en completo silencio tras las últimas palabras del sospechoso, el hombre gordo que decía llamarse Guldo, sí ese que capturaste hace unos días y que personalmente interrogaste para dar con el posible paradero de su compañero, cuyo supuesto nombre era Zordon. La lámpara sobre la mesa oscilaba ligeramente con el viento que se colaba por una ventana mal cerrada, proyectando sombras irregulares en las paredes. Te encontrabas allí, de pie probablemente procesando la información recién revelada entre las suplicas del bandido por su libertad. Aunque no todo lo que te contaron encajaba a la perfección, había algo claro: el grupo de extorsionistas tenía más alcance del que inicialmente se había pensado.
 
Afuera, en el puerto, la actividad comenzaba a incrementarse. Los primeros rayos del sol iluminaban las olas del mar mientras los marineros descargaban mercancías y los comerciantes abrían sus puestos. Sin embargo, debajo de esta rutina aparente, un aire de incertidumbre se sentía palpable. Los rumores sobre un grupo que amenazaba a los mercaderes y manipulaba el comercio local habían comenzado a extenderse, y la tensión en el puerto era casi tan densa como la brisa salada que lo envolvía. Era como si lo que te había contado tu victima fuera cierto, o al menos parte de ello, pues te habían revelado las zonas en las que probablemente pudieras encontrar a su compañero, te dio tres lugares más no sabría cual sería el lugar correcto. Del mismo modo, te mintió con algunos detalles, de una manera tan convincente que era difícil creer que no lo fuera, la información errónea era sobre el verdadero motivo de las extorsiones, algo que estabas lejos de aprender pues el sujeto no te mintió por que quiso, sino mas bien porque ni siquiera él sabe la información real de su organización.
 
¿Qué si podías tener claro si analizabas las piezas del rompecabezas que estaban sobre la mesa? Los nombres, los lugares, los patrones, básicamente todo lo relacionado con el grupo de Guldo que no era más que un pequeño fragmento de algo mucho más grande, de seguro por eso algunas de las cosas que confesó se sentirían fuera de lugar. Ahora bien, todo apuntaba a una operación bien organizada que utilizaba las rutas marítimas para coordinar sus movimientos. Tenías claro que no podías resolver esto solo por lo que gracias a tus contactos pudiste tomar el control de la operación en la que te acompañaran 2 marines de tu mismo rango, Mario y Juan. No había tiempo que perder, las próximas horas serían cruciales, y necesitarías decidir cómo abordar esta investigación.
 
Según el interrogatorio, había un almacén en el sector norte del puerto donde solían reunirse los miembros del grupo; podría ser un punto clave para descubrir más sobre su jerarquía y operaciones, aunque quizás una jugada muy arriesgada como primera opción. También, visitar el puerto, el segundo lugar revelado, aquel en el que lo capturaste en plena acción, allí podrías intentar convencer a los comerciantes para conocer mas sobre el movimiento de estos extorsionistas, aunque es probable que debas luchar contra el miedo que sienten hacia los pandilleros para poder recibir algo útil que te guie. O bien, pudieras mantenerse encubierto por alguna de las zonas reveladas: el almacén, el puerto y el mercado, y tratar de mezclarte como un transeúnte más, si corrías con suerte quizás los encontraras operando, aunque no eres un personaje difícil de olvidar. Pero como siempre, eres bienvenido a plan alternativo que pueda llevar esta investigación a otro nivel, después de todo, los mejores resultados a menudo vienen de lo inesperado. ¿Cuál será tu siguiente movimiento en esta intrincada red de intriga y peligro? ¿Elegirás el camino más arriesgado o jugarás a lo seguro? Sea como sea, cada decisión te llevará más cerca de la verdad... o del peligro o quien sabe, quizás termines alejándote tanto que ni siquiera descubrirás nada.

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#1
Arthur Soriz
Gramps
El interrogatorio con Guldo lamentablemente no había sido del todo concluyente, pero sí revelador. Las piezas del rompecabezas estaban sobre la mesa, algunas encajaban y otras parecían mentiras dichas exclusivamente para desviar mi atención. Sabía que su compañero, el que logró escapar, era la clave para tirar abajo esta banda pero encontrarlo requería precisión no solo fuerza bruta. Inhalé profundo, observando las notas que había sacado frente a mi. Las tres eran opciones viables... cada una implicaba riesgos únicos. No podía permitirme perder tiempo o vidas por apresurarme o dar un paso en falso.

Primero, decidí reunir a Mario y Juan para delinear nuestra estrategia. Se veían como buenos hombres, disciplinados... pero desconocía sus límites y no los arriesgaría sin un plan claro. Nuestra prioridad sería obtener información sin ser detectados y solo atacar cuando fuera inevitable o estuviéramos completamente seguros de que no caeríamos en una estúpida trampa.

Los miré, mostrando una expresión seria porque a fin de cuentas esta era la primera misión en la cual podría haber riesgos más grandes de los que podrían llegar a lidiar unos simples reclutas como nosotros.

Caballeros... — comencé diciendo, con un tono firme pero sereno para así empezar a crear un poco de confianza en ellos. — Sabemos que estamos lidiando con algo más grande que simples extorsionistas. Nuestra tarea no es solo capturar a Zordon, sino desmantelar este entramado con el menor daño posible. No es una misión de gloria... es de precisión, ¿está claro?

Sus rostros serios confirmaban que parecían entender la gravedad de la situación. Me crucé de brazos... meditando por un segundo antes de hablar.

Vamos a ir a los alrededores del almacén que mencionaron en el interrogatorio, pero lo haremos con cuidado, no nos acercaremos demasiado. Nuestro trabajo será observar y recolectar datos. No quiero que nos expongamos si no tenemos la necesidad. — hice una pausa en mis palabras, mostrando el Den Den Mushi pequeño que portaba en mi muñeca izquierda, esperando al menos que ellos tuvieran lo mismo, y si no lo tenían... pues lo conseguiríamos antes de irnos ya que esto sería de vital importancia para comunicarnos. — Carguen solamente con lo necesario, si las cosas se ponen pesadas tendremos la chance de avisar a la base.

Tras decir esto, esperé que ellos se prepararan y salimos del G-23. El trayecto de momento fue tranquilo, pero no relajado. Nos mezclamos con los transeúntes que comenzaban su día; comerciantes empujando carretillas, estibadores cargando cajas y algún que otro cliente madrugador regateando precios. Mi atención no se desviaba, observando cada rostro, cada esquina, buscando cualquier indicio que pudiera confirmarme que íbamos en la dirección correcta.

Personaje

virtudes y defectos

inventario
#2
Mayura Pavone
El Pavo Real del Oceano
El trayecto hacia el sector norte del puerto continuó sin contratiempos aparentes. La ciudad comenzaba a despertar por completo, y el bullicio de la actividad cotidiana creaba un ambiente donde los movimientos más sutiles podían pasar desapercibidos... o eso parecía. Mientras te mezclabas con los transeúntes, notaste pequeños detalles que podrían pasar inadvertidos para otros. Carretillas cargadas con cajas marcadas con símbolos extraños, hombres con rostros ocultos bajo gorras demasiado grandes, y conversaciones susurradas entre comerciantes que cesaban abruptamente cuando pasabas cerca.
 
El almacén que buscabas estaba en una de las zonas menos concurridas del puerto, casi al borde del área comercial. No había un flujo constante de trabajadores allí, solo un par de figuras moviéndose entre las sombras, aparentemente descargando cajas en silencio. Un vistazo rápido reveló que no llevaban uniformes de la marina ni de las compañías mercantes locales.
 
De repente, Mario señaló con sutileza hacia un rincón del callejón que daba al almacén. Allí, medio oculto tras unos barriles vacíos, se encontraba un hombre vestido con ropa gastada y un sombrero raído, aparentemente dormitando. Sin embargo, sus ojos se abrían cada tanto, observando a los alrededores antes de volver a cerrarse. ¿Era un vigía o un simple vagabundo?
 
Mientras evaluabas la situación, el ruido de una carretilla chocando con las piedras interrumpió la calma. Una mujer, que empujaba mercancías cerca del área, tropezó con el obstáculo, derramando parte de su carga. Los dos hombres cerca del almacén se giraron bruscamente hacia ella, alertados por el ruido. Uno de ellos, alto y lánguido, se acercó con rapidez, con una expresión molesta. — ¡Eh! ¡Ten cuidado! — exclamaría con molestia, ayudándola a recoger las cajas, mientras sus ojos se desviaban constantemente hacia el callejón, como si temiera estar siendo observado. El otro hombre, más corpulento con una barba extremadamente larga, permaneció en la entrada del almacén, sus brazos cruzados mientras mantenía una vigilancia constante. Su postura era rígida, casi militar, y cada tanto lanzaba miradas hacia los alrededores.
 
Ahora la situación estaba clara: el almacén no estaba completamente desprotegido, y cualquier movimiento en falso podría alertar a estos hombres de presencias tan obvias como tres marines. Sin embargo, también era evidente que los guardias no eran profesionales bien entrenados; sus movimientos y expresiones denotaban más nerviosismo que disciplina.
 
¿Cuál será tu siguiente paso, Arthur? Puedes continuar observando y recolectando información desde las sombras, intentar acercarte al hombre detrás de los barriles para obtener respuestas, o incluso usar la distracción de la mujer para ganar ventaja. Pero como siempre, cualquier plan inesperado que decidas podría marcar la diferencia en esta intrincada misión, a fin de cuentas, es opción tuya evaluar la rigurosidad y determinar si solo andas a modo de reconocimiento o si quieres intentar acabar con el grupo.
#3
Arthur Soriz
Gramps
El ruido de la carretilla derramando su contenido y por ende parte de su carga fue, honestamente, una oportunidad de oro que no iba a dejar que se escapara de nuestros dedos. Sin perder tiempo levanté una mano en un gesto breve y claro hacia Mario y Juan, indicándoles que me siguieran. Con pasos cautelosos nos movíamos entre las sombras aprovechando el caos momentáneo que se había generado cerca del almacén. Mi mirada se mantuvo fija en nuestro objetivo... aquel hombre junto a los barriles.

Nos movíamos lo más sigilosamente posible, cuidando cada paso para evitar cualquier sonido que pudiera alertarlo. Esperaba que tanto Mario como Juan hicieran lo mismo honestamente, indicando que mantuvieran su mirada en el resto de personas que estaban allí para que no se dieran cuenta de nuestra presencia.

A medida que nos acercábamos mantuve mi mirada en el hombre adormilado. Cada vez que sus párpados se abrían apenas un instante frenaba el avance y levantaba un puño cerrado para que los reclutas hicieran lo mismo. Nos quedábamos inmóviles, esperando pacientemente hasta que volvía a cerrar los ojos.

El camino no era largo, pero cada metro recorrido parecía eterno... una tortura silenciosa de la que parecía ya era muy tarde para escapar. Al doblar hacia el callejón observé los alrededores rápidamente. No había movimiento más allá de aquel hombre apoyado contra los barriles o eso quise creer... aparentemente estaba descansando, deambulando entre el mundo de los sueños y el nuestro como quien salta una soga. Una ligera inclinación de cabeza hacia Mario bastó para darle a entender que debía cubrir el extremo del callejón, mientras indicaba a Juan que se posicionara detrás de mi y estuviera preparado para actuar si era necesario.

Cuando estuvimos lo suficientemente cerca me detuve un momento. Extendí una mano hacia atrás para frenar a Juan y le señalé con dos dedos que vigilara nuestra retaguardia. Con el objetivo completamente enfocado ajusté mi postura y di un paso sin prisa pero sin pausa para acortar ese último tramo de distancia antes de que despertara otra vez.

Al estar justo detrás del hombre moví un brazo rápidamente para cubrir su boca y presionar su torso contra mí buscando inmovilizarlo con un solo movimiento haciendo uso de mi otro brazo rodeando su torso para que no tuviera chance de agitarse para ningún lado. Mis dedos se cerraron con fuerza controlada, asegurándome de que no pudiera emitir sonido alguno por su boca. Tampoco le daría chance a abrirla para morderme... mejor prevenir que lamentar.

No hagas ruido, ni un poco... —le susurré, mi voz baja pero llena de autoridad—. A partir de ahora, vas a asentir o negar con la cabeza. Si necesitas responder con números, usa los dedos. ¿Entendido?

Esperé a que Mario y Juan se posicionaran adecuadamente y estuvieran atentos a cualquier orden. Con una ligera inclinación de cabeza, señalé a Mario para que vigilara la salida principal del callejón. Mientras tanto, que Juan vigilara nuestra retaguardia por si las dudas para protegernos la espalda. La escena estaba bajo control, al menos por el momento; eso quería creer. Cada uno debía cumplir su papel con precisión, mientras yo mantenía mi enfoque en el hombre, esperando que este comprendiera la gravedad de la situación y colaborara sin necesidad de elevar la tensión.

Y así, hice la primera pregunta esperando que no fuera tan solo un pobre vagabundo que no tenía nada que ver...

¿Eres parte de este grupo? Si es así ... ¿Cuántos personas más supervisan el interior del almacén?
#4
Donatella Pavone
La Garra de Pavone
El hombre atrapado entre tu brazo y los barriles se estremeció ligeramente al escuchar tus palabras. Sus ojos, ahora completamente abiertos, reflejaban una mezcla de miedo y desconcierto. Parecía estar evaluando su situación, consciente de que cualquier movimiento en falso podría empeorar su posición. Tras unos segundos de titubeo, asintió lentamente con la cabeza, confirmando que entendía tus instrucciones.
 
Sin embargo, cuando hiciste la primera pregunta, su reacción fue más dubitativa. Abrió y cerró la boca como si quisiera hablar, pero recordó rápidamente la advertencia. Con algo de nerviosismo, levantó una mano temblorosa y mostró dos dedos, dejándote saber que serían un total de 5 personas si sabias sumar. Luego señaló con un movimiento de cabeza hacia el almacén, indicando que los demás estaban dentro o quizás cerca del almacén.
 
Mario, desde su posición, hizo un leve movimiento con la mano para señalarte algo. Si seguías la dirección de su mirada, notarías que el hombre corpulento con barba larga había comenzado a caminar hacia el callejón. Podría haber sido atraído por el ligero ruido de las cajas que se movieron, simplemente siguiendo un instinto de vigilancia, o incluso algo tan simple como querer revisar si el compañero que siempre se duerme seguía despierto. Pero cualquier suposición carecía de certeza. Lo que era innegable era el riesgo de ser encontrado pues llevaba una pistola en la correa, a la vista y lista para usarse.
 
El hombre que tenías inmovilizado parecía más asustado con cada segundo que pasaba. Intentó señalar hacia un lado de su cabeza, como si quisiera indicarte "algo importante", pero no podía ser más específico sin hablar. Su respiración se aceleraba, y podías sentir cómo el nerviosismo lo hacía intentar, sin éxito, forcejear contra tu agarre.
 
De repente, un leve crujido detrás de ti podría ponerte en alerta. Juan, desde la retaguardia, hizo un gesto urgente, apuntando hacia otro punto del callejón donde un cuarto sujeto apareció con una chaqueta roja desgastada. Podría ser uno de los tres cómplices que había indicado tu rehén... o tan solo un simple transeúnte de Rostock que había tenido la mala suerte de cruzarse en tu camino en el peor momento. No había forma de estar seguro.
 
La situación se complicaba rápidamente. Tenías al corpulento acercándose al callejón, con sus intenciones aún inciertas, y al otro, una nueva figura en la retaguardia cuyo bando o neutralidad era un misterio. Todo esto, mientras el rehén en tus brazos parecía una mezcla de recurso útil y posible carga que no paraba de tratar de escapar.
 
El tiempo se estaba agotando. ¿Evacuarías con el prisionero, arriesgándote a hacer el mínimo ruido que podría alertar al corpulento? ¿Enfrentarías a la figura recién llegada antes de que complicara aún más las cosas? ¿Te mantendrías completamente inmóvil, esperando que las sombras te protegieran, o intentarías usar al capturado como una distracción para ganar tiempo? La decisión está en tus manos, Arthur, y cada movimiento podría inclinar la balanza en esta misión cargada de intriga y peligro.

off
#5
Arthur Soriz
Gramps
Cualquier otra cosa que estuviera a nuestros alrededores se había transformado en un potencial enemigo acercándose. Lo primero era asegurarse de que este mismo sujeto no representara un peligro inmediato. Con movimientos rápidos y meticulosos, registré al hombre en busca de armas, deslizando mis manos por sus bolsillos y cintura. Todo lo que tuviera encima que pudiera servir como arma fue entregado a alguno de los dos reclutas que me acompañaba. Era algo difícil y lo hice a los apuros porque solamente podía usar una mano, mientras que la otra continuaba sujetando al dormilón; el tiempo corría demasiado rápido.

Giré la cabeza hacia Juan y con una señal clara de mi mano le indiqué que debía estar listo para lidiar con el hombre de la chaqueta roja si era necesario. Esperaba que al menos siguiera mis instrucciones para así proteger nuestra espalda si algo salía mal al frente.

Volví al rehén. Su respiración era rápida, y pude sentir el temblor en su cuerpo. Lentamente aflojé mi mano de su boca pero mantuve mi brazo firme en su pecho, asegurándome de que no hiciera ningún movimiento brusco. Me acerqué a su oído, hablando bajo pero con suficiente autoridad para que no dudara.

Habla rápido. ¿Qué es lo que querías decir? No intentes gritar, o será lo último que hagas.

Susurré mientras lo sujetaba. Entonces lo giré ligeramente para usarlo como un escudo improvisado. Aunque yo era más grande que él cualquier barrera entre un arma potencial y yo era mejor que nada. Solo esperaba que su colega no tuviera buena puntería porque no quería desperdiciar vidas si no era necesario.

Mi mente estaba dividida entre escuchar lo que tenía para decir y monitorear los movimientos a nuestro alrededor. Las probabilidades de que este último nos hubiera detectado crecían con cada segundo que pasaba. Cuando el rehén habló—si es que lo hizo—procesé sus palabras rápidamente, rezando internamente para que no fueran un grito que alertara al resto.

Una vez obtuve la información necesaria, no perdí tiempo. Con señas veloces le indiqué a Mario que se preparara. Me acerqué al borde del almacén con pasos sigilosos, asegurándome de que mi presencia no fuera detectada. El corpulento estaba a pocos pasos de adentrarse al callejón y la sangre ya corría por mis venas mezclada con una impresionante cantidad de adrenalina. Una vez Mario actuara de señuelo sorpresa, empujé al rehén contra el corpulento con fuerza, utilizando la confusión momentánea para abalanzarme hacia este. Mi puño iría dirigido con precisión a su cara, un impacto que buscaba ser directo con toda la potencia que mi cuerpo podía reunir hacia su mejilla derecha buscando con este puñetazo meterlo adentro del callejón. Mi intención era clara... desarmarlo en medio de la conmoción antes de que pudiera reaccionar.

Todo dependía de la rapidez con la que pudiéramos neutralizarlo, silenciarlo y meterlo en el callejón antes de que la situación escalara aún más.

Impacto Directo
com101
COMBATIENTE
Ofensiva Activa
Tier 1
24/11/2024
17
Costo de Energía
1
Enfriamiento
El usuario encarará de frente a su adversario propinándole un poderoso impacto directo con alguna de sus extremidades, aplicando un [Empuje] de 4 metros.
Golpe Basico + [FUEx2] de [Daño contundente]


Energia: 123 / 140
#6
Mayura Pavone
El Pavo Real del Oceano
El rehén, ahora sujeto firmemente y sin posibilidad de escapar, soltó un jadeo entrecortado cuando aflojaste tu mano de su boca. Su mirada reflejaba una mezcla de terror y desesperación, pero también resignación. Aprovechó la oportunidad para susurrar apresuradamente, como si las palabras quemaran en su lengua. —Por favor, no me lastimen. Hay dos guardias en la puerta del almacén y los otros dos deberían estar dentro. Solo déjenme ir, por favor, soy nuevo en esto. — Aunque sus palabras eran rápidas, el nerviosismo y la falta de coherencia indicaban que estaba actuando bajo presión extrema, sin tiempo para articular mejor lo que sabía.
 
Tras revisarlo rápidamente, confirmaste que no llevaba armas peligrosas, solo una cajetilla de cigarrillos y un encendedor. Era evidente que, aunque formaba parte del grupo, su rol parecía secundario, tal vez un novato asignado a la vigilancia más que a las operaciones activas.
 
Mario, atento a tus indicaciones, comenzó a moverse con sigilo para acercarse al corpulento que estaba por entrar al callejón. Mientras tanto, el hombre de la chaqueta roja en la retaguardia daba un par de pasos hacia adelante, como si estuviera evaluando la situación. Juan se mantuvo firme, preparado para actuar si era necesario.
 
El momento crítico llegó cuando usaste al rehén como distracción. La fuerza de tu empuje lo envió directo contra el corpulento, que, sorprendido por el movimiento inesperado, dio un paso atrás, desequilibrándose. El impacto inicial lo dejó momentáneamente vulnerable, pero su instinto lo llevó a intentar sacar la pistola de su correa. Fue entonces cuando tu puño encontró su objetivo. El golpe resonó con un impacto seco, y el corpulento cayó hacia el interior del callejón, su pistola resbalando de su mano y chocando con el suelo.
 
De repente, Juan hizo un gesto rápido para llamar tu atención. ¡Sr. Soriz, el de atrás se acerca cada vez más! — Su voz era baja pero cargada de urgencia. No había duda de que la situación se volvía más tensa con cada segundo.
 
Finalmente, el hombre de la chaqueta roja apareció en la entrada del callejón. Su silbido relajado y la forma despreocupada en que se desabrochaba el pantalón dejaron claro que solo buscaba un lugar donde orinar. Fue justo cuando giró hacia ustedes que su expresión cambió a puro pánico. — Por favor, no he hecho nada malo. No quiero problemas, ignórenme. — Dijo con nerviosismo, apresurándose a abrocharse el pantalón y retroceder unos pasos, esperando el permiso para marcharse.
 
Sin embargo, en ese momento, el corpulento aprovechó la distracción para rodar hacia el arma que había caído cerca. Su movimiento fue rápido, demasiado como para reaccionar al instante. Antes de que pudieras neutralizarlo, tomó la pistola y disparó hacia tu pierna izquierda. El dolor fue agudo, pero lograste mantenerte de pie. El disparo resonó en el aire, rompiendo la calma relativa del lugar. El hombre lánguido que estaba en la puerta del almacén giró la cabeza bruscamente, viendo hacia el callejón, y comenzó a correr hacia ustedes con una expresión de alarma y una pistola en mano, me lo pensaría dos veces si sorprenderlo o no, pues este sabia que se encontraría con problemas debido a los disparos escuchados.

Contenido Oculto
 
 
Mario y Juan reaccionaron instintivamente. Cada uno disparó hacia el corpulento, apuntando a sus brazos. El hombre soltó un grito de dolor y dejó caer su arma, ahora completamente inmovilizado. Mientras tanto, el hombre lánguido cerraba la distancia rápidamente, y el hombre de la chaqueta roja seguía retrocediendo, levantando las manos como si implorara que lo ignoraran.
 
La situación estaba al borde del caos. Arthur, las decisiones recaen sobre tus hombros. ¿Priorizarás neutralizar al corpulento y asegurar la zona, o intentarás replegarte para reorganizarte? ¿Dejarás ir al hombre de la chaqueta roja, o lo retendrás por si las moscas? ¿Esperarás a que los pasos del hombre lánguido terminen de llegar y continuar con la confrontación? Cada decisión que tomes marcará el curso de esta operación. ¿Cuál será tu próximo movimiento?

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#7
Arthur Soriz
Gramps
A pesar de parecer que las cosas se estaban saliendo de control, sentía que estábamos haciendo lo correcto a pesar de estar en un lugar poco ventajoso para nosotros... un callejón, por donde podían llegar esta gente por ambos lados y dejarnos arrinconados, no era la mejor opción pero era la única que teníamos ahora mismo. No fue hasta que sentí el sonido del martillo haciendo un "click" ligero que reaccioné tensando cada músculo de mi cuerpo al máximo levantando la guardia. Un ardor invadió mi pierna, pero cuando quise darme cuenta, dos disparos más sonaron casi al unísono... el corpulento cayendo al suelo producto de lo que hicieron mis compañeros. Afortunadamente solo fue un ligero raspón superficial.

Tenía que pensar rápido, seguro por la conmoción los otros del grupo ya se habrían dado cuenta de nuestra presencia. Teníamos que actuar rápido, por lo que empecé a dar órdenes de nuevo. Primero, aseguraría que Juan mantenga controlado al hombre de la chaqueta roja, pero sin ejercer fuerza innecesaria.

¡Juan, vigila a ese! Asegúrate de que no sea uno de ellos y mantenlo donde pueda verse.

Dije mientras agarraba la pistola con la que me habían intentado disparar. Con el corpulento desarmado y reducido, me giraría hacia el sonido de los pasos del lánguido que se acercaba. En ese momento alzaría la voz con toda la autoridad que mi posición como marine me otorga proyectando firmeza y convicción en cada palabra.

¡NI UN PASO MÁS! —vociferé a todo pulmón escuchando aquellos veloces pasos aproximándose cada vez más—. Dos de tus compañeros ya han caído, y no tiene que haber más heridos. Baja el arma y ríndete. ¡Les doy una sola oportunidad para terminar esto de buena manera, dense por vencidos y dile a tus compañeros que bajen sus armas también y salgan con las manos en alto!

Sabía que mis palabras debían sonar convincentes incluso si no había pérdidas humanas hasta ahora, los heridos tendrían que ser atendidos una vez todo este caos terminase con ellos rindiéndose... era la mejor opción, o mejor dicho... la opción que esperaba tomaran. Este tipo de tácticas psicológicas a menudo podían inclinar la balanza sin necesidad de más enfrentamiento físico. Mientras hablaba, me posicionaría estratégicamente para limitar los ángulos de ataque del enemigo y preparar mi próximo movimiento.

[ · · · ]

Si el lánguido no se detuviera y optara por cargar o disparar, estaría listo. Al enfrentar la posibilidad de un ataque, adoptaría una postura ofensiva y defensiva, confiando en mi experiencia para manejar este conflicto con el sin fin de altercados que habré resuelto cuando trabajaba como vigía en el puerto antes de unirme a la marina.

Confiando en que Mario cubriría por si las dudas, arremetería con rapidez en caso de que el lánguido buscara resistirse. Mi intención sería desarmarlo lo más rápido posible... un puñetazo certero al mentón para desestabilizarlo seguido de otro dirigido a su muñeca, apuntando a que soltase el arma si la tuviera.

Mi objetivo no sería solo neutralizarlo sino también asegurar que no hubiera bajas para así poder interrogarlos si corríamos la mala suerte de que este lugar tampoco fuese algo de vital importancia para el dichoso grupo... siquiera sabíamos si uno de ellos era el lider de toda la operación. Sabía que la clave para resolver esta situación no solo era la fuerza sino mantener el control de cada decisión incluso en el caos.

Sin importar el resultado, me mantendría vigilante, listo para ajustar mis acciones dependiendo de cómo reaccionaran el lánguido y el resto del grupo, siempre manteniendo en mente que mi prioridad era cumplir la misión sin comprometer la seguridad de Mario, Juan y por último... la mía.


Guardia Alta
com102
COMBATIENTE
Defensiva Activa
Tier 1
24/11/2024
20
Costo de Energía
1
Enfriamiento
Cruzando los brazos mientras los eleva el usuario adquiere una postura defensiva para amortiguar un poco el siguiente daño buscando quedar erguido. Incrementa la [Defensa Pasiva] en +5 durante la ejecución.
Defensa Pasiva + [RESx2] de Daño Mitigado

Energia: 103 / 140

defensa y daños
#8
Donatella Pavone
La Garra de Pavone
El corpulento gimió de dolor mientras Mario y Juan terminaban de esposarlo con movimientos rápidos y precisos. Sus brazos fueron asegurados detrás de su espalda, seguidos de sus piernas, para garantizar que no pudiera moverse ni intentar nada más. A pesar de su tamaño, estaba completamente inmovilizado, con gotas de sudor cayendo de su frente mientras murmuraba entre dientes.
 
Juan, siguiendo las órdenes de Arthur, se dirigió al hombre de la chaqueta roja. Con pasos cautelosos pero firmes, levantó su sable en un gesto preventivo, asegurándose de que el hombre entendiera que no debía hacer movimientos bruscos. — Quédate donde estás, amigo. Solo queremos asegurarnos de que no seas parte de esto. — Dijo Juan con voz firme, aunque su tono no carecía de cierta amabilidad. El hombre levantó las manos, todavía abrochándose el cinturón torpemente. — No soy uno de ellos, lo juro. Solo estaba buscando un lugar tranquilo para... ya sabes... — Su voz temblaba ligeramente, y sus ojos iban del sable de Juan al resto de la escena. — Bien, entonces quédate quieto y no hagas nada que pueda hacerme pensar lo contrario. — Advirtió Juan, manteniéndose firme y vigilante.
 
Mientras tanto, el lánguido se acercaba cada vez más al callejón, pero no mostró señales de detenerse. Su rostro no reflejaba miedo ni sorpresa, sino una determinación fría. Cuando Arthur le gritó que se detuviera, el hombre no solo ignoró la advertencia, sino que levantó su arma con una mano mientras con la otra sacaba un Den Den Mushi de su chaqueta. Sin titubear, comenzó a hablar. — Refuerzo inmediato en el almacén del norte. Tenemos marines en — No terminó la frase gracias a tu agilidad.
 
Con tus movimientos rápidos y precisos, pudiste cerrar la distancia entre ustedes. Tu primer golpe impactó directamente en el mentón del lánguido, haciéndolo tambalear. Antes de que pudiera recuperar el equilibrio, el segundo golpe dirigido a su muñeca impactó mas no logró desarmarlo. En ese instante, Mario disparó con precisión hacia ambos brazos del hombre, haciendo que soltara su arma y el Den Den Mushi, cayendo ambas cosas al suelo con un estruendo seco mientras el sujeto gritaba de dolor.
 
El Den Den Mushi rodó por el suelo y quedó cerca de ti, susurrando palabras incoherentes de las dos voces que se encontraban al otro lado de la línea. La oportunidad de interceptar esa comunicación estaba al alcance. El lánguido cayó al suelo, sujetándose los brazos con una mueca de agonía. Podrían aprovechar rápidamente para neutralizarlo si así lo deseaban. Más el hombre no perdería la oportunidad de hacerse el importante. — No saben... con quién se están metiendo. — Murmuró a regañadientes mientras Mario sin si quiera esperar tu orden se abalanzaba a esposarlo, yo que tú lo ayudara por si las moscas, pero no soy quién para juzgar tu juicio.
 
La situación parecía estar bajo control por el momento, pero con el Den Den Mushi activo y la posible llegada de refuerzos, el tiempo era esencial. Ahora, Arthur, tienes que decidir: ¿interrumpirás la llamada y te prepararás para lo que viene, o intentarás usar la comunicación para obtener información antes de que la línea se corte? ¿Qué harás con los hombres inmovilizados y el potencial testigo que aún está bajo la vigilancia de Juan? El siguiente movimiento será crucial para el éxito de la misión y si recordabas desde un inicio, esta podía ser solo una misión de reconocimiento después de todo, habías conseguido capturar a dos bandidos adicionales que podrías interrogar en conjunto con Guldo.

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#9
Arthur Soriz
Gramps
Una vez los dos disparos por parte de Mario sonaron y se abalanzó sobre el sujeto para intentar apresarlo, me puse de cuclillas rápidamente alejando su arma y agarrando el Den Den Mushi. Una vez con este en mano lo acerqué a mi oído, manteniéndome en completo silencio mientras el receptor transmitía palabras que podrían resultar cruciales. Mi rostro permaneció serio pero mis sentidos estaban alerta, capturando cada palabra, cada tono... por sutil que fuera. Mis pensamientos comenzaron a alinearse con rapidez, evaluando cómo la información que escuchaba podía influir en los siguientes pasos.

Mientras tanto, mi bota permanecía firmemente plantada sobre el torso del lánguido, que seguramente seguía forcejeando inútilmente. Mario no perdió el tiempo y lo esposó con movimientos seguros, asegurándose de que el sujeto no tuviera la más mínima oportunidad de liberarse. Aunque el hombre gimió y soltó una maldición ahogada intentando hacerse el fuerte, no desvié mi atención del Den Den Mushi.

Cuando la conversación al otro lado cesó finalmente, desactivé el aparato sin ceremonias y lo guardé en uno de los bolsillos de mi chaqueta. Luego con un movimiento seguro, saqué mi propio Den Den Mushi. Pulsé el receptor y adopté un tono firme y decidido.

Aquí el Recluta Arthur Soriz, reportando desde el puerto de Rostock, zona norte. Tres sospechosos neutralizados, posibles refuerzos enemigos en camino. Se presume que hay al menos dos más dentro del almacén. Solicito refuerzos inmediatos para asegurar la zona y transporte de prisioneros. Estamos en el almacén abandonado M05. Repito... se requiere apoyo inmediato, no sabemos cuántos más son. Cambio.

Esperé un momento. No hubo respuesta inmediata, pero tampoco me permití sentir frustración. Sabía que como reclutas podíamos llegar a ser la última prioridad, pero eso no significaba que no cumpliríamos con nuestro deber. Guardé el Den Den Mushi y giré hacia mis hombres.

Mario, Juan, atención. — dije rápidamente. Mi voz cortó el aire, segura y directa. — La situación está controlada por ahora, pero debemos asumir que las cosas podrían complicarse en cualquier momento. ¿Están bien?

Esperé respuesta, aunque de momento no había nada que me hiciera pensar estaban heridos... el único disparo me había intentado dar a mi pero sin hacerme daño... nada más una 'quemadura china' en una pierna pero nada que en unos días ya estuviera como nuevo honestamente... ni vendas necesitaría.

Mario, recarga y prepárate para moverte conmigo. Juan, tú te quedas aquí. Vigila a los prisioneros y asegúrate de que no haya problemas. Si algo se sale de control, quiero que me lo informes de inmediato. — ordené, dándome cuenta que Juan podía valerse por si mismo si era necesario. Incluso indiqué con un gesto de que también apresaran al dormilón... tan solo por si las dudas.

Con un gesto hacia Mario indiqué que se preparara y siguiera. Nos movimos con cuidado hacia la entrada del almacén. Debíamos andar con cuidado ya que lamentablemente les habíamos dado chance al lánguido de que avisara había presencia de Marines, y esa presencia... éramos nosotros. Acomodé mis nudilleras apretándolas con firmeza, sintiendo la familiaridad del metal frío contra mis manos. Al llegar al umbral, me detuve un instante, girándome hacia Mario.

Mario, una vez dentro tú cubre el lado izquierdo... yo me encargaré del derecho. No dispares a menos que sea estrictamente necesario... lo están haciendo bien. Queremos a estos hombres vivos para que hablen.

Le dije en un suave susurro. Inhalé profundamente... calmando mi pulso para recuperar esa frialdad necesaria a la hora de afrontar esas peligrosas situaciones. No había lugar para el error, no cuando el orden y la justicia estaban en juego. Con un último vistazo hacia Juan que mantenía la vigilancia, me incliné hacia adelante.

Vamos, terminemos con esto de una vez. — susurré, cruzando el umbral con Mario justo detrás, listos para enfrentarnos a lo que fuera que estuviera dentro, levantando mi voz y anunciando nuestra presencia que seguramente ya era conocida a estas alturas por la comunicación por el Den Den Mushi. — ¡Salgan con las manos en alto, ya sus colegas perecieron por no hacernos caso y ustedes no tienen escapatoria! ¡Hagamos esto más fácil para todos y nadie más saldrá lastimado!

De nuevo, era necesario mentir... no me gustaba, pero la intimidación verbal era algo que se me daba bien para evitar seguir peleando sin sentido alguno, además... si corríamos con suerte, G-23 nos haría caso y enviaría algunos refuerzos en dirección al almacén.
#10
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