¿Sabías que…?
... existe una tribu Lunarian en una isla del East Blue.
[Diario] Let the gears turn
Arthur Soriz
Gramps
[ · · · ]

día 22 de verano
año 724

El sol ya estaba alto y el calor comenzaba a resultar abrasador en la base G-23. Desde temprano había colocado mi mesa improvisada bajo la sombra de un viejo árbol, uno de esos retorcidos por el viento marino que parecen haber visto más historias que yo. Me encargué de acomodar cada detalle... el mantel de cuadros, los frascos con limonada y agua de coco, las empanadas de pescado que hice a primera hora de la mañana. No es que esperara impresionar a nadie con comida... pero nunca está de más ofrecer algo refrescante en un día caluroso de verano como este cuando buscas aliados y gente con pensamiento similar al de uno.

Frente a mí una pila de folletos hechos a mano me devolvía la mirada como si se burlaran de mi entusiasmo. Mi letra correcta y legible delataba mi edad, anunciando la reunión de la brigada que soñaba formar para defender lo que realmente importa. Había repartido esos papeles por todo Rostock y la base durante la última semana, convencido de que al menos un puñado de jóvenes respondería al llamado. Pero ya eran las diez de la mañana, y ni una sola alma se había presentado.

Suspiré, entrelazando las manos sobre la mesa. Los caminos estaban vacíos y silenciosos salvo por el canto de alguna gaviota y el murmullo del oleaje que siempre parecía murmurar desde lontananza.

Maldita sea... —me dije en voz baja con una sonrisa cansada—. ¿Qué esperabas? Los jóvenes de ahora solo piensan en ascender rápido y atrapar piratas por las recompensas. Proteger a la gente... eso no está en sus prioridades.

Tomé uno de los folletos y lo repasé por enésima vez. "¿Eres un Marine que cree en la verdadera justicia?", decía. "Protege las sonrisas de quienes nos necesitan." Un mensaje claro, directo. Tal vez demasiado sentimental para algunos... pero no para mí.

Las horas avanzaban a medida que el sol se iba moviendo en el cielo, haciéndose las diez y media. Aún nadie había llegado. Me serví un vaso de limonada, el ácido refrescante un pequeño consuelo para el calor y, quizás, para el nudo en mi pecho. ¿Acaso había fallado en transmitir mi visión? Pero no... no podía rendirme tan fácilmente. A mis 63 años si algo había aprendido es que las cosas importantes toman tiempo. Podía estar aquí todo el día si hacía falta. Si alguien aparecía aunque fuera una sola persona, valdría la pena.

Esto no ha terminado, viejo testarudo —murmuré aún hablándome a mi mismo, enderezándome en la silla—. Si tengo que esperar hasta que caiga el sol lo haré. No me rendiré con esta idea... aún hay esperanza.

El faro en la distancia brillaba bajo el sol, como un recordatorio constante de la gente que dependía de nosotros, de la Marina. Mi mente divagó por un momento, pensando en las familias que dormían tranquilas gracias a la presencia de la organización en la isla. Esa era la verdadera justicia, la que yo quería defender.

Volví la vista al camino... al horizonte. Tal vez alguien estaba en camino. Tal vez no. Pero una cosa o seguiría aquí, esperando. Porque a estas alturas no tenía nada que perder, y honestamente... a mi edad, lo testarudo no me lo sacaría nadie ni a la fuerza.
#1
Kuro D. Zirko
Payaza D. Zirko
La vida puede parecer simple o compleja, una utopía inalcanzable y lejos de la perfección. Así es siempre, con sus altibajos, mientras la gente sueña con ser héroe, pero rara vez toma los pasos necesarios para convertirse en uno. Zirko, en este caso, necesitaba un héroe, alguien que le ayudara, aunque su orgullo la mantuviera lejos de pedir ayuda de manera directa.

La noche anterior había sido tumultuosa. Zirko había estado en guardia nocturna, no toda la noche, pero sí lo suficiente como para agotarse tras lidiar con un incidente en la ciudad. Un grupo de maleantes fue capturado y encarcelado gracias al esfuerzo conjunto de los reclutas, donde ella simplemente fue quien avisto a los malhechores y les cerro las puertas de su guarida. Ahora, tras tantas horas en vela, buscaba un momento de descanso. Sentada y apoyada contra la base de una de las paredes externas, intentaba relajarse cuando una joven mujer se le acercó, agradeciéndole con entusiasmo por su trabajo.

La manera de hablar de la mujer era cálida, casi musical. Zirko, sin acostumbrarse a recibir elogios, se sintió entre avergonzada y feliz. Sin embargo, aquella gratitud tomó un giro inesperado cuando la mujer añadió con una sonrisa - Gigante-san, si necesita algo y puedo ayudarla, no dude en pedírmelo.

Zirko, apenada, se rascó la mejilla antes de responder - Umm... bueno, en realidad, sí hay algo... - dijo mientras extendía un pequeño papel que sostenía entre sus dedos - Hoy me entregaron este panfleto, pero... la letra es demasiado diminuta para mí.

Con gusto, la joven le leyó el contenido del panfleto.

A la mañana siguiente, como si un huracán de energía la hubiese invadido, Zirko se levantó de madrugada. A las seis de la mañana ya estaba haciendo ejercicios matutinos, y para las ocho, completamente preparada, había llegado al lugar señalado en el panfleto, un árbol milenario. El coloso vegetal, aunque imponente, no alcanzaba el tamaño de Zirko, pero su sombra era suficiente para cubrirla.

Sin pensarlo mucho, decidió ocultarse. No quería ser la primera en aparecer ni dar explicaciones sobre por qué había llegado tan temprano. Se acomodó detrás del tronco, en una posición que le permitía observar sin ser vista.

El tiempo transcurría lento. Para las nueve de la mañana, el aburrimiento comenzó a invadirla. Zirko se distrajo jugando con algunos animales que pasaban cerca, acariciando a una ardilla curiosa y permitiendo que un par de aves se posaran en sus dedos. Para las diez, finalmente vio a un anciano acercarse al lugar.

Al verlo a la distancia, los nervios la traicionaron. En lugar de presentarse, se ocultó más, transformando el color de su piel y ropa hasta mimetizarse con el entorno. Desde su escondite, observó cómo el hombre colocaba una mesa y comenzaba a preparar algo. Zirko no emitió ningún sonido, simplemente se quedó allí, inmóvil y expectante, mientras el hombre le daba la espalda.

El tiempo seguía pasando. El anciano se sirvió una limonada, y Zirko, indecisa, permaneció detrás de él, envuelta en dudas y algo de hambre. No había desayunado por la emoción del día, y pronto, su cuerpo decidió traicionarla.

Un fuerte sonido gutural resonó, rompiendo el silencio. Su estómago rugió con tanta fuerza que el eco pareció rebotar en el tronco del árbol. Zirko se congeló, y casi de inmediato, su transformación falló. El camuflaje desapareció, revelando el azul y blanco de su uniforme de la marina. Avergonzada, el color subió por su piel como una marea ascendente, tornándose de un rojo intenso como el de un tomate.

E-Etto... perdón... - murmuró, apenada, mientras bajaba la cabeza, tratando de esconderse detrás de sus enormes manos.
#2
Sirius Herald
Eleos
La brisa marina arrastraba consigo un murmullo constante, acompañado por el revoloteo de las gaviotas por los tejado, la mañana por la isla Rostock avanzaba con lentitud, como si el calor pesado frenara incluso el paso del tiempo. En una pequeña capilla improvisada en el interior del bosque, convertida en un refugio para aquellos que buscaban consuelo espiritual, un joven devoto llegó con algo en manos.

El muchacho se trataba de de un marine novato, un simple soldado raso al que Sirius había escuchado confesar sus dudas sobre el camino que había tomado, y que había sido ofrecido por el mismo consuelo divino a sus problemas, convirtiéndose en la religión que el Solarían ofrecía. Este, llevaba una expresión de entusiasmo inusual, al acercarse, extendió un folleto arrugado con cuidado reverente.

-¡Padre Sirius! Debe de ver esto, creo que le gustara.- Dijo, casi sin aliento. La mirada serena de Sirius descendió al papel que ahora sostenía entre sus manos. Sus dedos, largos y delicados tocaron el borde como si estuviera evaluando la carga del texto, leyó en silencio, con sus labios apenas moviéndose al ritmo de las palabras. ¿Eres un Marine que cree en la verdadera justicia? Protege las sonrisas de quienes nos necesitan. era... un mensaje de lo mas simple, seguramente escrito por un soñador, pero.. bueno, incitó su curiosidad, ¿Quién era aquel hombre?, conocía a poca gente de la base a pesar de tener el cargo de sargento. Recibió en su cabeza un eco de sus propios ideales, aunque su rostro no cambió demasiado. -Interesante.... muchas gracias, hermano. Murmuró, dejando que el silencio llenara el espacio entre ellos. El joven marine, incapaz de interpretar aquella pausa como positiva o negativa, titubeó. -P-Pensé que esto podría interesarle... el hombre que repartía los folletos.. parecía anciano, veterano supongo, parece que quiere formar una brigada o algo así, diferente al resto.. interesado en proteger a la gente... como siempre dices tu en tus plegarias. Sirius dobló el folleto con cuidado y lo guardó dentro de su chaqueta blanca y azul que era igual de larga que una túnica, Su mirada se posó después en el muchacho, un destello suave de gratitud se ubicaba en sus ojos.

-Gracias por traerme esto como he dicho antes, Quizás... sea un llamado que valga la pena responder. me pondré en camino.- Aquel muchacho se marchó, mientras Sirius se quedaba un instante más en la capilla, sumido en un silencio que no era para nada vacío, sino lleno de probabilidades y posibilidades.. Un veterano... una brigada para proteger... era una oportunidad para expandir aun mas su influencia... es, una oportunidad de formar una nueva visión. En un momento, El Solarían desplegaría sus alas que hasta ese momento servían como parte baja de su túnica y emprendería el vuelo, buscando la dirección que denotaba en aquel papel. a lo lejos, podía ver una figura interesante cerca del lugar, parecía ser una giganta de gran tamaño, ¿Se trataba acaso de la conocida como Zirko?, no pasaba desapercibida en la base por su tamaño, así que no era difícil conocer de su existencia.

Al poco rato llegaría, desde detrás de la giganta, parecía intentar hablar con alguien, el solarían simplemente descendería mientras juntaba sus manos para hacer una plegaría hasta llegar frente a la mesa, para después meter su mano y sacar el folleto.

-¿Aun está abierto ese reclutamiento para los que creen en la verdadera justicia?- Preguntó, con su voz calmada y apariencia angelical, la luz del sol pasaba por el halo fracturado que tenía detrás de la cabeza mientras sus alas desplegadas se volvían a guardar en su cintura. Dejaría el panfleto en la mesa. -Por que me parece que entonces tenemos algo en Común. Sargento Herald, Sirius Herald, es un placer... y encantado de Conocerte, Giganta Zirko. 

[Imagen: zNJD3YX.jpeg]
#3
Henry
Tigre Rojo de la Marina
Henry se había despertado temprano en la mañana para así hacer su visita diaria a la cafetería de la base, dónde había trabajado buena parte de su vida como recluta de la marina. Luego de ayudar al Chef Gravy a preparar los desayunos de los marines y el suyo mismo Henry ya estaba listo para su rutina de ejercicios mañaneros.
 
Como soldado de la marina este debía de estar en forma, ejercitándose día tras días para así ser capaz de recibir los entrenamientos del sargento Murray. Al salir de la base Henry toma una bocanada de aire fresco, empezando con una rápida pero segura sección de estiramientos de piernas. Tras terminar, este comenzó a trotar por todo aquél camino que se llevaba hasta el faro.
 
Luego de un par de vueltas este empezó a caminar mientras miraba al suelo, las imágenes de aquellos dos reclutas sin vida en las afueras de la base invadían su mente, "¿Como alguien era capaz de tanta crueldad?" Pensaba Henry, este no podía hacer más que apretar sus puños y maldecir al grupo que orquestó aquello.
 
Por otra parte este se mostraba orgulloso de haber acabado directamente con la vida de aquél asesino, luego de que este intentara infiltrarse en el G-23. Distraído como iba, Henry no se dió cuenta a tiempo y fué atacado por lo que parecía ser un papel. Este papel se había plasmado en la cara de Henry el cuál se llevó un buen susto. — ¿Un marine que cree en la justicia? — Era en parte lo que decía aquél panfleto.
 
A Henry le gustaba la idea en aquél papel, decidido a correr hasta el lugar señalado, donde seguramente se encontraría con alguien. "Poteger las sonrisas de aquellos que nos necesitan" Henry quería esto más que nada, pero aún estaba muy lejos de tener la fuerza como para proteger a todos los que necesiten ayuda. Acercándose al punto de reunión Henry notó a una gigante detrás de un árbol, quién parecía hablarle a un anciano debajo de este.
 
Al acercarse aún más se podía ver como llegaba del cielo una figura angelical, la cual contaba con alas blancas y largas túnicas. Parecían estar interesados en la misma cosa no? Estando a unos metros de aquella mesa Henry finalmente se daba cuenta de quién era que estaba organizando todo aquello. — ¡¡Señor Arthur!! Jajajaja — El joven Henry reía mientras se acercaba al musculoso anciano mientras estiraba su mano en búsqueda de una apretón.
#4
Arthur Soriz
Gramps
Estaba tan ensimismado en mis propios pensamientos, hablando conmigo mismo llegando a pensar que nadie se presentaría ese día con la propuesta que había dado de formar una brigada que siguiera los estándares limpios de la Marina, sin crueldad o pérdida de vidas innecesarias... Que el rugido gutural de un estómago tan profundo me sobresaltó. Al darme vuelta la imagen de una mujer enorme con cabello rosa y una mirada avergonzada por el sonido que había emitido su cuerpo delatando su presencia me arrancó una carcajada a todo pulmón aunque no de burla, sino más bien de gusto.

No pude evitar preguntarme si realmente había llegado a ese punto, si la persona ante mí, tan distinta a todo lo que había visto hasta ahora, era una Marine, como parecía a simple vista. La respuesta la tendría más tarde, pero de momento me quedé mirando la enorme figura frente a mí mientras tomaba un sorbo de limonada.

¡Por todos los mares, casi me mata de un susto! ¿Hace cuánto está aquí, señorita?

Pregunté aún con una expresión calmada en mi rostro y algo risueño. — ¿He de imaginar que es una Marine? ¿O tan solo pasaba por aquí?

En lo que le hacía esa pregunta, una figura de apariencia angelical con sus alas desplegadas a vista de todos los presentes. Sin lugar a dudas se veía como alguien importante. Ante su pregunta inicial, sonreí asintiendo con la cabeza para aclarar su duda. — Así es, caballero ... está en el lugar correcto.

Cuando se presentó como el Sargento Sirius Herald, de inmediato me levanté de mi silla mostrando absoluto respeto por alguien de mayor rango que yo... lo hice, hago y haré siempre independiente de que sean de menor o mayor edad que yo. El rango es algo que se gana a fuerza de sudor y lágrimas la mayoría del tiempo, no por influencias y conexiones así que no tendría nada que dudar.

¡Recluta de Tercera Arthur Soriz, señor! —me presenté, para luego relajar un poco mi postura. — Es un honor tenerlo aquí, Sargento Herald. —hice una pausa, mirando de reojo a la gigante. — Y lo mismo digo con usted, señorita Zirko.

Pero entonces cuando pensé que la reunión ya estaba completa... otro sonido rompió el aire. No era un rugido ni un saludo formal, sino una risa. Una risa que aunque había cambiado con los años, me resultaba familiar. Miré hacia el camino, y allí estaba... un joven de porte relajado, sonrisa despreocupada y una mirada llena de confianza. Era como si nada hubiera cambiado con los años aunque tuve que entrecerrar un poco la mirada para terminar reconociéndolo.

¡Henry, eres tú! ¡Sí seguiste mi consejo! — vociferé de forma feliz. Sin dudarlo estreché su mano sonando como un tosco y grave aplauso, mi brazo tensándose en lo que apretaba sus dedos con los míos. Un apretón firme, fuerte, entre dos hombres... no entre un niño y un adulto. — Que alegría me da verte en la Marina, de verdad, ¡mira lo mucho que has crecido! ... Ven, coman algo y sírvanse limonada... aunque no pensé que se interesaría una gigante... ¿puedo deberle una comida más grande cuando aprenda a hacer algo más que solamente empanadas, señorita Zirko?

Luego de proponer aquello, dejé que se pusieran cómodos, habiendo varias sillas allí dispuestas al menos para nosotros humanoides. Yo me quedé de pie, cruzado de brazos y cuando viera que estaban ya todos dispuestos y escuchando atentamente fue que comencé a hablar para así proponer mi idea... mi sueño desde que tenía uso de memoria.

Aclaré mi garganta para llamarles la atención, y comencé a hablar.

Bien, gracias por venir. Tal vez esto no sea lo que se imaginaban en un principio... siendo tan pocos, pero les aseguro que esta reunión tiene un propósito importante no solamente para ustedes, pero para la Marina entera. — fue entonces que erguí mi postura, a pesar de ser algo que no tendría que estar haciendo un recluta sino alguien de mayor rango se notaba que mi decisión estaba puesta y era inamovible. — He visto a lo largo de mis años lo mucho que puede corromper el poder... la capacidad de pasarse por alto algunas cosas con la excusa de que estás por 'encima' de la ley... ¡Nadie está por encima de la ley, siquiera nosotros Marines!

La forma en la que decía eso última denotaba cierto desdén hacia aquel tipo de personas corruptas que sin lugar a dudas deambulaban dentro de aquella organización, prefiriendo abusar de los demás en vez de proteger a los que más lo necesitan.

Es por ello que estamos nosotros, la razón por la que quiero formar esta brigada... para recordarle a la gente lo que significa de verdad ser un Marine.

Mi mirada se tornaba triste... por el simple hecho de que muchas veces eran los mismos Marines los que aterrorizaban a la gente, a los inocentes... haciéndoles creer que a sus ojos, todo pecado... todo error sería sancionado de la misma manera, serían visto a los ojos de la justicia como simples criminales sin causa y sin redención. Podría haber seguido hablando, pero preferí darle chance a ellos de que hablaran también... lo menos que quería era parecer que estaba dando un monólogo sin más.
#5
Kuro D. Zirko
Payaza D. Zirko
Zirko observó al anciano mientras este reía a carcajadas. Poco a poco, la vergüenza que la había invadido empezó a desvanecerse. Incluso, algo dentro de ella se alegraba de que su torpeza hubiera causado esa reacción. Ocultó su rostro tras las manos, intentando esconder una sonrisa que se escapaba sin permiso. Finalmente, dejó de esconderse y, mostrando una expresión amable, hizo un gesto de paz con los dedos mientras inclinaba la cabeza y decía - Recluta Kullona D. Zirko-chan, a sus servicios.

Normalmente, habría extendido la mano como parte de una broma típica suya, pero al estar arrodillada y sentir el peso de la situación, aquello se le escapó por completo. “Bueno, será para otra ocasión”, pensó, tratando de quitarle importancia.

Mientras tanto, unos pajaritos habían llegado a sus manos y jugaban tranquilamente con sus dedos, lo cual capturó toda su atención. Por eso, cuando un hombre alado descendió con una entrada majestuosa, Zirko apenas lo notó, se puso a verlos y a tratar de no espantarlos, tanta era su distracción que parecía estar en otro mundo. No fue hasta que él hombre alado se presentó que algo cambió en Zirko, casi como si un balde de agua fría le hubiese caído por la espalda, un balde monumentalmente grande - Sargento Herald, Sirius Herald. Es un placer... y encantado de conocerte, Giganta Zirko.

Las palabras resonaron en su cabeza como un trueno. Sintió un sobresalto en el pecho, como si su corazón fuera a salir disparado. En un movimiento casi automático, Zirko saltó de su posición, cuadrándose junto al árbol. Su postura era impecable, completamente recta, una mano sobre la sien en señal de saludo y la otra tras su espalda empuñada - ¡SARGENTO, SÍ SEÑOR! ¡EL PLACER ES TODO MÍO! - gritó con una energía desbordante. Después del saludo, relajó los brazos, cruzándolos tras su espalda. Se quedó firme como un centinela, sin moverse un centímetro, aunque por dentro sentía cierta inquietud. Desde su posición, a 37 metros de altura, no podía ver ni escuchar claramente lo que ocurría abajo. Intentó mirar de reojo, pero no logró mucho. “dah... ¿Por qué todo el mundo es tan chiquito?”, pensó mientras suspiraba internamente.

Zirko escuchó que se referían a ella y algo sobre empanadas, pero la distancia y el bullicio le impidieron entender bien. Con tono formal, respondió - ¡No puedo oír nada desde aquí arriba, señor, sí señor! - Luego añadió, algo más protocolar - ¡Permiso para acercar mi zona superior, señor!

Esperó alguna respuesta, pero no podía escuchar nada desde ahí. Viendo que los demás se acomodaban en sus puestos, Zirko decidió actuar. Con pasos cuidadosos, rodeó la mesa dando pequeños saltitos en puntas de pie, como si intentara no interrumpir. Una vez a una distancia prudente, se inclinó hacia adelante. Colocó sus manos en el suelo para mantener el equilibrio y descendió su torso, mientras sus piernas seguían firmes en el suelo. Ahora parecía una especie de puente gigante.

[Imagen: __cammy_white_and_track_suit_cammy_stree...34e139.jpg]

Apoyó uno de sus brazos en el suelo para estabilizarse y usó el otro como si fuera una pequeña personita. Con esa mano, se movió con agilidad hacia una silla cercana, la tomó, la movió con cuidado y luego se sentó en ella de piernas cruzadas. Desde ahí, empezó a analizar la situación, intentando no interrumpir a nadie.

Zirko miró al Sargento Herald y decidió no sentarse demasiado cerca de él por respeto. Sin embargo, al notar a otro hombre en la mesa, su curiosidad aumentó. Su mano, actuando como un ser independiente, se giró hacia el extraño, examinándolo detenidamente. Tras unos segundos, la manita dio un pequeño salto, llevándose un dedo “al pecho” en señal de susto. Luego, se enderezó y tembló ligeramente, como si estuviera llena de pánico.

Mientras tanto, Zirko parecía completamente indiferente al teatro de su mano, preocupada más en coordinar los movimientos para que todo se viera perfecto.

[Imagen: __adachi_rei_utau_and_2_more_drawn_by_hi...56401d.jpg]

Cuando el anciano terminó de hablar, la mano de Zirko hizo una reverencia elegante. Fue entonces cuando, usando un tono solemne, declaró - ¡Señor, sí señor! Antes de formar parte de esta brigada, quisiera pedir perdón al instructor-dono.

Hizo una pausa dramática, bajando ligeramente la "cabeza" de la mano antes de continuar - El otro día perdí los estribos y, entre llantos, arrojé montones de piedras hacia su persona. No sé si le causé algún daño, pero me dejé llevar por mis emociones tras su golpe.

La mano volvió a inclinarse en una reverencia profunda, mientras Zirko permanecía impasible, aunque por dentro temía que el instructor volviera a ser duro con ella. Ella no era capaz de llamar al instructor como "instructor-san" o "instructor-sama" pues, para ella, el era un instructor malvado... además, le apenaba decirlo en voz alta, pero Zirko hasta el momento no conocia el nombre de nadie en el lugar, excepto por el Sargento Herald, quien fue muy amable al presentarse de entrada.
#6
Sirius Herald
Eleos
La mirada celeste del solarían se posó un instante en cada uno de los presentes, como si tomara nota del carácter y las inquietudes que se traslucían en los gestos y palabras de cada uno, el ambiente... bueno, era sencillo, un mantel a cuadros, empanadas que desprendían un suave aroma marino, y.. promesas de un señor mayor que se quedaban en el aire, alguien debía agarrarlas y darles mas fuerza, quizá... podía aprovecharse de ello. Aunque la idea ya desde el principio le interesaba, la probabilidad de darse aires de importancia bueno, nunca estaba mal.

Lo primero, la giganta ya lo estaba tratando de forma formal... pero eso no era necesario, al fin y al cabo, bueno. Serían compañeros. -Señorita zirko, no hacen falta tantas formalidades... bajo la mirada del gran artífice todos somos iguales, Hija mía. Mientras respetemos al prójimo, no habrá necesidad de pedir las cosas de forma tan formal, por favor. baja para que pueda verte mejor. Al escuchar a la giganta disculparse y al señor mayor exponer sus ideales, el sargento mantuvo una expresión calmada, casi contemplativa, parecía tratar de sopesar cualquier detalle, dejándose atrapar por las voces y sensaciones de las palabras que iban flotando, no le urgía interrumpir al anciano, necesitaba que tuviera un aura de importancia pero no era el momento de acaparar la atención, bastaba con asentir con delicadeza las palabras de Arthur. Dedicarle a Zirko una breve mirada comprensiva y a Henry, una leve inclinación de cabeza al notar su entusiasmos. Gestos sencillos, casi imperceptibles, pero.. que podían aludir a un significado de cercanía, trataba de hacer que se sintieran cómodos en su presencia, hacerles notar... que el los entendía a la perfección.

Una vez Arthur acabó, era su momento de exponerse. -Disculpad... solo quería decir que, Tenemos la fortuna de compartir el mismo anhelo, Hermanos.- Comentó con naturalidad, el tono de voz que usaba era bajo para simular una situación intimista. -El destino, nos cruza aquí, lejos del bullicio de los cuarteles y la formalidades innecesarias. Quizá eso sea una señal: no es una casualidad que nosotros, que claramente somos diferentes de nuestros compañeros, creyendo en la esencia más pura de la justicia nos hayamos reunidos... solo puede ser obra del Artifice, el dios que nos guía hacia el mundo de la armonía. Mientras hablaba, observando la mano de zirko hacer movimientos extraños. Mantenía sus manos en la posición de rezo habitual, extendiendo sus alas para poder aumentar su presencia, mientras la luz pasaba por su halo. Sus palabras no sonaban a un discurso; más bien... eran una reflexión lanzada al viento, un eco de las convicciones de Arthur, de la voluntad de la gigante y de todo lo que sabía del Suboficial Henry. No era ordenes ni peticiones directas, sólo una leve insinuación de que estaban destinados a un propósito mayor, uno que les beneficiaría a todos.... y, en especial. a quien supiera guiar esos espíritus hacía un cauce provechoso.

-Lo importante- Continuó. -Es que lo que surja hoy crezca con raíces firmas, necesitaremos más que fuerza física, aunque he de decir que Zirko será excepcionalmente útil, soy capaz de ver potencial en su alma. Pero mas que eso, necesitamos paciencia, Buen juicio y confianza mutua. Si cada uno puede aportar su virtud, quizás logremos algo que trascienda cualquier cargo o rango. Algo por lo cual merezca la pena arremangarse y trabajar en silencio, sin buscar más recompensa que la tranquilidad de haber hecho lo correcto... Confiad en mi. 

Tras eso, se hizo el silencio, dejando tras de si una pausa, como si dejara espacio para que los otros terminaran la idea en su mente, el gesto era de alguien ofreciendo un cálido abrigo en una tarde fresca: No se imponía, ni reclamaba nada abiertamente, invitando a que el resto diera un paso más cerca de su orbita. Un ligero desvío de su mirada hacía Arthur podía interpretarse como un ofrecimiento tácito, la idea de que él, podría facilitar esa unión. Pero no lo dijo. Simplemente... dejó la sugerencia suspendida en el aire.
[Imagen: PdTngrk.jpeg]
Virtudes y Defectos sociales


Color
#7
Henry
Tigre Rojo de la Marina
Era asombroso lo animado que estaba el lugar en tan poco tiempo, la risa de Arthur, la presencia de Zirko con quién ya había tenido un encuentro previo y por último la casi divina aparición del sargento Herald, quién no recordaba. Aunque no hubieran muchos individuos presentes para unirse a la brigada parecía que con los que había ya era más que suficiente. — Que bueno volver a verte Arthur, veo que al igual que yo te uniste a la marina jajaja. Con respecto a la brigada... puede que no seamos muchos pero de que tenemos potencial lo tenemos jajajaja! — 
 
Henry reía con fuerza y total naturalidad ya que hacía mucho tiempo que este no pasaba un rato de calidad con viejos amigos. Últimamente todo se trataba de misiones de alto riesgo en las que Henry era expuesto a situaciones inhumanos de las cuales no podía quejarse. Volviendo a la reunión pues la gigante Zirko parecía disculparse con Henry por lo que pasó la última vez, lamentando el lanzamiento de tantas rocas.
 
 — Yo soy el único que debe de pedir disculpas aquí Zirko, fue mi culpa que te pusieras así. Tenía en mente daros una lección por entrenar de forma tan descuidada pero me pasé tres pueblos, disculpa. — Aclaró Henry, haciéndo una referencia inclinándose, llegando a crear unos 90 grados casi perfectos. — Espero que nos podamos llevar bien a partir de ahora. — Henry le lanzaba una sonrisa jovial mientras le mostraba el pulgar en alto en señal de aprobación.
 
El sargento Herald era otro individuo interesante, llevando su predicamento a todas partes consigo. Este hacía una pequeña reverencia hacia Henry, cosa que este pudo notar, devolviéndole el saludo. — Un gusto tenerlo con nosotros sargento Herald, espero que su trabajo lleve a los perdidos y a los más jovenes hacía la verdad. — Al suboficial Henry le parecía curioso el efecto de la religión en los miembros de la marina, algo en lo que estaría manteniendo un ojo.
 
 — Antes que nada... me gustaría aclarar algo. — respira profundamente — Zirko ya sabe de esto pero no es algo que todos sepan en la base. — Fue cuando una ráfaga de aire caliente salía expulsado del cuerpo de Henry, el cual estaba agarrando un color rojizo. — Fuí maldecido hace un tiempo atrás con los poderes de un volcán, pese a que pueda parecer algo increíble y sorprendente pero en realidad causa más problemas de los que resuelve.
 
El aire volvía a su temperatura normal mientras que Henry veía el piso con una cara de desprecio hacia sí mismo. — No soy más que un arma... un arma para establecer la justicia a base de fuerza. — tanta era la presión que este ejercía cerrando sus puños que de estos se podía ver una fina línea de sangre caer por el mismo.
#8
Arthur Soriz
Gramps
Honestamente la nueva postura que adoptaba Zirko no es que fuese muy de mi agrado, ¿demasiado llamativa? Pero como lo que se le veía más que nada era la cara, eran cosas que podía ignorar... la juventud es algo que a cada día que pasa menos comprendo. Suspiré suavemente, dándoles la oportunidad a cada uno de expresas sus intereses, sus ideales, aunque fuera exponerlos un poco para que se abrieran a la posibilidad de que a pesar de seguir un camino firme cada quien, tenían la libertad de también tener sus creencias... aunque siempre con ciertos límites.

Y ese límite llegaría cuando al primero que escuché fue a Henry el cual se llamaba a si mismo un arma que llevaría la justicia a base de fuerza y nada más. Rechisté, dándole una suave palmada en la espalda hablando en un tono de voz que pudieran todos escuchar porque no estábamos ahí para andarnos con secretos.

Henry, escúchame bien... comprendo que estés pasando por un momento en la que no entiendas ni controles del todo tus poderes, pero no debes dejar que estos te controlen a ti... ¿está bien? Tienes que sobreponerte a ello y recordar que, al final del día... somos Marines.

Expresé queriendo aunque fuera darle palabras reconfortantes que calmaran su corazón ardiente. Se notaba además la temperatura que exudaba de su cuerpo, un calor abrasador que se volvió incluso un tanto incómodo. No parecía que estuviera aún en completo control de sus poderes... mucho menos de sus emociones pero no me esperaba más de un joven, con las hormonas revolucionadas y el corazón en la mano con sus emociones a flor de piel.

Nuestro trabajo está en proteger la felicidad de los que nos necesitan como dije en el folleto, eso significa que a veces la mejor decisión no es la más hostil... sino todo lo contrario. — hice una pausa, mostrándole una pequeña sonrisa a aquel que seguía viendo como el niño de las flores, aquel que conocí en las costas de Kilombo. — Y cuando sientas que las cosas se te están saliendo de control, no vas a estar solo... ¿verdad muchachos?

Pregunté de forma retórica, mirando de reojo tanto al Sargento Sirius como a la recluta Zirko.

Con eso dicho, me pareció prudente exponer los principios de aquella brigada que pensaba hacer, sin importar quién se quisiera unir. A fin de cuentas, nada estaba tallado en piedra aún... no eran mandamientos pero pensaba que cada quien los respetara como respetaban a la Marina y a los ciudadanos que debíamos proteger.

[ · · · ]

Honor como Estandarte ... Cada acción debe reflejar orgullo y respeto por la Marina. Un verdadero Marine no mancha su palabra ni su uniforme.

Fuerza en el Deber ... El cuerpo puede flaquear, pero la voluntad jamás. Un miembro del Kaigekitai se mantiene firme, sin importar la adversidad. Ser fuerte no es una opción, es un deber.

Unidad Inquebrantable ... Los miembros del Kaigekitai son hermanos. En batalla, nadie queda atrás; juntos avanzan, juntos triunfan.

Protección del Inocente ... La justicia no distingue rangos ni orígenes. El Kaigekitai está donde más se le necesita, porque proteger a los débiles es la esencia de ser un verdadero Marine.

Nunca Retroceder ... La cobardía no tiene cabida en el Kaigekitai. Si el enemigo es más fuerte, se enfrenta con astucia. Si es más numeroso, con valor. El verdadero Marine no huye; lucha hasta el final.

De Mar y Acero ... Ser parte del Kaigekitai significa encarnar el ideal de un Marine firme, leal y resuelto. No por simple apariencia, sino por acción, carácter y ejemplo.

Lealtad Absoluta a la Marina ... La justicia de la Marina es la brújula del Kaigekitai. La lealtad es el corazón de un Marine de honor y la base sobre la cual se construye su legado.

Justicia, No Crueldad ... El Kaigekitai lucha con convicción, pero no con odio. La vida, incluso la de un enemigo, es un peso que no se toma a la ligera. No se mata por placer, ni siquiera cuando el enemigo parece irreparable. La verdadera justicia está en dar segundas oportunidades siempre que sea posible y en castigar solo cuando sea necesario.

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Parecía ensayado mientras lo decía, y en gran parte lo era, a saber cuántas veces lo habré repetido en mi cabeza, frente a un espejo, mientras entrenaba como si fuese un karma que debía mantener en mis memorias a todo momento para nunca olvidar el camino a seguir. Como un profeta guiando a su rebaño, seguía estos principios al pie de la letra todo el tiempo.

Sé que es mucho para recordar... pero esto es en lo que creo, lo que quiero darle al mundo... no Marines a los que deban temer para seguir la ley, sino que lo hagan porque lo desean... a sabiendas de que pueden dormir en paz... porque habrá quienes defiendan esa tranquilidad. — hice una pausa, dándole un trago a la limonada que me había servido. Los miré a los tres, cada uno tenía lo suyo... seguramente con sus propios ideales, sus maneras de llevar las cosas y traer justicia a quienes la precisaban, no pensaba obligarles a aceptarlo... tan solo que lo entendieran, lo respetaran... como yo los respetaba a ellos por igual.

Mi pecho se llenaba de orgullo y felicidad al poder transmitir al menos un poco de estos principios, para algunos extremos... para otros muy ligeros contra esos que atentaban la paz de la gente, pero para mi... era la única manera de restaurar la humanidad que el mundo había perdido ya antaño.

¿Qué dicen, están conmigo?
#9
Kuro D. Zirko
Payaza D. Zirko
En el mundo, hay algo llamado "punto de inflexión", ese momento crucial donde no puedes ceder ni ser flexible, simplemente actúas de manera avasalladora en respuesta a una revelación clave. Para Zirko, ese punto de inflexión ocurrió cuando alguien, por primera vez en su vida, la llamó "hija mía". Atrapada en una mezcla de ingenuidad infantil y credulidad, la joven gigante, huérfana, sin noción de religión o estructuras familiares tradicionales, empezó a imaginar que el Sargento Herald era, de hecho, su padre. Con voz baja y temblorosa, dejó escapar un tímido - O... Otōsan...?.

Por si fuera poco, Herald también llamaba "hermanos" a los otros dos hombres del grupo. En la mente de Zirko, eso los convertía automáticamente en sus tíos, uno anciano y bonachón, el otro algo malhumorado y algo malvado. Cuando este último, a quien ella había apodado "tío maluco", se disculpó con ella por sus acciones pasadas, Zirko respondió con su peculiar lenguaje de manos, haciendo una reverencia teatral mientras su cuerpo permanecía relajado, tumbado en el suelo, jugando con sus piernas mientras hacia el teatro con su mano frente al tío maluco.

Luego, cuando el anciano presentó sus propuestas y planes, Zirko, siempre fiel a su naturaleza curiosa y directa, levantó su dedo meñique de la mano que usaba como si fuese una personita frente a ella. Con una seriedad inusual en ella, preguntó - Respecto al apartado número cinco, cito: "nunca retroceder". ¿Esto es algo figurativo o literal? Soy una gigante, sí, pero, contrario a lo que muchos creen, mi especialidad no es luchar, sino lanzar cosas con mis manos. Retroceder es, en realidad, parte importante de mi estilo.

La duda en sus palabras reflejaba su intención de no ser malinterpretada, pero pronto volvió a su esencia desenfadada - Ah, y por cierto, al igual que mi tío fueguito, ¡yo también tengo poderes! —anunció con orgullo. Su mano cambió a un tono fluorescente rojo, iluminando su alrededor. Luego, tocó una silla cercana, y esta adoptó la misma tonalidad vibrante. Zirko continuó - No es más que algo estético, pero para un payaso, la ilusión y el arte están en confundir un solo sentido a la vez. ¿No creen?
#10


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