Alguien dijo una vez...
Rizzo, el Bardo
No es que cante mal, es que no saben escuchar.
Tema cerrado 
[Aventura] [Autonarrada - Tier 1] Tengo una misión para ti.
Takahiro
La saeta verde
Día 6 del verano…

Era una tarde como otra cualquiera en la base del G-31 de Loguetown. Los marines estaban distribuidos en los distintos campos de entrenamiento del exterior, otros se encontraban estudiando y analizando tácticas militares en las aulas, así como aprendiendo conocimientos básicos para el trabajo de campo, mientras otros se encontraban vestidos de paisano para disfrutar de sus merecidos días de tiempo libre en la ciudad. Sin embargo, el soldado raso Kenshin no estaba haciendo ninguna de esas tareas, tampoco había tenido la suerte de tener un día libre, él se encontraba pelando patatas y zanahorias en la cocina, a modo de reprimenda por abrir su linda boquita cuando no debía.

—¿Así está bien, jefe? —preguntó, con una patata pelada a cuchillo tan mal que había más patata en la piel de la basura que en su propia mano.

—¿¡Pero que mierdas estás haciendo, soldado Kenshin!? —espetó el jefe de cocina, cuyo rostro enrojecido y venas inflamadas daba indicios de que iba a darle una taquicardia—. ¿¡Sabes el lo que cuestan las patatas cultivadas en las fértiles tierras del Reino Pomme!? Y las desperdicias de esta forma. Si es que eres un negado. No sabes hacer nada…

Continuó despotricando sobre él durante un largo rato, llegando incluso a escuchar como el jefe de cocina maldecía al sargento Shaw por haberlo enviado allí a cumplir un castigo. Lo cierto era que antes de pelar patatas le había puesto a cortar carne, luego a lavar ollas y, antes de eso, a recolectar plantas del huerto. Tenía quejas sobre todo lo que había hecho el peliverde. Nada parecía gustarle.

—Tampoco hay que exagerar —comentó el peliverde, sonriente y cansado de tanta tontería—. Todos sabíamos que esto iba a acabar así. Yo no sé cocinar, y menos pelar patatas de forma milimétrica. Con lo fácil que sería quitarle la tierra y echarlas con la piel.

El jefe de cocina inhaló aire y lo expulsó de forma lenta tres veces exactas. Su tono de piel volvió a tonarse más blanco que bermejo y clavó la vista sobre el marine, forzando una sonrisa más falsa que las monedas de madera.

—Vamos a hacer una cosa, ¿de acuerdo? —puso la mano sobre su hombro y le acompaño hasta la puerta casi a empujones—. Si te encuentras al sargento Shaw dile que ya has ayudado suficiente y que yo, el jefe de cocina Machín, no necesita más ayuda en mucho tiempo. ¿Vale? Así que vete y disfruta de…, de lo que quiera disfrutar. ¡PERO NO VUELTAS A ACERCARTE A MI COCINA JAMÁS DE LOS JAMASES!

Takahiro asintió y se fue de allí.

—Tampoco estaba tan mal —comentó en voz alta, mientras se dirigía a los barracones.

Deambulaba por uno de los pasillos centrales, cuando a su espalda escuchó la voz del comandante Buchanan, parándose en seco sin darle tiempo a apoyar el pie que estaba sobre el aire. Se dio media vuelta e hizo el saludo militar.

—¡Kenshin! —exclamó—. ¿No se encontraba usted cumpliendo un castigo por parte del sargento Shawn? —le preguntó, acercándose a él con los brazos cruzados—. ¿Le ha comido la lengua el gato? —añadió.

—El jefe de cocina Machín no requiere de mis servicios —le dijo, haciendo un ademán con las manos—. Me ha dicho que le comunique al sargento que ya he ayudado suficiente y que con los cocineros que tiene es más que suficiente, que no necesitará ayuda externa en mucho tiempo. ¡Ah! Y que no vuelta jamás de los jamases.

El comandante negó con la cabeza.

—¿Tan mal lo has hecho?

—Yo creo que el cocinero exagera.

—¿De veras?

—Yo creo que sí. No soy cocinero, pero creo que Machín me estaba exigiendo una técnica digna de un chef de alta categoría.

—Ahora creo que el que exagera eres tú, muchacho. Acompáñame—le ordenó, haciéndole una señal con la cabeza para que lo siguiera. Fueron a las afueras del cuartel, concretamente a un jardín trasero en el que nunca había estado. Buchanan encendió un cigarrillo y fumó en silencio un instante—. Creo que deberías intentar morderte la lengua delante de ciertas personas—le dijo—. Está bien ayudar a otros miembros del escuadrón cuando es necesario, es más, esos detalles tan pequeños son necesarios para que haya buena atmósfera, pero defender a un compañero increpando a un superior es algo muy feo y que, te guste o no, puede ser considerado una insubordinación.

Takahiro se encogió de hombros.

—Simplemente, creo que al sargento le ha dado por todo nuestro escuadrón —le dijo, sin pelos en la lengua—. Y se lo hice saber. ¿Qué tiene de malo preguntar porque nos tiene en punto de mira todo el momento? Primero con Atlas, que parece que no puede verlo. Luego la forma que tiene de mirar a Ray, cuando el chaval no ha hecho nada —continuó explicando—. Y luego con el chavalito del otro día, el que parece que habla con un bollo metido en la boca—. ¿Qué es medio tonto? Sí. Pero tampoco es para sobrepasarse con nadie.

—No te quito ni te doy la razón —le dijo—. Pero debes saber que no todos son tan dialogantes como la capitana o un servidor.  Sé que te cuesta, pero trata de no ofender a quien no debes. Que luego te ganas mala reputación.

—Lo que opinen tres o cuatro personajes que no me conocen me da igual —indicó Takahiro, mirando sonriente al comandante—. Lo qué si me importa es ser fiel a mi mismo y a lo que realmente creo que es justo. Esa es mi mentalidad como marine.

El comandante le miró vivamente y parecía, incluso, que estaba intentando no expresar un atisbo de felicidad ante las palabras que había soltado el marine. Sin embargo, dio una profunda calada a su cigarrillo, lo tiró al suelo y pisó la colilla con fuerza.

—Te voy a encomendar una misión —le dijo—. Quiero que vayas al pueblo, concretamente al distrito comercial cercano al gran patíbulo, y me compres un cartón de tabaco.

—No debería fumar tanto. Es malo para la salud.

—Beber alcohol en grandes cantidades también y te he visto borracho un par de veces —le increpó, guiñándole un ojo—. Si te encuentras al sargento Shaw le dices que yo te he enviado a hacer unos recados. No te dirá nada, a fin de cuentas, soy su superior también.

Touché —respondió el marine, aceptando el billete del capitán para comprarle tabaco.

*****

Eran las siete en punto de la tarde cuando Takahiro llegó a la plaza donde se encontraba el patíbulo. Era una plataforma de madera y metal bastante alta, que la gente la observaba con miedo y admiración a partes iguales. ¿Cuántos criminales habían sido ajusticiados en aquel lugar para dar ejemplo? ¿Todos se merecieron su ejecución o tal vez habría habido salvación para alguno de ellos? ¿Cree el gobierno mundial en la reinserción de las personas? Muchas preguntas azotaban la cabeza del marine y ninguna respuesta que se daba le convencía.

Siguiendo las indicaciones que le había dado el comandante, el marine que iba vestido completamente de paisano, con sus ropajes típicos, incluyendo su kufiya de color blanco puesto en la cabeza y su espada sujeta a la cintura. Dio tres vueltas casi el círculo volviendo al mismo punto, sin encontrar la tienda que le había indicado. Entretanto, el cielo de la isla fue envuelto por un mar de nubes grises bastante espesas, que rápidamente fue oscureciendo la isla hasta impedir que los rayos del sol dieran sobre la superficie de la isla.

«Vamos a ver… Antes he ido por allí, quizá sea por este otro lado», dijo para sus adentros, tomando rumbo a hacia la región más oriental de la isla.

Continuó caminando y, finalmente, llegó al puesto donde vendía tabaco. Sin embargo, estaba cerrado. Golpeó la puerta tres veces y nadie le respondía. Miró por la cristalera de la puerta y no había nadie. Fue en ese momento cuando observó un cartel que tenía escrito lo siguiente: Cerrado por vacaciones.

—Vamos, no me jodas —comentó en voz alta—. ¿Y ahora donde encuentro yo tabaco para este señor?

Takahiro se apoyó sobre la puerta de la tienda de tabaco y observó como una gota de agua caía en el suelo, seguida de otra, y otra, y otra. Sí, había comenzado a llover, aunque con una intensidad demasiada alta para su gusto.

«Creo que debería volver a la base- ¿Pero por dónde se va?».

Cómo cualquier persona criada durante casi toda su vida en una isla desértica, como era la Isla Sandy, Takahiro amaba y odiaba la lluvia a partes iguales. Le encantaba la lluvia porque el agua era un bien escaso en muchos lugares y se trataba de un bien necesario para la vida. En muchos lugares no eran conscientes de la importancia del agua, que a fin de cuentas era el origen de toda la vida, ya que sin agua no se puede vivir. Y la odiaba por motivos ciertamente irracionales. La lluvia levantaba la mierda de las calles haciendo que oliera mal, hacia que no se pudiera salir a la calle y, además, te empapaba. Era un asco.

Sin darse cuenta, mientras deambulaba por los salientes de algunas pequeñas terracitas de la ciudad, tratando de no mojarse. No obstante, era inevitable, ya que la fuerza de la lluvia cada vez era mayor. Ya no sabía en que parte de la ciudad se encontraba y, finalmente, se adentró en una taberna. Al entrar dio un portazo y llamó la atención de las pocas personas que había dentro. Era un local enorme, con poca luminosidad y muchas mesas vacías. En la barra había tres asientos, dos de ellos libres.

—¡Buenas noches! —exclamó, quitándose su kufiya y estrujándola sobre una planta medio seca que había en la entrada—. Te va a venir mejor a ti que a mi —dijo en voz baja, para después caminar hacia la barra.

—¿Qué le pongo muchacho? —le preguntó el camarero, que era un sujeto fibrado y con varios tatuajes visibles por todo su cuerpo.

—Una jarra de su cerveza más fría.

—Marchando.

Apenas tardó treinta segundos en servirle una cerveza bien tirada, en una jarra de cuestionable limpieza, pero muy bien servida.

—Gracias, jefe.

Y le dio un sorbo.

—El vaso esta sucio, pero lo compensa lo buena que está esta maldita cerveza—comentó en voz alta.

—¿Qué has dicho? —preguntó el camarero con agresividad.

—¡Que la cerveza está de lujo! —respondió, bebiéndose el resto—. Ponme otra —sonrió.

Y durante horas no volvió a interactuar con nadie. El tiempo pasaba lento, pero ya eran casi las diez de la noche y no parecía que fuera a escampar. El agua comenzó a entrar en la taberna, y el camarero tuvo que sellar la puerta con un tablón de madera para que no cediera ante el agua, que había inundado la ciudad.

La persona que había en la barra se había quedado dormida y roncaba como un oso, pero al camarero no parecía importarle. No obstante, tres sujetos que estaban sentados en una mesa no opinaban lo mismo. Uno se levantó y como un ruin y vil traicionero fue a golpearle para despertarlo. Ante eso, el marine se aferró a su espada y con la funda bloqueo el golpe.

—¿No crees que esta muy feo despertar a la gente de esa manera? —le preguntó, mirando de reojo a los otros dos que estaban sentados en la mesa.

—No te metas donde no te llaman, niñato —le dijo, golpeando de nuevo la katana. Sin embargo, aquel sujeto no tenía la fuerza suficiente como para que el espadachín perdiera el control de la misma, que parecía que apenas se había movido.

—Te recomiendo que te sientes —le advirtió el marine, que se levantó de su taburete e hizo evidente la diferencia de altura y corpulencia entre los dos. Takahiro era alto, fuerte y musculado, mientras que el bravucón que tenía frente a él apenas llegaba al metro setenta de altura, delgado y con una barriga muy prominente—. No pienso volver a repetírtelo. Siéntate, por favor.

—No admitiré peleas en mi local —intervino el camarero, que chasqueó los dedos e hizo una señal al hombrecillo para que se sentara—. Así que Billy, te sientas o te vas. Tú decides que hacer.

Sin embargo, antes de poder hacer nada, la persona que estaba durmiendo sacó un revolver y disparó a Billy, que cayó al suelo malherido. No era una herida mortal —o eso creía—, pues había sido en el hombro.

—Gracias por defenderme —le dijo, guardando la pistola—. Pero no hacía falta. Dime, ¿te interesa unirte a mi tripulación pirata? La anterior ha acabado encarcelada y tengo que volver a…

Sin embargo, antes de darle tiempo terminar la frase, el peliverde con la funda le golpeó en la cara con fuerza. Tras eso, la desenfundó y puso la punta sobre el cuello del hombre.

—Creo que te has equivocado conmigo —le advirtió—. Y quedas detenido en nombre de la marina del gobierno mundial. Así que será mejor que no te pongas tonto y no intentes usar tu arma.

—Ah, ¿sí?

El maleante llevó la mano hacia su pistola, disparando dos veces. Con cierta maestría y habilidad, el espadachín pudo desviar las dos balas: la primera fue directa a una botella de whisky que estaba en la estantería que estaba tras la barra, justo a su derecha mientras que la otra la desvió hacia la izquierda, con la mala suerte que le rozó el hombro, quemándole y levantándole la piel.

Aprovechando aquello, el pirata trató de buscar distancia entre ambos. Sin embargo, aferrándose a su espada con la guardia alta por encima de su cabeza, flexionó su pierna izquierda y se impulsó hacia su contrincante en un abrir y cerrar de ojos, atravesándole el hombro y clavándola en la puerta del local. Al tenerlo cerca, y aprovechando la diferencia de altura, el marine le propinó un cabezazo descendente justo en el tabique nasal, escuchándose un leve crujido que culminó con el pirata inconsciente.

—Pues sí —le respondió Takahiro, que amordazó al pirata con ayuda del camarero, mientras que los pueblerinos atendían al que habían disparado.

Horas después, casi amaneciendo, se despejó y se dirigió al cuartel con el pirata maniatado. Sin embargo, allí no había nadie. Gritó y nadie parecía escucharle nadie.

—¿Qué diantres? —se preguntó en voz alta, sentándose sobre el cuerpo de pirata para que no se levantara—. ¿Dónde se ha metido la gente?

Pero entonces, de lo que él creía que era un panel de electricidad, comenzaron a salir marines. Al parecer habían estado en un búnker toda la noche por la peligrosidad de la tormenta. El sargento Shawn el miró con recelo y le dijo algo a un superior al oído.

—¿Habéis visto al comandante Buchanan? No le traigo lo que me pidió, pero si un intento de pirata bastante agresivo. Isaías “la rana” Serma, con un valor de tres millones por su cabeza.
#1
Moderador Gaimon
Gaimon
AVENTURA COMPLETADA CON ÉXITO


Al user Takahiro por una T1 se le entrega:
  • Experiencia: De 245 a 275 [+30]
  • Nikas: De 2 a 3 [+1]
  • Berries: De 300000 a 500000 [+200.000]
  • Reputación: De 55 a 60 (+5 Buena Positiva) [+5]
#2
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