Hay rumores sobre…
... una isla que aparece y desaparece en el horizonte, muchos la han intentado buscar atraídos por rumores y mitos sobre riquezas ocultas en ella, pero nunca nadie ha estado en ella, o ha vuelto para contarlo...
[Aventura] [T1][Autonarrada] Los gamberros de Coraltown
Brumrand
Puño de marea
El gremio de cazadores resultó ser tan impresionante por dentro como por fuera. Amplios ventanales y grandes candelabros llenaban de luz el área común. Esta estaba repleta de mesas y bancos, lo que hacía que el ambiente se sintiera más como una taberna que como un lugar dedicado a gestionar una organización. Sin embargo, el mostrador al fondo destacaba, limpio y sin jarras o botellas detrás. Estaba atendido por dos recepcionistas, de las cuales solo asomaban ligeramente sus cabezas. Una de ellas tenía el cabello liso de color esmeralda, mientras que la otra tenía rastas de color maíz. A la derecha del mostrador, en una pared dispuesta exclusivamente para él, se encontraba el tablón de misiones. Las letras en grande, de un rojo carmesí, destacaban en la sala, haciendo que el tablón fuera el principal foco de atención.

El lugar estaba poco concurrido, pues aún era temprano. Sin embargo, algunas personas ya estaban allí, buscando algún trabajo o disfrutando de un almuerzo. Maray se acercó al tablón a curiosear. Después de unos minutos, encontró lo que buscaba: una misión sencilla titulada -Capturar a los gamberros de CoralTown-. Con el cartel en mano, se acercó al mostrador y aceptó oficialmente la misión. Mientras salía del edificio, comenzó a sumirse en sus pensamientos.

El cartel mencionaba que la mayoría de los problemas ocurrían en la zona norte, una parte más tranquila de la ciudad, conocida principalmente por sus puestos de comida y bebida. No debería haber suficiente afluencia de gente como para que se generara una misión de captura por unos alborotadores. Sin embargo, pensó que, dada la época del año, seguramente la zona estuviera llena de turistas. Quizás no querían que se creara un mal ambiente en esa área, especialmente durante la temporada alta. -Bueno, supongo que no me hará daño investigar un poco y ver si saco algo en claro o, al menos, descubrir quiénes son-, se dijo a sí misma. La misión no ofrecía una recompensa demasiado alta, lo que indicaba que los gamberros no debían ser un grupo numeroso.

Maray se dirigió rápidamente hacia la zona norte, caminando con paso firme mientras el sol aún estaba alto en el cielo. La brisa fresca del atardecer acariciaba su rostro mientras avanzaba por las calles adoquinadas. A medida que se adentraba en la zona norte, el ambiente cambiaba: las casas se volvían más coloridas y las calles, más tranquilas. Los ruidos de la ciudad se apagaban un poco y la vida parecía ir más despacio en esta parte del pueblo. Maray pasaba junto a pequeños puestos de comida que emanaban aromas tentadores de especias, frutas frescas y mariscos a la parrilla.

El parque en el que se encontraba era un lugar de ensueño. Grandes árboles de coral se alzaban con majestuosidad, sus ramas cubiertas de flores en tonos rosados y lilas, creando un hermoso paisaje que contrastaba con el verde de los pastos. La luz del sol filtrándose entre las hojas de los árboles otorgaba al lugar una atmósfera mágica, como si el tiempo pasara más lentamente. La senda de piedra serpenteaba a través del parque, guiando a los transeúntes a lo largo de este rincón pintoresco. Algunas familias paseaban, disfrutando de un día apacible, mientras que parejas se sentaban en los bancos a conversar o simplemente disfrutar de la calma.

Maray caminó por el parque con paso tranquilo, buscando cualquier señal que pudiera indicar la presencia de los gamberros. En la zona más apartada, cerca de un pequeño estanque cubierto de nenúfares, notó algo extraño: varios bancos de madera estaban rasgados y rotos, y los árboles de coral, normalmente decorados con flores, estaban cubiertos con pinturas grotescas. Algunas tenían símbolos de poca monta, otras eran garabatos sin sentido, pero todas mostraban un claro desprecio hacia el lugar. El ambiente, que hasta ese momento había sido de tranquilidad, de pronto se sentía algo turbio.

-Este es un buen lugar para comenzar- Pensó Maray mientras observaba los destrozos. En ese momento, no podía evitar preguntarse si los gamberros serían tan osados como para destrozar más del mobiliario del parque o si, al contrario, su acción se limitaría a vandalizar solo algunos espacios. De cualquier modo, estaba decidida a descubrir qué estaba pasando.

Sabía que no sería prudente actuar durante el día, por lo que decidió esperar a que la noche cayera. Para ello, encontró un banco más apartado cerca de una fuente de agua y decidió hacer tiempo. Se acomodó, se recostó un poco y aprovechó para dormir un rato, permitiendo que el sonido relajante del agua y la suave brisa la acompañaran mientras cerraba los ojos.

Finalmente, cuando el sol comenzó a ponerse y el cielo se tiñó de tonos anaranjados y morados, Maray se levantó de su banco. La calma del parque era reemplazada poco a poco por las sombras que se alargaban, y las primeras luces de los faroles comenzaron a iluminar el camino. A lo lejos, escuchó el sonido de pasos y monturas acercándose. Algo en su interior le indicó que había llegado el momento. Se ocultó entre los árboles, usando la oscuridad a su favor, y esperaba en silencio.

Poco después de la puesta de sol, los ruidos de monturas empezaron a escucharse desde un rincón cercano. Maray, agazapada entre los árboles, los observó con atención. A los pocos segundos, comenzaron a escucharse las voces de tres personas.

-Bueno, parece que hoy es el día de terminar esta obra de arte- Dijo uno de los hombres, desmontando de su montura y dirigiéndose al extraño cuadro pintado sobre los corales.
 
-Ham y yo haremos guardia, Joshep, no vaya a ser que tengamos visitas indeseadas. Aparte, asustar parejas siempre es divertido- Comentó otro hombre, de estatura baja, mientras también desmontaba.

-Está bien, Chet, no me molestéis si no es necesario. Necesito concentrarme en este magnífico cuadro- Respondió el tercero, un hombre alto y delgado que parecía ser el líder del grupo mientras comenzaba a dar pasadas de brocha sobre los corales.

Maray, observando desde las sombras, se acercó lentamente, aprovechando las zonas oscuras del parque. Sabía que un enemigo que no sabe que estás ahí es una presa fácil. Sin embargo, cuando estaba a unos pocos pasos del pintor, una ramita crujió bajo su pie con un sonido ensordecedor en la quietud de la noche.

-¿Quién anda ah...?- comenzó a decir uno de los pandilleros antes de que el codo de Maray impactara en su estómago, enviándolo hacia atrás, inconsciente en el proceso.

-¡Hey, tú malnacido, qué le has hecho!- gritaron los dos hombres restantes mientras desenfundaban unas cachiporras hechas de madera de coral, ambas de un tono rosa pálido.

-De verdad, ¿por qué nunca me salen las cosas como quiero?- susurró Maray con exasperación mientras se ponía en guardia.

Los dos pandilleros restantes no parecían muy coordinados, lo que los hacía fácilmente vulnerables. Maray dio un pequeño salto lateral hacia la izquierda y le propinó una sonora tollina que dejó aturdido al hombre más cercano, por lo que no vio venir la patada descendente que lo privó de la consciencia.
-Uno menos, solo queda uno-, pensó en voz baja mientras observaba al último pandillero.

El último hombre intentó asestar un poderoso golpe descendente con su garrote, pero Maray cortó rápidamente la distancia entre ellos, quedando a solo unos centímetros de él. Con un brazo, bloqueó el garrote, no con la intención de detener el golpe, sino para desarmar al pandillero, y con el otro, lanzó un golpe recto al estómago del maleante. Este era el movimiento más básico del gyojin karate, lo cual no hacía menos sorprendente lo efectivo que resultaba ser. Este impacto, ejecutado con precisión, dejó al tercer pandillero inconsciente, cayendo al suelo sin sentido.

-Y con esto ya estaría- Murmuró Maray mientras observaba a los tres hombres caídos a su alrededor. Sabía que no tardarían en despertar, así que decidió actuar con rapidez.

Aprovechando su rapidez y habilidad, recogió a los tres hombres, cargándolos uno a uno hasta el gremio de cazadores. Mientras caminaba por las calles, pensó en lo fácil que había sido capturarlos. 

Finalmente, tras una corta caminata, llegó a la entrada del gremio. La gran puerta de madera se abrió con un suave chirrido, y Maray entró con los tres gamberros a cuestas. El ruido de los cascos de los hombres inconscientes sobre su espalda resonaba levemente en el suelo de piedra del gremio. Al llegar al mostrador, las recepcionistas alzaron las cejas al ver el espectáculo que Maray llevaba consigo.

-Aquí están- Dijo Maray, dejando caer a los tres hombres sobre el suelo de manera ordenada. -Los tres alborotadores de CoralTown. Tal como fue solicitado.-

La recepcionista de cabello esmeralda levantó la vista con sorpresa, mientras que la otra de rastas parecía más impresionada por la destreza con la que Maray había capturado a los gamberros.

-¿Solo eso?- Dijo la recepcionista de rastas. -Pensé que este grupo estaba causando más problemas.-

Maray encogió los hombros, mostrando una sonrisa ligeramente divertida. -Fue rápido. Aunque no eran muy buenos coordinándose, solo tenían fuerza bruta.-

El hombre de guardia, que se encontraba cerca, observó con interés la situación y luego hizo una señal para que los hombres fueran sometidos a un registro. Tras unos minutos, la misión se completó y el pago fue entregado a Maray.

-Buen trabajo- Dijo la recepcionista de cabello esmeralda, mientras le entregaba un saco de monedas. -Aquí está tu recompensa.-

Maray tomó el saco de monedas con una ligera inclinación de cabeza y un agradecimiento. Mientras se giraba para marcharse, una de las recepcionistas comentó:

-¡La próxima vez te dejamos más difícil la misión, para que no sea tan fácil!-

- Eso espero- respondió Maray animado mientras se encaminaba hacia la calle e penumbra
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