Arthur Soriz
Gramps
14-12-2024, 09:28 PM
Tus garras rozan la superficie rugosa de los ladrillos húmedos, poco a poco, buscando algo fuera de lo común. El aire a tu alrededor es denso, cargado con el aroma a piedra húmeda que trae consigo la noche porteña de Loguetown. Pero entonces, algo interrumpe la monotonía... una piedra distinta. Al posar tu mano sobre ella un calor inesperado se filtra por tus escamas, como si hubieras tocado el filo de una llama por un breve instante. No es suficiente para herirte, pero sí lo bastante intenso como para obligarte a apartar la mano por instinto incluso con tu natural resistencia al calor.
El calor se desvanece tan rápido como llegó, pero su rastro sigue presente en tu mano. Frunces el ceño... intrigado, con el pulso acelerado por la posibilidad de haber encontrado algo. Vuelves a esa piedra con la cautela de un depredador al acecho. Esta vez no retiras la mano... en lugar de eso ejerces una presión decidida.
Entonces lo escuchas. Un rugido grave, profundo, como si la misma tierra estuviera despertando de un letargo eterno. Las piedras frente a ti comienzan a moverse, lentamente al principio pero con la determinación de un mecanismo que no ha sido usado en años, o que es más antiguo que el pueblo mismo. El sonido del roce entre ladrillos y el crujir del polvo acumulado llenan el aire, cada vibración sintiéndose como un ligero temblor en el suelo que sostiene tu cuerpo de pie.
Poco a poco la pared se transforma ladrillo por ladrillo dejando al descubierto una abertura oscura y estrecha. El umbral apenas parece una invitación, pero suficiente para que tu figura pase al otro lado. El aire que emana desde la entrada es frío, húmedo, cargado con un leve olor a moho.
Frente a ti se extiende un pasadizo descendente, tallado en piedra. Las paredes están cubiertas de líquenes que brillan tenuemente con la humedad, reflejando la escasa luz que se filtra desde el exterior. El suelo desgastado por los años desciende en una escalera que se pierde en la penumbra. El silencio del lugar es denso, roto solo por el goteo distante del agua que parece marcar un compás invisible.
Entonces lo ves. El rastro.
Las gotas de sangre que antes se mostraban intermitentes ahora son más definidas, frescas. Marcan un camino que se adentra aún más en la oscuridad, serpenteando por el suelo hasta perderse escaleras abajo. Una gota tras otra, cada una tentándote como migajas de pan en un bosque sombrío.
Te quedas quieto un momento, la mirada fija en esa entrada que lleva a lo desconocido. El peso de la decisión recae sobre tus hombros. Cada fibra de tu cuerpo está alerta, cada músculo tenso... mientras tus pensamientos se dividen. Podrías dar media vuelta ahora... regresar al cuartel y dar un informe completo de lo ocurrido para que después no te comieran la oreja tus superiores por no haber seguido órdenes. Podrías traer refuerzos, asegurarte de no estar solo cuando descubras lo que se oculta aquí. Pero sabes que el tiempo es crucial y cada segundo que pierdas podría ser el que necesitan estos sombríos individuos para desaparecer.
O podrías seguir adelante... confiar en tu instinto, en tu capacidad para enfrentar lo inesperado y desconocido, ya lo has hecho muchas veces antes. Las sombras ya te han mostrado su rostro esquivo, pero la sangre que hay ante ti es demasiado tentadora como para ignorarla y dejar que se reseque en la oscuridad de este pasadizo. Las respuestas que tanto estás buscando pueden estar tan cerca como las escaleras bajo tus pies. El aire parece contener tu aliento, como si el mismo lugar esperara tu próximo movimiento. Tu decisión definirá lo que sigue. ¿Seguirás el rastro, adentrándote en este lugar? ¿O volverás sobre tus pasos?
La elección es tuya.
El calor se desvanece tan rápido como llegó, pero su rastro sigue presente en tu mano. Frunces el ceño... intrigado, con el pulso acelerado por la posibilidad de haber encontrado algo. Vuelves a esa piedra con la cautela de un depredador al acecho. Esta vez no retiras la mano... en lugar de eso ejerces una presión decidida.
Entonces lo escuchas. Un rugido grave, profundo, como si la misma tierra estuviera despertando de un letargo eterno. Las piedras frente a ti comienzan a moverse, lentamente al principio pero con la determinación de un mecanismo que no ha sido usado en años, o que es más antiguo que el pueblo mismo. El sonido del roce entre ladrillos y el crujir del polvo acumulado llenan el aire, cada vibración sintiéndose como un ligero temblor en el suelo que sostiene tu cuerpo de pie.
Poco a poco la pared se transforma ladrillo por ladrillo dejando al descubierto una abertura oscura y estrecha. El umbral apenas parece una invitación, pero suficiente para que tu figura pase al otro lado. El aire que emana desde la entrada es frío, húmedo, cargado con un leve olor a moho.
Frente a ti se extiende un pasadizo descendente, tallado en piedra. Las paredes están cubiertas de líquenes que brillan tenuemente con la humedad, reflejando la escasa luz que se filtra desde el exterior. El suelo desgastado por los años desciende en una escalera que se pierde en la penumbra. El silencio del lugar es denso, roto solo por el goteo distante del agua que parece marcar un compás invisible.
Entonces lo ves. El rastro.
Las gotas de sangre que antes se mostraban intermitentes ahora son más definidas, frescas. Marcan un camino que se adentra aún más en la oscuridad, serpenteando por el suelo hasta perderse escaleras abajo. Una gota tras otra, cada una tentándote como migajas de pan en un bosque sombrío.
Te quedas quieto un momento, la mirada fija en esa entrada que lleva a lo desconocido. El peso de la decisión recae sobre tus hombros. Cada fibra de tu cuerpo está alerta, cada músculo tenso... mientras tus pensamientos se dividen. Podrías dar media vuelta ahora... regresar al cuartel y dar un informe completo de lo ocurrido para que después no te comieran la oreja tus superiores por no haber seguido órdenes. Podrías traer refuerzos, asegurarte de no estar solo cuando descubras lo que se oculta aquí. Pero sabes que el tiempo es crucial y cada segundo que pierdas podría ser el que necesitan estos sombríos individuos para desaparecer.
O podrías seguir adelante... confiar en tu instinto, en tu capacidad para enfrentar lo inesperado y desconocido, ya lo has hecho muchas veces antes. Las sombras ya te han mostrado su rostro esquivo, pero la sangre que hay ante ti es demasiado tentadora como para ignorarla y dejar que se reseque en la oscuridad de este pasadizo. Las respuestas que tanto estás buscando pueden estar tan cerca como las escaleras bajo tus pies. El aire parece contener tu aliento, como si el mismo lugar esperara tu próximo movimiento. Tu decisión definirá lo que sigue. ¿Seguirás el rastro, adentrándote en este lugar? ¿O volverás sobre tus pasos?
La elección es tuya.