¿Sabías que…?
... un concepto de isla Yotsuba está inspirado en los juegos de Pokemon de tercera generación.
[Aventura] [T5] El Rey de la Selva
Airgid Vanaidiam
Metalhead
La naturalidad en las respuestas del vikingo le resultaban a Derya verdaderamente refrescantes, hacía tiempo que no disfrutaba de una buena conversación con alguien que durase más de cinco minutos. De vez en cuando se comunicaba con sus compañeros de la revolución, pero eran llamadas cortas y escuetas, simplemente informativas, para mantenerse al día y recibir avances e informes de sus compatriotas. No eran como aquella. Y eso sin mencionar el hecho de que había algo... llamativo en la forma de hablar de aquel hombre, no era solo que su acento le sonase, era también esa manera de expresarse. Le recordaba a alguien de una vida muy pasada. La gyojin correspondió a su carcajada con otra, aunque más sutil y controlada. — Me gustaría no serlo, pero cómo está el mundo... — Y es que Derya siempre había sido tremendamente confiada, joder, si aún recordaba cuando a los cinco minutos de conocer a Enma ya le había invitado a unirse al Escuadrón. Qué tiempos, aquellos. Pero ahora era otra persona, una que había madurado y que se había vuelto más precavida, más... aburrida. Por mucho que le doliese.

Pensó que ya no necesitaba seguir concentrándose en detectar los sentimientos del rubio. Aquel primer contacto le había servido para darse cuenta de que Ragnheidr no tenía malas intenciones, aunque sí que lo mantuvo activado por si acaso a algún animal le apetecía unirse a la fiesta, darse cuenta antes de que llegara. Lo cierto es que la gyojin estaba lista para irse de nuevo por su propio camino, pero Ragnheidr preguntó por su nombre y... ¿qué había de malo en un poco de conversación? Arrugó un poco el morro, aquella nariz prácticamente plana y afilada que tenía, pensando en que quizás no era buena idea compartir su nombre, pero... — Curiosa forma de preguntar por mi nombre, me llamo Derya Tyhr. — Dijo al final, esbozando una sonrisilla que dejó entrever sus afilados dientes de tiburón, parecían una sierra más que una dentadura normal.

Entonces escuchó el nombre de él, la isla de la que venía y su apodo. Aquel mote lo había escuchado antes. Las aletas que tenía como orejas se zarandearon ligeramente al escucharlo, "libertador de Oykot". En su rostro pudo notarse de inmediato el arrebato de curiosidad que sintió por dentro, también en la forma en las que sus pupilas se ensancharon, parecidas a las de un animal. — ¿Eres uno de los revolucionarios de Oykot? ¿Cómo es que no te conocía? — Se acercó al vikingo, dando unos cuanto pasos rápidos, tan ágiles que era como si caminara sobre el agua. Su sonrisa se ensanchó cuando escuchó la impaciencia con la que le hablaba, demandándole a la gyojin saber qué era lo que ella estaba haciendo allí. ¿Es que estaba de coña? — ¡Era yo la que te estaba preguntando qué hacías aquí! — Le recordó, aunque con un tono de complicidad. — Supongo que puedo contártelo, somos camaradas. — Se recolocó la capa sobre el hombro y le enseñó el broche que la sujetaba, tenía el símbolo de la revolución grabado, el dragón con alas. — Teníamos rumores de que algo realmente interesante y poderoso se escondía en la profundidad de esta selva, algo que el mundo ha querido ocultar. Por eso no podía dejar que cualquier persona merodease por aquí. — Se la notaba bastante más relajada y distendida a la hora de hablar, ahora que sabía que no estaba frente a un completo desconodido. Bueno, sí, lo era, pero a la vez era uno de los libertadores de Oykot. Un compañero de la causa. Con él podría compartir su propósito, aunque solo fuera por encima, para saciar su curiosidad.

Lo que no se esperaba es que de repente preguntó por comida. — ¿Comida? Sí, la selva está llena. — Tomó su mochila, que descansaba en sus hombros, y sacó del interior de la misma un manojo de plátanos que le tendió al rubio en un segundo. — También tengo melocotones, si lo prefieres. Ahora dime tú, ¿qué hace aquí uno de los Libertadores de Oykot? Fue una hazaña increíble, me lo contaron mis compañeros por den den mushi, todo lo que pasó allí. Aunque no deberías ir proclamando a los cuatro vientos que eres un revolucionario, nos buscan, incluso más que a los piratas. — Le recomendó, mientras se tomaba la libertad de pelar uno de los plátanos y darle un buen bocado.



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#11
Ragnheidr Grosdttir
Stormbreaker
Personaje


Ragn permaneció inmóvil tras el intercambio, observando a la mujer-pez con una intensidad que parecía traspasarla. Su puño aún ardía por el impacto, aunque el escozor en la mano le confirmaba que algo extraño envolvía a su adversaria. El gas azulado había provocado un ligero dolor punzante que se negaba a ignorar, aunque no mostró debilidad alguna. Por el contrario, una sonrisa salvaje se dibujó en su rostro, esa sonrisa que mezclaba la euforia de la batalla con el respeto hacia un oponente digno. No obstante, el grito de Derya y su súplica por detener la pelea hicieron que alzara una ceja.

Su haki de observación, ahora consciente de que la mujer no ocultaba su presencia, detectó la mezcla de emociones en ella, preocupación genuina, una voluntad férrea y un poder latente que irradiaba fuerza. Era formidable, pero no buscaba destruir indiscriminadamente. Eso, en sí, resultaba peculiar en alguien lo suficientemente fuerte como para destrozar el terreno con semejante facilidad. El vikingo relajó un poco la postura, aunque no del todo. Su puño aún cargaba esa energía vibratoria que podía devastar en segundos. Dio un par de pasos hacia adelante, firme pero sin hostilidad directa, su voz grave resonó por encima del zumbido del viento que aún agitaba las ramas caídas. —¿Hablarrr? —Dijo, con un deje de incredulidad y burla. La nube de gas seguía allí, un recordatorio de que su contrincante no era alguien común. — Primero golpearr con toda tu fuerrrsa, arrasar este lugarrr, y luego dessidir que no deberrríamos pelear. ¡Erres grassiosa, mujerrr! — Vociferó.

Dejó que su mirada recorriera el campo devastado y luego regresó a Derya, esta vez con un tono algo más serio. Tenía gracia, aquella mujer era también revolucionaria y para más inrri, conocía la historia de Oykot. Ragn sonrió mientras avanzaba hacia un árbol cercano. — Conosserrr historria de hérroes de Oykot. — Dijo entre risas, al tiempo que le daba un bocado a uno de los frutos que colgaba del árbol. Después, la mujer sacó más comida de la mochila, lo que encendió los ojos del rubio, quien no dudó ni un solo momento en tomar los alimentos y tragárselos de un bocado. — Sí, serr una aventurra divertida. Enfrentarr grran generral, de aristrocasia de Oykot. No hasser solo. — Terminó, susurrando eso ultimo como con melancolía triste. Le hubiera encantado enfrentarlo solo, aunque aquello le podría haber costado la vida, seguramente. — Así que esta isla serr espessial. Llevarr aquí unos días, no parreserrr nada espessial. — Daría el último bocado a un plátano, las otras frutas se las guardó para más tarde.

Quién serrr. — La señaló. — Rango. Posisión. Si serrr compañerrro no padesserrr al desirr informasión. — Gruñó, desconfiado.
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#12
Airgid Vanaidiam
Metalhead
La desconfianza había disminuído bastante en la mentalidad de la gyojin, pero notaba gracias a su haki de percepción, cómo él continuaba algo escéptico. Y le hizo gracia encontrarse en esa situación, porque normalmente a ella le sucedía al revés con la gente, pero Derya solía relajarse cuando sabía que se encontraba con personas de su misma facción. No parecía ser recíproco, pero tampoco podía culparle por ser cuidadoso, aunque no se lo había parecido en un principio, sorprendentemente.

El rubio no dudó en saciar su gula tomando algunos frutos que la mujer le ofreció, a pesar de no confiar del todo en ella, debía tener demasiado hambre como para sí aceptar su comida sin rechistar. También es que Derya había aprovechado para zamparse uno de ellos, así que eso podría ser acto de confianza suficiente para que el hombre aceptara darle un bocado sin problema, si ella misma también comía. El vikingo compartió con ella un poco sobre los acontecimientos de Oykot, mientras reía y zampaba con alegría. Lo cierto es que ella ya conocía más o menos la historia, pues sus propios compañeros se la contaron cuando ocurrió, pero escucharlo de boca de uno de los guerreros era algo que la absorvió por completo, a pesar de que fuera breve y escueta. — Eso me han dicho, sí. Fue un buen golpe. — Él habló con cierta melancolía y tristeza, emoción que también pudo notar por su haki de percepción, pero no supo distinguir si dicho pesar provenía de encontrarse actualmente solo, sin la compañía de sus amigos revolucionarios, o porque habría preferido librar esa guerra él solo. La tristeza tenía muchos matices, y la mayoría de las veces era difícil leerla con precisión.

Bueno, esos son los rumores que nos llegaron. Pero llevo aquí veintitres días y no he encontrado nada más que árboles, animales con mutaciones y ruinas vacías. Algo tuvo que ocurrir con los animales de esta isla, algo importante. No he sabido averigüar el qué. — Compartió con él, sin dar tampoco demasiados detalles. Al final no estaba mintiendo, pero aún le quedaba isla por explorar, aún no se había dado por vencida en su búsqueda y en su investigación. Algo en su interior le decía que estaba cerca de descubrir algo, y no pensaba rendirse hasta que dicha intuición desapareciera por completo.

Pero el ambiente se turbó ligeramente cuando escuchó a Ragnheidr mostrarse especialmente autoritario con ella. La mujer dio un paso atrás, alejándose de la enorme mano que la señalaba, y arqueó una ceja, mostrándose inquieta de repente. — No tienes que desconfiar de mi, te he dicho mi nombre y mi apellido, también a la facción a la que soy leal. Pero tú sigues sin contestarme sobre lo que has venido a hacer aquí. — Guardó la fruta restante de nuevo en su bolsa. — Respóndeme a eso, y quizás te hable sobre mi rango. Si somos compañeros, no debería importarte contarme esa información. — Respondió como una clara réplica a su última frase.



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#13
Ragnheidr Grosdttir
Stormbreaker
Personaje


Ragn soltó una carcajada grave y profunda, como si la respuesta de la mujer-pez le resultara divertida, aunque en el fondo también denotaba algo de irritación. Se cruzó de brazos, dejando que sus músculos marcados y su presencia intimidante hablaran por sí mismos mientras la observaba con esa intensidad casi abrumadora que nunca abandonaba su semblante. Su sonrisa se ensanchó, casi burlona, pero sus ojos destellaban con un brillo desafiante. —¡Ja! Tenerr agallas, mujerr-pez. Eso me gusssta. — Su tono era algo más relajado, pero no había perdido del todo ese filo rudo que parecía innato en él. Dio un paso hacia adelante, aplastando una rama caída bajo su bota sin siquiera notarlo. — ¿Qué venirrr a hacer aquí? — Repitió, como si la pregunta le pareciera innecesaria, incluso absurda. — Explorarr. ¿Qué más harrría? Esta tierra serrr como cualquier otrra. Sólo que está plagada de monstrrruos y rruinas muerrtas. Aunque... — Su mirada se alzó un instante hacia los árboles que los rodeaban, como si buscara algo en el aire, antes de volver a clavarla en Derya. — Haberr algo. Algo que no cuadra aquí. Tú lo sentirr, ¿no? — Su tono bajó, ahora más serio, como si se estuviera permitiendo compartir un fragmento de sus pensamientos reales.

Dejó caer los brazos a los costados y respiró hondo, relajando ligeramente su postura. — No serrr como tú, escarrrbando en los misterrios de esta isla porr veintitrress días como si fuerass una rrata de biblioteca. Pero cuando algo me pica, no poderr ignorarrlo. Y esta isla... está picándome. — Alzó su puño envuelto en cicatrices y lo observó brevemente, como si la energía que lo rodeaba también se lo confirmara. — Así que aquí estoy. En busca de consuelo porrr amigo perrdido ... Encontrando mujerrress grassiosas y atrractivas.

Volvió a reír, aunque esta vez fue breve y más gutural. Estaba lanzando la caña, pero en seguida se acordó de Airgid. — Serr turno. ¿Por qué tanto interrés? ¿Qué buscarr tú aquí? ¿Un tresorro? ¿Una herrramienta? O... ¿algo que los revolussionarios necesiten tanto como parrra mandar a alguien de tu calibre? — Ladeó la cabeza, aún mirándola fijamente, pero con una curiosidad evidente. — No te preocupes, no voy a morderrte. — Su sonrisa se hizo más amplia, mostrando los dientes. — Al menos, no sin una rassón.

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#14
Airgid Vanaidiam
Metalhead
Parecía que con el paso de los minutos y de la misma conversación, Ragnheidr estaba más dispuesto a compartir algo de información con su recién conocida compañera de revolución. Lo cierto es que tampoco tenía mucho que ocultar, dijo que simplemente estaba allí explorando, como lo podría haber hecho en cualquier otra isla, mostrándose completamente ajeno a los rumores que a ella le habían llegado. La mujer asintió, como si fuera algo que estuviera acostumbrada a escuchar. Pero entonces, mencionó algo sobre que... sentía una anormalidad en el ambiente, como si algo no terminara de encajar en el puzzle. Derya le devolvió la mirada, con el ceño fruncido. Así que no solo eran sensaciones suyas. — Es esa sensación la que me ha mantenido aquí tanto tiempo. — Especificó, aclarando así que ella también lo había notado. Estaba claro que en el mundo había grandes misterios por resolver, más de lo que uno podría llegar a averiguar nunca.

Se refirió a ella como "rata de biblioteca", lo que solo le hizo encorvar una de las cejas, ¿en serio? ¿Ya se había ganado un mote como ese? Aunque no le dio mayor importancia, limitándose a no responder, simplemente. Al menos hasta que mencionó la aparente muerte de un amigo, extrañamente seguido de un halago completamente inesperado. El hombre se rió, así que Derya intuyó que simplemente le tomaba el pelo. — Avísame si encuentras alguna. — Continuó con su broma, eludiendo cualquier autoría sobre sus palabras, y es que a pesar de que la gyojin tenía ya una edad y una vasta experiencia, seguía sin encajar bien ese tipo de interacciones.

Ahora sí, había llegado el momento de que ella respondiera algunas de sus preguntas. Aunque lo cierto es que tampoco conocía concretamente las respuestas que le estaba pidiendo. — No estoy segura. — Respondió con sinceridad. — Por lo que sé, podría ser algo que se mueve de una isla a otra. Y lo suficientemente útil como para que no nos interese que caiga en manos equivocadas. Tratar de encontrar algo que no sabes qué es, es... difícil, por eso llevo tanto tiempo aquí, y aquí seguiré, hasta que deje de "picarme" esta isla, como tú dices. — Especificó un poco más, mostrandose también relajada y graciosa. — Y guarda esos dientes, quedarías en ridículo frente a la mandíbula de un tiburón. — Era fácil entrever sus enormes y afiladísimos dientes de sierra a través de sus labios, en su sonrisa. Eran una hilera, como los de un auténtico tiburón.

En ese mismo momento, al tener el haki de percepción aún activado, Derya fue capaz de sentir una pequeña manada de animales aproximarse a la ubicación de ambos. Sería un grupo de unos quince, que se movía con una buena velocidad a través de los árboles, saltando de una rama a otra, de liana en liana. Pudo notarse el cambio en el rostro de Derya al notar dicha presencia, cada vez más cercana, adoptado un semblante serio y concentrado. — Algo se acerca. — Advirtió a su compañero. Aunque según se fue acercando más y más, Derya fue capaz de distinguir que no se trataba de una presencia agresvia. O al menos, no de momento. La manada tuvo que parar en seco al llegar a la ubicación de los revolucionarios, pues su corta pelea había barrido los árboles de alrededor, y, desprovistos de naturaleza, quedaron expuestos en el claro, ligeramente confusos, observando el rastro de la madera arrancada. Y, por supuesto, también se fijaron en la presencia de los dos.



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#15
Ragnheidr Grosdttir
Stormbreaker
Personaje


Ragn se quedó en silencio mientras escuchaba a Derya, aunque su sonrisa se mantenía, ahora más serena y menos burlona. Había algo en la sinceridad de sus palabras que le resultaba refrescante, casi como si finalmente estuviera hablando con alguien que compartía su instinto, su manera de "sentir" las cosas más allá de lo evidente. No obstante, cuando ella bromeó sobre las mandíbulas de tiburón, el vikingo estalló en una carcajada tan ruidosa que espantó a algunos pájaros cercanos. —¡Ja, ja, ja! Tiburrrón o no, mis dientes serrr sufissientes parrra acabar con una comida... o un enemigo. — Contestó mientras pasaba un dedo por uno de sus colmillos, como si quisiera añadir dramatismo, aunque el tono divertido lo delataba. Sin embargo, su postura cambió tan pronto como notó el cambio en Derya. Su haki de observación, aún activo, detectó el movimiento rápido de las presencias que se acercaban. Cerró los ojos un momento, centrando su percepción en ellas. Podía sentirlo, agilidad, energía, y lo más importante, ninguna hostilidad directa... al menos de momento. La sensación era extraña, una mezcla de curiosidad y precaución que emanaba de aquellas criaturas.

Abrió los ojos y murmuró, más para sí mismo que para su compañera. — Monstrruos... no, animales. ¿Monos tenerr cuerrrnos? — Ladeó la cabeza ligeramente, desconcertado, pero su tono era neutral, sin alarmarse. Dio un paso al frente y observó las copas de los árboles desde donde sentía el movimiento mientras le daba un bocado a los ultimo que le quedaba. — Quinsse. No venirrr a atacarr. — Afirmó con seguridad mientras giraba la cabeza hacia Derya, aunque mantenía su postura alerta, por si acaso. Cuando los monorámpagos finalmente llegaron y detuvieron su marcha en el borde del claro, el vikingo los observó con detenimiento. Eran criaturas fascinantes, con cuernos retorcidos como los de una cabra, cuerpos ágiles de mono y una cola esponjosa que se movía con gracia mientras los más jóvenes se ocultaban detrás de los adultos. Parecían confundidos por el caos que los dos habían dejado tras la pelea. — Animal currrioso.— Susurró mientras dejaba caer los brazos, relajándose un poco. Su mirada fija no era hostil, pero sí intensa, como si quisiera comprender a las criaturas con solo observarlas. — No parresen buscarrr pelear. Perro no quito ojo. ¿Los conossess? — Preguntó a Derya, sin apartar la mirada de los monorámpagos.

De repente, uno de los cachorros, más curioso que los demás, dio un pequeño salto hacia el claro, balanceándose torpemente desde una liana caída hasta aterrizar en el suelo cerca de ellos. Ragn levantó una ceja y observó al pequeño, que parecía más interesado en el vikingo que en la mujer-pez. — Heh. — Soltó un resoplido. Sin moverse, esperó a ver qué hacía el pequeño, con su gigantesca mano aún lista para reaccionar si la situación lo ameritaba. — Parrese que yo gustarrr

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#16
Airgid Vanaidiam
Metalhead
Derya observó a Ragnheidr con una mezcla de curiosidad y diversión mientras él bromeaba con sus propios colmillos. Su risa contagió el aire y, por un momento, la tensión que se había ido acumulando se disipó un poco. No solía ser tan abierta con las bromas, al menos no con desconocidos, pero lo cierto es que la gyojin agradecía un poco de conversación humana. Aquellas semanas en la selva, solo había hablado con ranas, monos y algún que otro pájaro. Cuando el ambiente cambió de nuevo, su expresión se tornó seria, como había hecho antes al percibir la presencia de los animales. Ragnheidr parecía tener un ojo muy agudo, parecido al suyo, pues se dio cuenta de la misma peculiaridad en las criaturas que se acercaban.

La mujer permaneció en silencio, observando cómo él analizaba la situación y percibía lo mismo que ella: algo se acercaba cada vez más, pero a la vez, no parecía suponer una terrible amenaza. Ella asintió levemente cuando él mencionó los "monos". Aunque la sorpresa en su rostro era evidente, su tono fue relajado. — Se llaman monorámpagos. Diría que es una especie única de esta isla, como tantas otras que seguro que ya habrás conocido. — Se aclaró la garganta, como si se preparara para dar una pequeña clase sobre ellos, pero su mirada no dejaba de seguir los movimientos de los animales. — No son agresivos, a no ser que les demos algún motivo. Momobami está plagada de híbridos y mutaciones extrañas... me temo que es un misterio que ni yo conozco aún. — Derya se detuvo un momento, observando el cachorro que había saltado hacia el claro. Su expresión pasó de la curiosidad a la cautela. Sabía que ese tipo de animales podían ser impredecibles, especialmente los jóvenes.

El pequeño mono se acercó al vikingo, lo que tensó ligeramente la postura de Derya, pero no hizo un movimiento. Confiaba en su haki de percepción para prevenirle de cualquier peligro inminente, y también, confiaba en que el encuentro sería pacífico. Observó con atención cada gesto que hacía el cachorro, que parecía más interesado en Ragnheidr que en ella. Ragnheidr, por su parte, parecía completamente tranquilo, sin atisbo de hostilidad, lo que le provocó a la mujer una media sonrisa. Le agradaba saber que no recurría a la violencia siempre, como primera opción. — Suelen ser curiosos, y a veces embisten por esa misma curiosidad. — Le advirtió, dándole importancia al par de cuernos que presentaba ya el pequeño animal. Entonces alzó la mirada, buscando la reacción de la manada, que parecía aún cauta, aunque poco a poco siguieron avanzando, cotilleando el terreno del combate. — Tenemos suerte, sus padres no parecen enfadados. — Eso sí que podría ser un problema, los cachorros son muy adorables, pero también los más protegidos del grupo. Poco después, uno de los monorámpagos más grandes hizo un paso hacia ellos, fijándose más concretamente en Derya, con una mirada fija. Ella permaneció quieta, no quería hacer ningún movimiento brusco que pudiera interpretarse como amenaza.

Toma. — En el momento, Derya sacó un manojo de plátanos de su mochila, con calma. Lo cierto es que toda su figura transmitía bastante serenidad. Le arrojó uno a Ragnheidr y ella se quedó con el manojo entre las manos. — Es curioso que ningún animal nos haya atacado todavía, sobre todo después de nuestro combate, breve pero intenso. — El monorámpago bebé dio un paso hacia el vikingo, como si estuviera debatiéndose entre si dejarse llevar o no por la gula y la visión de aquella jugosa fruta. Al final se acercó un poco más. Derya observó cómo ahora toda la manada, los quince monorámpagos, avanzaban poco a poco hacia ellos, atraídos por el mismo estímulo. Hacían soniditos graciosos, guturales, como si estuvieran intentando hablar, y lo cierto es que lo hacían, al menos en su idioma animal.



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#17
Ragnheidr Grosdttir
Stormbreaker
Ragn soltó una risa baja, casi como un gruñido, al ver al cachorro acercarse. Su ojo permaneció fijo en el pequeño monorámpago mientras su cuerpo seguía tenso, preparado para cualquier cosa. Sin embargo, su expresión era de pura curiosidad, como si un viejo instinto le dijera que este encuentro no era peligroso, sino algo más intrigante. — Heh... sí, sí, parece que le gustarrr. — Dijo mientras observaba al cachorro con una mirada intensa. El vikingo hizo un pequeño movimiento hacia el frente, pero sin agresividad, como si invitara al animal a acercarse más. — Viene como si fuerrra uno de los suyos, ¿eh? Puede serr... simpático, pero no dejarrré que se acerrrque si quiere morderrrr.— Ragn flexionó los dedos de su mano derecha, mostrando los colmillos con un destello en sus ojos, como un recordatorio de que incluso la curiosidad tenía límites. Sin embargo, su tono seguía siendo suave, un cambio en su postura que indicaba que no estaba dispuesto a ser hostil sin razón. — Pero si serr amigable... — Susurró mientras bajaba la mano lentamente, dejando al cachorro acercarse si lo deseaba. Miró a Derya, preguntándose si ella tendría alguna idea de lo que estaba pasando. — Tú sabrsaberrr rías mejor qué hacerr, ¿no?

Ragn observó al cachorro con una fascinación tranquila, sin apartar la vista de sus pequeños ojos brillantes que reflejaban una curiosidad similar a la de él. Aunque su cuerpo permanecía alerta, la postura en general era de una curiosidad pura, como si se tratara de un encuentro inesperado pero no del todo amenazante. El monorámpago pequeño olfateó el aire, mirando a Ragn y luego a Derya, como si evaluara qué hacer a continuación. Era claro que algo en su comportamiento desconcertaba al vikingo, y aunque no era la primera vez que encontraba criaturas extrañas en su camino, algo en este ser le parecía… diferente. El pequeño monorámpago, moviendo la cola esponjosa de un lado a otro, se acercó aún más, su pequeño pecho subiendo y bajando con rapidez. Los otros monorámpagos, más grandes y cautelosos, no se movieron, pero sus ojos seguían fijamente a la pareja, observando con una mezcla de interés y una pizca de desconfianza. No parecían prepararse para atacar, pero la energía en el aire sugería que no estaban dispuestos a ser desafiados tampoco. Ragn inclinó ligeramente la cabeza hacia un lado, como si tratara de entender el comportamiento de los monorámpagos, de desentrañar su propósito. La actitud del cachorro no parecía hostil, y sus movimientos, aunque torpes, no mostraban señales de agresividad. A pesar de la increíble diferencia de tamaño y fuerza, Ragn no podía evitar sentir un extraño lazo, una conexión con la criatura.

¿Tú... tú creerr que están buscando algo? — Preguntó, aunque no esperaba una respuesta inmediata. Era más una reflexión en voz alta, como si tratara de darle forma a sus pensamientos. Los monorámpagos no parecían tener miedo de ellos, pero tampoco parecían tan seguros como para acercarse sin precaución. El vikingo observó cómo el cachorro, con un pequeño salto, se acercó aún más, su mirada fija en él, casi como si estuviera intentando adivinar qué tipo de ser era. Ragn se agachó un poco, encorvando su gran figura hasta quedar a la altura del animal. Su mirada se suavizó mientras veía al monorámpago con una mezcla de asombro y un toque de diversión. — Parrrecerr que... me quiere conocerrr. — Dijo, medio divertido, medio pensativo. Dejó caer una mano lentamente hacia el suelo, extendiendo los dedos como si estuviera invitando al pequeño a acercarse más. El cachorro se acercó con cautela, sus movimientos ligeros y rápidos, pero sin agresividad. Ragn pudo ver cómo su lengua rosada salió para lamer el aire entre ellos, curioso por el extraño aroma que emanaba del vikingo. — No es mala idea, ¿eh? — Dijo Ragn, mirando de reojo a Derya con una sonrisa contenida, pero genuina. — Puede que no todos los animales quieran comerrr, como los de esos árboles. Algunos son solo... currriosos. Como yo.

Mientras hablaba, su mirada no dejaba de ir de la criatura al grupo de monorámpagos mayores, que observaban la escena con una atención que delataba cierta cautela. Ragn no bajó la guardia del todo, pero la calma era palpable. El hecho de que los animales no estuvieran atacando ni mostrando signos de hostilidad lo tranquilizaba un poco. Sin embargo, la experiencia le había enseñado a nunca bajar completamente la guardia, especialmente cuando las criaturas más pequeñas eran tan valientes como para acercarse. — Aunque... — Ragn hizo una pausa y volvió a mirar al cachorro, cuya cola esponjosa se movía rápidamente, y su rostro parecía una mezcla entre diversión y desconcierto. — Si me atacarrr, no crrreas que no voy a dar pelea. Mis dientes serrados no fallan.— Ragn dejó escapar una pequeña carcajada, su tono relajado pero con la tensión de siempre. Volvió a mirar a Derya, esperando que ella pudiera arrojar algo de luz sobre el comportamiento de los monorámpagos. — ¿Tú qué pensarrr, Derya? ¿Algún truco para hacerrr que este pequeño me deje en paz o... quizás me convierrrta en su compañero de juego?— Cual delantero en una final se le prendió la brombilla. — Sierrto. yo tenerr que salirrr de isla, ¿ayudarrr?

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#18
Airgid Vanaidiam
Metalhead
Tanto Ragnheidr como Derya parecían estar pasándoselo bien, en calma y sincronía con la naturaleza que les rodeaba. A pesar de haber destrozado parte de su hogar, no parecían estar demasiado molestos: la flora rápidamente volvería a hacerse paso, reconstruiría y repoblaría el claro destrozado, con una eficiencia envidiable. El vikingo se había quedado prendado del pequeño monorámpago, aunque lo cierto es que parecía ser algo mutuo, pues el cachorro no le quitaba el ojo de encima, comenzando a jugar con él. En aquel momento, Derya agradeció que el encuentro fuera así de amistoso, si la actitud del rubio fuera otra, se hubiera tornado hostil de cualquier manera, lo más probable es que ella misma hubiera tenido que intervenir en la disputa.

La manada al completo acabó acercándose, atraídos por el manojo de plátanos que Derya comenzó a repartir entre todos, partiendo algunos por la mitad para poder dar a basto a tal cantidad de monorámpagos. No quería que se pelearan entre ellos por la comida, así se aseguraba de que todos tenían cantidades parecidas. Después de repartir tantos plátanos, incluso a ella se le abrió un poco el apetito. Pero no era el momento de comer.

¿Salir? — Al parecer, su recién conocido compañero revolucionario tenía prisa por irse de Momobami. Derya recordó que Ragnheidr dijo algo acerca de que ya llevaba unos cuantos días en la selva, y pensó que, si no estabas buscando nada en concreto como era su caso, tampoco era una isla demasiado interesante. Además, ¿dónde estaban sus compañeros? Seguramente se moría por volver a reunirse con ellos, aunque el motivo de la separación no fuera de su incumbencia. — Claro, hay un par de revolucionarios infiltrados en la bahía que podrían ayudarte. O si prefieres ir a la playa... ¿te esperan tus compañeros? — El camino que deberían de seguir para ambos casos era parecido, así que podían emprender el paso en cualquier momento sin problema.

Pero entonces, se sintió un repentino retumbar en la tierra. Como si fuera un terremoto. La sacudida fue tan inesperada y violenta, que los monorámpagos salieron corriendo, asustados. Derya notó sus escamas vibrar. — Esto no es un terremoto. Tenemos que darnos prisa. — Advirtió la gyojin, completamente segura de sus palabras, como si no fuera la primera vez que hubiera vivido una experiencia parecida. Sin demorarse más, puso rumbo en la dirección que Ragnheidr decidió, con un paso acelerado, con su haki pendiente de cualquier cosa que pudiera pasar. Saltando raíces, esquivando ramas, la jungla podía ser difícil de atravesar, pero si se conocía la dirección, una era capaz de avanzar con rapidez si se lo proponía. — ¡No te pares! — Continuó avisando la mujer, esperando que Ragnheidr la siguiera de cerca.



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#19
Ragnheidr Grosdttir
Stormbreaker
Ragn sintió el temblor con intensidad, una vibración que parecía no solo atravesar la tierra, sino resonar directamente en su instinto de supervivencia. Mientras Derya daba la alerta, su mente ya procesaba rápidamente lo que debía hacer. Había algo antinatural en esa sacudida, algo que no era meramente un fenómeno natural. La selva parecía contener el aliento, y aunque su sangre guerrera pedía quedarse para enfrentar cualquier peligro que se acercara, la lógica y el deber llamaban más fuerte. No había tiempo para quedarse. Su misión no era en esta isla, y si algo más grande estaba sucediendo, necesitaba regresar con los suyos y compartir la información. Sin dudarlo más, Ragn dejó escapar un largo suspiro, y de inmediato un cambio comenzó a ocurrir en su cuerpo. Sus piernas, musculosas y firmes como el tronco de un árbol, se desvanecieron de golpe en una densa nube grisácea. La niebla que se formó parecía moverse con vida propia, arremolinándose a su alrededor mientras él comenzaba a flotar. El vikingo, ahora elevado sobre el suelo, dio un último vistazo al claro, a la mujer-pez y a la selva que los rodeaba. Desde su posición, las copas de los árboles lucían como un inmenso mar verde que cubría la tierra, un paisaje que se extendía hacia el horizonte. Los monorámpagos que antes jugaban con él ya habían desaparecido, espantados por el temblor. Solo quedaba el eco de sus chillidos, y el sonido de Derya moviéndose con agilidad entre las raíces y ramas. La admiración por la determinación de la gyojin cruzó brevemente por su mente, y una leve sonrisa curvó sus labios. — ¡Nos volverremos a verrr, rrata de biblioteca! — Gritó, casi para sí mismo, como si sus palabras no fueran tanto un adiós como una promesa. Necesitaba salir de allí e ir a ver qué estaba pasando con Tofun cuanto antes. Ragn ascendió aún más, su cuerpo envuelto por el gas que emitía de sus piernas, moviéndose con una ligereza casi antinatural. Una vez en el aire, el viento golpeó su rostro, y desde esa altura pudo vislumbrar algo extraño: en la dirección contraria a la costa, hacia el corazón de la isla, un punto oscuro y pulsante parecía distorsionar la jungla, como si una sombra enorme se arrastrara bajo el follaje. No podía distinguir qué era, pero no le quedaba tiempo para averiguarlo. Fuera lo que fuera, era algo que Derya tendría que enfrentar.

Levantó una mano en un gesto claro de despedida hacia la gyojin que aún corría entre la maleza. No necesitó palabras; su figura imponente contra el cielo azul decía suficiente. Su sonrisa confiada, mezclada con el respeto que había desarrollado hacia ella, marcaba el final de su breve encuentro. Derya, enfocada en avanzar, alcanzó a notar el gesto desde la distancia y pareció entender. Con un movimiento repentino, Ragn inclinó el cuerpo y se impulsó hacia adelante. El gas que envolvía sus piernas explotó con fuerza, como si liberara un torrente de energía. En un instante, salió disparado por los aires, dejando tras de sí un rastro de humo gris que serpenteaba por el cielo, similar a una flecha lanzada hacia su destino. Mientras avanzaba a toda velocidad, el vikingo dirigió su mirada hacia la costa. A medida que se acercaba, sus pensamientos iban más allá del presente. La revolución no esperaba a nadie, y si este temblor era una señal de algo más grande, sus camaradas debían saberlo. Sin embargo, no pudo evitar sentir una pizca de intriga por lo que dejaba atrás.

Ragnheidr descendió del cielo con la misma velocidad que había tomado al despegar. La densa bruma que rodeaba sus piernas se disipó lentamente mientras su figura aterrizaba en la arena con un golpe seco, dejando marcas profundas en la suave superficie. Allí estaba, la costa de Momobami, desierta salvo por un pequeño barco anclado en la orilla, y junto a él, el pescador que días atrás lo había traído a la isla. El hombre, encorvado y de aspecto curtido por los años, no necesitó preguntar nada. Sus ojos se cruzaron con los de Ragn por un instante, y fue suficiente. Parecía entender que el vikingo debía marcharse de inmediato, quizás incluso intuyendo que algo grave estaba sucediendo. Sin una palabra, el pescador subió al barco, comenzando a revisar los cabos y asegurándose de que todo estuviera en orden para zarpar lo antes posible. Ragn, por su parte, no esperó a que el hombre terminara. Colocó ambas manos sobre el casco de la embarcación, sintiendo la madera áspera bajo sus dedos. Sus músculos se tensaron con fuerza, y con un poderoso empuje, deslizó el barco hacia el agua como si fuera un simple juguete. Las olas rompieron contra el casco mientras la embarcación comenzaba a flotar, meciéndose en el mar. El pescador, impresionado pero sin perder su concentración, tomó el control del timón y aseguró que la barca estuviera lista para recibir al vikingo. Ragn, aún en la orilla, retrocedió un par de pasos, observando cómo el barco se alejaba ligeramente. Con un rugido que parecía combinar fuerza y determinación, tomó impulso y dio un salto espectacular, su figura elevándose por los aires. El impacto al caer en la cubierta hizo crujir la madera, pero el pescador apenas reaccionó. En lugar de preocuparse, se limitó a ajustar el rumbo, colocando al barco en dirección al horizonte. Ragn se incorporó, sacudiendo la arena que aún quedaba en sus brazos y piernas. Desde allí, miró una última vez hacia la isla que dejaba atrás.

Momobami se extendía como un misterioso paraíso perdido, con su selva verde y exuberante que ahora parecía esconder secretos mucho más oscuros de lo que había imaginado. Pensó en Derya, en los monorámpagos y en el extraño punto oscuro que había visto desde el cielo. Algo estaba ocurriendo en aquella isla, algo que quizá requeriría su regreso algún día. Sin embargo, su mente pronto volvió al presente. La revolución lo necesitaba. Tofun lo necesitaba. Y él debía cumplir su misión, sin importar qué peligros o aventuras lo esperaran más adelante. El barco avanzó lentamente, dejando atrás la costa de Momobami. El viento comenzó a soplar con más fuerza, y las olas parecían abrirle camino al vikingo mientras su silueta imponente se mantenía firme en la cubierta, mirando hacia el horizonte con una expresión de calma y determinación. Ragn estaba listo para lo que viniera, pero ahora sabía que su camino lo llevaba lejos de aquella isla... al menos por ahora.

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