¿Sabías que…?
... existe una tribu Lunarian en una isla del East Blue.
[Aventura] Mi alma [T1]
Ragnheidr Grosdttir
Stormbreaker
Personaje


Invierno día 1

El barco pesquero se deslizaba lentamente hacia el muelle, movido por el vaivén de las olas más que por la destreza del marinero que lo dirigía. Ragn estaba de pie en la cubierta, con la mirada clavada en la silueta de la isla que, poco a poco, se definía ante sus ojos cansados. El aire salado le golpeaba el rostro, frío pero revitalizante, y una leve sonrisa se insinuaba bajo la maraña de barba que cubría su mandíbula. Cuatro meses. Cuatro largos meses desde Cozia, desde que su vida cambió para siempre. Bajó la vista hacia el hueco donde antes estuvo su brazo izquierdo. No llevaba la prótesis improvisada que le ofrecieron en algún puerto remoto, prefería dejarlo así, al descubierto, como una advertencia para sí mismo y para el mundo. Había perdido más que carne y hueso en ese lugar. Había perdido a su antiguo yo. El pescador le lanzó una mirada rápida, casi nerviosa, y luego volvió a centrarse en las cuerdas. Ragn no había hablado mucho durante el viaje, ni hacía falta. Su presencia era suficiente para imponer respeto. Incluso vestido con aquellos trapos viejos y su capa raída, seguía siendo un vikingo. Aunque ahora, uno que parecía haber sido tragado y escupido por el mar. El barco se detuvo con un crujido y un golpe seco contra el muelle. Ragn ajustó la correa de su mochila marrón sobre su hombro derecho y echó un último vistazo al horizonte antes de bajar al puerto. Sus botas, desgastadas pero aún firmes, tocaron la madera húmeda de la plataforma, y por un instante el ruido del mundo pareció detenerse.

Al fin. — Susurró al aire. No era tanto el lugar lo que ansiaba, sino las personas que esperaba encontrar allí. Sus compañeros. Sus hermanos. Y sobre todo, Airgid. El viaje había sido largo y tortuoso, pero las ganas de volver a verlos lo mantenían en pie. Mientras avanzaba por el muelle, atrayendo algunas miradas curiosas de los pocos pescadores que trabajaban cerca, su mente ya estaba un paso adelante, imaginando el rostro de Airgid al verlo llegar. La isla no había cambiado tanto en su ausencia, pero para Ragn, todo parecía distinto. Cada paso le pesaba como si estuviera cargando los recuerdos de Cozia en sus hombros, pero también sabía que esa carga no era algo que podía soltar fácilmente. Era parte de él ahora, como la falta de su brazo.

Los primeros edificios comenzaron a aparecer a lo lejos, y con ellos, la posibilidad de un hogar. Ragn pasó una mano por su barba, áspera y desordenada, y dejó escapar un suspiro profundo. Todavía quedaba mucho por hacer, mucho que decir, pero al menos estaba aquí. — ¿Es tu hogar? — Preguntó un viejo hombre de entrañable apariencia. — Exacto. Mi hogar. — Respondió con una pronunciación perfecta.

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#1
Airgid Vanaidiam
Metalhead
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Airgid había llegado hace unos cuantos días a Kilombo, tomándose un descanso en su isla natal mientras esperaba a volver a reunirse con los suyos. Le había pasado de todo durante la más de una estación que estuvieron separados, no solo había recorrido una increíble cantidad de islas, viajando de un lado para otro, sino que ella misma también experimentó un viaje personal, un cambio tanto interior como exterior.

Llevaba el pelo largo, aún más de lo que ya lo tenía, y su piel había perdido ese ligero color del bronceado veraniego. Pero era sobretodo su cara, la expresión en sus ojos, lo que la diferenciaba de la Airgid de hace unos meses. No era frialdad lo que su mirada reflejaba, sino una templanza que antes pocas veces solía demostrar. Puede que fuera fruto de la soledad, de haber cumplido años, o de haber sido madre, pero ahora parecía más... adulta. Habían pasado semanas desde que dio a luz en esa misma isla, así que Airgid se encontraba completamente en forma, había recuperado su figura y había vuelto a entrenar, puede que incluso con más intensidad que nuneca, y es que ahora tenía una pierna nueva. Siempre había luchado por no sentirse inútil e incapaz por su amputación, pero lo cierto es que había muchas actividades que le costaban o que directamente, no hacía. Así que un nuevo abanico de posibilidades se abrió ante ella cuando consiguió, por fin, que su implante funcionara.

Parecía otra mujer en cierto modo, aunque ella se conocía muy bien, y era imposible negarse a sí misma que a pesar de su aparente calma, estaba tan nerviosa que seguía mordiéndose la lengua en el interior de la boca. En general, el reencuentro con sus camaradas de Escuadrón la entusiasmaba, pero no estaba así por eso, sino por volver a ver a Ragnheidr. Se había pegado toda la estación buscándole, sin ninguna noticia suya después de aquel naufragio, solo con la esperanza de que cumpliera su promesa de encontrarse todos en Kilombo aquel día. Muchas de aquellas solitarias noches, con la tripa cada vez más grande, Airgid se recordaba a sí misma que la relación entre ella y Ragn era especial, que era trascendental, que superaba cualquier límite físico. Era algo que él le había contado varias veces, esa historia de las almas que estaban destinadas a reunirse, sin importar cómo ni dónde. Y ella estaba convencida de que algo así de único no podía romperse tan fácil, a pesar de no saber nada sobre él durante tanto tiempo. Siempre, a pesar de los ocasionales bajones, confió en que volvería. Incluso cuando tuvo que dar a luz ella sola, sin él.

La mujer aguardaba su llegada en el día señalado, bajo la copa de un gran árbol, cerca del puerto y de los edificios que daban paso a la ciudad. Al alcance de su vista se encontraban sus tres hijos junto con Tirelan, una de las mujeres que la había ayudado durante el parto, una vecina a la que conocía de prácticamente toda la vida. Airgid le había pedido que los cuidase un momento, pues sentía que tenía que tener un reencuentro más... íntimo con Ragnheidr antes de que conociera a sus hijos. Sus hijos. Airgid no podía con el nerviosismo. De pie, a la sombra, con un mono negro y un abrigo blanco para resguardarse del frío, casi parecía también una vikinga. Incluso se había hecho una pequeña trenza al lado de la cara.



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VYD
#2
Ragnheidr Grosdttir
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El puerto estaba tranquilo, con el sonido del mar rompiendo suavemente contra los pilares de madera. Desde la sombra del gran árbol que se alzaba cerca de la entrada a la ciudad, Airgid observaba los barcos que iban y venían, tratando de encontrar alguna señal de Ragn. Sus hijos, sin embargo, parecían ajenos a su nerviosismo. Los tres estaban sentados sobre una manta extendida en el suelo, vigilados de cerca por Tirelan, quien no podía evitar sonreír ante sus inusuales comportamientos. Aunque eran tan pequeños que apenas podían mantenerse sentados sin tambalearse, los bebés ya parecían mostrar personalidades marcadamente diferentes. Uno de ellos, con el ceño fruncido y una expresión desafiante, empujaba constantemente a su hermano, como si su único propósito en ese momento fuera demostrar que él era el más fuerte. La otra, más tranquila pero no menos terca, respondía con patadas torpes y manotazos, gruñendo como si estuviera dispuesto a no ceder terreno. La tercera, en cambio, miraba la escena con ojos curiosos pero calculadores, como si estuviera evaluando el momento justo para intervenir. De vez en cuando, lanzaba un chillido agudo que parecía más una orden que un llanto. Tirelan se reía. —Son hijos tuyos, no hay duda —Comentó Tirelan con una sonrisa, mirando de reojo a Airgid a la lejanía. Pero Airgid apenas escuchaba. Su mirada estaba fija en el horizonte, en el barco pesquero que acababa de atracar. Sus dedos jugaban nerviosamente con el dobladillo de su abrigo, y aunque su rostro reflejaba calma, por dentro sentía un torbellino de emociones. ¿Cómo sería verlo otra vez después de tanto tiempo? ¿Habría cambiado tanto como ella? ¿Qué diría cuando supiera de los niños?

Y entonces lo vería.

Primero fue su silueta, alta y robusta, aunque ahora más delgada, más agotada. Caminaba con una determinación casi brutal, cada paso resonando contra la madera del muelle como si estuviera reclamando su lugar en el mundo ¿O eso sería lo normal, no? lo cierto es que su energía ya no era la misma, este Ragn, no era el mismo. Había algo distinto en su andar. No era solo el peso de la mochila sobre su hombro o la ausencia de su brazo izquierdo. Era todo él. La barba espesa, el cabello largo que le caía desordenado sobre los hombros, la ropa raída que apenas se sostenía en su lugar. Era otro hombre. Un hombre que había atravesado el infierno y había vuelto para contarlo. Ragn había perdido la fe en Cozia. Durante esas primeras semanas en la isla maldita, había maldecido todo lo que era y todo lo que alguna vez había creído ser. Cada noche, bajo el cielo indiferente, había escuchado la voz de Nosha en su mente, fría y cruel, como si estuviera deleitándose con su fracaso. "Eres un cobarde" le había susurrado ella una noche, cuando el dolor de su brazo amputado aún le impedía dormir. "Un hombre digno habría muerto en el campo de batalla, no en una roca olvidada." Al principio, Ragn había intentado responder, gritarle, justificarse. Pero sus palabras solo parecían alimentar el desprecio de la diosa. Cada día que pasaba en Cozia, cada vez que miraba al horizonte sin ver ningún barco, sentía que su conexión con ella se desmoronaba.

Pero cuando estuvo a punto de rendirse, cuando el peso de su propia leyenda parecía un yugo imposible de soportar, pensó en ellos. En Airgid, en su risa, en su fuerza. En sus compañeros. En la promesa que había hecho. "Nos volveremos a encontrar" Esa idea se convirtió en su ancla, en la chispa que encendió nuevamente su determinación. No lucharía por Nosha, ni por su leyenda, ni siquiera por sí mismo. Lucharía por ellos. Ragn llegó al final del muelle y levantó la vista, buscando entre las caras familiares de los isleños. Y entonces, allí, bajo la sombra del árbol, la vio. Airgid parecía distinta, más madura, más fuerte, pero igual de imponente. Su abrigo blanco ondeaba ligeramente con la brisa, y su mirada, aunque serena, estaba cargada de emoción. Por un momento, Ragn sintió que el mundo dejaba de girar. Era real. Ella estaba allí. Airgid dio un paso adelante, y su corazón comenzó a latir con fuerza. Quería correr hacia él, gritar su nombre, pero se obligó a mantener la compostura. Este era un momento que habían esperado demasiado tiempo. Cuando estuvieron lo suficientemente cerca, ambos se detuvieron, mirándose en silencio. La imagen de Ragn, siete metros de hombre musculoso, hacía sombra la belleza de su mujer. — Mujer. — Alargó la diestra, acariciando la mejilla de la rubia. — Mi Airgid. — Pronunció en perfectas condiciones.

Entonces, casi mágicamente, el vikingo dibujó una sonrisa.

La primera en seis meses.

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#3
Airgid Vanaidiam
Metalhead
A pesar de que Airgid escuchó el comentario de Tirelan en la lejanía, no se giró, completamente fija en el puerto. La mujer tenía razón, aquellos bebés, aún siendo todavía tremendamente pequeños en cuanto a edad se refería, ya tenían una personalidad marcada y diferente cada uno de ellos. Y no solo se notaba que eran sus hijos, sino que también se notaba que eran los de Ragnheidr. Los tres tenían esa apabullante energía que les caracterizaba a ambos, e incluso el carácter combatiente de un guerrero, fiero y salvaje, aunque cada uno de ellos lo demostrase de una forma diferente y única. Y el tamaño que tenían dos de ellos, estaba claro de dónde lo habían heredado. Pensar en sus hijos siempre le hacía esbozar una sonrisilla, pero esa vez trató de contenerla, más preocupada por la aparición o no de Ragnheidr.

Hasta que finalmente, le vio.

¿Cómo hacerlo? Era tan alto, tan enorme, que resultaría imposible no reconocerle al momento. Airgid notó cómo todo su cuerpo dio un temblor al verle aparecer. Cómo por un instante, su corazón se paralizó. El tiempo y la soledad habían hecho mella en la rubia, pero pronto se dio cuenta, de que Ragnheidr debía haber sufrido un destino muy parecido al suyo. Sus ropas estaban raídas y desgastadas; sus músculos, a pesar de seguir siendo sorprendentes, estaban más delgados que la última vez que le vio; se había dejado barba y el pelo más largo de lo que le había visto nunca, y, lo más impactante de todo; la ausencia de su brazo izquierdo. Airgid no sabía cómo reaccionar.

Así que fue él el que tomó la iniciativa, terminando de acercarse a ella, alargó su mano hasta acariciarle la mejilla y pronunció su nombre con posesividad. Y con cariño, con amor. Sus palabras la conmovieron de tal manera que aquella compostura que luchaba por conservar se desplomó por completo, quedando totalmente desarmada. Había esperado por ese reencuentro durante tanto tiempo, tantas noches sin poder conciliar el sueño, imaginándose los peores escenarios posibles. Y ahora por fin estaba allí, con él. Con los ojos llorosos y brillantes, posó su mano encima de la del buccaneer, y al ver su sonrisa, ella también esbozó una, incluso más amplia que la suya. — Mi Ragnheidr... — No podía contenerse más, iba a estallar.

Y sabiendo que Ragn la sostendía, la mujer dio un salto, lo suficientemente alto como para alcanzarle, abrazarle, envolverse en su cuerpo, fundirse con él. Tenía preguntas, muchas incógnitas que resolver, pero en ese momento, le valía con el calor que el vikingo irradiaba de su piel. Llevó sus dos manos hasta la nuca del rubio, rodeando su cuello, acariciando sus largos cabellos. — Tenemos tanto que contarnos... tu brazo... tu... tu pronunciación... — Le miró directamente a los ojos, perdiéndose en aquel mar azul, perdiendo el rumbo de sus palabras. Se moría de ganas por saber qué era lo que le había pasado durante todo ese tiempo. — Te he extrañado tanto, min kriger. — Pero enseguida supo que aquel momento no era para eso. Que se merecían un momento de simplemente disfrutar el uno del otro. Sin preguntas, sin miedo. Rodeada en su abrazo, sintió, por primera vez en muchos meses, una felicidad que le desbordaba por completo, alejando así cualquier rastro de soledad, de incertidumbre, de miedo. Fue en ese instante cuando se lanzó a besarle, por fin, después de tanto tiempo.

Fue a continuación, después de desahogar parte de las ganas que sentían el uno por el otro, cuando Airgid rompió el beso, solo para plantarle otro sobre el cuello y susurrarle cerca del oído. — No he venido sola. — Le anticipó, ligeramente nerviosa, acariciándole con una mano la nuca y la otra el pecho. — ¿Quieres conocer a nuestros hijos? — Preguntó finalmente. Expectante. Los dos pequeños buccaneers y la aún más pequeña humana descansaban sobre la manta a suficiente distancia de ellos, custodiados por Tirelan. ¿Qué pensaría Ragnheidr al verlos? Airgid aún no les había puesto nombre, pues quería esperar a que Ragn estuviera presente, incluso que lo decidiera él si así quería. Y se moría por ver cómo les recibiría, sobre todo aquel buccanner rubio que era casi como una copia exacta suya.



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VYD
#4
Ragnheidr Grosdttir
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Cuando Airgid se lanzó hacia Ragn, envolviendo su cuerpo alrededor del suyo como si quisiera asegurarse de que no era una ilusión, el vikingo sintió algo dentro de mel quebrarse y recomponerse al mismo tiempo. Esa mujer había sido su ancla en los momentos más oscuros, incluso cuando se encontraba varado en Cozia, maldiciendo todo lo que era. Pero ahora, al tenerla contra el, respirando su aroma, sintiendo el calor de su piel, supo que cada paso dado para regresar había valido la pena. Su brazo sano se envolvió con firmeza alrededor de su cintura, sosteniéndola como si al soltarla pudiera perderla de nuevo. Las palabras que le dirigía eran casi ininteligibles para el, ahogadas por la emoción y el temblor de su voz, pero no importaba. Lo único que importaba era la conexión que sentía con ella en ese instante. Sentí sus manos deslizándose por el cuello, su caricia en el cabello largo de Ragn, largo y descuidado. Cuando finalmente rompieron la distancia con un beso, profundo y cargado de todo lo que habían callado durante meses, todo el cuerpo respondió. Era como si la chispa de la vida hubiera regresado a el, después de haber estado apagada tanto tiempo.

Cuando Airgid rompió el beso para hablarle al oído, con su voz temblorosa pero cargada de significado, sus palabras le dejaron inmóvil por un instante al gigantesco Buccaneer.Ese "No he venido sola. ¿Quieres conocer a nuestros hijos?" fue como una estocada clavada en el pecho. La miró directamente, los ojos de Ragns escudriñando los de ella, buscando alguna confirmación de que no había escuchado mal. ¿Hijos? La palabra resonó en su mente como un eco interminable. Por un momento, no supo qué decir. Su cuerpo estaba agotado, la mente era un campo de batalla después de todo lo vivido, y aún así, aquello le tomó completamente por sorpresa. Sin apartar sus ojos de ella, asentió lentamente, apenas procesando el torrente de emociones que aquello generaba. — ¿Nuestros... hijos? — Susurró con calidez, con la voz más grave de lo habitual, casi rota por la incredulidad. Miró hacia donde señalaba con la cabeza, hacia la manta bajo el árbol. Tres pequeños. Tres. Los observó desde la distancia, y lo primero que notó fue cómo uno de ellos parecía estar lanzando golpes con sus manitas torpes, completamente decidido a ganar una batalla imaginaria. Era como si la sangre que corría por las venas del propio Ragn estuviera ahí, frente a el, en forma de esos movimientos salvajes. Otro le respondía, feroz y terco, sin ceder un solo centímetro. El tercero, más tranquilo, parecía estudiarlo todo con una mirada que no era común en un bebé. Era extraño, ver tanto de los dos en ellos, incluso sin acercarse demasiado.

Una mezcla de emociones le atravesó. Orgullo, confusión, alegría... y un miedo que no había sentido en mucho tiempo. No era el temor de una batalla perdida ni el de la muerte rondando cerca. Era el miedo a no estar a la altura. A no ser el hombre que esos pequeños necesitarían. — Airgid... — Su voz apenas salió en un susurro, antes de tomar aire y dar el primer paso hacia ellos. Sentía que cada músculo del cuerpo pesaba más que nunca. La mochila se deslizó del hombro y cayó al suelo mientras seguía avanzando. Pasó junto a Tirelan, que le dedicó una sonrisa cálida a Ragn, pero su atención estaba completamente fija en los pequeños que ahora parecían haber notado su presencia. Cuando lleguó a la manta, se arrodillé lentamente, casi como si temiera romper algo. Los ojos recorrieron los rostros de los bebés, buscando algo que le conectara con ellos. Y entonces, el rubio, el que se parecía tanto a Ragn, alzó su diminuto puño como si quisiera desafiarle. Una risa grave escapó de la garganta del vikingo, inesperada incluso para el, mientras levantaba mi mano restante y le ofrecía un dedo. Lo agarró con fuerza, y algo en su interior hizo clic. Levantó al niño, atrapando su pie derecho, obervandolo con calma, como la madre que pilla a su cría por el pescuezo.

Ragn miró a Airgid, que le observaba desde unos pasos atrás, su rostro iluminado por una mezcla de nervios y felicidad. Se giró hacia Tirelan y luego de nuevo hacia los niños. Finalmente, encontró las palabras. — No sé si soy digno de ellos... — Admitió, con una voz más suave de lo que habría querido, mientras miraba al pequeño que aún sujetaba, el cual tenía una fuerza sorprendente. — Pero haré todo lo posible por serlo. — Lo dejo caer. Inclinó la cabeza hacia ellos, sus ojos recorriendo sus diminutas formas, y supo que su vida había cambiado para siempre.

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#5
Airgid Vanaidiam
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Airgid esbozó una sonrisilla cuando vio la reacción de Ragnheidr a sus palabras, con esa mirada ligeramente confusa que atravesaba sus ojos castaños. Era como si se hubiera dejado llevar de tal manera por el reencuentro, que se había olvidado de que cuando se separaron, ella estaba embarazada de unas cuantas semanas, como si no se lo hubiera contado en el bar de el Largo aquella tarde. No le culpó, la emoción de volver a verla había sido tal que incluso ella se dejó absorver por el pequeño mundo que solo les rodeaba a ellos dos. No hizo ningún gesto, ni dijo nada más, simplemente Airgid le devolvió la mirada con un brillo que ya lo confirmaba todo. Observó cómo los ojos azules de Ragnheidr se desviaban hacia donde se encontraba la manta y siguió el mismo movimiento.

Ensanchó su sonrisa al verles interactuar entre ellos, bastante despiertos para ser pequeños, y es que los tres compartían sangre de verdaderos guerreros. Guardó silencio, esperando con ganas el siguiente paso de Ragnheidr. Había ocasiones en las que el vikingo era especialmente expresivo, en las caras que ponía, los gestos que hacía... y aquella era una de esas veces, Airgid pudo leer en él su confusión, pero a la vez su alegría, dibujada en la comisura de sus labios. La rubia se separó de él entonces, dejándole espacio y via libre para que pudiera acercarse a conocerlos, cosa que no tardó prácticamente nada en hacer.

La mujer avanzó con él, aunque quedándose unos pocos pasos más atrás, como si temiera interrumpir aquel momento especial entre el hombre y sus vastaguitos. Sintió curiosidad al ver que rápidamente se había fijado en el único varón. Fue el primero de los tres en nacer, y era claramente una copia de su padre, con su mismo color de pelo, ojos idénticos, y aquel carácter luchador y rebelde. Les observó, simplemente sin decir nada, y sintiendo en su pecho un amor y un orgullo como nunca antes le había ocurrido. En ese momento, Airgid supo que todo sufrimiento que pudiera haber vivido durante aquellos meses separados había valido la pena, que no se arrepentía de absolutamente nada, porque la recompensa había resultado ser gigantesca.

Las palabras de Ragnheidr le sacaron una risilla, y terminó de recorrer los pocos metros que le quedaban para alcanzarles. Se sentó en la misma manta, recogiendo a las dos niñas entre sus brazos. Una de ellas también había salido bastante como su padre, buccaneer, esa diferencia de tamaño se notaba incluso en la infancia. — Estoy segura de que no podrían tener un padre mejor que tú. — Respondió, algo emocionada, y siendo completamente sincera. Y es que es algo de lo que estaba convencida, como con ninguna otra cosa en su vida. — Aún no tienen nombre, quería esperarte. — Ladeó la cabeza, colocándole los mechones rubios detrás de la oreja. Tenía especial curiosidad por saber qué nombres se le ocurrían. — ¿Cuales te gustan? — Preguntó. Ella tenía algunos en mente, pero quería saber cuales eran los suyos.



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VYD
#6
Ragnheidr Grosdttir
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Emanaban poder. El niño y las dos niñas. Ragn estaba prendado de ellos, no podía quitarles la vista de encima. — Me esperabas para poner los nombres. — Dijo, sin entonar pregunta, pero lo parecía. Ragn estaba diferente, era un tipo mucho más serio, más curtido. Además, al haber erradicado su problema con el habla, hasta su aura parecía diferente. Emanaba serenidad. — Herold. — Fue directo. Levantó al niño, sujetándolo con una mano. — Herold Grosdttir es tu nombre. — El cielo rugió, un vendaval se levantó en la zona, llevándose la manta que estaba bajo los niños. Los cabellos rubios del pequeño y las niñas se elevaron, moviéndose sin control. La negrura del cielo y aquellos sonidos añadieron un tono casi místico al nombre de Harold. — Significa líder o líder guerrero. No es un nombre común. — Parecía hablarle al niño, que seguía intentando golpear a Ragn, aunque frenó en seco cuando le estaba explicando el significado, como si comprendiera la importancia del momento. — Es un nombre que no te da nadie, se gana. Tú te lo tienes que ganar. —Dejó al niño en el suelo, en medio de sus hermanas. Se agachó y las pequeñas se acercaron. Sabían quién era ese gigantesco hombre, lo sentían.

Una de ellas era incluso más grande que Harold, la otra era una imagen calcada de Airgid, con una sonrisa que no se quitaba de la cara. — Pequeña Gunnr. Tu nombre es la representación de la batalla. — Acarició la cabeza de la más grande, que aceptó de buen grado la caricia, envolviéndose en el brazo de su padre. La tormenta iba creciendo, los niños parecían estar asustándose, sin embargo todos miraron a Ragn al unísono y el rubio esbozaba una sonrisa sincera. — La tormenta no es vuestra enemiga. Abrazad el peligro. — La vida daba muchas vueltas. El apodo "Rompetormentas" venía de un cuento popular que comenzaba así "No temas la tormenta, por que yo. Yo soy quien las rompe. Soy el Rompetormentas". Estuvo a punto de decirlo, pero eran demasiado pequeños, no lo comprenderían.

La más pequeña del grupo era la única que aún seguía con temor en sus ojos. Miraba mucho hacia su madre, esperando que ella la tuviera en brazos. Era más humana que Buccaneer, entonces requería de más cuidados al inicio de su vida, sin embargo Ragn no se olvidó de ella. — Tú te llamarás Lilyd. En honor a tu querida abuela. Tu belleza, como la de tu madre, escapa a cualquier duda genética ... — Alargó una mano para que ella la pudiera tomar. Lilyd era el nombre de la madre de Airgid, el ser vivo que trajo a la rubia a este mundo. Merecía un reconocimiento. La timidez se volvió cariño y, con ellos encima, Ragn se volvió a levantar. Herold estaba en lo alto de su cabeza. Gunnr enroscada en su costado y Lilyd, la más pequeña, estaba sobre la palma derecha del vikingo, apoyada contra su pecho.

Se volvieron hacia Airgid. — ¿Nos vamos a casa?

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#7
Airgid Vanaidiam
Metalhead
Ragnheidr parecía sorprendido ante la noticia de que Airgid le hubiera esperado para decidir los nombres. Lo que no le contaría es que aquella fecha señalada, el día uno de invierno, significaba para ella un ultimatum en la relación. Si no hubiera llegado a aparecer en el puerto aquella mañana... las cosas habrían resultado bastante diferentes. No dijo nada, simplemente esbozó una sonrisa y le observó con ojos curiosos, pendiente por cómo procedía a dar nombre a sus hijos. Aún le resultaba extraño escucharle hablar sin aparentes problemas, sin arrastrar las "r" a su paso.

Al primero, al varón que sostenía entre sus manos, le llamó Herold. No tardó apenas un minuto en decidirlo, incluso menos. Airgid mantuvo silencio mientras le escuchaba desvelar el significado de aquel nombre, a la vez que un vendaval sacudió la zona portuaria de forma repentina, como si aquel nombramiento hubiera provocado la llegada de algo. Incluso la manta salió volando, perdiéndose en el horizonte, pues ninguno le dio demasiada importancia, absortos completamente en aquel momento clave. Decía que significaba "líder", o "líder guerrero" en su defecto. Airgid creía que los nombres marcaban a las personas, su personalidad en cierta parte. Se preguntó en ese momento, qué nombres habrían elegido sus padres para ella. Quizás ni se habían molestado en hacerlo.

Tras esto, dejó al niño en el suelo, entre sus hermanas, antes de alzar ahora a la niña buccaneer. La llamó Gunnr, y le dijo que representaba a la batalla. Airgid sonrió, "genial, dos guerreros más", pensó para sus adentros, "aunque tampoco lo dudaba", concluyó. La tormenta alrededor de la isla creció aún más, y tanto Ragnheidr como Airgid se mostraron impasibles, serenos y tranquilos, ni siquiera se inmutaron. Sus hijos, en cambio, miraron al cielo con incertidumbre, con cierto temor. Pero su padre consiguió llamar la atención de los tres, y fue capaz de calmarles. Tenía sentido, pues él era el Rompetormentas.

Y por último, la pequeña humana. Había corrido con la condición de nacer como la hermana más débil, en comparación a los demás, y tendría que esforzarse el triple si quería alcanzarles. Airgid sabía que no sería un camino fácil de recorrer, pero confiaba en ella con todo su ser. Ragn también la alcanzó, y tuvo un gesto con ella que la rubia no se esperó. Le puso el nombre de la que era la abuela de la niña, es decir, la madre de Airgid; Lilyd. Fue un descubrimiento que hizo antes de partir de Kilombo, y un dato que compartió con él con ilusión. Que lo recordara y le diera aquella importancia la conmovió. Sonrió por última vez, antes de levantarse del suelo junto a Ragnheidr.

Son perfectos. — Dijo, antes de emprender la marcha, mirando aquella estampa de los cuatro frente a ellas. Eran las personas más importantes de su vida, haría lo que fuera por cualquiera de ellos, de eso estaba segura. — Vámonos a casa. — Concluyó, iniciando el paso hacia aquel que solía ser su hogar. Lo único es que ahora se les quedaba igual un poco pequeña.



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#8
Ragnheidr Grosdttir
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Ragnheidr caminaba al lado de Airgid, con los tres pequeños acomodados en su cuerpo como si siempre hubieran pertenecido allí. Sus pasos eran firmes, resonando contra la madera del paseo que daba a la ciudad, mientras los vientos comenzaban a calmarse y la tormenta se desvanecía lentamente, como si reconociera que el Rompetormentas estaba en casa. El vikingo miró de reojo a su compañera, viendo en su rostro una mezcla de determinación, orgullo y una pizca de agotamiento, el tipo de agotamiento que solo conocen los padres que han luchado por sus hijos. —Airgid... —Dijo suavemente, era una grave pero llena de algo que rara vez se veía en él ultimamente, gratitud. Sus ojos azules la buscaron, y aunque no era un hombre de muchas palabras cuando se trataba de emociones, dejó que el silencio hablara por él por un momento. — Gracias por todo. Por ellos. Por esperar. —Volvió su mirada hacia adelante. —Sé que ahora empieza lo difícil, pero... estoy contigo. Siempre contigo.— No era momento de pensar en lo que dejaba en Cozia, eso ya no formaba parte de su realidad, ahora era momento de centrarse en lo que tenía delante.

Los niños parecían más tranquilos ahora, como si sintieran la calma que emanaba de sus padres. Gunnr había cerrado los ojos, acurrucada contra su costado, Herold seguía en lo alto de su cabeza, mirando el horizonte como un pequeño líder en formación, mientras Lilyd seguía aferrada a su pecho, respirando tranquila. Al llegar a casa de Airgid, Ragnheidr se detuvo en la entrada y bajó a los pequeños con cuidado, dejando que exploraran su hogar. Ragn miró a Airgid con una sonrisa suave, esa misma sonrisa que solo ella podía sacar de él. —Creo que tendremos que agrandar un poco este lugar. —Bromeó, aunque en su voz había una pizca de verdad. Tres hijos significaban tres guerreros en formación, y necesitarían espacio para crecer y ser todo lo que estaban destinados a ser.

Finalmente, extendió su mano hacia ella, invitándola a entrar. —Estamos juntos de nuevo, min kjærleik. Eso es lo único que importa ahora. —Y con esas palabras, cruzó el umbral, dejando atrás la incertidumbre y el dolor de los últimos meses, y abrazando el futuro que tenían por delante, como una familia.


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#9
Moderador Doflamingo
Joker
¡RECOMPENSAS POR AVENTURA T1 ENTREGADAS!


Usuario Airgid Vanaidiam
  • Berries: 90.374.750 -> 90.874.750 (+500.000)
  • Experiencia: 5333.87 -> 5363.87 (+30)
  • Nikas: 4 -> 9 (+5)
  • Reputación: +10 Reputación Positiva

Narrador Ragnheidr Grosdttir (narrador estudioso)
  • Berries: 44.997.520 -> 45.297.520 (+300.000)
  • Experiencia: 6465.61 -> 6510.61 (+45)
  • Nikas: 79 -> 86 (+7)
  • Cofres: +Cofre Decente

    [Imagen: 95fa77531754675c202aa20ac4047d602acade5e.gif]
#10


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