Alguien dijo una vez...
Rizzo, el Bardo
No es que cante mal, es que no saben escuchar.
Tema cerrado 
[Aventura] ¡Hoy es el día de Sumpa! [Parte 3 -T4]
Ragnheidr Grosdttir
Stormbreaker
El eco de las palabras de Asradi llenó el espacio, entremezclándose con el calor sofocante y las sombras alargadas que proyectaban las antorchas parpadeantes sobre las paredes rugosas del túnel. La amenaza, aunque disfrazada de falsa calma, hizo que varios de los hombres intercambiaran miradas nerviosas. El líder del grupo, sin embargo, permaneció inmóvil, evaluándola con una mirada fría y penetrante, como si intentara desentrañar si lo que acababa de decir era cierto o una maniobra desesperada. El entorno era opresivo, un sistema de túneles toscos, en su mayoría excavados a mano. Las paredes de piedra parecían húmedas por la condensación del calor que se intensificaba a medida que se adentraban más en las profundidades. Cada cruce y bifurcación presentaba pasajes estrechos que serpenteaban en direcciones inciertas. Pero bajo el silencio superficial, había algo más. Un leve retumbar casi imperceptible, un sonido distante y constante, como el pulso de algo más grande bajo sus pies. Si uno prestaba suficiente atención, podía notarse que el suelo no era completamente sólido; pequeñas grietas y marcas sugerían que por debajo podía haber más túneles, quizás algo aún más vasto y antiguo. Uno de los hombres, armado con una pistola rudimentaria, comentó algo al oído de otro, claramente inquieto por lo que acababa de escuchar. “Derrumbar los túneles”, “la Marina”, “las sirenas”. Palabras sueltas flotaban entre los susurros que iban creciendo entre los soldados, quienes comenzaron a perder la cohesión de su formación. Algunos no dejaban de mirar hacia las sombras del túnel más cercano a Asradi, como si la posibilidad de un colapso fuera más que suficiente para despertar sus instintos de supervivencia. A fin de cuentas, nadie quería morir, sin embargo los allía presentes sabían que había ciertos tratos con los marines, así que temor como tal, no era.

El líder, no obstante, levantó una mano, ordenando silencio con un gesto autoritario. Sus ojos, duros como el acero, no se apartaron de la sirena. Su mandíbula se tensó mientras sopesaba sus opciones, el eco de los pasos de más hombres acercándose detrás suyo llenando los huecos en su reflexión. A pesar de todo, incluso él parecía consciente de que la situación había cambiado; atacar a una criatura capaz de usar su voz como un arma de destrucción podría acabar mal para todos ellos. Finalmente, el hombre habló con un tono bajo y controlado, dirigiéndose a sus subordinados — Que nadie toque a los niños, pero rodead la salida. No os acerquéis demasiado. Si ella intenta algo, caerá.— Su orden pareció renovar algo de confianza entre sus hombres, que comenzaron a dispersarse lentamente, bloqueando accesos y asegurándose de mantener sus armas listas, pero evitando cualquier movimiento precipitado. Sin embargo, esto dejó claro algo para Asradi: no había forma de salir directamente por el camino por el que había llegado. La única opción viable era el túnel lateral cercano, pero este, aunque parecía menos protegido, presentaba un dilema. Por primera vez, los niños que estaban escondidos detrás de una de las rocas se movieron un poco más, lo suficiente como para que Asradi pudiera ver que no todos los pequeños estaban allí. Los que estaban más cerca del túnel lateral apenas eran tres, los más pequeños del grupo, pero había al menos otros dos niños mayores escondidos en una hendidura más alejada y más cerca del líder y sus hombres. El cálculo era inmediato y cruel, podría salvar a algunos si aprovechaba la confusión del momento, pero no a todos.

El túnel lateral era más estrecho que el principal, con paredes aún más rugosas y un techo bajo que obligaba a encorvarse ligeramente al pasar. Las sombras que se adentraban en él parecían más profundas, y el aire que salía de allí era más fresco pero con un extraño olor metálico, como si viniera de algo antiguo y olvidado en las profundidades. Si había una salida, tendría que estar al final de ese pasaje, pero las vibraciones del suelo y el leve retumbar constante sugerían que también podía haber más bajo sus pies, algo que quizás conectara con una red aún más grande de túneles desconocidos. El líder, al ver que Asradi no se movía de inmediato, habló de nuevo. — No durarás mucho si intentas enfrentarte a todos nosotros. Pero si cooperas, puede que no sea necesario que nadie muera aquí. Ni los niños. Ni tú. — A diferencia de los demás que te habías cruzado ese día, el tipo hablaba con una seguridad bastante imponente. De hecho, pasó absolutamente de Doxwy Dunberboord, el cual se terminó por levantar en ese mismo instante. Ni le miró a los ojos, denotando quién mandaba allí.

Los soldados se movían, cada vez más inquietos, formando un perímetro que cerraba lentamente las posibilidades. Pero el túnel lateral seguía allí, una invitación peligrosa pero innegable. Mientras tanto, el leve ruido de más hombres acercándose desde lo profundo del túnel principal resonaba más fuerte, avisando que el tiempo para decidir era cada vez más corto.

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#11
Asradi
Völva
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El notar que sus palabras habían calado, de alguna forma, en alguno de aquellos hombres, le hizo sentirse parcialmente más segura. No era esa la palabra exacta, pero siempre era bueno provocar algo de disidencia en un grupo que, al fin y al cabo, no parecía demasiado unido. ¿Conocerían el significado de la palabra lealtad o solo serían simples mercenarios? Fuese como fuese, eso le sirvió para ganar un poco de tiempo y poder fijarse mejor en sus alrededores. Había varios túneles, caminos por donde aquel grupo había llegado hasta allí. También notó que algunos de los hombres eran minks y que también el resto del grupo había perdido algo de cohesión. Los ojos de la sirena se posaron en estes últimos, antes de hacerlo en el líder cuando comenzó a hablar y dar órdenes.

Asradi movió ligeramente la cola, apenas la aleta dorsal mientras la caudal sobresalía de la parte baja de su cintura. Era un gesto reflejo, más bien, como el movimiento de la cola de un gato tanteando el terreno. También se había percatado que, ahora, los niños a los que había podido localizar no estaban todos. Pero no había visto que los hombres aquellos los hubiesen cogido. Así que supuso que se habrían ido colando, poco a poco, en alguno de los túneles. Eso le alivió e inquietó a partes iguales.

¿De qué clase de cooperación estamos hablando? — Preguntó.

Al menos, de momento aquel tipo parecía ser más razonable que el anterior al que le había dejado la cabeza bailando una jota. Pero no era capaz de distinguir sus rasgos. No con aquellas prendas que le escondían de ello.

Fue entonces que se fijó que, efectivamente, aquella marca, aquel logo en las prendas de esa gente. Un tigre con gafas. La espalda de Asradi se envaró de inmediato. Recordaba a parte de aquellos tipos cuando había llegado a Kilombo, justo cuando conoció a Ragnheidr, Airgid y Ubben y más gente.

. . . — Entonces la mafia estaba involucrada en todo aquello. Con razón, probablemente, la Marina no tenía conocimiento. O, si lo tenía, estaba haciendo la vista gorda. — No sé que querrá la mafia de mi. Pero si no le hacéis daño a estes niños y dejáis que se vayan con sus familias, estoy dispuesta a escucharos y a cooperar dependiendo de lo que pidáis.

Se estaba arriesgando. Demasiado quizás.

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#12
Ragnheidr Grosdttir
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El ambiente seguía tenso, como una cuerda estirada al límite, mientras los hombres intercambiaban miradas entre sí. No todos parecían igual de firmes que su líder, y había algo en el eco de las palabras de Asradi, un pequeño titubeo en los pasos y en los movimientos de algunos, que indicaba que la semilla de la incertidumbre había sido plantada. Pero, al final, la figura imponente del líder —con aquella actitud fría y calculadora— devolvió la calma a sus hombres con apenas un par de miradas duras y un gesto de la mano. — Lleváoslos —Ordenó con voz seca y firme, apuntando a los escondites donde los niños habían intentado pasar desapercibidos. Los hombres obedecieron, aunque con movimientos rápidos y algo torpes, todavía afectados por el impacto de la voz de Asradi minutos atrás. Los pequeños fueron recogidos uno a uno. Los más pequeños, aquellos cercanos al túnel lateral, no opusieron demasiada resistencia, quizás aún paralizados por el miedo o por el caos que los rodeaba. Los mayores sí que patalearon y gritaron, pero fueron reducidos sin que los hombres tuvieran que recurrir a la violencia física más allá de amarrarles las muñecas con sogas de aspecto tosco y gastado.

Las reacciones de los hombres armados no fueron homogéneas; algunos evitaban mirar a los pequeños directamente a los ojos mientras los guiaban hacia el pasillo. Otros, en cambio, parecían más indiferentes, como si aquello no fuera más que un día cualquiera en sus vidas. Entre ellos, los minks se movían con más eficiencia y agilidad, revelando su naturaleza en pequeños gestos: orejas que giraban ligeramente, hocicos que olisqueaban el aire viciado del túnel y miradas frías, pero curiosas, dirigidas a Asradi. Eran una presencia adicional que añadía peso a la situación; no eran simples matones, sino individuos bien entrenados y disciplinados.

El líder permaneció en su sitio, sin moverse, observando cómo sus hombres terminaban su trabajo. Parecía ajeno a la desesperación que empezaba a crecer en el ambiente, incluso cuando los llantos ahogados de algunos niños se perdían en el eco de los túneles. Era alguien acostumbrado a las negociaciones tensas, alguien que sabía cuándo usar la fuerza y cuándo emplear la persuasión. Cuando finalmente sus hombres terminaron de reunir a los pequeños y los condujeron hacia el pasillo central, el hombre cruzó los brazos y fijó su mirada en Asradi. — La mafia no quiere hacer daño a los niños —Afirmó con voz calmada pero firme, como si buscara despejar cualquier duda al respecto.— Si hubiera querido eso, ya habrían muerto. Esto no va de ellos, sino de ti, sirena. Y, si soy sincero, también de nosotros.— El tono del hombre era calculado, casi seductor en su frialdad, como si estuviera ofreciéndole un trato imposible de rechazar. Dio unos pasos lentos hacia adelante, cuidando cada movimiento, evitando parecer amenazante mientras continuaba hablando.

Estás en un momento complicado, eso puedo verlo. Podría ordenarte que pelees hasta que no te queden fuerzas, pero no es mi estilo desperdiciar talentos. — Hizo una pausa, permitiendo que el silencio subrayara sus palabras.— Una sirena como tú encajaría perfectamente con nosotros.— Por primera vez, dejó entrever un atisbo de sonrisa, apenas perceptible bajo las sombras que cubrían parte de su rostro. — La mafia mink tiene recursos, instalaciones, poder. No te haré promesas vacías: puedo enseñarte nuestras operaciones, mostrarte lo que realmente somos capaces de hacer. El dinero no será un problema. Podrás tener un sueldo más que generoso. E incluso podrías tener cierta... autoridad si demuestras que estás a la altura. — El hombre hizo un gesto con la mano hacia el pasillo donde habían llevado a los niños, como si quisiera recalcar un punto. — No necesitamos enfrentarnos. Trabajar para nosotros sería mucho más beneficioso que pelear contra nosotros. Y, si decides unirte, puedo garantizarte que los niños volverán con sus familias sin un rasguño.

Su mirada se endureció ligeramente, como si evaluara tu reacción. El hombre sabía lo que estaba haciendo: te había ofrecido una salida, una opción que no solo prometía proteger a los pequeños, sino también otorgarle una posición dentro de una organización poderosa. La mafia mink no era conocida por ser benevolente, pero tampoco desperdiciaban oportunidades cuando veían algo o alguien que pudiera serles útil. — Piénsalo bien, sirena —Concluyó el líder, dejando que su voz resonara en el túnel con un eco que parecía extenderse hasta los rincones más oscuros.— Si quieres ver lo que realmente podemos ofrecerte, bastará con que me lo digas.— El silencio volvió a caer en el espacio, roto únicamente por el murmullo lejano de los niños siendo conducidos más adentro y el retumbar sutil bajo los pies, como si algo en las profundidades de la tierra estuviera aguardando. El túnel lateral seguía ahí, oscuro y enigmático, pero cada segundo que pasaba parecía reducir las opciones de Asradi.
#13
Asradi
Völva
Personaje


Toda la atención de la sirena estaba puesta en ese hombre. Se notaba que sabía cómo moverse, como mandar y como hablar, sobre todo. Tenía ese don de gentes, ese aire y ese carisma de quien se cree superior. Ya había conocido a unos cuantos como él, aunque esta vez el cambio notorio es que ese tipo estaba, al menos, intentando dialogar con ella. ¿El problema? Los niños. Bueno, los niños en sí no eran el problema, eran eses tipos. Asradi apretó los dientes y una mirada casi desesperada cuando el resto de hombres se fueron llevando a los niños. Atisbó a ver a los minks. ¿Por qué hacían eso? La expresión de la sirena se desencajó unos segundos, al ver a los críos forcejeando. Y fue eso mismo lo que señaló.

Si la mafia no quiere hacer daño a los niños, ¿entonces qué es eso? ¿Me lo explicas? — Era lo que no le cuadraba en lo absoluto. — Los he encontrado heridos y desnutridos. ¿Y me dices que no se les quiere hacer daño?

Ahí había algo, en ese discurso del hombre encapuchado, que no se creía de todo. Si no les quería hacer daño, ¿para qué se los volvían a llevar? Y, además...

¿Para qué fueron secuestrados, en primer lugar? — Quiso saber. Eso era lo que no le cuadraba. La mirada de la mujer se posó directamente en los ojos contrarios, ceñuda y desconfiada.

También su cerebro trabajaba a mil por hora, sopesando las posibilidades que tenía. Ahí, ella sola, no tenía oportunidad alguna en contra de todos eses tipos. Había visto minks, sí, recordaba aquel encuentro en aquella taberna y...

… Asradi parpadeó unos momentos.

¿Sois hombres de Chettony? — Preguntó de repente. La verdad es que solo se acordaba de que había varios minks reunidos, de la mafia, en aquella ocasión, pero no se había quedado ni con todos los nombres, ni con todos los rasgos. Chettony era el que más le sonaba.

Asradi tomó aire para intentar enfriar su cabeza y tratar de pensar y buscar alguna solución para aquello. Obviamente, no le apetecía volver a ser capturada de nuevo, aunque esta vez fuese por la mafia. Por mucho que ellos lo llamasen “colaboración”.

Mira, vamos a hablar claro. Es tu palabra contra la mía, al fin y al cabo. Quiero ver, por mi misma, como eses niños, como todos los niños son devueltos a su familia. Una vez hecho eso, podremos hablar de condiciones, si quieres.

Entornó los ojos, con una expresión más seria.

Y, si no quieres... Pelearé si es necesario. — Estaba dispuesta a arriesgar su vida. Prefería morir que volver a ser atrapada de nuevo por quien fuese.


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#14
Ragnheidr Grosdttir
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El hombre encapuchado permaneció inmóvil ante las palabras de Asradi, como si estuviera evaluando cada una de ellas, midiendo el peso de su desafío y la fuerza de su resolución. Aunque sus rasgos seguían en gran parte ocultos bajo la sombra de la capucha, su postura denotaba calma, incluso cierta diversión, ante la insistencia de la sirena. Cuando ella mencionó a Chettony, hubo un leve cambio en su lenguaje corporal. Fue casi imperceptible, pero un observador atento podría notar el sutil endurecimiento de sus hombros y el leve movimiento de su mandíbula, como si esa mención hubiera tocado una fibra sensible. Unos segundos de silencio se hicieron eternos antes de que el líder hablara de nuevo, su voz resonando con la misma firmeza y control de antes.

Chettony… —Repitió, con un tono que no confirmó ni negó la conexión, aunque en sus palabras había un ligero matiz de ironía.— Es curioso que nombres a alguien como él en este contexto. Pero supongamos, sirena, que sí. Supongamos que esta operación tiene algo que ver con hombres como él. ¿Cambiaría eso lo que estás viendo aquí?— Dio un paso hacia adelante, lento, pero deliberado, acortando un poco la distancia entre ellos. — Lo que ves no es siempre lo que es —Añadió, dejando que sus palabras calaran. — Esos niños no fueron tomados para hacerles daño, no directamente. A veces, hay intereses más grandes en juego. Y sí, quizá este sistema no sea perfecto, pero hay cosas que tú, en este momento, no comprendes.

Se detuvo, alzando una mano enguantada para señalar a los niños que habían sido conducidos por el túnel.

— No estoy aquí para justificar cada decisión. Mi trabajo no es convencerte de que este mundo es justo, porque no lo es. Pero si verdaderamente quieres proteger a esos niños, tus opciones son limitadas. Podrías pelear, como dices, —su voz bajó ligeramente, volviéndose más intensa—, pero sabes tan bien como yo que no saldrías de aquí viva. Ni tú ni ellos.

El hombre dejó que sus palabras colgaran en el aire antes de continuar, su tono suavizándose un poco. — En cuanto a tus condiciones, no tienes por qué creerme. De hecho, no espero que lo hagas. Pero si vienes conmigo, tendrás la oportunidad de ver las cosas por ti misma. Las familias… ese no es un asunto que esté en mi poder resolver ahora mismo. Pero puedo enseñarte nuestras operaciones, darte acceso a información que ningún forastero podría obtener. Incluso darte la oportunidad de decidir cómo ayudar. — El encapuchado bajó la mano y dio un paso atrás, como si quisiera cederle a Asradi un espacio para considerar sus palabras. — No me interesan tus amenazas. Me interesa lo que puedes ofrecer. Una sirena como tú sería valiosa. Pero esa decisión depende de ti. Puedes venir conmigo y ver cómo funciona este sistema desde dentro… o puedes morir aquí, enfrentándote a un enemigo que ni siquiera comprendes del todo.— El túnel, mientras tanto, parecía casi respirar con ellos. Había algo en las sombras y en los susurros lejanos que daba la impresión de que no estaban solos. Quizá eran solo los ecos del movimiento de los niños siendo llevados más lejos, o quizá algo más profundo acechaba bajo la superficie, como un recordatorio de que aquellos túneles no eran solo un lugar de paso. Las paredes húmedas y desgastadas parecían contar historias de una vida oculta más abajo, historias que solo se vislumbraban en los susurros de los hombres armados y en los destellos de inquietud que cruzaban sus rostros cuando creían que nadie los observaba.

El líder mantuvo su mirada fija en Asradi, con la paciencia de un depredador que ya había calculado todas las posibles respuestas de su presa. — Tú decides, sirena. Pero no tardes mucho. Este lugar no es conocido por su hospitalidad.
#15
Asradi
Völva
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Se encontraba en una encrucijada sin salida, nunca mejor dicho. O, más bien, le estaban ofreciendo una y no estaba segura de si tomarla. De todas las opciones posibles, ninguna era buena para ella. No quería que la encerrasen de nuevo, no quería volver a sufrir lo que había sufrido con aquel hombre. Pero aunque muchas veces dijese que prefería morir, también temía eso, como cualquier persona. Lo que peor llevaba de toda aquella situación era el tema de los niños. De vez en cuando su mirada se escapaba hacia los túneles por donde aquellos hombres se los habían llevado.

Asradi notaba como el corazón le iba a mil por hora debido a la tensa situación en la que se encontraba. Y le costaba dar su brazo a torcer. La explicación de que los niños estaban ahí pero que no pretendían haccerles daño, no le cuajaba todavía del todo. Había cosas ahí que, simplemente, le rechinaban.

Al final, la decisión iba a tener que tomarla ella, le gustase o no. Si peleaba y moría ahi, los niños no tendrían posibilidad alguna de sobrevivir, mucho menos de escaparse. Pero si las palabras que aquel hombre susurraba, dulces como miel, eran verdad, quizás hubiese una oportunidad, por muy nimia que fuese. Lo primero e importante para ella, era que cumpliese con esa palabra que le estaba diciendo. Y era que los niños fuesen liberados y devueltos con sus familias. Y en cuanto a ella misma... Asradi se mordisqueó el labio inferior con un claro deje de inseguridad. Uno que no quería dejar entrever, aún así, hacia el resto de sus interlocutores.

No confiaba en ellos, nunca lo haría. Pero al menos quería tener la esperanza de que los infantes fuesen puestos en libertad. Una vez que eso sucediese, ya buscaría cómo arreglárselas luego por sí misma para escapar de toda aquella trama de mafias. Finalmente, la pelinegra tomó aire.

Está bien. Iré con vosotros. — Aquellas palabras fueron como una losa sobre los hombros, para ella. Según las pronunció, pudo sentir ese peso sobre ellos. Esa opresión y esa ansiedad sobre el pecho.

Su mirada se entrecruzó, nuevamente, con la de aquel hombre. Asradi tomó aire de manera casi temblorosa.

Recuerda que tenemos un trato. Los niños regresarán con sus familias. Y yo... — Apretó los labios durante unos segundos. — … Yo iré con vosotros.

¿Tendría manera alguna, en cuanto pudiese, de avisar a Airgid o a los demás? ¿En qué iba a terminar todo aquello?

Sentía que se iba a arrepentir de haber tomado esa decisión. Pero también lo haría, y mucho más, de tener que irse y dejar ahí a los niños a su completo merced. Poco a poco, Asradi relajó los hombros. Más bien se obligó a ello. Como una ligera señal de “rendición momentánea”.

Enséñame este lugar, quiero ver y saber cuántos críos tenéis aquí encerrados. — Esperaba, de verdad, que cumpliesen su palabra. — Y qué es exactamente lo que pretendéis conmigo. — Esa ayuda de la que tanto hablaba el hombre.

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#16
Ragnheidr Grosdttir
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El líder encapuchado asintió lentamente ante las palabras de Asradi, como si estuviera satisfecho con su decisión. Su postura relajada, aunque imponente, daba a entender que ya había anticipado este desenlace. No hizo comentarios inmediatos, simplemente giró sobre sus talones, su capa ondeando levemente con el movimiento, y empezó a caminar hacia uno de los túneles oscuros que se abrían más allá del espacio donde se encontraban. — Bien, sígueme. — Su tono era firme, pero no autoritario, como si estuviera llevando a cabo un simple trámite más en su rutina diaria. Los hombres armados que quedaban en el lugar les lanzaron miradas inquisitivas, pero ninguno osó decir nada. El eco de sus pasos resonaba por el pasillo mientras el aire húmedo y cargado se cerraba a su alrededor. Asradi, puedes notar cómo el ambiente cambia con cada paso. Las paredes, desgastadas por el tiempo y cubiertas de moho, eran testigos silenciosos de décadas de actividad subterránea. El túnel descendía ligeramente, y el suelo se hacía cada vez más firme bajo ellos, como si estuvieran entrando en las entrañas mismas de la tierra. Después de un par de minutos en silencio, el hombre encapuchado habló, su voz reverberando en el pasillo estrecho. — Entiendo tu escepticismo, sirena. Es natural. — Su tono era pausado, casi paternalista — Pero quiero que entiendas algo. Esto no es tan simple como buenos y malos. Lo que hacemos aquí no es por maldad. De hecho, muchos de los niños que has visto fueron "entregados" por sus propias familias. ¿Que tenemos eslabones sueltos? claro, pero como todas las comunidades. Nadie se libra de locos que hacen lo que no deben. — Suspiró, molesto. Sientes un escalofrío al escuchar esas palabras, pero antes de que pudieras replicar, él continuó. — La verdad es que esta isla está llena de ineptos, especialmente entre los que dicen gobernarla. Políticos corruptos, burócratas ineficientes… no tienen idea de cómo manejar las cosas. Las familias aquí, muchas de ellas, están atrapadas en un ciclo de pobreza y desesperación. ¿Y qué hacemos nosotros? Ofrecemos soluciones.

El pasillo se abrió, de repente, a una especie de enorme cámara subterránea. Lo que ves, Asradi, te deja sin aliento. Era como un hormiguero, pero construido para humanos y minks. Puentes colgantes cruzaban la vasta caverna, conectando distintos niveles de estructuras improvisadas. Había casas hechas de madera y metal oxidado, tiendas de campaña en las plataformas más altas, e incluso algunas edificaciones de ladrillo. Luces cálidas parpadeaban en todas direcciones, iluminando la actividad frenética que parecía no detenerse nunca. Decenas, tal vez cientos, de figuras se movían entre los pasadizos, cargando cajas, hablando en pequeños grupos, o simplemente mirando desde las sombras. El líder se detuvo unos segundos para que ella pudiera asimilar lo que tenía delante. — Bienvenida a uno de los centros neurálgicos de la mafia Mink. Aquí, esos niños que tanto te preocupan no son prisioneros. Son parte de un sistema. Los educamos, los entrenamos, y sí, con el tiempo se convierten en parte de nuestra familia. — Sonaba ... Extrañamente convincente. Comenzó a caminar de nuevo, llevándote por un pasillo lateral más estrecho. Las paredes aquí estaban llenas de puertas de madera, cada una con un nombre tallado sobre ellas. Algunas estaban abiertas, revelando pequeñas habitaciones con camas austeras y muebles básicos. — Cada uno de estos cuartos pertenece a un niño, un adolescente, o alguien que llegó aquí como ellos. No somos monstruos, sirena. De hecho, hacemos por esta isla lo que el gobierno jamás se atrevería a hacer, mantener el equilibrio.

El pasillo desembocó en un balcón que daba una vista más amplia de la "ciudad" subterránea. Desde allí, Asradi puedes ver un grupo de niños siendo conducidos hacia una zona más iluminada, donde unas figuras vestidas con batas blancas parecían estar registrándolos o, al menos, cuidando de ellos. — Te prometí que los niños estarían seguros, y lo estarán. No puedo devolvérselos a sus familias de inmediato, no porque no quiera, sino porque muchas de esas familias ya no tienen nada que ofrecerles. Los trajeron aquí porque no podían pagar sus deudas, y nosotros los aceptamos.— El hombre giró hacia ella, con su mirada fija aunque oculta bajo la capucha. — No somos santos. Pero tampoco somos el demonio que probablemente crees que somos. Dame tiempo, Asradi. Déjame mostrarte cómo funciona todo esto. Y, si después de verlo todo, decides que no puedes quedarte, hablaremos de tus opciones. — Su tono se suavizó, casi como si intentara sonar sincero. — Pero te advierto algo, el mundo fuera de aquí no es más amable. Aquí, al menos, tienes una oportunidad de ser algo más, de ayudar.

Dejó que esas palabras flotaran en el aire mientras el murmullo constante de la ciudad subterránea llenaba el silencio entre ambos. De repente se quitó lo que cubría su rostro.

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#17
Asradi
Völva
Personaje


Era consciente, por desgracia, de que se estaba metiendo en una más que posible ratonera. Una trampa. Pero sentía que ahí había algo más de lo que ella pudiese imaginar. En cuanto se pusieron en marcha, Asradi no pudo evitar echar un vistazo a un lado y a otro. No solo a los mink que la rodeaban parcialmente a medida que avanzaban por los angostos túneles. Sino también al mismo recorrido que estaban haciendo, como si intentase memorizarlo de alguna manera. Pero sabía que era imposible. Había descubierto, al menos de manera parcial, lo intrincados que eran aquellos pasadizos. A decir verdad, dudaba mucho de que pudiese salir sola de allí por sí misma. Lo que la ponía en una posicion todavía más vulnerable. Y eso no le gustaba en lo absoluto.

Puedo entender, incluso creerte, que algunos fuesen entregados por sus familias. No considero que eso sea lo correcto, aún así. — Avanzaba a saltitos cerca de él, con una expresión seria y de clara desconfianza. — Pero no te creo que todos los niños hayan llegado aquí de esa manera. De hecho... — Aquella niña, su madre, de repente pasó por su cabeza. — … Llegué aquí por una niña a la que habían secuestrado. Y que, precisamente, terminó aquí. Su madre está buscándola.

Tras ese comentario, miró de reojo directamente al que parecía ser el líder de todo aquel tinglado o, al menos, de aquel grupo. No esperó respuesta inmediata, aunque deseaba tenerla. Una sincera. Lo peor de todo es que sentía que aquel tipo no le mentía. No en gran medida, claro.

¿Y crees que haciendo estas cosas lograrás algo? Sé que hay gente corrupta, sobre todo en el gobierno. — Le miró más ceñudamente. — No sé cual es la situación de los mink con respecto a la sociedad, a los humanos. Pero si es mínimamente parecida a los de mi especie, déjame decirte que este tampoco es el camino. ¿Qué soluciones ofrecéis? ¿Convertirlos en ladrones, en lacras de la sociedad? Eso no es una solución, ni siquiera es un parche para tapar una herida. Os estáis enterrando vosotros mismos.

Se estaban convirtiendo, directa o indirectamente, como esa gente a la que despreciaban.

Lo que Asradi no se esperó, para nada, fue ver lo que sus ojos lograron atisbar en cuanto llegaron a la nueva zona. La mirada de la sirena se abrió de par en par, en una mezcla inclemente de emociones. Desde miedo, preocupación, asombro y demás. Toda una amalgama en su interior que fue incapaz de expresar correctamente. ¿Qué era todo aquello?

No era solo un simple complejo de túneles. Era toda una ciudad subterránea. Un centro neurálgico de personas, de niños, de gente de todas las edades que parecía tener una vida allí dentro. Extraña y oscura, sí, pero una vida.

¿Parte... de vuestra familia? ¿Cómo la mafia puede ser una familia para estes niños? — No pudo evitar preguntar, en un susurro audible mientras se adelantaban a uno de los balcones, desde donde se podía ver absolutamente todo. Asradi se mantuvo en silencio durante unos segundos, mordisqueándose el labio inferior mientras su cabeza iba a mil por hora. Tras eso, le miró de reojo.

¿Cómo sabes mi nombre? — Musitó, casi con tiento. Aunque eso no era lo importante ahora. No, el tema peliagudo estaba en lo que ese hombre le ofrecía. La sirena guardó silencio mientras sopesaba sus probabilidades y, en ese tiempo, el hombre decidió descubrirse ante ella. La pelinegra sostuvo la respiración un par de segundos, en una mezcla de admiración, asombro y que luego se plasmó en una mirada más cautelosa. Otro mink. Se trataba de un imponente mink tigre blanco, con el cuerpo plagado de tatuajes. Lo que le daba una visión todavía más impresionante y peligrosa.

Asradi apretó los labios.

Sé como es el mundo del exterior. Sé que no es perfecto, sé que está plagado de gente que son más lacras que personas... — Tomó aire. Ella también tenía su propia historia. — Muéstramelo, pero no creo que cambie mucho mi decisión. — Aún así, estaba dispuesta a intentar comprender.

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#18
Ragnheidr Grosdttir
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El mink tigre blanco se mantuvo en silencio durante un largo instante, observándote con una expresión neutral, aunque sus ojos azul hielo reflejaban algo más. Tal vez una mezcla de curiosidad y cálculo. Había esperado esa resistencia. La fuerza que veía en ti, tanto física como emocional, era justo lo que buscaban. Y sabía que presionarte demasiado en ese momento podría romper algo irrecuperable. — Entiendes más de lo que esperaba. — Su voz resonó profunda, pero con un tinte casi... ¿respetuoso? Dio un paso hacia el borde del balcón, sus tatuajes delineándose bajo la tenue luz que bañaba la ciudad subterránea. — Y por eso voy a ser completamente sincero contigo. — Hizo un ademán con la mano, señalando el panorama a su alrededor. — Esto no es perfecto. Tampoco es lo que soñamos. — Su mirada se perdió por un instante en el bullicio de la "ciudad", como si estuviera viendo algo mucho más lejano. — Pero es lo único que tenemos. Esos niños, muchos de ellos, han llegado aquí por necesidad. Otros, como bien dices, fueron traídos... de formas menos nobles. Pero ¿qué hacemos con ellos? ¿Los dejamos morir de hambre en las calles? ¿Esperamos que el mundo allá fuera, tan podrido como tú misma sabes que es, les dé una oportunidad? — Se giró hacia ella, y su expresión se endureció, aunque su tono se mantenía pausado. — Tú me preguntas cómo la mafia puede ser una familia para ellos. Te lo diré, porque aquí, al menos, tienen algo. Aprenden a sobrevivir, a adaptarse. No serán santos, no serán los héroes que el mundo necesita, pero serán fuertes. Y, a veces, la fuerza es lo único que importa.— Hizo una pausa, inclinando levemente la cabeza, como si estuviera evaluando cómo continuar. — Sin embargo, no estoy ciego a nuestras fallas. Hay cosas que... se nos escapan de las manos. — Sus garras acariciaron inconscientemente la barandilla metálica del balcón, produciendo un chirrido suave. — Por eso quiero que estés aquí, Asradi. Tu perspectiva, tu fuerza, incluso tu insistencia en aferrarte a algo mejor... son cosas que no se ven a menudo. — Volvió a fijar sus ojos en ti, esta vez con una intensidad distinta.

Pero no te voy a obligar. Si decides que esto no es para ti, te abriré una salida. Tardaré un poco en hacerlo, porque no puedo arriesgar a toda esta gente por una decisión apresurada, pero te doy mi palabra de que podrás irte.— Comentó, con un respeto extraño. Es como si hubiera unido el dolor de su minoría con tu raza de gyojin, tan cotizada en el mercado. Él comprendía ese dolor. Dio un paso más cerca de ti, lo suficiente para que tú pudieras percibir el peso de su presencia, aunque no había amenaza en su postura. — Mientras tanto, míralo todo. Haz preguntas. Aprende lo que realmente sucede aquí, y toma tu decisión con conocimiento, no con prejuicios. — Se apartó, dándote un poco de espacio, y extendió una mano hacia el bullicio de la ciudad subterránea. — Tienes razón en una cosa: esto no puede durar para siempre. Pero tal vez contigo aquí, podamos encontrar una forma de cambiarlo. — Suspiró. — O no. Quién sabe. — El mink tigre dejó caer la mano y añadió, con una voz más suave — Y no te preocupes por la niña que mencionaste. La buscaré personalmente. Si está aquí, te lo haré saber. Esa es mi promesa. — Entonces, dio media vuelta y comenzó a caminar hacia otro de los túneles que se bifurcaban desde la gran cámara central, deteniéndose solo un instante para mirar por encima de su hombro. — Piensa en ello, Asradi. Tienes más poder del que crees.

Y, sin más, se adentró en la penumbra del túnel, dejando a la sirena en el balcón con la vista de aquella peculiar ciudad palpitando bajo sus pies, mientras un sinfín de pensamientos se agolpaban en su mente. Este giro no lo esperas, ni de cerca. El tipo no solo ha empatizado, si no que parecía conocerte bien. ¿Es posible que esta gente no fuera mala del todo? ¿y lo que viste arriba? ¿es posible que no hubieras relacionado bien lo que tus ojos vieron? ¿qué estaba pasando?


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#19
Asradi
Völva
La situación era difícil, complicada. En cierta manera entendía parcialmente las palabras y las posibles intenciones del mink tigre. O, al menos, las que le estaba intentando dejar ver. Mientras, los ojos de la sirena iban viajando por todo aquel lugar, fijándose en los túneles, en aquella ciudad subterránea que la mafia mink había montado. Pero, sobre todo, en las gentes y los niños que, ahora, poblaban ese lugar. Asradi se dividía, su moral era como una brújula en ocasiones, aunque sí tenía clarísimo que no quería, no iba a permitir, aunque no sabía cómo, que se maltratasen a eses infantes. Pero... Si sus propias familias los habían dejado atrás, ¿qué podía hacer ella? No eran tan solo uno o dos niños. Incluso con media docena o así podría. Eran cientos de criatura que habían sido dejadas atrás por sus propios padres, por un motivo u otro. El resultado era igual de doloroso. Era verdad que, seguramente, otros hubiesen sido secuestrados o tomados como alguna especie de pago. Probablemente la niña por la cual ella había terminado ahí era también parte de todo aquello.

¿Cómo se lo iba a decir a la madre?

La sirena se mordisqueó el labio inferior, pensativa, dubitativa. Finalmente, inspiró aire y asintió brevemente.

Quiero conocer e investigar esto por mi cuenta, al menos durante un rato. — No le quedaba más remedio. Ella no sabía salir de aquel lugar. Aún así, tenía una decisión ya bastante clara. Sus ojos se entrecruzaron levemente con los del enorme e intimidante mink.

No creo que me pueda quedar aquí. Me están esperando. Y, aún así... Quiero ayudar de alguna manera. Quizás pueda hacerlo desde fuera.

¿Se estaba metiendo, quizás, en camisas de once varas? Probablemente, pero ver a todos eses niños hacía que el corazón se le encogiese sin remedio.

La mirada de la sirena se entrecruzó, entonces, con la del mink tigre, con seriedad y absoluta decisión. Tenía gente fuera que la estaba esperando. Además, si alguien se enteraba de la marca de su espalda, de a donde “pertenecía”, lo más probablemente era que los estuviese poniendo en peligro a la larga.

Y eso no podía permitirlo.

Tras un último vistazo, fue ella misma quien se alejó. Recorrería aquel lugar por su cuenta y haría las preguntas que ella considerase necesario.

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#20
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