Alguien dijo una vez...
Iro
Luego os escribo que ahora no os puedo escribir.
Tema cerrado 
[Aventura] [T2] Snowfall
Arthur Soriz
Gramps
[Imagen: SshvllK.png]

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1 de invierno
año 724

Es el primer día de invierno en Loguetown. Loguetown amanece con un aire especial, distinto al bullicio habitual. El equinoccio ha quedado atrás y aunque el frío comienza a colarse entre los callejones esto no ha apagado la calidez de las festividades que empiezan a llenar las calles. Los comerciantes han comenzado a colgar guirnaldas verdes y cintas rojas en las fachadas de sus tiendas. Algunas ventanas ya exhiben velas y figuras de madera tallada y un aroma dulce, una particular mezcla de castañas asadas y chocolate caliente, se extiende por las callejuelas.

El espíritu de Santa Klaus parece estar en todas partes. Sin embargo... hay un contraste evidente. La plaza principal, donde normalmente se levanta el árbol más grande de la ciudad, está vacía. Las decoraciones que debían haber adornado el corazón de Loguetown han desaparecido dejando tras de sí solo rumores y una creciente preocupación.

En la base de la Marina el ambiente también es diferente. Aunque algunos marines novatos intercambian comentarios sobre las fiestas o planean sus permisos para visitar a sus familias, otros se mueven con inquietud. Una serie de voces susurradas llena los pasillos mientras un mensaje urgente circula entre las oficinas. Es en este contexto que eres llamado a la oficina del Teniente Ford, un veterano conocido tanto por su sentido del deber como por su manera directa de abordar los problemas.

Cuando llegas Ford está de pie junto a su escritorio. Su figura esbelta y sus ojos, de un gris claro que refleja los años de servicio, te observan con seriedad. A su lado una caja abierta contiene algunas decoraciones festivas... cintas de seda, lazos rojos y una pequeña campana dorada que cuelga de una cuerda. Es un contraste extraño con el resto de la escena... casi como si la festividad hubiera intentado abrirse paso en medio de un problema mucho mayor.

Ares, pasa —dice con voz firme, señalándote una silla frente a él—. Tenemos una situación complicada y necesitaré que trabajes en esto con diligencia.

Ford continúa con sus manos detrás de su espalda, un gesto que subraya la gravedad de lo que está por decir.

Esta mañana me han venido a informar de algo un tanto... particular. Alguien robó todas las decoraciones que se iban a usar para la plaza principal. Árbol, luces, guirnaldas... todo. Anoche estaban guardadas en el almacén del ayuntamiento y esta mañana cuando los trabajadores fueron a instalarlas, no quedaba nada.

Hace una pausa, como si buscara medir sus palabras.

Y no es todo. Sabemos quiénes fueron. —al decir esto, se inclina un poco hacia adelante apoyando sus manos sobre la mesa. — Un grupo de jóvenes. Adolescentes... para ser precisos. Son chicos que, hasta hace un par de años eran los más entusiastas en estas festividades. Ayudaban a decorar, repartían dulces con disfraces de duendes de Santa Klaus, incluso organizaban cantar villancicos en las calles. Pero algo cambió. De un día para otro dejaron de participar en todo esto. Ahora parecen estar causando problemas y este... bueno, este robo, es lo más grave que han hecho hasta ahora.

Ford te observa en silencio por un momento evaluando tu reacción antes de continuar.

La gente de Loguetown pide que solucionemos este problema lo más rápido posible... no solo para recuperar las decoraciones, también para entender qué está pasando con estos chicos. No los culpo, Ares. Esto es más que un simple robo. Si logramos manejarlo bien, podríamos evitar que estos jóvenes se conviertan en un problema mayor en el futuro.

Con un gesto, Ford toma un papel del escritorio y lo coloca frente a ti. Está lleno de anotaciones apresuradas, una lista de nombres de comerciantes locales y posibles ubicaciones donde podrías comenzar tu búsqueda.

Habla con los comerciantes de la zona. Alguien debe haberlos visto. Es un grupo que no pasa desapercibido porque todos los conocen. Averigua dónde pueden estar y, si puedes, qué los motivó a hacer esto. Por ahora, no los trates como criminales, sino como jóvenes que necesitan ayuda. Claro... si se resisten o las cosas se complican confío en que sabrás actuar. Pero recuerda... estas festividades significan mucho para la gente de Loguetown, y este problema amenaza con apagar ese espíritu. No podemos permitirlo.

Ford se endereza, su expresión relajándose apenas.

Eso es todo, Ares. Haz lo que mejor sabes hacer.

Te deja libre para actuar pero el peso de la responsabilidad queda sobre tus hombros. Afuera las calles de Loguetown están vivas con el murmullo de los ciudadanos y el repique de las campanas lejanas. Aunque las decoraciones brillan en algunas zonas el vacío de la plaza principal es como una sombra que amenaza con empañar el inicio de las fiestas. Todo depende de ti y de lo que puedas descubrir sobre estos jóvenes y las razones detrás de sus acciones.

Teniente Ford

off
#1
Ares Brotoloigos
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Primer día de invierno. De invierno. Nunca creyó que podría hacer ese frío en una ciudad como Loguetown. Se lo esperaría de islas invernales, o incluso peor. Pero no le gustaba el frío como tal. Él estaba habituado al calor, a soportar unas determinadas altas temperaturas. Venía de Arabasta, de una zona desértica. Ese frío le erizaba las escamas y le ponía de peor humor. Si por él fuese, se quedaría todo el bendito día entrenando, calentando los músculos para espantar esa sensación de frío. Algunos otros reclutas parecían disfrutar con las festividades navideñas. Él no. O no del todo, al menos. En Arabasta no recordaba si eso se celebraba. Había sido niño, sí. Y un niño con ilusiones las cuales había perdido relativamente pronto debido a que su situación familiar nunca había sido la mejor. Había tenido que madurar demasiado pronto, por desgracia. Y no en las mejores condiciones.

En tales pensamientos estaba y, de hecho, rumbo al patio de entrenamiento justo cuando fue llamado por el Teniente Ford. Un suspiro desangelado brotó de entre las fauces de la criatura reptiliana, por lo que no le quedó más remedio que acudir presto a dicho lugar. Tras llamar un par de veces a la puerta del despacho, se adentró en el susodicho, cerrando detrás.

Teniente. — Saludó de manera formal. Mantuvo las manos tras la espalda, en una postura marcial y atenta. Su cola en reposo pero la mirada carmesí atenta.

Hubo unos momentos en los que se mantuvo escudriñando a ese hombre, sobre todo en aquellos ojos grises tan llamativos. A pesar de haber sido invitado a sentarse, el diablos no lo hizo. Permaneció en pie y atento a lo que se le tuviese que decir. Se esperaba la búsqueda de alguien que hubiese incumplido las leyes, patrullar o cualquier cosa de esas, pero... ¿Un ladrón de adornos navideños?

La expresión del diablos fue demasiado obvia, enarcando una de sus cejas escamadas.

¿Adornos navideños? — Vale, él no consideraba eso grave. Seguramente era una chiquillada como, posteriormente, le confirmó el teniente. El lagarto suspiró de manera breve, relajando ligeramente la postura, mas no rompiéndola como tal. — Entiendo la situación, teniente. Aunque me parezca que son chiquilladas, es verdad que si se les sigue permitiendo hacer eses pequeños hurtos a sus anchas, la situación termine escalando a futuro.

Como, por ejemplo, el hecho de terminar siendo unos delincuentes más peligrosos o piratas, incluso. Por desgracia, el aumento de la piratería continuaba en auge. Si tan solo la Marina tuviese la mano más dura. Pero por algo había que empezar, al menos.

Si han empezado con estas cosas de repente, es probable que haya alguien detrás. O, simplemente, estén descontentos con algo en particular. — Asintió, sopesando esas ideas. Aunque su expresión cambió casi radicalmente, a un fruncimiento breve de ceño cuando el teniente le entregó aquel papel con nombres escritos.

Claro, todo estaría bien si supiese leer. ¿De qué le iba a servir ahora esa cosa a él? Tendría que dedicarse a preguntar. O mejor aún, agarraría luego a un recluta para que le leyese los nombres y luego él los memorizaría. O ya lo haría con la gente de a pie también. En eses momentos, Jack le vendría de perlas para leerle el papelito en sí.

Me encargaré de meter a eses chicos en vereda, teniente. Y averiguar qué es lo que está pasando. — Tras eso, Ares se retiró del despacho (no sin antes agarrar a un pobre recluta por banda y pedirle que le leyese todo aquello en el papel) y, con aquella notita en la mano, se puso rumbo en dirección al corazón de Loguetown: sus calles y sus gentes.

¿Y cuál era el mejor lugar, en Loguetown, para recabar información de primera mano y de manera rápida? La taberna y la plaza mercante.

Hasta allí se dirigió nuestro marine lagarto, papelito en el bolsillo. Había algunas luces navideñas colgadas, pero la mayoría de los sitios y las calles estaban desangeladas por, precisamente, esa falta de adornos que los adolescentes habían robado. Una vez llegó, contempló la zona del mercado con aire crítico. Se dirigió, entonces, hacia uno de los comerciantes que, recordaba, el recluta le había leído.

Buenas, ¿cómo va la venta? — Se interesó solamente por empezar una conversación y para ver cómo reaccionaba el hombre. — Estoy investigando el tema de los hurtos navideños, ¿puedes decirme algo al respecto?

Directo al grano.
#2
Arthur Soriz
Gramps
Ford permanecía de pie, su figura rígida y formal proyectando autoridad. Se notaba que te daba la razón sin duda alguna porque hasta él consideraba que cosas como la navidad y decoraciones eran algo innecesario, o al menos excesivamente infantil como para prestarles tanta importancia; pero también sabía la importancia que era la percepción de la gente con la Marina. Observándote directamente a los ojos comenzó a hablar.

Esto es sin duda una chiquillada, sí —dijo con voz firme, aunque había un dejo de fastidio en su tono—. Pero no podemos darnos el lujo de ignorarlo.

Soltó un largo suspiro, notándose lo agobiado que se sentía de tener que enviar a un Marine a solucionar algo de lo que perfectamente podrían encargarse los mismos isleños.

El descontento en Loguetown es palpable. La gente ya tiene poca confianza en la Marina. Si no hacemos algo tan básico como responder a este problema no solo alimentaremos su escepticismo sino que daremos la impresión de que no estamos aquí para proteger sus intereses.

Ford hizo una pausa, inclinándose levemente hacia adelante. Su mirada buscaba que comprendieras el peso de sus palabras.

Puede parecer insignificante, pero lo pequeño también tiene su importancia. Hoy son unos adornos robados, mañana... quién sabe. La percepción importa y si queremos evitar que empeore debemos actuar rápido.

Con esas palabras te indicó que podías retirarte regresando a su escritorio y sentándose a leer el sin fin de informes que le habían llegado recientemente. No se le veía como alguien que fuera capaz de relajarse incluso en una temporada festiva como esta.

El viento invernal te recibe al salir del edificio. Era un frío que se clavaba en las escamas... mucho más intenso de lo que podrías haber esperado de una isla como Loguetown. El bullicio de la ciudad persistía aunque había algo extraño en el ambiente. Las primeras decoraciones navideñas colgaban de algunas ventanas y farolas pero las áreas principales, como la plaza del mercado, carecían de la habitual festividad.

A medida que caminas hacia la plaza, notas cómo la ausencia de adornos pesa más de lo que habrías esperado. Los rostros de los transeúntes reflejan el descontento... sus murmullos contienen un tono de frustración. No era difícil imaginar cómo algo tan aparentemente trivial podía afectar el ánimo colectivo. El mercado es el primer lugar donde decides buscar respuestas. Entre los puestos de madera y las lonas gastadas el aire está cargado con el olor de especias, pescado fresco y pan recién horneado. Te acercas a un comerciante robusto, un hombre con delantal de cuero que organiza sus frutas con manos callosas. Ante tus preguntas se detiene, mirándote con una mezcla de desconfianza y resignación.

¿La venta? Mala... como siempre en invierno. Y peor ahora con toda esta tontería de los adornos. —se detuvo, examinándote con la mirada como si evaluara cuánto confiar en ti— Ah, sí, los hurtos —responde mientras acomoda unas manzanas. Su voz es grave, pero no hostil—. Fueron esos chicos. Han empezado a rondar cerca de los callejones por el taller de sastrería, y también por el almacén abandonado.

Hace una pausa, limpiándose las manos en el delantal.

Antes eran buenos, ¿sabes? Siempre entusiasmados con las fiestas, ayudando a sus familias a decorar. Pero ahora… parece que todo les molesta. Dicen cosas raras, como que las fiestas no tienen sentido. —con el ceño fruncido, termina de acomodar las frutas que andaba poniendo antes de que hicieras acto de presencia, y con una última mirada de reojo, te da una última pista. — Puedes ir a preguntarle a la señora Crabpot, trabaja en una juguetería al final de esa calle —comenta señalando en una dirección específica—. Esos chicos iban todos los años a esa tienda, así que tu mejor opción será preguntarle a ella.

Sin mucho más que decir, el hombre siguió haciendo sus cosas. Mientras que tú ahora tenías un poco más de información... por un lado podías ir a investigar esos lugares en los que han empezado a rondar estos chicos... y por otro podrías ir a hablar con la señora Crabpot y tal vez averiguar un poco más al respecto de estos muchachos.
#3
Ares Brotoloigos
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Con ojo algo crítico, los ojos de Ares parecieron distraerse en la fruta que el hombre tenía expuesta a la venta. Efectivamente, las ventas en invierno, sobre todo de frutas, solía caer debido al clima. Pues la gente solía preferir comidas que le calentasen el cuerpo. Sin decir mucho más, tomó una de las manzanas expuestas, la observó con seriedad, y le dió un mordisco tranquila. Al mismo tiempo, le lanzó un par de monedas al hombre. El doble de lo que valía la manzana en sí. Luego de eso, Ares le miró con una expresión de seriedad. Vamos, la que cargaba siempre.

Eso me han comentado también. Que antaño no hacían este tipo de cosas. — Fue lo que mencionó al hombre, mientras permanecía pensativo. — Es verdad que la adolescencia es una época complicada y algunos críos suelen cambiar. Pero de eso a hacerse pequeños delincuentes así de la nada... — Ares cabeceó de manera suave, a modo de agradecimiento. — Iré a hablar con la señora da la juguetería. Te agradezco la colaboración.

Fue lo que mencionó al comerciante antes de despedirse y desearle una buena venta. Tras echar un vistazo breve, los pasos de Ares lo llevaron, efectivamente, hacia el callejón donde se encontraba la juguetería mencionada.

Aún así, durante el trayecto iba elucubrando ya varios planes. O ideas, más bien. Habría podido ir hacia las zonas que los chicos parecían rondar, según palabras del mercader. Pero un poco más de información no vendría mal antes de ir directamente a por ellos. Además, tanto la zona del taller de sastrería como del almacén abandonado no se iban a mover de sitio.

Ares abrió la puerta de la juguetería, haciendo que la campanita anunciase la entrada de un nuevo cliente. O marine, en este caso. Con paso seguro, se adentró hasta llegar al mostrador. Contempló un poco el interior, esperando a que le atendiesen.

En cuanto lo hiciese, saludaría a la señora Crabpot y le comentaría las mismas dudas que le había dicho al mercader de la plaza.
#4
Arthur Soriz
Gramps
El suave tintineo de la campanilla sobre la puerta de la juguetería resonó en el cálido interior un marcado contraste con el frío exterior... era el primer día de invierno y ya se notaba que los primeros copos de nieve empezaban a caer del cielo gris. El local olía a madera vieja y un sutil toque de lavanda, probablemente un esfuerzo por mantener un ambiente acogedor.. La señora Crabpot, una mujer entrada en años con el cabello blanco recogido en un moño sencillo levantó la vista desde unas muñecas de trapo que estaba reparando detrás del mostrador.

Con una sonrisa amable aunque algo cansada se dirigió hacia ti... limpiándose las manos en el delantal. Su mirada se posó brevemente en la insignia de la Marina antes de enfocarse en tu rostro, buscando con cierto interés qué motivo te había llevado a su tienda. A medida que escuchaba tus preguntas sus ojos parecieron oscurecerse por un momento. Su sonrisa se desvaneció, dejando al descubierto las líneas de preocupación que surcaban su rostro.

Ah, los adornos... Sí, fueron esos chicos sin duda —respondió con un suspiro profundo, su voz teñida de melancolía—. Hace unos años ellos mismos venían aquí con tanto entusiasmo. Pero ahora...

Se interrumpió, mirando hacia la ventana con una expresión pensativa.

Es triste lo que les ha pasado. Escuché que alguien les dijo que todo esto de las fiestas era una tontería, que Santa Klaus no existía y que la Navidad era solo una excusa para gastar dinero. Pobrecitos... parecían tan afectados después de eso.

La mujer negó con la cabeza, un gesto lento que hablaba de años de experiencia lidiando con personas y sus problemas. Pero por sobre todas las cosas se notaba la tristeza que le daba el que les hayan arrebatado su inocencia, esa dulce diversión infantil de creer en algo... ser buenos chicos con tal de recibir regalos aunque fuera unos años más...

Desde entonces, esos niños parecen haber perdido toda la ilusión. No los culpo completamente. Es duro ver cómo algo que te hacía feliz se desvanece de un plumazo. Pero tampoco es excusa para lo que están haciendo.

Por un instante sus ojos se posaron en ti como buscando una respuesta o quizás una promesa de que harías algo para devolver el equilibrio a la situación.

Dicen cosas como que si ellos no pueden disfrutar de las fiestas... nadie debería. Eso no está bien. La Navidad no debería ser una fuente de tristeza para nadie y mucho menos para unos niños.

Te dejó con esas palabras mientras volvía a su lugar detrás del mostrador. El ambiente de la tienda se sentía pesado, cargado de esa mezcla de nostalgia y resignación que parece envolver a los lugares donde la magia se ha desvanecido aunque sea un poco.

Las palabras de la señora Crabpot resonaban en tu mente. Las piezas comenzaban a encajar, aunque todavía había mucho por descubrir. Si esos adolescentes actuaban movidos por el enojo y la desilusión, la solución quizás requeriría algo más que una reprimenda o castigo.

Con toda esa información en mente, lo único que restaba era encontrar a aquellos chicos y averiguar qué hicieron con las decoraciones robadas. El taller de sastrería y el almacén abandonado eran las áreas mencionadas como posibles puntos de reunión de los chicos. El frío invernal hacía que las calles estuvieran más desiertas de lo habitual, lo que facilitaba identificar a cualquiera que pareciera fuera de lugar.

Las pistas eran claras... estos jóvenes no solo buscaban robar. Había una intención más profunda detrás de sus acciones... un intento de imponer su descontento sobre la comunidad. El reto ahora era encontrar la forma de abordar esta situación sin alienarlos aún más pero también asegurando que Loguetown pudiera recuperar la alegría que parecía haberse perdido con los adornos.

¿Qué harás, Ares?
#5
Ares Brotoloigos
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El aroma suave a lavanda del interior del local le hizo arrugar ligeramente el morro reptiliano. Tenía un buen olfato, y para Ares ese aroma era de lo más dulzón y desagradable. Para gustos, colores, obviamente. Aún así, pronto tomó una expresión más neutral al respecto mientras era recibido por la señora Crabpot, a la cual contempó con algo de intensidad. O curiosidad, probablemente. Era una mujer mayor, ya entrada en años y con el canoso pelo recogido en un moño. Seguramente hubiese trabajado en ese lugar durante toda su vida. Un oficio digno, todo sea dicho.

A veces la gente cambia, es inevitable... — Murmuró, mientras escuchaba como la señora se lamentaba con el cambio que, efectivamente, habian dado aquellos adolescentes. — Aunque todavía son muy jóvenes y, seguramente, influenciables.

Y, efectivamente, la mujer continuó, relatándole que alguien les había dicho que Santa Klaus no existía y todo eso. Ares tampoco creía ya en todo eso. Incluso de niño había tenido sus dudas, aunque había escuchado hablar del barbudo vestido de rojo. Pero su situación familiar siempre había sido tan mala (terrible en realidad) que nunca había tenido tiempo de pensar en nada de ello. Ni de tener ilusión al respecto. Había estado demasiado ocupado intentando sobrevivir como para pensar en ilusiones infantiles. Era triste, pero la vida era todavía más dura.

En silencio, el diablos continuó escuchando, mientras su mirada parecía distraerse mientras viajaba por el resto de la juguetería o, al menos, de la parte delantera en la que se encontraba. Pero no era tan así. Estaba completamente atento a la información que la mujer le estaba dando.

Suena a como si alguien les haya comido la cabeza de alguna manera. Ojalá me equivoque y la cosa no sea tan grave... — Mencionó, pensando en voz alta, aunque en realidad iba también para la señora Crabpot. — Iré a investigar. Me han dicho por donde suelen andar.

Al decir esto último, Ares sí miró ahora más directamente a la anciana mujer, quizás con una expresión no tan severa, dentro de lo que era él.

Si los muchachos se pasan por aquí o sabe algo más, hágamelo saber. — Le dejó una tarjeta con su número de Den Den Mushi. No era propio, era más bien un caracolófono de trabajo. Por fortuna, la tarjetita se la habían hecho.

Tras despedirse de la mujer, Ares se encontró de nuevo en la calle. Ya no valía la pena preguntar mucho más. O, más bien, lo haría. Pero directamente a los críos en cuestión. Se pasaría, primeramente, por la zona del taller de sastrería.

Sus pasos, entonces, le fueron llevando hasta allí, callejeando con soltura entre las zonas menos transitadas para llegar cuanto antes.
#6
Arthur Soriz
Gramps
El camino hacia el antiguo taller no duró demasiado, como mucho habrán pasado unos quince a veinte minutos antes de que lo divisaras no muy a lo lejos. Desde esa posición pudiste divisar a tres figuras jóvenes agrupadas en el costado del edificio. No aparentaban tener más de trece o catorce años.

Sus rostros reflejaban enojo pero una mirada más atenta revelaba algo más profundo... frustración y quizá una tristeza que intentaban ocultar entre gestos exagerados de rebeldía. A su lado una caja grande y abierta contenía más decoraciones navideñas. No eran muchas, lo que indicaba que el grueso del botín debía encontrarse en otro lugar. Parecían tan absortos en su tarea destructiva que no notaron tu presencia. Sus movimientos eran casi mecánicos... como si intentaran ahogar un grito que no podían o no querían dejar salir.

Fue entonces cuando sus voces comenzaron a llenar el aire, fragmentadas entre los estallidos de vidrio y el eco de sus propias frustraciones.

¡Odio la Navidad! —gruñó uno de ellos, un chico de cabello corto y desordenado que parecía liderar al grupo. — Todo eso de las luces, los regalos y esa estúpida magia... ¡es mentira!

Otro de ellos, un muchacho más delgado con una bufanda roja raída levantó una figura de Santa Klaus antes de arrojarla con fuerza. — ¡Sí! ¿Qué tiene de mágico que a nosotros siempre nos toque lo peor? ¡Es una mentira! ¡Siempre lo fue!

La tercera del grupo... una chica de cabello oscuro y mirada intensa, dejó caer un adorno entre sus manos sin lanzarlo todavía. Su voz era más baja pero no menos cargada de resentimiento. — Todo culpa de ese maldito lagarto blanco... Él tenía razón. Todo esto es una excusa para que la gente gaste dinero y nosotros sigamos igual de olvidados.

El líder asintió con un gesto furioso mientras agarraba otro chirimbolo de la caja. — ¡Claro que tenía razón! Si nosotros no podemos disfrutar de esto, ¡nadie debería!

Las palabras flotaron en el aire helado resonando en tu mente con un eco incómodo. No era común que alguien hiciera referencia a un ser similar a ti, al menos no en este lugar. Y si esa figura había influido en estos chicos... podría tratarse de alguien de tu misma raza. El líder lanzó un último adorno con una fuerza que parecía agotarle por completo.

¡No necesitamos la Navidad ni su estúpida magia! ¡Todo es falso!

El vidrio estalló contra la pared pero el sonido de sus palabras seguía siendo más fuerte. Ahora además de su frustración también estaba tu propia curiosidad sobre quién podría haberles metido esas ideas en la cabeza. ¿Quién era ese "lagarto blanco"? ¿Qué les había dicho exactamente?

Los chicos aún no se percataban de tu presencia, y seguían discutiendo entre ellos mientras revisaban la caja posiblemente buscando más objetos para destrozar. La escena no solo hablaba de su enojo... también reflejaba una herida más profunda, algo que parecía ir más allá de simples decoraciones. Les habían arrebatado algo tan lindo como su inocencia, el poder creer en algo... tener que ser obligados a aceptar que Santa Klaus no existía, que eran los padres ... vamos, a saber lo que les habrán dicho exactamente para ponerlos así.

¿Intervendrías ahora... deteniéndolos e interrogándolos sobre lo que sabían? ¿O esperarías un poco más dejando que siguieran hablando para obtener más información sobre este misterioso "lagarto blanco" si es que volvían a mencionarlo? Tal vez incluso podrías intentar acercarte de una forma menos amenazante... apelando a su frustración para conectarte con ellos y descubrir la verdad detrás de sus acciones.
#7
Ares Brotoloigos
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Al final no había sido muy complicado localizarles. Según había llegado a la zona en concreto, pudo atisbar a un trio de adolescentes. No eran muy mayores, así que supuso que serían los que estaban causando problemas. Ares se detuvo a una distancia prudencial para no ser visto y, al mismo tiempo, poder escuchar con aparente tranquilidad. Por supuesto, tal y como los dos comerciantes habían dicho, los críos parecían estar frustrados con el tema navideño. A saber lo que les habrían dicho. Y, a decir verdad, a Ares no le importaba demasiado. Pero estaban causando revuelo entre los ciudadanos de Loguetown y eso no era algo que pudiesen permitirse. No por un puñado de críos. Ya tenían edad para crecer, desde su punto de vista.

Lo que sí llamó su atención fue la mención de un “lagarto blanco”. Por inercia, Ares enarcó una de sus cejas escamadas, donde yacían un par de aretes a modo de piercings. ¿Cómo que lagarto blanco? Que él supiese, él no conocía a eses críos ni se había parado a hablar antes con ellos, ni mucho menos. Arrugó el morro reptiliano y se cruzó levemente de brazos, todavía apoyado contra la pared en la que se encontraba, mientras escuchaba la convesración entre los adolescentes.

Algunos adornos navideños fueron estallados contra el suelo y, finalmente, el marine soltó un suspiro. Si seguían así, se iban a cargar todo ese material. Y tenía que devolverlo. No pareciese que fuese todo lo que habían robado. Probablemente el resto estaría en el almacén mencionado. Pero primero tenía que ocuparse de eses tres. En silencio, abandonó su cómodo lugar y se encaminó hacia donde los muchachos estaban. El movimiento de su cola era suave, acompasado a cada paso que daba. Su presencia, imponente, no parecía relajarse, aún estando en presencia de tres meros adolescentes.

No se os escucha muy contentos. — Su voz salió entonces, deteniéndose a poca distancia de donde estaban. Y, estratégicamente, cortándoles cualquier tipo de salida por la zona en la que él había venido.

Tampoco era imbécil.

¿Se puede saber qué os han hecho o dicho para que querráis arruinarle la Navidad a toda la ciudad? — Parecía sonar severo, pero a su manera estaba intentando empatizar con ellos.

O, al menos, tratando de entender.
#8
Arthur Soriz
Gramps
Los chicos al principio se quedan en silencio cuando haces acto de presencia, observando tu figura con desdén... aunque no fuera dirigida hacia ti exactamente y eso lo sabías bien luego de lo que les escuchaste decir. El chico de la bufanda roja, al notar que eras claramente un "lagarto blanco", no duda ni un segundo y su rostro se contorsiona en una mezcla de desprecio y rabia, con los ojos encharcados en lágrimas de frustración mientras te mira fijo a los ojos.

¡Maldito! — grita el chico de la bufanda, pero lo que sale de su boca es pura rabia. — ¡Esto es por tu culpa! ¡¿Por qué nos dijiste que Santa Klaus son los papás?! ¡Que todo es mentira, y que la magia no existe!

En su frustración y tristeza te lanza uno de los chirimbolos. El vidrio estalla sobre tu piel pero no sientes nada. Sus palabras resuenan en tu mente. Parecen convencidos de que eres el responsable de todo lo que les está pasando, pero tú sabes la verdad. No eres el mismo. No eres ese monstruo al que estos chicos parecen haber dado tanto poder sobre sus vidas tan solo con darle la oportunidad de hablar.

La chica, con el cabello oscuro y la mirada intensa también lanza un adorno. Pero algo en ella cambia... como si una chispa de duda la atravesara. Se detiene en seco mirando hacia ti, luego a sus amigos, luego nuevamente hacia ti. Algo no encajaba. La inquietud se apodera de su rostro.

¡Deténganse! — grita de repente con algo de pánico en la voz... tocando al chico de la bufanda con la mano temblorosa. — ¡Este no es el mismo! ¡No es el mismo!

El chico de la bufanda confundido se detiene momentáneamente, pero el líder no parece entender.

¿Qué dices? — le pregunta el líder, su voz cortante, pero hay algo de inseguridad detrás. — ¡Míralo, es el mismo lagarto blanco!

Ella te mira fijo escudriñando cada detalle... buscando algo en tu mirada, algo que no estaba en el otro, ese que les había hablado antes. Al fin, encuentra la respuesta que estaba buscando. Sus ojos se abren como platos, y con voz más baja habla de nuevo.

El otro llevaba una capa negra… y le seguía una mariposa dorada. Este no es él. No es el mismo.

El líder se te queda mirando con una intensidad que te hace sentir como si estuvieras bajo un microscopio. Sus ojos son pequeños pero ardientes, llenos de resentimiento, pero también de una profunda tristeza. La rabia ya no es tan fuerte como antes... ahora lo que prevalece es el dolor, el sufrimiento que les ha invadido, como si todo lo que los rodeara se hubiera desmoronado en un solo instante.

¿Qué mierda quieres, eh? — el líder te lanza la pregunta con un tono de voz que no tiene la misma fuerza que antes. Es más quebrado, más lleno de dudas. — ¿Vas a jodernos también, como el otro? — las palabras brotan como si no pudiera evitarlo pero al mismo tiempo se le quiebran en la garganta.

El chico de la bufanda todavía con el brillo de la furia en los ojos mira a su líder, pero ahora no hay tanto convencimiento en su postura. Como si algo en su interior también comenzara a ceder.

Dejen de molestarnos... — la chica de cabello oscuro susurra, casi al borde de las lágrimas pero el líder no parece escuchar. Él se agacha, toma otro adorno del suelo y sin pensarlo lo lanza hacia ti. Pero es solo una acción sin fuerza, como si todo el coraje que tenía se hubiera agotado. Los chicos se quedan en silencio, expectantes, mirando al líder.

Él, con las lágrimas que se asoman en sus ojos, habla nuevamente.

¿Qué más quieren de nosotros? — su voz se quiebra un poco, pero rápidamente la recobra. — ¡Déjanos en paz! Solo nos llevamos esta caja. Pero… todo el mundo nos culpa de lo demás. Todo el mundo dice que nos llevamos todas las decoraciones, pero no fuimos nosotros. Todo lo que queríamos era entender por qué todo el mundo se sigue aferrando a esta puta mentira. — la última palabra sale entre dientes, y se queda mirando al suelo evitando tu mirada... pero no puede ocultar el dolor detrás de la rabia.

De repente uno de los chicos, el de la bufanda roja, habla con un tono bajo.

El resto de las decoraciones están en el almacén abandonado... donde siempre estuvieron guardadas desde el año pasado. — su voz tiembla, y un vistazo furtivo al líder muestra que sus ojos están llenos de miedo. — Está... está todo allí, para hacer espacio para la gema 'Corazón de Aurora'.

El líder da un coscorrón al chico, molesto, y le grita.

¡Cállate! ¿Qué te pasa? ¿Acaso quieres que este tipo nos haga algo?

Pero lo que no pueden esconder son las lágrimas que luchan por escapar. Las lágrimas de unos niños que han perdido algo mucho más valioso que decoraciones. Han perdido su ilusión. La magia de creer en algo que les dio sentido a sus vidas durante toda su infancia. El líder finalmente te mira de nuevo, sus ojos desbordados de dolor, como si estuvieran al borde de quebrarse. La rabia se ha ido y lo que queda es la angustia de una infancia que se ha desvanecido demasiado rápido.

¿Ahora qué, eh? ¿Qué más quieres de nosotros? — su voz se rompe al hablarte. Tu trabajo parecía estar hecho ... pero en tu mente sigue estando la incertidumbre, un lagarto blanco les había roto la ilusión y en un principio incluso te confundieron con él. La presencia de una mariposa dorada que lo acompañaba te podría sonar sumamente familiar... como si hubieras visto esto meses atrás.

Ya tienes lo que viniste a buscar... ahora bien, tienes la chance de darles su merecido, o dejarlos sollozar en paz y volver al centro de Loguetown para informarle a los encargados de las decoraciones lo estúpidos que fueron al olvidar ese tan importante detalle de dónde dejaron las decoraciones de ese año.
#9
Ares Brotoloigos
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La primera respuesta que Ares recibió de aquel grupo de adolescentes fue un perfecto lanzamiento de uno de los delicados adornos navideños contra él. Pero ni tan siquiera se movió del sitio o hizo ademán alguno de sujetarlo. De inmediato, el pobre adorno estalló en pedazos en cuanto chocó contra sus escamas y su ropa. Ares frunció levemente el ceño, pero no se volvió contra ellos de manera violenta. Podía entenderles en cierto sentido. El que estuviesen enfadados y frustrados con la vida. ¿Cuántas veces había estado él cuando tenía la edad de eses mocosos? Muchas, demasiadas veces como para contar con los dedos de la mano. Pero no se podía estar así eternamente.

Yo no os conozco de nada. — Aseveró cuando comenzaron a culparle de decirles no sé que cosa. ¡Pero si era la primera vez que veía a ese trío de mocosos! Por suerte, había alguien en ese grupo que sí parecía pararse a pensar.

La chica dijo que no era el mismo. ¿Cómo que no era el mismo? Entre eso y lo anterior que había escuchado, de otro lagarto blanco, provocó que Ares diese un par de pasos hacia ellos. Fijó su mirada en la moza, que parecía un poco más espabilada e inteligente que los otros dos. Podía sentir también su frustración, aún así.

No vengo a joderos, vengo a intentar arreglar las cosas. — Se cruzó, finalmente, de brazos.

Comparado a los adolescentes, Ares podía pisotearlos si le venía en gana, en cuanto a altura y complexión física. Pero había algo más ahí en juego que simples adornos navideños.

Vamos por partes. Yo tampoco soy creyente de la Navidad, pero hay gente que le da esperanza. Ilusión. Eso mismo que os quitaron a vosotros. Ahora ya sois mayores, ya entendéis como va el mundo adulto, por desgracia. — No estaba siendo delicado, estaba siendo empático en el sentido de abrirles los ojos a la realidad. — Pero no tenéis que ser como ellos. ¿Tenéis hermanos pequeños? ¿Familiares menores que vosotros? Si no, da igual. ¿Queréis ser como esas personas que os jodieron a vosotros? No me tenéis pinta de ello.

En realidad le tenían pinta de polluelos asustados, pero no podía culparles.

He hablado con dos personas que os conocen. Una es la dueña de la juguetería y la tenéis harto preocupada. — Era más o menos así. — Entonces, hagamos un trato. Devolveréis esa caja a donde pertenece, pediréis disculpas y no volveréis a meteros en líos. Y yo me encargo del resto.

Miró a todos y cada uno de los adolescentes.

Encontraré el resto de adornos, serán devueltos a sus dueños y encontraré al verdadero responsable. — Y... hablando precisamente de eso... — Necesito ayuda con él. ¿Decís que es como yo? ¿Otro lagarto blanco?

No estaba seguro de si era algo habitual o no. Pero por como la gente se le quedaba mirando a él, precisamente, en varias ocasiones, intuía que no era lo normal.

Uno de los críos pareció amedrentarse y dudar y soltó la mitad de la sopa. La mirada rojiza de Ares se posó de inmediato en él.

¿Qué es la gema “Corazón de Aurora”? ¿Y de qué tipo habláis exactamente? ¿Dónde puedo encontrarlo? — El hecho de la mención de la mariposa dorada atrajo irremediablemente su atención.
#10
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