¿Sabías que…?
... un concepto de isla Yotsuba está inspirado en los juegos de Pokemon de tercera generación.
Tema cerrado 
[Común] En busca de un navegante (Privado con Galhard)
Horus
El Sol
25 de Otoño, Mediodía
Escuela Náutica de Conomi

Me encontraba sentado sobre un pequeño muro en las inmediaciones de la famosa escuela náutica de la isla Cocoyashi, una institución que al parecer gozaba de renombre en todo el East Blue. De hecho, había venido a esta isla atraído por los rumores y las buenas palabras que escuché sobre esta escuela en múltiples lugares del mar del Este mientras buscaba a un buen navegante. Mis viajes estaban siendo demasiado accidentados y un poco aleatorios; era conveniente encontrar algún compañero navegante que quisiera acompañarme en busca de lo desconocido, especialmente al enfrentar mis próximas aventuras. Y cuanto más preguntaba por cualquier rincón de esa región del mar, más eran los dedos que apuntaban hacia esta institución.

No era tan irrespetuoso como para irrumpir dentro del edificio y molestar en las lecciones, conferencias o en la biblioteca náutica del lugar. Al fin y al cabo, allí acudían muchos estudiantes en busca de aprender, pero también navegantes ya graduados o experimentados que daban charlas sobre diversos fenómenos marinos y climáticos. Algunos usaban las instalaciones y la biblioteca para sus investigaciones o tesis; el lugar contaba, además, con grandes instalaciones y equipamientos para cartógrafos que se dedicaban a traducir mapas antiguos con medios más modernos. Todo esto lo indicaban los folletos que repartían en la entrada y que leía de vez en cuando mientras aguardaba.

Permanecía sobre el pequeño muro con un saco de mandarinas a mi lado, no muy grande, del cual ya había consumido un par, que me regaló el buen agricultor al que ayudé ayer en la cosecha a cambio de unas pocas monedas que me serían muy útiles. Necesitaba una mano urgente porque, según su instinto, hoy iba a nevar y le sería más complicado cosechar las mandarinas, de las últimas cosechas antes del invierno. Pero eso no era muy relevante en estos momentos. Tenía que centrarme en buscar un camarada navegante, lo cual era más complicado de lo que me esperaba.

Ya había intentado hablar con varias personas, cerca de una docena. Algunos estaban por entrar al lugar y otros salían de él. Todos me daban largas, me ignoraban o me decían que no tenían tiempo antes de que pudiera hablarles. Esta, tal vez, era la mejor escuela de navegación de este mar, pero sin duda educación y buenos modales no eran materias que se enseñaran allí. No es que me molestara, puesto que comprendía que todos podíamos tener nuestros contratiempos y preocupaciones; además, todavía no había hablado con tanta gente. Aún no era la hora punta de finalizar las clases para el descanso de la comida, cuando saldría el grueso de los alumnos, aunque prefería encontrar a alguien más experimentado.

Y de repente, mientras pelaba una mandarina aguardando la aparición de alguien más, un copo de nieve se posó sobre la fruta, lo cual me hizo alzar la mirada hacia el cielo contemplando cómo comenzaban a caer unos pocos y suaves copos de nieve. No eran muy abundantes y la ausencia de viento hacía que cayeran despacio y calmados como algodón. El granjero tenía razón, había llegado la primera nevada de la temporada, aunque la tierra aún era demasiado cálida como para que la nieve no se derritiera nada más tocarla. Sin embargo, en las alturas, donde estaban las nubes, ya hacía el frío suficiente como para que la nieve cayera, pero en tierra aún faltaba un poco para que el frío pudiera preservar la nieve y permitir que se acumulase.

Aunque esto era malo para mí, si empezaba a nevar, aunque la nieve no cuajara, me complicaría la búsqueda de alguien, porque la gente se distraería con la nieve o la usaría como pretexto para ignorarme aún más rápidamente que antes. Y no les culpo; incluso yo me quedaba algo fascinado por la nieve, aunque es normal en mi caso: en mi hogar no nevaba nunca, así que cuando la vi por primera vez me quedé muy embobado, y aún me pasa un poco.

Pero entonces noté la presencia de alguien saliendo del edificio. Era un joven algo apuesto, de cabellos largos y castaños recogidos en una coleta. La verdad es que sin duda tenía un buen cabello; su físico también se veía entrenado, claramente se notaba que no era un simple estudiante, ya había tenido experiencias con el mar. Y con el fin de evitar un rechazo casual ahora que competía con la cautivadora nieve, me dejé caer del pequeño muro y me acerqué al hombre sin más.

— Oye, disculpa que te moleste, ¿eres navegante por casualidad? — le pregunté sin más.

Aún cargaba con una mandarina pelada, a la que apenas le faltaban un par de gajos en mi mano diestra, y había tomado con la zurda el saco de mandarinas que me habían dado de regalo.

— Si no vas mal de tiempo, me gustaría charlar, ¿te apetece una mandarina? — proseguí.

Con un rostro amable y una sonrisa radiante, le levanté el saco con mandarinas, haciéndole el ofrecimiento amable para ver si podíamos dar paso a una conversación. En el mejor de los casos, sería un navegante dispuesto a viajar conmigo; en el segundo mejor, no podría acompañarme pero conocería a alguien que podría recomendarme. En el peor de los casos, le molestaría y se iría, pero yo siempre apuesto por lo positivo.
#1
Galhard
Gal
Galhard dejó que el dulce sabor de la mandarina se asentara en su paladar mientras observaba al joven con una mezcla de curiosidad y relajación. Había algo en la forma en que aquel chico se movía, algo en su energía, que delataba cierta búsqueda de propósito. Galhard dio una última mirada al saco de mandarinas antes de señalar el muro cercano con un gesto amistoso.

— Oi Venga, siéntate. El frío es más llevadero cuando tienes algo que masticar y alguien con quien hablar, ¿no? —le invitó mientras daba unas ligeras palmadas al espacio libre junto a él.

El joven aceptó y se acomodó, mirando al marinero con cierto respeto mezclado con timidez. Galhard no tardó en retomar la conversación, dejando que el viento frío y los copos de nieve jugaran con su coleta castaña.

— Por cómo miras esa escuela, me atrevería a decir que no estás aquí por casualidad. ¿Quieres aprender a ser navegante? —Galhard arqueó una ceja, sonriendo con complicidad—. Mira, entiendo lo que es querer más de lo que el mar ya te da. Yo también estuve en ese lugar alguna vez.

Se inclinó hacia adelante, apoyando los codos en sus rodillas mientras dejaba que su mirada vagara un momento hacia el horizonte nevado.

— Te diré algo. En la Marina, me encargo de navegar y manejar el timón. No es un trabajo que cualquiera pueda hacer, y tampoco te voy a mentir: hay días en que las tormentas o las corrientes parecen querer tragarte. Pero si tienes la pasión y la cabeza bien puesta, navegar no es solo llevar un barco de un lugar a otro. Es conocer el mar como si fuera tu compañero de toda la vida.—

Volvió a mirar al joven, notando en su rostro una mezcla de fascinación y nerviosismo. Galhard tomó otro gajo de mandarina y se lo ofreció al chico antes de continuar.

— Así que dime, ¿qué te trae aquí? ¿Es por aprender de las corrientes, las cartas náuticas y las estrellas? ¿O hay algo más? Porque te aseguro que navegar no solo te lleva a otros lugares; también te lleva a conocerte a ti mismo. —Dejó escapar una risa corta, casi musical — Y si resulta que tienes dudas, bueno, puede que pueda enseñarte un par de cosas mientras estamos aquí. Aunque sea, para que te lleves algo útil de esta charla.—

Galhard tomó un trozo de cuerda que siempre llevaba consigo, comenzó a hacer nudos con la destreza que daba la práctica constante y se la pasó al joven.

— Aquí, prueba. Saber hacer nudos fuertes es casi tan importante como leer un mapa. Y si resulta que necesitas más que eso, quién sabe... tal vez podamos cruzar rutas en el futuro.—
#2
Horus
El Sol
Simplemente me senté junto al sujeto de cabellos castaños que aceptó de buen grado la mandarina que le ofrecí. Dejé la bolsa con los frutos abierta entre los dos para que pudiera tomar lo que gustase de ella según le apeteciera. Al fin y al cabo, como decía, era una mejor experiencia comer en compañía. Y la verdad es que comer mandarinas contemplando la nieve caer tenía un cierto encanto melancólico que marcaba el final del otoño para dar paso al helador invierno. Era un recordatorio de que el paso de las estaciones está muy presente y marcado en la naturaleza y el ciclo de los frutos, logrando que asociemos ciertas cosas a una época determinada.

— No es eso, no creo tener talento para la navegación. Ya he leído múltiples veces libros sobre el clima y la navegación, pero carezco de la intuición para anticipar el clima con las pequeñas pistas que este va dejando, y se me da mal leer las corrientes marinas — le diría de una forma sincera.

Era la verdad; el camino que me trajo hasta esta isla no fue nada fácil, y eso que nos encontramos en un mar relativamente tranquilo, cuya navegación se supone que es más sencilla que en lugares como la Grand Line. Pero el viajar sin un navegante me hizo notar más que nunca lo importante que es su presencia y figura en cualquier embarcación que se precie. Viajar sin un oficial de derrota es como intentar andar por un bosque con los ojos vendados, una auténtica locura que está destinada a, quizás, no una muerte segura, pero a llegar a un destino inesperado con múltiples moratones, seguro.

Escucharía las palabras del que ahora sabía que era un joven Marine, pero experimentado en el campo de la navegación. Con sus palabras, saltaba a la vista lo importante que era el mar y la náutica para él. Sonaba a una forma de vida, un camino que lleva a conocerte mejor a ti mismo. A eso le encontraba sentido; sin duda alguna, quien encuentra el camino en la adversidad es el que mejor puede dirigir el rumbo de su vida, llevando su destino a buenos puertos. Eso me fastidiaba; sin duda, los navegantes son alguien genial. Quería más que nunca que alguno me quisiera acompañar.

— Pues la verdad es que, como te dije, no se me da muy bien navegar y no es como que haya venido para aprender a la fuerza en un sitio de buena reputación. Yo soy partidario de que si alguien es malo en algo y bueno en otras cosas, debe potenciar en lo que es bueno y volverse excelente en esos campos, en lugar de intentar forzarse a ser bueno en algo para lo que no tiene una afinidad natural — solté una larga explicación.

Era una filosofía de vida para mí, aunque claro que sería interesante ser bueno en todo. Pero no se puede destacar en todos los campos. ¿Acaso si ves que el mejor espadachín del mundo tiene una puntería mediocre con un revólver le forzarás a tomar lecciones de tiro para que mejore su puntería, o simplemente dejarás que siga puliendo y perfeccionando su técnica para lograr que alcance metas nunca antes vistas en la esgrima? La respuesta para mí era evidente; sin duda, yo no había nacido para dominar la navegación.

— Vine justo para buscar a alguien que sí haya nacido con esa pasión y don para la navegación, alguien como tú. Aunque no es conveniente, como mercader, mostrar el interés sin haber preparado el terreno previamente, me temo que no podría hacerte ninguna oferta que te convenciera, dado que, siendo Marine, ya estás comprometido con otra causa — le comente sin más.

Ya he conocido a algunos Marines. No era un oficio que se eligiera así como así para llevar una cómoda vida y querer trabajar poco. Los que había encontrado hasta la fecha de esa facción habían tomado una elección de vida en la que ponían en riesgo su propia vida para ayudar a otros y a los ideales que ellos dictaminaban como justicia. Algo que, sin duda, podía respetar, pero en ese momento me suponía un fastidio porque justo había encontrado a alguien apasionado por la navegación, que era justo lo que buscaba.

Cuando me enseñaba a hacer los nudos como todo un profesional, no pude evitar sonreír. Se notaba reflejado en sus movimientos, en su rostro mientras enseñaba, en sus palabras. Todo él reflejaba una gran pasión por lo que hacía. Evidentemente, presté atención al nudo que me enseñó; no era un conocimiento que no me pudiera ser útil en el futuro. De hecho, dentro de no mucho descubriría la utilidad de esos buenos nudos por culpa de una tormenta cuando intentara viajar al North Blue, pero eso es una historia futura que no viene a cuento ahora.

— Se ve interesante; procuraré recordarlo. Y dime, ¿qué te llevó a aprender sobre navegación y querer ser Marine? Es una profesión peligrosa y de la que la gente espera mucho de ti — le pregunté sin más.

Emulé un poco su nudo usando un extremo de la cinta que se usaba para cerrar el saco de mandarinas, sin cerrar el saco, evidentemente. Hice lo mejor que pude, pero lo que realmente me interesaba era conocer un poco más a ese joven Marine al que le apasionaba la navegación.

— Porque supongo que no te interesará salir al mar a vivir aventuras, ¿verdad? — le soltaría así de pasada.
#3
Galhard
Gal
Galhard se apoyó ligeramente en el muro mientras escuchaba con atención al joven frente a él. Su actitud relajada, casi despreocupada, contrastaba con la atención que prestaba a cada palabra. Una sonrisa honesta apareció en su rostro cuando escuchó la sinceridad del muchacho sobre sus dificultades con la navegación.

— Ne ha ha ha, bueno, no todos nacemos con un timón en la mano. Pero déjame decirte algo, el talento natural puede ser útil, pero nada supera a la práctica y la dedicación. — Mientras hablaba, tomó un gajo de mandarina del saco que había entre ellos y lo masticó despacio, saboreando el dulzor. — No es que tengas que ser un genio para navegar, pero sí hace falta un poco de cabezonería y muchas ganas de aprender.—

Observó al joven mientras intentaba replicar el nudo que acababa de enseñarle, sus movimientos aún torpes pero claramente llenos de intención. Era fácil ver que, aunque el muchacho no confiaba en sus habilidades como navegante, tenía la chispa de alguien que no se rinde tan fácilmente.

— ¿Sabes? Ser navegante es cuestión de seguir mapas, entender las corrientes, valorar el movimiento de las estrellas y saber comprender cartas náuticas . Además... sentir el mar, entenderlo como a un viejo amigo. A veces te susurra, a veces grita, pero siempre tiene algo que enseñarte. — Galhard pausó un momento, su mirada viajando al horizonte donde la nieve seguía cayendo suavemente.

Cuando el joven preguntó sobre su decisión de unirse a la Marina, Galhard se cruzó de brazos y soltó un suspiro que se mezcló con su característica risa.

— Oi, esa es una buena pregunta. Verás, crecí en un entorno que se sentía... vacío. Mucha apariencia y poca sustancia. — Su tono se volvió un poco más serio, pero la sonrisa nunca abandonó su rostro. — Decidí que no quería una vida cómoda si eso significaba ser parte de un sistema que no hacía nada por nadie. Así que, me uní a la Marina, no porque sea fácil, sino porque pensé que desde ahí podía marcar una diferencia. ¿Peligroso? Claro que lo es. Pero también es una forma de enfrentarme a un mundo que no siempre es justo y tratar de mejorarlo, aunque sea un poquito.—

Tras un momento de silencio, Galhard miró de reojo al joven, notando su comentario sobre aventuras.

— Aventuras, ¿eh? — Repitió mientras ajustaba la coleta que llevaba. — No te voy a mentir, la idea de viajar libremente y vivir sin ataduras suena tentadora. Pero no puedo. Juré servir a la Marina y proteger a quienes no pueden protegerse. Ne ha ha, llamémosle mi propia forma de aventura, aunque venga con menos libertad y más papeleo.—

Con un gesto tranquilo, tomó la cinta que el joven había usado para practicar el nudo y la ajustó con pericia, dejando un lazo perfecto.

— Escucha, no necesitas ser el mejor navegante del mundo para recorrer el mar. Si encuentras a alguien con la habilidad para guiarte, como planeas, solo asegúrate de confiar en ellos tanto como confías en el viento para mover las velas. Pero si alguna vez necesitas consejos o una mano amiga en el camino, busca a algún marine. Con suerte, será uno de los buenos.—

Extendió la cinta con el nudo ya hecho al joven, su sonrisa cálida pero firme.

— Y si decides aprender más sobre el mar y la navegación, no dudes en buscarme. Nunca está de más compartir un poco de conocimiento con alguien que quiera aprender. Eso sí, no me prometas que serás el mejor navegante del mundo, prométeme que serás uno que siempre trata de llegar a buen puerto.—
#4
Horus
El Sol
El joven Marine comprendía mis palabras; no todo el mundo nace con el talento para hacer cualquier cosa, aunque tenía un enfoque algo diferente al mío. Mientras que yo buscaba, como ideal, cultivar y pulir los talentos naturales de un individuo, él creía que con esfuerzo y constancia se podía llegar a cualquier cosa. Y la verdad es que estoy de acuerdo con él. Tal vez no me expresé del todo bien al decir lo que dije; es como si hubiera afirmado que uno solo debía dedicarse a lo que se le daba bien y que nada más importaba. Y no es cierto. Sí opino que lo mejor es cultivar un diamante en bruto y hacer que brille, pero siempre que ese talento encaje con las metas y ambiciones de uno. Si no se te da bien la navegación, pero amas el mar y quieres capitanear un barco por todos los mares, debes enfrentarlo con todas tus fuerzas. Mi punto se enfoca más en no forzar a alguien a que practique algo que no se le da bien y, por supuesto, que no quiere hacer.

— Entiendo tu punto. Yo siempre considero que aprendo mucho de todos mis viajes. Siempre procuro empaparme de la cultura y costumbres de los lugares a los que voy, mezclarme con su gente, no irme a dormir sin haber aprendido algo, como por ejemplo este nudo — le diría, mostrando el nudo que hice.

Aunque mi talento para atar cabos no sería recordado como veloz y elegante en mi prestidigitación, para ser la primera vez considero que no había quedado mal; parecía firme y capaz de aguantar los tirones, que al fin y al cabo es lo que esperamos de un nudo. Pero dejé de lado el nudo que hice al notar el cambio de postura y semblante ante la última pregunta que le había hecho. Igual no había sido un asunto muy adecuado del que hablar de buenas a primeras, pero aunque noté el cambio en su conjunto, seguía reflejando esa apacible y agradable sonrisa.

Sus motivos eran buenos. Claramente era de eso que podríamos llamar un buen Marine. Aunque tampoco es que nunca me haya topado con un mal Marine, por lo menos no uno que lo resaltara de forma evidente. En el fondo también albergo ese sentimiento de ayudar y proteger a los demás; no soy alguien tan cruel para ver el sufrimiento ajeno y quedarme de brazos cruzados sin hacer nada. No obstante, no albergo en mi interior un sentimiento por la justicia tan grande como para ligar mi vida al servicio militar; creo que me marchitaría encerrado en la jaula blanca y celeste.

— Sí, es cierto, en sí vosotros debéis vivir muchas aventuras a vuestra manera y con ellas hacéis un gran servicio a la gente. Puedo entender un poco tus motivos. Yo también nací en un entorno parecido, contemplando cómo mis hermanos debían seguir las costumbres y deberes de la familia con la sociedad porque era lo que se esperaba de ellos, como si su futuro ya estuviera escrito desde que nacieron y debieran permanecer en el camino que les dictaron porque era su deber... Yo, por suerte, me encontraba en unas circunstancias especiales y pude elegir mi propio destino — diría orgulloso. 

Mis hermanos estaban condenados a seguir los estándares de la familia como miembros herederos que eran. Mi hermano mayor tomaría el nombre de la familia, heredaría el cargo de padre como escriba en la corte de Alubarna y tendría una vida perfecta. Es seguro que para estas alturas ya le han debido presentar a la mujer con la que tendrá que casarse, un destino similar al que tenía mi hermana menor, cuyo matrimonio político ya estaba pactado desde que ella tenía once años. Sus vidas eran la perfecta definición de vivir en una jaula de oro.

— Podríamos decir que estoy intentando ver mundo y vivir las aventuras que ellos no podrían en sus circunstancias. Y algún día, cuando vuelva a mi hogar, podré compartir con ellos las cosas increíbles que he visto para que conozcan aquello que hay más allá de nuestro hogar, aunque solo sea con mis palabras y los objetos que pueda llevarles — comentaré, desviando por unos momentos la conversación.

Sería Galhard quien reconduciría un poco la conversación hacia la búsqueda que yo tenía de un nuevo navegante, resaltando que tanto él como el resto de la Marina siempre estarían ahí para ofrecer una mano en momentos de necesidad que pudiera tener en el futuro. Era agradable saber que se podía contar con gente así de amable y dedicada a los demás.

— Sí, es cierto, no necesito al mejor del mundo, pero sí que me gustaría encontrar a alguien que albergara tanta pasión por la navegación como noto en ti. Ya sabes, alguien que realmente le interese el tema y quiera mejorar en ello, aunque no sea el mejor. Yo aún tengo mucho que aprender en esta vida, así que sería genial encontrar a alguien con quien poder crecer y progresar juntos — era una reflexión sincera.

La nieve, aún tenue, se hacía palpable en la ropa y piel, dejando rastros de humedad cuando esta se deshacía por el calor corporal. Aunque aún no era algo que pudiéramos considerar desagradable o molesto, por lo menos yo. En el rato que me había sentado a hablar con el joven Marine, ya habían salido unas pocas personas más de la institución, pero como estaba absorto en la conversación, no les presté atención, la verdad.

—Y como viajero he de decir que es reconfortante saber que podemos contar con Marines como tú por la mar. Brinda cierta seguridad a la hora de navegar, aunque sé que alguna aventura me llevará a lugares lejos de vuestros radares y tendré que valerme por mí mismo en esas situaciones, así que debo ser más capaz — soltaría un leve suspiro — Y la verdad es una lástima que nuestros caminos estén condenados a encuentros esporádicos; siento que me podría llevar bien contigo si pudieras acompañarme, pero tu labor y deber son muy respetables — de nuevo, una insinuación a colaborar.

Aunque se notaba en mi pregunta indirecta que ya no iba en serio, sabía que el lugar del Marine Galhard era la propia Marina en la que podía perseguir sus sueños y tener su propia idea de libertad, lo que rompía con el paradigma que yo planificaba para mi rumbo y vida.

— Sabes, eres un buen tipo... esto... Soy increíble, con todo este rato y no te he preguntado cómo te llamas... Yo soy Horus, un placer — le diría, tendiéndole la mano.
#5
Galhard
Gal
Galhard estrechó la mano de Horus con una firmeza amistosa, dejando que una sonrisa se ampliara en su rostro.

— ¡Oi! Yo soy Galhard, encantado, Horus. — Su tono cálido y sincero daba a entender que realmente valoraba la conversación que habían compartido. — Es curioso… aunque nuestros caminos sean diferentes, hay algo que me recuerdas a gente agradable que he conocido. ¿Sabes? Esa idea de compartir las maravillas del mundo con otros, ya sea a través de palabras o experiencias, es algo que respeto mucho, yo tomé el camino de descubrir el mundo para mi, tu voluntad de querer enseñarle a tu familia de los lugares interesantes del mundo estoy seguro que te llevará a lugares increíbles. Ne ha ha ha.—

Tomó otro gajo de la mandarina que tenía en la mano y lo saboreó mientras observaba los copos de nieve caer suavemente a su alrededor.

— La pasión, como el viento en el mar, a veces cambia de dirección cuando menos lo esperas. Quizás no creas tener talento natural para la navegación, pero, como te dije antes, todo puede aprenderse con dedicación. La navegación no es solo cuestión de intuición; es práctica, es conocimiento, y sobre todo, es ganas de aprender y adaptarse. — Hizo una pausa, señalando el nudo que Horus había atado en la cinta del saco. — Mira esto, por ejemplo. Puede que no sea perfecto, pero es funcional, y eso es lo que importa. ¿Quién sabe? Quizás algún día perfecciones este nudo y te conviertas en un experto o encuentres nuevas formas más fáciles para hacer las cosas.—

Galhard se inclinó un poco hacia Horus, con los codos apoyados en las rodillas y una expresión reflexiva.

— Sobre lo que mencionaste de tu familia... Entiendo cómo se siente estar atrapado en las expectativas de otros. Yo mismo elegí un camino diferente al que esperaban de mí, y aunque no fue fácil, me permitió ver el mundo con mis propios ojos y seguir mis propias reglas. Quizás esa libertad que buscas también te ayudará a forjar tus propios lazos, tanto en el mar como fuera de él, yo sin ir más lejos escapé de una familia de nobles del reino de Lyneel.

El Marine alzó la mirada hacia el cielo, observando los copos que seguían cayendo lentamente. Su expresión se relajó aún más, como si el espectáculo de la nieve lo llenara de calma.

— El mundo es enorme, Horus. Cada isla, cada puerto, cada rincón tiene algo único que ofrecer. Si alguna vez te cruzas con alguien que comparta tu amor por el mar, incluso si no es un navegante experimentado, no lo subestimes. A veces, la pasión y el entusiasmo pueden superar cualquier falta de habilidad. Y si necesitas consejos prácticos para navegar, aunque ya te dije que siempre puedes buscar a alguien de la Marina y que muchos de nosotros compartimos esa fascinación por el mar, incluso si nuestros uniformes sugieren otra cosa... También busca a gente entre los puertos o en bares de cercanos a ellos, puede que los viejos marineros sean una fuente de conocimiento muy importante.—

Horus no dejó pasar el comentario y, tras una pausa, expresó su admiración por la dedicación de los Marines y lo reconfortante que era saber que existían personas como Galhard. El Marine sonrió con modestia, sin dejar de lado su buen humor.

— ¿Sabes, Horus? Cada viaje, cada conversación como esta, me recuerda que todos buscamos algo: una meta, un sueño, una razón para seguir adelante.—

Con un tono más animado, Galhard señaló el saco de mandarinas. 

— Y bueno, por ahora, mi misión es asegurarme de que este saco de mandarinas no se desperdicie. ¿Te parece si seguimos conversando mientras hacemos honor a este tesoro cítrico?—

Dejó que su risa característica llenara el aire por un momento, antes de tomar otro gajo de la fruta. Aunque no lo dijera en voz alta, se sentía cómodo hablando con Horus, como si la nieve y las mandarinas hubieran creado el ambiente perfecto para una charla amena y significativa.
#6
Horus
El Sol
Las palabras de Galhard me alegraron. La verdad es que era agradable tener una conversación así de distendida de vez en cuando, y más aún cuando era con alguien con quien tenía tantas cosas en común, aunque no lo parecieran a primera vista. Él seguía insistiendo en que la navegación era más cuestión de práctica y dedicación que simplemente de talento natural, y que no era necesario que me rindiera tan pronto con ella porque no se me diera bien.

— Tienes razón, la vida es muy larga; nunca se sabe si en mis ratos libres podría ir dedicándome a pequeñas cosas de este mundillo e ir puliéndolas. Sin duda, tengo la impresión de que este nudo que me enseñaste me podrá ser útil algún día, sobre todo porque no es que sea algo solo práctico en la navegación. Al fin y al cabo, nunca se sabe cuándo podrás aplicar el conocimiento y habilidades de un campo en otro diferente, nutriendo el conocimiento entre sí — le comentaría mientras tomaba otra mandarina.

El cítrico se deslizaría por mis manos, liberando la piel que rodeaba a los gajos del fruto. Ya se estaba volviendo algo completamente rutinario y automático pelar la mandarina cuando llevabas varias seguidas. Se podía llegar a apreciar el punto de maduración de la fruta según lo fácil o difícil que fuera desprender la piel, siendo aquellas más compactas y adheridas las menos maduras, aunque eso no significaba necesariamente que estuviera mala; solo alteraba el punto de acidez o dulzor de los gajos.

— Sí, desde luego, el mundo es maravilloso y está lleno de misterios. He recorrido muchas islas desde que partí de mi hogar en Arabasta, pero aún no he podido conocer ni una décima parte de este mundo, y seguramente la cifra es mucho menor. Y eso solo hablando del mundo conocido; aun quedan muchas islas y lugares que se consideran solo leyendas y mitos, esperando ser encontrados de nuevo — me levantaría ante tal imagen mental — ¡Me muero de ganas de partir al mar y enfrentarme a los misterios que este aguarda! — proclamé con emoción.

En este mundo todavía quedaban demasiados misterios sin resolver, todos relatados en cuentos, leyendas y mitos. Pero también había pistas y rastros de ellos en libros históricos o diarios de aventureros antiguos de las eras pasadas. Yo aspiraba a seguir sus pasos y caminar sobre sus viejas pisadas para proseguir el camino donde ellos lo dejaron y avanzar hacia nuevas fronteras.

— Pero tienes razón en una cosa que no había pensado. Puedo buscar también en los puertos y tabernas costeras; en esta institución todos están demasiado ocupados o ya tienen un camino decidido. Tal vez más cerca del terreno pueda encontrar a alguien interesante — me mostraba entusiasmado con la idea.

Ya tenía una nueva meta y objetivo por los cuales ir a continuación. Como esperaba, aunque en este lugar no encontrara de forma directa a un navegante, esperaba, como poco, obtener una pista para encarar la búsqueda de uno. Como cuando se buscan tesoros, muchas veces no es tan simple como dar con el objetivo a la primera, sino que se trata de ir encadenando pistas y guías para alcanzar finalmente el objetivo final.

— Y sí, no quedan muchas mandarinas, así que será mejor ponerles fin antes de que se puedan echar a perder — le diría.

Me volví a colocar a su lado con el fin de seguir la conversación mientras degustábamos las pocas mandarinas que quedaban en la bolsa. Al fin y al cabo, tampoco es que me hubieran dado tantísimas y llevábamos ya un buen rato con ellas. Pero en esas últimas palabras de Galhard me surgió una pequeña duda que me daba curiosidad. Ya sabía cuál era la motivación que llevó al hombre a emprender el camino que había elegido, pero es cierto que hay algo más importante que a todos nos impulsa.

— Ahora que mencionas eso, Galhard, dime, ¿cuál es tu sueño? O sea, me has contado qué te ha motivado a entrar en la marina y dedicarte a la navegación, pero ¿qué sueño y meta esperas alcanzar? — le preguntaría de buen corazón.

Yo ya había más o menos dejado claro que mi meta era descubrir la verdad tras muchos mitos y leyendas que recorrían el mundo, siguiendo los pasos de los antiguos exploradores. Pero tenía mucha curiosidad por lo que podía estar buscando una persona como Galhard.
#7
Galhard
Gal
Galhard escuchó con atención las palabras de Horus mientras se llevaba otro gajo de mandarina a la boca. Las nevadas continuaban cayendo con suavidad, como si quisieran cubrir la conversación con un manto de calma y reflexión. El joven Marine dejó escapar una ligera risa ante la emoción que Horus mostraba por explorar el mundo, su entusiasmo era contagioso.

—Mmm... tienes un espíritu que muchos envidiarían— dijo, mientras se recostaba un poco sobre el muro, cruzando los brazos —Eso de seguir los pasos de los antiguos exploradores y descubrir los secretos del mundo… Ne ha ha ha, suena como una vida emocionante. Y bueno, tienes razón: nunca sabes cuándo los pequeños conocimientos que acumulas aquí y allá pueden ser útiles. Incluso ese nudo que acabas de aprender puede marcar la diferencia en un momento crucial. El mar es impredecible, pero ahí radica su belleza, ¿no crees?—

Cuando Horus le preguntó directamente por su sueño, Galhard guardó un breve silencio, como si estuviera eligiendo cuidadosamente sus palabras. Su mirada se desvió hacia la nieve que caía, pero su sonrisa nunca desapareció. Finalmente, habló, con un tono más reflexivo y sincero.

— Mi sueño, ¿eh? —Hizo una pausa para contemplar la pregunta — Supongo que algunas de las cosas que quiero puedan parecer sencilla, pero son increíblemente complicadas. No tengo un solo sueño a decir verdad... Quiero hacer del mundo un lugar mejor, uno donde las personas no tengan que vivir con miedo ni bajo la sombra de las injusticias. —Se llevó una mano a la nuca, como si reconociera lo ambicioso que sonaba eso—. Ya sé, suena idealista y quizá hasta ingenuo. Pero es una de las razones que me mueven hacia adelante... Por otro lado me gustaría conseguir que se prohíba la esclavitud o por lo menos reducirla a algo casi residual, una tarea titánica...—

El marine hizo una breve pausa donde aprovechó para suspirar— Y otro deseo aunque más egoísta y atrevido es tener la fuerza suficiente para poder plantar cara o incluso derrotar a gente de la talla de Salazar Stone o Ginger Khan, tendré que esforzarme mucho en todos ya que me gusta soñar a lo grande nehahaha—
Galhard se enderezó, volviendo a mirar a Horus con una chispa de determinación en sus ojos.

— La navegación, aunque en un principio la veía como una herramienta para cumplir mis sueños, ahora, es más que moverme de un lugar a otro. Es una forma de conectar a las personas, de aprender de diferentes culturas y perspectivas. Sigue siendo el medio que me permite cumplir con ese sueño, porque si quiero cambiar algo, tengo que conocerlo primero y que mejor forma de conocer el mundo que desafiando sus mares.— Finalizó inflando el pecho de una forma algo cómica

Hizo una pausa, reflexionando.

— Y también es un recordatorio. Cada vez que me enfrento a una tormenta o cuando contemplo el mar bajo la luz de la luna, recuerdo por qué elegí este camino. Es mi forma de mantener los pies en la tierra, o mejor dicho, en el barco, Nehahaha!—

El Marine miró el saco casi vacío de mandarinas y luego a Horus, con una sonrisa más ligera.

— Supongo que mis sueños puedne parecer grandes o incluso imposibles, pero al final del día, los pequeños pasos son los que nos acercan a nuestros objetivos. Como dijiste, cada viaje y cada persona que conocemos nos deja algo. Y aunque nuestros caminos sean diferentes, estoy seguro de que encontrarás lo que buscas, Horus. El mundo necesita más exploradores como tú, aquellos que buscan respuestas no solo por curiosidad, sino para compartirlas con otros.—

Galhard tomó la última mandarina que quedaba en el saco y la partió a la mitad, ofreciendo un trozo a Horus.

— Por ahora, lo único que puedo decirte es que sigas adelante, navegante o no. El mar siempre tiene una lección que enseñarnos, y estoy seguro de que encontrarás tu propia manera de leer sus corrientes... Y dime ¿Tienes algún sueño más allá del de compartir las historias con tu familia que te motive a mejorar y seguir adelante?— Preguntó con calidez sujetando las mitades de la mandarina con sus manos.
#8
Horus
El Sol
Galhard no solo tenía un sueño, tenía muchos. En ellos quedaba claro que era una persona buena que buscaba ayudar a los demás y protegerlos. Eran las palabras de una persona con grandes ambiciones y buenos sentimientos hacia los demás. No me cabía duda, al escucharlo, de que era alguien que no iba a tolerar ninguna injusticia en su presencia. Podríamos decir que era el Marine ideal, un perfecto estandarte de la justicia, aunque algunos lo tildarían de idealista o ingenuo por creer que el mundo realmente podía llegar a ser el estado al que aspiraba. Aunque no se lo quería decir directamente, yo entendía ese sentimiento de no querer permitir una injusticia frente a mí. Sin embargo, no era para mí el camino de dedicar toda mi vida a hacer prevalecer la justicia y salvar a las personas. Eso era un camino para otras personas. No le negaría a Galhard que, si me topaba con alguna injusticia en un futuro o con alguien inevitablemente malo, buscaría resolverlo, pero solo si se cruzaba en mi camino y objetivos. No me dedicaría a ir en busca de esas cosas como está destinado a hacer Galhard. Considero que es mejor no decírselo de manera tan directa, ya que podría parecer que soy una persona poco comprometida o desinteresada. Aunque, bueno, Galhard no se veía como el típico radicalista que quiere que todos piensen como él.

— Son sueños muy nobles, la verdad. Incluso el de querer ser fuerte, porque al fin y al cabo deseas la fuerza para derrotar a algunas personas que suponen una amenaza para el mundo entero. Esos peces gordos que tienes en la mira pueden borrar un país del mapa en un día si se lo proponen; son huesos duros de pelar. Yo espero nunca tener que estar cerca de ninguno de ellos — le diría con un poco de despreocupación.

Aunque realmente esperaba nunca tener que enfrentarme a un enemigo tan peligroso. La vida era hermosa y había que disfrutarla al máximo. Los aventureros ya nos arriesgamos demasiado enfrentándonos a un enemigo invisible y aterrador, como lo era el fantasma de nuestros antepasados, que se ocuparon de dificultarnos el paso hacia los secretos y tesoros que dejaron en el mundo. Al fin y al cabo, un aventurero siempre perece en la búsqueda de algún tesoro por una u otra razón. No había necesidad de reducir aún más mi esperanza de vida con peleas absurdas contra titanes.

— Y sí, son grandes sueños, pero el mundo está hecho para los soñadores. Yo mismo sigo los pasos de soñadores que me precedieron, y algún día alguien lo hará con los míos. Y soñar es gratis, ¿por qué deberíamos soñar en pequeño? Es mejor ser algo codicioso con nuestras ambiciones — le diría sonriéndole — Y sí, sin duda nuestros caminos volverán a cruzarse, y estoy seguro de que en los periódicos podré leer de vez en cuando algún acto heroico del Marine Galhard. Al igual que ten por seguro que, tarde o temprano, saldré con algún hallazgo en los mismos — me volví a levantar lleno de emoción.

Tomaría la mitad de la última mandarina que Galhard me ofrecía con gusto, mientras deslizaba mis dedos por los gajos de esta para separarlos un poco, facilitando el trabajo posterior, sin terminar de dividirlos. Mientras contemplaba los copos de nieve caer y fundirse, dando indicios del fin del otoño y recordándome el clima de esa próxima promesa que anunciaba una nueva compañía de viajes para ir al North Blue, me decidía más que nunca a encontrar el navegante que necesitaba antes de que la fecha prometida llegara.

— Podríamos decir que tengo muchos sueños, pero todos los más ambiciosos se pueden sintetizar en ser un aventurero y descubrir la historia pasada. Al fin y al cabo, son incontables los libros de cuentos y mitos que he leído y que han despertado mi curiosidad y fantasías por querer encontrar algo que la gente considera una fantasía. Por el resto, voy viviendo el día a día, improvisando a base de pequeños sueños y ambiciones, como mi actual objetivo de encontrar un navegante — haría una pequeña pausa un momento, recordando algo — Aunque, bueno, podríamos decir que una aspiración que también tengo a largo plazo es formar mi propia familia — esa si que por ahora era una pequeña fantasía.

Yo era huérfano; me adoptaron antes de que tuviera familia, y aunque me criaron como a uno más, realmente no eran mi familia de sangre. No sabía de dónde venía, pero sabía quién era ahora. Y algún día quería poder disfrutar de mi propia familia, como no lo pudieron hacer mis padres biológicos conmigo.

— Bueno, compañero Galhard, fue un placer compartir este tentempié contigo, pero debo ponerme en marcha cuanto antes. Voy a tomar tu consejo de visitar los puertos y tabernas costeras — comenzaría a dar unos pasos hacia el camino que salía de la academia — Espero de corazón que nuestros caminos vuelvan a cruzarse. Mucho ánimo con tus sueños — diría alzando mi mano libre.

Esas últimas palabras las dije girándome levemente hacia el Marine con una amplia sonrisa antes de partir, tras lo cual avanzaría hacia la costa, lanzando desde mi mano un gajo de la media mandarina, atrapándolo con los dientes.
#9
Galhard
Gal
Galhard observó a Horus partir hacia la costa, dejando tras de sí un rastro de palabras cargadas de sueños y optimismo. Se llevó las manos a los bolsillos de su uniforme mientras veía al aventurero desaparecer poco a poco entre la nieve que caía con delicadeza. La media mandarina que quedaba en su mano parecía un símbolo curioso de aquella conversación inesperada.

—Menuda charla ne ha ha ha ha— murmuró para sí mismo, dejando que su característica risa escapara suavemente de sus labios.

Horus le había dejado una impresión duradera. Era un soñador, alguien que veía el mundo como un vasto océano de posibilidades, lleno de secretos por desenterrar y misterios por resolver. Esa energía, esa manera de hablar de aventuras y leyendas, había logrado encender una chispa en Galhard que llevaba tiempo escondida bajo su deber como marine. Recordó por qué había elegido esta vida: no solo para proteger a los demás, sino también para perseguir sus propios sueños, esos que nacían en las noches de reflexión frente al mar.

Antes de dar media vuelta, Galhard alzó la vista al cielo, donde los copos de nieve danzaban al ritmo del viento.

—Nos volveremos a ver, Horus — dijo en voz baja, seguro de que ese encuentro no sería el último.

Con un movimiento ágil, terminó la mandarina que quedaba y se sacudió las manos. Había que volver al deber. Aún quedaban muchas cosas por hacer, y aunque los sueños eran grandes, también lo eran las responsabilidades que había asumido. Pero esa chispa, ese recordatorio de que también era un soñador, lo acompañaría en cada paso.

—Oi, mejor vuelvo al entrenamiento… Ahab estará esperando —se dijo mientras se encaminaba hacia el cuartel con una sonrisa tranquila en el rostro.

El camino hacia sus sueños podía ser largo y complicado, pero cada paso valía la pena. Y quién sabe, quizá algún día un artículo en el periódico mencionara a un tal Horus, un aventurero que había encontrado algo que el mundo creía perdido. Y en otra página, el nombre de Galhard podría aparecer como aquel marine que, sin importar las tormentas ni los desafíos, mantenía firme el timón de sus convicciones.

La nieve seguía cayendo, pero ahora le parecía menos fría y mucho más inspiradora.

—Ne ha ha ha ha… El mundo está lleno de soñadores, es gratificante... —

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#10
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