¿Sabías que…?
... Robin y Ussop son los encargados de cortarles el pelo a su tripulación, ya que después de todo, es algo que alguien debe hacer.
[Aventura] [T2] Rastros de un Cuento Perdido
Mayura Pavone
El Pavo Real del Oceano
4:00 PM, 6 de Invierno, Año 724, Ciudad de Champa, Isla Tortuga...


 
El viento marino traía consigo un hedor a sal y pólvora, típico de Champa, la capital caótica de la interesante y única Isla Tortuga. Las calles estrechas y adoquinadas, irregulares como un mal parcheado de un barco viejo, estaban abarrotadas de mercaderes gritando ofertas, borrachos tambaleándose y piratas afilando cuchillos al ritmo del vaivén de las olas. Cada rincón parecía contar su propia historia de traición, caza y libertad, absolutamente todo parecía estar lleno de secretos que se perdían entre el acostumbrado bullicio de esta peligrosa isla pirata.
 
Horus, como aventurero y forastero en este mundo de forajidos, tu presencia destacaba por tu porte y belleza, propia de alguien que no solo observa, sino que busca. Ahora nos encontramos en las calles de la ciudad principal, un lugar caótico y vibrante, llenas de tabernas, mercados ilegales y refugios para piratas. Pero en este sector especifico, puedes encontrar puestos de pólvora y armas, comerciantes clandestinos ofreciendo mapas antiguos, amuletos de dudosa magia y cartas de navegación cuya autenticidad dependía del bebedor o jugador empedernido que las vendiera. Al caminar te toparías con un pirata que tiene una cicatriz en la mejilla pasando a tu lado, tarareando una vieja canción mientras llevaba una bolsa que tintineaba de manera sospechosa. Luego, un niño descalzo que corría entre los puestos ofreciendo a los marineros un collar de dientes de tiburón, mientras otros aventureros regateaban con un comerciante por un mapa gastado por la sal del mar.
 
Si seguías caminando aun más podrías distinguir como de entre el hedor de sal y pólvora aparecería el aroma a calamares fritos y pan recién horneado. Buscando bien, podrían encontrar el lugar proveniente de estos olores, una pequeña taberna improvisada, construida sobre un costillar de hueso fosilizado de la gran tortuga marina ancestral, destacaba entre el bullicio y tenía un aspecto tan interesante como para cualquiera que buscase conocer más sobre la isla. Sobre su entrada colgaba un letrero con letras descoloridas que decía: "El Caparazón de Champa".

Aquí ya llega el momento de tomar decisiones… ¿Puedes permitirte entrar a la taberna? ¿Seguirías caminando por las calles de Champa? ¿Te detendrías en alguno de los puestos que viste caminando? O mejor aún… ¿me sorprenderás con una nueva variante en la ecuación tomando un camino ajeno a todo esto?
#1
Horus
El Sol
Personaje

Ayer fue un día lleno de emociones y sorpresas. Sin duda, el primer día en Isla Tortuga me deparó una multitud de nueva información y hechos que abrumaban mi mente, y me tuve que esforzar por ordenarlos lo mejor posible. Incluso el amanecer, con ese pequeño entrenamiento que hice con Anaka, me trajo una agradable sorpresa: ahora era más fuerte y contaba con un nuevo recurso muy valioso que me permitía arriesgarme un poco más, puesto que tenía nuevas formas de escaparme de algún problemilla fruto de mi fisgoneo. Al fin y al cabo, ayer mismo pude notar cómo hacer preguntas inapropiadas podía hacerme ganar las miradas más furtivas y agresivas que había experimentado en mucho tiempo. Así que, de entrada, no quería volver a pisar Champa así como así, pero como mis circunstancias habían cambiado y el camino por las colinas de huesos parecía más complicado de lo que esperaba, decidí venir a abastecerme y buscar algo de información sobre las colinas y alguna pista sobre cómo proceder allí.

Notaba más miradas sobre mí que en el día anterior; era presumible que corriera el rumor de un recién llegado preguntando por los Tribulantes. Así que opté por no sacar ese tema a relucir; parecía que ya había llamado demasiado la atención y estaba en el punto de mira. Pero también podía ser que les llamara la atención Isis, posada en mi hombro como si fuera el típico loro de los piratas. Aunque no era un loro, era un halcón. Mi fiel compañera me acompañaba una vez más; su ayuda solía ser muy útil en concurridas y laberínticas calles como las de esta ciudad.

Lo primero que me llamó la atención en mi paseo fue un hombre que parecía llevar algo extraño en una bolsa y cantaba una vieja canción. No sabía decir qué, pero algo en él me llamó la atención y me dio curiosidad. Así que, tras cruzarnos y seguir nuestro camino, le hice una señal con mis manos a Isis para que lo siguiera desde los cielos y luego me marcara el camino hasta él. Tenía curiosidad por lo que podía estar transportando. Normalmente, le habría seguido yo, pero prefería despedirme unos momentos de Isis para dejarle esa tarea mientras yo me giraba hacia lo que me retuvo en ese mercado. Se trataba de un puesto que estaba vendiendo a unos supuestos aventureros un mapa gastado. Eso siempre me fascinaba; un mapa gastado podía ser un mapa antiguo. Así que, para un aventurero como yo, era algo irresistible, algo que, deduzco, les pasó a los otros clientes que trataban de regatear el precio del mismo. Lo cual consideraba bueno, ya que cualquiera sabe que en una ciudad como esa, si no regateas, seguro que serás estafado.

— Oiga, jefe, ¿me deja ver también esa mercancía que está vendiendo? — diría, acercándome.

No me importaba la presencia de los aventureros; el producto aún estaba en la tienda y podía ser de cualquiera. Yo era un erudito muy estudioso, estaba familiarizado con ciertos documentos y mapas. En especial, en mi hogar nos dedicábamos a la restauración y transcripción de documentos antiguos, así que, aunque anduviera algo desgastado, tal vez podría intuir de qué se trataba ese mapa. Y luego contaba con Anaka esperándome, quien era una aprendiz de navegante muy habilidosa. Entre los dos, seguramente podríamos restaurar ese mapa si merecía la pena.

Información
#2
Mayura Pavone
El Pavo Real del Oceano
El bullicio de Champa continuaba imperturbable, sin embargo, los ojos atentos siempre son capaces de captar lo que otros consideran insignificante o los detalles que pudieran perderse ante el desorden rutinario de la ciudad. El hombre con la bolsa se alejaba de entre el gentío, su canción iba apagándose con la distancia mientras tu querido halcón, Isis, le seguía con su majestuoso vuelo, vigilando desde los cielos. Su sombra proyectada sobre las calles se deslizaba como un augurio silencioso, perdido entre los juegos de luces y sombras del resto de la ciudad. El hombre caminaría hasta uno de los rincones más oscuros y desolados de Champa. ¿Habrá notado la presencia de Isis? Aún no lo sabemos, pero si te puedo asegurar que aquel sujeto parecía poseer las habilidades de alguien acostumbrado a darse a la fuga o andar en perfecta sincronía con su rastro.
 
Ahora, Horus, tu atención estaba fija en el puesto de mapas. El comerciante que regentaba el lugar era un hombre robusto, con una barba canosa que parecía hecha de algas secas y un sombrero ancho adornado con insignias marinas oxidadas. Sus ojos oscuros brillaban con una astucia curtida por años de tratos en los mercados más peligrosos. Al verte, esbozó una sonrisa llena de dientes desiguales y amarillentos, como si ya estuviese calculando el dinero que estaba a punto de ganar. — Claro, muchacho, pero con cuidado. Este mapa es una auténtica reliquia de la isla. No es cualquier trozo de papel. Esto... es historia viva, o al menos, eso dice la leyenda. — Dijo alzando el pergamino con una mezcla de orgullo y avaricia, captando la atención de todos los presentes.
 
Los aventureros y clientes que regateaban antes se giraron hacia ti, evaluándote con sus miradas, como si calcularan si merecías competir con ellos por el preciado objeto. Uno de ellos, un joven con tres cicatrices en forma de “x” en la frente dio un paso al frente. — Oye, recién llegado, ¿también buscas reliquias perdidas? Piérdete, esto no es lugar para novatos. — Su tono era casual, pero su mirada era más calculadora de lo que aparentaba, era un perfecto contraste a su frase, una mezcla de sutil agresividad y calma.
 
El comerciante desenrolló el mapa con cautela, revelando un diseño desgastado pero detallado, se trataba de trazos que representaban rutas entre puntos de interés alrededor de Isla Tortuga, junto a marcas de advertencia y nombres que se habían desvanecido con el tiempo. A simple vista, la antigüedad era evidente. Pero para un ojo experto como el tuyo, podías distinguir los signos de desgaste y ciertos símbolos náuticos inusuales, algunos de los cuales podrían estar relacionados con rutas olvidadas... o incluso con rumores sobre los Tribulantes. Por ahora todo era un misterio con respecto al papel y no te permitirían tocarlo ni a ti ni a nadie sin antes comprarlo, por lo que tu análisis sería vagamente superficial a pesar de tus grandes habilidades.
 
Entonces, muchacho, ¿qué dices? Podrías llevártelo, pero no sin antes superar la oferta de estos caballeros... el ultimo ha ofrecido cincuenta millones de berries. — Preguntó el vendedor, con un brillo especulador en la mirada y tono completamente lleno de entusiasmo. Mientras tanto, la multitud alrededor parecía indiferente al intercambio, era como si todos estuvieran acostumbrados a este tipo de ofertas por parte del vendedor, a fin de cuentas, era su pan de cada día.
 
No obstante, de entre el bullicio, podías sentir una presencia a tus espaldas recordándote, era Isis que luego emitió un graznido corto. Aquello era una señal a la que probablemente estuvieras acostumbrado y que solo tú podías interpretar en aquel momento mientras te señalaba hacia una dirección en específico. Isis había visto al hombre de la bolsa detener su marcha en un callejón lateral, hablando con alguien cuya figura estaba oculta tras una sombra larga y curva.
 
Ahora, Horus, el destino vuelve a depender de ti. Puedes continuar tu análisis del mapa y tratar de negociar con el comerciante y los otros aventureros, buscando respuestas. O podías decidir seguir las señales de tu fiel compañera y comprobar qué estaba ocurriendo en ese callejón. Aunque, de seguro tengas algo mejor en mente que hacer. Lo que si te puedo asegurar es que elijar lo que elijas en una isla como esta, la mínima cosa podría ser la clave para una gran historia con un final heroico, desastroso o fructífero.
#3
Horus
El Sol
Isis siempre fue una buena rastreadora y cazadora; era indudable su experiencia en ese campo. Llevaba muchos años junto a mí y estaba entrenada originalmente como halcón mensajero para moverse a lo largo de Arabasta entregando mensajes y cartas. Los halcones de esta clase eran capaces de localizar a una persona viajando a varias ciudades de distancia en su búsqueda; eso, sumado al gran entrenamiento que habíamos realizado cazando por el desierto, donde múltiples animales se escondían en la arena, exigía que Isis, desde el cielo, captara las mínimas perturbaciones en la arena para localizarlos. Pero para eso estaba su aguda vista. Aunque el hombre fuera hábil para alejarse y pasar desapercibido, logrando fundirse con la ciudad, esos trucos eran más efectivos en persecuciones a pie, que es lo que normalmente se da en esos casos, aprovechando los callejones, giros donde se cortaba el contacto visual y cruces con múltiples opciones. Pero desde los cielos la situación era muy diferente; salvo que entrara en un interior, era difícil que lograra despistar a un ojo espía aéreo, y más aún si se trataba del ojo de un halcón. Ese hombre no tenía ni la más mínima posibilidad de que Isis lo perdiera de vista.

Por mi parte, estaba enfrascado en la charla con el mercader que ofrecía la venta del mapa. Al ver un nuevo competidor por el mapa, el hombre se mostró muy alegre y feliz, con la típica cara de quien ve que hará un buen negocio, sin duda. Pero su oferta era francamente interesante: un pedazo de la historia de la isla, una parte de una leyenda perdida en el lugar. Eso despertaba en mí una fascinación e interés hasta un punto que no os podéis imaginar ni remotamente. Siempre era bueno seguir esas pistas, incluso si eran mentiras y no llevaban a ningún lugar en realidad, porque el mapa podía resultar una falsificación. Pero en la vida del aventurero había que lidiar con múltiples réplicas y documentos falsos con el fin de localizar las auténticas joyas ocultas.

Los otros compradores no se mostraron muy contentos con mi presencia, como era normal, pero sin duda alguna, un poco de sana competencia no hacía daño a nadie; bueno, sí, ciertamente lo hacía en la cartera de algunos muchas veces. Pero no me importaban sus comentarios y tácticas para intimidar; yo solo estaba allí como un comprador más que buscaba dar un vistazo a una buena y tentadora oferta que acababa de llegar a mis oídos.

— Podríamos decir que guardo cierto interés, pero no tiene nada de malo que otra persona dé un vistazo. No estoy planeando arruinaros la compra, solo quiero ver si lo que ofrece este hombre es interesante para hacer algún otro trato con él — diría de forma amigable, como si solo buscara dar un vistazo.

No quería empezar una reyerta en medio de Champa; era el peor lugar para iniciar una pelea. Fácilmente podría terminar en una pelea campal propia de las tabernas, con todo el mundo peleándose por una estupidez y yo siendo el centro de los golpes por haberlo comenzado. Lo cual podría significar llamar la atención de los peces gordos de la isla, algo que quería evitar a toda costa.

El mercader desplegó el mapa frente a nosotros, aunque evidentemente no nos dejó tocarlo. Pero yo ya tenía una gran experiencia en este campo; mi infancia fue transcribiendo documentos antiguos siguiendo el oficio familiar para preservar los pergaminos más antiguos en nuevos documentos que pudieran ser manipulados y consultados con facilidad. Así, conseguí a simple vista una experiencia notable en la identificación de documentos antiguos falsos y auténticos. El desgaste real por los años era muy diferente al ocasionado por simplemente haber sumergido el papel en agua salada para desgastarlo. Además de los entintados, también era posible diferenciar si la tinta era muy nueva o antigua por su coloración y la forma en que se había ido desgastando con los años, algo que ya había visto con mis ojos muchas veces a lo largo de mi vida. Y las zonas emborronadas para dejar como pista y miel en la boca; también era posible diferenciar si era un desgaste natural o si se había forzado el desgaste del papel con el fin de censurarlas.

De ser auténtico, era posible que pudiera restaurarlo si me dejaban acceder al mapa en algún momento; eso ya sería un asunto a negociar con los compradores. Pero si resultaba ser falso, simplemente fingiría admiración e interés por él, intentando que los compradores creyeran que realmente era uno verídico, puesto que me convenía que rivales en el negocio gastaran sus fondos en una pista falsa si se diera la ocasión. Pero sería entonces cuando captaría la señal de Isis, con su característico y distinguible graznido de halcón, que me hizo alzar la mirada hacia el cielo contemplando su hermosa y esbelta figura danzando en el aire. Comprendía que eso significaba que la chica había visto algo interesante o que le llamó la atención.

— Siento decir que me reclaman, pero sin duda alguna, cincuenta millones era un precio muy interesante y bueno para esto. Si no cerráis un trato para cuando vuelva, igual hago yo una oferta, pero lamentablemente me reclaman en estos momentos — diría, notándose en mí cierta prisa.

No sabía qué había visto Isis, pero yo tenía completa fe en ella y su instinto para localizar una buena presa. Así dejaría a los compradores con su mapa; de ser auténtico, intentaría localizarlos más tarde. Si era falso, simplemente no nos volveríamos a ver por ahora, pero mi objetivo era alcanzar a Isis cuanto antes, buscando llegar a la zona que me señalaba con su vuelo. No sin antes pasar discretamente por el lado de los dos sujetos y susurrarles sin que nos escuchara el comerciante para intentar afianzar el negocio.

— Si queréis saber si el documento no es una falsificación y reparar las partes dañas del mismo esperadme en la taberna del final de la calle, soy restaurador — les susurraría.

Ellos eran libres de creerme o no, eso quedaba en sus manos, pero no perdía nada por intentarlo y así podía ir con Isis sin tener el resquemor de que me estaba perdiendo una oportunidad de una interesante pista sobre los Tribulantes, pero quien sabe que habria encontrado esa aguda ave en ese sujeto, no era algo que estuviera dispuesto a dejar pasar por alto. Allí me toparía con el sujeto de antes hablando con alguien. En una primera instancia, me mostré cauto y sigiloso, con el fin de intentar averiguar de qué estaban hablando. En mi rostro no podía quitarse un rastro de sonrisa producto del cruce de emociones que estaba viviendo en el día de hoy.

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#4
Mayura Pavone
El Pavo Real del Oceano
Los comerciantes y el vendedor del puesto hicieron poco caso a tus palabras, estaban acostumbrados a extraños haciéndose de bombos ante cualquier objeto solo para presumir o parecer interesantes. Sin embargo, hubo alguien entre la multitud que pareció tomarte en serio, mirándote en silencio desde el interior del gentío. No obstante, no eras capaz de verlo desde tu posición, al menos no capaz de leer su rostro o medir su interés hacia ti, este sujeto compraría el documento antiguo a un precio mucho mayor al que el comerciante te había indicado y continuaría su rumbo como un misterio hacia ti, quizás tengas suerte y te lo topes más adelante, aunque puede que también llegues tarde.
 
Ya en tu rumbo hacía el sujeto desconocido… el graznido de Isis se mantenía en el aire, guiándote como un faro entre el caos organizado de Champa. La callejuela hacia la que te dirigías se volvía más estrecha con cada paso, los ruidos del mercado y la taberna se iban quedando atrás hasta ser reemplazados totalmente por un silencio incómodo, solo roto por el eco de tus pisadas (si no las medías). A medida que avanzabas, las sombras parecían alargarse, y el ambiente adquiría un aire como si estuvieras entrando en una película de misterio.
 
Finalmente, llegaste al lugar indicado por Isis. Desde tu posición, podías distinguir al hombre de la bolsa, ahora con un semblante mucho más relajado que cuando lo viste entre la multitud. Estaba inclinado hacia adelante, hablando en voz baja con una figura envuelta en una capa oscura. La luz que se filtraba entre los tablones de madera del callejón revelaba un brillo en la mano del desconocido, un anillo con una extraña inscripción que no lograras identificar a la distancia.
 
¿Y bien? ¿Lo tienes? — Preguntó la figura encapuchada con una voz grave y áspera, lo suficientemente alta como para que la escucharas si te concentrabas. El hombre de la bolsa asintió y sacó de ella un objeto pequeño, envuelto cuidadosamente en lo que parecía ser un paño de seda. No podías distinguirlo claramente, pero algo en la manera en que lo sujetaba sugería que era algo valioso, o al menos, importante.
 
Sabías que tenías un par de opciones claras; podías acercarte sigilosamente para tratar de escuchar más, o podías interrumpir la escena y enfrentarte a ellos directamente, aunque eso implicaba un riesgo considerable. Por otro lado, podrías enviar a Isis para causar una distracción y obtener una ventaja mientras decidías cómo proceder. Aunque como siempre, puedes sorprenderme con algo único y característico de tu personaje.
 
La sonrisa que había estado en tu rostro desde el mercado probablemente aún persistía como un reflejo de la mezcla de curiosidad y adrenalina que te impulsaron hasta este lugar. Ahora, frente a esta escena, el siguiente movimiento estaba completamente en tus manos. ¿Buscarías respuestas sobre los Tribulantes, o preferirías enfocarte en descubrir el contenido de ese misterioso intercambio? ¿Tal vez sorprenderías a todos con una estrategia diferente? Sea cual sea tu decisión, cada acción parecía estar marcando el camino hacia un misterio mayor, hacia los rastros de algún cuento perdido.
#5
Horus
El Sol
Bueno, al parecer no desperté mucho interés en los posibles compradores de aquel mapa misterioso. Sin tocarlo, no parecía que pudiera averiguar bien si era falso o auténtico, pero me tiré el farol con los posibles compradores, mostrando un cierto interés en el mapa con el fin de que quizás les subiera el precio al ver que otra persona mostraba interés o no. Pero bueno, no era tanto mi problema en ese momento; yo había sembrado en el mercado, luego veríamos qué recogería. Pero, para variar, en esta ciudad todo lo que representaba un interés por algo fantasioso o producto de leyendas era tomado un poco a mofa o sin darle importancia. En fin, se reafirma mi idea de que esta es una isla donde murieron los sueños.

Mi interés ahora no estaba en ese mapa o en aquellos compradores, aunque desconocía que realmente yo sí había logrado llamar la atención de alguien en aquel lugar; pero eso sería algo que desconocía y, si el destino era favorable, descubriría más tarde en mi camino por aquella ciudad. Ahora mismo quería reunirme con Isis y ver cómo había ido la persecución de aquel hombre que claramente transportaba algo importante y, por su actitud, dudo que lo hubiera conseguido por medios lícitos. Yo simplemente seguiría el vuelo de Isis, tal como ella me marcaba el camino.

Allí pude contemplar cómo efectivamente el hombre con el que me había cruzado, con un aire tan sospechoso, ahora mostraba un semblante más relajado, digno de aquel que se confía y ya da la miel del oso por vendida. Estaba, sin duda, ante una inminente transacción de algo o tal vez dos socios confirmando el botín de un producto robado o conseguido de extraperlo. Fuera como fuera, si incluso en esta ciudad andaban con tanto secretismo y sigilo, es que no podía ser bueno lo que andaban tramando; habían logrado despertar mi interés y codicia, muy picarones.

Me paré a mirar desde el callejón cercano, oculto y sopesando mis opciones. Si me acercaba para intentar escucharlos un poco, podría ponerme en riesgo, y dado cómo actuaba en público y lo mucho que se han escondido, las palabras no sonaban a mi mejor opción para lograr obtener información o lo que busco. En todos esos escenarios no hacía más que imaginarme cómo sencillamente todo podría acabar en una batalla allí mismo en el callejón. Lo cual no me amedrentaba ni asustaba mucho; si la cosa se veía fea, simplemente podría salir corriendo, pero no sabía si realmente esos tipos contaban con más socios o aliados cerca. Y había el plus que intentaba mantener desde que llegué a Tortuga: no crear una pelea en Champa. Por cómo funciona la ciudad y lo locos y beodos que son algunos de sus habitantes, eso era como una taberna de mala muerte gigante; la mínima chispa de conflicto podía terminar en una batalla campal, sumándose a dar golpes y patadas todos los presentes de forma indiscriminada.

Pero la idea de que podría huir si la cosa se ponía fea me dio una idea. No se me había pasado de buenas a primeras por la cabeza porque aún no estaba muy acostumbrado a eso. Y si le sumas que apenas lo había estado probando durante la mañana, era muy arriesgado de utilizar. Pero la verdad es que le había pillado muy rápido el tranquillo y, ahora que lo pensaba, era la forma más directa y segura de proceder y conseguir esa misteriosa mercancía sin levantar sospechas innecesarias. Sin duda, era el mejor plan en esos momentos, aunque eso me volvería un ladrón. Pero dicen por ahí que quien roba a un ladrón tiene cien años de perdón. Y sin duda alguna, en esa isla y con ese nivel de secretismo, se trataban de dos ladrones o algo peor.

Me posicionaría, preparándome con mi objetivo fijado en las manos de ese hombre, y realizaría un gesto a Isis. El gesto era con el fin de que, desde su posición aérea sobrevolando el callejón, hiciera un graznido fuerte para llamar la atención de los dos tipos. Aunque fuera por tan solo un instante, era todo lo que necesitaba, un instante. Para ellos solo sería un breve momento, la duración de un parpadeo y el fuerte sonido de una explosión. Yo comenzaría a tensar todos los músculos de mi cuerpo mientras notaba cómo, por momentos, todo a mi alrededor comenzaba a moverse más lentamente. Pero no era eso; lo percibía todo más lento: los sonidos, el vuelo de Isis, cualquier mínimo gesto de esos hombres, todo era demasiado lento para mí en aquellos momentos.

En cuanto Isis hiciera la distracción, saldría corriendo de mi posición, directo hacia el hombre que portaba la mercancía, precedido de un estallido que rompía el aire y el mismo sonido en el momento en que alcanzara la velocidad supersónica que quiebra el sonido. Mi mayor pico de velocidad, el cual había comprobado que mi cuerpo solo soportaba utilizar una vez por el momento. Pero no importaba, porque aunque fuera una vez cada tantas horas, yo era supersónico y esa velocidad no era algo que el simple ojo humano pudiera apreciar a tiempo y mucho menos reaccionar ante ella. Pero era todo lo que necesitaba para que, en un parpadeo, plantarme al lado de esos dos, tomando en plena carrera el objeto que portaba entre las manos y saliendo de aquel callejón, recorriendo varios callejones hasta prácticamente retornar al mercado anterior, pudiendo en algunos tramos correr por las paredes de lo rápido que me movía.

Una vez dejados completamente atrás aquellos hombres y apenas habiendo podido percibir una mancha blanca en su vista, me disponía a comprobar qué era el contenido tras aquellas telas de seda y analizarlo bien. Tras lo cual lo volvería a envolver y ocultaría en mi túnica holgada mientras me reincorporaba, fingiendo normalidad en el flujo de personas que conformaban esa calle de puestos y paradas. Igual ya se había vendido el mapa para este momento...

Pasiva Flash
#6
Donatella Pavone
La Garra de Pavone
La velocidad supersónica dejó un leve eco en el callejón desolado, un sonido que apenas fue registrado por los dos hombres que ahora miraban a sus manos vacías con una mezcla de incredulidad y furia por no sabes lo que acaba de suceder. Los graznidos de Isis desde lo alto parecían una burla desde los cielos al contemplar como el encapuchado del anillo golpeaba hasta dejar inconsciente al sujeto que estaba entregando la bolsa. Mientras Horus ya te habías mezclado nuevamente entre el bullicio del mercado, el objeto envuelto en seda ahora asegurado dentro de tu túnica. Habías logrado tu objetivo, y ahora la respuesta hacia la gran pregunta… ¿qué contenía?

Ahora en el mercado, te encontrabas nuevamente entre los vendedores que gritaban sus ofertas y los piratas que reían a carcajadas con jarras de cerveza y licor. Sin embargo, el objeto envuelto en tus manos parecía poseer un peso mucho mayor que su masa real. ¿Decidirás abrirlo en el medio del mercado o pretendes buscar un lugar más apropiado? Después de todo, no sabias que tanto valor contenía el objeto cubierto por el pañuelo de seda.
 
Mientras andabas por las calles, un murmullo creciente se hacía eco en el mercado mientras te miraban con curiosidad. A tus ojos era evidente como algunos de los vendedores y compradores intercambiaban miradas nerviosas mientras cuchicheaban. ¿Había llegado ya la noticia de tu pequeño hurto? ¿O era algo más? Un par de hombres de aspecto sospechoso se movían entre los puestos, preguntando a los comerciantes algo que no podías escuchar con claridad. ¿Decidirás acercarte o continuaras con tus asuntos personales?
 
Podrías sentir cómo la tensión volvía a formarse en el aire. Tus opciones eran claras, pero igual de arriesgadas. Podías buscar un lugar seguro para analizar el contenido de la bolsa con mayor tranquilidad, intentar mezclarte más entre la multitud para evitar levantar sospechas, o incluso arriesgarte a seguir a aquellos hombres que ahora parecían buscar algo… o a alguien. También quedaba la posibilidad de hacer lo que te plazca o seguir investigando la zona. O quizás… ¿Alguien te esperaba en la taberna que habías mencionado antes? ¿Sería seguro ir con lo que cargabas consigo? ¿Acaso era posible que alguien supiera lo que cargas?
 
La calle estaba viva con movimiento, ruido y la posibilidad de que en cualquier esquina alguien pudiera estar buscando al misterioso mago. Horus, ¿cómo jugarás la próxima carta en este juego de intrigas? ¿Confiarás en tu instinto y la guía de Isis, o buscarás respuestas en aliados inesperados dentro de la misma Champa?

off
#7
Horus
El Sol
Mi plan fue un éxito. La verdad es que ese movimiento era muy exigente para el cuerpo, pero sin duda efectivo. Alcanzar esa velocidad ponía una gran tensión sobre mi organismo, además de que necesitaba concentrarme bien para no estamparme contra algo mientras corría a esas velocidades. El mínimo descuido podía hacer que me llevara algo por delante y terminara tropezando, lo cual, cuando rompes la barrera del sonido, se traduce en una gran golpiza para el cuerpo escultural que tenía. Pero salió bien, logré trazar el recorrido que quería, robando la mercancía que estaban comerciando de forma ilícita.

Por unos momentos, tuve la tentación, una vez me reincorporé al flujo de personas, de abrir la mercancía allí, pero me contuve al pensar que no era el sitio ideal. Aunque la tentación era grande, porque si algo era desorbitado en mi ser, era la curiosidad. Sobre todo cuando noté algunas miradas sobre mí. No creía que se hubiera extendido el rumor del robo; para empezar, era imposible que me hubieran visto la cara esos dos a tal velocidad, y en segundo lugar, había sido hacía un minuto el robo, no se podía haber difundido el rumor tan rápido. Pero lo más probable es que aún quedaran por el mercado las habladurías sobre el forastero de ropa blanca que ayer anduvo preguntando por los Tribulantes. Cuando pasé ayer, destaqué demasiado, ya que no sabía que era un tema algo tabú en el sitio. Así que opté por moverme emulando la jugada de la jornada anterior que me fue muy propicia.

Me adentré en una taberna cercana, ignorando por completo a la gente que andaba haciendo preguntas por el mercado. No quería meterme en más líos ahora mismo, que tenía algo entre mis manos, literalmente, aunque lo guardé en mis ropas para que no llamara la atención. Pero me sorprendió un poco su peso, dado el volumen del objeto. En la taberna, opté por el mismo procedimiento que la vez anterior: pedir en la barra una jarra de ron y deslizarme entre los juerguistas y borrachos del lugar hasta alguna mesa apartada en la que sentarme a descansar. Al fin y al cabo, mi cuerpo aún estaba algo resentido por el movimiento de supervelocidad.

Me senté en un rincón apartado y con poca iluminación. Era una mesa con dos sillas, pero yo solo ocupaba una, mientras la otra permanecía vacía. Di un sorbo largo para calmar mi sed y relajar un poco mi cuerpo con los efectos del alcohol en el mismo, para luego proceder a revisar en mi regazo el contenido de aquellas telas de seda. Lo abrí sobre mis piernas, bajo el amparo de la mesa, con el fin de que no lo viera nadie. Estaba apartado de la masa de gente, y en la taberna, casi todo el mundo estaba en sus asuntos, sumido en el fondo de sus jarras o festejando porque ya se encontraban completamente borrachos. Pero aun así, procuré ser cauto cuando desenvolví la mercancía para observarla y analizarla.
#8
Mayura Pavone
El Pavo Real del Oceano
Buena elección mi querido aventurero, te has adentrado a El Caparazón de Champa, una taberna que ahora parecía más bulliciosa que nunca, con la atmósfera cargada de risas, gritos y el choque de jarras rebosantes de ron. El ambiente dentro era cálido, tanto por las antorchas que iluminaban el lugar como por el cúmulo de cuerpos apretujados en mesas abarrotadas, todos disfrutando del refugio que ofrecía esta peculiar taberna construida en los restos óseos de la gran tortuga ancestral. El aire estaba impregnado de olor a licor fuerte, salitre y algo agridulce y excesivamente aceitoso que provenía de la cocina improvisada detrás de la barra.
 
Horus, lograste encontrar el único un rincón apartado y “tranquilo”, aquella esquina menos transitada del lugar, lejos del baño y de cualquier ventana para curiosos de las calles, el lugar perfecto para revisar tu premio robado. Mientras observabas el contenido del paquete envuelto en seda sobre tus piernas, un destello dorado surgiría inmediatamente desenvolvieras la primera parte. Para cuando desenrollaras el paño por completo, lo que tendrías frente a ti sería una esfera de oro puro, incrustada con joyas de diversos colores y cortes. Era pequeña, del tamaño de una manzana, pero su peso era considerable, como si concentrara siglos de historia y valor. Las gemas incrustadas parecían brillar con una luz propia bajo la tenue iluminación de la taberna, y aunque no podías identificarla del todo, era evidente que se trataba de un objeto de gran valor, un tesoro quizás tan viejo como la misma isla. La inscripción tallada en el oro, aunque desgastada por el tiempo, te podría recordar patrones que se encuentran en ciertos mapas y textos antiguos relacionados con rutas de navegación perdidas.
 
Sin embargo, antes de que pudieras analizarla más a fondo (si es que decides hacerlo), el sonido de unas botas resonaría cerca de tu mesa. Un hombre alto y delgado, vestido con una túnica oscura y un sombrero que escondía parcialmente su rostro, se detuvo a tu lado sosteniendo un pergamino. Su porte era tranquilo, pero sus movimientos eran deliberados, meticulosamente calculados, era claro que alguien como él estaba acostumbrado a manejar situaciones tensas e imprevistas. — Disculpa que interrumpa tu momento de paz. — Iniciaría con una voz calmada, casi afable, pero había algo en su tono que insinuaba que no era alguien común.
 
Colocó una mano enguantada, la que estaba libre, sobre la mesa frente a ti. — Te vi en el mercado hace un rato, y creo que tú fuiste quien mostró interés en el mapa antiguo. — Continuó llevando la otra mano con el rollo de pergamino, colocándolo sobre la mesa para luego desenrollarlo parcialmente y dejarte ver que se trataba del documento desgastado de hace rato. — Lo he comprado. Y parece que tú eres alguien que entiende de estos asuntos. Habías dicho que te encontraran en la taberna y he decidido venir desde que lo compré para ver si corría con suerte. — Con una leve pausa, dejando que se vayan asentando sus palabras, desvió su mirada hacia la jarra de ron y luego a tus manos, como si evaluara cuidadosamente cada uno de tus movimientos antes de continuar con sus palabras.
Estoy buscando a alguien que pueda restaurarlo. O al menos interpretar lo que queda de él. Puedo pagarte bien por tus servicios. ¿Estarías dispuesto a ayudarme? — Concluyó con una oferta, deslizando una pequeña bolsa de cuero por la mesa que tintineó con el sonido inconfundible de monedas.
 
Ahora, Horus, el destino parecía presentarte una nueva bifurcación en tu camino. Mientras la esfera de oro descansaba en tu regazo, este hombre traía consigo otra oportunidad que podría acercarte más al misterio de los Tribulantes. ¿Aceptarías su oferta? ¿Tratarías de negociar más información sobre el mapa antes de decidir? ¿O tal vez lo usarías como un medio para obtener respuestas sobre el objeto que acababas de adquirir? Mientras tanto, la taberna seguía vibrando con vida, pero en tu rincón, el tiempo parecía detenerse mientras sopesabas las posibilidades.
#9
Horus
El Sol
En aquella mugrienta taberna no fue fácil encontrar un pequeño remanso de paz y tranquilidad en el que estar. Aun así, la fortuna fue propicia y pude encontrar una mesa muy apartada y arrinconada, tanto que ni los beodos se habían fijado en ella, así que pude adueñarme de la misma con facilidad. Dejé la mochila en el suelo, bien cubierta a cada lado por mis piernas para evitar hurtos, y me dispuse a relajarme con un par de tragos del ron que me había pedido, recuperando un poco el aliento del movimiento supersónico de antes. Aún no estaba muy acostumbrado a esas velocidades.

Tras relajarme un poco, comprobé la mercancía que tenía. La revisé por debajo de la mesa para no llamar la atención, desenvolviendo el paño de seda para revelar un objeto esférico de oro con algunas gemas y grabados en su patrón. Me recordaba a símbolos de navegación. Y aunque tenía mucha curiosidad por el objeto en ese momento, noté la presencia de alguien acercándose a la mesa. Así que lo volví a envolver con la seda y lo dejé caer al interior de la mochila que tenía entre mis piernas por ahora. No sabía quién era el hombre que se acercaba, pero era mejor no lucir una mercancía así en público. Además, dado que parecía contener símbolos de navegación, creo que sería mejor verla con más calma y tranquilidad luego, con Anaka, en nuestro pequeño refugio en la costa. Allí nadie molestaría de forma entrometida y seguro que ella me podría dar una mano.

El hombre tenía una voz calmada y afable a simple vista. Pero su aspecto de color oscuro con el rostro tapado me hacía intuir que no era trigo limpio del todo o que ocultaba algo, lo cual le impedía andar con el rostro expuesto así como así. Eso despertó un poco mi curiosidad, sinceramente, puesto que era intrigante pensar qué debería haber hecho alguien para estar ocultando su rostro en una ciudad llena de criminales y forajidos como esta.

— Adelante, ningún problema — diría mientras afianzaba de nuevo la jarra de ron con mi mano.

Mi porte era relajado. Había dejado caer la esfera enjoyada en el interior de mi mochila para que no destacara, por si acaso era alguien que la buscaba o, de alguna forma inexplicable, me vio con ella. Pero mis inquietudes fueron resueltas rápidamente cuando el hombre comenzó a hablarme sobre el trato en el mercado y el mapa antiguo. Al parecer, el hombre estaba buscando a alguien para restaurarlo, ya que fue él quien consiguió comprarlo. Seguramente acabó pagando más de los 50 millones que los novatos en la exploración estaban a punto de pagar. El hombre me indicó con una ligera apertura de mapa que se trataba del mismo que había visto en el mercado, extendiéndolo parcialmente sobre la mesa allí mismo. Esto para mí representaba una gran oportunidad para poder acceder al mapa y comprobar su autenticidad con detalle.

— Por supuesto, estaría encantado de ayudarte. No hay nada que me fascine más que los mapas o escritos antiguos — diría con entusiasmo.

En mis ojos se notaría un cierto brillo de ilusión y mi actitud se mostraría entusiasta. Rápidamente deslicé mis manos hacia la bolsa que tenía a mis pies. Con ellas en su interior, desplacé con discreción la esfera envuelta en seda al fondo de esta, mientras rescataba del interior unos estuches y una caja pequeña donde guardaba varios de mis útiles de dibujo y escritura. Al fin y al cabo, en Arabasta mi familia se dedicaba a la restauración de documentos, libros y mapas antiguos. Los documentos más viejos había que tratarlos con cuidado, restaurarlos en lo posible y, si era imposible, transcribirlos a un nuevo documento. Tareas que practiqué mucho desde que pude sostener una pluma y que desarrollé durante mi adolescencia. Aunque ahora me había adentrado en el mundo de las aventuras, esa parte de mi vida era un legado que aún portaba, y por eso nunca me deshice de mis herramientas.

— Si quieres tomar asiento, empezaremos aquí mismo a comprobar el documento, su veracidad y restaurarlo en lo posible. Por mi parte, estoy listo — diría muy animado.

Mientras el hombre decidía si aceptaba o no mi invitación, podría comprobar cómo estaba desplegando con sumo cuidado un material de escritura y dibujo muy profesional, junto con varios elementos de arqueología para la tasación y análisis de papiros.
#10


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