Alguien dijo una vez...
Monkey D. Luffy
Digamos que hay un pedazo de carne. Los piratas tendrían un banquete y se lo comerían, pero los héroes lo compartirían con otras personas. ¡Yo quiero toda la carne!
[Aventura] [Autonarrada T-1] Hacerse el héroe no siempre fue buena idea.
Lance Turner
Shirogami
Hacerse el héroe no siempre fue buena idea.

Día 1 de Verano del año 724.


El viento soplaba con fuerza ese día, levantando olas que golpeaban con furia contra las rocas del acantilado. Me encontraba en una isla remota del East Blue, un lugar que había atraído mi atención por sus historias. Hacía apenas unos años ya desde que había dejado mi isla natal, y aunque mi viaje hasta ahora había sido solitario la mayor parte del tiempo, lo había disfrutado. Me había dado tiempo para reflexionar, mejorarme a mi mismo continuamente, para planificar los siguientes pasos que debía dar hacia mi objetivo de formar una tripulación. Ahora, no estoy sólo, y la verdad es que también es algo que me llena mucho, me siento más feliz y completo.

El pueblo en el que me encontraba no era precisamente pequeño, aunque era casi un susurro en la vasta extensión del océano. Últimamente había notado que en los habitantes, había algo en ellos, una especie de sombra en sus ojos, que me preocupaba. Era como si todos compartieran un secreto que no querían desvelar. Me había dado cuenta de ello desde hace unas semanas, pero había decidido no presionar demasiado, esperando que la verdad saliera a la luz a su debido tiempo.

La oportunidad llegó cuando un anciano pescador, al que había ayudado a reparar su red, me mencionó de pasada algo sobre "los merodeadores de la noche". No era un término que inspirara confianza, pero no pude evitar sentir un poco de curiosidad al respecto. Me comentó, casi con temor, que un grupo de bandidos había estado acechando la isla desde las sombras, atacando a los desprevenidos y llevándose lo que podían. Nadie había podido enfrentarlos porque siempre atacaban en la oscuridad, aprovechando la cobertura de la noche, y que no tenían dinero suficiente para contratar seguridad.

Mi instinto me decía que estos bandidos no serían especialmente fuertes, seguramente serían ratas que aprovechaban la debilidad de estos habitantes para asaltarles cuando más desprotegidos estaban, y sin duda, sabían cómo aprovechar el miedo y la incertidumbre. Decidí que esa misma noche saldría a buscarlos, no solo para ayudar a los habitantes de la isla, sino también para probarme a mí mismo. Por ello, decidí no comentarle nada a Juuken, simplemente le dije que estaría fuera un día o dos, y para mi sorpresa, pareció entenderlo con total naturalidad. Sólo esperaba que no le ocurriese nada, pero todavía estaba en ese punto de mi vida en el que sentía la necesidad de demostrar que había tomado la decisión correcta al emprender este viaje.


La noche cayó rápidamente, y con ella, el manto de oscuridad cubrió la isla. Sabía que los bandidos solían atacar a los comerciantes que llegaban tarde con grandes cargas, o a los aldeanos que volvían de tomarse algo para despejarse tras el trabajo. Me dirigí al camino principal que conectaba todo el pueblo, ocultándome entre los árboles que bordeaban el sendero. La luna, apenas visible detrás de las nubes, arrojaba poca luz, lo que hacía que las sombras se alargaran y se movieran como si tuvieran vida propia. Era el escenario perfecto para unos bandidos de poca monta.

Esperé en silencio, con las manos en las empuñaduras de mis espadas, listas para ser desenvainadas en cualquier momento. Los sonidos de la noche me rodeaban, el crujir de las hojas, el susurro del viento, y algún que otro insecto que tocaba un solo a estas horas de la noche. Entonces, los escuché: pasos suaves, casi imperceptibles, pero ahí estaban. Sabía que los bandidos estaban cerca.

Vi a un comerciante avanzar lentamente por el camino, con su carreta cargada de mercancías, ese pobre debía estar realmente necesitado si se arriesgaba a circular a esta hora con esos rumores tan vivos de los bandidos. Lo seguí con la mirada, consciente de que los maleantes no tardarían en hacer su aparición. No pasaron más de unos minutos cuando tres figuras emergieron de la oscuridad, acercándose sigilosamente a la carreta.
- Tiene que ser ahora. - Pensé mientras me preparaba para salir. 

Salté de mi escondite, desenfundando mis espadas en un solo movimiento fluido. Los bandidos se giraron, sorprendidos, y por un breve instante, vi el miedo en sus ojos. Pero rápidamente, se repusieron, y con un grito que sin duda les cargaron de valor, se lanzaron hacia mí. Quizá fue un error haber atacado tan directamente.

El primero de ellos, era un hombre alto y delgado, armado con una daga. Bloqueé su ataque con facilidad, desviando su arma y contraatacando con una patada rápida al estómago que lo hizo retroceder, jadeando por el dolor. Sin embargo, mientras me ocupaba de él, los otros dos aprovecharon para rodearme. Sabía que estaba en desventaja, pero mi entrenamiento y experiencia me daban confianza. 
- Idiotas, no saben que un antiguo bandido siempre huele a otro bandido. - Pensé mientras sonreía de lado ante la emoción del combate. 

El segundo bandido, un hombre bajo y fornido que cargaba una maza, atacó con un movimiento algo lento, pero poderoso. Esquivé su golpe por un pelo, sintiendo el viento que levantaba al pasar a escasos centímetros de mi rostro. Sabía que un solo golpe de esa maza podría dejarme fuera de combate, así que me concentré en desarmarlo, moviéndome rápidamente para golpear su muñeca con la parte plana de mi espada. La maza cayó al suelo, y antes de que pudiera recuperarla, lo derribé con una patada en el pecho.

El tercer bandido, que había permanecido en la retaguardia, aprovechó mi enfoque en los otros dos para lanzar un cuchillo en mi dirección. Pensé que me daría tiempo a esquivarlo, pero no tardé ni un segundo en sentir un dolor agudo en mi costado cuando el cuchillo se clavó en mi carne, arrancándome un grito de dolor. La sorpresa del ataque me hizo retroceder, tambaleándome mientras intentaba mantenerme en pie.

El hombre del cuchillo sonrió, confiado en que la herida había mermado mi capacidad de lucha, pero no iba a darme por vencido tan fácilmente. Apreté los dientes y me preparé para su próximo ataque, dispuesto a terminar con él a pesar del dolor que ahora pulsaba en mi costado. Salté hacia él, quien confiado no esperaba un nuevo ataque, y tras chocar mis espadas con un cuchillo suyo, le realicé un barrido con las piernas que provocaron su caída.

Pero justo cuando me disponía a dejarle inconsciente, algo impactó en mi cabeza. Un cuarto bandido, que no había visto, me había golpeado por detrás con una roca. Mi visión se nubló, y el mundo a mi alrededor comenzó a girar. Sentí que mis piernas cedían, y antes de que pudiera hacer nada, caí al suelo, inconsciente, escuchando el sonido de lo que parecía un arma de fuego instantes antes de perder el sentido. 
- ¿Acaso voy a morir así? ¿Tan pronto? - Fue mi último pensamiento en esa noche. 

Desperté con la sensación de algo frío y húmedo en mi frente. Abrí los ojos lentamente, parpadeando contra la luz que entraba por una pequeña ventana. Estaba en una cabaña rústica, acostado en una cama simple, con un vendaje alrededor de mi costado y otro en la cabeza. El dolor aún estaba presente, pero era más soportable.

Giré la cabeza y vi a un hombre sentado en una silla junto a la cama. Era alto, de complexión robusta, con una barba gris y ojos penetrantes que me observaban con calma. Vestía ropa sencilla, pero había algo en su postura que sugería que no era un simple aldeano.
- Veo que has decidido volver al mundo de los vivos —Dijo con una voz profunda, aunque amable.

- ¿Qué… qué pasó? - Pregunté con una voz ronca a causa de la sed.

- Te encontré tirado en el camino. Los bandidos ya se habían ido, pero al menos lograste ahuyentarlos antes de caer - Respondió, ofreciéndome un cuenco de agua que acepté con gratitud. - Has sido afortunado de que te encontrara antes de que los animales lo hicieran.

Bebí el agua lentamente, dejando que la frescura calmara mi garganta. Sentía una mezcla de vergüenza y frustración por haber sido derrotado tan fácilmente, pero también gratitud por este hombre que me había salvado.

- Gracias por ayudarme. - Dije finalmente, devolviéndole el cuenco. - Me llamo Lance Turner.

- Soy Gaius - Respondió el hombre, asintiendo. - Y parece que has aprendido una lección importante esta noche, Lance. La valentía es admirable, pero la imprudencia puede costarte la vida.

Sus palabras eran firmes, pero no había juicio en ellas, solo una advertencia sincera. Sabía que tenía razón. Había subestimado a los bandidos y pagado el precio por ello. 

- Lo sé... - admití, sintiendo el peso de la verdad en sus palabras. - Pensé que podría manejarlo solo, pero claramente me equivoqué.

Gaius se levantó de la silla y se acercó a la ventana, mirando hacia el bosque que rodeaba la cabaña.

- La vida de un pirata, de un héroe, o de un aventurero, no se trata solo de fuerza y habilidad con la espada. Se trata de saber cuándo luchar y cuándo retroceder, de entender tus límites y aprender de tus errores. Hoy has sobrevivido, pero no siempre tendrás tanta suerte.

Sentí que sus palabras calaban hondo en mi corazón. Había estado tan centrado en demostrar mi valía, en buscar la aventura y la gloria, que había olvidado las lecciones más básicas de supervivencia. Era interesante que hubiese evolucionado recientemente hacia este camino, era el correcto, pero no podía olvidar cosas tan básicas ahora que era más fuerte y decidido. Este fracaso no era el fin, por suerte, pero era un recordatorio de que aún tenía mucho que aprender.

- Lo haré mejor la próxima vez. - Dije con determinación, aunque pretendía mostrar también humildad. - Gracias nuevamente... por atenderme, salvarme, y por abrirme los ojos, Gaius. Nunca olvidaré tu nombre, ni tu rostro.

El hombre asintió, satisfecho con mi respuesta.

- Con eso basta, ahora tómate el tiempo para recuperarte y reflexiona sobre ello mientras tanto. Una vez que estés listo, podré enseñarte algunas cosas sobre esta isla o esos bandidos. Pero por ahora, descansa. No por correr más, llegarás antes a la meta, joven.

Me recosté en la cama, permitiendo que las palabras de Gaius se asentaran en mi mente. Sabía que este encuentro no había sido casual, si no cosa del destino. Gaius era alguien cargado de sabiduría, alguien que había aprendido sus lecciones a través de la experiencia, y sin duda, era alguien a quien atender cuando te habla desde su punto de vista.

Cerré los ojos, permitiendo que el cansancio me llevara de vuelta al sueño. Sabía que mi camino hasta alcanzar mis objetivos era aún largo y estaría lleno de desafíos como este, lecciones de las que aprender para mejorar más aún, pero también sabía que, con cada experiencia, iba a ser más fuerte. Y aunque esta vez había aprendido de la manera más dura, sabía que la lección que había recibido me serviría ya para toda la vida.

- Mañana será otro día... - Pensé con una sonrisa mientras caía en un profundo sueño de nuevo. Estaba feliz, sabiendo que había sobrevivido, y que esta experiencia me serviría para ser más fuerte. No cabe duda, que estaba por el camino correcto, y que el destino no quería que muriese todavía.
#1
Moderador Gastino
Moderador Gaseoso
Gas-ius te ha hecho recapacitar eh pillín...

Aventura completada con éxito (pero poco)

Al user Lance Turner por una T1 se le entrega:
  • Experiencia: De 407,70 a 437,70 [+30]
  • Nikas: De 5 a 6 [+1]
  • Berries: De -4250000 a -4050000
  • Reputación: De 0 a 5 (+5 Buena Positiva) [+5]
#2


Salto de foro:


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