Alguien dijo una vez...
Rizzo, el Bardo
No es que cante mal, es que no saben escuchar.
[Común] [C-Pasado] El Halcón y el Cuervo.
Ubben Sangrenegra
Vali D. Rolson
Día 14 de Verano del año 724

La noche caía lenta y oscura sobre la Isla Kilombo, envolviendo cada rincón en sombras mientras la brisa marina traía consigo un aire de misterio. Ubben, el astuto y escurridizo bribón de ojos dorados, se encontraba nuevamente en una situación que conocía demasiado bien; había logrado escapar de las garras de la marina, una vez más alimentando su ya inflado ego y su creciente paranoia. Sin embargo, esta vez, el terreno era desconocido. Rostock, parte de Kilombo,  la isla en la que había recalado, no le era familiar en lo más mínimo, y aunque no tenía la menor intención de quedarse más tiempo del necesario, sabía que debía moverse con rapidez. Necesitaba encontrar un barco, trazar un plan de escape y abandonar la isla antes de que sus perseguidores volvieran a descubrir su rastro.

Caminaba con aparente tranquilidad, alejándose del puerto mientras los marinos, convencidos de que Ubben había subido a un barco mercante, zarpaban en su persecución. No podían estar más equivocados, pero eso solo hacía que el peliblanco sonriera para sí mismo, satisfecho con su astucia. Su primera tarea era encontrar un lugar donde descansar, y pronto sus pasos lo llevaron a una posada cercana al puerto. Allí, se topó con un establecimiento de aspecto vetusto que llevaba por nombre "El Pony Pisador". El nombre le resultó inusual para una posada de puerto, pero el precio moderado lo convenció de que podría alojarse allí sin levantar sospechas. Al entrar, fue recibido por la dueña, una mujer de mediana edad con un cabello castaño, crespo y estilizado que le daba un aire de severidad mezclada con hospitalidad. Desde detrás de la barra, lo saludó con una sonrisa cordial, acompañada por un Oni de ojos verdes que, a pesar de su aspecto intimidante, se mostró sorprendentemente amistoso. Este último se presentó como Frank, pero el nombre se desvaneció rápidamente en la memoria de Ubben, quien estaba más preocupado por la intrusión de este extraño en su espacio personal.

Ignorando al Oni, Ubben se dirigió directamente a la dueña con un tono seco y algo brusco, visiblemente incómodo por la situación. –¿Dama, cuánto por un par de noches y tres comidas diarias?–, preguntó, deseando resolver el asunto lo antes posible. La mujer, en un tono respetuoso y cálido, le respondió: –En una habitación pequeña, son 5 mil berries por noche; en una mediana, 7.500 berries.– Tras hacer un par de cálculos rápidos con sus dedos, añadió, –Un par de noches con las tres comidas diarias te saldría por 12 mil berries en la habitación pequeña y 17 mil berries en la mediana.

Ubben se tomó unos segundos para considerar sus opciones antes de sonreír, ya más relajado y con un tono menos tenso. –Genial, entonces pago por adelantado. Una habitación pequeña estará bien, solo vengo de paso–, respondió, sacando unos billetes de su chaqueta y entregándoselos a la dueña, quien los contó rápidamente antes de guiarlo a su habitación. No exageró en su descripción... la habitación era minúscula, apenas equipada con una cama de una plaza, una mesita de noche, una lámpara de aceite, una ventana pequeña y una percha al pie de la cama. No era en absoluto acogedora y la frialdad del ambiente era palpable, pero Ubben no esperaba permanecer mucho tiempo allí. Viajaba ligero, con lo esencial, una mochila con ropa, sus armas y un botiquín, lo justo para seguir adelante sin contratiempos.

Dejó sus cosas en la habitación, se cambió de ropa para evitar ser reconocido por algún marine que pudiese aparecer por la posada, y tras asegurarse de cerrar la puerta con llave, se dirigió al primer piso. Quería relajarse un poco antes de dormir. Bajó y buscó una mesa vacía, pero todas estaban ocupadas. Finalmente, encontró una con solo un ocupante; un joven de cabello rubio y enormes alas blancas a su espalda. Ubben lo miró de reojo, notando algo intrigante: no era un simple Skypiean, sus alas eran demasiado grandes y majestuosas, lo que le hizo preguntarse si estaba frente a un Solarian, una raza de la que había oído hablar, pero que nunca había visto en persona.

Cuando su comida llegó, Ubben tomó un momento para observar al chico frente a él, luego le dedicó una sonrisa tranquila. –Buen provecho–, dijo, alzando su jarra en un gesto amistoso hacia su inesperado compañero de mesa. No sabía si el joven respondería o siquiera le prestaría atención, pero la idea de conocer a uno de los suyos le resultaba inesperadamente interesante, en medio de su constante huida.
#1
Gavyn Peregrino
Horus il Tessitore
Isla Kilombo no era el mejor lugar para migrar, en absoluto, bueno, no estaba siendo objetivo, me corrijo, Isla Kilombo es un buen lugar para realizar una parada rápida, quizás para quedarme unos días, pero no para vivir, al menos no para mí, inclusive si fuese una persona que lleva un estilo de vida sedentaria. A pesar de que el ambiente agradable de su único pueblo, Rostock, de la calidez de la gente, de las fiestas y la tranquilidad, la isla estaba dominada en gran parte por la Marina, era consciente de que uno de sus cuarteles se asentaba yendo hacia el centro de la misma; no es como si supiera esto por medio de la adivinación, sino por charlas triviales que tuve después de bajar del navío mercante para el que trabajé como navegante, al menos hasta que atracamos en el puerto de Kilombo, allí terminaba mi contrato, y tendría que encargarme de conseguir uno nuevo. Otro motivo por el cual no me emocionaba desembarcar en la isla era su cercanía con mi lugar de nacimiento, si, Loguetown se encontraba lejos… Pero nunca lo suficientemente lejos como para que sienta que mi espalda no arde.


Después de llegar, a principios de la tarde, no perdí el tiempo y me dirigí a la cabina del capitán, Barliman, un hombre desagradable, pero que pagaba bien por los servicios prestados, especialmente de un Solarian dispuesto a trabajar como navegante. No estaba tan dispuesto a gestionar un buen ambiente de trabajo en su barco, prefería que los marinos resuelvan los problemas por cuenta propia y, aunque a nadie le sienta mal la independencia, las personas sentían mucha curiosidad por mis alas en algunas ocasiones, suficiente para intentar tocarlas sin saber el significado de la acción y lo incómodo que podía ser por lo sensibles que son.


Si las alas de las aves comunes eran sensibles a las corrientes de aire y los cambios ambientales, sin duda la sensibilidad en las mías tendía a ser mucho mayor.


Esquivé a todos los marinos para llegar hasta la cabina y golpee ligeramente, solo para entrar cuando escuché un brusco “¡Pase, quienquiera que sea!”, resoplé, adentrándome a la habitación, no tuve que plegar demasiado mis alas, el capitán era un oni, por lo que requería un barco de sus proporciones, aún así, no era tan ancho como los 230 centímetros de envergadura que llevaba en mi espalda, por lo que apreté las alas lo suficiente contra mi cuerpo para no derribar nada; era cansador, las habitaciones no estaban adaptadas, muchas veces, para su tamaño, así que salir a volar o estar en alguna zona abierta me permitía estirarlas, relajarlas…


. – ¿Qué quieres, Peregrino?


Levanté la mirada, me había ensimismado por un momento, observando el alhajero brillante que tenía Barliman sobre su escritorio… Bueno, era algo así como un escritorio, estaba roído por los años en ciertas partes, las juntas de las patas chillaban cuando el barco se movía demasiado, y parecía no haber visto una capa de pintura en mucho, mucho tiempo. El alhajero siempre estaba allí, era hermoso, sin duda valía más que el escritorio o lo que tuvera allí, estaba bastante seguro que era de plata. Volví mis ojos dorados hacia los rojos del oni, entrecerrándolos al acercarme lo suficiente.


. – Vine a buscar mi paga, obviamente, ya atracamos después de todo ¿O prefieres que me quede aquí más tiempo? –Elevé una ceja, sonriendo de lado, lo suficientemente confiado para que él chasquee la lengua.


A veces ser o fingir confianza evitaba muchos problemas. Por lo que, con un gesto calmado metí las manos dentro de mis bolsillos, adoptando una postura perezosa.


Barliman chasqueó la lengua, pero sacó de un cajón un sobre de papel madera y lo arrojó sobre la madera, dejando que se deslice, dentro estaban los berries prometidos. Me estiré para agarrarlo, revisando que estuviera todo.


. – No exijas más de lo que mereces chico, tu trabajo-


. – Sé lo que vale mi trabajo, gracias. –Dije sin levantar la mirada hasta terminar de contar los billetes– No soy un lobo de mar como usted, estoy bastante seguro que tiene una buena cantidad de años a su espalda en el mar.


Él entrecerró los ojos ante el descaro, solo sonreí, dando un paso hacia atrás, luego otro, y continué hasta que estuve en el umbral de la puerta, sujetando el pomo


. – Diría que fue un gusto, pero no es el caso, viejo.


Cerré la puerta, escuchando el grito de “¡Maldito mocoso!”, y reí alegremente, guardando el sobre en el interior de mi chaqueta, junto con algunos objetos de primera necesidad que llevaba allí o en mi mochila.


Bajé del barco, aprovechando la tarde para explorar el puerto de la isla, poco a poco se hizo de noche y me adentré en el pueblo, buscando una posada en la que pasar la noche. No estaba buscando nada lujoso, pero esperaba conseguir algo lo suficientemente comodo para que mis alas tuvieran su merecido descanso. Llamó mi atención una posada llamada “El Pony Pisador”, curioso, entré, y fui recibido por una mujer de mediana edad, parecía amable, aunque también lo suficientemente severa como para dirigir el lugar. Se presentó como la dueña de la posada, la Señora Butterbur, a la cual mencioné que me quedaría por un tiempo hasta conseguir el siguiente trabajo que me sacaría de allí, con suerte lo suficientemente lejos. Ella me explicó amablemente los precios según las habitaciones y, cansado de convivir en espacios pequeños con personas sin límites por mi privacidad, decidí quedarme en una habitación mediana.


Mediana era un decir, no esperaba que la posada tuviera habitaciones donde pudiera caber, pero si me ponía en diagonal a las esquinas de la habitación, luego de ir a revisarla para dejar mis cosas, era capaz de estirar mis alas libremente. Me senté en la cama, quitándome los guantes, y pasé un buen rato acicalando las plumas torcidas hasta que estuve satisfecho, por supuesto mi estómago no estaba satisfecho cuando hizo un ruido gutural, exigiendo comida. Salí de allí solo para pedir comida, pollo de preferencia… Y me senté en una mesa vacía, la única que encontré vacía ya que las demás estaban rebosantes de marineros, visitantes o locales festejando en una noche tranquila. Cerré los ojos por un instante, reclinándome en la silla para dejar que mis músculos se distentieran, pero la soledad fue efímera cuando sentí las vibraciones de los pasos acercándose a mi mesa y abrí los ojos, acomodándome para recibir… Mi comida y a un hombre de tez morena y cabello blanco que decidió sentarse justo frente a mi.


Entrecerré los ojos por un momento, solo para ver las brochetas de pollo frente a mí, las 10 que necesitaba, recogí una, dándole un mordisco y haciendo un ruido de satisfacción. Las alas en mi espalda se movieron ligeramente en respuesta, las dejé cerca de mí por si acaso.


. – ¿Gracias? –Elevé una ceja por un momento, consciente de que me observaba. No es como sí yo no hiciera lo mismo, por precaución– Si te pregunto que te trae a Rostock sonará muy cliché, así que ¿Quieres hacer las preguntas que tienes en mente? Podría adivinar al menos una de esas.


Apoyé los antebrazos sobre la mesa, moviendo las alas para rodear los laterales ligeramente, rozando la madera antes de retraerlas, sabía que le causaban curiosidad.
#2
Ubben Sangrenegra
Vali D. Rolson
Al parecer, el bribón de ojos dorados había logrado incomodar sutilmente al solárian que tenía frente a él, lo cual se hizo evidente en el pequeño gesto del rubio al arquear una ceja, acompañado de un "gracias" que denotaba sorpresa ante el simple detalle de desearle que disfrutara su comida. Era una reacción inesperada para alguien como él, pero fue precisamente ese gesto lo que captó el interés del peliblanco, quien no pudo evitar sentir una chispa de curiosidad. ¿Acaso era tan evidente su interés? Bueno... quizás sí, pero no pensaba darle la satisfacción de hacer las preguntas obvias tan rápidamente.

Observó cómo el solárian se recostaba ligeramente sobre la mesa, envolviéndola lentamente con sus refinadas y poderosas alas, un movimiento que lo hacía lucir a la vez imponente y majestuoso. Las pupilas del peliblanco se dilataron ligeramente mientras analizaba cada detalle del hombre frente a él, quien ahora se encontraba en el foco de su atención. Así como desplegó sus alas, el rubio las retrajo con igual elegancia, lo que llevó a Ubben a esbozar su característica sonrisa pícara mientras se inclinaba hacia adelante, con un brillo juguetón en los ojos.

Primera pregunta, entonces,— dijo Ubben, manteniendo el tono ligero mientras lanzaba una mirada de reojo al plato de su acompañante. —Hmm, déjame pensar cómo decir esto... no quiero sonar grosero— añadió, posando teatralmente una mano en su barbilla y adoptando un aire pensativo, como si estuviera planeando algo grandioso. —¿Qué te parece si pido unos nuggets de pollo y compartimos mitad y mitad las brochetas y los nuggets?

La pregunta en sí era bastante tonta, pero sincera, y reflejaba su repentino antojo tanto por las brochetas como por los nuggets. Esperó pacientemente la reacción del rubio, mientras daba un sorbo a su cerveza, disfrutando de cada segundo de la ligera tensión. Aprovechó para llamar a la dueña de la posada con un simple gesto de la mano y una sonrisa en los labios.

Bella dama, ¿sería tan amable de traerme unos nuggets de pollo?— le pidió con una sonrisa cálida y cortés, antes de volver su atención nuevamente hacia el rubio que tenía enfrente. —Segunda pregunta— continuó, tomando otro largo sorbo de su cerveza negra, mientras sus ojos se posaban en las impecables alas que adornaban la espalda de su interlocutor. —Tú... tú eres... teñido, ¿cierto?— Su mirada se desplazó astutamente hacia las raíces del cabello del chico, buscando algún indicio que confirmara su sospecha. —Te queda genial el color, debo decir. ¿Con qué lo tiñes?— Añadió, sin darle tiempo al rubio para responder, disfrutando de su propia curiosidad sin restricciones.

Justo en ese momento, la dueña de la posada llegó con los nuggets, lo que hizo que Ubben volviera a mirarlo con esa sonrisa pícara que ya se estaba convirtiendo en su marca registrada. —Entonces... ¿tenemos un trato?— preguntó, refiriéndose al intercambio de la mitad de cada plato, mientras levantaba la mano para pedir una segunda ronda de cerveza. La primera había desaparecido como agua, y aunque ya estaba disfrutando de la compañía, no quería que la velada se volviera monótona.

¿Te invito un trago?— ofreció con una sonrisa genuina, sintiendo que el solárian frente a él era alguien digno de conocer. Había algo intrigante en su presencia, y Ubben estaba decidido a relajarse un poco y disfrutar de la conversación. —Ahora sí, tercera pregunta. ¿Eres un Solarian?— Esta vez, su tono fue más calmado y respetuoso, mientras lo miraba directamente al rostro. A pesar de su naturaleza bromista, Ubben comprendía que algunos temas podían ser delicados, y aunque su curiosidad era inmensa, sabía que debía abordar ciertos asuntos con la sutileza que merecían.
#3
Gavyn Peregrino
Horus il Tessitore
Incliné la cabeza hacia un lado, observando la reacción del hombre con ligera pereza, aunque en el fondo sentía más cautela que cualquier otra cosa, llamar la atención cuando tienes alas blancas y enormes no es algo poco habitual, el problema es el tipo de atención que atraes, la mayoría de las veces son personas interesadas en saber más acerca de las rarezas de mi especie, aunque no había nada demasiado interesante más allá de las los apéndices en mi espalda, bueno, y quizás las habilidades relacionadas con el sol, las cuales, realmente no destacaban mucho más allá de la regeneración más rápida de la usual, que podía decaer por la noche. No era un Lunarian ni un Skypian, era una mezcla de ambos que estaba parcialmente aceptada por las mentes más abiertas de ambas especies, y eso ya era demasiado en sí.

Moví las alas en mi espalda con cuidado, acomodándolas para que estuvieran plegadas cerca de mí, aunque no podía apoyarlas en el respaldo, ya que existía la posibilidad de que las choquen, y tampoco era posible dejarlas completamente detrás de mí, porque la silla se interponía en el camino. Sabía que las plumas se habían esponjado ligeramente para hacerme parecer más grande, constantemente me decía a mí mismo que no era un ave, pero a veces reaccionaba como tal, tampoco es como si supiera de donde provenían los skypian o los lunarian, poco había investigado acerca del tema, no demasiado ansioso por acercarme al pasado más lejano que tenía, o que no tenía, mejor dicho.

En respuesta a su sonrisa pícara también sonreí descaradamente, crispando la comisura de mis labios, sentía que era un desafío en algún punto, y me agradaban los desafíos. Mordí otro trozo de pollo, bebiendo también de mi jarra de cerveza negra, notando que teníamos gustos algo similares, y dejé el palillo ya limpio en el plato habiendo devorado el pollo de forma casi instantánea, admitía tener un hambre voraz, nada que ocultar, o quizás gula, estaba entre esos dos. Tomé una servilleta para limpiar mi mano, deteniéndome a medio camino cuando escuché la pregunta del moreno… Lo miré, con los ojos como dos monedas de oro, desconcertado.

¿Eh?

Parpadeé, volviendo a inclinar la cabeza hacia el otro lado, y sujeté uno de los laterales del cuello de mi chaqueta, cubriéndome la mitad del rostro y soltando un resoplido divertido ante la repentina, pero absurda pregunta del hombre frente a mí ¿Qué diablos? Traté de no reírme, porque perdería así toda la dignidad que había mostrado hasta el momento, aunque tenía la vaga idea de que, después de encubrir mi expresión, había perdido una parte del desafío. Tampoco me había dado cuenta de que desvié la mirada, por lo que volví mis ojos lentamente hacia él, esta vez con expresión un tanto más seria, entrecerré los ojos nuevamente, alzando las cejas, no de forma desconfiada, sino comprendiendo que es lo que intentaba, al menos hasta cierto punto, ya que leer mentes no estaba dentro de mi repertorio de habilidades.

Aunque me solucionaría muchos problemas de la vida cotidiana, sin duda.

Solté la solapa de mi chaqueta de vuelo, dejando al descubierto la mitad inferior de mi rostro, hice una mueca pensativa genuina, a diferencia de él, y tamborilee los dedos sobre la madera de la mesa mientras agarraba otra brocheta con la mano libre.

. – Solo si pides una buena cantidad de nuggets, no me voy a conformar con unos pocos y compartirte la mitad de mi comida. –Moví la brocheta en círculos, apuntando hacia él con diversión– ¿Te parece un trato justo?

Fruncí el ceño, sin borrar la sonrisa de mi rostro cuando pidió los nuggets, no esperaba que cumpliera, pero era una grata sorpresa saber que lo haría, aunque su siguiente pregunta me arrancó un resoplido jocoso, hasta un poco irónico, internamente me regodee un poco, manteniendo quietas mis alas para no pavonearse como un pavo real que enseña su abanico de plumas más brillantes.

. – No, no soy teñido, es natural. Pero fue un buen intento. –Señalé mis cejas rubias y plumosas– No me teñiría las cejas de forma permanente. Pero si quieres consejos para teñir el pelo podría darte algunos, sí lo he teñido de otros colores en ciertas situaciones.

Dejé la brocheta en el plato en un gesto rápido, pero despreocupado y entrelacé los dedos de mis manos, apoyando la barbilla sobre el puño que formé con estos. La sonrisa en mi rostro se tornó un poco más confiada.

. – Sino tuviera un buen radar gay, y no supiera que estás intentando charlar conmigo porque sientes curiosidad por mi especie, diría que quieres invitarme a cenar y me estás halagando, así que espero que la próxima pregunta no sea algo como “¿Tienes Den Den Mushi?” porque me voy a decepcionar. –Sujeté el asa de mi jarra, bebiendo un sorbo sin dejar de mirarle– Aunque agradezco que acaricies mi ego, pero tengo suficiente de eso.

Cuando llegó su pedido de nuggets, resoplé por la nariz suavemente, recogiendo cinco brochetas para él y colocándolas en su plato.

. – Trato. –Acepté lacónicamente, terminando de beber la primera jarra de la noche.

La invitación a más tragos me llamaron la atención, usualmente las personas no gastan dinero en otros a menos que tengan como objetivo conseguir algo de estos, siempre era consciente de esto, así que me encontré en un estado dubitativo, pero supuse que solo le interesaba que le cuente acerca de los solarian.

. – Hm, me gustaría otro trago, siempre que dividamos la cuenta, no me gusta tener deudas.

Aclaré por si acaso, tomando un nugget de su plato para comerlo con hambre voraz, las jarras de cerveza llegaron en cuestión de minutos, al igual que su pregunta.

. – Si, soy un solarian. Las alas me delatan allá donde voy, a veces, a menos que las personas no sepan nada acerca de los skypian, como el hecho de que no pueden volar.

Removí las plumas con un gesto algo engreído, porque estaba orgulloso de mi capacidad de ser libre a pesar de los prejuicios. Iba donde quería en el momento en que quería, era consciente de mis miedos, pero aún así prefería no escapar de lo que era.

. – Me llamo Gavyn, Gavyn Peregrino, por cierto ¿Con quien tengo el placer de hablar?
#4
Ubben Sangrenegra
Vali D. Rolson
El peliblanco de sonrisa pícara y ojos dorados había logrado romper el hielo con su primera pregunta, aunque, sin saberlo, solo había arañado la superficie de lo que resultaría ser un profundo permafrost antes de descubrir al verdadero Gavyn. El rubio, al levantar la cabeza, dejó al descubierto la parte inferior de su rostro, revelando una cicatriz prominente que se deslizaba hacia el interior de su camiseta de cuello alto. Los ojos de Ubben recorrieron la cicatriz con lentitud, siguiendo su trayectoria hasta donde la ropa la ocultaba. Con un gesto calmado, el chico de cabellos dorados tomó una brocheta y asintió, aceptando la propuesta de Ubben de compartir los nuggets, siempre y cuando fueran en cantidad considerable. Ubben respondió con una sonrisa astuta y un asentimiento leve de cabeza, como si ya hubiera anticipado esa respuesta.

Mientras el peliblanco daba un sorbo a su cerveza, su mente comenzó a divagar entre los recuerdos de sus numerosas experiencias en las islas donde se había escondido de la Marina. En más de una ocasión, había intentado forjar amistades con los lugareños, solo para ser traicionado cuando descubrieron el precio que tenía su cabeza. La codicia y la traición eran moneda corriente en su vida, una lección que había aprendido a la fuerza. Era plenamente consciente de lo que la gente era capaz de hacer por un puñado de berris, habiéndolo experimentado en carne propia al trabajar para los bajos fondos, donde se había convertido en un operativo dispuesto a ensuciarse las manos para sobrevivir.

Sus pensamientos se desvanecieron cuando terminó su trago, justo cuando el rubio comenzó a responder a su segunda pregunta, que había lanzado más como una broma ligera para aliviar el ambiente tenso. —Ah, entiendo, entonces solo tienes un cabello realmente hermoso— afirmó Ubben en tono juguetón, respondiendo a la explicación del rubio sobre su buen radar para detectar gays. Con una mirada calculadora, Ubben se inclinó hacia adelante, acercándose lentamente al rostro del solárian mientras este terminaba su jarra de un trago. —¿Por qué le pediría el contacto a una aventura de una o dos noches?— añadió Ubben, siguiendo el juego, con una expresión que intentaba mantener al rubio fuera de balance.

Sus palabras, cargadas de una sutil insinuación, acompañadas por sus ojos dorados clavados intensamente en el ángel frente a él, buscaban establecer su control sobre la situación. Simultáneamente, tomó una de las brochetas de pollo y la llevó a su boca de manera provocadora, intentando tentar al rubio y hacerlo bajar la guardia. Por lo que el pelidorado había mencionado sobre su radar gay, Ubben asumió que Gavyn lo era, lo cual le proporcionaba una nueva oportunidad para manipular la situación. —Podría no solo acariciar tu ego, si quisieras...— murmuró con una mirada lasciva mientras le ofrecía la brocheta mordida al chico.

Aunque Ubben era heterosexual, la vida en las sombras y su constante lucha por sobrevivir como un bribón le habían enseñado numerosos trucos para salirse con la suya. Falsas amistades, mentiras, seducción, extorsión, amenazas e incluso tortura eran herramientas que no dudaba en utilizar cuando la situación lo requería. Su brújula moral se había perdido hace tiempo en la tormenta perpetua que azotaba su corazón desde que su padre había sido falsamente acusado de corrupción, diez largos años atrás.

Cuando llegaron los nuggets, Ubben no tardó en pedir otro plato más, ya que el hambre comenzaba a apremiarle. El solárian aceptó la oferta de un trago, pero dejó en claro que no le gustaba tener deudas, a lo que Ubben respondió con una sonrisa serena. —A veces, un simple "gracias" es suficiente, ¿sabes?— comentó antes de morder uno de los nuggets, disfrutando del increíble sabor. Para una posada tan sencilla, la cocina era sorprendentemente buena.

La tercera pregunta fue respondida poco después por el chico de cabellos dorados, quien, al igual que Ubben, devoraba los nuggets y las brochetas con una voracidad notable. Gavyn reveló que, efectivamente, era un solárian, lo cual despertó aún más la curiosidad de Ubben, especialmente cuando mencionó que los Skypean no podían volar. —Interesante, nunca había conocido a un solárian... y tampoco sabía que los Skypean no podían volar. Curioso, ¿no? Debe ser una verdadera crueldad del destino tener alas y estar anclado al suelo, como esos torpes pájaros de hielo, los pingüinos,— comentó Ubben con tono reflexivo, mientras procesaba la nueva información.

Fue entonces cuando el chico se presentó, utilizando una palabra que Ubben aprovechó para avanzar en su plan. —Gavyn... un nombre bonito,— dijo, clavando sus intensos ojos dorados en los de Gavyn, antes de añadir con una sonrisa astuta. —Ubben, Ubben Sangrenegra. Y si te portas bien, quizás el placer no se limite solo a hablar.— Esperó la respuesta del rubio mientras terminaba su jarra casi vacía y llamaba al mesero para pedir otra ronda de cerveza. Luego, volvió a mirar a Gavyn y agregó con un tono casi casual. —¿Eres de por aquí? Es la primera vez que vengo a Kilombo, y debo admitir que me siento bastante perdido en Rostock. No me vendría mal que alguien me mostrara la ciudad.
#5
Gavyn Peregrino
Horus il Tessitore
Ahora entendía lo que sentían las personas cuando las observaba con la misma intensidad, o una intensidad similar, a la que el albino tenía en su mirada mientras me contemplaba sin escrúpulos. Moví las alas ligeramente, apenas, estaba acostumbrado a que me miren así, como si fuese un pavo real en exhibición, la gente rascaba la superficie únicamente, interesados más en qué era qué en quién era y, una vez que obtenían lo que deseaban, perdían el interés rápidamente. Luego me convertía en lo que siempre fui. Elevé una ceja cuando sus ojos se movieron, sabiendo que estaban atentos a la cicatriz que bajaba por mi barbilla, incliné la cabeza ligeramente, dejando el lado izquierdo de mi rostro un poco más al descubierto, de todos modos, con el cuello alto de la camiseta que utilizaba no podría deducir mucho hasta donde se extendía. Aun así, sentí el tirón ligero de tejido cicatricial bajar por mi espalda. A veces sentía una lamida de calor que subía por mi columna.

Entorné los ojos ante la sonrisa socarrona en su rostro. Por un momento sentí la necesidad de borrarla de un puñetazo, pero me concentré en comer los Nuggets que había intercambiado por brochetas ¿Por qué me generaba este tipo de reacción? Medité por un momento, intentando seguir el hilo conductor de la molestia que sentía, después de todo las emociones, los sentimientos, tienen su origen en la percepción de las situaciones, no de los hechos en sí. Giré en mis dedos el palillo de la brocheta… Molestia… Mis pupilas se alargaron, dejando que el charco dorado que eran mis iris se volviera más notorio, reconociendo el porqué fácilmente. Dibujé una sonrisa ladina cuando lo comprendí, aunque no por eso deseaba menos golpearlo, y no por eso estaba siendo diferente a él.

. – Gracias por el cumplido. –Muevo la mano en un gesto despreocupado mientras como– Como el tuyo, el color de piel y de cabello te hace lucir como un Lunarian.

Cuando se inclinó hacia adelante, acercándose a mi rostro, me mantuve impávido, sabiendo por dónde iban sus intenciones, sabía jugar muy bien sus cartas, sentí un cosquilleo de agrado en alguna parte, así que decidí seguir el juego, de todos modos era lo más interesante que me había sucedido desde que llegué a la isla. Deslicé mis ojos en una lenta sucesión, bajando desde los suyos hacia sus labios antes de subir, y, sin perder un gramo de la confianza que tenía antes alargué mi mano hacia él, posando un dedo debajo de su barbilla para sostenerla con suavidad.

. – Porque me considero más que una aventura de una o dos noches, guapo. –Quité el dedo de su mentón– Te daré un siete por el esfuerzo, pero si quieres conquistarme, aunque sea falsamente, hazme sentir especial, eso me funciona muchas veces.

Me reí entre dientes, las esquinas de mis ojos se arrugaron con perspicacia cuando me enderecé, mirándolo con un nugget en la mano y le guiñé un ojo, dándole un mordisco a la pieza que tenía en mi poder con un sonido feliz. Me agradaban los elogios, sin duda ¿Lo necesitaba? No realmente, me consideraba atractivo, lo suficiente para utilizarlo a mi favor en ciertas situaciones o para olvidarlo en otras, como esta, ni siquiera creía que él fuese a responder, pero al parecer no se dejaba intimidar fácilmente. Ah, pero tenía en mente algo con lo que quizás podía jugar por mi parte. Seguí el movimiento de la brocheta hacia su boca, me relamí los labios sin prisa alguna, fijando mis ojos bruñidos en los suyos, luego en el movimiento de la brocheta ofrecida, así que incliné mi cuerpo ligeramente, mordiendo el pollo, saboreando las verduras que lo acompañaban, lo ácido del limón y el picor de la sal en mi lengua antes de alejarme tranquilamente para disfrutar esa belleza.

Lo miré de forma coqueta a través de mis rubias pestañas– Lo siento, pero tocar es más caro. –La sonrisa en mi rostro se volvió taimada– Además, aunque me pareces atractivo, no quiero ser tu conejillo de indias en tu crisis de identidad sexual apócrifa.

Un dejo de fastidio brilló en mis ojos de forma efímera antes de que volvieran a su estado despreocupado. La mención del “simple gracias” me provocó una risa beatífica mientras masticaba el pollo empanado y frito que tenía el mismo sabor que debía tener un pedazo de cielo si pudiese clavarle mis pintadas uñas negras e hincarle los colmillos. Nada bueno salía de dar gracias a la gente sin dejar las cuentas claras, a veces era mejor ser cauteloso, paranoico dirían algunos, que preocuparse por quién podría venir detrás de ti, aunque eso sucedía con cuentas claras y sin ellas.

. – Mejor no dejar cabos sueltos, las deudas son una cosa peligrosa, incluso las más simples, así que gracias, si, pero prefiero que quedemos sin nada de por medio que te haga querer convertirme en tu periquito.

La broma salió fácil, divertida, mientras mis iris color oro se mantenían impasibles, como dos lagunas imperturbables, evitando dejar salir las emociones que acompañaban esas palabras de fondo. No quería ponerme en una posición vulnerable frente a un desconocido, menos del tipo que era Ubben. Decidí pasar de largo, escuchando su reflexión acerca de mi raza y la de los skypean, coincidía con él acerca de las alas inútiles, la idea de tener un par y ser incapaz de volar, quedando encadenado a la tierra lograba que me estremeciera, después de todo el aire y el cielo era un hábitat natural para mí, a pesar de no ser un pájaro.

. – Hm, tengo que decir que sería extraño no poder volar a pesar de tener alas, inclusive irónico y cruel. Aunque si quieres saber más sobre los skypean tengo libros sobre el tema, no es que sean una raza poco conocida, como los lunarian. O los solarian. –Parpadeé, ahora más curioso acerca del moreno– ¿Y tú eres humano?

Vi al mesero servir la siguiente ronda de cerveza negra, me preguntaba si Ubben tendría resistencia al alcohol, no se podía juzgar a un libro por su portada, pero tenía el sentimiento de que el moreno podía sorprenderme. Y vaya que lo hizo, alcé una ceja ante su presentación, solo para mirarlo como si yo fuese un halcón y él mi siguiente presa.

. – Desafortunadamente para ti, no estoy entrenado.  –Hace mucho que había dejado de estarlo…– Pero quizás sería aún más placentero darte un collar y comandos nuevos. Aunque un perro viejo no aprende trucos nuevos.

Batí mis pestañas con inocencia claramente fingida antes de responder a su pregunta.

. – No, también estoy de paso por Kilombo, el trabajo me trajo hasta aquí, aunque, si te parece, podríamos explorar los dos, es mejor perderse de a dos que en solitario. –Recogí los hombros suavemente, la sugerencia de recorrer el pueblo salió por puro improviso, a pesar de todo parecía una persona agradable– Especialmente si tienes miedo de perderte.
#6
Ubben Sangrenegra
Vali D. Rolson
El chico de melena dorada, con un tono que mezclaba admiración y sorpresa, hizo un comentario que Ubben interpretó como un halago, comparándolo con un lunarian. El bribón de ojos dorados, siempre alerta a las oportunidades, dejó que la sorpresa inicial se deslizara rápidamente para dar paso a su habitual faceta seductora. —Curioso...  ¿Solo lo parezco?— murmuró con una expresión de genuina curiosidad que, en un parpadeo, se transformó en una mirada provocadora. —¿Entonces te gustaría conocer la luna? Porque a mí me encantaría quemarme en el sol.— Su coqueteo, poético pero directo, no dejaba margen para la ambigüedad. Ubben mantuvo su mirada fija en los labios y ojos del chico de ojos aguileños, decidido a no perder el control de la situación.

Gavyn, sin inmutarse ante el acercamiento del peliblanco, respondió con un tono coqueto y despreocupado. —No dudo que lo seas... es solo que si como demasiado un platillo, termina por aburrirme. ¿Nunca te ha pasado?— Su respuesta, ligera y desenfadada, no perturbó a Ubben, quien estaba más que acostumbrado a lidiar con respuestas evasivas. Con una sonrisa astuta, replicó. —Ohh, veo el malentendido... no busco conquistarte, guapo... busco seducirte.— Ubben, quien siempre tenía un as bajo la manga, o en su caso, dos barajas completas, tanto en el sentido literal como metafórico, no pensaba dejar escapar esa oportunidad.

Luego de que el peliblanco coquetease con la brocheta, el rubio mordió la misma desde la mano del bribón de ojos dorados, dando a entender que estaba dispuesto a jugar el juego de seducción. —Con permiso, manchaste tu rostro,— dijo Ubben mientras, con una delicadeza calculada, guiaba su mano hacia la boca de Gavyn y limpiaba la comisura de sus labios con un movimiento lento y sugerente. Aunque no había mancha alguna, Ubben sabía que el contacto físico, por más leve que fuera, lo acercaba un paso más a su objetivo.

Cuando Gavyn respondió a su insinuación sobre no limitarse solo a conversar con un "Lo siento, pero tocar es más caro," Ubben sintió que la balanza volvía a inclinarse a su favor. —Oh, entonces creo que acabo de endeudarme,— replicó con voz suave, retirando su mano del rostro de Gavyn y lamiendo la punta de su pulgar de manera provocativa, buscando despertar los impulsos más bajos del rubio ángel. Sin embargo, el momento se tornó incómodo cuando las siguientes palabras de Gavyn sonaron como una suerte de insulto. Ubben lo miró serio por un instante, dudando si Gavyn había visto a través de sus intenciones o si simplemente estaba jugando a ser difícil de alcanzar.

Gavyn esquivaba cada invitación de manera directa, aunque dejaba entrever pequeñas aperturas, tal vez esperando que Ubben cruzara los límites o quizás porque no tenía idea de lo maquiavélico que podía llegar a ser el peliblanco. —Las deudas no son lo peligroso, guapo... Lo peligroso es la gente con quien te endeudas,— afirmó Ubben con confianza, volviendo a darle a su mirada ese toque seductor. —¿Qué clase de idiota trataría a un halcón como si fuera un periquito? Creo que me subestimas, querido... Intentar enjaular un ave es tan iluso como intentar secar el mar, si me lo preguntas,— continuó, dejando ver que, aunque acostumbrado a rodearse de personas, en el fondo siempre estaba solo, como un alma libre e indómita que sabía fingir ser domada para sobrevivir en paz.

Ignorando la reflexión de su alada presa, Ubben devolvió una sonrisa carismática cuando Gavyn le preguntó si acaso era humano. —¿Acaso parezco algo más?— replicó, abrazándose a sí mismo y acariciando sus propios brazos con un tono triste y vulnerable que no era más que otra mentira. —Quizá solo soy un lunarian a quien despojaron de sus alas...— terminó de hablar girando su rostro levemente, exponiendo su cuello de manera sugerente, como si estuviera ofreciendo más de lo que las palabras podían expresar. Ubben sabía lo que quería y no se detendría por nada, a menos que recibiera un "no" explícito. Después de todo, era malvado, pero no un monstruo.

La respuesta de Gavyn a su presentación fue más un lenguaje corporal que palabras, y en ese momento, la mirada del rubio cambió, haciéndole sentir a Ubben que estaba en las garras de un depredador. Lejos de intimidarse, Ubben se sintió más a gusto, permitiendo que Gavyn disfrutara de esa sensación de poder, pues sabía que no duraría mucho. —Oh, entiendo... ¿Eso significa que podrías hacerme daño?— preguntó Ubben, clavando sus ojos en la boca del rubio, siguiendo cada uno de sus movimientos con atención. —La idea del collar y comandos no me molesta... pero quizá pueda sorprenderte con algunos trucos que ya conozco,— añadió, relamiéndose antes de concluir. —Dicen que soy buen estudiante... ¿quieres ser mi maestro acaso?— ofreciendo una sumisión controlada, pero sumisión al fin.

En ese momento, Ubben no escuchó las siguientes palabras, tal vez porque el alcohol comenzaba a hacer efecto, o quizás porque estaba demasiado inmerso en su papel de seducir a Gavyn. Quería llevar al ángel rubio a la cama, no solo por deseo, sino para mantenerlo cerca más tiempo, ya que era evidente que Gavyn era de esos que desaparecían sin dejar rastro, como el albino cuervo de ojos dorados. Cuando la conversación giró hacia el tema del miedo, Ubben dejó de mirar los labios de Gavyn y clavó sus ojos ansiosos en los del contrario. Se inclinó hacia adelante, sujetó a Gavyn por el abrigo y lo atrajo hacia sí con delicadeza. —A la mierda. No seguiré rogando,— murmuró antes de intentar besarlo sin pudor alguno.

Luego, mirándolo a los ojos, Ubben se relamió los labios y sentenció. —¿Qué clase de ángel eres? Te veo y solo pienso en pecar,— admitió, mientras pedía la cuarta ronda de cervezas. Estaba un poco ebrio, y eso lo hacía más vulnerable. —No tengo miedo de perderme, guapo... tengo miedo de volver a encontrarme,— añadió, en un dicho estúpidamente filosófico, pero que dentro de todas las mentiras que había estado diciendo, se coló como una gran verdad que lo hizo sentirse enormemente vulnerable. Bajó su tricornio ligeramente, buscando cubrir un poco su rostro mientras comía un par de nuggets, intentando recuperar la compostura.
#7
Gavyn Peregrino
Horus il Tessitore
Observé con atención las expresiones de Ubben, no quería perderme de ninguna si fuese posible, tenía el sentimiento de que podría ir atando cabos mucho más rápido así, después de todo el lenguaje no verbal es complejo de aparentar, aunque no imposible, pero estaba bastante seguro de que era capaz de diferenciar, después de todo yo mismo tenía la tendencia a cambiar mi forma de actuar cuando me encontraba en público, socializando o cuando era necesario, lo había vuelto parte de mi vida cotidiana, no solía utilizarlo mucho cuando trabajaba, ya que solo necesitaba tener una relación cordial con mis compañeros, pero cuando deseaba algo… Eso si era otra historia. Dejé pasar la sorpresa que apareció por un momento en sus rasgos, fue efímero, tan rápido, pero no menos notorio, sin mencionar, que lo esperaba en algún punto, no todos los días te comparan con un lunarian. Elevé una ceja ante el murmullo por parte de Ubben, no parecía del tipo tímido, en absoluto, así que debía estar reflexionando simplemente.

La reflexión no duró mucho, ya que, tan rápido como apareció, se fue, reemplazada por la faceta conquistadora del moreno, junto con un piropo que me estremeció y me arrancó una risa divertida. Estaba muy seguro por dónde quería llevar este coqueteo bucólico, a este hombre descarado que parecía intentar competir por quien llevaba las riendas de la situación.

. – Pfff ¡Ja! Lo siento, pero no tienes alas como para llegar al sol, incluso si te las pegas con cera a la espalda van a derretirse tan pronto como te acerques, y estrellarse contra el mar no es agradable, te lo aseguro. –Incliné la cabeza con una sonrisa ladina– Además… Preferiría ver las estrellas.

Le guiñé un ojo, mordiéndome el labio inferior ligeramente, podía ver que sus ojos no se apartaban de mis labios, no dudaba ni un segundo de mantener el contacto visual, y yo no iba a bajar mi mirada para nada, no quería darle la satisfacción en este tira y afloja de ceder. No porque estuviera compitiendo con él, sino porque deseaba saber qué es lo que él querría hacer con tal de mantener las cosas a su favor. O creer que las tenía. La pregunta acerca de los platillos me dejó pensando por unos segundos, ya que, en sentido literal, solía cambiar de platillos para no aburrirme, comer pollo de forma constante podría hacer que me asquee, lo último que deseaba. Pero en cuanto a personas…

Recogí los hombros resueltamente– Mientras no sea un platillo que lleve conmigo constantemente, me da igual repetir, siempre se puede preparar y aderezar de una forma diferente, solo hay que ser un poco creativo.

Tomé una pieza de pollo frito, dejándola en mi plato, solo para rociarla con limón y salarla ligeramente.

. – Me encanta el pollo, es mi preferido, solo tengo que encontrar la manera de comerlo sin aburrirme. –Cuando terminé de aderezar le di un mordisco, haciendo un sonido gutural de satisfacción– No soy de comer cualquier cosa solo porque se ve deliciosa, necesito catar primero.

Tome una servilleta, limpiando mis labios, solo para que las esquinas de mis ojos se arruguen cuando lo escuché. Realmente…

. – Que pena, me gustan los juegos de poder y restricciones, entonces eso está fuera del tablero. –Puse un puchero obviamente falso en mis labios.

Me contuve de rodar los ojos velozmente cuando se inclinó, acercándose con la excusa de limpiar la comisura de mis labios, el recurso más viejo del mundo, pero, como tenía deseos de jugar un poco con él, cambié mi expresión a una sorprendida y deslicé mi lengua hacia la esquina de la que intentaba quitar la supuesta mancha, rozándo directamente la piel de su dedo. Aparté mi rostro apenas, mirándolo de forma coqueta, con los párpados medio caídos, viendo mi oportunidad de tirar de los hilos, esperando que resuenen.

. – Terriblemente si, es una deuda que debes pagar ¿Cumplirás tu palabra si te lo pido?

Pregunté, siguiendo el movimiento de su lengua, ah, me encantaba, sin duda me encantaba la actitud descarada y seductora de este hombre, incluso si comprendía por donde iban sus motivaciones, y tenía mis propias jugarretas pensadas, no podía decir que no me atraía y, si no tenía cuidado, podría convertirse en un vicio… La sola idea me hizo apretar la mandíbula por un segundo, casi rechinando los dientes. Si, eso no sucedería. Dejar que alguien haga mella de esa forma en mi no era algo que desee para nada, pero… No significaba que no quisiera gozar un poco. De hecho, me regodeé al ser llamado peligroso de alguna forma, aunque bien sabía que también se refería a sí mismo, sin embargo… ¿Cómo no puede el peligro avivar las llamas que me encienden y me consumen? Encontraba en el peligro un deje sugestivo que provocaba un cosquilleo agradable.

. – Para tu suerte el peligro es la chispa que enciende mis llamas, aprovecha…  –Arrastré mi pie suavemente hasta su tobillo, dándole una caricia casual antes de apartarlo– Aunque es algo que ya estás haciendo ¿Verdad?

Parpadeé, sintiendo que había más vehemencia en su pregunta que en cualquiera de los elogios de antes ¿Por qué? Me desconcertó solo un segundo, y luego entendí fácilmente, otorgando una respuesta a mi propia pregunta.

. – Si, tienes razón, lo siento, no quería subestimarte. Que bueno que estemos en la misma página entonces, no quiero jaulas de oro glorificadas.

Apoyé mi mejilla en un puño, para nada sorprendido cuando se abrazó a sí mismo, necesitaba estar muy ciego para no notar que estaba actuando, no solo por el cambio repentino, sino por lo que me había dicho antes y por las preguntas que planteó hasta hace unos minutos. Sin mencionar que, en este aspecto, me encontraba mejor informado que él. Fijé mis ojos inconmovibles en él.

. – Incluso aunque parte de tu aspecto se parezca, te hacen falta unos centímetros más de altura en conjunto con una actitud más petulante, altiva y desagradable hacia mí para ser un Lunarian. –Expliqué sucintamente.

Era difícil quitarle las alas a un Lunarian, tendrían que ser cortadas, mutiladas, cercenadas inclusive, porque podían encenderse en llamas, así que el fuego no era un problema para ellos. Además, los lunarian no tenían en alta estima a los solarian, preferían mantenerlos al margen, por decirlo de forma amable.

Fruncí los labios, intentando no reírme ante el ofrecimiento– Sería interesante verte con un collar y una correa, pero esa opción quedó fuera del tablero hace rato ¿Recuerdas? Y yo no soy maestro. Pero si quieres enseñarme trucos que ya sabes, entonces sorpréndeme.

Noté su ensimismamiento, tomar tres jarras de cerveza seguidas al parecer habían mermado su juicio, por algún motivo imaginé que Ubben no tenía problema en beber mucho, pero las apariencias engañan y me estaba dejando llevar por… El agarré sobre el cuello de mi chaqueta de aviador me sorprendió, pero la presión sobre mis labios me dejó estático.



¿Eh?

Sus labios estaban húmedos por la bebida, pero se sentían bien, realmente quería probarlos, así que devolví el beso, moviendo mis labios sobre los suyos, casi persiguiéndolos cuando se apartó. Sentía deseos de sujetarlo por la ropa y arrastrarlo por encima de la mesa con tal de continuar. Desgraciado.

. – Ahí es donde te equivocas. –Susurré al estar más cerca ahora– ¿Cuándo te dije que era un ángel?

Volví a acomodarme en la silla, alisando el cuello arrugado de la chaqueta. Moví las alas ligeramente, sintiendo como mis plumas se esponjaban positivamente, no para hacerme lucir más grande de lo habitual, sino que… Traté de acomodarlas, pasando mis dedos por entre ellas, sabiendo cómo funcionaba el lenguaje corporal de las aves, mientras escuchaba sus palabras. Eso… se sentía muy personal. Extendí lentamente mi mano por sobre la mesa y la giré en un obvio ofrecimiento, no quería jugar con su vulnerabilidad, no, sabía lo que se sentía, pero sí podía hacer algo…

. – Si quieres ocultarte unas horas en mí, entonces la invitación está hecha. Depende de lo que desees.
#8
Ubben Sangrenegra
Vali D. Rolson
El ambiente tranquilo y alegre de la posada era perfecto para Ubben, especialmente mientras lidiaba con el rubio Solarian que se había presentado como Gavyn Peregrino. Había algo embriagador en ese misterio que envolvía al ángel rubio, capaz de utilizar el descaro y el coqueteo como herramientas para conseguir lo que deseaba. El bribón de dorados luceros y cabellos blancos sonreía, cautivado por la astucia y franqueza de Gavyn, quien, con una mezcla de descaro y seducción, parecía jugar con él. La risa del rubio ante el coqueteo de Ubben, comparándolo con el sol, fue como una puñalada en el ego del peliblanco, aunque pronto se recuperó al escuchar la intrigante acotación del Solarian —Conque ver las estrellas, eh— pensó Ubben mientras observaba cómo Gavyn le guiñaba un ojo y se mordía el labio, un gesto que no pasó desapercibido.

El ángel no se quedó atrás y respondió a cada uno de los coqueteos de Ubben, incluso mientras aderezaba un nugget, jugando con la metáfora del coqueteo como si fuera un condimento más. Al peliblanco le fascinaba la originalidad del Solarian; cada palabra, cada gesto, parecía diseñado para mantenerlo en ese juego de seducción que ambos cruzaban, un campo minado de dobles intenciones. Cuando la mano de Ubben rozó la comisura de los labios de Gavyn, el rubio lamió el pulgar del peliblanco de manera descarada, y Ubben, sin dudarlo, repitió el gesto, lamiendo su propio pulgar mientras lo miraba directamente a los ojos, un desafío tácito que ambos aceptaban con placer.

Era evidente que Gavyn había mordido el anzuelo lanzado por Ubben cuando mencionó haberse endeudado por tocar su rostro. El rubio respondió con naturalidad, afirmando que, en efecto, Ubben se había endeudado. —Nunca desconozco una deuda... quizá al deudor, pero no la deuda.— respondió el peliblanco, fingiendo inocencia mientras sus ojos seguían de cerca cada movimiento de los labios de Gavyn, notando cómo el ángel rubio no podía evitar seguir su lengua cada vez que se relamía. —Supongo que hoy arderá la isla,— comentó Ubben de manera directa, sus palabras cargadas de una mezcla de anticipación y deseo.

Mientras la conversación avanzaba en el bullicioso bar, el intrusivo barman, que trabajaba junto a la señora, se sentó en un viejo piano vertical al fondo del salón. Sin embargo, no tocó de inmediato; en su lugar, observó atentamente la situación, analizando a los clientes, buscando a quién ofrecer un buen ambiente musical que acompañara la noche. En paralelo, Ubben, en un intento de bromear, se comportaba como si fuera un Lunarian desplumado, algo que claramente no hizo gracia a Gavyn, dejando ver un cierto recelo hacia esa raza. La conversación avanzó, y Gavyn retrocedió en la misma un momento para recordar a Ubben que los juegos de poder no estarían disponibles, aunque no ocultó su interés en ser sorprendido por los trucos del peliblanco. La tensión entre ambos era palpable, embriagante, un coqueteo desinteresado que, sin embargo, los mantenía cautivos.

Soundtrack

Fue justo antes de que los labios de Ubben se encontraran con los de Gavyn cuando el barman comenzó a tocar una melodía en el piano, acompañado por otro músico con una guitarra. El sonido envolvió el bar en un ambiente sensual y misterioso. Cuando sus labios finalmente se unieron, de fondo se escuchaba la voz del camarero. —Ese hijo de puta canta bien— pensó Ubben por un instante, antes de perderse por completo en la sensación del tacto de los labios del rubio, que correspondía al beso con la misma intensidad. Si no hubieran estado en público, en ese momento, cuando sus labios se separaron, Ubben habría arrojado a Gavyn sobre la mesa para lanzarse sobre él, pero hoy no tenía tanta suerte.

Gavyn afirmó no ser un ángel como tal, y aunque Ubben tenía la respuesta perfecta, necesitaba recuperar la compostura después de haber confesado su miedo a encontrarse a sí mismo. En ese momento, aún dentro del juego de coqueteo y con el sensual ambiente que generaba la música del barman, Gavyn comprendió lo que ocurría con Ubben y le ofreció un refugio en él durante unas horas... algo que el peliblanco realmente necesitaba. Ubben levantó la mirada, ahora simplemente hambriento de volver a probar al rubio frente a él, y dijo —Incluso los demonios no son más que ángeles caídos... y como tal, reconozco a uno cuando lo veo.

Tras esas palabras, se inclinó nuevamente sobre los labios de Gavyn, sellando un pacto con un profundo beso, permitiendo que su lengua danzara un apasionado vals con la del ángel. Cuando el beso terminó, Ubben lo miró con los ojos ligeramente vidriosos, intentando contener los sentimientos que surgían al enfrentarse a sí mismo, y, sin alejarse de sus labios, susurró —¿Te parece salir a ver las estrellas?— Luego, le dio otro beso, más corto y menos ansioso.

Ubben se levantó de la mesa y pagó la comida, sin permitir que Gavyn contribuyera, diciendo —La buena compañía ya salda la deuda, no te preocupes,— pues sabía que el rubio Solarian insistiría en pagar su parte. Una vez liquidada la cuenta, Ubben subió al segundo piso, donde se encontraban las habitaciones, y, al llegar a la puerta de la habitación que había alquilado, miró al rubio y dijo —Dudo que le temas a las alturas, ¿cierto?— Rió por un segundo mientras abría la puerta y se dirigía directamente hacia la ventana, sentándose en el marco de la misma. —Porque desde el techo probablemente las estrellas se vean preciosas,— añadió, y, saliendo a través de la ventana, escaló sin problemas la pared de la posada hasta llegar a la techumbre. Ubben era hábil en el escapismo y sabía muy bien cómo escalar paredes de casas y edificios no muy altos. Una vez en el techo, se recostó con los brazos tras su cabeza y, con una sonrisa traviesa, dijo a Gavyn —Tu boca es muy suave... me gusta— Luego, se concentró en el cielo nocturno y en la agradable brisa que acariciaba el lugar, permitiendo que el silencio y la compañía del rubio llenaran el espacio entre ellos.
#9
Gavyn Peregrino
Horus il Tessitore
La sonrisa dibujada en mis labios se ensanchó apenas, sabía que se habían formado pequeños hoyuelos en mi rostro, pero lo dejé estar mientras analizaba sus rasgos, las expresiones que compuso a medida que hablaba con él. Verlo cautivado me encantaba tanto como le encantaba a él llevar las riendas, guiar la situación, aunque desde mi punto de vista fuese un ir y venir constante entre los dos… Ahora que lo pensaba, no tenía un objetivo como tal, al menos no hasta hace unos minutos, al menos en mi caso ¿Y en el suyo? ¿Qué obtenía de esta situación? Entorné mis ojos ámbar, meditando que es lo que querría, que lo haría continuar y, supuse, lo mismo que me motivó: Nada ¿Competir, tal vez? Repasé la situación.

Ah.

Se trataba de un juego. Ya lo había pensado, que esto era un juego, un juego de voluntades, por supuesto, pero fue algo fugaz, algo inconsciente, ese tipo de pensamientos que se tienen al pasar, pero que no se registran completamente, que son automáticos. Depende de la perspectiva desde la que se vean. Intenté alisar mis plumas, que estaban erizadas y esponjosas, mostrándose como si fuesen una insignia, cuál pavo real que abre su cola para enseñar las hermosas plumas de diferentes tonalidades. Me sentí indignado conmigo mismo por un momento, ya que no era un ave, pero tenía algunos comportamientos similares cuando se trataban de mis alas, sin embargo, no era el comportamiento lo que me indignaba, sino como me dejaba al descubierto si las personas con las que hablaba tenían idea del lenguaje corporal de los pájaros.

Por suerte no parecía ser el caso.

Mis pupilas se dilataron considerablemente al verlo lamerse el pulgar, entre divertido y deseoso por los extremos hasta los que estaba dispuesto a llegar este hombre por… ¿Por qué? ¿Por ganar? ¿Por deseo? Un recuerdo desagradable apareció en mi mente por un instante, en parte lo entendía, pero no quería recordar eso ahora mismo, volvería agrio mi estado de ánimo de un plumazo, de forms tan certera que podría echarme atrás ante la idea de ir a la cama de alguien, especialmente de un desconocido. Olvidado. Y el desafío estaba aceptado, cada uno con sus propias piezas, esperando hacer un movimiento, o hacer trampas de alguna forma.

Tenía el sentimiento de que jugábamos juegos diferentes, aunque igual de versátiles. Prefería los tableros.

Reí entre dientes ante la insinuación de olvidar o no reconocer a los deudores, entonces estaba en lo cierto, no se consideraba a sí mismo como quien debía y no me reconocería si había otra ocasión, al menos una tercera ocasión, ya que, al parecer, solo registraba a sus presas una o dos veces.

. – Por suerte mi pizarra está en blanco contigo, no necesitas recordarme. Por desgracia para ti no soy bueno con los nombres, pero sí con las caras, así que recordaré la tuya si me debes. –Alcancé la jarra de cerveza y le di un sorbo lento, saboreando el amargor de la cerveza negra– Pero puede que me acuerde de tu nombre si te vuelves lo suficientemente memorable.

Dejé la jarra suavemente en la mesa, dándole una mirada intencionalmente libidinosa al moreno de cabello blanco, tal como lo eran sus palabras. Un ligero escalofrío recorrió mi espalda, descendiendo hasta mi espalda baja, hacía tiempo que nadie me dedicaba ese tipo de mirada o palabras, quizás porque, muchas veces, me volvía inaccesible a las personas que me rodeaban, particularmente con los desconocidos, pero la forma de acercarse de Ubben fue lo suficientemente efectiva para atraerme. Debía admitirlo, había caído, parcialmente, en su trampa… Pero antes muerto que mencionarlo en voz alta. Si el ego del bribón era tan grande como suponía, era mejor mantener la boca cerrada, para continuar sujetando esa pieza de mi lado hasta que fuese el momento de dejarla ir.

La canción que comenzó a sonar de fondo me arrancó una risa ligera, el barman al parecer tenía un muy buen timing, o era lo suficientemente entrometido, como para comenzar tocar música que congenie con el ambiente de tensión y deseo que se respiraba en nuestra mesa. Me agradaba la letra, el sentimiento que transmitía esta misma, así como el piano y la guitarra. Al separarnos esbocé una sonrisa para nada tímida, deslizando la lengua por mis labios, dispuesto a probar, aunque fuese ínfimamente, las reminiscencias del sabor del bribón de ojos dorados. Un cosquilleo agradable se estaba formando en mi bajo vientre, pero no quería actuar con prisa, y mucho menos actuar en base a mis deseos, en absoluto, nada obtenía de la debilidad de un hombre que habla ebrio, incluso para mí sería una jugarreta demasiado sucia y baja.

Así que decidí esperar a que la máscara de Ubben se reconstruya. A pesar de las cervezas que había bebido por mi parte no me era fácil emborracharme con solo unas cuantas jarras, no es como si fuese un vicio para mi, el alcohol, pero después de años trabajando en diferentes tripulaciones había aprendido que, después de un viaje tan largo, una buen trago no viene mal, cuando pega la vida con tanta sed, y había aceptado invitaciones a bebidas gratis que me llevaron a absorber diferentes tipos de alcohol como una esponja.

Volví de mi ensimismamiento rápido por sus palabras, y, con una sonrisa contesté, bromeando– Pasé de ser un ángel a un demonio, aunque esa definición es más aceptable para mí. O quizás soy una sirena.

No esperaba el segundo beso, pero cuando el moreno se inclinó hacia mí no pude evitar recibirlo a gusto, saboreando primero sus labios y luego su lengua contra la mía. Un sonido bajo de satisfacción escapó de mi garganta. Realmente era una buena distracción, funcionaba muy efectivamente, pero verme en el espejo de sus ojos me recordó lo que dijo hace un momento y me hizo cuestionarme si él también lo notaría, que éramos muy similares, al menos en la superficie, quién sabía lo que había bajo las capas que recubren al misterioso hombre frente a mí, pero estaba bastante seguro de que eran muchas, de lo que no estaba seguro era de si se trataba de la misma cantidad que las mías, aunque sabía que no las mismas. Pero eso no importaba, el segundo beso y la invitación susurrada por encima de la música que llenaba el bar atrajeron mi atención nuevamente. Lo miré por debajo de mis rubias y espesas pestañas, él sabía que no iba a rechazarlo, incluso si había pagado la cuenta por su parte y no me permitió dejar la mitad que me correspondía. Lo mantendría en mente de todos modos.

Me puse de pie– “Gracias” –Dibujé una sonrisa maliciosa al recordar sus palabras de antes– Ver las estrellas con alguien no suena nada mal.

No tardé en seguirlo, subiendo los peldaños de la escalera de madera que rechinaba con cualquier tipo de peso que no fuese lo suficientemente ligero. Entré tras él en la que supuse era su habitación e incliné la cabeza con desconcierto al verle asomarse por la ventana, tuve la intención de bromear acerca de la situación, pero Ubben demostró que le resultaba sencillo salir por aquel lugar, eso decía mucho de él, ya que no tenía alas, entonces ¿Por qué le sería necesario salir por una ventana? En mi caso, la adrenalina de salir y entrar por las ventanas era parte de un juego que llevaba jugando desde que se me permitió tocar el cielo, pero este hombre tenía muy pocos motivos para necesitar habilidades que le permitieran salir por otro lugar que no fuesen las puertas.

Lo vi subir al techo con una agilidad y facilidad practicadas, sabiendo inconscientemente que este moreno de mirada dorada, ego enorme, palabras seductoras e intenciones no tan ocultas sería un problema más adelante… Pero ¿Desde cuando huía de los problemas? Está bien, muchas veces, pero en ocasiones el peligro se convierte en algo más que atractivo. Así que, después de recoger una manta, y con algo de dificultad, porque la envergadura de casi dos metros y medio que poseía no pasaba con tanta facilidad por una ventana tan pequeña, me asomé poco a poco, plegando lo suficiente las alas para pasar primero las escapulares y las cobertoras marginales, luego las alulas, y, cuando pude apoyarme en al alféizar de la ventana salté, deslizando las cobertoras primarias y las primarias para desplegar las alas rápidamente en toda su amplitud, aleteando suavemente para mantenerme en el aire antes de subir al techo volando.

. – Vuelo desde que tengo uso de la razón, no tengo precisamente miedo a las alturas. 

Agité las alas perezosamente hasta que mis pies estuvieron a la altura del techo, la luz de la luna enmarcó mi figura, otorgando a las plumas blancas que recubrían mis alas una tonalidad perlada, reluciente. Descendí sin prisa sobre el tejado, sonriendo de lado ante el elogio para mi boca.

. – Algunos dirían que tengo una boca demasiado grande, y que me mete en problemas con suficiente frecuencia. –Me senté a su lado, un poco más arriba, ya que recostarme sobre las alas era molesto, pero a esta altura podía verle el rostro– Pero ahora mismo parece que me trajo a un buen lugar.

Dirigí mis ojos dorados hacia él, brillantes de deseo, pero curiosos por saber qué es lo que deseaba hacer aquí arriba, aunque… Me daba una idea. Me recosté sobre mi lado derecho, extendiendo el ala de ese lado hacia atrás y dejando la otra semi plegada sobre mi cuerpo.

. – Así que… ¿Es esta una jugarreta por lo que dije antes sobre “ver las estrellas”? Y me dirás algo como “¿No es esto lo que deseabas?”. –Intenté adivinar, imitando su voz, pero quebrándola en todos los lugares incorrectos.
#10


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