¿Sabías que…?
... existe una isla en el East Blue donde el Sherif es la ley.
[Aventura] [T5] Susurros del Fjord
Arthur Soriz
Gramps
[ · · · ]

8 de Invierno
Año 724

En el horizonte se extendía una vastedad helada, donde las aguas grises del North Blue chocaban violentamente contra las costas de Skjoldheim. A medida que el barco se acercaba a esta, las siluetas de las montañas cubiertas se nieve emergían a través de la bruma destacándose contra el cielo encapotado. Fiordos profundos cortaban la costa, sus aguas cristalinas apenas visibles bajo una capa de hielo quebradizo. Los glaciares, inmóviles guardianes de ríos congelados mostrándose como titanes inmutables en la distancia.

El viento era cortante, cargado de un frío que se colaba hasta los huesos, azotándolos sin importar que fueran recién llegados; con más razón les daría su cruda bienvenida de esa forma. Incluso los más curtidos en las inclemencias del invierno norteó sentían el peso de Skjoldheim, la nieve y el hielo siendo amos y señores durante los meses más duros del año. Era un constante recordatorio de que las bajas temperaturas de otras islas era una mera brisa en comparación con el castigo polar que les esperaba aquí.

Al descender del barco, la nieve crujía bajo sus botas y el vapor de sus respiraciones se alzaba en pequeñas nubes antes de ser arrebatadas por el viento. Era evidente que si no habían venido preparados con abrigos gruesos, guantes y bufandas... pronto lo lamentarían. Las botellas de bebidas espirituosas y las tazas de chocolate caliente se convertirían en aliados indispensables en esta aventura que estaban a punto de vivir.

Frente a ustedes, en este pueblo costero refugiado entre las colinas se encontraba lo que podría ser un futuro prometedor, con la promesa de encontrar más información acerca de esos secretos que guardaba la isla. Habían venido a esta con la obvia intención de averiguar más acerca del rumor del que habían leído. La leyenda del Hjalmar, un infame barco que navega las costas de Skjoldheim en días de tormenta... que honestamente, por lo que han podido averiguar camino a la isla, esto sucede casi todo el tiempo.

Mientras avanzan por el estrecho sendero que se abría paso entre las colinas, las primeras casas de un pueblo comenzaron a hacerse visibles no muy a lo lejos. Cada una de ellas, pequeña pero robusta, parecía abrazar la tierra y el frío, con techos inclinados en ángulos agudos, diseñados para que la nieve se deslizara con facilidad y no se acumulase para así evitar que el peso de esta derribase las estructuras. Las paredes, de madera envejecida y oscura mostraban el paso del tiempo y las inclemencias del clima. Pero cada hogar está bien cuidado, reflejando la resiliencia de los habitantes de la isla.

Las casas son bajitas, compactas, bien logradas para escapar del viento y las tormentas. Las ventanas eran pequeñas, pero cada una de ellas estaba adornada y casi que tapada con cortinas pesadas de lana que dejaban escapar una suave luz anaranjada, indicio de los fuegos encendidos de su interior. El humo se alzaba de las chimeneas de cada casa, formando columnas grises que se disolvían lentamente en el aire, desvaneciéndose en el gris plomo del cielo.

Al fondo, casi que al final del camino principal se alzaba un edificio más grande que los demás. Era imposible no notar la diferencia... las paredes más gruesas y reforzadas con vigas fuertes. Un techo más alto y un diseño rústico que mostraba un aire de distinción, lleno de lo que parecía ser runas talladas en sus ángulos y umbrales. Se podían escuchar risas y la melodía de algún instrumento musical que animaba las almas de los que estaban en su interior.

El aroma a alcohol y tabaco se mezclaba con los olores de comida cocinándose en grandes estufas. Era obvio que aquel era el corazón del pueblo, el refugio donde se reunían los locales... un lugar donde las preocupaciones del frío y las tormentas quedaban atrás al menos por unas horas. Sin duda ese edificio era una taberna. Y quién sabe... tal vez logren escuchar más rumores de Skjoldheim en el proceso.

off
#1
Rocket Raccoon
Rocket
-¡Maldito frío, joder! ¡Esto es un castigo, eh!- bufé al aire, gritando sin pudor alguno, sin importarme si alguien me escuchaba o no. Total, los pocos que estaban cerca ya estaban acostumbrados a mi inigualable encanto. Eran mis compas, eran mis camaradas. Así que no se sentirían señalados ni nada. La nieve crujía bajo mis botas, pero no de la manera romántica que algunos describen, si narrador, tú mismo. Si no como un recordatorio constante de que estaba en un lugar que mi madre no habría aprobado, si tuviese alguna pues.

'Si la tienes, aquí Cortana.' La IA despertaba, y parecía venir bromista el día de hoy.
'Más quisieras, joder... tengo que pedirle al mochuelo que te arregle, andas bastante alegre hoy parece.' Le reclamaba, pero con gracia. 'Anda, apágate y vuelve a dormir. Si te necesito te aviso'
'Cortana se apaga. Hehe, me apago.' Sí, cada día está más loca esta inteligencia artificial. Creo que está agarrando algo de mi personalidad.

Maldita diosa de la fortuna y sus caprichos; ¿qué tenía que demostrar trayéndome a este rincón helado del mundo? El viento cortaba como cuchillas, y, aunque llevaba más capas que un pastel mal hecho, podía sentir cómo el frío se colaba entre cada pliegue de este gran abrigo que me había fabricado con mucho amor el Lobo Alfa de la manada. '¿Qué demonios hice para merecer esto?' gruñí, ajustando los guantes con un tirón brusco. Hasta mis circuitos internos parecían estar protestando, como si el hielo estuviera congelando hasta el último cablecito de mi ser.

Llevaba días en este rincón del infierno blanco, y cada hora que pasaba sentía que la temperatura bajaba aún más, como si el clima se riera de mí. Sacudí la cabeza, intentando no pensar en lo irónico que era un mapache biónico de menos de un metro, luchando contra una simple ráfaga de viento. Pero no iba a dejar que el clima me derrotara. Había una misión que cumplir, y por todos los engranajes de mi equipo, iba a demostrar que ni el frío ni este lugar de locos iban a detener a Rocket Raccoon. Aunque, claro, un poco de chocolate caliente o algo más fuerte no vendría nada mal... Me enderecé, sacudí la nieve de mi abrigo y me obligué a seguir adelante

-¿Hey Ali... tu también haces las mismas llamitas en tu espalda que hace John verdad?- Miraba al rubio, quien siempre tendía una mano amiga a todo aquel que la necesitara. -¿Me dejas subir en tus hombros, y enciendes esa cosa?- Le rogaba, casi suplicando.

El pueblo frente a mí parecía salido de una postal de supervivencia vikinga: casas robustas, chimeneas humeantes y un aroma a leña quemada que se mezclaba con la promesa de comida caliente. 'Buah, una buena sopita caliente como la de aquella vez, vendría genial joder.' Pero mis ojos, siempre atentos, se detuvieron en el edificio más grande del lugar. Ese debía ser el epicentro de todo. Si había rumores, historias o un borracho parlanchín que soltara información sobre el Hjalmar, era ahí donde empezaría.

Y ahora claro, el que lea este se estará preguntando que es el Hjalmar. Pues les contaré. Un barco fantasma, sí, eso, exactamente eso. En realidad no creía en nada de esas mierdas, seguramente era un grupo de piratas molestando aquí y allá, sembrando miedo entre la gente de la costa. De todos modos, sí parecía algo divertido y entretenido a investigar. Por lo menos mientras estamos aquí varados en esta isla del infierno helado. -Ali mira, vamos ahí, parece oler bastante bien. Y sabes que siempre se puede confiar en la nariz de tu mapache favorito. Joder eh- Le apunté hacia la taberna. -Seguro ahí saben algo sobre ese supuesto barco fantasma. ¿Tú tampoco crees en eso no? Joder eh- Preguntaba, con total interés en su respuesta. -Ah, y habla tu... en mis primeras aventurillas por aqui, note que a alguno que otro de estos muchachones, les molesta mi ''joder eh''.-

Con esa actitud, mi plan era claro: entrar a la taberna, calentarme junto al fuego, pedir una buena sopa caliente, y mientras tanto, poner mis orejas a trabajar. Con suerte, alguien mencionaría más detalles sobre ese famoso barco fantasma antes de que terminara mi buen plato de comida. 

Datos


Resumen
#2
Dharkel
-
Skjoldheim.
Día 8 de invierno del año 724.

Habían pasado cinco días desde el desafortunado incidente que forzó a Dharkel a revelar no sólo a su tripulación, sino a todo aquel que estuviese observando la destructiva tormenta del North Blue, los poderes sobrenaturales que con tanto celo había guardado los últimos meses. Sabía que había valido la pena salvar a su tripulación y a sí mismo de un destino incierto, pero las preocupaciones inundaban su mente. No sólo tenía que preocuparse por el precio que las fuerzas del orden mundial habían puesto sobre su cabeza. Ahora también tenía que hacerlo sobre la posible prevención de la Marina y el uso del infame kairoseki.

Cinco largos días en los que se vio obligado a abandonar la embarcación y explorar las cercanías de la isla por su cuenta con el afán de conseguir recursos e información. Mientras tanto, sus compañeros luchaban contra las inclemencias del tiempo para reparar el Hope y tratar de sacarlo de las densas capas de hielo que se habían formado en la bahía, las cuales parecían regenerarse el doble de rápido de lo que los golpes de Balagus eran capaces de liberar. Había que esperar a que el temporal pasase.

Las densas capas de nieve y niebla hacían que algunas de las escarpadas siluetas de Skjoldheim se perdiesen en los grises y persistentes cielos que amenazaban con dar rienda suelta a su furia en forma de tormenta. Dharkel jugueteaba con una moneda entre sus dedos, tratando de aplicar el bososhoku haki al trozo de metal y mantenerlo en la misma cuando era lanzada, sin éxito. Se encontraba de espaldas a tan imponente vista, observando con una tranquilidad impropia de él cómo las enfurecidas aguas trataban de alcanzarles inútilmente, con el barco en una posición estable, sin tambaleos ni mareos.

El ruido de unas botas sobre la madera escarchada hizo que Dharkel recogiese la moneda tras un último lanzamiento, desapareciendo entre sus dedos. No necesitaba de poderes sobrenaturales para saber de quién se trataba, pues tras tantos años navegando juntos era perfectamente capaz de distinguir incluso el estado de ánimo de sus compañeros con tan solo el baile que formaban sus pies al moverse.

- Es solo un rumor. No he podido confirmar la veracidad de la información…

Dharkel giró sobre sus propios talones, encarándose hacia su capitán mientras extendía un brazo tras de sí, lanzando la moneda a modo de tributo para que su diosa le concediese un día de buena fortuna. El metálico reflejo amarillento fue breve, pero le dio el tiempo suficiente para incorporarse y deslizar un cigarro entre sus labios, encendiéndolo con un fósforo de madera, antes de que la moneda tocase el hielo que formaba su extraña prisión. Se ajustó la bufanda y la ropa de abrigo y finalmente exhaló una densa nube de humo que trataba de competir con el mismo firmamento.

- … Todavía.

[…]
- Sé que no debería haberlo ocultado… – dijo mientras daba una calada al cigarrillo que se posaba entre sus labios.

El sendero se iba estrechando poco a poco, de manera casi imperceptible a medida de la densidad de la nieve incrementaba su dificultad a cada paso que daban. Dharkel estaba tratando de guiar a su capitán al pequeño poblado que el día anterior había descubierto durante una de sus batidas mientras mantenía su kenbunshoku activo para evitar sorpresas y, trataba de fingir que caminaba cuando realmente estaba haciendo uso de la akuma no mi para evitar dejar su rastro en la nieve.

- Gente nueva… muchos cambios en poco tiempo… - exhaló -. Tenemos recompensas sobre nuestras cabezas y… un pasado. – No pudo evitar mirarse fugazmente el hombro donde se encontraba el tatuaje de la tripulación, como si revisase un dolor fantasma, una herida que a pesar de los años no había terminado de cicatrizar -. No puedo volver allí. Tampoco puedo fiarme de ellos. – Echó esta vez su vista atrás, en la dirección de la que venían, manteniéndola unos pocos segundos que se convirtieron en una eternidad -. Entiendo que tienes tus razones para haberles invitado, pero yo todavía no puedo.

[…]
El humo de las chimeneas se escapaba de unas pequeñas casas de madera oscura. La nieve parecía querer insistir en eclipsar la peculiar belleza de aquel valle con la suya propia. Continuaron su camino hasta casi el final del camino, donde parecía encontrarse un edificio comunal, destinado a calentar y revitalizar con esperanzas y un plato caliente los corazones de los lugareños. Las runas talladas en los márgenes de las puertas captaron la atención de Dharkel, quien retirándose uno de los guantes pasó sus dedos entre los recovecos. Con la mirada de un niño pequeño y cautivado por las lecciones que podría aprender allí se internó en el local. Era el momento de ponerse a trabajar.

El espadachín acercó a la barra, sentándose. Tras recibir una jarra de licor y un plato de sopa caliente se incorporó hacia quien le había servido, haciendo tambalear el taburete.

- ¿Qué sabe de la Leyenda del Hjalmar? – preguntó tratando de hacer contacto visual -. Estoy interesado en aprender todo lo que pueda sobre las leyendas y los cuentos populares de la zona. Somos aventureros que buscan el conocimiento – dijo elevando una ligera sonrisa mientras miraba a Silver.

Dharkel no pudo evitar notar un par de presencias especiales cerca de ellos gracias al kenbunshoku haki, muy cerca.

Resumen
Datos
Objetos consumidos
#3


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