¿Sabías que…?
... Eiichiro Oda empezó la serie con la idea de terminarla en 5 años, pero se dio cuenta de que en esos 5 años que la trama ni siquiera llegaba al 50%.
[Común] [Pasado] Primeros días
Lionhart D. Cadmus
Tigre Blanco de la Marina
Primer Día como Marine

El sol apenas comenzaba a asomar en el horizonte cuando Lionhart D. Cadmus, el nuevo recluta, pisó por seguno vez la Base G-23. Esta fortaleza de la marina se alzaba en la distancia, con sus muros altos y su gran torre que dominaba el paisaje. Más allá de las historias, estar allí en persona le hacía sentir la magnitud de lo que estaba a punto de enfrentar.

La Base G-23 no era un simple cuartel. Con su amplio patio interior, zonas de entrenamiento, dormitorios y un comedor que siempre estaba lleno de voces, representaba un microcosmos de la disciplina y el orden que la Marina valoraba. Cadmus había escuchado mucho sobre esta base y sus altos estándares gracias a su abuelo, y aunque un nudo en el estómago le recordaba los nervios, también lo impulsaba a demostrar su valía.

Al ingresar a la base, esta vez con su primer día como Soldado Raso, fue recibido por un sargento de aspecto severo, cuya mirada parecía perforar hasta el alma. Sin perder tiempo, el sargento comenzó a explicarle las reglas del lugar, la disciplina que se esperaba y las tareas que debía realizar. Aunque era mucho para asimilar, Cadmus prestaba atención a cada palabra, consciente de que cualquier error podría costarle caro.

Su primera asignación fue algo más mundano de lo que había esperado: organizar uno de los numerosos almacenes de la base. Cadmus no podría evitar sentir una ligera decepción al no recibir una tarea más emocionante, pero entendió que cada tarea, por pequeña que fuera, tenía su importancia. Con diligencia, comenzó a clasificar las cajas de municiones, provisiones y herramientas, asegurándose de que todo estuviera en orden.

Mientras trabajaba, podía escuchar a otros reclutas en las zonas de entrenamiento, compartiendo sus experiencias y hablando sobre las misiones que esperaban realizar. Algunos eran veteranos de otras bases, mientras que otros, como él, eran novatos ansiosos por probar su valor. Cadmus sabía que pronto tendría su oportunidad de demostrar que no solo era un buen organizador de suministros, sino también un valiente marino.

Al finalizar su primer día, cuando el sol ya se ocultaba en el horizonte detrás de la gran torre de la base. Había sobrevivido a su primer día y, aunque sabía que el camino por delante sería más complicado, estaba decidido a enfrentar cualquier desafío que se le presentara como un nuevo Marine.
#1
Lionhart D. Cadmus
Tigre Blanco de la Marina
Segundo Día en la Base G-23

El sol aún no había salido cuando Lionhart D. Cadmus se despertó en su litera, acompañado por el suave murmullo de los demás reclutas preparándose para el día. Después de su primer día organizando suministros, esperaba que la jornada que tenía por delante trajera algo más emocionante. Sin embargo, al recibir sus órdenes, se dio cuenta de que su rutina aún se mantendría en las tareas más sencillas: la limpieza de la base.

Cadmus fue emparejado con otro soldado raso, un joven llamado Raiden, que parecía tener apenas unos años más que él. Raiden era delgado, con el cabello corto y oscuro, y una expresión perpetuamente despreocupada que contrastaba con la seriedad de Cadmus.

Mientras recogían escobas y cubos de agua, Raiden no tardó en romper el silencio.

Así que, ¿cómo fue tu primer día? —preguntó Raiden con una sonrisa amistosa.

Monótono, la verdad —respondió Cadmus, tratando de no sonar demasiado decepcionado—. No esperaba estar limpiando almacenes todo el día.

Raiden rió suavemente mientras comenzaban a barrer el patio interior de la base.

Créeme, todos empezamos así. La limpieza, el mantenimiento... es parte del proceso. Pero te acostumbras. ¿De dónde vienes, por cierto?

Cadmus vaciló un momento antes de responder. No solía hablar mucho de su pasado, pero algo en la actitud relajada de Raiden lo hacía sentirse cómodo.

Soy de una isla pequeña, un lugar donde la vida era... tranquila. Me uní a la Marina siguiendo los pasos de alguien que admiro.

Raiden asintió mientras seguía barriendo, moviendo el polvo y la arena que el viento había arrastrado durante la noche.

Entiendo. Yo vine aquí porque no tenía muchas opciones. Me dijeron que la Marina era un buen lugar para empezar de nuevo, y aquí estoy. Al principio, me costó acostumbrarme, pero con el tiempo... se vuelve algo natural.

Avanzaron por la base, limpiando los pasillos, las zonas de entrenamiento y el comedor. Aunque solo era su segundo día, ya sentía la rutina. No era glamoroso ni heroico, pero había algo en esa sencillez que le resultaba reconfortante.

¿Sabes? —dijo Cadmus después de un rato—. Creo que podría acostumbrarme a esto. No es lo que imaginé cuando llegué, pero... creo que estoy en el lugar correcto, al menos por ahora.

Raiden sonrió mientras dejaba la escoba a un lado y recogía un trapo para limpiar las ventanas.

Eso es lo que muchos de nosotros terminamos pensando. A veces, la idea que tienes en la cabeza no coincide con la realidad, pero eso no significa que no estés donde deberías estar. La vida en la Marina tiene sus recompensas, aunque no siempre sean obvias desde el principio.

El resto del día pasó entre conversaciones ligeras y trabajo constante. Al caer la tarde, cuando el sol se hundía en el horizonte detrás de la gran torre de la Base G-23, Cadmus sintió una extraña sensación de satisfacción. Con la luz del crepúsculo pintando el cielo de tonos anaranjados y púrpuras, Cadmus dejó el cubo de agua junto a la puerta del almacén y se dirigió a los dormitorios. Quizás, pensó, la Marina no era solo un lugar para cumplir deberes, sino un lugar para encontrar su verdadero propósito.

Y aunque aún no lo sabía con certeza, Cadmus decidió que estaba dispuesto a descubrirlo.
#2
Lionhart D. Cadmus
Tigre Blanco de la Marina
Tercer Día en la Base G-23

El tercer día en la Base G-23 amaneció con la promesa de una nueva tarea para Lionhart D. Cadmus. Esta vez, no estaría en limpieza; en lugar de eso, estaba asignado a la vigilancia de la entrada del pueblo de Rostock. Junto a él estaba su compañero Raiden, que parecía contento de tener una tarea menos monótona.

Hoy vamos a patrullar la entrada del pueblo —dijo Raiden mientras se preparaban para el turno—. Debería ser bastante tranquilo.

Cadmus asintió, pero mantuvo su mirada atenta en el movimiento del pueblo. Aunque parecía una tarea sencilla, sabía que su responsabilidad era crucial. Mientras Raiden se acomodaba en una de las barracas cercanas, Cadmus se mantuvo de pie, observando el flujo de aldeanos que entraban y salían.

No pasó mucho tiempo antes de que un grupo de hombres llamara la atención de Cadmus. No encajaban con los aldeanos habituales; sus ropas eran desaliñadas y sus movimientos, inquietantes. Cuando uno de ellos intentó ingresar al pueblo sin pasar por el control, Cadmus decidió intervenir.

Deténganse —dijo con firmeza—. Necesito ver sus identificaciones.

Los hombres se detuvieron, mirando nerviosos. Cadmus notó que uno de ellos, un hombre robusto con una cicatriz en la mejilla, trató de esquivar el control. Cadmus bloqueó su camino mientras Raiden, con rapidez, usaba su radio para pedir refuerzos.

¡No intenten huir! —ordenó Cadmus.

El hombre con la cicatriz hizo un movimiento brusco hacia la salida, pero Cadmus se interpuso. Los otros intentaron escapar, pero los refuerzos llegaron rápidamente. En pocos minutos, los sospechosos fueron rodeados y arrestados. Al parecer, eran conocidos por realizar robos en pueblos cercanos.

Raiden se acercó a Cadmus mientras el sol comenzaba a ponerse y las luces del pueblo se encendían.

Buen trabajo hoy.

Cadmus, exhausto pero satisfecho, asintió con una sonrisa.

Gracias, Raiden. Me alegra haber podido ayudar—. A pesar de que era solo su tercer día, sentía que las tareas rutinarias podían tener un impacto significativo.
#3
Lionhart D. Cadmus
Tigre Blanco de la Marina
Cuarto Día en la Base G-23

El cuarto día de Lionhart D. Cadmus en la Base G-23 comenzó con un aire de anticipación. Tras la exitosa captura de los maleantes en Rostock, Cadmus se sentía cada vez más parte de la Marina. Esta vez, sería asignado a una tarea diferente: escoltar un convoy de suministros desde el puerto hasta la base.

Junto a Cadmus estaba Raiden, su compañero habitual.

Parece que estamos subiendo de nivel, ¿eh? —comentó Raiden con una sonrisa mientras se acomodaban en la parte trasera de uno de los vehículos del convoy.

Cadmus asintió, sintiendo el viento en su rostro mientras el vehículo avanzaba por la carretera que conectaba el puerto con la base. A medida que avanzaban, podía ver las aguas brillantes del océano y las pequeñas embarcaciones pesqueras que se mecían en las olas. El convoy se movería sin incidentes, pero Cadmus no bajó la guardia. Sabía que incluso en tareas aparentemente simples, la amenaza podía estar al acecho. Recordó las palabras de su abuelo sobre la importancia de estar siempre preparado.

¿Qué piensas, Cadmus? —preguntó Raiden, notando su silencio.

Solo me aseguro de que todo esté en orden —respondió Cadmus, escaneando el horizonte con la vista.

Raiden soltó una risa ligera.

Siempre tan serio. A veces, es bueno relajarse un poco, ¿sabes?

De repente, el sonido de un disparo rompió la tranquilidad del viaje. Los vehículos del convoy se detuvieron abruptamente, y Cadmus, sin pensarlo dos veces, saltó al suelo, buscando cobertura.

¡Alerta! —gritó Raiden mientras ambos se preparaban para lo que pudiera venir.

Desde un grupo de árboles cercanos, surgieron varios atacantes, probablemente piratas o bandidos que querían saquear los suministros. Cadmus y Raiden, junto con el resto de los marines, se prepararon para defender el convoy.

Cadmus sintió cómo su entrenamiento se activaba automáticamente. Se movió con rapidez y precisión, repeliendo a los atacantes con habilidad. Raiden luchaba a su lado, ambos coordinándose sin necesidad de palabras. Después de un intenso enfrentamiento, los atacantes fueron repelidos, y el convoy pudo continuar su camino hacia la base.

Al llegar a la base, Cadmus pudo finalmente descansar, había sido una jornada intensa.

Raiden se giró hacia él mientras descargaban los suministros.

Lo has hecho bien, Cadmus —diría su compañero.

Cadmus sonrió, asintiendo en silencio.
#4
Lionhart D. Cadmus
Tigre Blanco de la Marina
El quinto día de Lionhart D. Cadmus en la Base G-23 comenzó con la brisa fresca de la mañana y la promesa de una misión diferente. Tras el desayuno, Cadmus y Raiden fueron convocados por el sargento Dalton, un veterano de la Marina con una presencia imponente.

Hoy tienen una misión en el puerto —dijo Dalton, mirando a los jóvenes marines—. Hay informes de contrabando, y quiero que lo investiguen.

Cadmus asintió, sintiendo la responsabilidad. Sabía que el contrabando era un asunto serio y estaba decidido a cumplir con su deber.

Al llegar al puerto, Cadmus y Raiden comenzaron a inspeccionar los barcos que habían atracado esa mañana. Todo parecía rutinario hasta que un pequeño barco en el extremo del muelle captó la atención de Cadmus. El capitán del barco actuaba de manera sospechosa, apresurándose en descargar varias cajas.

Raiden, ese tipo está ocultando algo —murmuró Cadmus, observando al capitán con desconfianza.

Raiden asintió, y juntos se acercaron al hombre.

Necesitamos revisar esas cajas —dijo Cadmus con firmeza.

El capitán intentó evadirlos, pero Cadmus y Raiden se mantuvieron firmes. Al abrir las cajas, descubrieron armas y objetos de alto valor, claramente destinados al contrabando.

Esto no aparece en tu manifiesto —dijo Raiden con tono acusador.

El capitán, al verse descubierto, trató de huir, pero Cadmus lo interceptó rápidamente, sometiéndolo antes de que pudiera escapar. Raiden se apresuró a pedir refuerzos, y pronto el contrabandista fue arrestado.

De regreso en la base, el sargento Dalton los recibió con una sonrisa de aprobación.

Buen trabajo, muchachos. Han demostrado que son más que capaces.

Cadmus sintió una satisfacción profunda mientras el sargento hablaba. Aunque solo era su quinto día en la Marina, cada misión lo hacía sentirse más conectado con su destino en la Marina. Y con Raiden a su lado, sabía que no enfrentaría esos desafíos solo.
#5
Lionhart D. Cadmus
Tigre Blanco de la Marina
Sexto Día en la Base G-23

El sexto día de Lionhart D. Cadmus en la Base G-23 fue, en una palabra, aburrido. Desde el momento en que despertó, sintió que el día sería diferente, pero no de la manera emocionante que había experimentado en días anteriores. Sin misiones importantes ni tareas emocionantes en la agenda, el día se presentaba tedioso y monótono.

Raiden había sido asignado a otra tarea fuera de la base, dejando a Cadmus solo por primera vez desde que llegó. Después de desayunar en el comedor casi vacío, recibió su asignación: patrullar los muros de la base. No era lo más emocionante, pero Cadmus sabía que era necesario.

Pasó la mañana caminando de un lado a otro, observando el horizonte, pero no había nada que destacar. El sol brillaba intensamente, el viento soplaba suavemente, y el mar reflejaba un azul tranquilo. Era un día perfecto para cualquier cosa… menos para patrullar sin incidentes. Cada hora que pasaba parecía estirarse interminablemente.

A medida que avanzaba el día, Cadmus intentó encontrar alguna forma de mantener su mente ocupada. Se encontró pensando en su futuro en la Marina, en lo que podría aprender en otras bases. La G-23 era una buena base, bien organizada y con un equipo competente, pero después de casi una semana, comenzaba a sentir que había más por explorar.

Quizá en algún momento sea interesante visitar otra base”, pensó, mientras observaba el mar desde lo alto del muro. Imaginaba cómo sería estar en una base más cercana a la Gran Línea, donde las amenazas eran más reales y los desafíos más intensos.

El tiempo pasó lentamente, y al final de su turno, Cadmus estaba agotado, pero no por el trabajo físico, sino por la falta de actividad. Al regresar a los dormitorios, sintió una pequeña punzada de frustración. Había elegido unirse a la Marina para hacer la diferencia, para enfrentar desafíos y crecer como soldado, pero días como este lo hacían dudar si estaba aprovechando al máximo su potencial.

Mientras se preparaba para dormir, Cadmus decidió que, aunque algunos días fueran aburridos, cada uno de ellos era una oportunidad para aprender paciencia y preparación. Pero también, le recordó que el mundo fuera de la Base G-23 era vasto y lleno de oportunidades, y algún día, estaría listo para explorarlo más allá de los límites de la base.
#6
Lionhart D. Cadmus
Tigre Blanco de la Marina
Séptimo Día en la Base G-23

El séptimo día de Lionhart D. Cadmus en la Base G-23 comenzó con una tarea inusual. En lugar de patrullar o enfrentarse a peligros, se le asignó algo completamente diferente: cuidar a un grupo de niños que habían venido a la base para una visita especial. Estos niños, emocionados y llenos de energía, soñaban con un día unirse a la Marina.

Al principio, Cadmus no estaba entusiasmado con la tarea. No veía cómo cuidar a un grupo de niños encajaba con su visión de lo que significaba ser un marine. Se mantuvo distante, con su expresión seria mientras observaba a los pequeños correr por el patio interior de la base, emocionados por ver de cerca la vida en la Marina.

¿Eres un verdadero marine? —preguntó uno de los niños, tirando de la manga de Cadmus.

Sí, lo soy —respondió Cadmus, manteniendo su tono neutral.

Los niños lo miraron con admiración, pero su entusiasmo no logró contagiar a Cadmus. Pasó la mañana asegurándose de que los niños no se metieran en problemas, guiándolos por la base y respondiendo a sus preguntas con brevedad. No era exactamente lo que había imaginado cuando se unió a la Marina.

Sin embargo, a medida que el día avanzaba, algo cambió. Uno de los niños, un pequeño con una gorra de marinero demasiado grande para su cabeza, se acercó a Cadmus mientras los demás estaban ocupados jugando.

Yo quiero ser como tú cuando crezca —dijo el niño con una seriedad sorprendente para su edad—. Quiero proteger a la gente.

Las palabras del niño resonaron en Cadmus. Por un momento, se vio reflejado en ese niño, recordando cuando él mismo era un joven soñador. Aunque aún mantuvo su exterior serio, algo en él se suavizó.

A partir de ese momento, aunque su tono siguió siendo formal, Cadmus comenzó a ver la importancia de lo que estaba haciendo. Estos niños eran el futuro de la Marina, y su ejemplo podría influir en ellos más de lo que imaginaba. Se dedicó con más atención a su tarea, mostrándoles las áreas de entrenamiento, los dormitorios, y contándoles, de manera sobria pero inspiradora, sobre la importancia de la disciplina y el trabajo en equipo.

Al final del día, cuando los niños se despidieron con una mezcla de alegría y cansancio, Cadmus se sintió sorprendentemente satisfecho. Había sido un día diferente, pero no menos importante. Cuidar de las futuras generaciones era, en cierto modo, tan crucial como cualquier misión en la Marina. Y aunque todavía era serio, ahora entendía que incluso las tareas más simples podían tener un impacto duradero.
#7
Lionhart D. Cadmus
Tigre Blanco de la Marina
Octavo Día en la Base G-23

Lionhart D. Cadmus despertó al octavo día en la Base G-23 con una sensación inusual: hoy no tenía que trabajar. Después de una semana completa de deberes, misiones y nuevas experiencias, finalmente tenía un día libre para descansar. Sin embargo, el descanso no trajo el alivio que esperaba. En su lugar, trajo una avalancha de pensamientos y dudas.

Decidió pasar la mañana en un rincón tranquilo de la base, en un pequeño jardín que pocos marines visitaban. Se sentó bajo la sombra de un árbol y dejó que la brisa fresca le despejara la mente. Mientras contemplaba el cielo despejado, su mente empezó a repasar los días anteriores.

Recordó su primer día en la Base G-23, la emoción y nerviosismo que sintió al ser reclutado como marine. Luego, la sorpresa al encontrarse limpiando la base, y el compañerismo que empezó a formar con Raiden. Se dio cuenta de que, aunque habían sido días intensos, la sensación de pertenencia no había llegado completamente. Sentía que la vida en la Marina no le encajaba del todo.

Pensó en su abuelo. La admiración que sentía por él lo había impulsado a seguir este camino, pero ahora, en su día libre, se preguntaba si realmente era el camino correcto para él.

Cadmus había visto de todo en esa semana: la emoción de capturar maleantes, la monotonía de patrullar sin incidentes, y la sorpresa de cuidar a los niños que algún día seguirían sus pasos. Sin embargo, a pesar de estas experiencias, no podía sacudirse la sensación de que algo faltaba, una chispa de convicción que otros marines parecían tener.

¿De verdad me acostumbraré a esta vida? Se preguntaba en silencio, mirando las hojas que caían suavemente al suelo. La disciplina, las misiones, la rutina… todo era parte de ser un marine, pero en su corazón, Cadmus no estaba seguro de si era lo que realmente quería.

El día libre le permitió reflexionar sobre su lugar en la Marina. Aunque había momentos de satisfacción, como cuando protegió el convoy o cuando inspiró a los niños, también había una incertidumbre persistente. Sentía que estaba viviendo una vida que no era del todo suya, sino una que había adoptado por respeto a su familia.

Mientras el sol comenzaba a ponerse, Cadmus se levantó y decidió que, aunque seguiría cumpliendo con su deber, no dejaría de buscar su verdadera vocación. Quizás, pensó, la respuesta vendría con el tiempo, o tal vez, el destino le mostraría un camino diferente. Por ahora, seguiría adelante, pero con la promesa de no dejar de cuestionar si estaba donde realmente pertenecía.
#8
Lionhart D. Cadmus
Tigre Blanco de la Marina
Noveno Día en Rostock

El noveno día de Cadmus en la Marina resultó ser uno de los más intensos hasta el momento. Había sido asignado para acompañar a un pequeño grupo de marines al puerto de Rostock, un lugar conocido por sus actividades comerciales y, desafortunadamente, por ser un imán para piratas que quisiesen aprovecharse del pequeño pueblo cuando los marines no estaban en guardia. El ambiente en la ciudad era tenso, y los marines estaban en alerta máxima.

Desde la llegada del grupo, Cadmus sintió que algo no estaba bien. Mientras patrullaba las calles empedradas, observó cómo los ciudadanos evitaban hacer contacto visual, susurrando entre ellos con preocupación. No pasó mucho tiempo antes de que se confirmaran sus sospechas: un barco pirata había sido avistado acercándose rápidamente al puerto.

La alarma sonó en el pueblo, y los marines se prepararon para el enfrentamiento. El grupo de Cadmus, reducido y sin un liderazgo claro en el momento, tuvo que tomar decisiones rápidas. Cadmus, sin dudar, asumió el mando de la situación. Organizó a los marines en una línea defensiva en el puerto, utilizando cajas y barriles como barricadas improvisadas.

Los piratas, una banda feroz y bien armada, desembarcaron con la intención de saquear la ciudad. Pero Cadmus, con una determinación que surgió del instinto y del deber, lideró la defensa con eficacia. Aunque aún era apenas un soldado raso, intentó inspirar a sus compañeros.

Los marines lograron repeler a los piratas. Cadmus, fue fundamental en asegurar la victoria. Se destacó no solo por su habilidad en combate, sino también por su capacidad para mantener a sus compañeros enfocados y organizados en medio del caos.

Cuando la batalla terminó, el pueblo de Rostock estaría a salvo otra vez, y los piratas que no habían huido estaban capturados. Ya todo estaba seugro. Entre ellos, Cadmus se destacó, su uniforme de sudor, pero con la satisfacción de haber servido para la Marina y los habitantes de Rostock.

De regreso en la base, un superior se acercó a Cadmus con una sonrisa de aprobación.

Hoy has demostrado ir más allá de tu rango, Cadmus. Has ganado tu lugar, Sargento Cadmus.

El ascenso a sargento fue inesperado, pero Cadmus lo aceptó con humildad. Aunque todavía tenía dudas sobre su lugar en la Marina, sabía que, al menos en ese momento, había hecho lo correcto.

Gracias.
#9
Lionhart D. Cadmus
Tigre Blanco de la Marina
Cadmus despertaría al amanecer, con la rutina ya asentada en su mente después de varios días como Marino. Mientras se ponía el uniforme, sintió una leve sensación de monotonía, algo que había comenzado a notar en su trabajo diario. La vida de marine, con sus estrictas reglas y horarios, empezaba a parecerle repetitiva, pero no dejó que esos pensamientos lo distrajeran.

Su tarea del día era simple: patrullar las afueras del pueblo y asegurarse de que todo estuviera en orden. La Isla Kilombo era un lugar tranquilo en su mayoría, y no había habido incidentes significativos. A medida que recorría las calles empedradas y observaba a los aldeanos llevar a cabo sus actividades diarias, Cadmus no podía evitar sentir una desconexión con ellos. Aunque estaba allí para protegerlos, aún no se sentía parte de ese mundo.

El día transcurriría sin incidentes. Ni siquiera tendría a su compañero habitual, Raiden, para conversar y romper la monotonía. Patrullaría en silencio, atento pero abrumado por la calma que reinaba en Rostock. Se encontró deseando que algo, cualquier cosa, rompiera la rutina, pero el día se mantuvo aburrido.

Mientras el sol comenzaba a ponerse, Cadmus se detendría un momento en una colina que ofrecía una vista panorámica del pueblo y del mar que se extendía más allá. La brisa marina le refrescó el rostro, y por un instante, consideró la posibilidad de pedir una transferencia a otra base. Tal vez un cambio de escenario le daría la chispa que parecía faltar en su vida como marine.

Pero mientras reflexionaba, Cadmus recordaría por qué estaba allí en primer lugar. La influencia de su abuelo había sido fuerte, y aunque no estaba completamente seguro de su lugar, sabía que aún tenía un propósito que cumplir. A pesar del aburrimiento de ese día, decidió que continuaría su camino, buscando entender mejor su papel en ese vasto mundo.

Al final del día, Cadmus regresó al cuartel con la determinación de seguir adelante, aunque una pequeña parte de él seguía anhelando algo más, algo que aún no había descubierto en su vida como marine. A pesar de ser nieto de un marino, quién lo educaría toda su vida, ciertamente Cadmus todavía era hijo de piratas. La vida tenía todavía mucho que depararle.
#10


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