Hay rumores sobre…
... una isla que aparece y desaparece en el horizonte, muchos la han intentado buscar atraídos por rumores y mitos sobre riquezas ocultas en ella, pero nunca nadie ha estado en ella, o ha vuelto para contarlo...
[Aventura] [T5] El Reencuentro
Raiga Gin Ebra
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El puerto de Skjoldheim bulle con vida incluso en las horas tempranas de la mañana, pero eso es algo que ya sabes. No es tu primer día aquí, y esperemos que tampoco sea el último. El cielo está cubierto de nubes bajas, grises y pesadas, como si el invierno estuviera siempre al acecho en esta isla de mares bravos y vientos cortantes. ¿Es aquello un rayito de sol? Eso parece, pide un deseo porque durará en torno a cuatro o cinco minutos.

Las embarcaciones de madera, robustas y desgastadas por el tiempo, descansan atadas al muelle, mientras los trabajadores se mueven con el ritmo frenético de quienes han hecho de la supervivencia una rutina. Hoy en concreto los trabajadores del muelle se acercan trayendo trozos de barco que posteriormente terminarán de unir para crear un nuevo drakkar de exploración. Puedes ver ciertos detalles de runas en las piezas del barco que van trayendo. Están guapísimas, ¿no?

Las tablas del muelle crujen bajo el peso de barriles llenos de pescado y redes cargadas, que son arrastradas con fuerza por brazos curtidos en sal y esfuerzo. Esos tipos sonfuertes. Fuertes como la gente de Elbaf. Quizá te vengan algunos recuerdos, quién sabe.

El aire huele a salitre, madera húmeda y el dulzor rancio del pescado seco. No es el mejor de los olores, desde luego. Aquí, la gente no se detiene a charlar sin motivo; cada palabra tiene un precio y cada mirada furtiva parece estar evaluando si alguien es digno de confianza. Yo creo que estarás en tu salsa, así a ojo.

Pero los rumores son una moneda que siempre circula, y en los últimos días han crecido como una marea imposible de contener. El puerto es un nido de susurros sobre esa figura colosal que, según dicen, ha llegado a Skjoldheim. Las versiones varían. Algunos aseguran que se trata de un hombre, de entre seis y diez metros de altura, cuya sola presencia hace temblar el suelo. Otros dicen que es una bestia, algo que ni siquiera pertenece al mundo de los hombres. Es el problema de los rumores, ¿no? Que algunos los exageran y otros se quedan cortos. Pero en cualquier caso, lo que es claro es que esa cosa, mida seis, siete o diez metros, desembarcó sin esconderse, y sus pasos lo llevaron directamente al asentamiento de los Buccaneers. ¿Dónde está ese asentamiento?

Frente a ti, un hombre con el cabello grisáceo y una barba tan enmarañada como las redes que manipula está descargando un barril con cuidado. Sus manos son grandes, con cicatrices que cuentan historias de batallas contra el mar, y su rostro muestra la típica expresión de alguien que ha aprendido a no hacer preguntas innecesarias. A su lado, un grupo de jóvenes trabaja con menos pericia, aunque con la energía de quienes aún no han sentido el peso de los años. Juntos crean una especie de estampa curiosa que te hace ver que todas las edades tienen cabida en este mundo.

En un rincón más alejado, una mujer de cabello recogido en un moño apretado ata nudos en una cuerda con rapidez sorprendente. Sin duda tiene una gran habilidad para ello. Su expresión es seria, concentrada, pero de vez en cuando sus ojos se desvían hacia los marineros cercanos, como si estuviera escuchando algo que no quiere que los demás noten. Su cinturón lleva un cuchillo oxidado, más práctico que intimidante, pero suficiente para hacerle frente a los problemas cotidianos.

El nombre de los Buccaneers aparece entre las conversaciones. El asentamiento, situado al sur de la isla, es conocido por ser un lugar donde las reglas son tan flexibles como la moral de quienes lo habitan. Y parecen ser independientes a Skjoldheim. ¿Cómo pueden ser independientes si viven con ellos? Bueno, quizá no vivan directamente con ellos, pero sí en su isla.

Y por cierto, ¿qué hacen los Buccaneers allí? ¿Son una mezcla de piratas, mercenarios o almas perdidas que han encontrado en Skjoldheim una forma de desaparecer del mundo? Algunos los ven como una amenaza, otros como una oportunidad, pero todos saben que acercarse a ellos sin un buen motivo puede ser un error fatal.

Una anciana, encorvada por el tiempo, se acerca a un hombre joven que está cargando un saco de harina. Le murmura algo al oído, y el joven asiente con una mezcla de respeto y temor. Es evidente que las palabras de la anciana llevan peso, incluso en un lugar como este. El muchacho mira alrededor, como si buscara asegurarse de que nadie más lo ha oído, antes de apresurarse a subir su carga a un pequeño bote amarrado al extremo del muelle.

Más allá, un niño de no más de ocho años corretea descalzo entre los trabajadores, llevando en brazos una gaviota con el ala rota. Se detiene frente a un hombre alto, que parece estar a cargo de la descarga de un barco más grande, y le muestra el ave con una expresión de preocupación. El hombre niega con la cabeza, pero el niño insiste, tirando de su camisa. Entre los gritos del puerto, alcanzas a escuchar un fragmento de su conversación. Mencionan algo sobre “el gigante” y “los Buccaneers”, pero el niño es llamado por una voz femenina antes de que puedas captar más detalles.

El asentamiento de los Buccaneers parece estar en boca de todos, aunque pocos se atreven a hablar abiertamente de él. Para algunos, es un lugar que ofrece refugio y alianzas valiosas; para otros, un nido de peligros que es mejor evitar. La llegada de esa figura colosal ha sembrado más preguntas que respuestas, pero también ha despertado una curiosidad inquietante. Y es que hasta yo me pregunto quién diablos será. ¿No te genera emoción?

Aquí, en el puerto, todo parece estar conectado, pero las piezas del rompecabezas están dispersas. Cada persona que trabaja, susurra o simplemente observa podría tener una pieza de información sobre el destino de ese ser descomunal y las razones detrás de su llegada. Sin embargo, en un lugar como Skjoldheim, nada se obtiene sin esfuerzo. Si los rumores son ciertos, encontrar ese asentamiento de los Buccaneers podría ser solo el comienzo de un camino mucho más complicado. ¿Estás dispuesto a ello?

Bienvenido
#1
Ragnheidr Grosdttir
Stormbreaker
Día 14 de invierno


Ragn se acerca al hombre de cabello grisáceo y barba enmarañada, quien aún descarga un barril con cuidado. Las cicatrices en sus manos hablan de años enfrentándose al mar, y aunque su expresión denota la sabiduría de alguien que no hace preguntas innecesarias, Ragn sabe que a veces los más curtidos son quienes tienen las historias más valiosas. Con un tono neutral, lo suficientemente respetuoso para no levantar suspicacias, Ragn se dirige al hombre —Oye, viejo, parece que tus manos han visto más que la mayoría en este puerto. Estoy buscando algo de información sobre esos Buccaneers del sur. Se dice mucho, pero nunca lo suficiente para entender quiénes son realmente. ¿Tú sabes algo de ellos? — La estatura del rubio llegaba hasta los siete metros, ocultando, normalmente a la persona con la que hablaba.

El aire salado seguía colándose por las fosas nasales de Ragn, un recordatorio constante del puerto y su ritmo incesante. A su alrededor, el crujir de las tablas del muelle competía con los gritos de los marineros, las gaviotas hambrientas y el arrastrar de barriles que parecían estar siempre llenos de historias. La brisa fresca, cortante como una cuchilla, acariciaba su rostro, mientras la sombra que proyectaba cubría una buena parte del muelle a sus pies. El rubio inclinó apenas su cabeza, tratando de parecer menos intimidante pese a su altura monumental. Su postura, sin embargo, seguía siendo firme, un pilar entre el ir y venir frenético del puerto. Aunque las voces alrededor hablaban de temas mundanos, como el clima y la carga de pescado, Ragn sabía que, en algún rincón de esas conversaciones, se escondían secretos sobre los Buccaneers. Pero no era el momento de dejarse distraer.

Ya veo que el silencio también tiene su precio aquí —Comentó con un tono bajo antes de la respuesta del tipo, adelantandose. Las personas con las que se había cruzado no solían responderle o simplemente, pasaban de el, asi que se podía oler la nula respuesta. Su mirada se desviaba momentáneamente hacia el mar agitado más allá del muelle. Sus ojos se entrecerraron, observando las olas que rompían contra las rocas en la distancia, como si buscaran una respuesta oculta entre las aguas. Con su brazo derecho, que era tan robusto como un tronco de árbol, Ragn se ajustó la capa de lana que lo protegía del viento cortante, dejando ver por un instante la empuñadura des guantes. Volvió la mirada hacia el hombre frente a él, aunque su expresión permanecía tranquila, casi desafiante. El olor del salitre mezclado con el dulzor rancio del pescado seco parecía más fuerte ahora, un recordatorio de la dureza de la vida en Skjoldheim. Las runas que adornaban algunas piezas del drakkar cercano captaron su atención por un instante, pero Ragn no dejó que lo distrajeran de su propósito.

No tengo intención de ir con las manos vacías, si es eso lo que te preocupa —Añadió, mirando más allá del hombre, hacia el horizonte nebuloso que ocultaba el sur.— Pero los regalos adecuados requieren información adecuada.— Dejó que sus palabras quedaran flotando en el aire, mientras volvía a cruzar los brazos, un gesto que parecía equilibrar su paciencia con una advertencia implícita. No hizo más movimientos, dejando que el bullicio del puerto siguiera envolviendo la escena.
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#2
Raiga Gin Ebra
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El viejo se detiene un instante, sosteniendo el barril en su regazo con la misma naturalidad con la que un marinero sostendría el timón en medio de una tormenta. Sus ojos grises, rodeados de arrugas profundas como grietas en la madera, se alzan hacia Ragn. Una sonrisa asoma bajo la maraña de su barba, una mezcla entre diversión y curiosidad. Sin dejar de sostener el barril, inclina ligeramente la cabeza, como si evaluara la figura imponente del rubio.

—Vaya, vaya... —dice al fin, con una voz rasposa que parece haber sido moldeada por años de gritar órdenes al viento y al mar— Me recuerdas al tipo que vino hace una semana. Hizo la misma pregunta, con ese aire de "no me voy hasta que me contestes" —Su mirada viaja desde los pies hasta la cabeza de Ragn, como si intentara confirmar algo. Luego, deja el barril en el suelo con un movimiento medido y se apoya en él, cruzando los brazos. Su sonrisa no desaparece, pero se torna un poco más calculadora.

—Es allí —continúa, señalando con un leve movimiento de la cabeza hacia un camino que parte desde el muelle y se pierde entre las colinas cubiertas de niebla. Su voz baja apenas, como si el simple acto de indicar la dirección fuera algo clandestino—. Debes atravesar ese sendero, pasar de largo el edificio enorme que ves al fondo, y seguir el camino. En algún lugar del bosque, hay un desvío que te lleva a su poblado.

Hace una pausa, y notas cómo su expresión se endurece por un instante, aunque la sonrisa vuelve pronto, más burlona que antes.

—Suerte. Te hará falta.

Sin más que decir, el viejo se gira hacia los barriles apilados a su alrededor y vuelve a su tarea con una eficiencia que parece casi mecánica. Las manos curtidas vuelven a agarrar otro barril, como si cargar el peso del trabajo diario fuera algo que nunca termina. No lanza otra mirada a Ragn, pero sus palabras parecen haber dejado una marca en el aire, como un rastro que apunta hacia lo desconocido. ¿A qué exactamente?

Mientras tanto, el puerto sigue vivo con su propio ritmo. Los marineros no detienen su labor; cada red tirada, cada caja cargada, parece formar parte de una coreografía ensayada por años. Estoy seguro de que por mucho tiempo que te quedes ahí, siempre encontrarás un lugar al que mirar y que no te aburra. Ahí nadie parece detenerse a reflexionar o quejarse, como si el tiempo que se pierde en palabras fuera un lujo que nadie puede permitirse. Incluso el frío que cala hasta los huesos no parece mermar el movimiento incesante, aunque las caras endurecidas por el viento revelan que lo sienten tanto como cualquiera. Pero la costumbre ha hecho que, por alguna razón, lo lleven bastante mejor. Incluso puede que lo agradezcan.

Frente a ti, el sendero señalado por el viejo se extiende como una invitación tácita. La distancia no parece larga a simple vista, pero la neblina que lo envuelve sugiere que podría ser más complicado de lo que realmente parece. Y el bosque a su final es un lugar lleno de incógnitas. ¿Habrá varios caminos? ¿Qué tipo de fauna verás? En cualquier caso, el camino parece sencillo y claro hasta la llegada al bosque, una vez ahí, quizá se complique. A medida que observas, las colinas se levantan como gigantes dormidos, con árboles desnudos cuyas ramas se entrelazan como dedos alzados hacia el cielo gris.

Aquí tienes una decisión que tomar. El camino está claro, pero la forma en que lo abordes no lo está. Podrías ir tranquilo, dejando que el andar constante y la brisa fría aclaren tus pensamientos, o podrías darte prisa, como si quisieras anticiparte a lo que sea que te espere en el asentamiento de los Buccaneers. En cualquier caso, la marcha promete ser un ejercicio útil contra el frío que muerde incluso a través de capas de lana y cuero.

Y luego está el tema del regalo. ¿Es cierto eso de que vas a llevar algo? Qué guay. Podías haber traído algo más para este narrador, pero bueno, por esta vez lo dejamos pasar. La tradición de llevar un obsequio no es ajena a Skjoldheim, pero lo que que ofrezcas algo podría marcar la diferencia entre una bienvenida áspera o una conversación que revele algo útil. ¿Qué llevas contigo que pueda tener valor entre los Buccaneers? Quizá algo que hable de respeto, de fuerza... o tal vez algo que simplemente despierte su interés. Bueno, me tienes en ascuas.

La brisa marina sigue envolviendo el puerto, y el sonido de las olas golpeando contra los cascos de los barcos se mezcla con los ecos de las risas apagadas y las órdenes gritadas. Skjoldheim no espera por nadie, y el camino hacia el sur tampoco. Así que nos vemos al final de éste.
#3
Ragnheidr Grosdttir
Stormbreaker
El viejo, sin mirar a Ragn, continuó con su trabajo, pero su sonrisa burlona parecía quedar suspendida en el aire, como si fuera una parte más del paisaje de aquel puerto agitado. El rubio se quedó ahí, observándolo por un momento más, dejando que las palabras del anciano resonaran en su mente. Finalmente, exhaló un suspiro y dejó escapar una sonrisa leve, casi imperceptible. —Gracias, viejo —Susurró Ragn, con una voz profunda y firme, aunque esta vez tenía un tono de respeto genuino. No era necesario más. En estos lugares, las palabras justas eran más valiosas que las adornadas. Dio media vuelta, y el crujido de la nieve bajo sus botas resonó mientras se dirigía hacia el sendero señalado. A medida que caminaba, las colinas cubiertas de niebla parecían alzarse más majestuosas, y el aire frío llenaba sus pulmones, renovando su energía. Había algo casi reconfortante en el silencio del camino, un contraste bienvenido al bullicio del puerto. La brisa que antes parecía cortar ahora tenía un efecto reparador, como si cada paso lo ayudara a despejar su mente de dudas y a prepararse para lo que estaba por venir. Mientras sus ojos recorrían el sendero, su mente volvía a las palabras del viejo. ¿Quién era ese otro que había hecho la misma pregunta? La mención del hombre lo había inquietado más de lo que estaba dispuesto a admitir. No era habitual encontrarse con Buccaneers fuera de sus territorios, en el East Blue solo encontró a uno y era marine. La mayoría de ellos permanecían al norte, donde sus raíces eran más profundas y las leyendas más resonantes. Lo que les atraía de esta isla era obvio. La pregunta seguía rondando su cabeza, y con cada paso que daba, la curiosidad crecía.

La mochila que cargaba en su espalda crujió suavemente al ajustarla sobre sus hombros. Sin detenerse, Ragn alcanzó a abrirla y sacó algo que llevaba consigo, un dial de fuego. La pequeña concha brilló débilmente bajo la luz grisácea del día, reflejando los rayos del sol que apenas lograban abrirse paso entre la niebla. Sabía que los Buccaneers respetaban las tradiciones, y aunque no todos confiaban en los regalos o los consideraban algo necesario, un obsequio bien escogido podía abrir puertas que de otra manera permanecerían cerradas. El dial de fuego era algo especial. Una reliquia que representaba tanto fuerza como utilidad, dos cualidades que los Buccaneers valoraban enormemente. En sus manos, el pequeño objeto parecía más que un regalo, era una muestra de entendimiento hacia sus costumbres. No se trataba solo de dar algo. Se trataba de mostrar respeto. A medida que avanzaba, dejó que su mirada se perdiera en el paisaje que lo rodeaba. Los árboles desnudos, cuyas ramas se entrelazaban como si intentaran atrapar el cielo, parecían estar vivos, susurrando historias que el viento llevaba consigo. Pequeñas huellas de animales marcaban el suelo, aunque no había señales de movimiento inmediato. Aquí todo era quietud, pero una quietud cargada de promesas, de secretos por descubrir.

Ragn redujo el paso, permitiéndose disfrutar del momento. El crujir de la nieve bajo sus botas era un ritmo constante que acompañaba sus pensamientos, mientras la brisa fresca despejaba cualquier rastro de cansancio. Con el ajetreo de los ultimos meses, no había tenido la posibilidad de frenar en seco, ni una vez. Había algo profundamente satisfactorio en esta clase de caminatas, como si cada paso fuera una meditación en movimiento, un momento de conexión con el mundo que lo rodeaba. El sendero comenzaba a inclinarse ligeramente, y en el horizonte, los árboles se volvían más densos, el bosque cobrando forma poco a poco. Con el dial de fuego seguro en su mano, Ragn se permitió una última mirada hacia el cielo, observando cómo las nubes grises danzaban lentamente. —Parece que va a ser interesante —Confirmó para sí mismo, mientras se adentraba en el camino que lo llevaría hacia los Buccaneers o eso esperaba.

Las preguntas seguían en su mente, pero no necesitaba respuestas inmediatas. Sabía que el viaje aún guardaba sus propias revelaciones.


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#4
Raiga Gin Ebra
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El bosque te envuelve con una quietud cargada de promesas. Cada paso que das sobre la nieve deja una marca profunda, las huellas de un gigante que avanza con determinación. El crujido acompaña tus pensamientos como un tambor suave, resonando en un ritmo constante que se mezcla con los susurros del viento entre los árboles. A cada lado del sendero, las huellas de la fauna local cruzan de un lado a otro, zigzagueando con desorden. Algunas parecen frescas, otras más antiguas, pero todas tienen algo en común: desvían tu atención.

Un rastro más ancho que los demás, posiblemente de un animal grande, te hace dudar. Sus marcas se pierden hacia el oeste, donde el bosque parece abrirse en una especie de claro. Sin embargo, las palabras del viejo resuenan en tu mente: “Seguir el camino”. La dirección está clara, aunque las tentaciones del desvío te hagan preguntarte qué podría esconderse en esos otros rincones.

El frío se cuela entre los árboles, pero no te detiene. El movimiento constante mantiene tu cuerpo cálido, y aunque el aire helado acaricia tu rostro con la crudeza propia de Skjoldheim, lo sientes como un desafío más. La mochila en tu espalda es un recordatorio de lo que llevas contigo, tanto física como espiritualmente. El dial de fuego descansa seguro en su interior, esperando el momento adecuado.

Diez minutos de marcha, y el bosque comienza a abrirse. La nieve en las ramas es más delgada, como si el calor de algo más adelante hubiera derretido parte de su capa. Entre los troncos de los árboles, distingues formas que no pertenecen a la naturaleza: líneas rectas, el humo que se eleva en espirales.

El asentamiento aparece poco a poco, rudimentario pero funcional. Las casas de madera parecen haber sido construidas más por necesidad que por estética. En el centro, una hoguera crepita con un fuego que parece pequeño desde la distancia, pero cuya luz cálida contrasta con el gris azulado del ambiente. Gente se mueve alrededor, figuras robustas que cumplen tareas con la misma eficiencia que observaste en el puerto. Sus movimientos son rápidos y seguros, como si siempre estuvieran listos para reaccionar a cualquier amenaza.

Y lo hacen. Tu figura, imponente incluso entre los árboles, no pasa desapercibida. Una tras otra, las cabezas se giran hacia ti, señalándote con gestos de alarma que son más un aviso mutuo que una advertencia directa. Nadie se lanza al ataque, pero los movimientos a tu alrededor se detienen, como si el aire hubiera cambiado. Sin embargo, en medio de todo ese revuelo, una carcajada corta el silencio.

Desde tu posición, no puedes ver quién ríe. La risa crece, resonando con una estridencia que parece fuera de lugar en un momento tan cargado de tensión. Incluso algunos de los Buccaneers se giran hacia el sonido, sus expresiones son confusas, como si no supieran qué diablos ocurre. La risa se intensifica, seguida de un golpe seco: alguien se ha tirado al suelo.

Cuando das unos pasos más, la respuesta llega a ti de una forma inesperada. Un rugido de pasos apresurados atraviesa la distancia, y antes de que puedas reaccionar, algo —o alguien— impacta contra ti con un placaje contundente, aunque no agresivo.

—¡JA! —La voz, profunda y llena de un entusiasmo incontrolable, te es familiar antes incluso de que tus ojos terminen de enfocar.

¿Quién es este?


El tipo que ahora está sujetándote de un brazo es Harduind Tax. Un rostro ancho y marcado por cicatrices, ojos azules que brillan con un fuego casi infantil, y una sonrisa que parece estar a punto de devorar su propio rostro de tan amplia que es. Su cabello, castaño y atado en una trenza descuidada, cae sobre un abrigo de pieles que cubre una armadura ligera de cuero, salpicada de remaches de metal. Sus botas están cubiertas de nieve, y lleva un cinturón del que cuelgan un hacha corta y varias bolsas de cuero.

—¡Por todos los demonios de este frío! —ríe mientras te levanta sin esfuerzo alguno, tendiéndote la mano después como si el placaje no hubiera sido suficiente para saludarte— ¿Qué haces aquí? ¿Vienes a conquistar este lugar o solo a repartir regalos? ¡No sabes cuánto necesitábamos una buena sorpresa!
#5
Ragnheidr Grosdttir
Stormbreaker
El sendero hacia el asentamiento de los Buccaneers se volvía cada vez más claro con cada paso que daba Ragn, sus enormes pies aplastando la nieve como si fuera polvo. El bosque parecía observarlo, cada árbol un centinela mudo que vigilaba al gigante mientras este avanzaba, determinado y sin desvíos. A pesar de las tentaciones que los rastros de animales ofrecían, Ragn mantuvo su curso, sus pensamientos aferrados a las palabras del viejo marinero. El viento traía consigo el olor tenue de humo mezclado con la humedad de la nieve derretida. Una señal de que se acercaba a algo más que la naturaleza indómita de Skjoldheim. A medida que los árboles comenzaban a espaciarse, las formas rectas y angulosas de las construcciones se hacían evidentes, contrastando con el caos orgánico del bosque. El asentamiento se reveló como un lugar construido con rapidez y pragmatismo. Las casas, aunque toscas, se levantaban con un propósito claro: resistir el entorno brutal. La hoguera en el centro ardía con un calor visible incluso desde la distancia, su luz danzando sobre los rostros curtidos de los Buccaneers que se movían alrededor, ocupados en sus tareas. Pero la llegada de Ragn lo cambió todo.

Uno por uno, los rostros se alzaron hacia él. Las miradas de sorpresa y alarma parecían contagiarse como una ola, deteniendo la actividad del asentamiento casi por completo. Las figuras robustas que antes trabajaban con eficiencia se congelaron en sus lugares, sus ojos estudiándolo con una mezcla de incredulidad y tensión. Ragn se detuvo a unos metros del asentamiento, su sombra cubriendo una amplia franja del terreno, pero no dijo nada. Dejó que su presencia hablara por él. El aire parecía cargarse de electricidad. Y entonces, esa carcajada. Ragn giró la cabeza ligeramente hacia el sonido, su ceño frunciéndose con curiosidad. La risa no encajaba con la tensión del momento, pero era inconfundible: estridente, desbordante, y llena de una alegría tan absurda que desarmaba por completo el ambiente hostil que lo rodeaba. Antes de que pudiera identificar de dónde venía, algo —o alguien— lo golpeó con fuerza, como un tronco arrojado por una catapulta. El impacto no lo movió ni un centímetro, pero la sorpresa fue suficiente para que Ragn diera un paso atrás, mirando hacia abajo con los ojos entrecerrados y alzara su brazo metálico, agresivamente.

Allí estaba Harduind Tax, como una tormenta desatada, riendo a carcajadas mientras lo sujetaba del brazo con fuerza. Ver su rostro lleno de cicatrices y esa sonrisa contagiosa despertó en Ragn un torrente de recuerdos. Tax, el guerrero que siempre había admirado, su modelo a seguir desde la infancia, estaba allí. La nieve en sus botas, las pieles que cubrían su cuerpo, e incluso la manera despreocupada en la que se había lanzado contra él eran exactamente como lo recordaba. Sin embargo, antes de que pudiera procesar completamente la escena, Tax lo levantó como si no fuera más que un niño, tendiéndole la mano con una energía tan abrumadora como la risa que aún resonaba en el aire. —¿!Tax!? — Es lo único capaz de decir. Después le ofrece la mano y después, un breve abrazo. Hacía tantos años que Ragn no lo veía, Elbaf y lo que tuviera que ver con su padre, eran cosas que ya le quedaban lejanas. — Yo ... — ¿Era bueno decirle la verdad? ¿Y qué verdad? Ragn se llevó una mano a la cabeza. Parecía confuso, como si hubiera olvidado algo muy importante. — Sabes, ahora formo parte de ... El ejército revolucionario ... Creo. Por lo menos, de momento. — Le choca el hombro con su brazo metálico. — Y estoy aquí con unos compañeros, tan solo estaba explorando. — Miró a los demás hombres, todos de tamaño gigantesco, como Ragn. — ¿Y vosotros? ¿Qué haces tan lejos de Elbaf y de mi padre, Tax? ¿Cómo está el viejo? — Normalmente Tax o cualquiera de los cinco, si se movían de Elbaf, era por negocios, tratados varios ... Aunque tratándose de Tax, bien podría ser un tema puramente político.

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#6
Raiga Gin Ebra
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Harduind Tax te escucha con esa sonrisa perpetua, aunque sus ojos traicionan un leve destello de sorpresa ante tus palabras. No dice nada de inmediato, pero su risa finalmente se apaga, sustituida por una expresión más pensativa mientras te observa. Luego, con un gesto amplio y amistoso, te da otro abrazo, golpeándote la espalda con la fuerza de un oso, esa que siempre le ha caracterizado.

—¡El ejército revolucionario! —repite con una mezcla de incredulidad y orgullo— Tú siempre fuiste un espíritu libre, Ragn, pero no esperaba que te unieras a algo tan… estructurado.

Te da un leve empujón en el pecho, un gesto fraternal, y comienza a caminar, haciendo un gesto para que lo sigas. Sus pisadas son firmes y seguras sobre la nieve, mientras te habla sin mirar atrás, como si el tiempo que lleváis sin veros no hubiera sido más que un parpadeo.

—El viejo está bien, como siempre. Más cabezón que un buey y tan terco como las montañas de Elbaf —su tono denota un respeto inquebrantable por esa figura que ambos compartís en vuestras historias, aunque no se detiene demasiado en detalles—. Y yo… bueno, ya sabes cómo soy. Llevo un tiempo por aquí y por allá. Me llegó un rumor sobre un problema, y decidí que era mi turno de meterme en algo grande.

Gira ligeramente la cabeza hacia ti, arqueando una ceja mientras camina.

—Un antiguo compañero de batallas vive aquí. Parece que estaban pasando por un mal momento, así que vine a mediar entre unos y otros. Temas aburridos, Ragn —Sonríe, mostrando los dientes como un lobo satisfecho—. Aunque hay otros temas, menos aburridos, de los que tendremos que hablar más tarde.

El asentamiento, aunque rústico, tiene un aire acogedor bajo su simplicidad. Tax te guía a través de las casas de madera, saludando con un gesto despreocupado a quienes os cruzáis. Algunos de los Buccaneers se detienen a observarte, y sus expresiones están divididas entre curiosidad y cautela, pero ninguno parece abiertamente hostil. Tax sigue hablando mientras avanzáis, mientras su voz llena el aire frío con una calidez inesperada.

—Y tú, ¿cómo acabaste en este lío de revoluciones? —pregunta, con una chispa de genuina curiosidad en su tono— ¿Alguien te influyó, o fue tu famosa cabezonería la que te metió en esto?

Antes de que puedas responder, llegáis frente a una casa más grande que las demás. Su construcción es sólida, aunque carece de adornos innecesarios. La madera oscura contrasta con la nieve acumulada en el techo, y una cortina gruesa cubre las ventanas, ocultando cualquier indicio del interior. Tax se detiene frente a la puerta, girándose hacia ti con una sonrisa cómplice.

—Hablando de influencias… —dice, cruzándose de brazos— Creo que te gustará conocer al líder de este lugar. Pero ten cuidado con tus palabras, Ragn. Este tipo no es cualquier hombre.

Como si Tax lo hubiera llamado con sus pensamientos, la puerta se abre antes de que puedas contestar. La figura que aparece en el umbral es impresionante incluso para ti, acostumbrado a la magnitud de los gigantes y la fortaleza de los guerreros de Elbaf.

Eirik es un hombre de hombros anchos y una presencia que llena el espacio como una tormenta. Su cabello, de un rubio intenso, invita a pensar que son rasgos tan propios de la isla que pasan casi inadvertidos. Su barba, espesa y bien cuidada, enmarca un rostro marcado por cicatrices que cuentan historias de batallas pasadas. Lleva una armadura ligera de cuero negro reforzada con placas de metal oscuro, y sobre ella, una capa de piel que cuelga con aire de autoridad. Sus ojos, de un color amarillento, son ciertamente extraños, y se fijan en ti con una intensidad que parece leer más allá de tu apariencia.

Se acerca con pasos medidos, pero su movimiento es firme y seguro, el de un hombre que no duda de su lugar en el mundo. Cuando llega a ti, extiende una mano grande, cubierta por un guante de cuero negro que parece haber visto más de una batalla.

Eirik


—Cualquier conocido de Tax se convierte en mi aliado —dice con voz grave, pero calmada, como si estuviera dictando un juramento—. Yo soy Eirik, el líder de los Buccaneers.

Te estudia por un momento, sus ojos recorren tu figura como si buscara algo más allá de lo que tus palabras podrían ofrecer.

—Dime, ¿qué te ha traído a esta isla? —pregunta finalmente, manteniendo ese semblante serio que no deja lugar a dudas sobre su autoridad.
#7
Ragnheidr Grosdttir
Stormbreaker
Ragn mantiene su postura erguida, imponente incluso en la calma de ese momento. Su aliento forma pequeñas nubes que se disipan rápidamente en el aire helado. La nieve sigue cayendo suavemente, posándose sobre su cabello rubio y los pliegues de su capa de piel, que cruje levemente con cada movimiento. — Mi famosa cabezonería, claro. — Responde con una leve sonrisa que no llega a ser del todo seria.— Aunque esta vez, puede que haya algo más. A veces, incluso los espíritus libres encuentran una causa que vale la pena. — Ser revolucionario era ... Era ... ¿Importante? Ragn se rascó la cabeza, como si sientera un vacio de recuerdos sobre aquello. Sus ojos recorren la estructura frente a ellos, la casa más grande del asentamiento, con su madera oscura y la nieve acumulada en los bordes del techo. El contraste entre el calor de la hoguera del centro del campamento y la dureza del entorno crea una atmósfera extraña, acogedora pero lista para el combate en cualquier momento. Ragn vuelve la mirada hacia Tax, sus ojos claros encontrando los del guerrero con un destello de determinación. — No me preocupo por los hombres difíciles, Tax. Más bien suelen ser ellos quienes se preocupan por mí. Ya no soy un niño. — Contestó sin el más mínimo atismo de egocentrismo, era, simplemente, seguridad. La comisura de sus labios se curva apenas en una sonrisa contenida, antes de asentir hacia la puerta. — Vamos a ver qué tan interesante es este líder tuyo.— Casi que por arte de magia, antes de entrar, la puerta se abre y aparece Erik. E inmediatamente, prácticamente como una contestación natural, Ragn activó su haki.

Percepción III
KENB601
KENBUNSHOKU
Haki intermedio
Tier 6
22/11/2024
9
Costo de Haki por Turno
2
Enfriamiento
Permite al usuario percibir con precisión la presencia de otros seres vivos en un área, siendo capaz de apreciar las emociones que exterioricen y de forma superficial las hostilidades que realmente tienen. Así como estimar de forma general quién es alguien más fuerte o más débil que él. Si lo activa puede anticiparse a un ataque obteniendo para ello un bono de +10 [Reflejos].
Área: [VOLx15] metros | +10 [REF]


Ragn mantiene su postura mientras extiende la mano, una extremidad que parece forjada en piedra, cubierta de cicatrices que hablan de innumerables batallas. Su piel es áspera al tacto, endurecida por los elementos y el manejo de armas tan grandes como su ambición. Cada movimiento de sus dedos denota fuerza contenida, como si el simple acto de estrechar la mano de Eirik pudiera derrumbar muros si él lo deseara. Los ojos de Ragn, de un azul frío como el cielo antes de una tormenta, se clavan en los de Eirik, transmitiendo más que palabras, un desafío silencioso, un respeto ganado de igual a igual. Las líneas de su rostro, talladas por años de lucha y decisiones difíciles, se suavizan apenas al esbozar esa media sonrisa que no pierde su aire confiado. La brisa que cuela por la puerta abierta lleva consigo el aroma a madera quemada, mezclado con la frescura helada de la nieve que cubre la isla. El sonido del viento que azota las ramas desnudas de los árboles lejanos crea un contraste con el calor que emana del interior de la sala. Allí, detrás de Eirik, se vislumbran detalles que capturan la atención de Ragn, una gran mesa de madera oscura, desgastada por los años, cargada de mapas y documentos. Antorchas ancladas a las paredes arrojan una luz cálida que parpadea contra las armaduras de los Buccaneers que permanecen de pie cerca del hogar, atentos, aunque relajados. Si era el líder de todos ellos, es que era un tipo al que temer.

El apretón de manos entre los dos hombres se convierte en un momento cargado de simbolismo. La mano de Eirik, cubierta por el guante de cuero negro y marcada por cicatrices visibles incluso a través del material, es firme, pero no intenta superar la fuerza de Ragn, como si ambos entendieran que la verdadera prueba no está en el poder bruto, sino en la voluntad que lo acompaña. La capa de piel que cuelga de los hombros de Ragn se mueve apenas con el viento, y el brillo metálico de su brazo derecho refleja las llamas del fuego cercano, haciéndolo parecer un guerrero que ha salido de las leyendas de Elbaf mismo.

Ragn, consciente del peso del momento, mantiene el contacto visual, con la mirada de un hombre que lleva consigo un propósito firme. Su media sonrisa, ahora más marcada, revela una chispa de desafío, una muestra de que, aunque respeta la fuerza y el liderazgo de Eirik, no es un hombre que se someterá sin razón. El silencio entre ellos parece cargado de algo más que palabras, como si ambos guerreros estuvieran midiendo no solo la fuerza física, sino también el carácter del otro. Finalmente, Ragn inclina apenas la cabeza, lo justo para reconocer a Eirik como un líder digno de atención, pero sin perder su propia posición como igual en este cruce de destinos. — Mi nombre es Ragnheidr Grosdttir. — Contesta sin apartarle la mirada. — Estoy de paso. — Finalmente, le suelta la mano. — Pero ha llegado a mis oídos que había temibles buccaneers en esta isla. Hace mucho tiempo que no veo a uno de los míos, buscaba medirme con ellos y lo que no esperaba era encontrarme con Tax. — No pudo evitar ser sincero, luchar contra sus hermanos era una idea bastante clara y motivante para él. — ¿Sabes que tienes como aliado a una leyenda de Elbaf? — Le pone una mano en el hombro mientras lo mira con intensidad, Tax era su familia.

Termina por golpear el hombro de Tax. — Y te digo lo mismo, Erik. Si alguien como él te reconoce, yo no voy a ser menos. — Sería muy difícil de explicar para los demás el respeto que sentía el rubio por Tax. Él y sus historias habían influenciado a varias generaciones de niños en Elbaf, como pasaba con otros guerreros.


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#8
Raiga Gin Ebra
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Al activar tu Haki de Observación, sientes de inmediato la intensidad de las presencias a tu alrededor. Tax brilla como un faro en tu percepción: su fuerza es arrolladora, superior incluso a la tuya. No te sorprende, claro, lo esperabas de él, pero no deja de ser un recordatorio de por qué siempre fue una figura a seguir. Quizá sea un poco putada que las cosas siempre estén igual en ese sentido, ¿no? Quiero decir, sigue persiguiendo tus sueños. Llegará un momento en el que tu presencia sea más fuerte que la de Tax. Tanto tú como yo lo sabemos.

A su lado, te das cuenta de que su poder no solo proviene de su fuerza física, sino de algo más profundo, una convicción que parece impregnar su aura. Una que quizá veas típica en alguien de Elbaf. Y una con la que se nace. Tanto Tax, como tú, como muchos más guerreros habéis nacido con ese aura... Que suerte la vuestra.

Cuando intentas medir a Eirik, sin embargo, algo extraño ocurre. Su presencia se siente como un vacío. No es que carezca de poder; al contrario, es como si lo escondiera de manera deliberada, cubriendo su verdadera fuerza con un velo de nada. Es desconcertante. Esa habilidad no es común, y lo convierte en un enigma que no puedes ignorar. Aunque... Me suena que tú has usado esa habilidad antes, ¿no? Quizá sepas de qué te hablo... En fin, seguramente no puedas evitar preguntarte qué más oculta este líder de los Buccaneers.

Alrededor de vosotros, percibes otras presencias. La mayoría de los Buccaneers cercanos tienen auras respetables, pero solo un par además de Tax parecen estar en tu misma liga o algún escalón por encima. Eso de las que puedes percibir, claro. ¿Habrá más gente ocultando su aura? Aun así, el ambiente en el asentamiento está cargado de energía contenida, como si la gente aquí estuviera siempre lista para enfrentarse a lo que sea. Y es que, ¿acaso es sano vivir así?

Eirik asiente lentamente cuando mencionas a Tax, y la sombra de una sonrisa se dibuja en su rostro, aunque su expresión sigue siendo mayormente seria. Este tipo no parece ser muy expresivo, ya irás viendo.

—Siento tener que dejaros, pero me requieren con urgencia. Comeremos en un par de horas. ¿Qué tal si nos vemos de nuevo ahí? —dice con calma, dejando claro que confía en que aprovecharéis bien el tiempo hasta entonces.

Espera tu respuesta antes de girarse hacia el bosque. Con un par de silbidos bien marcados, dos Buccaneers aparecen y lo escoltan, mientras otros dos pasan cargando un carro vacío hacia la misma dirección. Observas cómo se adentran entre los árboles y sus siluetas desaparecen poco a poco entre las sombras del follaje. ¿Qué estarán planeando? Esa pregunta queda suspendida en tu mente, pero no hay tiempo para resolverla ahora. Porque se vienen más aventuras, parece.

Tax, siempre dispuesto a mantener la conversación ligera, te da un leve golpe en el brazo, llamando tu atención.

—Pues se viene la sorpresa, Ragn —Su tono es casi burlón, aunque su sonrisa muestra algo más de emoción contenida—. Está aquí tu hermano. Torrenirrh llegó hace un par de días con algún miembro de su banda. Está en las afueras.

Te mira directamente, esperando tu reacción, aunque su sonrisa se amplía aún más.

—¿Quieres verle? —pregunta finalmente, como si ya supiera cuál será tu respuesta.
#9
Ragnheidr Grosdttir
Stormbreaker
Personaje


Ragn observa cómo Eirik desaparece entre los árboles, su andar firme y rodeado de escoltas dejando tras de sí una estela de autoridad y misterio. Su mente sigue ocupada por la sensación desconcertante que había sentido al intentar medirlo con su Haki de Observación. Ese vacío... Ese truco de ocultar la propia presencia. Lo conocía bien. Lo había usado en el pasado para despistar enemigos, para esconderse en momentos críticos. Pero verlo en alguien como Eirik, un líder aparentemente tan directo, lo hacía preguntarse cuántos secretos más guardaba ese hombre. Aquello lo incomodaba, y no era solo por Eirik. Había sentido otras presencias más fuertes de lo que esperaba entre los Buccaneers, y lo que era peor, estaba convencido de que no estaba percibiéndolo todo. En otro momento, quizás eso lo habría puesto en guardia, pero no hoy. Hoy, la presencia abrumadora de Tax a su lado era un escudo invisible. Ese faro brillante que era su amigo, una figura tan imponente que hacía que cualquier amenaza pareciera menos inmediata. En parte, eso era un alivio. Y en parte, también le recordaba que aún no había alcanzado ese nivel. Eso era bueno. El frío aire de la isla parecía más denso a su alrededor mientras procesaba todo esto. Pero entonces llegó la última frase de Tax. "Está aquí tu hermano."

Ragn se tensó casi de inmediato. Torrenirrh. Solo escuchar su nombre era suficiente para encender una chispa de irritación en su interior. No había ninguna relación más complicada en su vida que la que tenía con ese hombre. Su hermano menor. Más arrogante de lo que le correspondía, siempre buscando la forma de demostrar que era mejor que Ragn en todo. Sus enfrentamientos nunca habían sido únicamente físicos, eran batallas de palabras, de miradas, de egos chocando sin cesar. Así lo había querido Nosha y así sería por siempre. Y luego estaba el encuentro con su cuñada, hacía apenas unos meses. Ella hablaba de Torrenirrh con una mezcla de amor y orgullo que no podía ocultar. "Tu hermano está logrando cosas grandes en el East Blue. La gente habla de él como si fuera un rey." Ragn había disimulado su desdén, pero en su interior había un torbellino de emociones. ¿Era envidia? ¿Era frustración? ¿O simplemente fastidio? Intentaba no pensar mucho en aquel encuentro y en la nula explicación que le entregó a Airgid en su momento sobre este problema. Ragn respiró hondo. Se giró hacia Tax, que lo observaba con esa sonrisa que parecía un desafío disfrazado de invitación. —Claro que quiero verle —dijo finalmente, con una voz cargada de determinación. Su tono era firme, pero no lo suficientemente frío como para ocultar que ya se estaba preparando para la confrontación inevitable. Miró a su alrededor, al asentamiento que parecía demasiado tranquilo para la intensidad de lo que sentía. Su atención volvió a Tax.

Aunque... Me sigue molestando no haber percibido nada de Eirik. Ocultar el poder de esa manera... Es inquietante. Y algunos de tus amigos aquí son más fuertes de lo que aparentan. Lo sabes, ¿no? —Claro que lo sabía, era el jodido Tax "El letal" uno de los cinco. Nada se le escapaba. Su mirada azul se clavó en los ojos de Tax, buscando algo más que una respuesta simple.— ¿Estás de mi lado si las cosas se tuercen? — Preguntó devolviéndole el golpe. Era una pregunta piadosa, creía saber la contestación, pero la vida pasaba muy rápido y la gente cambiaba a la misma velocidad. Sin ir más lejos, el mismo era el ejemplo. Por supuesto, conocía la respuesta. Tax nunca había flaqueado, nunca lo había traicionado, al menos a su padre. Pero las palabras salieron por pura costumbre, una forma de reafirmarse en ese momento. Ragn se cruzó de brazos, respiró hondo y añadió con una media sonrisa, casi desafiando al destino.

Venga, vamos a buscarle. Será divertido. ¿No?— El rubio depositó su mochila en el suelo y de ella sacó un plato completamente envuelto.— Conozco a mi hermano. — Dice al tiempo que desenvolvía el plato. Era más abundante de lo que parecía. Le daba todo igual, lo dejó en el suelo y se sentó. — Hay que ir con energía, porque sabes cómo es. — Le miró. — Nos absorberá la nuestra. — Después otro plato, unos tenedores de madera y venga a comer. Era un sashimi la mar de majo y de tamaño colosal, el cual no tarda en comerse de dos bocados el vikingo. — ¡Come! — Le insta. — Han sido muchos años, he perfeccionado mi arte en la cocina. ¡Come! — Le vuelve a decir, con una sonrisa en la cara. No contento con aquello, también sacó un bote de ... ¿Aceite? y trasteó con el brazo, "cargando" aquel bicho metálico. Luego ya podrían ir donde el buen Tax quería ir.



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