Hay rumores sobre…
... una isla que aparece y desaparece en el horizonte, muchos la han intentado buscar atraídos por rumores y mitos sobre riquezas ocultas en ella, pero nunca nadie ha estado en ella, o ha vuelto para contarlo...
[Aventura] [T6] El poder de un Jarl
Airgid Vanaidiam
Metalhead
Como le había prometido, Airgid se puso en pie, con todas sus cosas listas, preparada para comenzar la marcha hacia el monte, para acompañar a Astrid al encuentro con sus compañeros. Se lo hizo saber también a Ragnheidr, haciéndole una rápida llamada con el den den mushi mientras se abría la lata de refresco. Lo que no se esperaba es que fuera a reaccionar con tanta preocupación, dejándola en principio sin palabras. Cuando finalmente encontró su voz, ya era tarde. — ¡Ragn! — Había cortado la comunicación y no fue capaz de escuchar su último grito. Miró el caracol desconcertada, nunca le había escuchado así, tan inquieto e inseguro por lo que les podría pasar. Cambió el rumbo de su mirada hasta llegar a Astrid, que lo habría escuchado todo. Se tomó unos segundos antes de decir nada, sin frenar el ritmo de sus pasos. — Se preocupa demasiado, no sabe que he aprendido algunos trucos nuevos con los que pelear. — Bromeó, quitándole un poco de hierro al asunto. No valía de nada la tensión ni la inquietud, solo la confianza y la fuerza. Airgid sabía los riesgos que estaba asumiendo, pero también sabía que era fuerte, y que Ragnheidr no tardaría en volver con ellos. No iba a poner a sus hijos en una situación como aquella si no estuviera segura de que podría superarla. Pero entendía la postura de Ragn, esa impotencia por no poder estar juntos en caso de que algo horrible ocurriera. Se lo demostraría, le demostraría que podía estar tranquilo, confiar en ella. Que se había vuelto más fuerte después de esos meses separados.

Se fue bebiendo la lata de refresco mientras subían por la colina. El metal de la lata vacía le serviría para más adelante, así que de nuevo se la guardó en uno de los bolsillos del pantalón, igual que había hecho con la anterior en el poblado. Se sentía con energías para poder enfrentar cualquier cosa. Y sintió también dos débiles presencias un poco más arriba, aquellos debían ser los compañeros de los que Astrid le había hablado. Ella misma la tomó del brazo y le advirtió de ello, además de la cercana presencia de la bestia. Pero era extraño, al animal no era capaz de detectarle exactamente. — Entendido. — Le respondió, antes de retomar la marcha, momento en el que volvió a sonar su den den mushi.

Ahora avanzaban con más cautela, respirando una tensión en el aire que incluso sus hijos notaban, pues se habían quedado en un silencio sepulcral. También es que acababan de comer y era momento de siesta. Al tomar el den den mushi, escuchó la voz de Ragnheidr al otro lado del caracol, diciéndole que ya estaban de camino y que no se desviaran demasiado. — ¡Ragn! No te preocupes, estamos bien. Sigue hacia la montaña, todo recto, y nos encontraremos en nada. — Sonreía mientras hablaba, a pesar de la inminente batalla. — Cuelgo ya, ¡te quiero! — Tenía que concentrarse, no podía entretenerse demasiado con la llamada. Rápidamente colgó el den den mushi, lo guardó en el bolsillo, y agarró bien sus dos armas, especialmente la minigun que colgaba de su hombro. Era su niña, su arma favorita, y estaba preparada para usarla en cualquier momento, al igual que la sorpresa que escondía en su pierna de metal. Se mordió la lengua con anticipación. Aquello despertaría a los niños, pero así se iban acostumbrando a la batalla.



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#21
Octojin
El terror blanco
El viento helado ruge entre los árboles del monte, y lo que antes era una ligera nevada ahora se ha convertido en un verdadero temporal. Lo ha hecho tan lentamente que casi no os habéis dado cuenta. Los copos de nieve, grandes y densos, dificultan la visibilidad y la movilidad, y el aire frío muerde la piel con una intensidad aún mayor de lo que lo hacía antes.

Astrid, con el instinto de una cazadora, avanza con rapidez a pesar de sus heridas. Su resistencia es admirable, y aunque cada paso que da parece un esfuerzo titánico, no se detiene. Sigues su ritmo, Airgid, asegurándote de que los niños estén protegidos en tu pecho. El ambiente está cargado de una tensión casi eléctrica. ¿Qué pasará con sus aliados?

Finalmente, alcanzáis a Ingrid. Está en el suelo, tumbada y apoyada contra una roca cubierta de nieve, con el rostro pálido y los labios entreabiertos. Hay sangre en la nieve a su alrededor, y aunque intenta hablar, solo consigue emitir un leve sonido entrecortado. Debe ser algo urgente lo que os quiere decir, porque no para de intentar hablar. Por un momento, su cuerpo se tambalea como si fuera a perder la conciencia, pero con un esfuerzo sobrehumano logra mantenerse despierta. Astrid se arrodilla a su lado de inmediato, sacando lo que parece un pequeño botiquín improvisado con alguna que otra venda de tela. Sus manos se mueven con la seguridad de alguien que ha hecho esto antes, aplicando presión en las heridas de Ingrid y asegurándose de que, al menos, no empeoren. Es un nivel de primeros auxilios muy básico, pero, obviamente, mejor que nada.

El temporal sigue empeorando, para vuestra desgracia. La nieve arrecia con violencia, cubriendo el suelo y dificultando cada vez más el movimiento. A lo lejos, se escuchan sonidos amortiguados, como gritos, pero entre el rugido del viento y la intensidad del momento, no puedes ver de quién provienen. El monte se vuelve un campo de sombras y figuras difusas.

Es una auténtica pena que, habiendo tenido activo el haki de observación, no hayas tenido la iniciativa de ir a por Ingrid tú, Airgid. De esa manera, os podríais haber repartido. Pero... Al haberlo hecho así, no os da tiempo a encontrar a Vidar.

Y, ¿por qué no os da tiempo? Pues porque el sonido de unos pasos pesados resuena de repente.

Y entonces lo ves. La bestia aparece entre la tormenta, una sombra colosal que se mueve con una velocidad sorprendente para su tamaño. Su pelaje oscuro se sacude con la fuerza del viento, y las espinas cristalinas de hielo en su espalda brillan con un resplandor casi espectral. Sus ojos, de un azul intenso, brillan en la penumbra como dos faroles de un depredador de otro mundo. Desde luego es una figura imponente.

La bestia


Puedes observar que la bestia está herida, pero aún así se mueve con la furia de un animal alfa. Exhala una neblina helada desde su hocico, y su aliento es tan frío que parece congelar el aire mismo. Su postura es agresiva y su objetivo claro. Corre a toda velocidad en tu dirección, sin fijarse en Astrid ni en Ingrid.

Cuando está a apenas cinco metros de ti, levanta una de sus enormes patas delanteras y la balancea en un barrido devastador. Su movimiento es veloz y brutal, buscando golpearte con la fuerza de una avalancha. La tormenta se intensifica a su alrededor, como si el propio clima respondiera a su furia.

A lo lejos, los gritos se hacen más audibles, pero la nieve sigue impidiendo ver quién los emite. La batalla ha comenzado.



Ragn, la tormenta empieza a dificultar tu avance. La nieve empieza a cubrir las huellas con rapidez. ¿Por qué no te has movido antes? A ver si ahora no vas a llegar... Podrás avanzar unos cien o doscientos metros antes de que la nieve cubra por completo las pisadas. Pero qué suerte tienes, justo ahí percibirás las presencias de Astrid y tu queria Airgid con los niños. Pero no solo eso, percibirás alguna más. La de Ingrid, la de la bestia, y la de Vidar.

La presencia de la bestia es una presencia inmensa, como si su esencia misma fuera más grande que su cuerpo. Su poder es innegable, es una prueba más del poder de la propia naturaleza. Desde luego es una presencia bastante más fuerte de lo que es la vuestra. Quizá por eso está eliminando a los guerreros de la isla con tanta aparente facilidad. Desde luego hay algo claro: No es un simple animal. Algo en su existencia vibra con una intensidad diferente a cualquier otro ser que hayas encontrado antes. Pero no tienes tiempo de analizarlo.

La tormenta se intensifica, y cada paso que das te cuesta más. De momento tienes un único objetivo, llegar hasta Airgid y guiar al Jarl hasta allí. Ánimo.

Cositas


mates


Estado de la bestia
#22


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