¿Sabías que…?
... existe una tribu Lunarian en una isla del East Blue.
Tema cerrado 
[Autonarrada] [T2] El escape de Raiga
Raiga Gin Ebra
-
6 de Otoño de 724

El viento salado del puerto de Loguetown barría las calles mientras el bullicio de la gente llenaba cada rincón. Mercaderes gritaban para vender sus productos, marineros cargaban cajas de provisiones y algunos piratas despreocupados se mezclaban entre la multitud, tratando de pasar desapercibidos. Para Raiga, este lugar era una mezcla de caos y maravilla, un sitio donde todo podía pasar en un abrir y cerrar de ojos. En resumidas cuentas: Un sitio divertido. De esos que le gustaban.

Con las manos en los bolsillos y la cola moviéndose de lado a lado, el mink zigzagueaba entre la gente con su andar despreocupado, observando todo lo que le llamaba la atención. Lo que más le interesaba en ese momento, sin embargo, era la idea de meterse en algún sitio con buena comida y un techo donde poder reírse de la gente. Y así fue como encontró una pequeña taberna, un local de aspecto descuidado pero con una gran cantidad de ruido saliendo de su interior. Y si algo había aprendido el mink, es que si había ruido, se comía bien.

—Buen lugar para un sitio de mala muerte —murmuró con una sonrisa torcida antes de empujar la puerta y entrar. 

El lugar estaba abarrotado de tipos rudos y malhumorados, algunos bebiendo como si no hubiera un mañana y otros apostando berrys en una partida de cartas. En una de las esquinas, un par de borrachos discutían con un fervor casi teatral. Raiga, con su instinto natural para el espectáculo, se acercó con una sonrisa burlona y tomó asiento en la barra. 

—Ponme un zumito, viejo, que tengo la garganta seca —dijo al tabernero, que le miró con una ceja levantada. 

—¿Zumito? ¿Aquí parecemos una guardería? 

Raiga bufó para después sacarle la lengua. ¿Quién se creía ese maldito tabernero?

—Pues si no queréis dinero, yo me voy. 

Con un suspiro, el tabernero le sirvió un vaso con lo más parecido a un jugo de frutas que tenían. El mink lo tomó con ambas manos y lo sorbió lentamente, disfrutando del frescor mientras ponía su atención en los dos tipos que seguían discutiendo. 

—¡Te digo que la isla es redonda, joder! —gritó el primero, un hombre con la cabeza afeitada y una gran cicatriz en la mejilla. 

—¡Y yo te digo que es plana! No seas idiota, si fuera redonda, ya nos habríamos caído del borde hace tiempo.

Raiga escupió su zumo de la risa. 

—¡Jajaja! Vaya panda de subnormales! ¿En serio estáis peleando por esto? ¡Sois más tontos que un saco de piedras!

Ambos tipos se quedaron en silencio y giraron sus cabezas hacia el mink con una expresión de incredulidad y furia. 

—¿Qué has dicho, enano de feria? —gruñó el del corte en la mejilla. 

Raiga, sin inmutarse, se acomodó en su taburete. 

—Que si os concentrarais menos en discutir y más en usar el cerebro, igual os dabais cuenta de que los dos sois unos mendrugos.

El otro hombre, un tipo fornido con un bigote enorme, golpeó la mesa con el puño. 

—¡Pero será bocazas el bicho este! ¡A ver si te ríes igual cuando te demos una paliza! 

Raiga dio un largo sorbo a su zumo, lo dejó en la barra con parsimonia y, en un movimiento relámpago, salió disparado hacia la puerta sin pagar y con el único objetivo de huir de aquél lugar. Era demasiado pronto como para meterse en líos.

—¡Cogedlo! —gritó uno de los tipos. 

Raiga esquivó a un par de clientes tambaleantes y pateó una silla hacia atrás para ganar unos segundos de ventaja. Los dos idiotas que lo perseguían tropezaron con la silla y cayeron al suelo con un golpe seco. 

—¡Jajajaja! —se burló Raiga, sin dejar de mirar hacia atrás mientras corría. 

El mink zigzagueaba entre los transeúntes del puerto, saltando por encima de cajas y resbalando bajo los carritos de los vendedores, mientras la gente le gritaba improperios por estorbar. Pero su risa se cortó en seco cuando escuchó un silbido y un cuchillo pasó volando a centímetros de su oreja. 

—¡¿Me queréis matar por un zumo?! —gritó, pegando un salto al lado derecho del muelle y escondiéndose entre un par de barriles. 

Los tipos que le perseguían pasaron de largo sin darse cuenta de su escondite. Raiga aguantó la respiración, encogido entre los barriles, mientras ellos miraban en todas direcciones. 

—¿Dónde está ese cabronazo? —gruñó el calvo. 

—Tiene que estar por aquí cerca.

Esperó. Uno... dos... tres segundos... Los pasos se alejaron. Raiga soltó el aire de golpe y se dejó caer sobre el suelo con una expresión de alivio. 

—Madre mía...

Se quedó tumbado unos segundos, sintiendo su corazón latir acelerado. La adrenalina del escape todavía recorría su cuerpo.

—¿Este sitio es así de divertido siempre, o solo es hoy? —se preguntó en voz baja, rascándose una oreja. 

Loguetown era un sitio enorme, lleno de oportunidades para robar, pelear y, claro, meterse en líos sin motivo alguno. Raiga sonrió, enseñando los colmillos. 

—Me gusta este sitio.

Se levantó y sacudió el polvo de su ropa. Tal vez debería buscar otro sitio para meterse en problemas, pero sin dejarse ver demasiado por esos idiotas de la taberna.

Se estiró, bostezó y miró a su alrededor con curiosidad. 

—Bueno... ¿qué más se puede hacer por aquí?

Y con una sonrisa traviesa en el rostro, Raiga salió de su escondite y se adentró en las calles de Loguetown, listo para la siguiente gran aventura.
#1
Moderador KataCristo
KataGOD
Recompensa Entregada.
[Imagen: 33ea44257ed180a1cc32423ae818ffff.gif]
#2
Tema cerrado 


Salto de foro:


Usuarios navegando en este tema: 1 invitado(s)