Día 6 de invierno de 724
No sé si fue la taberna, la luna llena o mi carisma arrollador, pero alguien en esta isla decidió que yo era demasiado problema para andar suelto. Y como no tenían mejor cosa que hacer, mandaron a unos matones a investigarme. Menudo ultraje a mi honor... Lo gracioso es que intentaron ser discretos. Intentaron.
Desde el momento en que pisé el mercado clandestino, sentí las miradas clavadas en mi espalda. No eran del tipo "vaya, qué exótico espécimen", sino del tipo "vamos a apuñalarte cuando te descuides". Así que, en lugar de ignorarlos, decidí hacer lo que mejor se me da: actuar como si no pasara nada hasta que fuera demasiado tarde para ellos.
Me metí en un callejón estrecho con un par de puestos destartalados, fingiendo que estaba interesado en unas replicas de no se qué templos olvidados. Bastó con que doblara la esquina para que los oídos me confirmaran lo que ya sabía pues, justo detrás mía se podían escuchar unos pasos apresurados persiguiéndome. Esperé, un segundo. Dos. Tres... Y justo ahí fue cuando sentí el filo de un cuchillo que, gracias a mis grandes reflejos, apenas me rozó el costado antes de girar sobre mis talones y estampar mi puño en la mandíbula de mi nuevo "amigo". Su cráneo hizo un sonido muy satisfactorio contra la pared de piedra.
-¡Ah, maldición!-. Dijo uno de los otros matones maldiciendo al tiempo que desenvainaba su espada. No le di tiempo para reaccionar y con un movimiento rápido, lancé un latigazo con mi cola y barrí las piernas de este pobre infeliz, haciéndolo aterrizar con la cara en el lodo para, nada más tocar su cabeza el fango, aplastarle la cabeza con la misma brutalidad con la que destruyes una cucaracha cuando se cuelan en tu casa. El tercero intentó correr, todo un clásico cuando un ataque furtivo sale mal. Agarré el cuchillo que el primero había soltado y, con un movimiento preciso, lo lancé para que se clavara en la madera justo frente a su nariz.
-Como me hagas correr te saco la columna vertebral por la garganta-. Le advertí con el tono más amigable que me salió en ese momento. El tipo se quedó congelado y antes si quiera de preguntarle nada ya comenzó a soltar información.
-¡No somos nosotros! Nos mandaron a seguirte, solo queríamos información. ¡Lo juro!-. Chilló, con las manos en alto. - Baja el tono si no quieres que tus sesos acaben esparcidos por el suelo. Ahora dime, ¿Quién os ha enviado? -. Pregunté, aunque tras lo sucedido el dia anterior podía hacerme una idea de quién estaba detrás de todo esto.
-¡El Clan Midori! Dijeron que averiguáramos quién eras y qué hacías aquí. No sabíamos que eras tan fuerte, ¡lo juro!-. Lo miré por un momento. Luego miré a sus compañeros: uno inconsciente, otro reventado e irreconocible en el suelo, y este último temblando como un cachorrito en la lluvia. -Que tiernos... Diles que soy solo un viajero curioso que disfruta de la hospitalidad de Villa Kuen-. Sonreí, mostrando los dientes. -Y que si siguen molestándome, la próxima vez les devolveré la visita-. Lo solté y el tipo salió disparado como alma que lleva el diablo. El otro matón tardó un poco en incorporarse y huyó tambaleándose, dejando allí en el suelo el cadáver inerte a su amigo inconsciente. Me quedé en el callejón, suspirando. Lo que menos quería era llamar la atención del Clan Midori, pero aquí estamos. Por supuesto, aquella refriega con el Clan no había hecho más que comenzar.
Esa misma noche, mientras paseaba cerca de los canales volví a tener esa misma sensación que por la mañana. Algo no iba bien. Villa Kuen tiene un sonido muy característico, el murmullo lejano de los mercados clandestinos, el croar de los sapos en el cenagal, y el viento filtrándose entre los bambúes. Pero en ese momento, todo estaba… en calma. Demasiado en calma. Y eso solo significaba una cosa que como buena orca sabía demasiado bien, era hora de cazar.
Fingí ignorancia al tiempo que activaba mi Haki de observación para poder anticiparme a lo que viniese. Seguí caminando hasta que escuché el roce sutil de una tela moviéndose con el viento. Una sombra se deslizó en los tejados y en un abrir y cerrar de ojos, un cuchillo pasó zumbando a centímetros de mi cabeza. Rodé hacia un lado y vi a mi atacante aterrizar con la suavidad de un gato frente a mí. Un tipo vestido completamente de negro, con una máscara decorada con patrones verdes. No necesitaba presentación. Este no era un matón cualquiera.
-No eres tan tonto como parecías en la taberna-. Me dijo con una voz baja y tranquila. Parece que el Clan Midori ahora se lo había tomado personal del todo y había enviado a alguien más especializado, no como aquellos camorristas de por la mañana.
- Y tú no eres tan bueno con los cuchillos como esperabas-. Respondí a su amenaza con un tono totalmente sereno al tiempo que me preparaba para lo que se venía a continuación. El asesino no se inmutó. Desenvainó una katana corta y se lanzó hacia mí con la velocidad de una serpiente. Bloqueé el primer golpe con mi antebrazo reforzado por mi Haki de Armadura, sintiendo el impacto recorrer mi brazo. Este tipo no estaba jugando, atacaba con todo, no quería recrearse ni exhibirse, viene directo a por mi cabeza.
Retrocedí y usé mi control del agua para ralentizar mi respiración y afilar mis sentidos. Si quería salir de esta, tenía que tomarme el combate en serio. El asesino cargó de nuevo, pero esta vez estaba listo. Me deslicé a un lado y giré sobre mi eje, usando mi cola como una maza. Él esquivó por poco, pero la onda de choque comprimida que lancé desde mi palma lo golpeó en el pecho, haciéndolo tambalearse. -Nada mal-. Dijo limpiándose un hilo de sangre del labio—. Pero no es suficiente.
Con un movimiento fluido, corrió hacia una pared y la usó para impulsarse, atacando desde arriba. Levanté mis brazos para bloquear, pero en el último segundo cambió de dirección, lanzándome un tajo al costado. Gracias al haki de observación pude anticipar en último momento ese cambio de decisión y pude interceptar su ataque con la pierna, golpeando la katana que sostenía y repeliendo con ello su ofensiva.
Mi visión se enfocó. Ya no era solo una pelea. Ahora era algo personal. Me lancé contra él con una velocidad explosiva, usando mi habilidad para acelerar mi flujo sanguíneo. Mi primer golpe fue un gancho ascendente que lo hizo elevarse del suelo, seguido de un giro con mi cola que lo mandó contra una pila de cajas. El asesino intentó incorporarse, pero esta vez fui yo quien no le dio tregua. Me lancé sobre él con una combinación de puños y rodillazos, haciéndolo retroceder hasta el borde del canal. Un último golpe en el pecho lo envió volando hacia atrás, cayendo al agua como una piedra en un rio.
Esperé. Pasaron unos segundos. Luego más. Y cuando estaba a punto de asumir que se había ahogado, emergió jadeando, arrastrándose hacia la orilla. Su máscara flotaba a su lado, revelando un rostro joven, pero endurecido por la vida. -¿Quieres seguir? Tengo toda la noche y bastantes ganas de seguir destrozando a los de tu Clan-. Dije tajante mientras mantenía la posición de combate esperando una reacción, un movimiento sorpresa o algo por su parte.
El asesino tosió y escupió agua. Luego para mi sorpresa, soltó una risa baja. -Tienes agallas, orca-. Dijo, poniéndose de pie con dificultad-. Pero esto solo es el principio. Ahora el Clan Midori sabe quién eres-. Me crují los nudillos y sonreí. - Bien, entonces solo tengo que presentarles mis puños en sus caras. ¿Que te parece si les dejas el recado de mi parte? Dile a quien sea que te manda que si vuelve a molestarme me encargaré personalmente de que su cadáver termine en el fondo de esta ciénaga-. Luego de aquella amenaza continué con mi paseo nocturno por las laberínticas calles de Ciudad Tatsuya, estaba seguro de que ante la superioridad que le había mostrado no se la jugaría a seguir atacándome ya que sería un suicidio por su parte.
Parece que Kuen iba a ser un lugar divertido, muy divertido, uno de esos lugares donde poner a prueba todo lo aprendido en el Dojo de DemonTooth, Cozia... Sin duda era una oportunidad perfecta para poner a prueba mis nuevas habilidades en combate. Luego de tanta acción repentina, volví al To´Shulo. Lance me había comentado el día anterior que tenía intenciones de salir a investigar un poco por la isla al día siguiente, y después de tantas hostilidades con el Clan Midori ahora me habían entrado ganas de acompañarle. A demás, si habían tardado tan poco en hacerse eco de mi, seguramente también fuesen conscientes de la existencia del resto de la banda, y eso podría llegar a ser peligroso. Confiaba en mis compañeros de banda, eran lo suficientemente fuertes para apañárselas, pero no quería buscarles problemas solo por capricho de los enmascarados estos