Hay rumores sobre…
...un hombre con las alas arrancadas que una vez intentó seducir a un elegante gigante y fue rechazado... ¡Pobrecito!
Tema cerrado 
Marine siempre tienen buena mercadería
Galhard
Gal
En la vibrante tarde de Rostock, Galhard se encontraba atendiendo su pequeño puesto de venta, una actividad menos conocida de su variada carrera, pero que disfrutaba por el contacto directo que le proporcionaba con personas de todos los rincones del mundo. Su mesa estaba llena de varios objetos de interés, pero en particular, destacaba una selección de diales, cada uno etiquetado con una pequeña descripción de sus capacidades y orígenes.

El sol del atardecer, que pintaba de colores cálidos el entorno, hacía resplandecer los artefactos en el puesto, capturando la atención de curiosos y conocedores. Justo cuando finalizaba una venta con una joven rubia de ojos esmeralda y alas sutiles, Galhard notó una figura familiar acercándose con una sonrisa amable y una reverencia educada.

—¡Buenas tardes! —saludó Galhard con un gesto cordial, reconociendo al anciano que había demostrado interés por sus diales. La presencia del hombre, conocido por su perspicacia y buen juicio, era siempre un buen augurio.

El anciano, tras un breve intercambio de cortesías, se detuvo ante el dial de destello, su interés claramente picado por la pieza.

Galhard observó el dial y luego al anciano, notando su gesto de buscar algo en sus bolsillos. Tras un breve momento, el hombre sacó una nota antigua, escrita con detalles sobre cartografía y navegación náutica, pero no la cartera que evidentemente había olvidado.

—Bueno, normalmente este dial de destello está valorado en tres millones de berries—explicó Galhard, consciente de la situación del anciano. Observando la nota y evaluando su contenido, un plan se formó en su mente. — Sin embargo, veo que tiene algo que podría interesarme mucho más que el dinero.

El anciano miró a Galhard, un brillo de esperanza iluminando sus ojos mientras el joven marine continuaba.

—Esa información sobre cartografía y navegación que tiene ahí es extremadamente valiosa, y considerando que es un conocimiento poco común, podría considerarlo como parte del pago. Además, dado el valor de la información, podría compensar la diferencia con algo adicional.—
Galhard hizo una pausa, sopesando sus opciones y el valor potencial de un intercambio justo.

—Si está de acuerdo, podría aceptar la nota y, adicionalmente, proporcionarle dos millones de berries por el dial de destello. Creo que eso compensaría de manera justa el valor del dial y el beneficio que ambos podemos obtener del intercambio —propuso Galhard, extendiendo su mano en señal de acuerdo.

El hombre asintió, aliviado y complacido con la solución ofrecida. Con un apretón de manos, sellaron el acuerdo, ambos conscientes de que habían obtenido algo valioso del trato mientras Galhard colocaba la nota en un lugar seguro bajo su mesa.

Así, en el crepúsculo rojizo de Rostock, un simple intercambio se transformó en una transacción que beneficiaba no solo a los dos hombres, sino también a la perpetuación del conocimiento y la sabiduría marina.
#11
Gautama D. Lovecraft
El Ascendido
El saludo de Galhard inició el contacto hacia el contexto comercial que planteaba con su género, lamentaba a veces ser un hombre pocas palabras, sabía que esa especie de perjuicio autoimpuesto limitaba mi capacidad de transmitir mis ideas y de comunicarme con los demás, con personas como Galhard era cuando más lo notaba, aunque sabía la raíz de la causa del voto de silencio, y sabía que la paz que otorgaba iba más allá de todo estímulo superficial que deseara.

Allí, frente al joven, pronto pudo ver mi interés hacia uno de los diales que vendía. Su mirada perspicaz pudo darse cuenta de que no contaba con la cartera para podérselo comprar, cosas de la edad, pero el chico de cabellos castaños no desperdició la ocasión para desviar su clínica mirada de comercial hacia la nota que encontré, y aunque me anunció el costo del dial, no dudó ni un momento en proponer una alternativa diferente a la compra venta del artículo con dinero de por medio.

Atónito y expectante, lo escuché, tomé en cuenta su proposición, y parecía realmente interesado en ese papel. Cualquier otro, por desconfianza, rechazaría por pura ignorancia el interés del marine, pues parecía que el contenido de aquella nota tenía un valor especial para él.

- ¿Eres navegante? -

Le pregunté ilusionado, ya que su multidisciplina parecía entrever una nueva modalidad, Galhard parecía portar también conocimientos de cartografía y navegación. Menudo partidazo el chico. Sin titubear, y confiando en el justo trato que proponía el compañero, le entregué la nota a cambio del dial y una suma de berrys. Un intercambio que, aunque no tenía tantos conocimientos plenos al respecto, confiaba en la palabra del joven para que fuera lo más equitativo para ambos y saliéramos ganando por igual, por eso, sin dudar ni un segundo lo acepté.

- Hecho. -

Le confirmé, alargando el brazo con la nota, y esperando a que el chico me extendiera el pago y el artilugio, acto seguido cerramos el trato con un apretón de manos. De nuevo, como señal de agradecimiento, una vez guardé la bolsita con los berrys y el dial, junté las palmas de mis manos a la altura del pecho y le dediqué una reverencia, para que con ella, pudiera desearle un buen día y diéramos por finiquitado el contacto.

Me despedí agitando la mano derecha hacia Galhard mientras retrocedía algunos pasos hacia atrás, le dediqué un gesto cordial, y me retiré satisfecho, más que por la compra, por volver a ver al chico y sentir que le iba también. Tras la operación, vi ya complacido mi deseo de gasto por al menos un tiempo, no era muy asiduo a la compra y venta de artículos materiales con un sentido de la propiedad, pero hecho desde un punto intermedio, responsable y sobre todo consciente, empezaba a ver que no había nada de malo en aquello tan tabú.

Me perdí entre la muchedumbre, con aquella reflexión relamiéndose en mi mente, buscando las diferentes vicisitudes que generaban aquella sensación. Quizá me habían enseñado durante toda una vida las vilezas que entramaban la compra compulsiva de bienes, y puede que fuera cierto, pero mi mente, comenzaba a abrirse a nuevas normas y conductas desde que era marine, para romper también los patrones que me componían, todo era cuestión de crecer aprendiendo, sin olvidar, con conciencia y corazón.
#12
Hato of peace
Hayo
Aún quedaba bastante tiempo para vagar en la isla Kilombo antes de volver al barco para ir a Oykot, Hato entro a un bazar en busca de objetos de su tierra natal Skypiea pero era como buscar una tachuela en una mina, el bullicio de la ciudad costera las regateadas de los comerciantes y compradores ensordecen a los pocos entrenados para ese tipo de lugares.

Hato persiguió al hombre de cabellera castaño rojizo no sabría decirlo si fue mera casualidad o ese momento estaba destinado a suceder pero el Marino se detuvo a escuchar a la joven y venderle algo de su inventario. El Vendedor ajustó su perilla con un gesto de cortesía pero eso no acabó allí el hombre confirmó que tenía algo que podría servirle algo que era de su tierra natal.

-En serio, gracias buen hombre- la joven junto sus manos y dió unos pequeños saltitos de alegría.

Dentro de una caja de madera detrás de su mostrador tenía guardado un dial de calor bien conservado era perfecto para los coleccionistas de los artefactos de Skypiea y sería de mucha utilidad para Hato para mantener caliente varios objetos, el interés sobre el Dial de calor era evidente por parte de Hato pero su precio debía ser bastante elevado por su rareza.

Cómo era de esperarse el dueño del Dial sabía lo importante y valiosa que es la concha del Skysea pero por ser una compatriotas del Skypiea lo bajó el precio a algo más accesible para la joven de cabellera rubia -¿De verdad? Gracias- la Skypiean no dudó en abrazar al vendedor dejando su perfume impregnado en el -Claro que aceptó el trato, es el primer Dial que encuentro, muchas gracias-.

Después de soltar al vendedor ella se sonrojo un poco -Disculpe suelo ser muy alegre y no controlo muy bien mis emociones, pero aquí están los 700,000 berries- ella metió su mano dentro de su bolso y saco la cantidad de dinero acordada -No dude que este dial me será de mucha ayuda ya tengo un par de ideas que podría utilizarlo, muchas gracias- la transacción fue completada Hato estaba muy emocionada por el Dial eran objetos que ella tanto buscaba y se sentía muy feliz de encontrar uno, ella estiró su brazo para estrechar la mano de Galhard y así cerrar el trato.

-Espero volvernos a ver gracias por todo- Hato se despidió del vendedor con una gran sonrisa dejando atrás ese pequeño momento para caminar hacia el muelle a esperar su siguiente transporte al reino de Oykot.

aclaración
#13
Timsy
Timsy
Las calles de Rostock ya me eran familiares, no por nada había paseado por ellas incansablemente los últimos días. Aunque nada así lo indicaba, había ido memorizando cada calle, callejón y local, así como la orografía. Aquella isla empezaba a albergar muy pocos secretos para mí, aunque siempre tenía al menos uno más con el que sorprenderme como estaba a punto de comprobar. Entre el bullucio y el gentío, los alocados gritos de unos y otros y los comercios lícitos y otros quizás no tanto, un pequeño puestecito de venta captó mi atención. Lo hizo por lo que a todas luces eran unos mapas. Me acerqué a curiosear. Lo hice con paso calmado y evitando ser arrollado por algún transeunte acelerado y despistado. Al llegar, tomé el objeto con intención de hacerme el interesante, como un adolescente al ver aparecer la chica que le gusta. Parecía un trabajo meticuloso y detallado, no obstante no estaba interesado en comprarlos. ¡Yo haría los míos propios! Sin embargo, eso no me quitaba el interés por observar y apreciar un trabajo bien hecho. Dejé con cuidado los mapas y miré el resto de la mercancía. Pude ver lo que parecían un par de guanteletes - ¿Cuánto cuestán? - pregunté señalando en la dirección de los objetos. Los míos estaban algo hajados y desgastados, no me vendrían mal unos nuevos, la verdad. Eso me recordó a que debía volver a conseguir un par de presas nuevas para mantenerme en forma o de lo contrario jamás alcanzaría mi meta.

Aguardé la respuesta del comerciante, un tipo joven de cabellos castaños con destellos rojizos. Su piel necesitaba con urgencia baños de radiació solar, pues más se asemejaba a un níveo tapíz que a una dermis. Incluso para ser humano estaba carente de color. Vestía una gabardina de navegante, ¿serían suyos los mapas?, de color azul oscura. El contraste con su pálida piel era notable, más no desagradable. En la cabeza llevaba un tricornio, como un vulgar capitán pirata y sus pantalones se asemejaban mucho a los del uniforme marine - ¿Los mapas son tuyos? - de ser así, aquel tipo debía ser un excelente cartógrafo y me apostaba hasta la última de mis escamas de que todo aquello serían objetos conseguidos durante sus viajes por el vasto mar.

Aclaraciones
#14
Galhard
Gal
Galhard observó cómo el hombre se acercaba al puesto, con una mirada que mezclaba curiosidad y experiencia. Parecía alguien que había visto su buena parte del mundo, y su enfoque detallado en los mapas no pasó desapercibido para el marine convertido en comerciante temporal. Con una ligera inclinación de cabeza, Galhard lo saludó con una sonrisa cortés mientras el cliente examinaba los objetos con un aire de evaluación.

Cuando el hombre mencionó los guanteletes, Galhard se acercó al lado del mostrador para ofrecerle una vista más cercana del par en cuestión. Eran guanteletes bien confeccionados, de un metal resistente, pero lo suficientemente flexibles como para no limitar los movimientos en combate.

— Estos guanteletes son una excelente elección — comentó Galhard con voz tranquila. — Fueron fabricados por un herrero en Loguetown, conocido por su habilidad para hacer equipo que resiste incluso las condiciones más duras. Son perfectos tanto para protección como para mantener tu fuerza en su punto máximo—

Dejó que el cliente los examinara, permitiéndole apreciar los detalles de la confección, la robustez del material y la comodidad que ofrecían. Mientras el hombre hacía su evaluación, Galhard respondió a su pregunta sobre los mapas.

— Algunos de estos mapas sí son míos — admitió Galhard, señalando un par de ellos que estaban cuidadosamente enrollados y atados con cordel de cuero. — Los he trazado en mis viajes, principalmente para facilitar la navegación en zonas poco conocidas o complicadas. Sin embargo, también tengo otros mapas de colegas navegantes, cada uno especializado en su propia región. Si buscas explorar o simplemente añadir algo a tu colección, aquí encontrarás algo que te interese.—
Aprovechando el momento en que el hombre observaba los guanteletes, Galhard decidió ofrecerle un poco más de información.

— En cuanto a los guanteletes, los ofrezco por 200,000 berries. Son una inversión segura si buscas durabilidad y rendimiento en combate. Además, si decides llevártelos, estaré encantado de hacerte un precio especial si te interesa alguno de los mapas.

Galhard se cruzó de brazos con calma, manteniendo el contacto visual con el cliente. No era alguien que forzara una venta, pero sabía que la calidad de lo que ofrecía hablaba por sí sola. Esperaba que el hombre apreciara tanto los guanteletes como la oferta que le había hecho.

— ¿Qué me dices sobre la oferta de los guanteletes? — preguntó finalmente, dejando la decisión en manos del cliente, pero con la confianza de que había presentado una oferta difícil de rechazar.
#15
Timsy
Timsy
-Ya veo… - su naturalidad al verme y hablarme me resultó suma y sorprendentemente gratificante. Estaba acostumbrado a generar unos segundos de silencio y examen cuando me acercaba a cualquier humano y les hablaba. Bueno, en general cuando cualquier humano me veía, no era preciso que hablase, aunque cuando lo hacía el tiempo de silencio y examen se prolongaba unos segundos más. También era habitual ver gestos de sorpresa, más o menos comedidos, mejor o peor disimulados, pero casi siempre los había. Sentir esa naturalidad fue refrescante y me arrebató una sonrisa genuina y sincera, que se dibujaría en el rostro - ¡Me los llevo!

Con paciencia dejó que ojeara los mapas, sin forzarme a comprar ninguno y tan solo habló de ellos cuando yo le pregunté. Debía admitir que aquel tipo tenía mano para la venta. Otros comerciantes pecaban de excesiva agresividad, generando casi siempre una actitud de acoso y derribo. Entendía que para mucha gente aquello serviría, pero desde luego conmigo lo único que conseguían era alejarme y suerte tenían si no me llevaba algo conmigo, ¡por pesados! Odiaba a ese tipo de vendedores. ¡Había lapas que se pegaban a las rocas con menos intensidad! Quizás la respuesta a su actitud estuviera en sus siguientes palabras. Quizás no fuera el primer Gyojin que hubiera visto si había viajado por infinitos lugares.

-Parecen precisos y muy bien dibujados – comenté alagando las obras tras inspeccionarlas con ojo clínico – Sin embargo creo que no me llevaré ninguno. Lo siento. Soy navegante y quiero dibujar mis propios mapas – añadí. Aunque no tenía porqué, sentía que le debía una disculpa y una justificación ante el desprecio que acababa de realizar – Además, tampoco tengo más dinero – concluí en un arranque de sinceridad. Enrollé con sumo cuidado y delicadeza los mapas, para dejarlos inmediatamente en el mismo lugar del que los había tomado – No obstante estoy seguro que no tardará en darle salida. Es un trabajo magnífico.

Con calma saqué el dinero establecido y se lo tendí al vendedor en pago por los guanteletes – Un placer. ¡Suerte! – me despedí perdiéndome de nuevo entre el gentío.
OFF

#16
Jim
Hmpf
Isla Kilombo era la ostia. La comparaba con mi isla natal llena de vegetación naturaleza y lava de volcán o con Isla Rudra, una sabana infinita llena de peligros y manadas de animales fuertes a los que no podía hacer frente. Kilombo ofrecía una civilización, organizada, con eso que llamaban marina. Habíamos llegado hace poco y ahora disfrutaba de sus calles, del aprendizaje que ofrecía una cultura como aquella para un inculto como yo. Había ascendido hacia la zona exterior de la base de la marina para preguntar y aprender sobre ella, ahora descendía de allí para mezclarme en el bullicio del centro de Kilombo.

Y entonces vi una piel escamada reflejar los rayos del sol, a la vista se podía percibir su humedad, su tamaño era ligeramente superior al mio. Sonreí. ¡Era Misty! Estaba comprando en una especie de puesto, guanteletes. ¿De verdad los necesitaba? Lo observé negociar desde la distancia, llevaba muchos días compartiendo un diminuto espacio con el en el medio del East Blue, había sido suficiente por ahora. Una vez se fue me acerqué al puesto dónde había comprado, movido por la misma curiosidad que había captado al Gyojin. - ¡HOLA! - Grité desde mi baja estatura mirando al alegre vendedor con una sonrisa de oreja a oreja, el mero hecho de comprar algo me tenía emocionado, era mi primera vez. Aguanté la postura, de brazos cruzados a la espalda, sonrisa, y mirada fija en aquel tipo durante 3 minutos. Me había quedado bloqueado. ¡No sabía que hacer! 

Volví en mi mismo y agité la cabeza con fuerza. - Jeje. Perdón. Esto... - Me rasqué la cabeza sintiéndome culpable sin perder la sonrisa mientras miraba los objetos del puesto, armas variopintas y... ¡Ostia! Ese arco parecía interesante. - ¿Cuanto por ese arco? ¿Puedo olerlo? - Podía saber la calidad de una madera solo con olerla.


Resumen
#17
Hato of peace
Hayo
Con la gran multitud de compradores del bazar los pensamientos de la joven se perdían por el fuerte bullicio del pueblo de Rostock la joven había logrado hacer una buena compra pero regresó a hablar con el comerciante cuando pudo escuchar nuevamente sus pensamientos -Si seré bruta, olvide preguntarle sino tenía más diales o mínimo el dial sonido-.

La joven regresó por donde venía esperando que el comprador siguiera en su puesto si estaba ocupado esperaría para hablar con él o si lo encontraba listo para irse nada más le preguntaría si tenía más diales para luego regresar a la isla, por suerte se encontró al vendedor hacia un trato con un hombre pez o gyojin así que espero unos pasos atrás de él para evitar incomodar.

En el momento que se hizo la compra y se retiró el gyojin la joven se volvió acercar al mostrador para hablar -Buenas jaja- se río un poco apenada -Disculpe las molestias caballero pero quería saber si tiene más diales, se me olvidó preguntar antes de irme jaja, soy algo olvidadiza- la joven estaba nerviosa se podían escuchar en su tono de voz.

Después de la respuesta del comerciante Hato sacó de su bolso dos millones de Berris y los puso sobre el mostrador -Si tiene el Dial Sonido se lo compraré al precio justo- ella esperaba que la gran suma de Berris llamará la atención del vendedor -Esta vez no voy a regatear es un Dial muy útil y me sería de mucha ayuda si me lo vendiera-.

Era una mala jugada por parte de la joven plantar el dinero sobre la mesa pero necesario para llamar su atención si aumentaba el precio ella se retiraría pero si lo aceptaba sería lo justo porque es lo que vale el dial, además ella lo pidió esperando que él lo tuviera.
#18
Galhard
Gal
Galhard observó la escena con interés, notando cómo la joven regresaba con cierta ansiedad en su mirada. El bullicio del bazar de Rostock continuaba alrededor de ellos, creando una sinfonía de voces, regateos y risas que llenaban el aire. Mientras esperaba pacientemente a que terminara su transacción con el gyojin, la joven parecía estar debatiéndose entre la impaciencia y la esperanza.

Cuando el gyojin se retiró, Galhard se volvió hacia ella con una sonrisa tranquila, notando el nerviosismo en su voz mientras hacía su petición. Escuchó atentamente mientras ella explicaba lo que buscaba, y sus ojos se iluminaron momentáneamente al ver la cantidad de dinero que ella colocaba sobre el mostrador. No era común ver a alguien tan decidido a gastar una suma tan significativa sin siquiera intentar regatear.

Galhard tomó un momento para considerar la situación. Como comerciante experimentado, sabía el valor de los diales y la importancia de mantener contentos a sus clientes. Además, el Dial de Sonido era un objeto que no siempre estaba disponible, pero por fortuna, tenía uno en su inventario. La joven estaba dispuesta a pagar un precio justo, lo cual era una propuesta atractiva.

—Me alegra encontrar a alguien que sepa apreciar el verdadero valor de un Dial de Sonido~—dijo con una sonrisa mientras se inclinaba ligeramente hacia el mostrador—. Tienes suerte, joven. Justo me queda uno en mi inventario.—

Galhard se movió con calma y sacó el Dial de Sonido de un compartimento seguro bajo el mostrador. Era un objeto pequeño y aparentemente inofensivo, pero quienes conocían su poder sabían lo valioso que podía ser en las manos adecuadas. Con cuidado, lo colocó sobre la mesa frente a ella, asegurándose de que pudiera verlo bien.

—Aquí lo tienes. Un Dial de Sonido nuevecito nuevecito y en perfecto estado—dijo, observando cómo la mirada de la joven se fijaba en el objeto con interés—Como dijiste, dos millones de berries es un precio justo por algo tan valioso y útil. Así que, está hecho. Es todo tuyo.—
Galhard aceptó los berries con profesionalismo, asegurándose de contar la suma con precisión antes de guardarlos en un pequeño cofre a su lado. Luego, le entregó el Dial de Sonido con una sonrisa más cálida.

—Cuídalo bien. Puede ser un objeto pequeño, pero su utilidad es inmensa. Espero que te sea de gran ayuda en tus viajes—concluyó, despidiéndose con una ligera inclinación de cabeza.

Mientras la joven se retiraba, Galhard observó cómo se alejaba, sintiéndose satisfecho por haber realizado otra transacción exitosa en el bullicioso bazar de Rostock.
#19
Gautama D. Lovecraft
El Ascendido
Alejado ya varios puestos de donde adquirí el dial de destello por Galhard, seguí recorriendo los diferentes negocios montados en la plaza del puerto. Como va venía contemplando momentos antes, el jolgorio que surgía entre los trueques y las ventas, no trascendían a malentendidos de ningún tipo, algo que convenía para conformar la estabilidad del sitio. Me deslicé entre quienes iban en contra de mi dirección, alternando mis pasos para evitar el choque contra los civiles y mercaderes de la zona, el vocerío aplacaba el sonido del oleaje y el graznido de las gaviotas, que posadas sobre tejados y postes, esperaban su oportunidad para lanzarse hacia algo de la comida que también se movía en el mercado.

La variedad de este venía siendo bastante extensa, antes de adquirir el dial, pude dar buena cuenta de ello, y mientras continuaba la ruta por las secciones de este, el género seguía creciendo en variedad. Sabía, por mi educación, de las oscuras garras que el comercio podía tener y que causaba en las personas, siendo que muchas de estas, por los motivos que fueran, caían presas en todo tipo de vacíos generados con las deudas, compras compulsivas, vicios, especulación u otro tipo de asuntos de nefasta moral, pues los intereses de cada uno se apoderaban de la persona, y la avaricia aparecía para dominar el sentido común o los rasgos de humanidad que teníamos.

Por mi parte, el hecho de no estar ya en el templo e inmiscuirme en las corrientes culturales del lugar, facilitaron mi adaptación en el pueblo de Rostock, asimilando su proceder con el tema que acontecía. Sin embargo, yo también era un ser humano más en este mundo, y a pesar de mis mantras y doctrinas del templo, podría desviarme del riguroso rumbo que como monje debía de tomar en tales asuntos, por ello, la compra y venta de mis enseres personales debía de ser vista con autocrítica y responsabilidad, adquiriendo los mínimos riesgos en aras de no desviarme del recto camino de la templanza.

No obstante, sabía que vivir allí te obliga a adoptar ciertas medidas, tanto mi cargo en la marina como mis metas vitales, debían de ser reforzadas con todos los recursos a mi alcance, por lo que, llevándome la mano a las nudilleras que guardaba desde hacía tiempo, me di cuenta de que el desgaste de estas por las largas jornadas de entrenamiento, comenzaban a dejarlas en un estado en el que su función comenzaba a peligrar. Las tomé mientras seguía caminando, pasando las yemas de mis dedos por los cantos de estas comprobando su avanzado estado de desgaste. Podría ampliar su vida útil, pero no quería correr el riesgo, y seguro que en todo el mercado habría alguien que tuviera unas con las que pudiera apañarme como es debido.

Avancé un poco más detenidamente fijándome en que clase de elementos estaban a la venta en cada uno de los puestos de los comerciantes. Ahora, sí que empezaba a lamentar más el hecho de no tener la cartera encima, pues desconocía si todos allí aceptarían un cheque para canjearlo en mi cuenta para poder compensar la venta que hiciera, si es que había. Pensé incluso hasta de volver al puesto de Galhard, pues quizá él pudiera ayudarme a pesar de que no vi en su mesa que ofreciera unas nudilleras que me convencieran, sin embargo, quizá existía la posibilidad de que conociera a alguien que si las tuviera. No era tan mala idea.

No quise volver sobre mis pasos, pues vi más acertado rodear la manzana de puestos para seguir comprobando lo que podían ofrecerme, al menos así, podría peinar la zona hasta llegar al compañero de melena castaña. Aunque para mi sorpresa, en un pequeño puesto, algo más menudo que los demás de la plaza, se ofertaban unas nudilleras que llamaron mi atención. Eran unas vendas con refuerzo para la mano, conforme me fui acercando aumentaba mi interés en ellas al poder ver que aparentemente tenían un buen estado, las costuras estaban perfectas, sin señales de desgaste y por un precio que podía permitirme.

Alcé los ojos para ver quién era el que regentaba el humilde puesto, cuando un chico se encontraba allí, debía de tener una veintena de años, un cabello liso y negro como el azabache y unos ojos bastantes particulares. Le dediqué una correcta reverencia como saludo, y acto seguido levanté mi mano derecha para señalar con el dedo índice las vendas para preguntar por ellas.

- ¿Cuánto valen? -

Le pregunté, en una primera instancia, para conocer el precio que tenían. Tras ello, recordé el otro dial que tenía, me era bastante apreciado dada su capacidad bélica, sin embargo, las nudilleras tenían otro tipo de preferencia para mí, pues protegían y mejoraban mis manos, y ambas eran sumamente importantes. Se me ocurrió ofrecérselo al joven, por ello lo saqué con la mano contraria y se lo enseñé por si estaba interesado en él.

- ¿Intercambiamos? -

Terminé ya por preguntarle. Desconocía el precio de las nudilleras, y si el chico estaba interesado en el dial, no obstante, estaba dispuesto si no a ofrecer algo más de berrys para compensar el trueque. ¿Lo estaría el chico también?
#20
Tema cerrado 


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