Alguien dijo una vez...
Iro
Luego os escribo que ahora no os puedo escribir.
[Común] [Pasado] Extraño comiendo en la Isla Kilombo
Byron
Hizashi
Primavera 14 - 724

Tirado, sobre la barra de bar de una cálida posada, se encontraba Byron cabizbajo, con un gesto mustio en su faz, con la moral totalmente devastada y con la débil, pero presente idea de dejarlo todo y volver a casa. No era para menos, esto, según él y las habladurías de Bernald, no encajaba precisamente en el concepto de ser pirata y vivir aventuras. Prácticamente desde el primer momento que había abandonado las orillas de Jaya, no le habían sucedido más que desgracias.

Nada más salir, la cochambrosa balsa con la que se había metido al mar, se topó con una tormenta, quien iba a imaginar que, ese lamentable "navío" no iba a aguantar ni la primera embestida de las erráticas olas tormentosas. Afortunado fue, de encontrarse en el camino de un buque de guerra de la marina, de no haber sido así, en cuestión de horas el viaje de Byron hubiese llegado a su fin, muriendo patéticamente ahogado como muchos otros en el Grand Line.

Ese encuentro fortuito salvó su vida, pero al recuperar la conciencia, su inocencia le jugó una mala pasada. No contento con, en sus primeros minutos de travesía perder su nave, cuando le preguntaron quien era, no dudó en exclamar "el futuro dueño de los mares, Byron Nikkei, el pirata más avezado que jamás conoceréis" aunque, siendo sincero, era imposible que él supiese en qué tipo de barco se encontraba, negar su mala elección de palabras sería como cantar a los cuatro vientos que uno es imbécil. Por lo menos, provocó las risas de aquellos marines, que entre sátiras y crueles comentarios, colocaban unas esposas en sus muñecas y lo metían en el oscuro calabozo del barco.

Byron intentó explicar que no había cometido ningún crimen cada vez que le llevaban el almuerzo, pero siempre hacían oídos sordos a sus comentarios, soltaban alguna burla y le cerraban la puerta con un portazo que volvía a traer el silencio a escena. Quien iba a decir, que el primer contacto con la aventura, sería este, por suerte, aunque pasó más tiempo del que le gustaría en aquel lugar, el momento en el que volvería a pisar tierra no se haría esperar.

Por los caprichosos designios del destino, cuando le abrieron la puerta de la celda y le hicieron tomar el paso para salir de aquel agujero flotante, entre el deslumbrante sol al que ya no estaba acostumbrado, que le hacía entrecerrar los ojos de forma incómoda y la información de marine que lo hacía desembarcar, su cara se desencajó de tal forma, que hizo hasta preocuparse al más pintado de la cofradía. Casi le da un desmayo, no era para menos, después de todo había surcado casi dos mares, se había pasado el viaje en una celda, y para colmo, vete a saber tú a cuánto tiempo estaba de aquella chavola a la que llamaba hogar.

Sin tiempo a detenerse, los marines lo llevaron a su base, el G-23 para ser exactos, para según ellos podrían haber parado en cualquier base del Grand Line, pero como tenían que venir aquí a dar unas informaciones y recoger cierto cargamento, como les había caído bien, mejor dejarlo en un base en la cual la estancia fuese menos "exigente". La cara de Byron, un cuadro, pero no había nada que pudiese hacer, ya estaban en la puerta del edificio, y entre la desilusión y las pocas oportunidades para escapar, con un gesto anodino pasó junto a su responsable.

El marine, explicó la situación al capitán responsable de aquel lugar, y sin expectativas de salir, como si de una comedia se tratase, el capitán le atizó un capón al marine que le había llevado allí. Con ojos como platos, Byron observó detenidamente la escena, y la expresión de su semblante era indescriptible a estas alturas, provocada por las palabras que el capitán gritaba a los cuatro vientos.

- ¡Tú! ¡Eres un inútil! ¡¿Has arrestado a un muchacho solo por pregonar como un imbécil que es un pirata?! ¿Has mirado el registro de criminales? ¿Sale en algún lugar su cara de idiota? ¡Por supuesto que no joder! ¡Si tuviésemos que arrestar a cualquier persona que soltase estupideces por la boca, tú, para empezar, no estarías en la calle!

Un folio en blanco, inexpresión en todos los sentidos de la palabra, el escenario era tan surrealista, que por un momento Byron alucinó diferenciando el atrezzo de la obra de teatro en la que se encontraba, incluso veía al público reaccionando de forma genuina la escena. Un grito dirigido a él, lo hizo dejar de disociar, y volvió a prestar atención.

- ¡Chaval, lárgate de mi vista, y disculpa la ineptitud de este pelotón!- Hizo un gesto al marine para que lo había arrestado para que lo desposara, se encendió un puro y le enseño el pulgar como despedida y alentando a que Byron dejase el lugar. Respondió devolviendo aquel gesto aun con el rostro inexpresivo y salió del lugar a paso lento aun procesando en su cabeza la inverosímil situación que acababa de vivir.

Por esto, Byron se encontraba con esa actitud decaída, todo esto era el más allá diciéndole que dejase atrás la idea de ser pirata, en poco tiempo había conocido la crueldad del mar, aunque más bien había visto de primera mano la desastrosa labor que podían llevar a cabo aquellos que "defendían los mares".

El sonido de la ración de carne guisada siendo posada en su posición sobre la barra, hizo levantar a Byron su cabeza. Al hacerlo, se encontró con un guiño de aquella cuarentona entrada en carnes que le había servido la comida, le respondió con una falsa pero amable sonrisa, y ella sonrojada se volvió a meter a la cocina, parecía no haber entendido aquel pequeño matiz de incomodidad en el gesto del joven. Ahora sí, devoró aquel exquisito guiso, no pudo evitar llorar de emoción al sentir en sus papilas gustativas algo digno de ser saboreado, seguramente no sería tan bueno, pero su paladar ya se había acostumbrado a la insípida comida de alta mar que los marines que llevaban a la celda.

Una vez terminó, no hizo falta más para que el joven volviese a ser el mismo de siempre. Pensó en el lado de bueno de aquella situación, e inesperadamente se puso contento, había conseguido llegar "sano y salvo" a otra isla, y había recorrido ya mucho mundo, aunque a eso no se le podía llamar recorrer. Contento, dejó el dinero sobre la barra con algo extra de propina fruto del excelente guiso que acababa de degustar y salió de aquel hogareño lugar.

En la puerta, el muchacho se desperezó, he hizo un par de estiramientos, aún tenía el cuerpo entumecido, habrían pasado solo un par de horas desde que llegó a tierra, tenía sentido encontrarse con esa sensación. Mientras realizaba un par de sentadillas para acomodarse las rodillas, barajó los lugares a los que podría ir y sin pensárselo mucho, pensó que lo mejor que podía hacer era buscar el faro que había escuchado a los lugareños mientras se adentraba en el pueblo buscando un sitio para comer.

Después de todo, ver el nuevo mar en el cual se encontraba era una bonita y metafórica forma de empezar su aventura.
#1
Lance Turner
Shirogami
Me encontraba caminando por las calles del pueblo, observando los comercios llenos de vida y a los transeúntes propios de la calle, mientras estaba algo perdido entre mis pensamientos. Había llegado a este lugar hacía un par de días junto a Juuken, mi más reciente compañero. Desde mi llegada, había notado el bullicio característico de una isla próspera. El mercado estaba lleno de comerciantes vociferando sus mercancías, niños corriendo mientras reían, y marineros de todo tipo compartiendo historias de sus travesías. Cada rincón, parecía guardar una nueva aventura, y estaba decidido a descubrir todas las oportunidades que este lugar podía ofrecerme.

En esa misma mañana, Juuken había decidido explorar la ciudad por su cuenta. Debo reconocer que me preocupaba un poco, pero debía apoyarlo si quería que continuase con su desarrollo personal. Aun con esas, no podía evitar tener la ligera preocupación de que alguien le provocase un arranque de ira y se metiera en líos.
- Lance, quiero ver la ciudad por mi cuenta hoy. - Eran las palabras que había usado Juuken para comunicarme sus primeras intenciones.

No es que fuesen demasiado extrañas por sí mismas, pero lo que sí me impulsó a tomarlo muy en serio era la determinación inusitada en su voz. Ante ello, sólo pude sonreírle, orgulloso, dándole unas palmaditas en el hombro para animarle. Había quedado con él en reencontrarnos en la misma posada donde cenamos la noche anterior, así podríamos cenar juntos y ponernos al día de cómo había ido todo.

Todavía tengo presente en mi memoria la sonrisa de Juuken mientras comenzaba a desaparecer entre la multitud. Me había quedado observándolo un momento, asegurándome de que tomaba la dirección correcta hacia el centro de la ciudad. No obstante, una vez que ya lo perdí de vista, decidí dirigirme a una posada local, un lugar cálido y acogedor donde podía descansar un poco o quizás escuchar algunas historias de los lugareños. Otro punto positivo de este emplazamiento, es que de pasar algo en la ciudad, sería uno de los lugares donde me enteraría antes.


Nada más entrar en la posada, noté de inmediato el ambiente animado. La posada estaba llena de clientes charlando y riendo, el aroma de la comida recién preparada llenaba el lugar por completo, y el sonido de las jarras de cerveza chocando entre sí, resonaba por toda la estancia. Aunque pensaba tomar algo de alcohol más adelante, preferí comenzar con algo más ligero para analizar el sitio antes. Con dicha idea en mi mente, me dirigí a la barra y no tardaron mucho en servirme el vaso de agua, no sin antes, escuchar alguna risa de fondo cuando me vieron pedir aquello.

Mi primera reacción era buscar intimidarles, pero antes de siquiera hacerlo, vi a un joven tirado sobre la barra. Su aspecto era algo lamentable, e incluso devastado diría yo. No pude evitar sentirme intrigado por él, no sólo por su aspecto, que ya era bastante peculiar, ya que tenía el color del pelo morado, algo que no solía ver normalmente. A eso le acompañaba el tono de su piel, que era demasiado blanca, incluso se podría decir que cuidada. Daba la sensación de que podía romperse con un golpe seco. Sin embargo, no era eso lo que realmente había llamado mi atención, Había algo en él, pero no terminaba de entender qué era.

Cuando una camarera le sirvió la comida, lo hizo con cierto nerviosismo, y para mi sorpresa, le guiñó un ojo. Ante lo cual, el joven que recién se acababa de reincorporar tan solo le devolvió una sonrisa incómoda que me provocó una pequeña risa contenida. No pareció darse cuenta de ello, y esto era más que evidente al ver cómo devoraba su plato. Se trataba de una ración de carne guisada, que me dieron ganas de probar con tan solo verle comer así. Me incliné un poco sobre la barra para buscar a la camarera, que acababa de marcharse, cuando escuché un pequeño sollozo del chico, al cual, pude ver llorando incluso.
- ¿¡Pero tan bueno está!? – Pensé con un sentimiento casi de envidia. - ¿Dónde está esa camarera? ¡Necesito probar eso yo también!

Pasaron varios minutos hasta que volvió esa camarera, la cual parecía ignorar cada intento de llamar su atención para pedirle algo, estaba absorta en el joven. Este se encontraba ahora de otra manera completamente diferente, con una cara totalmente recompuesta. Aquel plato, sin duda le había devuelto las ganas de vivir, y así lo demostró pagando con creces la comida. Yo, mientras tanto, bebía mi vaso de agua como si el mejor vino del mundo fuese.

La camarera se dio la vuelta ilusionada por haber recibido una propina de su parte, como si eso fuese una señal de un amor correspondido, y en cuanto a mi, tan sólo me quedó suspirar, ya que mi vaso estaba completamente vacío y había renunciado mentalmente a intentar pedir nada más en ese momento. Por su parte, el joven salió, pero se quedó en la salida comenzando a realizar estiramientos.

No solía ver a la gente haciendo estiramientos en este tipo de circunstancias. Me quedé observándolo durante unos minutos, sin intervenir o decirle algo por el momento. Me encontraba bastante confundido, pues parecía que se estaba preparando para hacer deporte, pero su ropa no acompañaba para ello. Giré mi mirada hacia la camarera, y ahí estaba cual quinceañera con el corazón acelerado observándole estirar. Mientras dejaba volar su imaginación, estaba fregando una jarra de tal forma que parecía estar a punto de desgastar el cristal.
- Disculpe, señora. – Dije con una sonrisa amistosa para tratar de llamar su atención de una forma agradable. - He visto al joven que estaba aquí hace un momento. Parecía estar pasando por un mal rato. ¿Lo conoce?

La señora dejó la jarra en la barra, para a continuación comenzar a sercarse las manos en el delantal. Sin girarse a verme, comenzó a hablar, lo cual era algo frustrante para mi, estar intentando llamar su atención y no poder hacerle sombra a su engatusamiento con el chico.
- Sí, lo he visto antes. Pobre muchacho, parece que ha tenido una racha de mala suerte desde que llegó. - Respondió con un tono de preocupación. – Me han dicho que hace poco llegó a la isla arrestado por los marines.

- ¿Los marines? ¿Qué hizo para ser arrestado? – Pregunté ahora más inquieto por la situación del joven.

- Ainss… - Dijo en un suspiro que precedía a unos segundos de silencio. - Parece que todo fue un malentendido. Algo así me han contado antes unos clientes… desde entonces, ha estado deambulando por aquí.

Asentí escuchando su información y mi interés en el joven no hizo más que aumentar. A pesar de haber vivido todo eso, ahí estaba, con las pilas recargadas tras comer un buen plato caliente.
- Gracias por todo. – Le dije a la camarera dejándole una moneda, que duplicaba el precio de mi pobre consumición, un vaso de agua.

Ella asintió y tras apretarse un poco la cara en señal de querer volver a concentrarse guardó la moneda dando las gracias. Acto seguido marchó con un paño y una bandeja vacía a recoger algunas mesas que se encontraban desatendidas desde hace un rato.

Salí del local con intención de cruzarme con el joven antes de su marcha, y ver si podía entablar conversación con él.  Al ponerme a su altura, pude ver en su rostro que se encontraba más relajado, y cierta ilusión en sus ojos. Era el mejor momento para comenzar a hablar con él.
- Así que los marines te traen como a un perro enjaulado, y luego te dejan aquí como si nada. – Dije directamente sabiendo que le llamaría la atención que supiese algo de su vida.

Me desperecé a su lado yo también, para generarle cierta conexión al hacer lo mismo que él unos instantes atrás y en el proceso retomé la palabra.
- Parece una mala jugarreta… - Dije en un tono algo desganado, para después mirarle fijamente con una sonrisa. – O quizá es cosa del destino, que no sabía una mejor manera de traerte hasta aquí ¿No?

Tras eso me reí un poco, sin excederme para que no pareciese una burla, y estiré mi brazo hacia él a modo de presentación amistosa.
- Mi nombre es Lance Turner ¿Y el tuyo?
#2
Jun Gunslinger
Nagaredama
Como cada día en la ajetreada vida de una Hafugyo de pelo azul, el aire fresco de la mañana llevaba consigo la promesa de una aventura. Con su pequeño bolso colgando a la altura de la cadera, Jun recorría las callejuelas moviéndose con la agilidad de un gato patiperro. Aquellas horas las consideraba ideales para evaluar el entorno, saludar a algunos amigos, asegurarse de que no rondaran por ahí nuevas amenazas, y finalmente salir en busca de las oportunidades que las calles pudieran ofrecerle.

Una vez satisfecha con su habitual patrulla matutina, Jun se dirigió a su sitio favorito: el bullicioso mercado del pueblo. Un lugar concurrido donde le gustaba mezclarse con la multitud, manteniendo su apariencia extravagante oculta bajo una capucha gris, y encajando sorprendentemente bien entre los vendedores ambulantes, y los turistas, y los compradores apresurados. 

El mercado era un caos organizado de colores, olores y sonidos, un laberinto de puestos donde los que vendían gritaban sus ofertas y los que compraban regateaban hasta el final para conseguir mejores precios. Era el escenario perfecto para Jun, que aprovechaba aquella mezcla de griterío y distracción para moverse con libertad y dedicarse, con una imborrable sonrisa traviesa dibujada en el rostro, a robar todo tipo de pequeños objetos. No era algo que hiciera por necesidad, sino por el puro placer de la adrenalina que eso le producía. Sus manos se movían con una velocidad y precisión asombrosas, deslizando relojes, monedas y otras cosas de valor desde los bolsillos de los incautos hacia su propio bolso de piel; Jun hacía que cada hurto pareciera un juego, y era tan buena en ello que lo perfeccionó y convirtió en un (mal)hábito.

Sin embargo, ese día, la suerte no estaría completamente de su lado. Mientras intentaba hurgar en los bolsillos de un distraído cliente que aguardaba por ser atendido en un puesto de pescado, la mirada perspicaz del vendedor captó el atrevido movimiento de su mano. El hombre, curtido por años de lidiar con todo tipo de personajes en el mercado, no dudó ni un segundo en delatarla.

¡Detente ahí! —gritó a viva voz, alzando su deba, un cuchillo para pescado tan filoso que podría cortar el aire.

Pero Jun siempre estaba preparada para una situación como esa y, lejos de achicarse, reaccionó con la velocidad de un rayo. En un instante se giró y salió corriendo por las calles del mercado, mezclándose entre los transeúntes. Tras ella fueron un par de personas dispuestas a detenerle, pero Jun confiaba en su conocimiento de las calles y fue fácil dejar atrás a sus perseguidores haciendo uso del mapa mental que tenía del pueblo y su gran habilidad para los escapes rápidos. El corazón galopaba con fuerza dentro del pecho, pero no por miedo, sino por la emoción que siempre le provocaba una buena fuga.

Al doblar en una esquina y mirar hacia atrás, Jun notó que había despistado por completo a sus perseguidores. Sonrió satisfecha, sin detener su carrera, mas en su apuro por escapar no se dio cuenta de lo que tenía justo enfrente. Antes de que pudiera reaccionar, chocó de lleno contra un muchacho que permanecía de pie en la entrada de una taberna. El impacto fue tan fuerte que la haría caer al suelo, y algunas pertenencias que llevaba en el bolso se desparramaron a su alrededor. Aturdida por el golpe, Jun intentó incorporarse de inmediato, sin levantar la vista. Sus manos se movieron frenéticamente, recogiendo sus cosas con toda la prisa del mundo, mientras pensaba en desaparecer de allí cuanto antes.

¡Maldición, fíjate por dónde vas! —reclamó, como si el otro tuviese la culpa.
#3
Drake Longspan
[...]
Drake Longspan llevaba un día particularmente difícil. Como carpintero, y como miembro de la tribu de los brazos largos, sus habilidades eran bien conocidas, pero en los últimos días, las ventas habían sido decepcionantes. Había pasado horas en su puesto del mercado de la Isla Kilombo, mostrando con orgullo sus intrincadas obras de madera: desde pequeños barcos en miniatura hasta muebles elegantes y jaulas para pájaros. Sin embargo, los compradores parecían más interesados en los productos más baratos o de una utilidad mayor.

Drake apenas había logrado vender un par de piezas pequeñas, lo que no era suficiente para cubrir los costos de los materiales, mucho menos para alimentar su estómago hambriento. Con los hombros caídos y una expresión de frustración en su rostro, decidió que era momento de darse un respiro. Recogió sus herramientas y las pocas creaciones que le quedaban, guardándolas cuidadosamente en su gran mochila de cuero. Luego, se dirigió hacia la taberna más cercana, esperando que un trago fuerte pudiera ahogar las penas que le había dejado el día.

Mientras caminaba por el mercado, Drake reflexionaba sobre su situación. No era un hombre que se rindiera fácilmente. Pero días como ese, donde el esfuerzo parecía no rendir frutos, ponían a prueba su paciencia y su espíritu. Necesitaba encontrar una manera de mejorar sus ventas, de atraer a más clientes. Quizás debía cambiar su enfoque, o tal vez era hora de buscar nuevas oportunidades en otra isla, o en otro oficio.

Sumido en sus pensamientos, Drake llegó a la taberna, un lugar conocido por los locales de la isla. Era un establecimiento modesto, pero siempre estaba lleno de vida, con marineros, mercaderes, aventureros e incluso piratas de todo tipo que compartían historias y tragos fuertes. Drake abrió la puerta con sus brazos a modo de tentáculos y entró, notando inmediatamente el bullicio que emanaba del lugar. Se dirigió a la barra, dispuesto a pedir su bebida favorita: Ron especiado con un toque de lima. Cualquier cosa era mejor que reflexionar sobre sus deudas.

Lo de siempre...

El carpintero se bebió la copa de un trago. Lejos de calmarse, una sensación de angustia inundó su pecho, frustrado por su situación, salió a la puerta del local.


Justo cuando estaba a punto de levantar la mano para llamar la atención del tabernero para que fuese preparando otra copa, sintió un impacto fuerte que lo sacó de su ensueño. Una figura chocó de lleno contra él, haciéndolo tambalearse ligeramente hacia atrás. Drake era un tipo fornido, con una altura imponente, y no era fácil derribarlo, pero el golpe había sido lo suficientemente fuerte como para sorprenderlo.

Al bajar la vista, vio a una chica con el pelo azul enredado y vestida con una capucha gris. Estaba en el suelo, rodeada por un montón de objetos desparramados que parecían haber salido disparados de su bolso. La chica, con movimientos frenéticos, trataba de recoger sus pertenencias mientras soltaba improperios, culpándolo por el choque.

¡Maldición, fíjate por dónde vas! — reclamó ella, sin siquiera levantar la vista.

Drake la miró, inicialmente perplejo, pero pronto una sonrisa divertida apareció en su rostro. Aunque estaba cansado y desanimado por su mal día, la situación tenía algo de cómico. Con sus largos brazos y manos grandes, se agachó para ayudarla a recoger las cosas.

— Tranquila, tranquila. —dijo con voz grave pero amable, mientras le tendía una moneda que había rodado cerca de sus pies. — No es necesario que te pongas así. Aunque, para ser justos, tú fuiste la que chocó conmigo.

Sin embargo, algo en la forma en que la chica recogía sus pertenencias, su prisa y su manera de esquivar la mirada, le hizo sospechar que no era una simple muchacha cualquiera. Había visto esa clase de comportamiento antes, y no en pocas ocasiones. Curioso por saber más, pero sin querer asustarla, decidió no presionarla demasiado.

— Me llamo Drake, ¿estás bien? — añadió, intentando parecer casual mientras observaba cómo ella recuperaba el último de sus objetos con un apuro inusual, como si no quisiera estar ahí.
Este día, que había comenzado como uno más de decepciones, parecía estar tomando un giro inesperado.
#4
Lance Turner
Shirogami
Mientras hablaba con aquel chico, que había captado toda mi atención, pasó por nuestro lado un hombre cuyos brazos eran enormes. Nunca había visto alguien así, pero sí que habían llegado a mis oídos la existencia de los brazos largos, y en ese mismo instante supe que se trataba de uno de ellos. Tampoco había que ser muy perspicaz para darse cuenta, pero era desde luego un tipo de raza, si es que era considerado una raza, muy extraño de ver, incluso para muchos no son más que una mera leyenda.

Como el que se queda mirando algo que no debería mirar para no molestar, me detuve a observarle durante unos segundos. Realmente era muy parecido a un humano normal y corriente. De hecho, lo que más destacaba al margen de sus brazos, era una musculatura mucho más desarrollada de lo habitual, y una altura por encima de la media. A su lado, sentía alguien pequeño.

Parecía estar hastiado, o quizá fatigado. Sus ojeras estaban bastante remarcadas, por lo que debía estar pasando un mal momento. Necesitaría ver a otros como él para entender si esos son aspectos de su raza o se trata de algo único de él.

En ese mismo momento, escuché a lo lejos correr a una persona. Era fácil de ver incluso de reojo, ya que poseía un cabello azul bastante llamativo.  Era una joven que parecía correr como alma que lleva al diablo, y miraba hacia atrás, como si estuviese huyendo de algo.
- ¿De quién está huyendo así? ¿Está en peligro? – Me pregunté con el ceño fruncido mirando a la esquina de dónde provenía, sin encontrar señal alguna al respecto.

Un golpe seco me sacó de mis pensamientos al cabo de uno o dos segundos, y es que esa joven había chocado de lleno con el tipo de brazos largos, que se encontraba tirado en el suelo junto a la chica. Por todo alrededor, habían dispersos muchas cosas que debían de ser de ella, la cual lo recogía todo en un abrir y cerrar de ojo, mientras se quejaba del choque.
- ¡Maldición, fíjate por dónde vas! – Le gritó al brazos largos con un claro tono de molestia.

Al estar mirando si le perseguía alguien, no había podido presenciar ese momento, así que realmente no sabía si era culpa del chico o de ella, pero lo dudaba tras haberla visto correr como una loca por la calle sin mirar de frente. Volví mi mirada a aquella esquina, intentando dar con aquello que la hiciese correr así, quizá un asesino, un ladrón, o un ex novio enfurecido, pero nada parecía encajar con lo que pensaba que podrían ser las posibilidades.

El brazos largos pareció tomárselo a bien, pues le devolvió una sonrisa, casi a punto de reírse. Trató de calmarla un poco, pero queriendo dejar claro que fue ella la culpable. Me pensé si intervenir o no, pero al ver que el chico se presentaba decidí guardar la distancia un poco más. Esto es algo que de seguro Juuken no hubiese podido hacer, si él estuviese aquí estaría ayudando a estos dos al tiempo que les preguntaba por su color de pelo a la chica, y si los brazos de aquel sujeto eran normales.

Volví mi mirada al joven con el que había tratado de entablar conversación antes del choque y poniéndome a su altura con unos pocos pasos, miré directamente a la joven.
- Oye, ¿De qué huías? Te he visto correr como alma que lleva el diablo mirando hacia atrás. ¿Estás bien? ¿Están siguiéndote? – Pregunté directamente al ver que pasado ese tiempo seguía sin aparecer nadie que la estuviese buscando.
#5
Byron
Hizashi
Moviendo su cuello, crujió este, si, ahora el chico se encontraba mucho mejor, menos agarrotado. Tras de sí, escuchó cómo se abría la puerta del local, no pudo evitar echar una mirada escondida, evitando que le cazaran curioseando quien salía tras él. Un alto hombre de cabello sedoso, ondulado y blanco, con un porte intimidante debido a su envergadura y sus rasgos faciales, más sorprendentemente, y sin querer faltar, se contrarrestaban con su aura y sonrisa bobalicona. Apartó la mirada tras hacer aquel pequeño análisis, no quería acabar comprometido en una situación incómoda si aquel hombre se daba por aludido de alguna forma. Escuchó los pasos tras él, quiso echar otra mirada curiosa tras su hombro, más no hizo falta, pues en cuanto fue a girar su rostro el tipo se entraba erguido frente a él, le sacaba unos cuantos centímetros de altura y su sombra cubría a Byron por completo. Imitó los movimientos de calentamiento de Byron, mientras le dedicaba unas palabras.

Un escalofrío recorrió la espina dorsal del muchacho, después de todo, no era algo agradable que un total desconocido relatase de forma tan concisa y precisa el pasado reciente de uno mismo. Una extraña mueca incómoda surgió en su rostro, sin poder evitarlo, catalogó a aquel sujeto como "un rarito", el típico espécimen que se metería en la vida de un extraño por mero aburrimiento. Sin darse cuenta de la expresión de Byron siguió con sus comentarios, o en caso de haberlo hecho, la ignoró por conveniencia. Lance, ese era su nombre y en cuanto acabó, no pudo evitar expulsar por su boca el adjetivo con el que lo había bautizado en su mente.

[Imagen: MlRN6jf.png]

Al soltar su irreverente comentario, pudo darse cuenta de que Lance no parecía prestarle atención. Siguió curiosamente su mirada, hasta encontrarse con lo que había captado la atención del peliblanco, dos individuos, una chica de pelo azul revolcándose en el suelo mascullando improperios, y un hombre de increíblemente largas extremidades superiores, agachado ayudando a la chica a recoger los cachivaches tirados por alrededor de ellos. Byron no se ofendió por aquella falta de atención, después de todo él también se había quedado ensimismado viendo al sujeto de brazos largos, nunca había visto un ser con tales proporciones.

El rarito avanzó, y como si eso le diese también permiso a Byron para inmiscuirse, imitó su movimiento siguiendo sus pasos. Lance parecía haberse fijado en la chica, confirmando una vez más la primera impresión que tuvo de él, típica persona que se mete donde no le llaman. Aunque el comentario medio haciéndose el héroe lo interpretó de otra forma, con que, ese era el tipo de mujeres que le gustaban al peliblanco, acababa de conocerlo y ya conocía sus fetiches. El joven no podía negar que la chica tenía una cara bonita, pero para gusto de Byron, le faltaba "sustancia delantera y trasera", así como unas curvas más pronuncias. Negó a la nada con la cabeza, definitivamente no era su tipo.

Raramente sucedía, pero, a veces un varón podía llamar la atención de chico de ojos violetas. No por temas sexuales, si no por cualidades físicas que él no hubiese visto nunca. No pudo evitar mirar aquellos brazos de nuevo, acercándose más poco a poco, ignorando la conversación de fondo, hasta que finalmente el chico se vio a sí mismo tocando las largas extremidades del tipo de ojos cansados. Unos leves apretones por aquí y por allá, le hicieron darse cuenta pronto que aquel hombre poseía 4 articulaciones, contando su muñeca y hombro. Fascinado, el muchacho miró a aquel tipo, con los ojos de ilusión de un niño, incluso, podían verse destellos de alegría brotar de sus iris.


[Imagen: AGYevwZ.png]

DIALOGOS PARA QUE ME CUENTEN LOS CARÁCTERES
#6
Jun Gunslinger
Nagaredama
Tan rápido corría Jun que el impacto se sintió como chocar de lleno contra un gran árbol. Ella acabó sentada en el suelo, con el corazón latiéndole en los oídos, mientras el otro apenas se inmutó. Fue como estrellarse contra una pared de piedra, en lugar de un ser humano.

Mientras recuperaba sus pertenencias con apuro y torpes manos temblorosas, una voz grave pero sorprendentemente gentil respondió a su agresiva forma de hablar. El contraste de aquel tono amigable la obligó a levantar la vista, y descubrió al muchacho frente a ella, agachado, ayudando a recoger las cosas que Jun había robado. Al instante se puso roja de vergüenza y se levantó de un salto, capturando los últimos objetos de las manos amables de aquel gigante. Sus dedos rozaron los de él, y el contacto resultó en un escalofrío inesperado. 

Casi segura de tener completo su botín, cerró la solapa del bolso con un movimiento brusco y lo afirmó a su cuerpo. No quería comportarse de manera sospechosa, para no levantar la perdiz, aunque inevitablemente todo en su postura, desde sus manos inquietas hasta su mirada esquiva, gritaba sospecha.

Miró al muchacho, que parecía tener más o menos su edad, con el pelo negro desordenado y una expresión de sorpresa y curiosidad en sus ojos cansados. De su aspecto llamaban la atención sus brazos, largos por demás, una característica extraña de ver y que sin duda lo destacaba del resto de humanos normales y corrientes.

Lo siento —le dijo, con voz algo agitada y una sonrisa torcida que intentaba ser convincente. Acompañó sus palabras con un guiño de ojo, aunque la picardía que pretendía proyectar se veía empañada por su evidente nerviosismo—. No suelo chocar con gente en mis escapadas.

Automáticamente se mordió la lengua y maldijo en silencio. ¿Escapadas? Apenas había dicho dos frases y ya había revelado más de lo que debía. Entonces se dio cuenta de que la colisión había atraído la atención de varios curiosos y, aunque intentaba ignorarlo, podía sentir las miradas fijas en ella, por lo que entendió no sería prudente quedarse allí mucho tiempo más.

Sus ojos amatista rodaron hacia un muchacho de cabello blanco que presenció el accidente en la puerta de la taberna y decidió acercarse, tal vez preocupado, tal vez simplemente curioso. Era casi tan alto como el de brazos largos, y lo acompañaba un segundo espectador, joven también, su pelo violáceo igual que el color de sus ojos.

Jun esbozó una sonrisa gigante cuando el albino le habló, queriendo disimular su situación. No sabía quienes eran ellos, por lo que no iba a regalarse brindando demasiada información.

Ah, no, no estaba huyendo —se rio, negando con la cabeza y haciendo un gesto con la mano que pretendía restar importancia a lo sucedido—. Estoy bien. Solo tenía algo de prisa por llegar a un lugar —añadió, consciente de que su mentira podía resultar creíble o no, mas no le preocupaba demasiado porque, en tanto no metiera la pata, podía confiar en su habilidad para improvisar.

Volvió su vista al grandote de cabello oscuro, obligándose a levantar la cabeza hasta casi desnucarse para poder mirarle a los ojos. Notó que su aspecto había cautivado por completo la atención del otro muchacho, que parecía fascinado por el físico particular del brazos largos, tanto así que hasta se había atrevido a invadir su espacio personal para tocarlo.

Jun decidió que ese era el momento perfecto para largarse.

Bueno, Drake, ha sido un placer chocar contigo, pero tengo que... —sus palabras se interrumpieron abruptamente cuando divisó a sus perseguidores en la distancia. Habían logrado seguirle el rastro y se acercaban peligrosamente, escudriñando la multitud, buscándola.
#7
Drake Longspan
[...]
[Imagen: bXjGJsX.png]


— Oye, ¿De qué huías? Te he visto correr como alma que lleva el diablo mirando hacia atrás. ¿Estás bien? ¿Están siguiéndote?

[...]

El joven brazos largos se queda mirando fijamente la reacción de Jun Gunslinger. Su sonrisa comienza a tornarse seria, pero sin desvanecerse por completo. La mira fijamente cuando le pide disculpas y esta le sonríe intentando ser convincente. En esos ojos y sonrisa forzada, Drake Longspan reconoce la búsqueda de validación, a veces, un consuelo que va más allá de las palabras. Es un recordatorio de que nuestras emociones no son exclusivas, que otros también las experimentan, y que en eso consiste la conexión humana. ¿Pero que sabrá él? Si para la Isla Kilombo es solo un carpintero. Se sentía observado, no era la primera vez que lo sentía, y seguramente no sería la última. Más de una vez se habría aprovechado de su apariencia para sacar un dinero. No solo servía para combatir, aquel chico era mucho más.

Oye, no tienes porqu- qu- ¡¿Qué demonios haces? Deja de tocarme! — Dijo levantando su brazo como un saco de patatas de sesenta y cinco kilogramos de peso.

No se lo podía creer. Se le habían colgado de su extremidad como un koala al tronco de un árbol, aquel tipo tenía una apariencia muy extraña, para el carpintero era casi un enano, pero vestía ropa digna de su talla. Esa persona tan rara le estaba tocando el brazo para ver si era de verdad o no. Pensó en empujarle, pero quizá por su escaso tamaño podría hacerle más daño del necesario, y el bueno de Drake no estaba para pagar los gastos médicos de nadie, por los cuatros mares cardinales, no tenía ni para comprarse una medicina para si mismo. 

Bueno, Drake, ha sido un placer chocar contigo, pero tengo que... 

Devolvió la mirada a la chica, justo cuando parecía que iba a emprender nuevamente su huida. No le había dicho ni su nombre, y obviamente no se había enterado por sus palabras de lo que estaba sucediendo...

Tampoco hizo falta.

Con una suavidad pasmosa, usando solo dos dedos de su gran mano, apartó a Byron con una educación extraña, seca, sutil pero aclaratoria, no toques a los desconocidos, y menos si te sacan un metro de altura. Como un zombie eleva la mirada en dirección contraria a la taberna. Gracias a su altura, divisa la realidad, la chica huye de algo. Y ese algo venía en dirección a ellos.

Pensó si apartarse, dejar que todo siguiera su curso. ¿Qué iba a conseguir si intervenía? ¿Pelear? No podría seguir con sus negocios, y nadie querría apostar contra un asesino si se pasaba de la ralla. Duda por medio segundo si entrar de vuelta a la taberna con aquellos dos tipos tan raros, quizá le contarían algo gracioso, o les podría sacar algo de dinero. Drake no era un héroe, era autónomo, y estaba en la quiebra. Sabía lo que el hambre podía hacer en una persona, y la falta de un familiar.

La empatía nos permite ver más allá de nuestras propias experiencias y entender las de los demás, creando un puente de comprensión. Al vernos en los ojos de otro, nos hacemos vulnerables, pero también más humanos, abriendo la puerta a una conexión genuina que trasciende las barreras de lo individual. Es un acto de generosidad y amor, tanto para uno mismo como para el otro, que nos enriquece y nos hace sentir que pertenecemos a un todo mayor.

Así que es eso... — murmuró para si mismo antes de caminar al medio de la calle. Lejos de empezar una pelea, comenzó a agitar su brazo en dirección a otra calle peatonal a su izquierda, una dirección noventa grados distinta hacia la dirección de Jun Gunslinger. Los estaba engañando.

«Supervivencia»

La marabunta cabreada se acerca corriendo en dirección a la taberna, alguno cuestiona a Drake Longspan, el cuál se limita a señalar la dirección sin decir causa, no hizo falta más, ventajas de ser del tamaño de un poste, que tu comunicación no verbal y gesticulación mejora con creces. Nadie podría decir que no vieron hacia donde señalaba aquel chico.

Esperaría hasta qué los perseguidores se fueran en dirección contraria a la real y luego sonrío en dirección al dúo de Lance y Byron. Un remolino de su pelo se levanta como si le hubieran echado gomina:

[Imagen: lnHZkCV.png]




No, Drake Longspan no era un héroe, ni si quiera entendía lo que acababa de hacer, ni las consecuencias que tendría. Lo que si sabe Drake, es que tiene la cara más dura que la piedra, y que sabe de alguien a quien invitar a un bento de atún.
#8
Byron
Hizashi
Sus pies se despegaron del suelo, ante la fascinación por el tamaño de aquellos brazos, y por la propia envergadura de aquel desconocido, el chico no prestó atención a su propio alzamiento. Inconscientemente se había aferrado tan fuerte a él para comprobar sus nada comunes articulaciones, que quedó colgando como un mono en su rama favorita. Cuando se percató de la incómoda situación en la que se encontraba, se puso pálido, e intentando esconder su cara de vergüenza hinchó sus carrillos de aire medio tragando sus labios, mostrando una expresión ridícula cuanto menos, prefería verse así a dejar a expresar su vulnerabilidad.

Por suerte para Byron, la atención de los presentes fue desviada, debido a la irrupción de unos ciudadanos enfurecidos. Juzgando la situación era fácil comprender, una chica traviesa huyendo por las callejuelas con tal preocupación que ni prestó atención a la persona que tenía delante. Además, quien llevaba encima tantas pertenencias, era como un gato callejero huyendo con el pescado que había robado en la boca. Con una despedida fugaz, corrió como llevaba el viento, antes de que sus perseguidores estuviesen lo suficientemente cerca para lograr ver la dirección por la que marchaba.

Gentilmente, aquella muralla andante, lo agarró el cuello de su camisa y volvió a colocar con los pies en el suelo. A pesar de la delicadeza con la que llevó a cabo su acción, no parecía prestarle atención, estaba pendiente de aquellos que querían dar caza a la chica. Su rostro reflejaba una pequeña preocupación y empatía, quizás se veía reflejado en ella, en un pasado pudo ser él el que huía de los lugareños por llevar a cabo todo tipo de acciones con tal de llevarse algo a la boca. Sin mediar palabra alzó uno de sus brazos, Byron por un momento pensó mal, igual se había equivocado en sus elucubraciones e iba a venderla, más sus manos indicaron la dirección contraria. Un pequeño suspiro salió de la boca del zagal, aliviado de haber acertado en primera instancia.

Aquellos sujetos, un poco a regañadientes, siguieron las indicaciones del ojos caídos. Byron le sacó en el pulgar en cuanto abandonaron el lugar, como señal cómplice. Sonrió, y se giró hacia Lance, la chica que había robado su corazón huía sin siquiera haber podido hacer algo para cautivarla, negando con la cabeza, y siendo conocedor del sentimiento en el pecho cuando una damisela que te cautiva se marcha sin prestar atención puso la mano en su pecho y con un gesto hermandor en el rostro le murmuró.

[Imagen: J2sq0LZ.png]

Volviendo a entrar en escena el brazos largos, con una sonrisa sincera en el rostro, propuso de forma divertida que le invitase a comer, a cambio de otra buena sobada de brazos. Echó cuentas en su cabeza, y viendo el asequible precio de la posada en la que acababa, imaginó que por los alrededores los precios serían similares, podía permitírselo. Sonrió y golpeó el costado del tipo alegremente, repitiendo el proceso con Lance, podría ser divertido, este tipo de gente siempre tenían anécdotas que contar.

[Imagen: dm9TFvU.png]
DIALOGOS PARA CARACTERES
#9
Lance Turner
Shirogami
Miré a nuestro alrededor mientras el chico con el que había comenzado mi interacción aceptaba la propuesta de Drake, invitándome a mi mismo ya de paso. Aunque se acababan de conocer, debo reconocer que la dinámica entre ellos, que había comenzado de manera casual, era demasiado natural. No podía evitar sentir que algo más los unía, más allá del simple hecho de estar buscando un buen Bentō de atún. 

La estrategia de distraer a los perseguidores de la chica peliazul parecía haber funcionado bastante bien, pues estos se habían redirigidos a donde Drake les había dirigido. Curiosamente había funcionado, y la chica no había llegado a emprender su huida, aunque estando detrás del grandullón seguramente escaparía de la visión de este y del otro chico. 

Al entrar de nuevo en el pequeño local, inhalé profundamente, disfrutando del aroma que llenaba el ambiente. No era un lugar lujoso, pero había algo en la sencillez de este establecimiento que me recordaba a los mejores momentos de sus viajes: los lugares pequeños, escondidos, donde la comida sabía mucho mejor porque había sido preparada con dedicación.
- Este lugar tiene buena pinta - Dije en voz alta para entablar una nueva conversación con los dos chicos. 

Mientras entraba detrás de Drake, me detuve a contemplar con curiosidad detalles del local que no había apreciado antes. Tras dedicarle unos breves segundos a esto, contemplé el rostro animado del brazos largos, más concretamente a sus ojeras. Sospecho que Drake habrá pasado por su propia dificultades, más aún siendo de una raza tan peculiar, aunque era sorprendente como no le había molestado las caricias del pequeñín.

Ya sentados, y esperando la comida, me permití relajar los hombros y estirarme un poco en su silla. Mientras bebía un poco de vino, pensaba en cómo pequeñas pausas como esta a veces eran lo que uno más necesitaba antes de seguir adelante. A lo lejos, aguardaba nuevamente aquella camarera que babeaba con el enano guaperas.
- Lo bueno de estos momentos... - Dije más para mí mismo, pero lo suficientemente alto como para que mis acompañantes me escucharan. - Es que incluso en situaciones tan triviales como esta, nos ofrece conocer a personas tan interesantes como vosotros. - Concluí riéndome justo después. Acto seguido, me puse más firme en la silla y miré fijamente al pequeño carita de ángel para luego hacer lo mismo con el grandullón. 
- Por cierto, ¿A qué os dedicáis? ¿Cuáles son vuestros sueños? - Pregunté con una sonrisa pícara. 

Cuando finalmente llegaron los Bentōs, justo tras lanzar ese comentario, me lancé ansioso por probarlos, sin poder evitar dedicar una sonrisa al pequeñín para que entendiese que no iba con malas intenciones mi comentario. Símplemente quería saber a quién me estaba dirigiendo.
#10


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