Alguien dijo una vez...
Iro
Luego os escribo que ahora no os puedo escribir.
[Evento] [E - Presente] Tan sencillo como hacer un agujero en el suelo
Atlas
Nowhere
Personaje
¿Quién no había abierto la ventana para fumar? No, un momento, aquello era cualquier cosa menos un lugar cerrado. Quieto en medio de un minúsculo claro rodeado de... ¿setas? Sí, setas de todos los tamaños, formas y colores, me detuve un instante a analizar dónde demonios estaba y qué tenía a mi alrededor. No tardé en tener claro que lo primero no sería posible, porque no había forma humana en que alguien pudiese acertar qué era aquello y a qué demonios venía. Por no saber, ni siquiera sabía cómo demonios había llegado hasta allí. Con lo que había a mi alrededor sí podía trabajar un poco mejor. Me aproximé al hongo más cercano, uno bastante gracioso de color azul eléctrico con anillos de color amarillo decorando el mismo. La parte superior, el sombrero —no me preguntéis por qué sabía el nombre, porque en mi vida lo había sabido— era extremadamente ancha, lo que confería a la seta el aspecto de un señor no demasiado alto con gran afán por ocultar su rostro. Aquellos colores no incitaban demasiado a darle un bocado.

—¿Y se supone que tengo que ir hacia algún sitio? —me pregunté en voz baja, llevándome las manos a la cintura e intentando ver algo a más de diez metros de mí. Al hacerlo descubrí que, apoyada sobre mi cadera, una bolsita de gran trascendencia —no me preguntéis por qué lo sabía, porque lo desconozco— se contoneaba sin mucha sutileza para atraer la atención de quien quisiera echarle el guante.

Fuera como fuese, no podía ver nada más allá de diez metros porque una densa niebla lo impedía. A mis inexpertos ojos parecía deslizarse sobre el suelo, sin elevarse ni caer hacia el mismo, tal y como lo haría un hambriento reptil que finalmente había localizado a su presa. Hablando de reptiles, ¿habría serpientes o depredadores por la zona? En medio de un bosque de hongos —ya de por sí bastante raro— con nula visibilidad no era descabellado pensar que alguna fiera hambrienta se encontrase agazapada en espera del momento de su almuerzo. ¿O sería cena? ¿Era de día o de noche? Miré hacia arriba para intentar averiguarlo, pero altas setas que fácilmente podrían tener la envergadura de una secuoya centenaria, una al lado de otra, impedían ver el cielo. No obstante, había suficiente luz como para distinguir más o menos bien qué había a menos de diez metros de mí.

—Supongo que por... aquí mismo —musité, girando ciento ochenta grados sobre mis talones y empezando a caminar sin rumbo alguno. La niebla provocaba la falsa sensación de abrirse a mi paso, como si me encontrase en medio de una fúngica jungla en la que una perversa menta maestra se afanase para llevarme a un sitio en concreto. Probablemente, además, con el único afán de divertirse y reírse un poco a mi costa. «Al menos no hay mosquitos», pensé con una sonrisa en el rostro. Si había algo que me agobiaba en un lugar como aquél no era la escasa visibilidad o el hecho de que algo o alguien pudiese acechar entre la niebla —para eso, además, había desenvainado mi naginata precisamente—. No, lo que más detestaba era la posibilidad de tener que pasar el tiempo que estuviera allí dándome palmadas por doquier para que no me picasen y, lo peor de todo, que todos mis intentos resultasen ser inútiles.

De cualquier modo, en medio de tanto pensamiento estúpido sí me había dado cuenta de algo bastante curioso. El suelo bajo mis pies no parecía ser tan sólido como estaba acostumbrado. Se podría decir que cedía mínimamente ante mi peso, recuperando su posición inicial al levantar' el pie y dándome de este modo un pequeño impulso. Algo así como una suerte de cama elástica, sólo que llena de polvo y suciedad y de un tamaño capaz de batir cualquier récord. ¿Qué me esperaría en un lugar como aquél?
#1
Kael
El Fantasma del Mar
Invasión, vengo desde este tema


A medida que avanzo, una figura se perfila entre la bruma. Me detengo, conteniendo el aliento, a unos seis metros de distancia. Es un hombre, de pie, observándome con una mirada imperturbable, casi condescendiente. Su presencia me provoca una sensación extraña, como si estuviera a punto de dar el siguiente paso en un juego del que no conozco las reglas. Me pregunto si esto será otra prueba, si esta niebla ha decidido ponerme a prueba de nuevo.

-¿Eres otra prueba?- le pregunto, más como un susurro que como una pregunta. Mi voz, aunque firme, parece perderse en el aire denso y húmedo que nos rodea. La respuesta no llega de inmediato; en su lugar, el silencio se adensa, cargado de un peso que amenaza con aplastarme. Mi mente escanea cada detalle del hombre: su vestimenta oscura, que se apega a su figura como una sombra, y sus ojos, profundos, como pozos donde se ocultan verdades que no estoy preparado para enfrentar.

La niebla se arremolina a nuestro alrededor, y en mi pecho nace una mezcla de curiosidad y miedo. Lucho con el impulso de retroceder, pero algo en su presencia me atrae en una inquietante danza: podría ser un aliado, o tal vez una piedra más en el camino lleno de pruebas. En este lugar, todo tiene matices de incertidumbre. 

A mi al rededor, un círculo de 4 metros de radio de lodo me sigue y obedece a mis órdenes. Y mientras, yo en su eje, camino tranquilamente por la ciénaga.

-Si estás aquí por una razón…- continúo hablando, como si él pudiera entender mis pensamientos más que mis palabras. -Podrías al menos decirme qué es lo que quieres de mí, ¿a que prueba he de enfrentarme ahora para ser digno? -  La sinceridad de mi voz me sorprende, pero también la esperanza que asoma entre mis palabras.

-¿Eres otra prueba? Si es así, necesitaré tu canica para seguir avanzando-, repito, esta vez más fuerte, con un atisbo de desafío en mi voz. La niebla se disipa un poco, suficiente para que vea su rostro con mayor claridad. ¿Qué secretos esconde? ¿Qué historias se entrelazan con la mía? El destino nos ha traído juntos en este instante fugaz, y solo el tiempo revelará si somos aliados o enemigos en este juego inquietante.


Resumen del post

Información sobre Kael

Personaje

No se mueve. Sus ojos siguen fijos en mí, como si estuviera sopesando mis palabras, evaluando algo que yo no puedo ver. El tiempo parece congelarse en este instante. Una parte de mí desea dar un paso adelante, romper la distancia, pero el miedo a lo desconocido me mantiene ahí, anclado a este terreno blando que apenas puedo sostener.
“¿Eres otra prueba?”, repito, esta vez más fuerte, con un atisbo de desafío en mi voz. La niebla se disipa un poco, suficiente para que vea su rostro con mayor claridad. ¿Qué secretos esconde? ¿Qué historias se entrelazan con la mía? El destino nos ha traído juntos en este instante fugaz, y solo el tiempo revelará si somos aliados o enemigos en este juego inquietante.
#2
Atlas
Nowhere
La voz llegó hasta mí bastante antes de que pudiese intuir su figura. Quieta en la distancia, la silueta de un hombre se desdibujaba en los límites que marcaba la espesa niebla que me abrazaba sin llegar a tocarme del todo. Al contrario de mí, aquel tipo sí parecía tener claro qué pintaba allí. Por lo que se podía deducir de sus palabras, estaba llevando a cabo una suerte de prueba, un desafío que experimentaba como algo capaz de decidir su valía y, quizás, su destino. Yo, por el contrario, en aquel momento tenía más que suficiente con cuestionarme si al pinchar el suelo bajo mis pies, como si de una colchoneta se tratase, todo se vendría abajo y acabaríamos sepultados bajo una gran lona con forma de champiñones.

Mentiría si dijese que desde el primer momento sabía qué responder a los misteriosas preguntas del desconocido. Desde luego, que yo supiese no era una prueba de nada y para nadie. Bastante tenía yo con mis problemas como para encima convertirme en el de otro, lo que al mismo tiempo también se volvería un problema para mí. No obstante, el sujeto no parecía dejar margen a que existiese ninguna otra posibilidad. Hasta en tres ocasiones me relacionó con esa supuesta prueba y... ¿qué se hace con las pruebas? La respuesta era obvia: intentar superarlas.

Sus intenciones quedaron por fin claras al final de su tercera intervención, cuando se refirió expresamente a la canica que albergaba mi bolsa. Podía haber empezado por ahí, ¿no? A decir verdad, no tenía la menor idea de qué demonios era aquella canica ni de su utilidad. Ni para mí ni para los demás. No obstante, algo dentro de mí me gritaba insistentemente que era relevante, crucial, vital dentro del extraño ambiente con tintes irreales en el que me había visto sumergido.

—No tengo ni idea de para qué se supone que es esta canica, pero sé que dársela sin más a un tipo que me medio amenaza sin motivo aparente en medio de la bruma no es muy buena idea —respondí en tono distraído, liberando la naginata doble del fijador con el que la portaba en mi espalda y asiéndolas con las dos manos. Adelanté ligeramente el pie izquierdo y flexioné levemente las rodillas, percibiendo cómo el suelo gomoso se amoldaba a mi peso. A mi alrededor, varias setas de diferentes alturas se repartían de forma anárquica. Tal vez podría usarlas para ocultarme o zafarme de alguna ofensiva de aquel tipo, si es que finalmente optaba por decidir que su valía dependía de atacarme o no—. Mi nombre es Atlas, y no sé qué demonios estoy haciendo aquí —termine por sentenciar.
#3
Kael
El Fantasma del Mar
La tensión en el aire es palpable, una cuerda tensada esperando que alguno de los dos mueva el dedo para que se rompa. Siento cómo el miedo se enreda en mi pecho, pero trato de mantener una fachada tranquila. La inseguridad se asoma a sus ojos, escondida detrás del desafío que ha decidido lanzar. Pero no hace falta que sepa mucho más de él: ya está claro que no está dispuesto a ceder sin lucha.

- Puede que no sepas lo que haces aquí, pero yo sí. Este lugar es un campo de pruebas para los débiles y los fuertes por igual. Y tú, amigo, parece que te has convertido en una pieza en este tablero del que no comprendes las reglas. Pero eso no me preocupa. Lo que me preocupa es mi canica, y tú la tienes.

Permito que el silencio envuelva mis palabras mientras doy varios pasos hacia él, el radio de lodo que me rodea ahora envolviéndonos a ambos, hasta quedarme a metro y medio de él a rango de su arma. La niebla espesa parece haberla atrapado, y por un instante, siento que me observa, conteniendo su aliento. Atlas se aferra a su naginata como si dependiera de ella su vida, y de cierta forma, lo hace. Pero la pregunta es: ¿será suficiente para enfrentar lo que está en juego?

-Así que esa es tu estrategia, ¿eh? Intimidarte a mí con tus armas, ocupar la posición más alta en el campo mientras yo, a diferencia de ti, aún estoy aquí intentando comprender la perversión de todo esto - cierto rencor se cuela en mis palabras; no puedo evitarlo. Este juego ya no consiste solo en una canica. Es una lucha por el control, por la supervivencia. -No dejes que tu orgullo te ciegue, Atlas. La bruma no solo es confusión; también es una oportunidad. Quiere que tomes decisiones, incluso esa que estás evitando: ceder o luchar.

Pero no puedes hacerte el desentendido conmigo, Atlas. ¡No puedes! —mi voz se eleva un poco, resonando entre los árboles marchitos que se dibujan como sombras en la niebla—. Tienes algo que es mío, y eso significa que estamos conectados en este instante. Solo tienes dos caminos, y ambos tendrán consecuencias. O cederás tu canica y seguirás con tu vida, o te veré forzado a enfrentarme. No bajo mis términos. No bajo los tuyos. Aquí no hay más que mi voluntad contra la tuya.

Los ecos de mis palabras se sienten como un desafío, y en mi interior, la adrenalina comienza a correr. La idea de no recibir respuesta es inquietante, como si hubiera arrojado una piedra a un pozo profundo y sólo escuchara el ruido del agua al final. La niebla se agita a nuestro alrededor, arremolinándose como si quisiera llevarse consigo la decisión que dejaba borrosa en el aire.

Tú decides, Atlas. —mi rostro se endurece y mis palabras se hacen más sombrías—. No tengo miedo de lo que puede venir. Pero debo advertirte, me quedo con lo que es mío y este territorio me pertenece. No permito que nadie se interponga en mi camino. Así que, ¿vas a extenderme tu mano con la canica, o prefieres experimentar el verdadero peso de esta niebla? -Dije mientras me llevo la mano a mi espada, preparado ante cualquier ataque.
#4
Atlas
Nowhere
Sí, definitivamente aquel señor desconocido debía tener mucha información que a mí me era completamente ajena. Hablaba como salido de otro tiempo, como si repitiese en voz alta algún mantra antiguo de una religión de miembros compungidos dedicados a experimentar la vida como una constante prueba de vida o muerte. A decir verdad, lo hacía de una forma un tanto opaca, no sé si metafórica, que no dejaba intuir con claridad el objeto real del que hablaba —bueno, sí, la parte de la canica había quedado más que clara, pero todo lo demás era como un acertijo—.

—Esto... —comencé a decir, sin saber muy bien qué responder. ¿Era el guardián de la ciénaga? ¿La estaba intentando anexionar a sus dominios? Decía que el territorio le pertenecía al fin y al cabo. ¿O acaso se refería el terreno de la hipérbole y la prosa recargada?—. Patata, supongo —terminé por decir, mentalmente exhausto de dar dar vueltas en torno a lo que decía aquel tipo sin saber a qué demonios se refería—. Si quieres la canica, me la vas a tener que quitar. Si dices que estás en medio de una prueba para medir tu valía no tendría demasiado sentido que te la diese sin más, ¿no te parece? Entonces no valdría nada. Ni la canica, ni la prueba... Y aun así me la estás pidiendo... ¿Seguro que te has enterado bien de lo que tienes que hacer?

No le dije nada más. Simplemente me lancé hacia delante con la naginata en ristre, trazando un corte vertical que estaba muy lejos de pretender herir a mi objetivo. Por el contrario, simplemente apoyé mi peso sobre el arma —y por consiguiente sobre el tipo de los acertijos— para posteriormente impulsarme hacia atrás. El suelo y las setas tenían esa consistencia elástica, así que era el momento de averiguar cuánto de elásticos eran. Intentaría a continuación saltar hacia atrás valiéndome de ese peso que había apoyado en él para, de un salto, aterrizar sobre la seta más cercana y ascender hacia las alturas, continuando con un desplazamiento por los aires hacia atrás que me llevaría a aterrizar torpemente sobre un nuevo hongo, éste más grande y de sombrero más ancho —unos cinco metros—, que me propulsaría varios metros más hacia arriba; esta vez en línea recta. Permanecería dando saltos sobre dicho hongo, altos y de los que dejan cosquillitas en el estómago, en espera de ver si el desconocido me seguía o no.

Las pruebas no tenían por qué ser exclusivamente combates a muerte, ¿no? Perseguir un objetivo escurridizo en medio de una densa niebla contra viento y marea era también una prueba de aptitud, actitud y valía más que digna. De hecho, tal vez incluso más que simplemente intentar ensartar al otro en medio de fango, lodo, setas y terreno pantanoso. En cualquier caso, estaba en la mano de mi hermético interlocutor decidir qué clase de desafíos estaba dispuesto a aceptar e intentar sobrepasar y cuáles no.
#5
Kael
El Fantasma del Mar
El aire se vuelve más pesado con cada movimiento que realiza Atlas, y a pesar de su aparente despreocupación, no puedo evitar sentir que cada segundo cuenta. Mi mente trata de procesar sus palabras, pero la confusión que se insinúa entre sus frases me desconcierta. A pesar de su actitud provocativa, no me dejo llevar por sus juegos verbalmente rebuscados.

-¿Patata? - repito para mí mismo, incapaz de entender si eso es una respuesta o solo un intento de desviar la tensión del momento. Su cuerpo se mueve ágilmente, recortándose contra la niebla espesa que nos rodea, y aunque parece que intenta descontrolar la situación, yo no voy a dejar que eso suceda. Su desprecio apenas me roza; estoy aquí por su chapa, por mi supervivencia, y no voy a retroceder.

Observando cómo utiliza su naginata, me doy cuenta de que no teme arriesgarse. Me lanza un ataque que no apunta a herir, pero que claramente es una provocación. Algo dentro de mí chisporrotea. Él sabe que está jugando un juego peligroso. Con ese falso ataque en otro momento le habría respondido, le habría atacado. No era ese hombre.

-Oh, así que tus palabras eran solo el inicio del espectáculo - respondo, esbozando una sonrisa que es más una mueca de desafío. - Y al mismo tiempo huyes con el rabo entre las piernas. Perro ladrador, supongo.

Sigo sus movimientos desde el suelo, con el lodo al rededor de mis pies pero sin estar fundido con ellos, como si el lodo decidiera seguirme pero sin ser parte de mí., Cada salto y cada acrobacia que revela la habilidad con la naginata, y aunque reconozco su destreza, no me amedrenta. Esa bruma que lo envuelve y lo hace saltar parece una extensión de su propia voluntad, una máscara que oculta sus verdaderos sentimientos. Pero, a fondo, me doy cuenta de que su juego busca algo más que una simple victoria. Puede que esté midiendo no solo mi fuerza, sino también mi ingenio.

-¿Crees que escapar te llevará a la victoria? - mi voz se eleva en la niebla, cada palabra un peso que cae en un silencio expectante-. Subir a esos hongos solo te aleja de la verdad. No se trata de donde te posiciones, sino de cómo enfrentas el desafío. Si crees que eludir la confrontación te hará ganar, quizás estés más perdido de lo que pensaba.

Siento la necesidad de actuar, motivado por la urgencia de conseguir su chapa. Abro mis mano, empujando la niebla con un movimiento que desata una nube de polvo brillante ante nosotros. Mientras su figura se mueve entre los hongos, pienso en que, tal vez, jugar a ser un guerrero no sea suficiente.

-Tienes que entender, Atlas, que este lugar es un laberinto para los poderosos y los inexpertos. Y aquí, en esta niebla, donde la confusión es la regla y no la excepción, todos estamos en la misma carne de cañón. No te engañes buscando rutas por arriba, cuando todo lo que necesitas está justo aquí. - Clavo mis ojos en él, tratando de leer su mente detrás de ese rostro impasible -. ¿Acaso no ves? Aquí, las decisiones llevan un peso que no entiendes. Este lugar, confunde tu visión y tu lógica para ayudarte a ser un hombre mejor, un hombre superior.

Mi mano se aferra a la empuñadura de mi espada, lista para el momento en que necesite hacerla bailar frente a él.

-Así que bailemos. Si realmente crees que este día te pertenece, entonces expón tu valía. Si no, no perderé el tiempo contigo, no sé cuanto quedará de este sueño pero pienso aprovechar cada segundo de él.

Resumen

Inventario

Personaje


Esto es para revisar la errata:
Personaje
#6
Atlas
Nowhere
No pude reprimir una sonrisa ante los comentarios de aquel tipo, liberando dos ladridos —no muy bien ejecutados, la verdad— mientras saltaba una y otra vez sobre la misma seta. Y ahí estaba de nuevo, enviando a quien no se los había pedido mensajes que en apariencia pretendían gozar de cierta profundidad, pero lanzados de manera artificial y forzada. Sin embargo, de entre todo ese discurso rimbombante una palabra llamó mi atención: sueño.

¿Decía aquel tipo la verdad y realmente me encontraba en un sueño? De ser así, debía ser el mío, ¿no? Hasta donde yo sabía era imposible estar de manera consciente en el sueño de otro. Y si era mi sueño podría hacer lo que quisiera. Siguiendo esa lógica intenté disipar toda la neblina de alrededor con un simple y profundo deseo. Por supuesto, nada sucedió. Por el contrario, continuó flotando, espesa y lenta, a nuestro alrededor en un intento por envolvernos en su húmeda sábana.

No obstante, debía conceder a aquel hombre que el ambiente que nos rodeaba era tremendamente extraño, en cierto modo onírico e irreal. Pero si no era mi sueño y ambos nos encontrábamos en él de manera independiente, ¿quién gobernaba aquel mundo? Bien pensado, que no pudiese despegar el saquito de mi costado parecía confirmar que allí había poderes y consciencias más allá de las nuestras, de lo que podíamos ver, oír y, en definitiva, percibir.

Fuera como fuese, ¿qué podía perder en un sueño? Bueno, el saquito o, mejor dicho, su contenido. Tampoco se antojaba como algo especialmente preocupante, ¿no? Parecía que el desconocido seguía disertando sobre el sexo de los ángeles por debajo de mi posición. Ya que no tenía control sobre lo que sucedía a mi alrededor y en teoría no había riesgo, ¿por qué no divertirme un poco?

—¡Pues vamos a ello! —dije antes de ejecutar mi movimiento. Viendo el aire medieval que se daba, lo último que quería era que ahora empezase a reflexionar en voz alta sobre el honor del guerrero y la importancia de atacar de frente y previo aviso.

Esperé a que mis pies estuviesen de nuevo a punto de pisar el sombrero del hongo y, en ese momento, flexioné las rodillas para que la seta asumiese mi peso y salté con fuerza. Salí despedido hacia las alturas. La niebla a mi alrededor no me permitía intuir con exactitud cuánto ascendí, pero a juzgar por la velocidad no fueron menos de veinte metros. En cualquier caso, lo más relevante de aquel movimiento no era el ascenso, sino el descenso.

Me precipité sobre la posición teórica de mi adversario, naginata en ristre y preparado para cuando su figura emergiese de nuevo entre la bruma. En ese momento trazaría un tajo vertical dirigido al centro de su torso. Aquella niebla impedía ver mucho más allá de la posición que ocupaba uno mismo. ¿Tendría tiempo de reaccionar adecuadamente a una caída en picado desde semejante altura?
Inventario
#7
Kael
El Fantasma del Mar
Con cada palabra que pronuncio, el suelo vibrante a mis pies parece responder, y un sudor helado comienza a deslizarse por mi frente. El aire espeso me envuelve como una densa cortina de incertidumbre, y desde algún rincón oscuro de mi mente surge una idea inquietante. Este lodo que me rodea, frío y pegajoso, pero muy familiar al mismo tiempo. Mi voz resuena como un eco, pero la tierra responde de un modo aún más extraño, como si estuviera viva, consciente de la tensión que me rodea.

Concentrándome, siento la pulsación del barro bajo mí, como si tuviera vida propia, pero a mis órdenes. Sin querer, una sensación de poder comienza a brotar en mí, inundando mis venas con una nueva energía. El peso del momento se intensifica, mis palabras parecen tejer un hilo invisible que une mi voluntad a la tierra, como un antiguo pacto. La niebla se espesa aún más, cargada de una antigua y misteriosa energía. Y de repente, lo que debería ser un leve movimiento, un simple ajuste en mi postura para prepararme para lo que puede venir, se convierte en un ímpetu descontrolado que inicia una batalla interna.

-¡Qué interesante! - exclamo, asombrado, mientras veo cómo Atlas se va impulsando seta tras seta como un guerrero desafiante, hasta que lo observo cómo se impulsa con más fuerza de lo normal y acaba despedido hacia los cielos. La niebla se dispersa momentáneamente, tragando su figura y, enseguida, vuelve a tapar el hueco que había dejado, como un misterio que se regenera.

-¿Tú crees que esto es todo lo que tengo, Atlas? - grito para que me escuche, mi voz cargada de determinación y desafío - ¿Crees que por no verte te da alguna ventaja en esta lucha interminable?

Siento que el mundo gira alrededor de mí mientras me preparaba para cualquier ataque, de cualquier dirección, con mi mano aferrada al mango de mi espada, como si fuera una extensión de mi propia voluntad.

-¡No soy un simple espectador en este sueño! - continúo, con el odio componiendo mi voz, incapaz de dejar que la ansiedad me paralice frente a lo desconocido. - Tú y yo sabemos que esto es solo una fracción de una lucha mucho más grande que ninguno de nosotros puede comprender completamente.

En la calma antes de la tormenta, me preparé ante lo que pudiera pasar, un presentimiento de que esta confrontación podría llegar antes de lo esperado.

Inventario

Personaje
#8
Norfeo
El Poeta Insomne
Un temblor sacudió el bosque y entonces en la distancia una gran venus atrapamoscas se alzo entre el bosque, por alguna razón la niebla se volvía más ligera al mirar hacia ese lugar como si invitara a acercarse... ¿Aguardara la salvación o la perdición en ese lugar?...

[Link al Centro del Bosque]
#9
Atlas
Nowhere
De repente cualquier tipo de interacción con el sujeto desconocido dejó de tener relevancia alguna. Mi arma estaba a punto de alcanzarle —o al menos eso pensaba yo viendo el transcurrir de los acontecimientos y que no había reaccionado en modo alguno— cuando todo se sacudió a nuestro alrededor. Los sombreros de las setas se bambolearon al unísono, valiéndose de su gomosa consistencia para volver enseguida a su posición origina. Al mismo tiempo, la niebla que hasta ese momento se había mostrado densa, espesa y pegajosa, como siguiendo un mandato divino, comenzó a abrirse y disiparse en parte para permitir ver más allá.

Recién llegada de a saber dónde, una planta de unas dimensiones colosales cuyo nombre desconocía parecía dominar la lejanía. Exhibiendo con orgullo sus imponentes dimensiones, desafiaba a todo aquél que la contemplara a competir por la hegemonía del irreal mundo en el que me encontraba.

—No sé qué te parecerá a ti —comencé a decir al tiempo que devolvía mi arma a su posición en mi espalda—, pero me parece que eso de ahí es bastante más interesante y desafiante que cualquier cosa nos podamos ofrecer el uno al otro.

No era una propuesta, no. Simplemente le informaba de que había dado el combate por finalizado, aunque bien visto ni siquiera había llegado a comenzar. Sin decir nada más, dirigí las punteras de mis pies hacia el monstruoso vegetal e inicié el camino hacia mi nuevo destino.
#10


Salto de foro:


Usuarios navegando en este tema: 7 invitado(s)