Hay rumores sobre…
... una plaga de ratas infectadas por un extraño virus en el Refugio de Goat.
[Diario] Una Hiena en Rostock
Vesper Chrome
Medical Fortress
Al final de cuentas es cierto lo que dicen aquellos que me conocen, no soy mas que un trotamundos, ni siquiera paso tanto tiempo en el mar como lo paso en las islas, y eso que he decidido llamarme a mi mismo un pirata, pero de ello solo tengo un titulo autoimpuesto. Salí al mar buscando, ¿Libertad? Una libertad que, según yo, no podía obtener en aquella isla nevada del North Blue donde nací y crecí, pero si lo pienso bien, creo que realmente no fue por la falta de libertad, sino por el exceso de ella, temía que aquellos desastres que yo mismo creaba a partir de las peleas que casi el cien por cien de las veces no tenían sentido, el desastre en locales, casas, establecimientos que al final de cuenta solo agradecían amablemente por haber ayudado atrapar un delincuente, un pirata, un marine corrupto, cosas que cualquiera hubiera podido hacer sin la necesidad de crear un caos en todo el pueblo.
 
Trotamundos o no, habia llegado a isla Kilombo, algunos mercaderes me echaron la mano para poder llegar hasta aquí, pensaba que estando en otro mar, con gente que no conozco, las cosas, probablemente serian totalmente diferentes de como eran allí, tenia que buscar que hacer, donde trabajar un tiempo para poder conseguir algo de berries antes de partir a otra isla, al final de cuentas ahora estoy en un mar distinto al mío, y es esta la primera isla que visito del East Blue.
 
—Oiga buen hombre, ¡Bienvenido a isla Kilombo! — Escuché decir a un tipo. Ni siquiera habían pasado tres minutos desde que pisé tierra firme y ya escuchaba la irritante voz de un nativo de este lugar.
 
—Gracias, ahora lárgate de mi vista. — Los modales, quizás nunca han sido lo mío, y menos con las personas que desconozco, además hay que pensarlo bien, quien en su sano juicio y sin intenciones de buscar algo del prójimo le daría la bienvenida a su isla a un forastero que ni siquiera conoce, bien puedo ser un delincuente buscado por la marina, o poco más.  
 
—Señor, no sea mal educado, solamente le estoy dando la bienvenida, ese es mi trabajo. — Contestó el hombre que a pesar de mi pésima actitud parecía feliz de estar ahí, haciendo lo que el llamaba ¨Su trabajo¨.
 
—Tskk! Menudo trabajo de mierda tienes. — Rechisté antes de darme la vuelta y caminar por el lado contrario al que iba en primera instancia, la verdad no me interesaba hablar con personas, aunque técnicamente, si no lo hacía, no podría conseguir un lugar a donde quedarme, trabajar y comer durante el tiempo que me quede en la isla.
 
Me detuve un momento al observar como aquel mismo hombre le daba la bienvenida a los mercaderes que me trajeron, uno por uno, con la misma sonrisa de satisfacción como quien ama lo que está haciendo, y no puedo dejar de pensar en cuanta determinación tiene que tener una persona, para pasar todo el día, todos los días, en un muelle esperando a que lleguen personas para simplemente darles la bienvenida a un lugar que probablemente no visiten nunca más. Este es un nivel de hospitalidad mucho mas fuerte que cualquier otro que hubiera presenciado jamás.
 
Me di la vuelta para volver hacia el hombre, no era como si las cosas hubieran cambiado demasiado, pero si el estaba allí, se supone que tiene información del pueblo. —Oye, tú. Mi nombre es Vesper Chrome, soy doctor. — Comencé a decir mientras me acercaba al hombre quien daba sus últimos saludos a los que pisaban el puerto.
 
—¿Conoces de algún sitio donde pueda pasar algunas noches? — Terminé por expresarle al hombre, no muy a gusto claro, no soy de los que se sienten bien al ser guiados por otros, honestamente el ser guiado por otro, que quizá tiene menos conocimiento que yo, me asquea demasiado.
 
—Por supuesto que si buen hombre, en Rostock hay una posada llamada ¨El gran perezoso¨. — El hombre comenzaba a explicarle los detalles del sitio y como llegar desde el puerto. A este punto ya tenia que encontrarme agradecido con el hombre así que busqué en mi bolso y como agradecimiento le di unos cuantos berries, mil para ser exactos, no era mucho, la verdad era bastante poco, pero daba igual, al menos tenia algo para comer por hoy. Aquel hombre agradeció como si le hubiera comprado una casa, un barco, y un prostíbulo completo para si mismo, y fue entonces cuando comprendí, este hombre estaba ahí, día tras día, dándole la bienvenida a todos los que llegaban, porque al final esperaba que al menos uno de nosotros, pudiera servirle con el mismo carisma que el lo hace.
 
—Gracias por todo hombre, nos veremos por el pueblo, estaré unos días en Rostock. — Expliqué, no con amabilidad, sino con una mezcla de respeto y desgane que siempre utilizo en mis palabras cuando de mis labios no salen groserías. Mientras caminaba directo al sitio que me habían indicado podía ver los ojos de las demás personas posándose en mí, y como era costumbre una enorme ira se acumulaba dentro de mí, observaban mis ojos como si se tratase del premio mayor, como si fuese un maldito monstruo raro que vez por pura casualidad y nadie te creería. Pero para mí, estos ojos no son mas que una tontería, algo con lo que realmente no debí nacer, no tienen nada de especial, no puedo ver mejor, no veo mas lejos, no tiro rayos láser, simplemente son lo que las personas llaman ¨Peculiares¨.
 
—Bienvenido a la posada El gran perezoso, ¿Cómo puedo ayudarle? — Habia encontrado el local, por pura suerte, entre tantos edificios, casas y sobre todo los nervios que me recorrieron tras enterarme por simple casualidad que en esta isla habia un cuartel de la marina, temía que ellos tuvieran un cartel mío por las veces en las que golpee marines que intentaban intimidar y robar a personas del north blue. —Solo deseo una habitación, lo mas pronto que pueda. — Respondí a la chica que me atendía, realmente era una mujer preciosa, de piel oscura, ojos avellana y un hermoso y rizado pelo de color negro que bajaba por su espalda. 
 
—Esta de suerte el día de hoy, tenemos varias habitaciones libres, todas normales, por las cuales estaría pagando un total de 10 mil berries por noche. — El simple hecho de haber escuchado que por solo una noche me cobrarían diez mil me habia sobresaltado, incluso enojado.
 
—¿DIEZ MIL, ACASO ESTAN LOCOS? — Dije a la vez que daba un golpe fuerte a la pared, sin embargo, ¿Qué más podía hacer? ¿Dormir en la calle? —Esta bien, esta bien, tomaré una de sus habitaciones, — Vi un grupo de marines caminando afuera de la posada y automáticamente mi mente decidió aceptar. Tras recibir la llave de la habitación subí al tercer piso y cerré con llave, revisé puertas, ventanas, y cualquier orificio que pudiera dar hacia fuera.
 
Era antiético lo que habia hecho en ese barco mercante que me ayudó a llegar hasta aquí, pero de allí habia robado algo, un tesoro que seria bastante preciado si lo vendiera, pero también que sería rápidamente confiscado si la marina se enterara de que poseo una de esas cosas. Volví a mirar por las ventanas, me agaché y miré por debajo de la puerta, esperando que no hubiera nadie esta vez para entonces sacar de mi bolso aquello que habia robado. Repito, no fue ético, pero quien no quiere obtener el poder de una de esas, ni siquiera sé a ciencia cierta que tipo es, pero estaba ahí y sin duda era valiosa para ellos. Saque del bolso una Akuma no mi, y tras ponerla en la cama, y mirarla por varios minutos, indeciso de si debía o no comer de ella, pues siempre han descrito estas frutas como poseedoras de un poder sin igual, de grandes hazañas en el mundo, pero algo era seguro, algo que incluso yo sabía, era la maldición de no poder nadar nunca más, este era un riesgo que al final no sabia si estaba dispuesto a tomar. Agarré aquella fruta con mis manos, y observaba como aquel distintivo durazno, con una peculiar forma, era a su vez el poseedor de un supuesto poder que desconocía y una maldición que parece ser mas cierta que todo.
 
Toc Toc Toc

Tocaron tres veces la puerta y del susto metí el durazno en mi boca, comiéndolo de un solo bocado, el sabor era realmente terrible, asqueroso, casi vomito, pero habia alguien en la puerta y seria bastante extraño así que retuve todas las ansias de regurgitar aquello que habia comido por accidente. Abrí la puerta y era otra mujer, parecida a la que se encontraba en la recepción. —Traje toallas limpias y un par nuevo de almohadas para usted caballero. — Aunque la chica era amable, habia hecho que comiera la Akuma y me habia puesto de mal humor.
 
—Por favor, absténgase de volver a tocar mi puerta mientras me encuentre aquí. Observe a la tímida, pero hermosa chica, aun habia sido grosero con ella aun estaba sonriendo, y ahora no sabia si esto era una mala costumbre de las personas de esta isla, sonreír a pesar de todo. Recibí aquellas cosas que me traía y tras cerrar la puerta con un fuerte azote observé como al pasar la mano brevemente por la misma habia dejado unas marcas de garras.
 
—Doc totototo, Doc totototo, Doc Totototo. — No paraba de reírme, pero por una estúpida razón no quería hacerlo. Fui al baño para poder verme en el espejo y mi apariencia parecía estar cambiando, con unos extraños colmillos y parecía un animal, realmente parecía un animal. Solo cerré los ojos un momento y me percaté de que por un motivo, extraño, pero cierto, sabía exactamente lo que habia consumido, era la Neko Neko no mi, Modelo Hiena, y entonces fue cuando aquella risa, que por dentro estaba llena de ira salia con mucha mas fuerza. —DOCHIHIHIHI DOCHIHIHIHI DOCHIHIHIHI. —
#1
Vesper Chrome
Medical Fortress
Año 720
Dia 32, Invierno
Habia pasado poco más de un mes desde que habia llegado a Isla Kilombo, me he hospedado durante todo este tiempo en la posada Gran Perezoso, la verdad es una isla bastante bonita, dentro de todo ha sido un lugar bastan bueno, equilibrado, he podido hacer unos cuantos trabajos como médico y uno que otro recado que normalmente haría cualquier persona que trabaje en el local, sin embargo para mi estaba bien porque además de que podía conseguir ganarme la confianza de los presentes, podía hacerme cada vez más conocido entre ellos y los demás conocidos del mismo pueblo de Rostock, es así como el día de hoy me levante bastante temprano, el frio estaba normal, no como en mi isla natal donde era imposible de caminar en invierno, de por si siempre estaba nevando, pero en esta época era sumamente peor, era imposible caminar por las afueras o simplemente intentar mirar hacia arriba era un martirio aún mayor. 
 
—Buenos días Doctor Chrome. — Comentó una de las chicas de limpieza cuando me vio saliendo de la habitación bien temprano. Aunque mis modales no eran los mejores, nunca estaba de más el saludar amablemente a una hermosa mujer. —Marie, Buenos días. — Conteste casi fríamente sin mirarle a la cara y cerrando la puerta de mi habitación para proceder a bajar al piso inferior, siempre habían cosas importantes que hacer, además he podido ver que algunos clientes vienen buscando un médico y ahora que estoy aquí siempre dejan recados y direcciones a donde ir hacer uno que otro chequeo médico, las cosas en verdad estaban yendo bastante bien y no me quería quejar en lo absoluto, para ser una isla afiliada al gobierno mundial, donde habia precisamente una base de la marina y según yo, donde claramente debía haber mucha corrupción pues esa es la manera en la que siempre he visto a esa institución que supuestamente busca defender la verdadera justicia. —En la recepción hay un recado para ti. — Fueron las palabras que pude escuchar de Marie antes de perderla de vista mientras bajaba por las escaleras, así que no dude en ir detrás suyo hacia la recepción del local para ver en que podía ser útil el día de hoy, quizá sea una trabajo para ganar unos berries o simplemente un favor hacerle a las personas de la posada, la verdad daba igual. 
 
—Oi! Vesper! — Escuche a Missaek de recepción llamarme cuando asome parte del cuerpo por aquellas escaleras, aunque básicamente iba directo hacia allá, el siempre tan activo me llamó antes de que siquiera pudiera darle los buenos días, era un poco irritante pero ya estaba comenzando a acostumbrarme a ese tipo de cosas y aun mas con gente tan buena y amable como este. —¿Ahora que quieres Missaek? ¿No estás viendo lo temprano que es? — Pregunté directamente al acercarme al gran espacio dedicado a la recepción de nuevos huéspedes del local, aunque era temprano todos los que trabajan en el sitio ya se encuentran en sus respectivos lugares, incluso pude ver por la ventana que el bar de la posada que se encontraba justo al lado ya estaba abriendo sus puertas, y es que no podía esperar menos de un lugar donde los marinos, piratas y miembros de la marina pasan a beber sea de chill o para perder el conocimiento de tanto alcohol a cualquier hora del día. Había unos cuantos encargos en la pared de la posada, cosas simples para los trabajadores y sabía que por conocimiento me darían uno de esos, por paga quizás si era muy pesado. 
 
—Vesper, al norte de la isla hay una montaña, no es que sea una suuuper grande. — Missaek comenzó hablar, a explicar de que trataba aquello que probablemente me fueran asignar el día de hoy y yo simplemente observaba callado sus palabras, claro, como era de costumbre mi rostro es el de alguien que no quiere ver u oír a nadie, pero sencillamente es que es imposible ser de otra forma, al menos para mí. —En ese sitio vive Minato-san y su pequeña hija Shiori. — Continuó. —Ellos son los granjeros, básicamente son quienes nos suplen la carne de cordero, vaca y sobre todo el pollo que cocinamos en la posada y el bar, necesito que vayas hasta allá para buscar la carne que procesaron para nosotros. — El recado era simple, ir hasta el sitio y buscar unos kilos de carne para la posada, no debía ser algo difícil, ni complicado, pero lo que habría pasado ese día realmente marcó absolutamente todos mis días en la isla Kilombo. Como alguien que seguía ordenes terminé de escuchar lo que tenía Missaek que decirme y salí del local para ponerme manos a la obra, me tomaría unos 40 minutos caminando hasta llegar el sitio pero no era algo que me pesara hacer pues sabía que al final saldría recompensado por este tipo de cosas.
 
Al salir de la Posada el pueblo estaba bastante tranquilo, o la menos así me pareció a mí, no eran más de las ocho de la mañana, los pescadores ya estaban en el muelle, muchos locales de venta de artículos ya estaban abiertos, el mercadillo ya se encontraba hecho un caos con todos vendiendo y comprando cosas por doquier, pero esta vez me tocaba seguir mi camino de largo, salir del Rostock e ir a las lejanías de la isla en busca de aquel granjero en particular que parecía tener algún tipo de contrato con la posada, me encontré con algunos pacientes de los que he llegado atender en las semanas que tengo en la isla pero no hubo más que eso, los primeros veinte minutos fueron realmente normales, ya luego de alejarme suficiente del pueblo todo lo demás parecía solitario  y comencé a cuestionarme porque alguien viviría tan lejos de las personas, quizá un granjero necesite espacio, pero presiento que es un poco peligroso estar por estos lares solo, y aún más cuando es simplemente un hombre con su hija los que viven por este sitio.  El camino emperdigado y con arboles tan altos como el tamaño de una base de la marina eran lo que le daba un contraste tétrico y solitario al camino que guiaba hacia la dichosa granja, en el camino habia uno que otro animal salvaje pero no pasaba mucho más, dicen que los animales saben que no deben meterse en peleas que no pueden ganar, y quiero pensar que ese fue el motivo por el cual ninguno de esos salvajes se acercó a mí. 
 
Gracias a todo ello pude llegar con total normalidad a la granja en donde conocí al granjero, un hombre joven, la curiosidad no me permitió estar tranquilo hasta que le pregunté por qué vivían él y su hija solos en esta granja, su historia llegó al fondo de mi corazón, su esposa habia muerto a manos de unos piratas los cuales unos marines lograron atrapar y matar tiempo después, pero aun así prefiere mantener a su hija lejos del mar, de la costa y sobre todo de los piratas, cosa irónica, porque este no tenía ni la mínima idea de que yo mismo me consideraba un pirata, pero esas cosas no son de las que se dicen a personas tan buenas como ellos. 
 
— ¿Tú... dotoh, sehnoh? — La pequeña niña de pelo rubio y ojos verdes, que vestía casualmente con un hermoso gorro con forma de osito, un overol que le hacía ver aún más tierna y como si no fuera poca tenía un juguete que daba la impresión de ser un rábano o algo así, bastante felpudo y bonito, la voz en su pregunta fue bastante tierna y recordé a los niños de mi tierra natal. —Si mocosita, soy un doctor, me llamo Vesper. — Respondí cargando a la niña en mis brazos, era realmente pequeña, parecía no tener más de cuatro o cinco años, pero era realmente tierna y bonita, era una lástima que solo tuviera un padre y tenga que vivir tan lejos del pueblo, sola no podría divertirse con otros niños ni aprender cosas nuevas, aunque me imagino que se podría apasionar con lo mismo que su padre suele hacer. 
 
—Perdone Doctor Chrome, es muy pequeña todavía. — Su padre se acercó con unas bolsas con la carne muy bien empacada para poder llevarla al pueblo, parece que habia estado trabajando desde muy temprano para esto, y probablemente no era nada fácil trabajar en el campo y todo eso teniendo una niña tan pequeña en casa, no puedo imaginar lo difícil que es ser un padre soltero. —No te preocupes muchacho, siempre que necesites que alguien la cuide, puedes llamar a la posada, vendré con gusto. — Ese día fue el que conocí a la pequeña Shiori, niña que cambió drásticamente mi vida en esta isla, si aquel día hubiera imaginado que ese hombre y su hija se convertirían en personas tan importantes para mí, hubiera intentado pasar cada vez más tiempo con ellos. Tras despedirme volví a emprender mi viaje hacia el pueblo de Rostock con la carne en las bolsas, habia que llegar rápido para que la carne no se maltratase ni el olor llamar a los animales cercanos.
#2


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