Hay rumores sobre…
... que en cierta isla del East Blue, hubo hasta hace poco tiempo un reino muy prospero y poderoso, pero que desapareció de la faz de la tierra en apenas un día.
Abismo tormentoso
Gautama D. Lovecraft
El Ascendido
El golpetazo por culpa de aquella intensa racha de viento me había llevado a chocarme contra el Panda y posteriormente caer al suelo. No sabía que allí, aquella rachas tenían tanto poder como para zarandear a la gente esa forma, pero visto lo que se podía llegar a ver desde que desperté en aquella cueva helada, todo cobraba un justificado sin sentido. A si que había que fluir, al menos, hasta donde la cordura me permitiera.

Por suerte, aunque caí al suelo, la zarpa del animal fue de gran ayuda para incorporarme, sin dudar ni un segundo, la alcancé con mi mano más cercana para que con su ayuda pudiera recobrar la verticalidad. Pronto, pude sentir la fuerza de su peludo brazo, de un simple vaivén, me levantó y de tal impulso me eché levemente encima suya de la propia inercia. Sin duda, no era tan solo una masa de pelo suave y grasa como se podría imaginar cualquiera.
Contenido Oculto

- ¡Eres un buen chico!.... Menuda fuerza. -

Exclamé, mientras intentaba despegarme de su cuerpo e intentaba sacudirme de polvo del suelo y pelos de panda. Acto seguido, mientras me separaba de este y miraba hacia el grupo, pude ver algunas de las alocadas conductas de los allí presentes. Pues comenzaban a pegarse y a iniciar lo que parecía una reyerta a toda costa. El de las alas negras con su espada rajando a diestro y siniestro, la tipa de la ametralladora disparando al gyojin, el mismo tiburón de enorme envergadura intentando calmar los ánimos pero estampándose contra el barco, y el chico pelirojo que solo quería echar más leña al fuego. ¿Cómo se podría poner orden allí?

En esto que algo de nuevo anómalo ocurrió y, de forma inexplicable, como todo lo que ya empezaba a ser en aquel paraje, una cascada de agua se vería de repente precipitándose hasta el centro de donde nos encontrábamos, inundando un área de unos 10 metros y dejando aparecer consigo a una especie de criaturas inferiores de color amarillo. El sueño más raro de mi vida.

Los 3 enanos, bajaban flotando mientras sujetaban una especie de cartel, y al tocar tierra firme transmitirían de forma conjunta un cantar.

Cita:Su eminencia el majestuoso e idílico Norfeo el Magno,
decreta que cualquier ofrenda que se realice en su nombre será altamente recompensada,
mas su gracia no caerá sobre los soñadores que no dediquen sus plegarias al Poeta Insomne.

El tormento caerá sobre los impuros,
que se tornarán anacoretas en su camino de penitencia y vergüenza,
tras su caída del heroico camino que deambulan.

- Oooohhh diablos -

Dije exteriorizando junto a una cara de horror. Empezaba a enlazar cabos, sobre todo respecto a sus últimas palabras.

- ¡¡¡EEEEEHHHHHHH!!!!! -

Puede que no fuera todo lo cortés posible, puede también que correr enalteciendo la bandera de la locura no era lo mejor, puede que no tuviera nada que ver y podía ser también que acababa de perder el juicio. Pero me fui como alma que lleva el diablo hacia el trío amarillo, dejando atrás a Panda y adelantándome unos metros hasta el lago, donde se encontraban.

- Vosotros sabéis algo si... VOSOOOOOTROOOOOOSSSS SABÉIS ALGO DEL APOOOOCAALIIIIPSIIIIIIISSS!!!! -

Exclamé con mis ojos saliéndose de sus órbitas, enganchando a uno de ellos por detrás y removiéndolo mientras lo sujetaba de las piernas quedando su cabeza hacia abajo. ¿Qué era aquello de que el tormento caería sobre los impuros? ¿Penitencia y vergüenza? ¿Y una ofrenda? ¿Acaso una ofrenda nos salvaría del mal que podía estar acechándonos en ese momento?... ¿Me salvaría a mí?

Fuera de mí, e invadido por el desenfreno, comencé a pensar decenas de posibilidades. El plan anterior se había ido al garete, y ahora tocaba pasar a la acción mientras tenía a uno de esos extraños seres cogido por las patas, pidiéndoles unas explicaciones que dudaría encontrar en ellos. Quizá, habría que buscar las soluciones en el resto, y quizá la ofrenda debía de ser con los demás.

resumen
#41
Octojin
El terror blanco
La arena mordía su costado con cada granito impulsado por el viento feroz. Octojin yacía en el suelo, incapaz de levantarse, mientras el barco crujía y gemía al compás del caos desatado alrededor. Derribado, el gyojin tiburón observaba con asombro los eventos que se desarrollaban ante sus ojos, su mente aún se encontraba luchando por asimilar la realidad de su situación.

El profeta, un ser cuyo aspecto rozaba lo absurdo, había proclamado la llegada de un apocalipsis inminente con una vehemencia que resonaba en el aire tenso. Sus palabras, aunque inicialmente habían sido recibidas con escepticismo y burlas, comenzaban a sembrar dudas en el corazón del escualo. Octojin, luchando contra el dolor y la confusión, no podía evitar sentir que tal vez había algo de verdad en la locura del profeta. El viento, las corrientes de aire y la propia naturaleza del lugar parecían confirmarlo.

Fue entonces cuando ocurrió algo que superó cualquier expectativa. Tres diminutos seres de color amarillo procedentes de una raza que Octojin no había visto jamás, moviéndose con una gracia que desafiaba la gravedad, saltaban con una sorprendente agilidad, cada salto los elevaba o hacía que descendieran a su gusto. El espectáculo era de tal magnitud que Octojin se olvidó momentáneamente de su incapacidad para moverse, su mirada fija en los jóvenes mientras manipulaban su entorno de maneras que él jamás habría imaginado posibles fue cada vez más y más atónita.

Octojin observó, con la boca abierta, cómo una cascada de agua cristalina comenzó a formarse, fluyendo hacia el campo de batalla y creando una cavidad en el suelo donde caía. El agua se acumulaba rápidamente, lo que hizo que se crease una especie de lago de claridad inusitada que reflejaba el cielo azul y las estrellas nocturnas con una precisión perfecta.

Los niños descendieron flotando suavemente hacia el suelo, aún sujetando un cartel entre ellos, que clavaron al lado del lago. El mensaje en el cartel, era algo que el tiburón no podría leer, por lo que no le prestó demasiada importancia.

Aquella sucesión de actos resonó profundamente en el interior de Octojin, cuyas escamas se erizaron ante la solemnidad del momento. Su mente, habitualmente escéptica y lógica, comenzaba a ceder ante la posibilidad de que estuvieran en presencia de fuerzas mucho mayores que ellos, entidades que jugaban con los mortales como si fueran meros peones en un tablero de ajedrez cósmico.

"El apocalipsis", resonaba en su cabeza mientras observaba el lago formado por los seres amarillos. Las palabras del profeta y el acto de los jóvenes amarillos parecían estar inexplicablemente conectados, tejiendo una narrativa que Octojin ya no podía descartar como mera coincidencia o delirio.

Mientras yacía allí, golpeado no solo físicamente sino también espiritualmente, Octojin se encontraba en una encrucijada de fe y escepticismo. La posibilidad de que todo aquello fuera un ensueño o una manipulación comenzaba a parecer menos aterradora que la alternativa: que realmente estuvieran a merced de deidades y profecías antiguas, navegando no solo un mar físico sino también uno metafísico de destino y predestinación.

Con el profundo azul del lago reflejando las estrellas sobre él, y el cartel proclamando vete a saber qué, Octojin sentía cómo las raíces de su entendimiento del mundo se sacudían. A pesar de su posición vulnerada, una parte de él quería levantarse y meterse en el agua, quería creer, quería ser parte de algo más grande que la simple supervivencia en los océanos que siempre había conocido.

En ese momento, el gyojin tiburón no solo luchaba por recuperar el control de su cuerpo, sino también por entender su lugar en un universo que, hasta ese entonces, había creído conocer.

—¡El apocalipsis ha llegado! —se limitó a vociferar. Si el profeta en realidad era un sectario, ya tenía a su primer miembro — ¡Huid! ¡Huid mientras podáis!

Con evidentes dificultades, el gyojin se acabó levantando de su zona, aprovechando que el viento había dado una ligera pausa. Agarrándose de la madera del barco, y con una firme determinación, el habitante del mar se dirigiría hacia aquél misterioso agua. ¿Estaría allí la respuesta a todas sus preguntas?

Resumen
#42
Byron
Que me lo otorguen
Puede que aquel tipo tuviese razón, no negaría que cualquiera que lo juzgase como un colgado tendría parte de verdad en sus palabras, pero con las situaciones que habían vivido en estos últimos instantes, ¿Quién era él para juzgar? Posiblemente, él mismo sería visto por el resto de los presentes como un loco al informar a todos que había muerto y resucitado minutos atrás. La sensación que provocó aquella catástrofe violeta, sin duda podía ser interpretada como el apocalipsis, sobre todo si eras un hombre de fe.

Esas eran las conclusiones de Byron a los comentarios lejanos que escuchó aferrado al suelo para no salir volando más lejos, no sabía quién las dijo, fueron pronunciadas cuando el chico ya estaba posado sobre su espalda. Seguidas a aquellas declaraciones, dos voces femeninas, la rubia y la morena respondieron a Byron, y aunque no eran los comentarios que esperaba recibir, le sirvieron para medio confirmar que los demás sujetos, eran personas como él. El muchacho no se había encontrado con muchas mujeres que se le resistieran, era casi ignorante al sentimiento de rechazo, su mente no hubiese podido crear con tanto lujo de detalle algo que desconocía.

La primera de ellas, no creyó su historia, no la culpó, de no haberlo vivido, Byron tampoco creería una historia así. La segunda se limitó a amenazarlo por su comentario, no siendo tan entendible su reacción bajo su juicio, después de todo, otras mujeres se habían dejado hacer con comentarios más escatológicos y descriptivos, las palabras del muchacho simplemente habían sido una muestra de honestidad, y sobre todo, una forma de potenciar su mensaje.

Escuchando atentamente, tirado boca arriba sobre aquel duro suelo rocoso, algo llamó su atención.

Algo parecía moverse en el cielo anaranjado del atardecer, ¿una isla? De manera imprevista y antinatural, una de estas formaciones rocosas flotantes parecía estar rotando sobre sí misma, sin prisa pero de forma ininterrumpida, verticalmente, que un terreno de esa envergadura se moviese de esa forma solo podían significar problemas. Una figura se interpuso en su mirada, el alado pasó por encima suyo empuñando su espada, apartando su atención de aquel peñasco, y cuando el camino de su mirada volvió a estar despejada, las cuencas se le salieron de las orbitas al observar la cascada que caía hacia ellos.

El impacto fue cercano, y debido a esto Byron voló unos 5 metros más de distancia, seminconsciente y mareado por la brusquedad del lanzamiento, observó tirado, entre pequeños apagones de su vista, la precipitación de la cascada, así como el descenso de 3 curiosos seres. De color amarillo y con adorables pero bobaliconas expresiones, escupiendo extraños rezos con un cartel en sus manos, que clavaron en la orilla del recién formado lago nada más tocar el suelo. Así mismo, en esos pequeños intervalos de visión por el aturdimiento, un hombre de pelo plateado con un enorme moño se había acercado a leer el cartel junto al caballero de alas negras.

Agitó la cabeza, volviendo a sentirse en sí mismo, había pasado unos escasos dos minutos con estas idas y venidas de consciencia, ya se encontraba totalmente despierto y funcional. Se incorporó rascando su cabeza, el viento que lo acosaba por fin había cesado, teniendo total libertad de movimiento. Se incorporó, apoyándose sobre sus rodillas, algún que otro arañazo y magulladura, tenía cosas más importantes de las que preocuparse. Limpió como pudo con sus manos el exceso de polvo posado en sus ropas, y alzó la mirada.

Frente a él, la escena anterior había sido malinterpretada por las condiciones, el tipo del moño no estaba leyendo aquel cartel, estaba zarandeando locamente a una de esas poco inteligentes criaturas amarillas, preguntando si era la hora del juicio final. El monstruoso hombre tiburón, parecía haberse cegado con el discurso del anterior, y algo más separado exclamaba que había llegado el apocalipsis. Definitivamente la situación se había salido de control.

- No voy a negar que ese, ¿profeta? Tenga un discurso convincente pero… Si fuese el apocalipsis, ¿por qué ha destruido aquel paisaje helado conmigo dentro y luego me revive? No tiene sentido hay algo que falla.

Con esto terminó de arreglarse, lo que pudo siendo honestos, y apartando la mirada del profeta, y del pobre diablillo que zarandeaba con las pupilas totalmente descolocadas por los fuertes meneos observó el resultado de aquella cascada.

La formación de un lago cristalino, que reflejaba en su plenitud las estrellas del firmamento, totalmente estáticos, sin dejarse perturbar por las potentes corrientes de aire, ni si quiera por el paso del tiempo. Tenía un aura mística y enigmática, así como una extraña fuerza imantada hacia aquella llama que nacía en el interior de aquellos que atraídos por lo desconocido. Byron, era uno de ellos. Volvió a mirar a aquel lunático religioso, seguía agitando a aquel ser en busca de respuestas.

-Veamos... primero, ¿serías tan amable de calmarte? Vas a matar a esa… ummm bueno… a esa cosa. Y segundo, ¿Qué pone en aquel cartel? El golpe me ha dejado todo dando vueltas y tengo unos pocos minutos en blanco.

DATO Y RESUMEN
#43
Airgid Vanaidiam
Metalhead
Personaje


Su amiga sirenita aceptó su mano y la usó para ayudarse a levantarse. Ahora, de pie, se fijaba en que le sacaba bastante más altura que la que recordaba, como dos cabezas casi. Aunque decidió no darle mucha importancia, estaban pasando cosas tan extrañas que el hecho de que alguna de las dos hubiera cambiado su tamaño importaba bien poco. Asradi abogaba por la colaboración, por tratar de hacer las paces y buscar entre todos la solución a aquella locura. La rubia se colocó las metralletas en la espalda y cuando escuchó la pregunta de su amiga acerca de si estaba herida, sonrió alegremente y le guiñó un ojo. — Sana como una mansana. — Le respondió sin más.

Entonces el ladrón pelirrojo tras comprobar que dentro de la bolsa no había absolutamente nada, se acercó a ellas con la intención de unirse en su encrucijada por salir de aquel horrible lugar. Airgid se cruzó de brazos, escéptica ante su cambio de actitud. — Sígueno si quiere' pero que sepa' que no me fío de ti, randé. — Ella no había sido una ladrona como tal, ¿más bien una extorsionadora? Había una sutil diferencia. El caso es que no podía prohibirle a aquel chico que las acompañara, si quería hacerlo, estaba en su derecho, pero desde luego la rubia no confiaría en él tan fácilmente. El panda en el que anteriormente se había fijado también parecía decidido a unirse a ellos, dispuesto a colaborar con tal de que no le disparasen. La bromita provocó una risilla por parte de la rubia, aunque un poco avergonzada. Quizás había tenido el gatillo muy suelto, y eso no solo repercutía al tiburón y su amigo alado, si no a todos los presentes que ahora tenían una impresión de ella bastante más agresiva de lo que realmente era. Lo cual no era del todo malo, pues debido a la situación en la que se encontraban, quizás incluso prefería que le tuvieran un poco de miedo o respeto antes de que la infravalorasen o la tomasen por tonta. Blanco o negro, pues Airgid prefería el negro. — Trataré de guardá' munisión. — Dijo en tono de broma, intentando quedar dentro de una tonalidad más grisácea.

Por otro lado, a su espalda, Illyasbabel trataría de acercarse a su espalda, de atacarla. Un acto que la rubia sería incapaz de percibir por la situación en la que se encontraba, centrada en el grupito que se había formado. — ¿Cómo os llamái? Yo soy Airgid Vanaidiam. — Se presentó, pronunciando su nombre perfectamente. En caso de que se necesitaran los unos a los otros sería difícil llamarles si no conocía los nombres de los demás. El ataque estuvo a medio camino de alcanzarla, cuando un torrente de agua impactó contra el lunarian. Para cuando Airgid alzó la mirada y la dirigió al origen de los acontecimientos, la enorme cascada ya estaba terminando de formar un gran y aparentemente profundo lago que cambió por completo el lugar en el que se encontraban.

La joven fue incapaz de resistir la tentación de acercarse a aquel hermoso lago, recorriendo la distancia que le separaba de él con agilidad, libre de ráfagas de viento que la derribaran por el camino. Miró con asombro como unos enanitos amarillos descendían ante ella y clavaban un cartel en la orilla. Aunque resultaba complicado centrarse en nada más que no fueran aquellos bichitos amarillos. Eran tan... monos, ¡y raros! Airgid no había visto seres así nunca antes. El chico de las alas negras también había acudido al mismo sitio que ella, la rubia vio de reojo cómo guardaba las katanas. ¿Cuándo las había desenvainado? Arqueó una ceja. — En paz... jí, me parese bien. — "De momento, al menos", pensó para sus adentros, volviendo la atención hacia el profeta, que aprovechó el momento para seguir divulgando su idea del apocalipsis. Lo que le sorprendió es que el tiburón se uniera a ese pensamiento. Airgid pensó seriamente si era el impredecible viento la causa de aquella locura generalizada. El tío, con toda la confianza del mundo, tomó a uno de los enanitos amarillos y comenzó a zarandearlo como si fueran unas maracas. — ¡Oye, oye! — Gritó ella, un poco incómoda. Pobres bichitos. Entonces tomó a los otros dos que quedaban con un solo brazo, cargándolos como si fueran pequeños bebés. — Uhtede tranquilito' que yo no o' voy a hasé ná'. — Ahora era la nueva mamá, y así se lo hicieron saber los pequeños seres, que la abrazaron e incluso posaron sus manitas sobre su pecho izquierdo. No sabían na los minions.

El chico que había medio ligado con Asradi y con ella se encontraba tirado contra el suelo, arrollado por el viento, pero incluso desde ahí continuó con sus teorías. Según él, no tenía sentido que se tratara de un apocalipsis, pues él había "muerto" y una extraña fuerza le "revivió". Uf, todo era tan raro, tan filosófico. Preguntó por lo que ponía en el cartel, así que con los bichitos en brazos, Airgid se dispuso a leer en voz alta, aprovechando que podía moverse y que se encontraba frente a él. — Amo a vé', voy a leé, atensión. — Se aclaró la voz. — Su emine'sia el maje'tuoso e idíslico Norfeo er Magno, decreta que cua'quié ofrenda que se realise en su nombre será artamente recompensá, más su grasia no caerá sobre lo' soñadore' que no dediquen su' plegaria' ar Poeta Insomne. Este será er Dió ese der que hablái'. — Echó una risilla antes de seguir. — Er tormento caerá sobre lo' impuro', que e tornarán... anaco... anacoreta', ¿esa qué palabra e' cohone? En su camino de penitensia y vergüensa, trá' su caí'a del heróico camino que deambulan. — Guardó unos segundos de silencio, releyendo algunas partes. — Su grasia no caerá sobre lo' soñadore'... ¿Y si eso e' lo que somo'? ¿Soñadore'? ¿Y si ná de e'to e' real? — ¿Y si esa era la clave de todo? Que lo que estaban viviendo no era más que un sueño, uno increíblemente realista pero aún así sin verdaderas consecuencias, cómo la experiencia más allá de la muerte que había vivido el rubio.

Si eso fuera verdad, entonces no tenía por qué temerle a nada. — Yo voy a segui'le el juego. A vé' que no' tiene preparao' ese Norfeo. — Dijo sin más, acercándose al lago. — ¿Os hase un bañito, nene? — Le preguntó a sus adoptados hijos amarillos, aunque no esperaba respuesta alguna de ellos, no parecían saber hablar todavía siquiera. Y sin esperar a nadie, se lanzó de bomba a las profundidades del lago, arrastrando con ella a los bichitos. Salió a la superficie, completamente mojada y con una sonrisa. — ¡Ta buenísima! — Gritó refiriéndose al agua. Los dos minions se aferraron a ella desesperadamente, Airgid acababa de comprobar que no sabían nadar, así que les ayudó a que se no ahogaran ofreciendo su espalda como lugar donde escalar. No sabía cómo podría Norfeo interpretar eso, se suponía que tenían que ofrecer algo y ella se había tirado con todo lo que tenía, incluso sus armas que seguían colgando de sus hombros. Pero no temía a nada, su cara así lo reflejaba.

Resumen y demás
#44
Octojin
El terror blanco
Tras el caótico despliegue de eventos y revelaciones, Octojin se encontraba aturdido y dolorido, tanto física como espiritualmente. Atrapado en aquél sitio junto con gente a la que no conocía y cuyos pensamientos eran contradictorios entre sí, se esforzaba por procesar la información que le llegaba por todos lados. El viento seguía soplando con fuerza, y las palabras del profeta resonaban en su mente con una claridad alarmante.

Pero fue la rubia que le había disparado quien, a través de la petición del que Octojin denominaba como el salido del grupo, leyó el cartel e hizo que incrementasen sus propios miedos y confusiones, algo que terminó de convencerlo de la gravedad de la situación. Airgid, que así se hizo llamar, era la rubia temeraria del grupo, se acercó al cartel mientras Octojin se reincorporaba y lidiaba con el dolor de la herida y el peso de la inminente catástrofe.

Aunque el escualo ya estaba acostumbrado al acento de la rubia, lo cierto es que había algo de cómico en él. ¿De qué region o isla sería? Si no le hubiera metido un tiro, seguramente se lo hubiera preguntado por simple curiosidad. Pero quizá si le preguntaba, le volvía a amenazar con una de sus armas. El tiburón sacudió la cabeza, intentando centrarse en lo realmente importante: el mensaje que el Dios Norfeo había puesto ante ellos. En concreto había unas palabras que resonaban en la mente del tiburón, "El cartel dice que cualquier ofrenda será altamente recompensada. Es nuestra única salida de esta locura."

Las palabras golpearon a Octojin como un mazo. En su mente, la única opción viable y lógica era seguir las instrucciones del profeta. El apocalipsis estaba sobre ellos, y el pánico se apoderaba de su ser. La paranoia lo invadía, alimentada por las creencias que se agitaban en el aire y por la inminente sensación de un final catastrófico.

Sin pensar en las consecuencias, Octojin se desplazó hasta el borde del lago recién formado, allí ya se había metido la rubia junto con dos de los tres seres extraños de color amarillento. Lo cierto es que ese color era demasiado vivo para la situación tan tenue que estaban sufriendo. La mirada del gyojin estaba fija en las aguas cristalinas que parecían un espejo al mundo celestial. Con manos temblorosas, tocó la herida de bala aún sangrante, sintiendo el líquido cálido entre sus dedos. "Si una ofrenda debo hacer, que sea mi propia sangre," murmuró con voz ronca, cargada de un miedo existencial que rara vez había experimentado.

Pero la desesperación volvió a su cabeza, y con un movimiento brusco y desesperado, se mordió la mano, abriendo otra herida. La sangre comenzó a fluir con más intensidad, goteando en las aguas claras del lago. Las gotas rojas se esparcían como pétalos en un estanque, creando remolinos diminutos que parecían absorber su esencia vital.

Empujándose con lo que le quedaba de fuerza, Octojin se lanzó al agua del lago. El impacto fue menos doloroso de lo esperado, y pronto se encontró flotando, sostenido por la densidad del líquido. Levantando la cabeza hacia el cielo que se reflejaba en el lago, comenzó su plegaria al dios que creía responsable de su tormento.

-Gran Norfeo el Magno, Poeta Insomne de los cielos y los mares, ante ti vengo a ofrecer mi sangre y mi ser -comenzó, con su voz más vibrante de lo habitual resonando sobre el agua-. Perdona mis errores, mis fallos, y los de todos los aquí presentes. Absuélvenos de nuestros pecados y guíanos hacia la salvación o el final que merecemos.

La confesión de Octojin fue intensa y llena de emoción. Con los ojos cerrados y el cuerpo semi sumergido, añadió las últimas palabras.

-Y confieso, en mi locura y desesperación, me he comido la estúpida canica que tanto valor parece tener, pensando que podría darme fuerza, sabiduría, o que podría saciar mi hambre. Me equivoqué, y por eso pido aún más tu misericordia. No estaba buena, he de confesar también.

Su voz se apagaba gradualmente, conforme se iba dando cuenta de que el apocalipsis estaba cerca. El agua del lago lo rodeaba, pero en su mente, estaba envuelto en una luz cálida, quizás imaginada, quizás real, esperando la absolución o la condena del dios que había invocado sin quererlo ni saberlo.


resumen
#45
Asradi
Völva
Cuando Airgid le aseguró que estaba bien, la sirena le sonrió suavemente en consecuencia. Para ella era lo más importante. No era una monjita de la caridad, aunque tuviese conocimientos de medicina. Podía ser una aprovechada si así lo necesitaba. Pero Airgid era su amiga y Asradi se preocupaba por los suyos.

Escuchó, entonces, la voz de Yoshi, clamando por la bufanda. Fue ahí cuando lo comprobó: era un mestizo, al menos. Podía notar las branquias cuando dicha prenda salió volando. Pero no le importaba. Es decir. Mestizo o no, ese era uno de los suyos. Siempre y cuando se comportase correctamente, al menos con ellas dos. No necesitaban un caballero, ellas sabían defenderse. Airgid era fuerte y arrojada y ella... Bueno, ella tenía sus truquitos. En resumen, que indefensas no estaban.

No solo eso, sino que el oso panda también decidió unirse. Asradi nunca había visto un animal de tan índole.

Es bonito... — Murmuró para sí, mirando el suave pelaje moteado. Lo adorable que parecía. Y, acto seguido, sus ojos fueron fijándose de manera más crítica. Era grande. Seguramente ahí hubiese una buena cantidad de carne. Sería una excelente comida de emergencia si no fuese porque hablaba.

Vamos entonces, grandullón. — Le hizo un mimo a Panda, un par de palmaditas en el suave pelaje cuando se acercó.

Octojin también había parecido calmarse y todo iba bien. Aunque de repente el viejales alado decidió que no estaba a gusto e intentó atacar a Airgid. Por fortuna, fue el mismo Yoshiro quien se interpuso. Asradi frunció el ceño de forma inmediata.

Y ya iba a abrir la boca para soltar una perorata cuando algo mágico pasó.

Mágico y bizarro.

De repente, como si el cielo se abriese, dejando que un rayo de divina luz cayese sobre ellos, descendieron tres criaturas la mar de extrañas. Bajitas, amarillas y pelonas. Los ojos azules de la sirena se abrieron de par en par antes de enarcar una ceja. Miró, por inercia, la bolsa de su cintura luego. No, ahí solo tenía la dichosa canica o chapa. No había hongos o hierbas alucinógenas. Si eso era un sueño, era mejor que un drama político.

¿Y eses bichos? — Preguntó en voz alta, pero para nadie en concreto.

Airgid fue la primera que se acercó a aquellas cositas amarillas, y ella también avanzó un par de pasos, con cautela. Es que no era solo la llegada de aquellas criaturas que descendieron cual profetas. ¿Serían amiguetes de aquel que sí se denominó profeta como tal? Dedicó una mirada entornada hacia Lovecraft, antes de que otro hecho llamase su atención.

La formación de aquel extraño y repentino lago. La visión del agua le atrajo irremediablemente. Y antes de que pudiese hacer nada, Airgid ya se había hecho con su pequeño ejército de criaturitas. Y Octojin...

¡Espera! — No pudo hacer más.

Octojin ya se había metido en el agua, tras haber hecho una ofrenda de su propia sangre y ahora oraba a Norfeo, como si el mundo se fuese a acabar. La expresión de Asradi era un poema en su totalidad. ¿De repente el gyojin se había golpeado la cabeza o algo?

La sirena se aproximó a la orilla, mirando hacia el agua. De momento no parecía haber nada extraño o fuera de lugar, ya teniendo en cuenta la situación de por sí. Metió un pie, y luego el otro, dejando que el líquido lamiese sus pies y tobillos. Todo parecía normal, dentro de lo que cabía.

Sin decir nada, se zambulló hasta perderse debajo de la superficie acuática. Cuando hizo eso, lo que asomó durante unos segundos no fueron sus piernas, sino directamente una cola antes de volver a desaparecer bajo el agua. Como si el contacto con el agua hubiese provocado ese cambio voluntario. La sirena sonrió debajo del agua, mucho más cómoda.

Buceó unos metros, no demasiado lejos de Octojin. ¿Ese lago tenía fondo? ¿Habría algo por debajo de la superficie peligroso? Prefería comprobarlo por si acaso.

Resumen

Imagen de la colita de Asradi (?)
#46
Yoshi
Yoshi
Las personas ahí presentes eran de lo más variopintas, un gigante que se hacía pequeño, un viejo con alas, un tiburón de 4 metros que parecía estar perdiendo la locura, un "profeta" que ya estaba bien ido de la cabeza y ahora molestaba a uno de esos casos amarillos, una rubia que habla extraño y a pesar de ser una amenaza con metralletas parecía muy maternal con los niños amarillos. Un panda que habla que le recordaba a uno que ya conocía y una chica sirena que parecía un poco fuera de lugar ante todo los sucesos.

En fin, una cascada había no solo inundado el lugar, sino que también había desaparecido tras hacerlo, como cuando simplemente algo se derrama y queda estancado en el suelo. Aquel lago había traído a los niños amarillos con ropa de obreros que dejaron un cartel con advertencia. Sería aquella rubia de raro hablar quien leyera y si el cartel no se entendía por estar en versos ahora era menos entendible por el acento de la mujer.

Yoshiro simplemente se acercó al lago si entender muy bien que pasaría luego, pero posiblemente ese lugar tendría el mismo final que la zona nevada en algún momento y por eso el profeta seguía con su paranoia del apocalipsis. La rubia entró al lago junto a dos de los obreros amarillos y el tiburón gigante tras sucumbir a la locura ofreció su sangre antes de entrar al lago y confesar "sus pecados"

Yoshiro suspiró y corriendo realizó un placaje contra el profeta para tirarlo al agua junto al obrero amarillo-Veamos si tienes razón y todos nos vamos al chorizo-rió divertido, él sabia que morir no significaba nada en ese mundo de sueño y el rubio mismo lo había afirmado por lo que no importaba ya nada.

La sirena también entró al agua y volvió a tener su cola, Yoshiro nunca había estado cerca de los suyos así que decidió sumergirse para acercarse a ella a ver si conseguían algo interesante en el fondo.

Ojalá la siguiente zona que reviva sea de agua-murmuró pensativo...

Resumen
#47
MC duck
Pato
Las personas estaban peleando, había un tiburón humanoide que parecía haber recibido daño, dos mujeres que le sonaban de algo, una de ellas sirena, y luego un tipo alado que … y luego este tipo de dientes afilados. McDuck dejó de analizar la situación, ni siquiera podía decir que era raro, pues el más raro de todos era el pato que habla

Misterio tras misterio, aquel día no paraban de llegar nuevas y extrañas formas de sorprenderle. Mientras de la nada una enorme cascada llegaba hacia el suelo y creaba en su caída un lago de aguas similares al color del cielo. En el agua algo similar a 3 mangos amarillos con ojos se pusieron a flotar y clavaron un cartel en su borde.

Temía acercarse para leer ya que la gente parecía conflictiva, pero finalmente empezaron a pedir tregua, parecían tan enigmáticos como el propio Pato, incluso una de las chicas (Airgid) leyó en voz alta. Aunque McDuck no quedaría satisfecho con dicha lectura, y finalmente transformaría su cuerpo en Pato.

El pato extendió sus alas y las agitó para volar y ascender por la cascada hasta el lago, donde pudo leer por sí mismo lo que decía, palabra por palabra.

—Hum… ofrenda…Quack  - dijo volviendo a lo que de momento llamaremos "Ensueño Point"- supongo que para eso es esa chapa. Cuack!

Todo iba cobrando sentido en su cabeza, aunque aún careciera totalmente de sentido.

—Este mundo es creado por el dios o rey, Morfeo el magno o el Poeta Insomne. Interesante. Cuack.

MC Duck empezó a buscar en los alrededores del lago a ver si veía algún tipo de templo, lugar de ofrenda o…

—CUACk!!!

Gritó al resbalarse y caer de culo entre las rocas, maldito resbalón más tonto.

—He! vosotros, los nadadores. -Dijo mientras se incorporaba dolorosamente, refiriéndose a los que estaban en el agua- ¿No habrá bajo el agua algún tipo de construcción? Si estoy en lo correcto debería haber algún lugar donde hacer ofrendas por aquí.
Personaje

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#48
Illyasbabel
cuervo de tiburón
Continuo su marcha hacia el lago mientras disfrutaba de su cigarro, al llegar notó como el resto se zambullía en él, por lo que luego de testear el agua, decidió darse un chapuzón. - mataría por una cervezaa...- dijo mientras se quitaba la remera y dejaba sus espadas en la orilla del lago,  muy lentamente entro al agua. Luego se vio motivado a encender la llama de su espalda para calentar un poco el agua del lago y así maximizar el disfrute -ohhhh por fin...-. Poco a poco el agua empezaba a burbujear mientras tanto Illya se relajaba y estiraba sus alas, observó también como el resto del grupo disfrutaba del lago y socializaba con las extrañas y recientes criaturas, decidió ignorarlos y seguir disfrutando el paisaje.

 Apartado del grupo, como típico antisocial, refugiado sobre la orilla del lago, seguía conservando la idea de una buena cerveza, y tanto insistir en sus pensamientos, pareciera que el cielo escucho su llamado, como por arte de magia, desde la profundidad del lago, se asomaría flotando, justo a su lado, un barril entero de cerveza oscura, - oh - Ya no se sorprendía de nada, no dudo en hacerle un agujero y beber del mismo. Efectivamente una cerveza deliciosa, nunca había probado algo similar. - ¡Que delicia! - exclamó a los cuatro vientos, mientras inclinaba el barril para saciar su indomable sed. -aaaaaaaaaaaa- suspiró

 A estas alturas ya nada lo sorprendería, continuo bebiendo mientras terminaba su cigarro armado, una vez más observo con gracia al diverso grupo que parecía entretenerse con los sujetos amarillos, rio y esbozo una media sonrisa, producto del disfrute ajeno que ciertamente le generaba empatía. Completamente despreocupado ignoro los carteles y se relajo, apocalipsis o fin del mundo, le daban igual, aquel delirio convertido en sueño tendría su final más temprano que tarde, por lo que con su actitud relajada hundió aun más su cuerpo en el agua.- si...esto es vida - 
#49
Gautama D. Lovecraft
El Ascendido
En las insondables instancias de la mente humana, no había una más profunda que la del miedo ni ninguna otra tan rocambolesca como la de la locura. Sobre estimulado por todos los actores de esa burda y corruptiva obra onírica de mal gusto, mi juicio comenzó a despedazarse y la razón sucumbió a la situación. Aquellos sucesos arrastrarían al Sidd más profundo a una vorágine de frenesí del que ya no se podría recuperar.

Con las manos agarrando los piececillos de aquel enano amarillo, me frustré a no encontrar respuesta alguna de tan maltrecha criatura. El tipo de alas negras se acercó planeando con su vuelo, pero mi atención estaba tan inmersa en encontrar soluciones a los interrogantes que nos amenazaban, que mis oídos y mis sentidos se mostraron herméticos ante él. Por otro lado, el enorme gyojin tiburón, pareció entender mi postura y apostar por mi anuncio pre-apocalíptico, tanto que, tras los vítores oportunos hacia mi se rajó dentro de aquel lago con las propias cuchillas de sus dientes, tiñendo el lago de rojo.

- Hostia putaaaa... la peña. -

Exclamé mientras seguía sosteniendo al enano. Mientras otro tipo a lo lejos se dirigió hacia mí, y si el acto de aquel tiburón ya me cogió de sorpresa, lo que tenía que expresar aquel desconocido lo haría más. Resulta que él también era un superviviente en la tundra, desencajé mi rostro sorprendido por encontrar otro superviviente más de aquel cataclismo.

- AAAAAHH DIOS!! ¿¡¿¡¡¿COON QUE TU TAMBIEEEEEEN!?!??!?, con que tú también presenciaste eso.... ¿VEEIISS? ¡Hay más testigos de la catástrofe, hay que hacer algo antes de que la siguiente ocurra antes de que volvamos a vivir tal espanto... y estos enanos nos han de soltar todo lo que saben ¡TODO! -

Le grité para que me escuchase, mientras volvía a dirigirle una mirada asesina a aquel muñeco o ser deforme. Para colmo, por si no fuera poco, y para cuando me pude dar cuenta, la mujer de la ametralladora cogió cuál madre primeriza a los otros 2 enanos que se mantenían expectante por ver que le pasaba a su amigo conmigo. Los subió, acurrucó en su regazo, y tras ello, se dispuso a leer en un acento sumamente exótico de una tierra desconocida por mí. Tras acabar, seguí atacando cabos, dentro de mi delirio, la joven se tiró al agua y los enanos amarillos fueron con ella detrás.

El gyojin terminó por ofreciéndose enteramente a la entidad que en teoría era la hacedora del caos, vi como el agua roja empezaba a acumularse y el resto de los presentes metiéndose. ¿Acaso no sería eso....?

Me alertó una voz que se aproximaba de forma repentina, junto a un trote alterado que se avecinaba gracias a mi fino oído. Desde mi costado izquierdo, recorriendo la orilla artificial que se había generado por el rojo lago, un nuevo desconocido parecía cargar ahora contra mí, facilmente predecible por la distancia y su salpicar por la orilla, leí sus intenciones de abalanzarse contra mí, cuando justo en el momento de hacerlo, retrocedí brevemente dejando en el espacio que dejaba mi cuerpo al miniser amarillo cayendo, para que ese chico pelirrojo lo cogiera en el momento de zambullirse al agua.
nota


- Pa ti -

Le dije con guasa, dejando al enanito en sus brazos y dejando que se precipitase al agua. Sacudiéndome las manos tras eso, y evitando el chapoteo del agua ensangrentada que estaban haciendo entre todos, si eran pocos ahí en el agua entre la sirena, el chico pelirojo, los 3 enanitos amarillos, el tiburón y la chica del acento,  el tipo de las alas también se zambulló para beberse una cerveza y fumar. 

Permanecía fuera de aquel estanque, mientras todos salvo el chico ex gigante, el joven gritón, y el panda, que quedaban metros y metros a mi derecha excepto el gritón, que se hallaba en frente al otro lado del lago. En mi mente, no cabía otra idea que la se empezó a fraguar desde que el tiburón se rajó la muñeca con sus propios dientes, y lo que rezaba el cartel. Todos los ingredientes estaban en la olla, y si tenía en cuenta que la mía ya se había ido por completo, comencé a iniciar unos preparativos para evocar al susodicho Norfeo y hacerle llegar la ofrenda. Estaba claro para mí, para mi juicio atormentado, el lago era el altar, y los desconocidos el sacrificio para que el dios estuviera complacido.

- ¡OOooohhh TODO PODEROSO NOOOORFEEOOO! -

Inicié, de nuevo alcé los brazos al cielo, clamando por su favor, por su atención, entregado a el para que nos obsequiase con su gracia y clemencia.

- AQUÍ TE HAGO ENTREGA DE LA OFRENDAAAAA... LAAA OFRENDA QUE MERECE SEÑOR NOOORFEOOO ¡OREEEMOOOOS! Recibe a estos buenos voluntarios para que sean de tu tutti disfruti, recibelos y consúmelos como gustes, y perdona todas nuestras ofensas para no hacernos llegar tu tormenta justiciadora.... OOOOOOHHH SEÑOR NOOOORFEOOO TOMA LA VIDA DE EESTOS DEL LAGO PARA TIIIIIIIIIIIII... AAAAAAAAaaaahhhhh-

Y por desgracia, nuevamente, una tremenda racha de aire me mandó a volar. Y volé, y yo volé del lago, y mi cuerpo se fue hacia atrás algunos metros estrellándome contra una roca que hizo de tope y clavó mi cuerpo sobre ella. Maldecía de nuevo aquellas rachas intermitentes que también había visto derrumbar al resto. Esperaba de nuevo un acto de presencia divino, una señal o algo hacia la ofrenda que había realizado a la deidad destructora y caprichosa. ¿Tendría efecto? Era cierto que no tenía conmigo toda la seguridad para darlo por hecho, pero el simple recuerdo de aquel apocalipsis surcando de nuevo mi ser, hacía que mi cuerpo se ruborizase y me abrumara. No quería volver a repetirlo.

resumen(uff madre mía)
#50


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