Alguien dijo una vez...
Donquixote Doflamingo
¿Los piratas son malos? ¿Los marines son los buenos? ¡Estos términos han cambiado siempre a lo largo de la historia! ¡Los niños que nunca han visto la paz y los niños que nunca han visto la guerra tienen valores diferentes! ¡Los que están en la cima determinan lo que está bien y lo que está mal! ¡Este lugar es un terreno neutral! ¿Dicen que la Justicia prevalecerá? ¡Por supuesto que lo hará! ¡Gane quién gane esta guerra se convertirá en la Justicia!
[Diario] [D - Pasado] El camino del loto. Parte 2.
Gautama D. Lovecraft
-
~ EL CAMINO DEL LOTO ~
Parte 2


~ En una isla de alguna parte. Gran Valle Verde.
~ Año 674.


Camino hacia el paraje más inhóspito de la isla donde se hallaba el templo, Lovecraft, preparado para hacer de nuevo un viaje sin retorno, encontró un claro desde donde divisó un valle, maravillado por aquel entorno, decidió continuar hasta llegar a este.

Allí, quedó absolutamente inmiscuido en su propio ser, conectado con la tierra y el hierba, con el susurro del viento, con la luz del sol de aquella mediodía, el cantar de los pájaros y la sutil fragancia a agua salada que embriagaba la zona. Como era tradición, El Retiro no era una meta, era un trayecto, un viaje y para ello, el voto de silencio era un motivo fundamental para escuchar la voz interior durante la experiencia, con la intención de facilitar al ser alcanzar la plenitud.

El voto de silencio acabó siendo, para Lovecraft, un entrenamiento más que perpetuaría en su día a día hasta la actualidad, y aunque aún no lo supiera, sería un rasgo tan característico como cualquier otro. No obstante, apartando el plano espiritual para adentrarnos en el terrenal, el hecho de no emitir voz ni palabra alguna, significaba estar más consciente en aquello que se estuviera ejecutando, y partiendo de la suerte de no tener que interactuar con nadie allí, el oído de Lovecraft se agudizó hasta límites insospechados, siendo que cada motivo de aquel paraje, era captado desde la lejanía, formando una rica aglomeración de sonidos orgánicos.

Desde aquel valle, las meditaciones tomaron un nuevo sentido, la profundidad de estas iniciaron un camino sin la posibilidad de volver hacia atrás, pero Lovecraft no lo haría. Su conexión con él mismo ya había dado lugar, y cada segundo que mantenía la posición del loto, posado sobre la verde brizna de la hierba, con sus manos posadas sobre sus rodillas, alcanzaba niveles de contemplación e introspección que nunca había experimentado.

Su cuerpo imperturbable se presentaba en aquel paraje como un elemento discordante, al menos las primeras semanas, quizá los primeros meses, pero su figura perenne terminaría por pasar inadvertida y adaptada especialmente con la fauna nativa del lugar. Sus meditaciones se alargaron por jornadas enteras en las primeras fases de El Retiro, más adelante por incluso un día entero, siendo que desde su quietud meditativa, pudo ahondar y ahondar mucho más en sí mismo hasta que el paso del tiempo fue borrado por completo, y su noción, fuera del estándar social establecido.
Pasó algo más de 1 año y medio llevando aquel ritmo de vida asceta que, por todo el trabajo meditativo que obró durante todo ese tiempo, llegó a una conclusión, a una reflexión final que definió como punto y aparte aquella primera fase de El Retiro. Gautama D. Lovecraft, en el culmen de la contemplación de su ser, se sentía agradecido con su ser, agradecido con la vida y agradecido con la creación.

No se sabe que tipo de alimentación llevó, o rutina cotidiana siguió dentro de las necesidades fisiológicas que cada ser humano tiene, porque para él, eso quedó en un segundo plano. Lo que si se sabe es que, tras su agradecimiento y encuentro con él mismo, tocaba ahondar en el plano físico.

Tras la constante posición del loto que tan acostumbrados estaban de ver la fauna del valle, el ya familiar intruso, varió adoptando una posición vertical, apoyado sobre las plantas de sus pies, con las piernas separadas a la distancia de sus hombros y las rodillas ligeramente flexionadas. Sus brazos, arqueados hacia atrás, terminaban colocando sus puños cerrados hacia arriba sobre las crestas ilíaca de su cadera, el abdomen tensado y endurecido, sus hombros, al igual que su cara, orientados hacia el frente. Con el semblante serio y los párpados bajados, canalizó concentrado por algunos minutos algunas imágenes sobre lo siguiente que haría hasta el fin de El Retiro, pues ahora tocaba dedicarle al cuerpo la importancia que también merecía.

Así fue como dio inicio al segundo y último ejercicio de aquella experiencia. Comenzó a entretejer un ritual de oración agradeciendo todo lo que era, para acto seguido, con una de sus manos, soltar un repentino haz con la palma desplegada hacia el frente, era Te. Lovecraft, repitió el proceso miles de veces al día, oración y palmada al frente, cambio de manos, oración y palmada al frente.

Cada día, proyectó alrededor de 5.000 ejecuciones perfectas, comprendiendo que cada una se componía de orar y golpear. Al principio fueron horas, tomaba el ejercicio desde primeras horas de la mañana hasta los últimos rayos de luz con la caída del sol. Su persistencia le llevó a ir perfeccionando cada vez más su Te, en comunión con el entorno, donde se servía de aquella calma inalterable para alcanzar el punto más álgido de definición para el arte marcial del templo, acompañándolo con el agradecimiento que había descubierto durante toda la etapa anterior meditando. Pasaron las estaciones, los años, y con ellos, el sumun de su técnica alcanzó el climax. Cuando el propio Lovecraft volvió a registrar nociones del tiempo, pudo darse cuenta que había salido el sol pero, él había concluido las 5.000 proyecciones.

¿Cuánto tiempo le tomó realizar las 5.000?

Y así acabaría su viaje, desde que alternó la meditación de 1 año y 8 meses, con el entrenamiento, pasó un total de 5 años, y aunque el no fuera consciente del tiempo, todos los hermanos del templo y su maestro, si que lo fueron. Tras darse cuenta de que después de esa última palmada, el amanecer aún estaba marchando, dio por suficiente El Retiro, concluyó su viaje y ahora debía de regresar al templo. No necesitaba saber cuanto tiempo le había tomado realizar las 5.000 palmadas, pero sabía en su corazón que había sido suficiente. A la mañana siguiente recobraría los pasos que le llevaron hasta el valle, agradecido se despidió de este así como de todos los elementos vivos y no vivos del entorno, el templo le esperaba.
#1


Salto de foro:


Usuarios navegando en este tema: 1 invitado(s)