[Común] El Hada de los Órganos

Las señales eran las mismas, los rastros de violencia llevaban a los mismos lugares y la imagen dantesca era la misma. Los recolectores de chatarra no se explicaban el origen de esa masacre, de ese tormento ni la finalidad de esto. Cientas de ratas diseccionadas en partes, sus órganos separados de sus cuerpos quirúrjicamente y unidos de vuelta en forma de una dantesca quimera cárnica. No les importaba matar una rata, un perro e incluso a otro ser humano, pero el sadismo con el que se había tratado a cada una era una señal de locura reptante que se movía a su alrededor, roendo la cordura y desgarrando la paz que pudieran guardar en sus cabezas.

Con asco y terror, movieron esos restos con palos y recogedores para echarlos en bolsas de basura, arrojándolos lejos de ahí para no volver a verlos, pero siempre lo hacían, y siempre se repetía la escena. 

-Es un duende, un hada- dijo un anciano que se mecía en una mecedora hecha con desperdicios de chatarra- se mueve en las sombras, se oye el chillido de las ratas, un chillido de dolor, y luego silencio. Pero tras el silencio, se escucha la carne rasgarse como tela vieja y lo que escurre ya imaginarán lo que es. Su  risita es inquietante, pero ¿que se le puede hacer? Si se desquita con las ratas, ¿porque molestarlo? El problema será cuando se acaben las ratas.

-Calla, viejo, eso es sólo una historia de terror- dijo otro pepenador, apretando con miedo su llave con la que desarmaba la chatarra.

-Hum. Terror sí, ¿cuento? No, no es un cuento cuando lo narras de primera persona- dijo el anciano.

-Entonces dejaremos las luces encendidas, no dejaremos que una bestia así ande suelta- dijo otro chatarrero.

-Se los recomiendo, que sepa que sabemos de él, pero él ya sabe que sabemos de él, quizás es lo que quiere- dijo el anciano.
...

Esa noche yo regresaba de desde mi casita hecha con restos de lámina y botellas de refresco unidas con cinta. Me cubría de la lluvia y me servía de protección, además, me ayudaba a pasar el día sin ser molestado y era lo suficientemente fresco al estar dentro de un viejo taller de desguace abandonado.

Salí con mi bisturí en la mano, y me preparé. El agua acumulada en un galón salía por una tapa a la cual le hice hoyos, creando una regadera para bañarme. Tomé mis ropas limpias y me dispuse a salir de mi casa. Ya casi anochecía. Conforme me acercaba a la zona, pude ver que de nuevo mis creaciones habían desaparecido.

-¿Otra vez?- refunfuñé, golpeando el suelo con el filo de mi bisturí- no puedo terminar un proyecto porque enseguida me lo roban... deben ser los gatos, los perros y las palomas... 

Me acerqué a donde había dejado mis "creaciones", mis obras de arte de la medicina, cuando luces intensas se encendieron. Rápidamente, por acto reflejo, corrí hacia donde un montículo de chatarra me protegía de las potentes luces.

-Creo que lo vi- dijo uno de los chatarreros.

-¿Seguro?- cuestionó otro.

Algunos chatarreros se acercaron a donde yacía escondido, preparados para atacar con sus llaves y herramientas. Cuando uno saltó hacia el otro lado del montículo, no vio nada.

Yo me arrastraba bajo el escombro y la chatarra, aprovechando cualquier recoveco para escabullirme.

-!Esa cosa va bajo tierra!- dijo otro al ver el agujero en el piso, por donde había escapado.

Con palos, sombrillas y rastrillos, lo que pudieron encontrar entre la basura, comenzaron a picar el suelo, buscando al "bicho" sádico.

Logré salir a varios metros de ahí, ocultándome detrás de una bolsa de basura.

-Malditos, conque fueron ellos y encima quieren capturarme- dije con los dientes apretados. Corriendo entre montículos de basura, corrí hacia las lámparas y con un trozo de chatarra rompí una de las lámparas. Se dieron vuelta a ver la lámpara y se regresaron hacia las lámparas para asegurarse de que no las rompiera.

Corrí entre la basura y las sombras. Apenas alcanzaban a verme, enseguida lanzaban sus palos como lanzas, buscando atinarme.

-El hada de los órganos- decía uno de los chatarreros- la maldita hada carnicera

Pasé corriendo entre los cables, jalándolos para hacer caer algunas lámparas al piso. Aunque lograron sujetarlas antes de caer, las sombras creadas me ayudaron para pasar entre ellos. Con estocadas, fui punzando sus tobillos, haciéndolos caer al piso con dolor. Sujetando el palo que sostenía un foco, lo usé para golpear a uno de ellos, reventándole el foco en la cabeza.

Se escuchaban mis pasitos, pequeños y rápidos, avanzando a su alrededor. Uno de los chatarreros, un sujeto musculoso con un bate de baseball de metal, golpeó el suelo, levantando una lluvia de basura al impactarlo. Volvió a golpear, tratando de deshacer los montículos de basura.

Salté sobre el palo de otra lámpara, corriendo sobre el palo para saltar hacia él, pero alcanzó a detectarme y al tratar de golpearme, dobló el palo de la lámpara y fundió el foco.

-Es un duende... es un maldito duende- dijo el sujeto, golpeando a sus alrededores en la oscuridad. Todos se arremolinaron en torno al último foco, viendo hacia la oscuridad mientras su compañero seguía golpeando el suelo. Aproveché para ocultarme entre la chatarra, usando una lata de refresco para ocultarme y observar todo. 

Alcancé a ver un perno entre la chatarra y la lancé cerca de ellos para distraerlos. Cuando el sujeto volteó, corrí a gran velocidad hacia él, cortando sus talones con mi bisturí. El sujeto golpeó el suelo al caer, buscando darme. 

Sin embargo, el resto de sus amigos salieron corriendo, abandonándolo. Corrí hasta el foco y con mi bisturí rompí el cristal del foco, haciendo que se quemara al entrar en contacto con el oxígeno. Estábamos en total oscuridad.

Corrí a su alrededor en círculos, lanzando cortes de vez en cuando, guardando mi distancia de su bate. Cuando supo que ya no podía ganar, salió corriendo arrojando su bate hacia atrás para cubrir su escape.

Desde ese momento, las obras que hacía ya no desaparecían, y de hecho, la gente evitaba pasar por esa zona.