Alguien dijo una vez...
Monkey D. Luffy
Digamos que hay un pedazo de carne. Los piratas tendrían un banquete y se lo comerían, pero los héroes lo compartirían con otras personas. ¡Yo quiero toda la carne!
Abismo tormentoso
Norfeo
El Poeta Insomne
Norfeo se encontraba de pie en el borde de su trono flotante, su mirada distante enfocada en una pequeña isla que flotaba en el océano infinito. Una leve brisa acariciaba su rostro, pero traía consigo un olor nauseabundo, un hedor tan penetrante que incluso los dioses podían percibirlo. Norfeo arrugó la nariz con desdén, su expresión, normalmente imperturbable, se torció en una mueca de asco.

Ah, ¿qué es esto? — murmuró, con una voz cargada de sarcasmo —. ¿El aroma celestial de la decadencia mortal? ¡Qué delicia!
La isla, rodeada de una densa nube de podredumbre procedente de un muchacho que no sabía la que se le venía encima, casi parecía una mancha oscura en el paisaje del océano. Desde su posición elevada, Norfeo podía ver su pobredumbre, intentando sobrevivir en medio de la pestilencia incluso a la distancia. El aire estaba cargado de un olor a heces, a muerte, a desesperación. Cada rincón de aquel lugar parecía suplicar por su destrucción.

Con un gesto perezoso de su mano, el dios convocó una tormenta en el horizonte. Las nubes comenzaron a oscurecerse, y el viento se levantó, haciendo que las olas golpearan con fuerza las costas de la isla. Los rayos parpadearon en el cielo, y el poder de Norfeo comenzó a concentrarse en un solo punto, listo para arrasar con todo lo que estuviera a la vista.

Debo admitir, hay algo casi poético en la destrucción de un lugar tan... — hizo una pausa, buscando las palabras adecuadas — ¿Cómo decirlo? Repugnante.
Norfeo dejó escapar una risa suave, cargada de un sarcasmo fino y afilado. La energía en sus manos crecía, una esfera de poder puro que podría desintegrar la isla en cuestión de segundos. El trueno retumbaba en la distancia, y la furia del dios estaba lista para desatarse.

Pero entonces, algo llamó su atención. En la isla, entre la mugre y la desesperación, pudo percibirlo: un pequeño grupo de figuras que se mantenían de pie con una convicción casi patética. Eran sus seguidores, su culto, adoradores que habían encontrado en él no solo un dios, sino un propósito. Y allí estaban, en medio de la inmundicia, rezándole con fervor, sus voces elevándose al cielo en un cántico desafinado y desesperado.

Ah... ¿Y qué tenemos aquí? — dijo con un tono casi divertido, mientras su mirada se fijaba en ellos —Mis fieles seguidores, bañados en mierda, pero aun así… devotos.

La tormenta que había comenzado a formarse se detuvo. El poder en las manos de Norfeo se disipó lentamente, como una vela apagándose en la oscuridad. El magno suspiró, su expresión de desdén se suavizó ligeramente, aunque sus labios todavía mantenían un toque de sarcasmo.

Por supuesto, no sería justo destruir una isla que ha tenido la... ¿Cómo decirlo? Inteligencia de rendirse ante mí. Aunque, francamente, me pregunto si el hedor persistente es parte de su devoción o simplemente una falta de higiene crónica... ¿Quizá no se deba a aquel osado que rindió mal mi tributo?

Con un gesto magnánimo y exagerado, Norfeo decidió perdonar la isla. La tormenta desapareció por completo, el cielo se despejó, y la energía destructiva se desvaneció en la nada. La isla seguiría existiendo, al menos por ahora, gracias a la lealtad de aquellos pocos que habían elegido adorarlo.

Consideren esto un regalo, mis queridos mortales — dijo con una voz suave, pero cargada de ironía que resonó en todas las Cumbres del Destierro — Viven un día más, no porque lo merezcan, sino porque tienen el buen gusto de reconocer quién tiene el verdadero poder. Ahora, intenten no ensuciar más mi nombre con este olor tan... peculiar y diviértanme, pues he decidido que ambos territorios sobrevivientes se enfrenten en una contienda sin parangón por su existencia — el prístino gigante, tomó unos instantes de calma para anunciar su propuesta y las nuevas reglas.

Todos vosotros tendréis un indicador numérico sobre la cabeza en rojo que marcará la cantidad de canicas que tenéis en estos instantes... ¡Y aquellos con canicas doradas, tendréis el mismo icono en dorado!— tomó su tiempo para exhalar una risita que casi parecía interpretada. —¡Ahora complacedme! El territorio con menor número de canicas, caerá...— comentó finalmente agotado por el entusiasmo.

Norfeo se giró, su capa ondeando detrás de él mientras se retiraba de la escena. El mundo mortal continuaría, al menos por un tiempo más, gracias a aquellos fieles que, a pesar de todo, mantenían su devoción en medio del fango. Y aunque el olor persistía en el aire, Norfeo no pudo evitar sonreír, satisfecho de saber que, incluso en los rincones más inmundos del mundo, su influencia seguía siendo inquebrantable.

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#71
Silver D. Syxel
-
Personaje

Aspecto Onírico


El suave balanceo de las olas y el crujir de la madera del barco eran el arrullo perfecto para un buen descanso. Silver D. Syxel, el temerario capitán pirata, cerró los ojos con la intención de disfrutar de unas pocas horas de sueño reparador tras una larga jornada en alta mar. El ron en su estómago y el constante vaivén del mar lo llevaron rápidamente al mundo de los sueños.

Sin embargo, lo siguiente que sintió fue la fuerza de un viento salvaje azotando su rostro. Abrió los ojos de golpe, esperando encontrar las velas del navío ondeando furiosamente, pero en su lugar se encontró en un entorno completamente diferente: una serie de islas flotantes se extendían ante él, desafiando toda lógica. Cascadas de agua cristalina caían hacia el abismo, desapareciendo en la neblina, mientras el viento huracanado rugía a su alrededor.

¿Qué diantres…? — murmuró, antes de percatarse de algo aún más extraño.

Llevó una mano a su rostro y notó que algo no estaba bien. Algo peludo. Algo… más pequeño. Confuso, buscó desesperadamente algo que pudiera darle una respuesta. No muy lejos, un charco de agua cristalina acumulada cerca del borde de la isla le ofreció la oportunidad perfecta. Se acercó con cautela, inclinándose sobre el charco y, para su sorpresa, en lugar de su habitual atuendo y su bello rostro, vio reflejado un pequeño gato. Con botas de cuero y una capa diminuta ondeando al viento. ¡Era un maldito gato! Un pequeño gato con botas, una espada colgada al cinturón y un sombrero que luchaba por mantenerse en su cabeza debido al viento.

Bueno, esto sí que es nuevo — pensó en voz baja, mientras una sonrisa pícara se dibujaba en su rostro felino. — ¡Pero vaya si tengo estilo!

Con un salto ágil, probó sus nuevas patas, sorprendido por la ligereza y destreza que tenía ahora.

Al menos tengo el tamaño perfecto para no preocuparme demasiado por estos malditos puentes colgantes — reflexionó mientras el viento le azotaba el pelaje.

A medida que se orientaba en este extraño bioma, un conjunto de reglas y objetivos comenzó a formarse en su mente, sin saber exactamente por qué o cómo lo sabía. Por algún motivo, entendía que debía recolectar canicas, y sabía que este lugar sería peligroso.

Supongo que la idea es recolectar estas canicas — murmuró, reconociendo las reglas del juego onírico en el que estaba inmerso. — Y no veo razón para no hacerlo divertido.

Con la gracia y el carisma que siempre lo han caracterizado, ahora en su nueva forma felina, comenzó a caminar por el puente más cercano. Sabía que este lugar sería peligroso, pero eso solo hacía que la aventura fuera aún más excitante.

Fue entonces cuando el aire a su alrededor cambió de manera sutil pero inconfundible. Sobre su cabeza, apareció una pequeña esfera brillante: una canica, tal y como había intuido en su mente. La observó por un momento, y al hacerlo, escuchó, llevado por el viento, lo que parecía ser una multitud en la distancia. Frunció el ceño, curioso, y una nueva chispa de emoción lo invadió.

Veamos cual será el primer desafío para el gato con botas — pensó, mientras una risita traviesa escapaba de su pequeña boca.

Con una sacudida de su capa y un tirón en el ala de su sombrero, cambió de dirección y comenzó a avanzar hacia el sonido, dejando atrás el puente. Estaba listo para lo que este extraño sueño le tuviera preparado.
#72
Octojin
El terror blanco
Octojin emergió del lago, empapado y aún reverberante con la luz de la bendición de Norfeo. Su piel brillaba con un resplandor sutil, una señal visible de su reciente elevación a máximo adepto de los Norfeicos. La rubia, todavía visiblemente sacudida por la reciente tumultuosidad, permanecía a su lado, mientras el pato, un poco más lejos, observaba la escena con una mezcla de confusión y temor.
 
Inclinando su cabeza de lado a lado, finalmente aquél pato rompió el silencio con una pregunta punzante. "¿Quién es Norfeo? ¿Sabéis qué hacemos aquí realmente?" La voz del pato vibraba con una incertidumbre palpable, buscando respuestas en un mundo que se había torcido más allá de su comprensión.
 
Octojin se volvió hacia él, su mirada se cargó de fervor religioso y dejó paso a que actuase su nueva autoridad otorgada por la mismísima deidad.

—Norfeo es la deidad más pura, la esencia de la justicia y el orden en este caos— proclamó con una voz que retumbó en el claro, resonando con el poder de su convicción. .—Estamos aquí para cumplir su misión divina. ¿No lo ves, pato? Esto es un honor, una oportunidad para servir al más grande de los dioses.
 
La pregunta del pato parecía ahora una blasfemia en los oídos del devoto Octojin. Su semblante se endureció, y su tono se volvió más severo.

—Debes decidir ahora si seguirás a Norfeo o no. Elige sabiamente, pues rechazarlo equivale a condenarte a muerte.
 
Mientras Octojin dictaba esta sombría advertencia, el ambiente se tensó aún más con la llegada de Yoshi, quien, sin reconocer a un hombre de aspecto extraño y desagradable que había aparecido de la nada, lanzó un ataque rápido y feroz. El gyojin observó brevemente, pero desestimó la escaramuza, entendiéndola como algo menor, su atención se fijaría en las cuestiones más grandes en juego.
 
El aire se cargó con la intensidad de un enfrentamiento verbal cuando el profeta amenazó a Illyasbabel, el ser alado, argumentando que estaba mancillando la charca sagrada, algo que sin duda el tiburón podía llegar a compartir.

—No es momento para peleas entre nosotros— intercedió Octojin, aunque con un tono que sugería que cualquier duelo entre ellos sería simplemente un testimonio de su devoción por Norfeo. —Pero si lo deseáis, hacedlo. Ambos habéis sido bendecidos por Norfeo.
 
En ese momento crítico, Asradi decidió unirse a ellos. Octojin, sintiendo un lazo común en su servicio a Norfeo, le dio la bienvenida mientras se acercaba.
—Bienvenida, Asradi. Juntos fortaleceremos nuestra fe y protegeremos el propósito de Norfeo."
 
Las ráfagas de viento comenzaron a arremolinarse alrededor del grupo con la misma fuerza devastadora de antes, pero esta vez, Octojin se mantuvo inquebrantable, una estatua entre las corrientes furiosas.

—Es gracias a Norfeo que permanezco firme—, declaró, sintiendo que era un semidios que desafiaba el viento. Agarró firmemente a la rubia y a la sirena de las manos, anclándolas a su lado para evitar que fueran arrastradas por el vendaval.
 
La tensión se rompió brevemente por la llegada de un nuevo humano, de cabello morado oscuro y un atuendo estridente, que se miraba en el reflejo del lago con una expresión mezcla de locura e intensidad. Octojin notó el aroma nauseabundo que acompañaba al hombre y frunció el ceño, pero cuando la rubia amenazó al recién llegado, soltó un chascarrillo.

—Pensé que lo nuestro era algo especial, pero parece que te gusta apuntar a todo el mundo, ¿eh? —comentó a la par que le soltaba su mano a la rubia, para que pudiera apuntar con más facilidad.
 
Justo entonces, la presencia divina de Norfeo se hizo palpable una vez más. Con reverencia y solemnidad, Octojin apoyó una rodilla en el suelo, bajando la cabeza en símbolo de profundo respeto y adoración. Observó, casi en trance, como Norfeo, desde su trono flotante, decidía el destino de todos presentes con una mezcla de desdén y gracia divina. La isla fue perdonada gracias a la devoción de sus seguidores, y Octojin, con lágrimas de gratitud y fervor en los ojos, se levantó lentamente, listo para liderar a sus compañeros en esta contienda divina impuesta, sintiendo en su corazón que cada acción suya estaba guiada por la mano de Norfeo.

—Las órdenes de Norfeo están claras —gritaría, para que todos le oyeran—. ¡Parad lo que estéis haciendo! Hay que encontrar ese otro territorio y acabar con ellos. ¡Se lo debemos a Norfeo!
 
Octojin estaba decidido. Juntó las palmas de sus dos manos y miró hacia el cielo, a la posición en la que había aparecido Norfeo, y entonces comenzó su oración, con el fin de saber hacia dónde debían ir.

—Oh, Norfeo. Cumpliremos tu misión, no hay duda. Si tan solo pudieras ayudarnos… Guiarnos hacia dónde debemos ir. ¿En qué dirección está nuestro destino?
 
Entonces, una ligera brisa golpeó al gyojin. La brisa iba hacia el norte, por lo que entendió que aquél era su destino. Con una extensa reverencia, el escualo agradeció a Norfeo su ayuda, y sintiendo un fervor cada vez mayor, haría un gesto con la mano invitando a que le siguieran. Saldría corriendo en dirección al Norte, en busca de aquellos impuros con los que debía acabar.
 
 
Resumen

Aspecto actual Octojin

 
datos
#73
Asradi
Völva
En realidad no es que fuese una devota seguidora de Norfeo. Vale, el dios ese (o lo que fuese), les había bendecido de alguna manera, pero todavía estaba un tanto reacia al respecto. Pero viendo el percal, lo mejor que podía hacer era ponerse de parte de aquella secta que se había montado. ¿Quién sería tan imbécil de ponerse en contra de aquella mole de músculos tiburoniles y de una rubia con muy mala leche y armas cargadas? Ella no, al menos.

Además, parecía que la cosa se ponía interesante cuando aquella voz onírica formuló aquel decreto. Así que quedaba una zona más. Y, ahora, al parecer, tendrían que enfrentarse a ellos. La expresión de Asradi fue pensativa unos segundos. Justo en ese momento, el viento volvió a soplar con la fuerza que lo había caracterizado desde que había aterrizado en ese lugar. Por fortuna, y generosidad, fue sujeta por la fuerte mano de Octojin, quien ahora se alzaba como un firme baluarte capaz de resistir cualquier tormenta. La sirena le miró de reojo, con un leve azoramiento, que luego mutó en un fruncimiento de ceño disimulado.

Pero todo era cambiante, la llegada de más gente. El como Yoshi se había ido contra el pobre hombre-cebolla. Ya no había tetas que lo salvaran. Y no solo eso, a ese nauseabundo olor se había sumado otro. La pelinegra arrugó ligeramente la nariz y retrocedió unos cuantos pasos. A estas alturas y tras haber salido del agua, su cola había vuelto a mutar a las torneadas piernas humanas, cubiertas de escamas plateadas. Seguía siendo una visión casi onírica, por así decirlo.

No iba a meterse, puesto que fue Octojin quien llamó a la calma. Tenían que buscar a los otros. Reclamar aquel nuevo territorio o, más bien, seguramente las dichosas canicas que portasen.

Ya no estaba segura de si todo aquello era un juego, un sueño, o producto de algún delirio por haber comido alguna planta o raíz que no debería. Quizás un poco de todo.

Tendría más cuidado, la próxima vez, de lo que se llevaba a la boca.

Vamos entonces. Airgid, ¿vienes? — Sonrió a la rubia, en un gesto entretenido.

Octojin se echó a trotar en dirección norte, y Asradi fue detrás, aprovechando que aquella brisa parecía guiarles.

Resumen

Stats Actualizados
#74
Airgid Vanaidiam
Metalhead
Airgid tuvo que dejar de apuntar al recién llegado con su nueva arma, una ráfaga de viento la desestabilizó, sin embargo, fue lo suficientemente rápida de agarrarse al fuerte y enorme brazo del tiburón. Y parece que fue mutuo, él mismo se lo ofreció. La bendición de Norfeo sobre su cuerpo le había hecho tan poderoso, tan robusto, que ya ni el viento podía desplazarle. Parecía ser que la ofrenda de sangre había servido. Si es que los dioses eran todos unos sádicos. El gyojin le hizo una bromita respecto a apuntar a cualquiera con su arma que desató una natural y espontánea risa en la rubia. Era gracioso el jodío, era más gracioso aún viniendo de un gyojin con tal porte. Como que al ver a un tío así lo último que te esperabas es que fuera haciendo chistes. — Tú siempre será er primero. — Le guiñó un ojo, sonriendo.

Entonces la voz de Norfeo volvió a resonar por toda la cumbre. El tiburón se arrodilló, así que ella no tuvo más remedio que hacerlo también. Hablaba de la forma que se esperaba de un dios, de manera altiva y soberbia, pero Airgid no estaba en la posición de rechistarle ni reclamarle nada, no si Norfeo seguía bendiciéndola y otorgándole poderes nuevos. Mientras la relación fuera mutua, Airgid estaba cómoda. Pero lo que les anunció fue más importante que su tono arrogante. Pudo comprobar ella misma con sus ojos, cómo encima de las cabezas de todos los que la rodeaban aparecían números. Algunos en rojo, otros en dorado, indicando el número de canicas que llevaban encima. Anunció que quedaba otro territorio más, y que el territorio que contase con menos canicas, caería. Una sonrisa con un tinte más pícaro se dibujó en su rostro. Eso sí que le gustaba más. Por un motivo o por otro, al final había creado ya una especie de lazo con aquellos con los que compartía territorio, puede que algunos fueran infieles, pero eran SUS infieles. Esto es como los españoles, que se insultan entre ellos constantemente, "los valencianos cocaínomanos", "los andaluces vagos", "los catalanes unos agarraos", pero luego cuando viene un alemán o un inglés a meterse con ellos se vuelven un puto ejército unido, "soy español, ¿a qué quieres que te gane?". Pues esto era justo lo mismo. En fin, que me voy por las ramas.

Tanto el gyojin como Asradi decidieron seguir la orden y emprender camino hacia el territorio contrario, hacia campo enemigo. Airgid se sentía como en una de esas películas bélicas en las que tenían que invadir una zona en guerra, con cautela, sin saber dónde se escondería una trampa. — ¡Vamo, vamo! — Exclamó la rubia ante la pregunta de su compañera la sirena. Realmente la tía no movió ni un dedo, dejó que fuera Octojin el que la llevara, pues de agarrarse a su brazo pasó a subirse a su espalda, como si montara a caballito sobre aquel enorme y triunfal tiburón. Con el arma entre sus manos, el número de un "1" rojo sobre su cabeza y sin miedo a nada, los tres se dirigieron al nuevo lugar, pendientes de sí más fieles se unían a la contienda.

Off

Stats
#75
Gautama D. Lovecraft
El Ascendido
Desde la inhóspita tierra en la que nos encontrábamos, las cumbres flotantes de formación rocosa, comenzaban a entretejerse los deseos de la caprichosa deidad a la que seguíamos. Los designios de Norfeo, pese a su dudosa moralidad, eran insalvables para todo aquel que se manifestase devoto suyo, y por la férrea creencia que habitaba en todos los presentes, así como también, cierto miedo que cundía hacia el morboso dios, alguno que otro parecía desdoblarse de su propia personalidad, desvariando y perdiendo la cordura para contentar los deseos del dios.

En mi caso, desde aquel panorama apocalíptico que contemplé en la tundra helada, se fijó en mí un temor irreverente hacia lo que podía volver a suceder, hacia tal devastación que aniquilaba sin dejar presos, sin dejar vida, sin dejar títere con cabeza. Aquella tormenta, no hizo distinción, arrasando todo a su paso y ahogando el blanco paisaje en devastación, y en detrimento de todos, la formación de las mismas nubes parecían agolparse desde la lejanía en el cielo, a la misma velocidad que las primeras, con similar morfología y naturaleza.

- No…. ¿Otra vez? -

Temí, viendo como en la dirección que tenía orientado mi rostro se ceñía la muerte próxima. Acto seguido, le di a Carlito el dial de viento, quería que quedase provisto de suficientes recursos por si las circunstancias volvían a apocalípticas y todo se desmadraba de nuevo. Un cuerpo tan grande y amarillo, podía ser un blanco fácil y no iba a permitirlo, ya que veía venir que la locura de todos, más si cabía, se apoderaría de todos en cuanto todo el terreno comenzara a reventar.

Mientras tanto, parecía montarse la de cristo entre algunas disputas que algún que otro bendecido con la moral subida provocaba, ya no sería yo el único que se había tomado a pecho la creencia generada por Norfeo. A esto que, aunque el tipo pecador de la pradera no se inmutó ante mi advertencia, un nuevo peligro parecía acechar desde el costado izquierdo, donde el lago y el resto de presentes se encontraban, generando un chisporroteo con el agua que se escuchaba desde lejos. Carlito también se percató de que una violenta fuerza desde el agua se acercaba, él, que se encontraba más cerca del agua se abriría para afrontarla, venía a una velocidad endiablada, ¿Quién era el imprudente que se atrevía a amenazar al brazo ejecutor de Norfeo? 

- Uh... -

Debía ser incapaz de esquivar plenamente aquel ataque tan rápido, a pesar de que parecía contener una fuerza bruta casi inhumana transmitida en el agua, no quedaba otra que arriesgarse a una maniobra defensiva contra quien quiera que fuera que osaba atacarme. Carlito, al costado contrario, pasaría inadvertido dada su posición y la orientación del ataque enemigo, algo que le permitiría colaborar sin riesgo, y emitió con el dial un gran haz de aire contra el agua que acechaba, aunque no la detendría del todo. Yo, desde el lado en el que provenía aquel torrente, realizaría un rápido movimiento de pierna lateral para orientar mi cuerpo y prepararlo, cargaría el brazo derecho y emitiría un golpetazo descendente para impactar con la técnica acuática. 

notas del choque


Salí despedido 10 metros hacia atrás, ligeramente magullado por el impacto y el aterrizaje. La verdad, que no estuvo nada mal la hostia que recibí, y entre el choque y el agua, pronto me espabilé para lo que continuaba, no se quedaría así.

- Paaa Paaa Paa Paaaaaaaa - 

Carlito, tras el viaje, correría despavorido hacia mí, viendo la estela del trayecto y donde acabé, parecía preocupado por como podía encontrarme. Estiró el brazo para tomar el mío con su mano libre, y tiró con su fuerza para volver a incorporarme, ayudándome con la misma mano a sacudirme y quitarme el polvo de los pantalones.

- ¡EEEEH! ¡Que pez te ha picado pelo pincho! ¿Tú también quieres... -

Le grité pese a aque el tipo se encontraba lejos, en la orilla del agua cerca de donde nos encontrábamos Carlito y yo, sin embargo, mi habla se detuvo, pues sumado a la nubes negras que había, la voz de Norfeo se volvió a hacer presente. Abrumadora e imponente como solía ser.

Cita:— Ah... ¿Y qué tenemos aquí? —

— Mis fieles seguidores, bañados en mierda, pero aun así… devotos. —

[...]

— Por supuesto, no sería justo destruir una isla que ha tenido la... ¿Cómo decirlo? Inteligencia de rendirse ante mí. Aunque, francamente, me pregunto si el hedor persistente es parte de su devoción o simplemente una falta de higiene crónica... ¿Quizá no se deba a aquel osado que rindió mal mi tributo? —

¿Quién de todos aquellos indeseables había osado con ofrendar algo de mal gusto hacia el todopoderoso? Pobre desgraciado, e iluso, pues solo aquellos ajenos a conocer su poder, serían capaces de ofenderlo con aquello que fuera. Pero no había motivos para distraerse encontrando al que fuera de todos los que estábamos allí, pues el omnipresente seguiría.

Cita:— Consideren esto un regalo, mis queridos mortales, viven un día más, no porque lo merezcan, sino porque tienen el buen gusto de reconocer quién tiene el verdadero poder. Ahora, intenten no ensuciar más mi nombre con este olor tan... peculiar y diviértanme, pues he decidido que ambos territorios sobrevivientes se enfrenten en una contienda sin parangón por su existencia —

[...]

— Todos vosotros tendréis un indicador numérico sobre la cabeza en rojo que marcará la cantidad de canicas que tenéis en estos instantes... ¡Y aquellos con canicas doradas, tendréis el mismo icono en dorado!— tomó su tiempo para exhalar una risita que casi parecía interpretada. —¡Ahora complacedme! El territorio con menor número de canicas, caerá...—

- ¿Solo quedamos 2 zonas? -

Me pregunté, al acabar de escuchar las palabras de la deidad, que se retiraría sin más, pero llevándose consigo las nubes destructoras, aquello era claramente una advertencia. Su clemencia nos salvó de la destrucción, pero no por mucho tiempo, y meno de forma gratuita, había que aplastar a todo aquel que se encontrase en la zona enemiga. La contestación al chico pelo pincho debía de esperar.

El enorme tiburón blanco, que se alzaba como un estandarte que empuñaba también la palabra del dios, se levantó como cabecilla del grupo que había allí. Por sus actos, era el que más, si no el único que podía fiarme de su palabra, pues momentos antes, no había dudado en abrirse las venas en favor de Norfeo. Se había ganado la credibilidad suficiente como para seguirle.

- Carlito, prepárate para la batalla final... marchamos con el tiburón contra los enemigos, quédate el dial -

Choqué mis puños y estiré los laterales del cuello. La chica sirena parecía también estar dispuesta a seguirle, invitando a la que parecía su amiga rubia para que la acompañase. Miré con recelo al pelopincho, pues los designios del todopoderoso iban primero que me deseo personal, y debía ahora de cooperar con el contra cualquiera que nos estuviera esperando.

- Vamos todos, llegó la hora de demostrar nuestro credo... Sigamos al hermano tiburón -

Dije para concluir, siguiendo su paso por detrás, con el gran Carlito a mi lado. ¿Quiénes eran aquellos que aguardarían nuestra llegada? Estaría por ver, pero fuera como fuera, debíamos de medir nuestro poder contra ellos, todo en nombre Norfeo, todo en favor de su gracia.

resumen
#76
Ray
Kuroi Ya
Los lamentos del joven sobre su nuevo aspecto se vieron interrumpidos por una amenaza. Una mujer de cabellos rubios y considerable belleza le apuntaba con un arma de fuego mientras le preguntaba cuáles eran sus lealtades. Según sus palabras era una adoradora de Norfeo, el ser que parecía gobernar aquella maldita isla y el causante del drástico cambio en la anatomía de Ray.

La rabia le inundó por un segundo, pero no tardó en desaparecer ante un nuevo giro radical de los acontecimientos. Un fuerte viento se levantó de repente mientras el cielo se oscurecía. Las nubes taparon por completo la luz, haciendo que en escasos segundos pareciera que había caído la noche. El cielo comenzó a parpadear como si los rayos fueran a empezar a caer en breves momentos.

¿Sería aquello también obra de Norfeo? En la mente del joven parecía lo más probable, pues la supuesta deidad ya había mostrado sobradamente su volatilidad y su narcisismo. Sin embargo no tuvo mucho tiempo para pensar, pues la fuerza del viento pronto amenazó con superar la suya. Se agarró a lo que pudo, pero por mucho que lo intentó no fue capaz de mantenerse erguido y en pie. Su nuevo cuerpo pesaba tan poco que fue desplazado con pasmosa facilidad, volando por los aires. Incapaz de controlar su trayectoria, que dependía al completo de los caprichos del viento, el joven entendió que era contraproducente luchar y se dejó llevar por la corriente sin transformarse para intentar utilizar sus alas.

Hasta que repentinamente su desplazamiento se vio detenido al chocar contra lo que en primera instancia le pareció una pared. Sin embargo no cayó al suelo, pues una gigantesca mano le recogió. Miró hacia arriba y se encontró cara a cara con uno de los seres más intimidantes que había visto nunca. Una especie de tiburón antropomorfo de enorme tamaño, con grandes y afilados dientes y unos brazos que superaban el tamaño actual del marine.

Ray fue a decir algo a aquel híbrido entre humano y pez, pero en ese momento la tempestad cesó de repente. La poderosa voz de Norfeo llenó de nuevo el ambiente, anunciando su nueva ocurrencia. Al parecer había decidido perdonar las vidas de todos ellos a cambio de que se enfrentaran a las personas que habitaban otro territorio de la isla y les quitaran sus canicas.

En cuanto su voz se hubo desvanecido el tiburón fue el primero de cuantos seres se encontraban en los alrededores en proclamar la gloria de Norfeo y tratar de organizar a los demás en un ataque contra el otro territorio. Varias personas fueron uniéndose a sus intenciones, y el joven marine aprovechó para mirar hacia arriba y preguntarle:

- ¿Puedo acompañaros al combate? Aunque sea pequeño, en cuanto nos encontremos en una zona que no tenga este viento tan poderoso podréis comprobar que soy fiero en combate, y muy hábil a la hora de conseguir canicas. Solo necesito que me lleves contigo hasta que ya no haya tanto viento.

No le importaba lo más mínimo Norfeo ni su vanidad, pero si pelear junto a sus partidarios era lo único que podía hacer para evitar morir así sería. Se situó como un bebé, acunado entre el brazo izquierdo y el torso del tiburón, preparado para saltar en el momento en que llegaran a su destino y el combate comenzara.

- Me llamo Ray, por cierto. - Le dijo. - ¿Tú cómo te llamas?

Más gente fue uniéndose progresivamente a ellos cuando el escualo empezó a correr, e incluso la mujer rubia que antes le había apuntado con su arma se subió a la chepa de este último. Y no en sentido figurado, sino que se agarró a su espalda y dejó que el hombre pez cargara también con su peso. No obstante pese a llevar a dos personas a rastras la velocidad del tiburón no se redujo lo más mínimo, lo que impresionó considerablemente a Ray. Iban hacia la batalla, y aunque no conocía a ninguno de sus improvisados compañeros, el saber que contaba con alguien tan temible como el tiburón le hacía sentir confiado.

Off
#77
MC duck
Pato
La voluntad y el destino a veces son extraños amantes que se pone de acuerdo en guiarte en una misma dirección, o eso o en este mundo onírico controlado por un dios demente que solo veía mierda en su creación.

MC Duck no sólo chocó de frente con la realidad de que los sectarios no les agradaban sus preguntas, sino que el mismo Dios onírico, Norfeo el magno haría una breve charla. O mejor dicho, una exposición de los hechos divinos de su mentalidad.

- Viven un día más, no porque lo merezcan, sino porque tienen el buen gusto de reconocer quién tiene el verdadero poder.
Ahí estaba el buen ego de cualquier pretencioso que se cree dios
...y diviértanme, pues he decidido que ambos territorios sobrevivientes se enfrenten en una contienda sin parangón por su existencia

Definitivamente esto acabará pronto. El dios quería ver sangre, le daba igual de quien, sus seguidores estaban ciegos. ¿Pero quería morir? no, claro, quería descubrir la verdad detrás de este extraño mundo, y solo acercándose al dios podría averiguar la verdad. y para eso lamentablemente tenía que seguir sus instrucciones … qué remedio.

—Ahora complacedme! El territorio con menor número de canicas, caerá…

Esto era una locura, pero una extraña locura, pues en su cabeza ahora había un 0 rojo. efectivamente su ofrenda no llegó a tiempo y la canica solo estaba muerta de risa debajo del agua, o en el bolsillo de algún nadador avispado.

-bueno, si he de cazar y conseguir canicas, me aseguraré de que sean las que me he ganado por mi propio esfuerzo y fuerza, nada regalado del poeta insomne.

MC duck se agarró a su escopeta con gran fuerza, pues mientras lo hacía su fisonomía estaba cambiando, alejándose de la de un hombre-pato, a un pato mamadisimo de dos metros de alto, y como si su mentalidad hubiera cambiado con la transformación, incluso visualmente su ropa cambio, y la atmósfera que transmitía era diferente, gracias a un soundtrack diferente.

[Imagen: cutpas10.jpg]

-En la Primera Era, en la primera batalla, la primera vez que el Abismo tormentoso se alargó, alguien resistió en las cumbres del destino…
MC Duck había cambiado a su Stong Point, recargo la escopeta sonoramente antes de unirse a los que iban a luchar, el tiburonsin, la sirena y la otra chica, mientras seguía con un dialogo sin mucho sentido, mientras salía de aquel abismo tormentoso.
-Corrompido por las esporas de la ciénaga del delirio, su alma ardió en los fuegos del yermo del tormento. demasiado corrupto para la ascensión de Norfeo el magno, escogió la senda de la montaña de los lamentos . No halló la paz en la tundra del olvido y, con su sangre hirviendo, recorrió las llanuras del desolado Osenia para vengarse de los señores oscuros que tanto daño le habían hecho.


Personaje

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#78
Illyasbabel
cuervo de tiburón
Ante semejante ofensa, o debería decir, cruda verdad, Illya no supo como reaccionar, algo confundido con las acusaciones del profeta, que no hizo más que regañar la vulgaridad del viejo alado. Estaba claro que no era un ofensa para Illya, sino más bien un alago, por lo que termino coincidiendo con el señor pelilargo. - Haz lo que tengas que hacer - dijo en tono seco y despreocupado mientras le daba un ultimo sorbo al barril y salía, de un paso, fuera del lago. Aunque parte de su ropa estaba mojada, sus alas estaban frescas para el encuentro.

No era estúpido, sabía cuando era amenazado, cualquier desafío seria bien recibido por el viejo cuervo, aunque desconocía el motivo del duelo, lejos de ignorarlo, envainaría una espada y tomaría la segunda con su otra mano disponible. Ambas espadas por encima de su cabeza, esperando que su rival cumpla su palabra.

A medio vestir y con cigarro en boca, Illyasbabel se prepara para el desafío, sin  temor a nada, solo por la gracia de divertirse un poco y quizá despertar de aquel excéntrico lugar.

 Illyasbabel estaba preparado para el desafío, pero su rival, luego de unos insultos a su persona, salió despedido por los aires producto de una técnica de agua. Observó a los costados y notó como uno de los sujetos del agua lo embestía con potencia, luego hubo un choque a escasos metros de él, algunas gotitas de agua lo salpicaron pero nada grave. Mantuvo su postura calmada esperando que el profeta haga lo suyo...-  ¿Ya te haz arrepentido? - le preguntó, mientras esté, aparentemente escapaba de la situación.  - Tsk - cual viejo gruñón se amargaba por haberle interrumpido su tranquila borrachera, - ¡esto no quedara así ! - exclamó, no había peor ofensa que ser ignorado luego de una amenaza. Dio unos pasos hacia adelante para luego avanzar hacia su oponente y ejecutar una golpe preciso con ambas espadas sobre su pecho.

off:
#79
Yoshi
Yoshi
Yoshiro salió disparado cuál torpedo a por su ahora contrincante, su ataque marino tuvo que enfrentarse no solo con el viento que tanto lo habia molestado enn su forms anterior sino que también el viento que Carlitos habia disparado usando un curioso artefacto. Pero no importaba, ni el viento más feroz podía detenerlo, era un misil y su explosión de agua ocurrió cuando su mano impactó contra aquellas nudilleras del autoproclamado Profeta.

El hombre salió disparado atrás sin poder detener su avance pero para su suerte, Carlito estaba ahí para ayudarlo a ponerse de pie. Yoshiro ahora se encontraba en tierra firme, chocando sus puños para crear chispas, le encantaba la idea de pelearse al fin con alguien en este curioso sueño. Pero las nubes se pusieron negras en tormenta... ¿No eran las mismas que destruyeron la zona de nieve?

Así es, Norfeo estaba apunto de matarlos a todos pero notó la presencia de sus creyentes y honrado por su alabanzas les perdonó la vida a todos, ahora todos poseían un número en la cabeza según la cantidad de canicas, obviamente Yoshiro solo tenia un 1 en rojo, pero había uno con un 0. El pato... El viejo pato de antes inspirado por las palabras de Norfeo decidió evolucionar y volverse más grande con una escopeta en mano mientras una genial música se escuchaba de fondo... Bien, le perdonará la vida solo por eso.

Octojin olía a mierda, pero se consideraba el líder, con un niño de pelo morado en sus manos (que no sabía de donde había encontrado) y la rubia en su espalda  se dirigió a la nueva zona de guerra usando los puentes de madera. La sirena lo seguía desde atrás y el Profeta en vez de seguir la pelea con Yoshiro decidió también seguir al tiburón.

Pues, ni modo. Allá voy-desnudo y sin aparentes enemigos en aquel lago, lo mejor era seguir el mandamiento de Norfeo y exterminar a las personas en la otra isla.
#80


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